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Sermones sobre Efesios (I) - Lo que Dios nos está diciendo a través de la Epístola a los Efesios
Sermones sobre Efesios (I) - Lo que Dios nos está diciendo a través de la Epístola a los Efesios
Sermones sobre Efesios (I) - Lo que Dios nos está diciendo a través de la Epístola a los Efesios
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Sermones sobre Efesios (I) - Lo que Dios nos está diciendo a través de la Epístola a los Efesios

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Hoy en día Dios ha fundado su Iglesia sobre la fe de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. La Iglesia de Dios es la reunión de los que han sido salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, si sus corazones tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, pueden vivir la verdadera vida de fe. Este tipo de vida de fe solo es posible dentro de la Iglesia de Dios. Además, solo esta fe nos permite vivir para siempre en el Reino del Señor. A través de esta fe debemos recibir el amor de la salvación y todas las bendiciones espirituales del cielo de Dios Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo. Doy gracias a Dios.

LanguageEspañol
PublisherPaul C. Jong
Release dateDec 8, 2022
ISBN9788928210879
Sermones sobre Efesios (I) - Lo que Dios nos está diciendo a través de la Epístola a los Efesios

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    Sermones sobre Efesios (I) - Lo que Dios nos está diciendo a través de la Epístola a los Efesios - Paul C. Jong

    1. El autor de la epístola a los efesios

    El libro de Efesios fue escrito por el Apóstol Pablo. En él Pablo revela claramente la voluntad de Dios para nosotros en el mismo contexto de fe que el resto de sus epístolas.

    El libro de Efesios es la Palabra de Dios que explica cómo aparecieron los hijos de Dios, y qué significa que la Iglesia de Dios y Su voluntad se cumplan en la tierra. Para hacernos a todos a Su imagen y a la de Su Hijo Jesucristo, Dios Padre nos dio la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y permitió que los que creen formasen Su Iglesia.

    Por tanto debemos acercarnos a la Palabra de Efesios con el deseo de entender la profunda dispensación de Dios Padre tal y como está revelada en este libro. La voluntad de Dios es que todos nos convirtamos en Hijos Suyos y recibamos las bendiciones del cielo. Hoy en día, los hijos de Dios que viven en este mundo han sido santificados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.

    2. El contexto histórico de la epístola a los efesios y la época en que se escribió

    El libro de los Efesios es una epístola escrita por Pablo alrededor del año 62-63 d.C. Cuando Pablo fue encarcelado en una prisión romana, conoció a Epafras y Onésimo y escuchó las noticias sobre la iglesia de Coloso (Colosenses 1, 7; 4, 9). En aquel entonces Pablo escribió muchas cartas y las envió a la Iglesia de Dios en Asia. Aunque Pablo estaba en la cárcel, su trabajo espiritual siguió desarrollándose de manera más intensa, y escribió las denominadas «epístolas desde la prisión», incluyendo esta carta.

    3. La Iglesia de Efeso

    La iglesia de Efeso estaba muy unida a siervos de Dios como el Apóstol Pablo, Juan, Marcos, Timoteo, Priscila y Aquilas. Timoteo, el hijo espiritual de Pablo, se había quedado en la iglesia de Efeso porque Pablo le había pedido que se quedase a alimentar al rebaño con la Palabra (1 Timoteo 1, 3).

    La iglesia de Efeso fue el lugar donde Pablo había predicado tanto a judíos como gentiles desde el principio. La relación entre los santos de Efeso y Pablo empezó cuando Pablo pasó por Efeso y predicó allí el Evangelio durante su segundo viaje misionero (Hechos de los Apóstoles 18, 19). En aquel entonces, aunque Pablo se fue de Efeso después de predicar durante poco tiempo, la obra del Evangelio fue continuada por Priscila y Aquila, quienes se quedaron allí.

