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Los Relatos de un Caudillo
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Los Relatos de un Caudillo

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About this ebook

El joven Oscar Valdès Riviera trabaja en la Seguridad de una Fàbrica textil, es catòlico y estudiante de Derecho. Se ve amenazado por una situacion insospechada y esto lo obliga a crear un plan de evasiòn junto a ventiseis compañeros de trabajo, ya que ellos lo eligieron como lider del grupo. Deben escapar en la noche y salir de la isla de Santa Fè, adonde habian nacido y vivido siempre. Esta evasiòn los lleva a atravesar los màs terribles y peligrosos enfrentamientos para lograr su objetivo: la libertad. 

LanguageEspañol
Release dateApr 5, 2023
ISBN9798354872718
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    Los Relatos de un Caudillo - Edy Báez

    PRESENTACIÓN.

    He aquí una apasionante y controversial novela de aventuras, dónde la lucha por la supervivencia será el eje central de una compleja trama que cautivará a los lectores. El joven Oscar Valdés Ribera se convierte por razones del azar, en un líder que rodeado de fieles amigos atraviesan por difíciles situaciones de máximo riesgo para sus vidas. Se destaca una exquisita descripción del paisaje caribeño, su flora y su fauna exuberantes. Y del contexto socio histórico, que a pesar de estar enmarcado en la narrativa de ficción, nos deja una enriquecedora experiencia, donde el amor sigue siendo el mayor reto.

    Eduardo Báez Rodríguez (Edy Báez) nació en Rancho Boyeros, La Habana, en 1973. Es graduado de estudios Socioculturales por la Universidad Agraria de La Habana (UNAH). Master en estudios Sociales y Filosóficos por la UH. Ha obtenido varios diplomados en Estudios Socioreligiosos. Así como en Filosofía y Religión. Su obra literaria toca muy a menudo el fenómeno religioso. Autor de varias novelas. Ha publicado El Cagüeiro Negro, en la Editorial Primigenios, Miami, 2021.

    En la Editorial la Orilla Oscura de Querétaro, México tiene publicados:

    Los relatos de un caudillo, 2022,

    Homines, 2022,

    El Barón la Croix, tomo I y II, 2022.

    ÌNDICE

    Capítulo I:-En algún lugar del Caribe,-/11.

    Capítulo II:-Génesis del conflicto,-/18.

    Capítulo III:-El éxodo de los proscritos,-/29.

    Capítulo IV:-Rumbo a lo desconocido,-/41.

    Capítulo V:-El desembarco,-/48.

    Capítulo VI:-Nada es más peligroso que una fierra

    Acorralada,-/66.

    Capítulo VII:-Comienzan las acciones,-/78.

    Capítulo VIII:-Deshacer lo viejo es fácil. Construir de nuevo; he ahí el verdadero reto,-/92.

    Capítulo IX:-Una misión necesaria,-/114.

    Capítulo X:-Preparativos para la defensa de San

    Andrés,-/134.

    Capítulo XI:- La batalla por San Andrés,-/145.

    Capítulo XII:- Quien a hierro mata a hierro muere,-/162.

    Capítulo XIII:-Reconstrucción de san Andrés,-/172.

    Capítulo XIV:-Una noticia bastante interesante,-/184.

    Capítulo XV:-El acuerdo de Paz,-/208.

    Capítulo XVI:-Los visitantes del Norte,-/230.

    Capítulo XVII:-Cuando parece que todo marcha bien,-/248.

    Capítulo XVII:-La entrevista,-/270.

    Biografía del autor,-/281.

    Capítulo I

    La mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a su tamaño original. Albert Einstein.

    En algún lugar del Caribe

    Esa mañana de Febrero el cielo se encontraba despejado, luciendo una de esas tonalidades azul turquesa que enardecen los sentidos de quienes saben apreciar lo bello de la naturaleza. Un matinal astro diurno comenzaba su indetenible marcha de ascenso hacia su cénit, mientras un fuerte aire invernal del norte movía con furia las ramas de los árboles que se erguían a cada costado de la carretera, la cual zigzagueaba cuesta arriba buscando alcanzar la cima de la empinada ladera. A cada lado de la carretera, una baranda de hormigón armado servía de protección contra el profundo precipicio que se abría a escasos dos metros de ésta y de la hilera de árboles cuyas raíces se aferraban a la pared exterior del acantilado junto al cual se abría aquél abismo.  Por esta carretera, aún humedecida por el rocío de la madrugada, marchaban a gran velocidad cuatro autos. Abría la fila una furgoneta Cadillac de color negro, modelo Escalade deportivo, edición 2020. Le seguía un suntuoso

    Mercedes-Maybach, modelo S-Class Sedan 2020, también de color negro. Detrás del auto Mercedes seguía otra furgoneta Cadillac Escalade y cerraba la fila una ambulancia Ford, modelo Transit 2020.

