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Pandemia. Un balance social y político de la crisis del covid-19
Pandemia. Un balance social y político de la crisis del covid-19
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Pandemia. Un balance social y político de la crisis del covid-19

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Entre enero y marzo de 2020 el mundo tuvo que afrontar un hecho nuevo, inesperado y de consecuencias imprevisibles. El COVID-19 se convirtió en el eje desde el que hubo que pensar la organización económica, las estructuras sociales y las prioridades del año que recién comenzaba. La pandemia implicó un viraje brusco y radical en la vida de las personas y las sociedades, enfrentadas a sus límites y también a sus potencialidades.
¿Qué tipo de sociedades se encontraron con el virus y cuáles fueron las respuestas que pudieron implementar? ¿Qué pesadillas, sueños y posibilidades despertó esta crisis? ¿De qué modo quedaron en evidencia las particularidades del margen latinoamericano en este escenario? ¿Cuáles fueron las respuestas del Estado y la sociedad argentinos en esta situación de crisis, muy diferente pero articulable con las numerosas atravesadas en el país en el último medio siglo? ¿Cómo construir un balance de todo lo vivido que sea capaz de incidir en un proyecto de comunidad?
Daniel Feierstein brinda respuestas a estos interrogantes a partir de un análisis de las disputas por las representaciones de la realidad que emergieron durante la pandemia. Analiza los mecanismos de defensa que se desplegaron y, muy especialmente, el papel de procesos como la negación y la proyección, el rol de la vergüenza y la culpa y su relación con la posibilidad del desarrollo de formas de responsabilidad.
Lejos de la futurología y cualquier tipo de pronósticos, este libro es un aporte para un balance social y político del primer año de la pandemia y también una herramienta para incidir en las disputas por el tipo de sociedad que propone: "una comunidad capaz de redistribuir los bienes que produce buscando el cuidado y el bienestar de la mayoría de sus habitantes".
LanguageEspañol
Release dateMay 30, 2022
ISBN9789877192094
Pandemia. Un balance social y político de la crisis del covid-19

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    Pandemia. Un balance social y político de la crisis del covid-19 - Daniel Feierstein

    Agradecimientos

    ESTE LIBRO, como todos, solo fue posible a partir del trabajo conjunto con una infinidad de investigadores, colegas y amigues, de los cuales solo algunos pocos suelen ser recordados, lo que se hace más probable en medio de la vorágine de lo que ha sido este año pandémico. La producción académica es siempre colectiva, y el espacio de los agradecimientos es aquel donde el autor intenta reconocer (siempre mal y de un modo parcial) aunque sea algunas de sus deudas.

    Malena Silveyra, Iván Fina y Adriana Taboada han sido fundamentales tanto en el desarrollo de los conceptos aquí expuestos como en la lectura crítica de cada uno de los borradores y de muchas de las ideas que dieron origen a este libro. La sutileza psicoanalítica de Adriana e Iván y la permanente vigilancia epistemológico-política de Malena y sus largos comentarios a cada uno de los capítulos me han evitado decenas de imprecisiones y le han dado mayor solidez al texto. Asumo en soledad todos los errores que seguramente quedaron. También resultaron esenciales los constantes intercambios con mi hermano del alma, Guillermo Levy.

    Con toda su carga de dolor, la pandemia implicó también la posibilidad de permitir un ámbito de enorme enriquecimiento a partir del entrecruzamiento con profesionales de otras disciplinas, tanto de las ciencias médicas y humanas como de las ciencias exactas, intentando actuar ante la urgencia. En ese sentido, destacan los intercambios con Roberto Etchenique y Guillermo Willy Durán, los intentos de implementar una propuesta de aislamientos selectivos, planificados e intermitentes y el equipo de trabajo voluntario creado para ello junto con Rodrigo Castro, Ernesto Kofman y Omar Sued. También resultó de gran importancia la hermosa invitación que me cursara Jorge Aliaga para sumarme a diversos grupos de discusión, donde conocí y aprendí cada día de enormes investigadores de los más diversos ámbitos, desde el propio Jorge (en quien destaca la curiosidad indoblegable del científico dispuesto a entreverarse con las necesidades sociales) hasta Zacarías Bustos, Florencia y Leandro Cahn, Humberto Debat, Juan Flo, Juan Fraire, Diego Garbervetsky, Daniela Hozbor, Alberto Kornblihtt, Mario Lozano, Rodrigo Maidana, Franco Mársico, Sol Minoldo, Nicolás y Santiago Olszevicki, Rodrigo Quiroga, Ernesto Resnik, Soledad Retamar, Carlos Stortz, Gustavo Tieffenberg y Sebastián Uchitel. Asimismo, cabe señalar el inmenso valor de un conjunto muy rico de periodistas científicos, una profesión que requiere ser reivindicada en el contexto de esta crisis, entre los que recuerdo de distintas conversaciones a Nora Bär, Natalia Concina, Diana Costanzo, Ana Correa, Florencia Cunzolo, Pablo Esteban, Andrea Gentil, Emilse Pizarro, Valeria Román, Sonia Santoro, entre muches otres que seguramente esté olvidando y que fueron parte de ricos e interesantes debates de todo tipo.