    Después Pablo paró en Efeso durante su tercer viaje y predicó a la iglesia de Efeso durante tres años (Hechos 19, 1; 20, 17-35). Pablo entregó su vida a este ministerio en la iglesia de Efeso durante esos tres años, ya que fue un ministerio marcado por sus lágrimas y oraciones (Hechos 20, 31). A continuación, al final del tercer viaje misionero de Pablo, de vuelta a Jerusalén, Pablo se reunió con los ancianos de la iglesia de Efeso en Mileto y se despidieron con lágrimas en los ojos (Hechos 20, 17; 36-38). Este fue el último encuentro entre Pablo y la iglesia de Efeso que encontramos en el libro de Hechos de los Apóstoles.

    El libro de Efesios es la epístola que trata de manera más profunda el tema de la providencia maravillosa de Dios revelada a través de Su Iglesia en el Nuevo Testamento. A lo largo de toda la epístola de Efesios Pablo nos lleva hasta la providencia de Dios. En otras palabras, Pablo nos explica que Dios Padre ha planeado la salvación de la humanidad en Jesucristo, que la ha cumplido a través de Jesucristo, y que ahora está revelando esta obra de salvación que se cumplió por amor a través de Su Iglesia.

    El objetivo del libro de Efesios era explicar la profunda dispensación de salvación de Dios. A diferencia de otras epístolas paulinas, Pablo no menciona a sus compañeros. A lo largo del libro de Efesios, el Apóstol Pablo explicó cómo Dios Padre planeó nuestra salvación en Jesucristo antes de la fundación del mundo, y cómo ha cumplido este plan de salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu.

    La fe de Pablo

    Cuando Pablo se presentaba, decía muy a menudo que su apostolado procedía de la voluntad de Dios. Pablo dijo que para salvarnos del pecado según la voluntad de Dios Padre, Jesucristo no tuvo más remedio que convertirse en nuestra propiciación. Pablo también dijo que su ministerio procedía de la voluntad de Dios y se fundaba en Jesucristo. Así Pablo se dio cuenta de la voluntad de Dios Padre y la obra de salvación perfecta de Jesucristo, y así es como empezó a predicar el verdadero Evangelio.

    Pablo nos dice que Dios planeó hacernos «santos y sin culpa» (Efesios 1, 4). Esta gente santa sin culpa de la que Pablo habló no es una clase especial de gente, sino que es la gente que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu, escondido en Jesucristo, según la voluntad de Dios Padre. Por tanto, los que se han convertido en santos unidos con Cristo a través del Evangelio del agua y el Espíritu, el don de salvación de Dios, son la gente santa, separada del resto de la gente. Refiriéndose a los santos, el Apóstol Pedro dijo: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios» (1 Pedro 2, 9). Los santos que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu no son los que buscan conseguir sus ideas morales mediante su carácter, sino que son los que han sido redimidos de sus pecados y santificados al creer solamente en la gracia de Dios. Por eso, mientras que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu pueden parecer gente normal, son gente especial que cree en la justicia de Dios. En otras palabras, los que se han convertido en santos ante Dios, no solo tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, sino que las raíces de su fe están unidas en Jesucristo.

    Pablo explica la gran dispensación de Dios Padre para la humanidad. La frase «bendito sea» (Efesios 1, 3), no es una frase que se utilice para referirse a seres humanos u otras criaturas. Dicho de otra manera, solo Dios es digno de ser bendito, porque nos ha dado Sus bendiciones espirituales a los seres humanos a través de la obra redentora de Jesucristo. Los atributos humanos son siempre egoístas. Pero Dios se sacrificó a Sí mismo por nosotros, y por eso no podemos dejar de dar gracias a Dios Padre y a Jesucristo con nuestra fe.

    Ahora debemos averiguar qué significa «toda bendición espiritual en los lugares celestiales» que Dios Padre ha preparado para nosotros.

