Híbrida (2ª ed.): Enseñar en la universidad que no vimos venir
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Durante la pandemia de covid-19 repetimos demasiadas veces: "Las cosas nunca volverán a ser lo que eran". Y sin embargo, parece que muchas cosas volvieron a ser tal cual habían sido. ¿No era que de la pandemia íbamos a salir mejores? Mariana Maggio parte de la experiencia vivida en la universidad en 2020 y 2021 y nos obsequia su siempre lúcida reflexión en Híbrida. Enseñar en la universidad que no vimos venir. El objetivo está puesto en el planteo de rediseños y articulaciones que nos ayuden a edificar un futuro más inclusivo para las universidades. Provocadora, Maggio elabora un ensayo que busca interpelar al lector para despertar consciencias y que las cosas no vuelvan a ser como antes.
Luego de su primera publicación digital en julio de 2022, la autora dio el salto y convocó a los lectores a coescribir el último capítulo con ella. De esos encuentros surge esta nueva edición, con el capítulo incorporado al libro y un prólogo actualizado.
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Híbrida (2ª ed.) - Mariana Maggio
agradecimientos
Es un gusto enorme que este trabajo sea editado por Tilde, que representa de manera magnífica las búsquedas que aquí planteamos, con su carácter de construcción colectiva y disruptiva y sus modos renovados para abordar y dar a conocer las construcciones que se realizan en el ámbito de la educación. Mi producción, una vez más, es provocada, alentada y acompañada por Rosa Rottemberg. Ya no sabría cómo agradecerle. Simplemente diría que cada vez que ella llame, incluso cuando sea en la mañana del primer día de las vacaciones, voy a seguir diciendo que sí. Gracias a Federico Dorfman y Bárbara Gallardo, del gran equipo de Tilde y, especialmente, a Nicolás Scheines por su cuidadoso trabajo de edición.
Las ideas que aquí planteo están inspiradas, como siempre, en el trabajo en la materia Educación y Tecnologías de la carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; en el proyecto de investigación colectivo El rediseño de prácticas de la enseñanza en escenarios de alta disposición tecnológica y en el marco de colectivos, comunidades e instituciones
, con asiento en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación; y en la Carrera de Especialización y Maestría en Tecnología Educativa de la Secretaría de Posgrado de la misma facultad. A todo el equipo, amado y admirado, mi agradecimiento inmenso. Agradezco profundamente al Moviente Educativo y al Colectivo Mónadas por la fuerza de las conversaciones que abren, que me ayudan y sostienen en el ejercicio de tratar de entender adónde estamos parados y pensar lo que viene.
Quiero agradecer también a todas y todos los colegas con los que tenemos intensas conversaciones sobre las prácticas de la enseñanza en la universidad. A aquellos con quienes me encuentro casi a diario en eventos y en las redes sociales y, profundamente, a quienes coescribieron el capítulo Allá vamos
. A la RedTEAr, que convoca a las cátedras y equipos de tecnología educativa de las universidades argentinas y, especialmente, a Verónica Weber por los diálogos sobre esta coyuntura. A Griselda Díaz que, con su generosidad de siempre, leyó algunos tramos de este trabajo e hizo muy valiosas sugerencias. Junto a Amalia Güell y José Giménez ayudó a revisar el último capítulo hasta llegar a la versión final. A los tres, un enorme agradecimiento. A Javier Areco por su lectura atenta y generosa. Y a la gran Leila Zimerman por abrir la puerta del arte performático.
Finalmente, gracias a Mora, Martina, Renata, Constanza, Theo y Jerónimo porque sin sus historias nada sería igual. Y a Francisco, por la inspiración y el apoyo de cada día.
el nuevo salto hacia adelante
Escribí este libro entre enero y marzo de 2022. Un tiempo bisagra de otro tiempo bisagra. El compás de espera entre el paréntesis que significó la pandemia de covid-19, en el que la mayor parte de los edificios de las facultades estuvieron parcial o totalmente cerrados, y la vuelta a la presencialidad.