    Los seminarios IC/ICC (por Instituto de Cálculo e Instituto de Ciencias de la Computación) de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), bajo la batuta de Willy Durán y Diego Garbervetsky, resultaron ámbitos fecundos de aprendizaje. La reunión del 1° de octubre de 2020 fue una posibilidad imperdible para discutir muy tempranamente algunos de los conceptos que se presentan en este libro.

    En relación con las ciencias sociales, los intercambios con Ricardo Aronskind, Verónica Giménez Beliveau, Verónica Giordano, Alejandro Grimson, Gabriel Kessler, Hugo Lewin, Mario Pecheny, Cecilia Rossi y Ariel Wilkis fueron iluminadores, entre tantas discusiones para continuar. La invitación de Javier Balsa para sumarme (sobre los días de cierre de este libro) a algunas de las investigaciones realizadas por el proyecto PISAC-COVID-19, en el que dirige múltiples nodos de investigación en ciencias sociales, con centro en el Instituto sobre Economía y Sociedad de la Argentina Contemporánea (IESAC) de la Universidad Nacional de Quilmes, también fue de enorme valor, así como los resultados de las investigaciones que han comenzado a desarrollar a fines de 2020 y que han sido aprovechadas en este libro, aunque lamentablemente no en toda su profundidad, por su superposición en el tiempo. Lo mismo cabe para la detallada y pertinente crítica de Javier a una versión previa del libro, que pude aprovechar en los días de la corrección final.

    En el plano de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis, además de tantos debates en el interior de las disciplinas durante el último lustro, he sido invitado a numerosas jornadas de intercambio durante la segunda mitad de 2020, en las que pudimos discutir muchos de los temas aquí desarrollados. Quiero destacar especialmente los diálogos con Silvia Bentolila, Yago Franco, Nicolás Vallejo y Alicia Stolkiner, así como la interesante jornada de debate que compartimos con Ernesto Calvo sobre el papel de las redes sociales en el contexto de pandemia, organizada por el Colegio de Psicoanalistas, e invitaciones como las de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, la Asociación Psicoanalítica Argentina, la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, el Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial, entre tantas otras instituciones.

    En el campo de los derechos humanos, son innumerables las deudas con todas y cada una de sus organizaciones, pero no puedo dejar de resaltar los aprendizajes e intercambios que tuve durante tres décadas con los sobrevivientes del genocidio argentino y las conversaciones durante 2020 con José Schulman, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos.

    A Mario Kligman, a quien perdimos en 2020 y extraño tanto, por recordarme una y otra vez el valor de la indignación ante la injusticia.

    Desde los primeros días de la pandemia, tuve numerosos intercambios con mi prima Haydée Bujman-Lancman (médica radicada hace décadas en Estados Unidos), de los cuales surgieron algunos de los primeros interrogantes de este libro. También recibí, durante todo 2020, reportes de mi hermana Liliana Feierstein sobre la situación sociopolítica y sanitaria en Alemania, que resultaron especialmente útiles como instancia de contraste con la realidad latinoamericana y argentina.