    «Toda bendición espiritual en los lugares celestiales» no se refiere a bendiciones que todo el mundo puede recibir. Dios permite que el sol brille tanto sobre los buenos como los malos, y hace que llueva tanto sobre los que creen como los que no creen, pero estas bendiciones no son «toda bendición espiritual en los lugares celestiales», que son especiales. «Toda bendición espiritual en los lugares celestiales» es una bendición que solo pueden recibir y disfrutar los que han recibido la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu mientras viven en este mundo. Para nosotros Jesucristo es el Principio y el Fin, el Alfa y el Omega. Solo los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, cumplido por Jesús por nosotros, pueden recibir todas las bendiciones espirituales que pertenecen al Cielo para siempre.

    Algunos líderes cristianos afirman que en el mundo tan plural de hoy en día no debemos presentar el cristianismo como una verdad exclusiva. Dicho de otra manera, afirman que en vez de centrarnos en «la vida eterna en el Cielo» o en «la salvación», los cristianos deberían buscar «la justicia social» o «practicar el amor», coexistiendo y cooperando con otras religiones. Sin embargo, el verdadero cristianismo no puede estar al lado de las otras religiones de este mundo. La Iglesia cristiana es la reunión de los fieles que creen en el plan de Dios y en Su voluntad. Estos creyentes tienen fe en la voluntad de Dios.

    La fe de un verdadero cristiano no es solo nuestra, sino que viene de Dios. Es una fe en el plan de salvación preparado en Jesucristo antes de la fundación del mundo, y que por tanto nos la ha dado Dios. Así que un verdadero cristiano es una persona que, al contrario que los que creen en este mundo, ha recibido bendiciones espirituales que pertenecen al Cielo. Nuestra fe como verdaderos cristianos es la que está puesta en Jesucristo, quien nos ha librado de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu.

    ¿Cómo podemos recibir las bendiciones espirituales de nuestro Dios justo? Solo a través de Jesucristo y solo por fe podemos recibir esas bendiciones (Efesios 1, 1-7). Solo hay un intercesor entre Dios y nosotros y ese es Jesucristo (1 Timoteo 2, 5). Solo en Jesucristo y solo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu podemos recibir las bendiciones espirituales en los lugares celestiales.

    Los santos en este mundo son los que, al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, fueron bautizados con Jesucristo, crucificados con Jesucristo y enterrados y resucitados con Jesucristo (Romanos 6, 3-7). Por tanto, la vida en Jesucristo no se refiere únicamente a una vida buena éticamente, sino al contrario, a una vida que alaba las bendiciones de salvación recibidas gratuitamente en Cristo. Aunque las vidas de los santos que pertenecen al Cielo puedan parecer inútiles según los estándares del mundo, hablando espiritualmente estas son las vidas que tienen las mayores aspiraciones y la mayor fe. Así los santos viven vidas benditas con las bendiciones espirituales que pertenecen al Cielo, y viven en el Evangelio del agua y el Espíritu y el Cristo por esta fe. Son los que, a través del Evangelio del agua y el Espíritu, conocieron a Jesucristo como su Salvador y creyeron en Él, y así han recibido las bendiciones espirituales en los lugares celestiales.

    Para evitar malentendidos, Pablo antepuso la palabra espiritual a la bendición que sería recibida por los santos. Cuando pensamos en bendiciones, solemos pensar en primer lugar en bendiciones materiales. Lo primero que nos viene a la mente es la riqueza, las grandes mansiones, el estatus social y el poder, es decir las 3 letras P (propiedad, prestigio y poder) que reflejan los llamados «valores sociales». Sin embargo, las bendiciones de las que se habla en este pasaje no se refieren a las bendiciones de este mundo. Las bendiciones del mundo son rudimentarias. Por supuesto esto no significa que los santos no tengan necesidades materiales en este mundo, sino que ningún santo debe tener como prioridad conseguir estas ganancias materiales, ni debe tener sed de ellas.

    Sin embargo, el Espíritu Santo que obra en nuestras vidas nos dice que nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es la fe correcta. El Espíritu Santo nos hace pensar en los asuntos celestiales en vez de en los asuntos del mundo. Nuestra fe correcta consiste en creer en toda la Palabra de Cristo en el Evangelio del agua y el Espíritu y en querer vivir una vida que camina con el Señor.

