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La sostenibilidad
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La sostenibilidad

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A pesar de que hay mayor conciencia social que hace unos años acerca del agotamiento de los recursos naturales y la emergencia climática, el modelo de consumo y producción predominante permanece ajeno a estas realidades.

Es hora de que los conceptos de sostenibilidad, economía circular y responsabilidad social corporativa sean usados inadecuadamente a pesar de que han sido y son ampliamente estudiados y expuestos en ámbitos científicos y divulgativos.

Avanzar en el cumplimiento de iniciativas como la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, el Acuerdo de París para limitar el aumento de la temperatura global, y los compromisos de la Unión Europea para conseguir una Unión climáticamente neutra para 2050 suponen no solo pasos importantes en ese sentido, sino también nuevas oportunidades laborales en ese proceso de transición hacia una economía más sostenible.
LanguageEspañol
Release dateApr 21, 2023
ISBN9788468573991
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    La sostenibilidad - Clayson Cosme Da Costa Pimienta

    LA SOSTENIBILIDAD EN LATINOAMÉRICA

    El lento crecimiento económico mundial, las desigualdades sociales y la degradación ambiental que son característicos de nuestra realidad actual presentan desafíos sin precedentes para la comunidad internacional. En efecto, estamos frente a un cambio de realidad: la opción de seguir con los mismos patrones ya no es viable, lo que hace necesario un cambio en el paradigma de desarrollo actual en uno que nos lleve por la vía del desarrollo sostenible, inclusivo y con visión de largo plazo. Este cambio de paradigma es necesario sobre todo en América Latina, que no es la región más pobre del mundo, pero sí la más desigual. Si bien la desigualdad existe en todo el mundo, constituye una especial limitación para alcanzar el potencial en la región.

    Frente a estos desafíos, los Estados Miembros de las Naciones Unidas, en conjunto con un gran número de actores de la sociedad civil, el mundo académico y el sector privado, iniciaron un proceso de negociación abierto, democrático y participativo, que resultó en la creación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en septiembre de 2015.

    La Agenda 2030 es una agenda transformadora, que pone la igualdad y dignidad de las personas en el centro y propone un cambio en nuestra percepción de desarrollo, respetando el medio ambiente. Es un compromiso universal adquirido tanto por países desarrollados como en desarrollo, en el marco de una alianza mundial reforzada, que tiene en cuenta los medios de implementación para realizar el cambio y la prevención de desastres por eventos naturales extremos, así como la mitigación y adaptación al cambio climático.

    Para lograr el desarrollo sostenible a nivel mundial es indispensable introducir cambios fundamentales en la forma producción y consumo de las sociedades.

    LA RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA Y LA ECONOMÍA CIRCULAR, SU IMPORTANCIA PARA EL AVANCE HACIA LA SOSTENIBILIDAD

    Los conceptos de Economía Circular (EC) y de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) vienen siendo ampliamente tratados y expuestos no solo en la literatura especializada y científica, sino también en los grandes medios de comunicación en general, desde hace varias décadas. Ahora bien y por ello mismo, dado que en ocasiones se utilizan inadecuadamente, conviene, en primer lugar, definir y caracterizar ambos conceptos.

    En la actualidad, gran parte de la sociedad es en mayor o menor medida consciente de la emergencia climática que amenaza el futuro del planeta. El calentamiento global y el agotamiento de los recursos naturales hacen ya imprescindible desde hace tiempo, adoptar un nuevo sistema de producción y consumo que garantice su sostenibilidad, porque estamos explotando los recursos como si estos fueran infinitos, y el planeta pudiera absorber todo lo que no necesitamos. Pero ahora empezamos a ser conscientes de que no es así. Iniciativas como la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas; el Acuerdo de París, para limitar el aumento de la temperatura global; y los compromisos de la Unión Europea para conseguir una Unión climáticamente neutra para 2050 suponen no solo pasos importantes en ese sentido, sino también nuevas oportunidades laborales en ese proceso de transición hacia una economía más sostenible.