El año 2020 había marcado el inicio de ese tiempo parentético e inédito para nuestras vidas y, también, para nuestro trabajo docente en la universidad. Si bien desde hace décadas se llevaban adelante propuestas de educación a distancia en las universidades y los campus virtuales se encontraban a disposición de las propuestas presenciales —más allá de su menor o mayor uso—, la revolución mental (Baricco, 2019) que atravesaba los más diversos ámbitos se demoraba en llegar a las aulas.
El cierre repentino de los edificios exigió una virtualización rápida y a escala que no necesariamente conllevó una renovación pedagógica y didáctica importante. En un primer momento los esfuerzos se centraron en la puesta a disposición de materiales, actividades, ejercicios y evaluaciones. Cuando los campus virtuales estuvieron saturados de propuestas, las clases a través de encuentros sincrónicos se convirtieron en tendencia, incluso cuando reproducían los modelos expositivos con intervenciones casi nulas por parte del estudiantado. En ambos casos la matriz clásica de las propuestas permanecía inmutable.
El año 2021 marca el inicio de un tiempo más experimental. Con algunas aperturas parciales de espacios específicos, tales como laboratorios, y a partir de los profundos aprendizajes docentes del año anterior, empezaron a llevarse adelante algunas propuestas más osadas. Estas empezaron a tensionar la arcaica distinción entre teoría y práctica, exploraron otras formas de organización de los contenidos y, ante la imposibilidad de ejercer formas de control vinculadas con el espacio físico de las aulas, buscaron alternativas más interesantes para la evaluación. Todas juegan en los márgenes del portal abierto por la pandemia, en el que se alteraron las condiciones de tiempo, espacio y curriculum, entre otras, y se producían mientras se instalaba la idea de que la virtualidad había llegado para quedarse. Los estudiantes empezaban a presionar por propuestas virtuales, aunque fueran parciales u optativas, mientras que las autoridades universitarias abrían la discusión sobre las posibilidades y los desafíos de las cursadas que empezaban a denominarse, de forma genérica, híbridas
.
En el prólogo de la primera edición escribí:
…algo se está moviendo. Es una suerte de portal que, inesperadamente, se abrió. Pasa en la ciencia ficción, pasa en la enseñanza universitaria. Se están generando condiciones para preguntar y preguntarnos a qué universidad volvemos. La pregunta es si vamos a atravesar el portal pegando un salto hacia adelante que nos permita, ahora sí, entrar en un tiempo de invención y construir colectivamente prácticas de la enseñanza contemporáneas e inclusivas, o si, en cambio, vamos a quedarnos merodeando bajo el marco, lugar al que consideramos seguro pero que, notoriamente, nos deja del lado del pasado.
Tengamos en cuenta que los portales no suelen quedar abiertos para siempre y este es uno que se puede cerrar pronto: se pasa el entusiasmo, los estudiantes se dejan de quejar, las inversiones se vuelven a parar, las nuevas normativas limitan las exploraciones, los docentes nos volvemos a frustrar o las circunstancias vuelven a apabullarnos. Lo mismo da, el punto es que el portal puede cerrarse, y pronto.
Con esa idea como bandera, imaginé Híbrida como un libro para apoyar las conversaciones que mantuvieran el portal abierto. Una invitación a comprender que si el contexto muta, ya no podemos seguir enseñando de la misma forma, lo cual requiere que nos enfoquemos en el estudio de esos cambios culturales que solo siguen acelerando. Un reconocimiento, además, de que las reglas que organizan nuestro trabajo no seguirán ese ritmo y que eso no es razón para que renunciemos a saltar. En cada símbolo —la escritura de un programa, el diseño de una clase, la elaboración de un examen parcial— está el germen de algo que puede ser más genuino y contemporáneo. Y una convicción profunda de que el salto debe construirse colectivamente para generar movimiento, para que sea un cambio de tiempo y para que incluya y nos incluya.