    Recuerden que los que han recibido las bendiciones espirituales son los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando recibimos estas bendiciones espirituales en el Cielo a través de nuestra fe nuestra perspectiva de la vida, la sociedad y el mundo estará bien establecida. Aunque los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu caminamos como peregrinos, nuestra ciudadanía está en el Cielo. Por tanto nunca podemos ser como este mundo, ni podemos seguir su ejemplo. Aunque los santos viven en este mundo, no tienen raíces en este mundo. Su hogar está en el Reino de los Cielos y sus bendiciones son las bendiciones que pertenecen al Cielo.

    Estas bendiciones espirituales son las bendiciones que vienen de establecer una relación correcta con Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Estas bendiciones salen de la fe que es fundamental para los santos que caminan como peregrinos. Aunque podemos saltarnos una comida, no podemos vivir ni siquiera un día a no ser que pensemos en la justicia de Dios en nuestros corazones y le demos gracias por ella. La verdadera satisfacción y gozo de nuestros corazones no viene de poseer muchos bienes materiales en este mundo, sino que viene de la fe que tenemos en el corazón ya que hemos sido salvados a través del Evangelio del agua y el Espíritu.

    Pablo nos dijo: «Seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios» (Efesios 3, 18-19). Mi mayor deseo es que todos nosotros creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, y que estemos llenos de las bendiciones espirituales que Dios nos ha dado para poder disfrutarlas. El plan de Dios para nosotros es tan grande que su amor y su profundidad no se pueden medir. Cuando pensamos en el amor de Dios, no podemos evitar alabarle por Su gracia.

    La frase «toda bendición espiritual en los lugares celestiales» implica que esas bendiciones espirituales todavía tenían que llegar al destino humano. Pero en Efesios 1, 4, Pablo explica cómo estas bendiciones espirituales se cumplieron en Jesucristo a través del método de la «selección de Dios».

    «Toda bendición espiritual en los lugares celestiales» se puede conseguir para siempre en Cristo solo al creer en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Las bendiciones celestiales no pueden encontrarse en ningún otro sitio a parte de Cristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu. Estas bendiciones espirituales que hemos recibido no vienen de la obra del hombre, sino que se cumplieron por la obra de Dios. El Apóstol Pablo afirma que estas bendiciones se originaron por Dios Padre, quien nos escogió desde antes de la fundación del mundo, y por el ministerio de Jesucristo. Nuestra verdadera fe no consiste en confiar en nuestras propias obras, sino que cree en la benevolencia soberana y buena de Dios.

    Pablo dice que Dios Padre nos «escogió en Cristo antes de la fundación del mundo». Esto significa que la salvación es una bendición que reciben según la decisión justa de Dios los que aceptan Su benevolencia. Los que fueron escogidos en el amor de Dios no están afectados por las situaciones del mundo. La expresión «antes de la fundación del mundo» tiene un significado temporal, pero también revela que Dios nos escogió majestuosamente a través de Su Evangelio del agua y el Espíritu. A través de este pasaje pablo explica el misterio de la selección de Dios y deja claro que como Dios nos escogió primero, nuestra salvación ha sido posible.

    Dios nos escogió en Cristo. Pablo dice claramente que la selección de Dios fue hecha en Cristo. Pablo recalca esta frase, en Cristo, y afirma en repetidas ocasiones: «N os hizo aceptos en el Amado» (Efesios 1, 6); «E n quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (Efesios 1, 7); «Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si mismo» (Efesios 1, 9) ; y «A fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo» (Efesios 1, 12). Esto nos indica que no nos falta nada para convertirnos en hijos de Dios. A través de estos pasajes podemos interpretar correctamente la doctrina cristiana de la selección. La Biblia dice que los santos de Dios fueron escogidos según Su gracia en Jesucristo, incluso antes de que este mundo fuese creado. Esto indica que la selección de Dios fue hecha según Su justicia, Su amor misericordioso, y el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Qué mérito podríamos haber establecido antes de que el mundo fuese creado? ¿Podría alguien haber establecido algo de mérito por Dios antes de que el mundo hubiera sido creado? Dios dice que Su selección no tuvo que ver con las obras de la humanidad, sino que Él nos escogió en Jesucristo.