    Hace tan solo 10 años, los impulsores de políticas sostenibles eran una minoría; y por ello, desde ese punto de vista, se ha evolucionado mucho desde entonces. El problema es que, teniendo en cuenta los plazos marcados por los propios países, el cumplimiento de dichos objetivos ya va con retraso: Si la consecución de los ODS ya era un reto en sí, ahora hay que sumar que las políticas y sus efectos están tardando en notarse o son insuficientes, la situación actual nos está demostrando la fragilidad de nuestro mundo y los sistemas y valores en los que nos apoyamos. El acceso a la educación y a la sanidad de calidad para todos, que creíamos una realidad en nuestro país, no es tal. Esta pandemia está acentuando las desigualdades sociales aún más, y eso es aún más patente en los países menos desarrollados". El indicador de riesgo de pobreza y exclusión social, elaborado con datos de diversos institutos de estadística de distintos países, revelan una tendencia de mayor empobrecimiento de la población.

    Comencemos con la Economía Circular, a nivel institucional, se ha definido la circularidad como aquel modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido

    La economía circular es una necesidad transversal que afecta a todos los sectores, desde el agroalimentario al de la automoción, la construcción o el tratamiento de aguas. Y eso hace que se necesiten todo tipo de perfiles técnicos, en especial, químicos e ingenieros químicos, biotecnólogos, biólogos, ingenieros industriales, electrónicos e informáticos para el desarrollo y operación de tecnologías y procesos de recuperación y revalorización de residuos y subproductos. El ámbito de la investigación ofrece numerosas posibilidades.

    En la actualidad, el empleo ligado a la economía circular sobre todo en los países europeos creció un 5%, hasta alcanzar unos cuatro millones de puestos de trabajo; y en España se pretenden crear, hasta 2030, 120.000 empleos de calidad y estables en ámbitos relacionados con el reciclaje y la reutilización de materias primas, residuos o agua, entre otros sectores.

    La noción de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) viene siendo utilizada al menos desde los años 70. Hagamos un breve recorrido histórico antes de trazar los fundamentos y rasgos de la RSC, así como las discusiones académicas que se han derivado de ellos. En concreto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 1976) diseñó las líneas maestras del marco común en que se incardinaría la RSC, en un documento revisado y ampliado treinta y cinco años después, en 2011. Si bien en dicho documento no se habló explícitamente de RSC, se introdujeron una serie de cambios notables que tienen que ver con los derechos humanos, la gestión responsable de la cadena de suministros, la preocupación por el cuidado del medio ambiente, la protección de los consumidores, la mejora de las relaciones laborales y del respeto íntegro a los derechos de los trabajadores o una agenda proactiva para contribuir a que las empresas cumplieran con sus responsabilidades como agentes sociales y económicos en función de los desafíos que pudieran tener lugar.

    Posteriormente, la Asamblea General de Naciones Unidas (1987) aprobó el Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, más conocido como Informe Brundtland, que, entre otros aspectos, planteó de modo explícito la necesidad de la responsabilidad social en el seno de las empresas, apelando por ejemplo a la responsabilidad social y cívica para la expansión de la enseñanza universal y un apartado específico dedicado a Medidas de parte de la industria, en el que se planteaba la responsabilidad de las empresas en la lucha por reducir la contaminación atmosférica y medioambiental.

    Dentro del ámbito europeo, una de las regiones del mundo que más se ha destacado en la aplicación de los principios de la RSC, entre mediados de los 90 y principios de los 2000 se dio un impulso muy fuerte a la RSC. Así, la Comisión de las Comunidades Europeas (2001) aprobó el Libro Verde, cuyo significativo subtítulo era Fomentar un marco europeo para la responsabilidad de las empresas. En el Libro Verde se estableció el cumplimiento de la RSC como un fin esencial en el seno de las empresas. En esa misma década, entre 2001 y 2004, la OCDE publicó dos textos de gran relevancia para el desarrollo de la RSC: Responsabilidad Corporativa: iniciativas privadas y metas públicas y Principios de gobernanza corporativa. Por último, la nueva cultura empresarial de la RSC recibió un fuerte impulso gracias al Pacto Mundial por la Responsabilidad Social Empresarial (organismo dependiente de la ONU), el cual, en el marco de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la Agenda 2030, se planteó dos fines básicos: vehicular las acciones concretas en aras de la RSC e incluir los llamados Diez principios del Pacto Mundial por la Responsabilidad Social Empresarial.