    Un acicate fundamental a todas estas preocupaciones estuvo dado por el trabajo iniciado en 2018 con el Área de Investigación en Salud del Instituto Gino Germani y los Hogares de Cristo, un espacio de reflexión especialmente fecundo para pensar alternativas de acción ante la pandemia (por caso, la propuesta de cuarentenas comunitarias que imagináramos en febrero de 2020, entre otras). Mucho de lo analizado en este libro es heredero de aquellos primeros debates surgidos del hermoso grupo integrado por Ana Laura Azparren, Ana Clara Camarotti, Eva Camelli, Fabiola Carcar, Alejandro Capriati, Martín Güelman, Hugo Fernández, Adriana Taboada y Pablo Vidal. De allí, junto con varios de los profesionales del Centro de Estudios sobre Genocidio (CEG) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), surgió en marzo el equipo autodenominado Salud, relaciones sociales y estructuras subjetivas en situaciones de vulnerabilidad, desde el cual intentamos aportar recomendaciones a los órganos de decisión política en los primeros meses.

    A mediados de 2020, fui convocado para integrar distintos comités asesores (por ejemplo, el de la provincia de Buenos Aires, en el cual sigo participando) e invitado a numerosas reuniones específicas de evaluación con distintas áreas de gobierno (nacional, provincial y municipal). Desde esos espacios pude recabar mucha información, aportar ideas desde las ciencias sociales para la implementación de las políticas sanitarias y conocer las dificultades y los problemas de la gestión estatal. Cabe destacar además el diálogo con Facundo Ramos (director de Planificación en el Ministerio de Gobierno de Formosa), con respecto al modo en el que la provincia encaró la lucha contra la pandemia y las distintas dificultades vividas en los primeros meses de 2021. Asimismo, resultó particularmente potente el encuentro promovido por Rodolfo Kaufmann con los miembros de los equipos de rastreo y aislamiento de contactos, de los centros de telemedicina (CETEC) abiertos en la UNTREF.

    No quiero dejar de mencionar la generosa disposición de El Cohete a la Luna para constituirse en un medio de difusión de algunos de mis tempranos aportes a estos debates y el interés de numerosos periodistas por muchas de las cuestiones planteadas en mis intervenciones en artículos y redes sociales. Resulta imposible mencionar a todos por sus nombres, pero vaya aquí mi agradecimiento, tanto a los medios de proyección nacional como a la infinidad de emisoras provinciales, municipales o alternativas que se hicieron eco de mis planteos e interrogantes.

    Como siempre, agradezco el permanente acompañamiento institucional del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de las autoridades de la UNTREF (Aníbal Jozami, Martín Kaufmann, Carlos Mundt, Pablo Jacovkis, Raúl Sánchez Antelo, Hamurabi Noufouri, en una institución que siempre he sentido como mi casa). Lo mismo respecto de la participación entusiasta y comprometida de todos los miembros del CEG de la UNTREF y del Observatorio de Crímenes de Estado de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA en cada uno de mis emprendimientos, aun cuando a veces sonaron absurdos y bastante alejados de nuestros temas de trabajo habitual. No puedo dejar de agradecer el sostén que me brindó y el diálogo mantenido con el director de la carrera de Sociología de la UBA, Hugo Lewin, así como el apoyo permanente y la calidad del trabajo de Facundo Giménez y Claudia Massuh, coordinadores técnicos del CEG.

    A Gastón Levin y Mariana Rey, del Fondo de Cultura Económica, por convencerme de la necesidad de este libro y sostener y acompañar cada paso en la edición, con numerosas ideas, aportes y sugerencias, y por la confianza y libertad para avanzar en el proyecto.

    A Alejandro Varela, por generar un espacio permanente de escucha, apoyo y reflexión. A mis padres y mi hermana Liliana, por los intercambios a la distancia, con el dolor comprometido que implicó respetar las restricciones, y por tantos abrazos truncos que ya tendremos oportunidad de materializar.

    A mis hijos, Ezequiel y Tamara, que tuvieron la lucidez de hacerme jugar un rato cuando no lograban cambiar el eje de nuestras conversaciones, obsesivamente ancladas en un único tema.

    Y a Virginia Feinmann, quien soportó con estoicismo la invasión de nuestros espacios por el tema pandémico y supo contener con su amor infinito mis más absurdos delirios, iluminando, de ese modo, las noches más oscuras.