    El plan de Dios para nosotros es mucho más soberano y sublime y se consigue mediante Su infinito amor misericordioso. Fue establecido antes de la creación y está destinado a cubrir el universo entero y todo lo que hay en él. El que Dios nos escogiese en Jesucristo significa que, como Dios lo sabía todo sobre nosotros, nos salvó en Jesucristo por Su amor y misericordioso.

    En Adán la humanidad caída no puede practicar ninguna virtud. La Biblia dice que todo el mundo ha pecado y por tanto todo el mundo debe ser condenado y juzgado (Romanos 5, 12; 6, 23). El que Dios escogiese a ciertas personas para ser salvadas no puede considerarse una injusticia para los demás. Los que no han sido escogidos por Dios son los que se han condenado a sí mismos al renunciar a creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, aunque Dios le haya dado Su amor incondicional a todo el mundo a través de este Evangelio del agua y el Espíritu, para que todos sean salvados.

    Esta gente sigue rechazando este amor misericordioso de dios. Aunque Dios quiere que todo el mundo alcance la salvación y encuentre la Verdad (1 Timoteo 2, 4), los corazones de estas personas están tan endurecidos que no pueden aceptar la verdad de que Dios nos escogió en Cristo según Su amor incondicional y Su misericordia. Si Dios no nos hubiese escogido incondicionalmente en Su amor y misericordia, ¿cómo podríamos haber sido salvados? Aún así vemos a mucha gente que se niega diciendo: «Si Dios nos ha salvado unilateral e incondicionalmente, completamente sin tener en cuenta nuestras obras, entonces nuestro cristianismo puede caer fácilmente en las doctrinas erróneas y por tanto esta es una presunción falsa». Incluso dicen: «¿Significa esto que no importa como viva la gente elegida será salvada y que los que no han sido escogidos por Dios irán al Cielo?»

    Sin embargo la predestinación y selección de Dios son Sus bendiciones en Cristo para todos los seres humanos, sin discriminación, según Su amor misericordioso. En Cristo Dios preordenó que todo se cumpliera, incluso los medios por los que esta bendición se consigue, a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, al creer en este Evangelio del agua y el Espíritu podemos recibir estas «bendiciones espirituales en lugares celestiales» que Dios preordenó en Cristo según Su gracia. Además Dios nos ha dado el poder de perseverar y crecer en este Evangelio hasta el día en que el Reino de Dios venga a este mundo.

    Podemos identificar los tres pasos que Dios dio para salvar a los pecadores. Dios Padre nos escogió en Su amor misericordioso. En Su amor y misericordia, esta selección de Dios cumple la verdadera salvación para los que creen. Jesucristo, es decir el Hijo Santo de Dios, nos ha salvado justamente de nuestros pecados a través de Sus obras. Es decir, Jesús ha borrado nuestros pecados y nos ha limpiado al ser bautizado por Juan y al ser crucificado y derramar Su sangre. En otras palabras, a través del bautismo valioso de Jesucristo y de Su sangre derramada en la Cruz, Dios Padre ha limpiado los pecados de todos los creyentes. Nuestra salvación está relacionada con Jesucristo. Así la predestinación y selección de Dios son la verdad que salió del amor y la misericordia de Dios.

    La doctrina de la selección incondicional de Dios incluye las siguientes verdades:

    En primer lugar el objeto de la salvación es una persona, no una comunidad o una nación. En Jesucristo y en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios Padre escogió a quien creyese en este Evangelio de Verdad.