    A continuación proponemos una serie de estudios que aportan información sobre acciones relacionadas con la sostenibilidad en el ámbito de la Responsabilidad Social Corporativa y la Economía Circular.

    LAS VENTAJAS DE LA SOSTENIBILIDAD PARA LAS EMPRESAS. EXPECTATIVAS POSPANDEMIA

    1. Sobre el concepto de sostenibilidad

    Este capítulo corrobora que el concepto de sostenibilidad ha sido objeto de debates y discusiones desde el último tercio del siglo XX, aunque ha sido en el presente milenio cuando ha cobrado un mayor protagonismo en los debates académicos y en el conjunto de la sociedad. La primera organización internacional que se aproximó a una primera caracterización de sostenibilidad fue la ONU, en 1974, que quedó recogida en el documento titulado Estrategia Mundial de la Conservación, por parte de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza, en 1980, con la asesoría, cooperación y apoyo financiero del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el World Wildlife Fund (WWF).

    Hay que decir que este primer documento sentó las bases para poner en el centro del crecimiento económico la conservación del medio ambiente como requisito para un desarrollo sostenido para las generaciones presentes y futuras; se consolidó a partir de ahí la idea de que no puede haber progreso económico sostenido y viable a largo plazo si no se garantiza la sostenibilidad del medio ambiente.

    Posteriormente, la Comisión Mundial de Medio Ambiente y del Desarrollo (1988), organismo dependiente de la ONU, desarrolló y concretó la noción de sostenibilidad en los siguientes términos en el conocido Informe Brundtland: El desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

    A partir de este documento, un elemento que conforma, por tanto, la médula espinal de la sostenibilidad es el respeto a la continuidad de la satisfacción de las necesidades de las generaciones actuales en relación con las futuras. Otro importante documento oficial para la conceptualización de la sostenibilidad fue el Informe de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo, elaborado por la ONU en 1994, que agregó como elemento fundamental de la sostenibilidad el control del crecimiento demográfico, sobre todo en los lugares donde en ese momento el boom demográfico podía resultar más insostenible a largo plazo.

    Por último, desde la Cumbre de Río de Janeiro (ONU, 1992), la conocida como Cumbre de la Tierra, se amplió semánticamente el concepto de sostenibilidad hasta su concepción actual, distinguiendo dentro de ella tres dimensiones: la ecológica, la social y la económica. Esta tríplice visión de la sostenibilidad es la que nos interesa especialmente en nuestra investigación, puesto que aúna las dimensiones y relaciones que hoy se toman en consideración a la hora de valorar si una empresa participa o no de la cultura de la sostenibilidad, que es lo que analizaremos con más detenimiento en este artículo. Pero veamos antes cuál es el escenario económico que ha dibujado la pandemia a casi dos años de su irrupción a nivel mundial.

    2. La sostenibilidad y las empresas

    La cultura empresarial, o cultura corporativa, es cada vez más partícipe de la idea de sostenibilidad. Partiendo de la definición de sostenibilidad que aparece en el Informe Brundtland, en la literatura especializada sobre sostenibilidad y empresas hay conformidad en asumir al menos dos principios en relación con la noción de desarrollo sostenible: el desarrollo sostenible tiene, como decíamos, una triple dimensión (económica, social y medioambiental); la generación actual está obligada a construir un modelo de vida sostenible para las generaciones futuras (Vidal, 2011). Los dos principios se vinculan con el hecho de que la construcción de una sociedad sostenible parte de la idea de que la reproducción de la sociedad a escala global es un continuo por el que la generación presente no puede sacrificar las expectativas de la generación futura con el pretexto de lograr un crecimiento económico o tecnológico sin medida o desligado por completo de los tres pilares —medioambiental, social y económico— de una sociedad sostenible.