    Introducción

    EN LOS DÍAS en que el presidente Alberto Fernández asumía el gobierno de Argentina, comenzaban a llegar noticias alarmantes desde el otro lado del planeta: un nuevo virus había surgido en la región de Wuhan, en China. Se trataba de una enfermedad respiratoria con elementos que parecían comunes a los de brotes previos (el síndrome respiratorio agudo severo —SARS, por su sigla en inglés— o el H1N1), y el mundo se preparaba para la implementación de algunas medidas de cuidado, como en aquellas ocasiones.

    Sin embargo, la velocidad de propagación del virus por Europa durante enero y las alertas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) obligaron al gobierno argentino (como al resto de los gobiernos del planeta) a poner a la pandemia como el eje fundamental con el que pensar las estructuras políticas, la organización económica y las prioridades en aquel 2020 que recién asomaba y tuvo que ser recalculado.

    Este es un elemento central para entender mucho de lo que busca analizar este libro: los gobiernos debieron lidiar con un hecho nuevo en su horizonte de posibilidades (la última pandemia grave y universal había ocurrido un siglo atrás). Por lo tanto, toda medida y toda decisión implicaban ingresar en el territorio de la novedad. Sin embargo, paradójicamente, se trata de una novedad que no parece tener en el COVID-19 a su único o último detonante.

    Fue por eso que algunas visiones tempranas en aquellos días de marzo y abril de 2020 auguraron un giro fundamental de la política internacional a partir de este evento, como una crisis final del capitalismo (el golpe de Kill Bill que imaginaba Slavoj Žižek) o como un reforzamiento y una universalización de las estructuras de control digital de los comportamientos (Byung-Chul Han). Algunos trasnochados imaginaron que se trataba del invento de una pandemia que buscaba fortalecer los estados de excepción (Giorgio Agamben), y muchos otros, la mayoría, consideraron que nada importante sería transformado y volveríamos en pocos meses a la misma normalidad que parecía abandonarse. A diferencia de dichas perspectivas tempranas y un poco apresuradas, este no es un libro que se proponga hacer futurología de la pandemia o de la pospandemia, por considerarla una disciplina verdaderamente estéril. La realidad es dinámica y compleja, y los futuros se encuentran abiertos y dependen, en gran medida, de lo que estén dispuestos a hacer los pueblos con los fenómenos que se les presentan.

    La perspectiva de este proyecto (escrito con la urgencia y los límites del análisis del presente, pero con el intento de que ello no sea en detrimento de su solidez) es la de aportar a un balance social y político de los hechos vividos a nivel planetario y nacional en 2020 como herramienta que busque incidir en las disputas por venir. No se trata de situarse en un afuera analítico desde el cual cuestionar o pronosticar ni tampoco de ratificar presupuestos previos. Por el contrario, la idea es incluirnos en un adentro crítico de la experiencia, tomando la crisis del COVID-19 como un territorio más en el que se dará la disputa por el tipo de comunidad posible, las formas de desplazamiento de las hegemonías en la construcción de lazos sociales, correlaciones de fuerzas y formas de subjetivación.

    En mi caso específico, busco apenas utilizar mis décadas de trabajo previo sobre otros tipos de catástrofes y otras crisis (los genocidios y los crímenes de Estado) para recoger algunas herramientas (apenas algunas) con las que pensar una realidad radicalmente distinta, pero unida en su carácter disruptivo y en su necesidad de elaboración.

    En todo caso, este es un libro sobre aquello que la pandemia puede iluminar acerca de cómo se van transformando nuestras relaciones sociales y nuestras representaciones de la realidad. O bien, si queremos ser algo menos ambiciosos, sobre qué universo de posibilidades podría llegar a emerger si existe la voluntad de convertir a esta catástrofe en una circunstancia más para incidir en la disputa por las representaciones de la realidad social en la que vivimos y su rol en las correlaciones de fuerzas.