    En segundo lugar, la selección se hace por la misericordia de Dios. La elección de Dios no tiene nada que ver con los méritos o las obras humanas. Si Dios escogiese a un hombre porque viviese de manera virtuosa, no sería la elección de Dios, sino que sería la elección del hombre.

    La elección misericordiosa de Dios no puede separarse de Su soberanía, y esta es una lección de Verdad que nos permite darnos cuenta del amor profundo de Dios. Debemos considerar lo preocupante que sería que nuestra salvación dependiese de nuestras buenas obras. Por el contrario, estamos muy seguros y agradecidos de que nuestra salvación se haya cumplido por completo por Dios por Su amor y se haya perfeccionado en Su sabiduría. El hecho de que Dios nos escogiese en Cristo nos asegura nuestra redención y nuestro gozo. Entonces deberíamos encomendarlo todo a Dios, quien nos ha salvado con Su amor misericordioso, y deberíamos creer en el amor verdadero que este Dios nos ha dado.

    Pablo nos explica que la razón por la que Dios nos escogió era hacernos Su pueblo y manifestarnos como Sus hijos sin pecado y perfectos. Dios nos escogió en Cristo, en otras palabras, para que pudiésemos presentarnos santos y sin pecados en Su presencia.

    Algunas personas se preguntan: «¿Significa esto que el objetivo de la elección de Dios es solo hacernos santos? Si la humanidad se hiciese santa se cumpliría el objetivo de Dios?» La respuesta es no. Dios nos escogió por Su propia gloria. El objetivo principal de nuestra salvación es revelar la gloria de Dios. Revestirnos de la salvación de Dios y darle gracias es la mayor alabanza que le podemos ofrecer. Pablo explica muy bien que la gloria de Dios es el principal objetivo por el que Dios nos escogió.

    ¡Que Dios les bendiga a todos!

    Unas palabras de

    amonestación del autor

    Para poder pertenecer al Cielo debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Para nacer de nuevo debemos saber que Jesucristo nos ha salvado de todos nuestros pecados al cargar con ellos para siempre a través del bautismo que recibió en el río Jordán y al derramar Su sangre en la Cruz y morir. Debemos darnos cuenta de esto antes de nada que ni nuestras oraciones de penitencia ni nuestros esfuerzos pueden hacernos nacer de nuevo. Debemos entender que nuestros propios esfuerzos no tienen nada que ver con la desaparición de nuestros pecados. En otras palabras, como el Señor tomó todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista para pagar el precio del pecado, que es la muerte, fue crucificado, derramó Su sangre y murió en la Cruz, y se levantó entre los muertos, debemos creer en esta Verdad del agua y el Espíritu con nuestros corazones.

    Para tener la verdadera fe en Dios, debemos creer en Jesucristo como nuestro Salvador, que vino al mundo por el Evangelio del agua y el Espíritu, la Verdad absoluta. ¿Hay algo más que tengamos que hacer para ser redimidos de todos nuestros pecados y nacer de nuevo? ¿Piensan, como hacen muchos cristianos hoy en día, que las oraciones de penitencia o el ayuno, o cosas como las obras de caridad, ofrendas, obra misioneras, sacrificios y martirios, nos ayudaron a librarnos de nuestros pecados? ¿Creen que Dios se complacería si le ofreciésemos montones de posesiones materiales? Dios nos dijo claramente que no es así. Nuestro Dios es el Señor de la creación que hizo todo el universo y todo lo que hay en él. Dios dice: «Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud» (Salmos 50, 12). ¿Creen que este Dios quiere buenas obras u oro de nosotros?

    Dios quiere que los que no han sido librados de sus pecados tengan la fe que les permite ser redimidos de esos pecados. ¿Creen que Dios nos daría el don del Espíritu Santo solo porque ofreciésemos oraciones de penitencia o hablásemos en lenguas? Lo que Dios quiere que hagamos es recibir la remisión de nuestros pecados, al creer que Jesucristo, el Hijo de Dios, fue bautizado por Juan, derramó Su sangre en la Cruz, se levantó de entre los muertos, y se convirtió en nuestro Salvador. Debemos darnos cuenta de que Dios está buscando a gente que le adore al creer en Jesucristo como su Salvador. Al darnos el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios Padre vino a librarnos de los pecados del mundo.