    En menos de lo que se pueda contar, la comitiva alcanzó la cima de la montaña donde se podía observar una moderna edificación con todo tipo de tecnología para el estudio de los fenómenos meteorológicos. La línea de autos, en vez de continuar hasta el observatorio meteorológico, se desvió por una tangente bastante aceptable para ser un camino secundario y se detuvo a unos cien metros de un frondoso Laurel, uno de esos miembros de la familia Lauraceae que propician una sombra muy agradable gracias a su follaje y el gran diámetro de sus ramas.

    De la primera de las furgonetas salieron cuatro hombres vestidos de civil, pero sin nada de etiqueta. A primera vista hubieran sido tomados por simples paisanos de no ser por las subametralladoras israelíes modelo Uzi que colgaban de sus hombros mediantes las correas, los sofisticados sistemas de comunicación interna colocados en sus oídos y sus rostros sombríos. Algunos de ellos se protegían la vista con espejuelos de sol. Los cuatro individuos se posesionaron en puntos estratégicos del lugar desde donde cubrían todos los flancos.

    De la segunda furgoneta descendieron otros cuatro hombres. Dos de ellos llevaban fusiles plegables de asalto modelos Kalashnikov de fabricación rusa y los otros dos subametralladoras Uzi. Dos de ellos se acercaron rápidamente y cubrieron la puerta posterior del Mercedes-Maybach mientras no perdían de vista los alrededores. Los otros dos hombres comenzaron a revisar minuciosamente el lugar. Este desplazamiento había ocurrido en cuestión de segundos.

    De la parte delantera del Mercedes-Maybach descendió a gran velocidad un joven de unos veinticinco años, alto, de físico atlético y fibroso, con espejuelos de sol y camisa de mangas largas recogidas hasta los codos. A la cintura y sostenida por su cartuchera, se podía entrever una pistola Semiautomática SIG Sauer P230 calibre 9mm. Mientras de su hombro derecho colgaba una pistola ametralladora Mac-10 en su funda color marrón. El joven abrió con gran protocolo la puerta posterior del auto y un hombre descendió torpemente de este.

    El hombre era alto, como de 1,80 metros, representaba unos cuarenta y tantos años, eso sí, esos cuarenta y tantos sobrepasaban, sin duda alguna, los cuarenta y cinco años, quizás cuarenta y siete o cuarenta y ocho, aproximadamente. Su andar era algo torpe y en su rostro un buen observador hubiera podido percibir las huellas de una vida llena de preocupaciones y tormentos comenzada desde muy joven, puesto que era bastante joven para lucir tan deteriorado físicamente. Su cabello ya casi blanco, lucía un corte bien bajito, como el de los soldados.

    Vestía con austeridad unos vaqueros azules Levy Strauss y unos botines negros de lustrado cuero mexicano. Una camisa de algodón marca Polo la cual llevaba por dentro del vaquero y bien acomodada por un cinto de cuero labrado, se dejaba ver parcialmente a través de la cremallera abierta de un grueso abrigo de piel color oscuro. Unos espejuelos de sol cubrían sus ojos. El hombre hizo un gesto autoritario a sus acompañantes para que no se le siguiera y caminó lentamente hasta el Laurel. Una vez estuvo a la sombra de este se acomodó torpemente en sus raíces, para seguidamente pasear su mirada por todo el vasto paisaje que abarcaba su vista, mientras el gélido viento golpeaba su rostro enrojeciendo sus mejillas.

    El mar se extendía  más allá de la tierra en los cuatro puntos cardinales. A través de la bruma matinal se podía divisar su azul turquesa. Por lo que inmediatamente resaltaba a la vista que aquella tierra respondía, sin dudas alguna, al calificativo de isla. Eso sí, no era una isla pequeña, para nada, si se hiciera un análisis cartográfico desde aquel punto elevado se podría llegar a la conclusión que aquel pedazo de tierra tendría una longitud de unos 100 Km² a la redonda o sea, era una porción de tierra perdida en la mar bastante extensa.