    Un concepto esencial relacionado con la sostenibilidad y las empresas es el de responsabilidad social corporativa (en adelante, RSC), también llamada responsabilidad social empresarial (RSE)¹. Los principales hitos en la emergencia de la RSC en un ámbito como el europeo han sido los siguientes: en 1976 se formularon, por parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las líneas directrices de lo que se entiende en la actualidad por RSC; más tarde, en 1987, el precitado Informe Brundtland profundizó en la caracterización de la RSC; en 1993, el representante europeo Jacques Delors invitó a las empresas a implicarse activamente en la lucha contra la exclusión social como parte fundamental de la RSC; posteriormente, en 2000, durante la Cumbre Europea de Lisboa se hizo un llamamiento especial al cumplimiento de la RSC como un objetivo básico del mundo empresarial; en 2001 y 2004 se publicaron los importantes documentos Corporate Responsability, Private Initiatives and Public Goals y Principles of Corporate Governance, respectivamente (Vidal, 2011). Todos estos hitos fueron jalones imprescindibles para llegar a la visión que impera en la actualidad a propósito de la naturaleza y las implicaciones de la sostenibilidad para el mundo de las empresas y la sociedad en general.

    La cultura de la RSE ha recibido un gran impulso internacional a escala planetaria con el Pacto Mundial por la Responsabilidad Social Empresarial, una iniciativa multilateral de RSE que persigue dos objetivos fundamentales: incorporar los diez principios del Pacto Mundial en las actividades empresariales de todo el mundo y canalizar las acciones en apoyo de los objetivos más amplios de las Naciones Unidas, incluyendo los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) propuestos por la Agenda 2030, que ha enfatizado igualmente la relevancia de la sostenibilidad en la nueva cultura empresarial a nivel global. Los Diez principios del Pacto Mundial por la Responsabilidad Social Empresarial (2021), organismo adscrito a la ONU, son los siguientes:

    •respeto a la protección de los derechos humanos fundamentales (Principio 1);

    •las empresas no deben ser cómplices de la conculcación de derechos humanos (Principio 2);

    •las empresas deben asegurar el derecho a la reunión y asociación sindical de los trabajadores (Principio 3);

    •las empresas han de acabar con toda forma de trabajo forzoso (Principio 4);

    •las empresas tienen la obligación de contribuir a acabar con el trabajo infantil (Principio 5);

    •las empresas tienen que terminar con las prácticas discriminatorias en el empleo (Principio 6);

    •las empresas deben mantener un enfoque de prevención que favorezca al medio ambiente (Principio 7);

    •las empresas han de incentivar iniciativas que fomenten una mayor responsabilidad a nivel medioambiental (Principio 8);

    •las empresas han de favorecer el desarrollo y la difusión de tecnologías que respeten el medio ambiente (Principio 9);

    •por último, las empresas han de esforzarse por luchar contra la corrupción en todas sus formas.

    Asimismo, la conocida y ya mencionada Agenda 2030, aprobada por la ONU en 2015, ha servido como incentivo y elemento dinamizador para que las empresas incorporen en su acervo la RSC. La Agenda 2030 fórmula 17 ODS en los que el mundo económico-empresarial está llamado a desempeñar un papel preponderante, junto con las organizaciones de la sociedad civil. De entre todos los objetivos de la Agenda 2030, son sin duda los objetivos 8, 9 y 12 los más relacionados con la lógica empresarial de la RSE, si bien en todas las metas están directa o indirectamente implicadas las empresas. El objetivo 8 se propone promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos, por lo que las empresas son actores fundamentales en la consecución de dicha meta. Lo mismo sucede en el objetivo 9, que tiene como finalidad construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización sostenible y promover la innovación. Por último, el ODS n.º 12 se propone garantizar modalidades de consumo y de producción sostenibles; en otros términos, la meta es producir más y mejor agotando menos recursos, contaminando menos, y creando una cultura corporativa que sea consciente de que un crecimiento económico sustentado sobre la degradación medioambiental o social no es, ni siquiera desde el punto de vista económico, sostenible a largo plazo.