    Por tanto Dios está diciendo que debemos creer que Jesucristo cargó con los pecados del mundo para siempre a través de Su bautismo, fue crucificado y derramó Su sangre para pagar el precio del pecado en nuestro lugar, y se levantó de entre los muertos. Nuestro Señor, quien nos ha dado el Evangelio del agua y el Espíritu, es el verdadero Señor, que es más que capaz de salvarnos de todos los pecados del mundo.

    ¿Por qué fue crucificado Jesús?

    La sangre que Jesús derramó en la Cruz pudo tener eficacia para nuestra salvación porque había tomado los pecados del mundo para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán. Todos los practicantes de la religión de este mundo no se dan cuenta de que Jesús aceptó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos, y todo borrar los pecados para siempre a través de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora, cualquiera que quiera recibir la remisión de los pecados debe conocer el Evangelio del agua y el Espíritu exactamente, bajo estas seis preguntas básicas: «quién, cuándo, dónde, qué, cómo y por qué». La Palabra de Dios es la Verdad. La Palabra de Dios nos es una superstición. La Verdad de Dios es la Palabra de Verdad que encaja perfectamente incluso cuando se comprueba mediante estas seis preguntas desde una perspectiva humana. Los que no han recibido la remisión de los pecados en sus corazones deben averiguar el motivo por el que Jesús fue bautizado y derramó Su sangre, y deben creer en esta verdad.

    ¿Saben por qué nacieron en este mundo? ¿Saben la razón y el objetivo por el que Dios creó a la raza humana? Dios nos escogió en Cristo incluso antes de la fundación del mundo, y para hacer Sus hijos, creó a la humanidad el sexto día de la creación de los cielos y la tierra. Al hacernos nacer en este mundo, Dios planeó permitirnos recibir vida como Sus hijos eternos, en otras palabras, Dios quería hacernos Su gente al darles la bendición del renacimiento a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso Dios nos dio el Evangelio del agua y el Espíritu, para que los humanos naciésemos de nuevo según Su plan.

    ¿Por qué vino Jesucristo a este mundo? Para salvarnos de los pecados del mundo, y para hacernos Sus hijos, Dios envió a Su único Hijo Jesucristo al mundo, y cuando Jesús vino al mundo fue bautizado por Juan y derramó Su sangre en la Cruz para salvarnos a los pecadores del pecado. Debeos creer en este Evangelio del agua y el Espíritu de todo corazón. Si Jesucristo tomó todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, debemos creer en esta verdad de todo corazón. A través de este bautismo que Jesucristo recibió, tomó todos los pecados de toda nuestra vida, y fue crucificado. Jesús, al haber recibido Su bautismo de la mano de Juan, cargó con los pecados del mundo y los borró para siempre. Al ser bautizado por Juan y ser crucificado, Jesucristo pagó la pena del pecado. Por tanto debemos estar agradecidos por el bautismo de Jesucristo, por Su resurrección y por Su segunda venida.

    Una persona no debe pensar que su renacimiento de los pecados depende de sus buenas obras. Para salvarnos de los pecados del mundo, y para hacernos hijos de Dios en Su imagen, Jesús, que es el verdadero Dios, recibió de Juan el Bautista el bautismo a través del cual aceptó todos los pecados del mundo; para pagar la condena del pecado, fue crucificado y derramó Su sangre en la Cruz; y al levantarse de entre los muertos, nos permitió nacer de nuevo como hijos de Dios.