    Aquella elevación de unos 303 metros sobre el nivel del mar, se encontraba en la parte norte de la isla y ante la vista del hombre se extendía hacia el sur una fértil llanura salpicada por múltiples comunidades de la cual sobresalían los edificios de vivienda. Dispersos por toda la extensión de la isla se podían observar industrias, embalses de agua, áreas de cultivos y algunas hebras plateadas que señalaban el lugar donde corría algún que otro río o canal de riego. Así como una muy bien trazada red de carreteras que unían los diferentes puntos de aquella tierra entre sí. Al este y relativamente cerca de un poblado no muy pequeño, del cual sobresalía, sobre el follaje de los árboles, el pico del campanario de una iglesia, con su cruz en el extremo superior, se divisaba un aeropuerto sin actividad alguna, cuya torre de control, de arquitectura futurista, se alzaba sobre los girones de neblina. El hombre miró su Omega y refunfuñó entre dientes:

    __ A esta hora normalmente entraba el vuelo de Francia. Hasta cuándo será esta maldita pandemia de Covid-19, ya esto se hace insostenible, debo acabar de resolver ese problema definitivamente, al menos acá entre los míos. Aunque el mundo se esté deshaciendo en pedazos como consecuencias de este flagelo, ello no puede ser justificación para cruzarme de brazos y no hacer nada por mi gente... este pueblo es mi responsabilidad, como siempre ha sido, y nada va a cambiar eso...esta misma semana debo ponerle toda mi atención para solucionar de una vez este problema. Comenzaré a negociar la compra de los primeros lotes de vacunas al precio que sea.

    El hombre llamó, con una voz de timbre fuerte, como de barítono, al joven que permanecía a unos escasos metros de él. Este se acercó a pasos rápidos y cuando estuvo junto a él, le ordenó:

    __ Charlie por favor, llama ahora mismo a Osmany y dile que haga un hueco en mi agenda para que hoy en la tarde concerte una cita con el delegado de gobierno y el jefe del team científico que está trabajando en el análisis del candidato vacunar que debemos adquirir. Esto es para las 4:00 pm... que le dé prioridad a este encuentro dentro de la agenda.__ ¡Enseguida general! __  El joven, quien evidentemente era militar, se cuadró y alejándose un poco metió su mano al bolsillo, extrajo un móvil modelo Redmi y después de marcar un número esperó unos segundos, al concluir este tiempo se sintió una voz del otro lado del auricular y el joven comunicó la orden recibida e inmediatamente informó del cumplimiento de esta a su jefe. El hombre agradeció y volvió a posar su vista sobre el paisaje. Mientras le contemplaba una expresión de satisfacción se reflejó en su rostro, como aquella satisfacción que siente el artista cuando se sienta a contemplar la obra de sus manos. Fue entonces que su mente comenzó a viajar en el tiempo entre análisis filosóficos y rostros ya perdidos en la distancia de los años:__ Dios mío, como ha pasado el tiempo, era prácticamente un chiquillo cuando llegamos acá a este lugar, y ya han pasado veintisiete años... veintisiete años y a veces todavía me pregunto: ¿qué hago aquí?... Cuantos han quedado en el camino. A veces me pregunto si estarán orgullosos de lo que he hecho, si habré estado a la altura de su sacrificio y expectativas... tengo miedo de haber sido egoísta en algún que otro momento y de haber obrado guiado por el orgullo y la vanidad. El pueblo de esta isla, esta gente tan maravillosa, nos defendieron y nos apoyaron cuando arribamos a esta tierra hace ya tanto tiempo, huyendo de la perfidia humana. Ellos pelearon hombro con hombro junto a nosotros. A veces presiento, que todo lo que hago por ellos es bastante poco.

    Un perrito arrabalero que se encontraba dando vueltas trató de acercarse con cuidado hasta donde se encontraba el hombre, mirándole con ojitos lastimeros. El joven militar al divisarlo trató de espantarlo, pero el hombre le hizo señas para que le dejara en paz y seguidamente silbó suavemente al can para que este se aproximara. El pequeño perrito con un poco de recelo se acercó hasta donde se encontraba y el hombre le acarició con ternura la cabeza, luego le preguntó cariñosamente como si el animalito pudiera entenderlo:

    __ Tienes hambre mi pequeño amigo, ¿deseas algo de comer?__ el hombre se dirigió nuevamente al joven militar __ ¡Charlie por favor, que le traigan un poco de yogurt a este juguetón muchachito y un pedazo de jamón! __

