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Del Caos nacen las Estrellas
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Ebook156 pages1 hour

Del Caos nacen las Estrellas

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About this ebook

César Saldivar, gran artista internacional de la fotografía, hace a un lado su cámara para retratar con su imaginación, a fantásticos personajes de ficción. Los protagonistas de su faceta literaria son anti-héroes irreverentes y arrojados que habitan su inconfundible universo «underground». Su cuento corto es extraordinario; sin duda alguna, hay qu
LanguageEspañol
Release dateOct 12, 2022
Del Caos nacen las Estrellas
Author

César Saldívar

César Saldívar es considerado el fotógrafo del cine español y por su lente han pasado las figuras más importantes de la cinematografía española, pero también cuenta con trabajos fotográficos de intelectuales y artistas como Chavela Vargas y Carlos Fuentes. Éste es su primer libro de cuentos, en el que con una prosa clara y concisa, captura la naturaleza humana y sus equívocos, además de narrar con contundencia a personajes border y en criss.

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    Del Caos nacen las Estrellas - César Saldívar

    Primera edición, UANL, 2022


    Saldívar, César.

    Del Caos nacen las Estrellas / César Saldívar.

    Monterrey, Nuevo León, México: Universidad Autónoma de Nuevo León, 2022. 166 páginas ; 23x14 cm. (Colección: Especial).

    ISBN: 978-607-27-1790-9

    1. Cuentos españoles – Siglo XXI 2. Literatura española – Siglo XXI LCC: PQ6719.A48 D45 2022 Dewey: 863.7


    Santos Guzmán López

    Rector

    Juan Paura García

    Secretario General

    José Javier Villarreal

    Despacho de la Secretaría de Extensión y Cultura

    Antonio Ramos Revillas

    Director de Editorial Universitaria

    © Universidad Autónoma de Nuevo León

    © César Saldívar

    Padre Mier 909 pte. esquina con Vallarta, Monterrey, Nuevo León, México,

    C.P. 64000. Teléfono: (81) 8329 4111 / e–mail: editorial.uanl@uanl.mx editorialuniversitaria.uanl.mx


    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra —incluido el diseño tipográfico y de portada—, sin el permiso escrito por el editor.


    Impreso en Monterrey, Nuevo León, México

    Conversión gestionada por:

    Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2022.

    +52 (55) 52 54 38 52

    contacto@ink-it.ink

    www.ink-it.ink

    PRÓLOGO

    Mi carrera profesional ha estado llena de aventuras y riesgos. Desde mi adolescencia, mi curiosidad por ver el mundo me llevó a estudiar idiomas; primero en Nueva York, inmediatamente después, en París.

    Así me convertí en un viajero incansable hasta que establecí mi residencia en Madrid. En mi perspectiva personal, el éxito está basado en el propio hecho de concebir una idea y no descansar hasta materializarla.

    He transitado por el mundo de la fotografía española. Mis retratos y desnudos –característicos en blanco y negro– rápidamente se distinguieron y desarrollé una importante carrera. Ante mi lente han pasado las más destacadas figuras intelectuales y cinematográficas de México y Europa.

    La exposición que hoy presento en este libro, lejos de la fotografía –o quizá más cerca que nunca– es muy íntima: la escritura.

    En lo escrito, me toca no solo construir mi autorretrato, sino presentar mi propio desnudo. Un auténtico despojo de vestimentas y máscaras.

    Proyecto a través de mis personajes literarios lo vulnerable de mi soledad existencial. Cuando escribo, una luz diferente a la de la fotografía ilumina rincones de mi memoria e imaginación y desarrollo los cuentos sin prejuicios ni filtros morales o personales.

    Los personajes, absolutamente libres, navegan entre mis párrafos.

    La velocidad narrativa es un elemento que me apasiona y define mi estilo.

    Algunas historias me incitan a novelarlas, sin embargo, me apasionan los cortes abruptos y los finales secos e inesperados.

    Del Caos nacen las Estrellas es por tanto la expresión más honesta de mi plenitud creativa.

    César Saldívar, julio 3 de 2022, México

    EL ANFITRIÓN

    Una copa más y le explotaría el hígado destrozado por el alcohol; su única alternativa para vivir, era la sobriedad. Pero eso era justamente lo imposible para Fini.

    Hijo de industriales judíos, nació millonario pero desafortunado físicamente, ni el hecho de ser rubio le ayudaba: era feo. Regordete, ahora ya calvo, a los 52 años lucía acné propio de una adolescencia muy tardía. Claro que presumía de dandy y buena cuna, pero todo era pose, en realidad era grosero y maleducado. Por eso su mejor opción, su mejor amiga, sin duda, era una botella de Dom Pérignon. Solía deslumbrar con sus buenas cenas y vinos caros, pero al final terminaba mega ebrio, despilfarrando feos modos y manoseando a todos pidiendo sexo.

    Las mujeres nunca le gustaron. Tenía preferencia por los hombres, particularmente jovencitos de clase baja, se decía que solía contratarlos de cocineros, jardineros y alguna que otra vez de entrenadores personales; una vez que los había utilizado, o los echaba a la calle argumentando que le habían robado o presumía de ellos hablando vulgarmente del tamaño de los encantos de cada uno.

    Quizá si hubiera tenido un estilo de vida heterosexual le habría resultado más fácil salir adelante en cuestión de amores, o digamos, relaciones; seguramente con todo ese dinero hoy ya estaría casado y con hijos. En casos así, casi siempre aparece una buena mujer. Pero en el mundo gay el físico es muy importante. El ambiente homosexual de hoy realmente puede ser muy hostil si no cumples con los códigos y exigentes cánones de apariencia que establece esa ex-minoría. Así que el ser rico no te salva, casi lo empeora.