    En cualquier caso, concordamos con Mateo (2020) en la tesis de que para que las empresas puedan incorporar y hacer cumplir los ODS en su actividad cotidiana, estas deben comprometerse con la cultura de la sostenibilidad desde la dirección, planificando, revisando y adaptando de modo continuo sus actuaciones. Además, las empresas han de hacer un esfuerzo concienciando a la sociedad para que apoye con sus patrones de consumo las empresas que sean más sostenibles. Todo ello debe complementarse con un marco político, institucional y legal que fomente el que las empresas tengan incentivos a la hora de cumplir con los ODS.

    La cultura de la sostenibilidad puede devenir igualmente en un poderoso agente de internacionalización económica, que es a su vez una fuerza muy importante para mejorar la calidad de la vida de las personas en relación con los ODS. Este es un ejemplo de cómo transformar los retos mundiales en oportunidades de negocio sostenible, incrementando la presencia de las empresas más sostenibles y competitivas en nuevos nichos y sectores de mercado, favoreciendo la creación de ecosistemas que apoyen la innovación para la internacionalización empresarial y económica, y consolidando el rol jugado por las empresas en el logro de los ODS formulados en la Agenda 2030 (Peña, 2018).

    Tengamos que presente, respecto a lo señalado con anterioridad, que hay estudios, como el de López (2013), que precisa que el 87 % de las empresas a escala mundial ve oportunidades comerciales en las políticas de RSC. Consideramos que, siempre que el respeto a la RSE sea real y sincero, el hecho de que las empresas tengan incentivos económicos a la hora de asumir las líneas maestras de la RSC y de los ODS es una garantía de que realmente dichos objetivos se van a cumplir.

    Para que la sostenibilidad de las empresas sea una realidad objetiva y no se quede en una mera pretensión subjetiva, debe poder medirse y expresarse a través de los índices de sostenibilidad como los que exponemos a continuación:

    Figura 1. Índices mundiales de sostenibilidad

    Fuente: elaboración propia a partir de López (2013).

    Lo interesante de la existencia de dichos índices es que suponen un esfuerzo por medir, como decimos, en términos objetivos la implicación consciente de las empresas en la RSE y en el cumplimiento de las metas formuladas por la Agenda 2030 para crear una nueva cultura de la sostenibilidad empresarial. A este respecto, también son muy importantes los premios que se organizan en distintos lugares del mundo, como por ejemplo, dentro del territorio español, los Premios Novia Salcedo a la excelencia en la integración profesional de los jóvenes emprendedores, que se vienen celebrando desde hace varias décadas y que buscan fomentar una cultura de sostenibilidad en términos medioambientales, sociales y económicos (Torres, 2002).

    Así pues, la idea fuerza de sostenibilidad en el sentido de lo mencionado más arriba se sustancia en que los emprendedores sean conscientes de que la sostenibilidad no es solo un principio ético rector, en abstracto, sino también un incentivo económico, de que la sociedad premia a todos aquellos actores económicos que más entusiasta y sinceramente se involucren en proyectos que fomenten una cultura empresarial sostenible desde el punto de vista medioambiental, social y económico.

    Lo más interesante de este tipo de premios, según nuestra consideración, es que, a través de preguntas concretas, interpelan a los emprendedores para que reflexionen sobre si puede tener realmente futuro y sostenibilidad económicos una compañía que no respete los principios que rigen la sostenibilidad tal y como se concibe de manera global. Ello se relaciona directamente con lo expuesto con anterioridad: cuanto más consciente sea una empresa de la necesidad de adoptar la RSC y los ODS por propio interés e iniciativa, más lo hará en beneficio de todos; si las empresas no encuentran un sentido claro, concreto y tangible a adoptar tales políticas, estas quedarán en papel mojado, máxime en un entorno económico postpandemia plagado de tantas incertidumbres y peligros.

    3. La incertidumbre económica pospandemia

    El impacto de la pandemia del SARS-CoV-2² sobre la actividad económica internacional, particularmente perjudicial en algunas regiones del planeta, ha sido claramente negativo para importantes sectores económicos. Organismos supranacionales como el Banco Mundial (BM) evaluaron los daños sufridos por la economía mundial hasta mediados de 2020 como

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