    El joven transmitió inmediatamente la orden por su sistema de comunicación interna y el chofer de una de las furgonetas se acercó con un vaso de yogurt protegido con una película de papel de aluminio y una bandejita desechable con unas rebanadas de jamón y queso cubiertas con un nailon. Como el protocolo lo orientaba, este lo entregó al joven oficial y este al hombre quien luego de agradecer lo ofreció al pequeño cachorro que le devoró y bebió con avidez. Mientras observaba al animalito comer con voracidad, el hombre le comentó al joven militar:

    __ ¿Sabes Charlie?, hace muchos años, cuando aún combatíamos en estos lugares contra el régimen comunista de Días Dorta por nuestras vidas, tuve un perrito, lo hallé en la calle hambriento y asustado al igual que este amiguito... le nombré Tashy __ murió hace ya nueve años, en ese momento el hombre guardó silencio y quedó pensativo mientras tragaba con dificultad, luego continuó. __ Ellos también son seres vivos Charlie, ellos al igual que nosotros son seres creados, seres que vinieron sin pedirlo. Biológicamente son inferiores a nosotros y por ende tenemos responsabilidad ante Dios por ellos y su bienestar... Por favor Charlie, recójanlo y entréguenlo nada más que puedan a la casa de adopción de animales para que lo cuiden y alimenten hasta que sea adoptado. Cerciórate personalmente de que ocurra así.

    __ Sí señor __ dijo con respeto el joven.

    El hombre volvió a concentrarse en el paisaje que se abría ante sus ojos y centró su mirada en un punto del terreno. Sintió, como si su mente se abstrajera de la realidad. Entonces los recuerdos se volvieron a suceder unos tras otros, esta vez con más claridad. Poco a poco las ideas se fueron ordenando de manera cronológica en su mente.

    Capítulo II

    El génesis del conflicto

    ––––––––

    Mi nombre es Oscar Luis Valdés Ribera y soy natural de Charca del Rey, un municipio de la occidental provincia de Viña de la Sierra, República de Santa Fe,  un hermoso archipiélago del Caribe occidental, ubicado geográficamente entre Cuba, Estados Unidos y México. Esa mañana del 2 de febrero de 1994 me desperté como siempre a las 6:00 am con la intención de dirigirme a mi trabajo. Había cumplido recientemente mis 20 años de edad, pero sin embargo, aún dormía con mi madre en el cuarto de mi hermano mayor, que recién se acababa de divorciar. Entonces él nos había cedido su cama matrimonial, por supuesto, mucho más grande, él por su parte dormía en un viejo y pequeño camastro que había pertenecido a los abuelos y al que se le habían agregado dos colchonetas, quedando bastante cómodo por cierto. El mismo había sido ubicado en un rincón del cuarto, así que los tres dormíamos juntos.

    En ese momento yo no me encontraba casado, o mejor dicho, comprometido, porque en realidad había estado involucrado en una relación bastante estable con una joven de mi edad y de la que por accidente, propio de las inexperiencias, había engendrado un hijo, pero este matrimonio extraoficial se había ido por el desagüe de la cloaca. ¿Culpables?, bueno amigos, creo que ello no viene ahora al caso, además, éramos solo dos muchachos.

    Me aseé los dientes y me di un chapuzón en la ducha. Seguidamente preparé mi bicicleta, la dispuse para la partida y me senté a desayunar. Esa mañana, recuerdo, me había despertado muy feliz, pues la tarde anterior había recibido una carta de una persona muy importante para mí, una hermosa muchacha llamada Marlenys Ávila, estudiante de medicina y oriunda de la provincia de Sabaneta, ubicada en el centro del país.

    La había conocido unos ocho meses antes, mientras visitaba un campamento de jóvenes cristianos invitado por un amigo religioso y me había prendado de su ternura y su belleza exótica. Yo, en realidad no la había vuelto a ver más, pero entre nosotros había quedado una amplia comunicación epistolar, que por cierto, ya comenzaba a dar sus primeros frutos.

    Una vez concluido el desayuno, me dirigí al cuarto para vestirme con mi reglamentario uniforme de agente de seguridad y protección. En aquellos tiempos, hacía ya unos ocho meses, laboraba para una agencia gubernamental que se dedicaba a brindar servicios de seguridad y protección a diferentes instalaciones o empresas estatales. Nadie me había conseguido el empleo, Frankiel, un buen amigo mío, me había visto por la calle deambulando sin trabajo y rápidamente me había comentado sobre la posibilidad de ingresar en un curso de capacitación el cual tenía como objetivo formar agentes de seguridad y protección con vista a la creación de una nueva agencia de seguridad. Una vez cursado todos los módulos de estudios, me incorporé a laborar en la nueva empresa.