    Incluso entre las formas de vida primitivas en este mundo, hay muchas criaturas que nacen dos veces. Casi todos los insectos se convierten en mariposas a través de un proceso de renacimiento llamado «metamorfosis». Es solo cuestión de tiempo que los humanos nos transformemos en personas completas que pertenecen al Cielo según el plan de Dios, pero solo nacemos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al habernos puesto bajo Su Ley y el pecado durante un tiempo, Dios quiso que fuésemos salvados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Para hacernos el pueblo de Dios, Jesucristo vino al mundo encarnado en la imagen de un hombre como el Salvador de los pecados; al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, cargó con todos los pecados de la humanidad; y los cargó hasta la Cruz y fue condenado para pagar el precio de nuestros pecados al derramar Su sangre en lugar de los pecadores.

    El hecho de que Jesús fuese bautizado para cargar con nuestros pecados es la Verdad que puede limpiar los corazones de los que creen en esta Verdad. Debemos darnos cuenta de que Jesús es el Creador y el Salvador, y que nos ha salvado al ser bautizado por Juan y al pagar la condena del pecado en la Cruz. Jesús ha salvado de todos sus pecados a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu.

    Jesús no fue crucificado sin haber sido bautizado primero para cargar con nuestros pecados. Para permitirnos nacer de nuevo de los pecados del mundo, Él fue bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado, se levantó de entre los muertos, y así completó nuestra salvación. Por tanto, el que hayamos nacido de nuevo del agua y el Espíritu es posible solo al creer en la Verdad de que nuestro Señor fue bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos, y así ha completado nuestra verdadera salvación, para hacernos nacer de nuevo. Nuestro Señor es quien, al darnos el Evangelio del agua y el Espíritu, ha borrado nuestros pecados de nuestros corazones y almas, y nos ha hecho nuevos para que no nos falte nada para convertirnos en hijos de Dios.

    Así el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad que nos hace nacer de nuevo. Jesús le dijo a Nicodemo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3, 5). Este pasaje significa que, como Jesús pudo morir en la Cruz para pagar el precio del pecado a través del bautismo de Juan el Bautista, y como nos ha permitido nacer de nuevo al levantarse de entre los muertos, debemos tener fe en este Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestro Señor nos ha bendecido a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu para que nazcamos de nuevo.

    ¿Por qué fe podemos entrar en el Reino de Dios?

    ¿Qué determina el que estemos salvados de los pecados del mundo o condenados por ellos? El que crean o no en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu en sus corazones lo determina. La cuestión de si tienen o no pecados en sus corazones depende de si creen o no en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. Así que dependiendo de esta fe, algunas personas están sin pecados, mientras que otras siguen siendo pecadores. Por tanto, los que siguen teniendo pecados en sus corazones deben creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y los que ya creen en este Evangelio tienen la responsabilidad de predicárselo a todo el mundo. Como el Evangelio del agua y el Espíritu es la Verdad perfecta que salva a los que creen en él de todos los pecados del mundo, para los que no creen es la prueba definitiva de que están destinados a morir por sus pecados.

    Así dependiendo de si conocemos o no en Jesús correctamente como nuestro Salvador y creemos en Él así, habrá resultados completamente distintos. En otras palabras, el que nos convirtamos o no en el pueblo de Dios depende de si de verdad creemos en Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, como nuestro Salvador. Si conocemos a Jesús y creemos en Él correctamente como el Salvador que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, estaremos sin pecado; de lo contrario nuestros pecados permanecerán intactos en nuestros corazones y seremos condenados por ellos. Los pecados que hay en los corazones de la gente son el resultado de no creer en el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado, y esta es la razón por la que se enfrentan a la condena terrible. Por eso el Señor dijo que, quien crea en el Evangelio del agua y el Espíritu, no será condenado por el pecado. Los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el final serán pecadores para siempre.

    La Biblia dice: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9, 27). Cuando nacemos en este mundo, estamos destinados a morir una vez. La cuestión de si seremos condenados por nuestros pecados se contesta cuando nos examinamos a nosotros mismos para ver si creemos en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Dependiendo de si han sido librados de sus pecados o no a través de su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu,

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