    Las amistades le duraban poco y sus afanes amorosos aún menos. Por eso lo de vivir sobrio, para nada. Ni amor ni belleza. ¿Para qué te sirve entonces el dinero?

    Esa mañana particularmente le temblaban las manos, la noche anterior lo habían metido a la cama en estado inservible. No recordaba ni la hora que llegó ni cómo llegó. El sol le pegó en la cara como una puñalada lacerante, le explotaba la cabeza.

    Con la primera copa solía derrochar simpatía o contar el último chisme sobre una de sus víctimas en la sociedad; a la tercera copa empezaba a asomar su mordacidad; y a la quinta ya su agresividad era insoportable. La gente con la que iniciaba la velada empezaba a desaparecer y el resto de la borrachera siempre era impredecible. Era como jugar a la ruleta rusa, después del primer trago, nunca sabía si viviría.

    Elegante, eso sí. Siempre de traje y corbata como buen caballero, de charla interesante y humor ácido, sus hermanos le guardaban distancia. Navegaba entre dos aguas, la de perrito abandonado causando lástima o la de serpiente venenosa con la cual lo mejor era llevártela bien con él.

    —Hola, papá, sí, perdona la hora, te llamo porque no puedo más, necesito internarme en una clínica.

    —¿Te pasa algo? ¿El corazón?

    —No, papá, clínica de desintoxicación.

    —Fini, por favor, no me molestes a estas horas, y no me vengas con cuentos, sabes bien que en media hora cambiarás de opinión, te conozco, no tienes remedio, y aun estás ebrio.

    —Disculpa, papá, es que no sé qué hacer.

    —Pues no hagas nada, tomate una pastilla y duérmete, pero ¡¡déjame en paz!!

    El padre colgó el teléfono. El señor estaba soñando que hacía una gran inversión y que le salía un negocio redondo cuando entró la inoportuna llamada del hijo y le interrumpió el sueño. Se puso de fatal humor el resto del día.

    Descorazonado, Fini pensó en el suicidio. Sería la gran solución, no solo poner fin al vacío de su vida, sino una súper venganza, el escándalo social para su padre sería inaguantable, bueno, para la familia entera, se los imaginaba a todos inventando argumentos y tapando la verdad. La cabeza lo martirizaba, el cuerpo le temblaba y la depresión empezaba a llegarle al corazón. ¡Necesitaba un trago urgente!

    Vivía como un toro herido y moribundo que se desangra en cámara lenta sin conciliar la muerte. Se encontraba aturdido, despistado y errático; balbuceaba un sinfín de maldiciones y resentimientos incoherentes. Las típicas expresiones llenas de saliva que hacen los borrachos en voz alta, que ni ello mismos saben lo que dicen, como si la mandíbula se les moviera absolutamente autónoma del cerebro.

    Se metió en su bañera para intentar recomponerse un poco, el sonido del agua le subió la borrachera. Se quedó flotando medio dormido en el agua, de vez en cuando emitía gruñidos como de pato en celo, o balbuceaba sus próximos planes; puras diabluras.

    Cuando sobra el dinero y el tiempo, ocioso, sin qué hacer, sumado a una cabeza totalmente desequilibrada, se pueden tramar las peores cosas; desde inventar mentiras, como era la costumbre de este personaje, hasta realizar venganzas, como mover los hilos de su influencia económica para destrozar la vida social o profesional de algún conocido a quien le tuviera rencor gratuito.

    La envidia era su problema y grave, la mayoría de los que le rodeaban no alcanzaban a comprender porque siendo poseedor de tal fortuna se pasaba el tiempo hurgando malintencionadamente en las vidas ajenas. Absolutamente crudo y resentido navegaba en la bañera ideando una travesura fuertísima: llegar a la cena de Navidad en casa de su hermano mayor y sin que nadie lo viera, picotear con las tijeras el Frida Kahlo que éste tenía en su biblioteca. Idioteces de viejo rico e infantiloide, arranques de mal karma. Se quedó dormido en el agua más de tres horas, lo despertó el frío pues el agua había escapado por el tapón mal puesto de la bañera y estaba congelado.

    Esa mañana Fini no se suicidó, ni se internó en una clínica, solo pescó un resfriado que lo tuvo en cama más de diez días, cuando se recuperó, decidió organizar una reunión. Para recibir a sus invitados ordenó el mejor servicio de catering de la ciudad y unos arreglos florales enormes y fantásticos como para rendir homenaje a la virgen en el día de su santo.

    Haber estado en cama le había reconcentrado la agudeza y mala leche, quería divertirse a costa de alguien. Convocó a su grupo de amigos de primaria, unos con esposas, otros gays, pero todos de alcurnia. Ninguno en realidad lo soportaba, pero cuando Fini llamaba para convocar cena, dada su posición social era casi una obligación asistir.

    Los antibióticos y exigencias médicas le permitieron sobrevivir sin beber los días que estuvo en cama, sin querer fue casi una desintoxicación. Estaba ya desacostumbrado a la realidad, de hecho, caminaba de lado y se sostenía por las paredes, pues sin alcohol en las venas parecía no funcionar. Era como una maquinaria vieja de diésel que rechina en cada movimiento y ya no puede circular. Por eso estaba impaciente por abrir de nuevo las puertas de su casa y hacer una cena memorable. Se sentía optimista, casi contento de volver a la vida social, sobre todo a la copa.

    Su obsesión con la puntualidad era terrible, por eso desde las cinco de la tarde supervisó que todo estuviera perfecto para recibir a los invitados, la cita era 8:30 p.m.

    Se tomó un whiskey doble, se tomó otro más y otro y otro y otro. Intentó ir a arreglarse, pero fue incapaz de subir las escaleras, se le doblaban las piernas. La gente de servicio

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