    La irrupción de cualquier catástrofe obliga a poner en cuestión las naturalizaciones y todo aquello que damos por sentado y sobre lo que no nos interrogamos. La crisis hace posible imaginar realidades distintas y puede llegar a incidir en modos más o menos profundos de afectar las disputas por la hegemonía en las formas de subjetivación. Nos confronta con aquello de lo que somos capaces, con nuestros límites, pero también con nuestras potencialidades. Una catástrofe nos pone frente a frente con la posibilidad de imaginar que la vida social podría ser distinta de lo que es. Por ejemplo, que los bienes que son el producto del trabajo humano (incluyendo en ellos también las vacunas con las que protegerse de un nuevo virus) podrían distribuirse de otra manera, y no en medio de esta creciente e insultante desigualdad que hemos aceptado sin cuestionar; que nuestras formas de producción y de consumo (sobre las que poco nos preguntamos en la cotidianeidad) puedan no resultar las únicas imaginables.

    Las preguntas de este libro son, entonces, de otro tenor: ¿qué tipo de sociedades fueron las que se encontraron con el COVID-19 entre enero y marzo de 2020? ¿Qué diversas respuestas pudieron implementar? ¿Qué pesadillas y sueños despertó la irrupción de la catástrofe, y qué potencialidades? ¿Qué tipo de recorrido se vivió en el mundo a partir del descubrimiento de este nuevo virus? ¿Qué especificidades implicaban las condiciones del margen latinoamericano en estos escenarios? ¿Qué clase de respuestas peculiares pudo ofrecer la sociedad argentina en una nueva situación de crisis, tan distinta pero tan articulable con las numerosas crisis vividas en el último medio siglo? ¿Cómo se conjugaron estos elementos en los procesos y las disputas por la representación de esta nueva catástrofe? ¿Cómo comenzar a construir un balance provisorio de lo vivido que fuera capaz de constituirse en herramienta para incidir en las disputas más generales con respecto a la sociedad en la que vivimos y al proyecto de comunidad en el que queremos vivir, a lo existente y también a la potencia de lo que no existe pero puede ser imaginado?

    Por lo general, el abordaje dominante no fue capaz de comprender que la pandemia (y las medidas para lidiar con sus consecuencias) es un fenómeno eminentemente social, más allá de su origen biológico. Fue así que, durante los primeros meses, en Argentina (al igual que en gran parte del planeta) se designó solo a profesionales de la medicina a cargo de las respuestas sociales y políticas, asignándoles la imposible tarea de diseñar medidas tan complejas y tan extrañas a sus conocimientos como la implementación de distintas formas de cuarentena, de restricciones o prohibiciones al ejercicio de numerosas actividades, abruptas modificaciones a la movilidad de la población y a los modos de distribución de los bienes, e incluso la comunicación pública de la nueva realidad al conjunto de la población. Todo esto mientras actuaban en su propio campo de especificidad, tratando de recomponer sistemas de salud devastados por el neoliberalismo, aprender sobre los efectos clínicos del virus o sobre los avances en los tratamientos o las vacunas para lidiar con él.

    No es posible arrojar culpas sobre profesionales desbordados que hicieron lo mejor que pudieron y que, además, en la mayor parte de los casos, ni siquiera fueron remunerados económicamente por asumir tareas para las que no habían sido preparados y que requerían un compromiso muy superior a cualquier jornada laboral sensata. Los aplausos al personal de la salud —que de alguna manera los incluían— fueron un cálido reconocimiento, pero se agotaron más temprano que tarde y dieron lugar, en numerosos países, no solo al anonimato, sino incluso a agresiones, burlas y hasta amenazas. Los profesionales de la salud debieron cargar en sus espaldas no solo con el trabajo, sino también con la posibilidad de transformarse en las voces que señalaban lo que mucha población no quería escuchar.

    Pero, por otro lado y como era de esperar, las medidas sociológicas diseñadas por médicos tuvieron, en la mayoría de los casos, un éxito equivalente al que hubieran logrado sociólogos encargados de la elaboración de las vacunas o de la atención de los pacientes que llegaban a las salas de guardia. Ninguna disciplina puede resolver por sí sola los desafíos de fenómenos complejos como los de una pandemia. Los comportamientos no solían responder a lo esperado por parte del diseño sanitario; los picos anunciados no seguían la secuencia de los pronósticos médicos (prescindiendo también de los aportes de los expertos en matemática o simulación computacional que podían abordar el tipo de problema en juego de un modo más científico y más atinado). Eso fue llevando, de maneras bastante implícitas y nunca aceptadas ni ratificadas por la mayoría de los gobiernos, al hecho

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