Recuerdo, en marzo de 2022 y con el libro casi listo, la emoción arrolladora que sentí al volver a entrar al edificio de mi facultad. La sensación extraña de volver a estar en el aula. Las ganas de abrazarnos en el encuentro con los colegas y el gesto responsable de no hacerlo porque el temor al contagio todavía nos atravesaba. Esa sensación profunda de decir es ahora, y el miedo de que nos faltara el coraje y que en poco tiempo las prácticas de la enseñanza volvieran a ser las mismas de antes de la pandemia cuando nosotros ya no lo éramos.
El 5 de julio de 2022 Híbrida vio la luz como libro digital y empezó a circular en los dispositivos de colegas que generosamente lo leyeron, comentaron y recrearon. El propósito de acompañar las conversaciones no solo se cumplió, sino que fue más allá. Fueron muchos meses de intercambios con docentes, investigadores y autoridades de Argentina y numerosos países de América Latina. Encontrar potentes interpretaciones de su contenido desplegadas en las redes sociales fue conmovedor, lo mismo que recibir la retroalimentación de colegas que empezaban a poner en juego Híbrida en sus propuestas. Pero lo mejor estaba por llegar. El salto que no planeé y que es el que mejor define aquello que buscaba.
Con el gran equipo de Tilde editora nos propusimos abrir el juego e invitar a los lectores de Híbrida a coescribir un nuevo capítulo a partir de dos encuentros iniciales que ocurrieron en el mes de septiembre. Entre ambos encuentros llegaron más de cien lectores. Pero no eran solo lectores: eran colegas que se sentían interpelados por el desafío de coescribir. De hablar sobre lo que significa el salto en sus propios términos, desde sus experiencias, con sus interrogantes, con sus ganas y sus frustraciones, sus sueños y sus miedos y, sobre todo, con el enorme deseo de hacer lo que sea necesario hacer con otros. Ellos trajeron algo más, de un valor incalculable: sus interpretaciones sobre lo que estaba sucediendo en el regreso a la presencialidad. Eso sobre lo que Híbrida había propuesto hipótesis ya estaba encarnando en prácticas reales que operaban como ámbito de validación.
Debo reconocer que mi expectativa, a largo de los diferentes ejercicios de coescritura que propuse, era llegar a profundizar las dimensiones didácticas que se ponen en juego en los escenarios híbridos a partir de la reconstrucción de lo que mis colegas estaban construyendo y documentando. Esto en cierta medida pasó, aunque no fue lo más relevante. Lo que emergió fue la convicción arrolladora de un colectivo que siente que hay que comprender la naturaleza del salto que necesita dar. ¿Cómo tomar y mantener el envión que nos lleva a saltar? ¿Cuál es el corazón de las propuestas transformadas y a qué ritmo late? ¿Cómo entretejer el abrazo que nos sostenga cuando estemos perdiendo fuerzas? Las dimensiones didácticas aparecieron como cuestión de estilo, pero entramadas en un abordaje político, amoroso y colectivo. Ya no como hipótesis o anticipación, sino como posición visceral de los casi cincuenta coescritores que representan a muchos más colegas a la hora de plantarse para decir que no hay vuelta atrás. Quieren otra cosa y están listos para hacerla realidad. Ya no es mi libro el que cuenta, sino este aporte coescrito que aparece en esta segunda edición como nuevo capítulo. ¿Será este el puntapié inicial de un libro que permanece abierto? ¿O acaso el experimento que nos lleva a otros libros escritos con otras lógicas? No lo sé, pero sí tengo la certeza —quizás la única— de que este es el salto. El que nos libera del miedo de hacer las cosas de otro modo, nos encuentra en el diálogo, se consolida con la creación y se discute colegiadamente. Y este es el libro que ahora da mejor cuenta de la búsqueda, con el capítulo coescrito siendo parte de la presente edición. El libro en el que el salto hacia adelante es parte.