    En el momento de ocurrido los hechos que a continuación les relataré, me encontraba destacado en el grupo que brindaba servicios a una industria textil, distante unos dos kilómetros del pueblo donde yo vivía. Ya me encontraba listo para partir cuando mi madre me abrazó y me colmó de besos con sus ojos aguados.

    __ ¿Sabes que eres mi tesoro, todo mi amor?... a tu hermanito lo amo con todo mi corazón y mi alma, pero tú, tú eres mi pequeñito, el más chiquito...

    __ Sí mamá claro que lo sé __ le dije mientras le besaba la frente y la acariciaba, luego le pregunté riendo __ ¿pero a qué viene todo eso muchacha?

    __ No sé mi amor, no puedo explicarlo, anoche no pude dormir bien, sentía una fuerte presión en mi pecho, ten cuidado por ahí hijo mío, las madres tenemos un sentido especial cuando se trata de nuestros hijos.__ Claro que tendré cuidado mamá, le dije y besé nuevamente sus mejillas con ternura, ella quedó en la puerta observándome mientras me alejaba en mi bicicleta.

    La mañana era hermosa y nada en ese momento apuntaba hacia el futuro que me esperaba. Llegué a las 7:00 am en punto al objetivo, como se le denominaba en nuestra jerga profesional a la instalación cliente que custodiábamos. Yo estaba ansioso de que se efectuara rápido el protocolar cambio de turno y llegar a mi posición de guardia, puesto que estaba en exámenes en la universidad y allí podía ponerme a estudiar con tranquilidad un buen rato... 

    Se me había olvidado decirles amigos, que para ese tiempo, también había ingresado a la universidad, ello, por uno de esos cursos para trabajadores o cursos a distancia, como también se le nombraba a esta modalidad de estudios superiores para personas que trabajaban y a su vez desean superarse. En la misma había matriculado la carrera de Sociología. En realidad, mi gran pasión era la Historia y era esa la carrera que hubiera querido estudiar, pero no había logrado alcanzar matrícula en esa especialidad y tuve que aceptar Sociología. Recuerdo que al principio ni me gustaba, pero con posterioridad y gracias a los buenos profesores que tenía, al final me había logrado cautivar. Era por ello también, que me había ganado el mote entre mis compañeros de, el Estudiante, aunque la mayoría, sobre todos mis amigos me decían, Oscarito.

    Cuando llegué esa mañana al objetivo ya estaban presentes la mayoría de mis compañeros,  solo faltábamos el remolón de Frankiel, el cual siempre llegaba de último y yo, según me había informado Xiamil, una mujer que hacía las funciones de segunda jefa de grupo. El jefe de grupo era Juan Manuel Fernández, un buen amigo mío, joven católico de fe y al que le decíamos, El Moro, por el hecho ser descendiente de inmigrantes libaneses asentados en el pueblo hacía ya muchísimos años, Juanma, como le decíamos cariñosamente, era de la tercera generación de esa familia pero aun así no se había librado del mote familiar.

    Xiamil, la segunda jefa de grupo, era una mujer de unos 30 años, estaba casada y tenía dos hijos, pero desde que comenzamos a trabajar juntos nos habíamos cautivado uno del otro. A mí me gustaba su inteligencia y sagacidad natural, su madurez y por supuesto, ese cuerpo delgado y sensual que invitaba a devorarla. Recuerdo que en el grupo le decían jocosamente culito de puya, por su trasero bastante pronunciado y firme, independientemente a su delgadez.

    Pero bueno amigos, seré sincero con ustedes: en realidad Xiamil me gustaba, pero no me volvía loco como para estar pensando en ella todo el tiempo, bueno, ya ustedes saben que la dama que monopolizaba todos mis pensamientos idílicos era la bella Marlenys... y es que en realidad lo que yo deseaba era casarme con una muchacha contemporánea conmigo, soltera y sin hijos, o sea, reconstruir mi vida matrimonial y por supuesto, constituir una familia propia, solo eso, nada más, solo deseaba la materialización de ese credo cristiano-burgués pre construido en la mente de todos desde que somos pequeños.

    Pero miren amigos, si resolví contarles nuestras aventuras, no voy a tener tapaderas con ustedes, no en esta ocasión y no en esta historia...  sí, admito que mantenía, bastante esporádicamente por cierto, relaciones sexuales con Xiamil. También les confieso que me encantaba verle desnuda, con ese cuerpo suyo visualmente virgen, independientemente a sus dos maternidades. Andar por ahí en cueros con ella, amándonos cuando se podía y donde se podía, como los animales, sobre la hierba, detrás de cada rincón, sobre las mesas y demás muebles de las oficinas. La verdad, ello me fascinaba, me hacía sentir vivo. Era algo casi instintivo, algo que funcionaba muy independiente a mi filosofía de vida, forjada en un hogar de buenas costumbres, como le llamarían los conservadores, y de mi fe personal en Dios.

    Sí, porque... aunque a algunas personas les parezca algo difícil de creer, soy un hombre de gran fe...  y si es cierto que nunca he pertenecido a ninguna religión en particular. Esto último responde al hecho de que siempre he tenido la convicción muy particular, de que las religiones son meras estructuras sociales, construcciones humanas y que Dios siempre está por encima de todo eso. Aunque había algo, en el caso muy específico del cristianismo, que me llamaba la atención profundamente, ese algo era la Biblia, sí amigos, me gusta, me encanta leer la Biblia, ese era mi libro de cabecera y créanme he leído tantos libros en mi vida que casi no recuerdo sus títulos, pero la Biblia, su contenido, me regalaba una paz espiritual que no lograba encontrar en otros libros.

    Desde que me separé de la madre del niño no había estado con nadie más. Así que, cuando me entraban esos deseos incontenibles,  pues nada, esperaba a la hora de la ducha, me masturbaba y ya, cosa resuelta. Por tanto, cuando conocí a Xiamil y comprendimos que nos gustábamos el uno al otro, vi los cielos abiertos, se habían acabado las penurias de la carne para mí. Como es natural todo mi cuerpo me pedía el sexo a gritos, puesto que tenía mis necesidades fisiológicas como cualquier ser humano y en lo particular el sexo me encantaba. Esa pasión, instinto condicionado, acto reproductivo, bueno, en fin, lo que sea, era y es para mí, el momento más sublime de un ser humano.

    Mi relación con Xiamil era puro morbo y a ella también le gustaba que yo la poseyera, puesto que le poseía con toda la intensidad de mi juventud y de tanto tiempo de contención. Lo hacíamos donde quiera, casi siempre en los turnos de noche. Después, cuando llegada la mañana regresábamos a nuestros hogares cada uno seguía su vida normal. Pero eso sí, allí en el trabajo siempre estaba pendiente de mí. Me aconsejaba, me defendía de los jefes, cubría todas mis meteduras de pata y siempre me alcanzaba la merienda hasta mi posta. Era una buena mujer. Claro señores, desde mi perspectiva muy particular. Dejemos a un lado sus instintos carnales humanos, que en mi opinión muy personal y con el mayor respeto para el que piense diferente, no debe sopesar a la hora en punto de juzgar a nadie... ¿adultera? bueno, bien claro lo dejó Cristo: aquel que se crea libre de pecado, que lance la primera piedra...  y créanme amigos, nadie la tiró. Y quizás alguien me diga __ si pero después le dijo: vete y no peques más __ pero la verdad es que, Xiamil y yo nunca nos buscamos, ahora bien, cuando coincidíamos por cuestiones de trabajo, de tan solo mirarnos, inmediatamente notaba sus pezones erguidos como  lanzas a través de su camisa de trabajo y a mí me daba una cosquillas en el bajo vientre que me despertaba la virilidad. Recuerdo, que ya para las 7:30 am había llegado Frankiel y se hizo el cambio de turno sin ningún problema. En aquella instalación trabajábamos unos treinta agentes por turno, si la memoria no me traiciona. Es verdad que aquella fábrica textil era enorme y eso que, según nos explicaban nuestros dos jefes inmediatos, Jorge Roselló, un señor de unos 55 años, delgado, muy flemático y que hacía la función de jefe de área y Alipio Cruz, nuestro Jefe de objetivo, un mulato de unos 50 años, arisco y guapetón, pero que en su interior era una maravillosa persona y excelente amigo, todavía faltaban más agentes. Incluso, recuerdo que se comentaba de un grupo que se estaban capacitando para incorporarse con posterioridad al objetivo, pero hasta ese momento nada.

    Después del cambio de guardia nos orientaban las posiciones a cubrir, cada posición cubría un área determinada que quedaba bajo nuestra responsabilidad, fuimos distribuidos por las mismas y así comenzó nuestro turno de trabajo. Por mi parte, inmediatamente después de llenar el libro de incidencias, del

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