el mundo
expulsión mutación supervivencia incertidumbre esclerotización
las reglas
programa diseño propuesta producción evaluación
el campo
estado del arte en construcción tensiones contrahegemonía
la clase
la clase es todo intervención escucha encuentro colaboración
el hackeo
inmersión alteración performance viralización vivir online
el hábitat
on demand vivos híbridos asincrónicos presenciales
la comunidad
docentes estudiantes otros estar al lado
el metaverso
el espacio es nuestro el tiempo también la humanidad
allá vamos
envión corazón estilo abrazo
En los días en que escribo este nuevo prólogo explotaron las noticias y los anuncios sobre los alcances de la inteligencia artificial¹ en la educación y especialmente en las universidades. Los alcances y los desafíos que vienen requerirán un enorme esfuerzo de conceptualización e investigación². En cualquier caso, son parte del salto hacia adelante. De ese que necesitamos dar, comprendiendo el mundo que muta inexorablemente y en el que nuestras prácticas de la enseñanza necesitan reconstruir su sentido. Si un chat de inteligencia artificial puede resolver la mayor parte de las preguntas con las que evaluamos a nuestros estudiantes en las últimas décadas, el problema no es el chat. Este simplemente pone en evidencia lo que de maneras menos rápidas y amigables ya se podía resolver con cualquier buscador. El verdadero centro de la discusión son nuestras propuestas evaluativas que, con su sesgo verificativo, reproducen la matriz clásica de la enseñanza, concebida en un mundo que dejó de existir, hace rato.
Como sostuve en el prólogo de la primera edición, nuestro foco es que las prácticas de la enseñanza sean diseñadas atendiendo a su carácter inclusivo de modo tal que todos los que llegan a la universidad puedan terminarla, porque ese es su derecho
. Con cada minuto que transcurre queda más claro que para acercarnos a ellas se trata de saltar, de defender el salto colectivo y de superar la nostalgia por lo que pasó. Como coescribieron mis colegas: allá vamos.
1. Véase especialmente lo referido a https://openai.com/
2.Recomiendo especialmente revisar el aporte de Kate Crawford (2022).
el mundo
Queremos construir prácticas de la enseñanza en la universidad que sean propias de su tiempo, que lo comprendan profundamente, que reconozcan sus límites y sus posibilidades y, a su vez, que lo transformen. Sin embargo, muchas veces sentimos que se producen ciertos desfasajes en los que no llegamos a entender el sentido y la celeridad de los cambios que se producen. Nuestras prácticas parecen haber quedado ancladas en el pasado y nos preguntamos, honestamente, cómo dar un salto que nos vuelva a poner a tono con ese mundo complejo en el que nos toca vivir y educar.
La pandemia de COVID-19 está dejando en el mundo y en nuestras subjetividades marcas que todavía no llegamos a dimensionar, aunque las sentimos en el cuerpo, en los dolores que nos atraviesan y en las pérdidas que tuvimos. En ese contexto, seguimos enseñando. Lo hicimos en circunstancias que jamás hubiéramos podido anticipar.
Necesitamos comprender este mundo distinto para poder volver a pensar las prácticas de la enseñanza que desarrollamos en la universidad. No somos los que éramos, no volveremos a serlo, ¿por qué seguiríamos enseñando o aprendiendo de la misma manera?
Abriremos aquí algunas dimensiones que creemos resultan clave para analizar las prácticas de la enseñanza en este mundo complejo y, en muchos casos, hostil.
expulsión
La universidad es una institución expulsiva. Ya lo era antes de la pandemia.
En algunos países entrar a la universidad es muy difícil. En otros, pagar los estudios superiores requiere endeudarse a largo plazo. En Argentina el acceso irrestricto a la universidad pública gratuita es una definición política que defendemos y que nos llena de orgullo. Cuando sentimos que está en riesgo, luchamos en su defensa. Pero sabemos que más allá de la ampliación del acceso al nivel de las últimas décadas, apoyado en la expansión de la escuela secundaria y en la creación de nuevas universidades, hay muchos para quienes la universidad no es una opción. Porque no terminan el nivel secundario, porque cuando lo hacen ya sienten que es tarde, porque no pueden continuar los estudios por circunstancias vitales y sociales o porque aun cuando lo terminan perciben que el nivel superior no es para ellos, entre otras razones. Sin embargo, sí tienen derecho a acceder a la universidad, porque todos lo tenemos. Por ello, desde las políticas y