Dama de Porto Pim
Por Antonio Tabucchi
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Este libro fascinante e inolvidable es el relato, a la vez imaginario, real y cultural, de un viaje a las Azores, en pos de los últimos balleneros, de las escasas ballenas supervivientes. Pero aunque los paisajes puedan recordar a Melville y Conrad, el autor nos advierte ya en el prólogo que no esperemos el habitual libro de viajes. Relatos breves, fragmentos, transcripciones y apéndices componen Dama de Porto Pim, un libro de frontera, un bellísimo artefacto literario de estructura tan dispar como profundamente unitaria. Una complicada historia de amor que se adivina abocada al fracaso es el tema de «Pequeñas ballenas azules que pasean por las Azores»: fragmento de una conversación, mutilada de prólogo y epílogo, captada por el indiscreto autor en el puente de una nave. Otro texto es la microbiografía del poeta del siglo XIX Antero de Quental, que desvela en escasas pero intensísimas páginas la dimensión de un gran artífice de sonetos que, náufrago en el mundo, descubre la existencia de la nada y se suicida. «Dama de Porto Pim» es un relato que Tabucchi, este espléndido ladrón de historias, ha «robado» a un ex ballenero, convertido en cantante en locales nocturnos para turistas norteamericanos; es la narración de un amor total, apasionado y violento, la historia de una doble traición que culmina en un final ensangrentado. En estos ámbitos en los que se mueve Tabucchi conviven verdad y alusión, realidad y metáfora. Concretas y visibles son las ballenas, pero también poderosos arquetipos que atraviesan leyendas y literatura; ciertas y evidentes son las borrascas, pero los naufragios son, sobre todo, aquellos de aventuras inconclusas, historias imposibles, existencias destrozadas. «Un libro que nace del cruce entre un viaje real a las Azores con grumos de memoria literaria extraordinariamente ricos de espesor evocativo... Un spleen sutil, una calculadísima melancolía acompaña a la escritura y la corrobora, una astringente ironía implícita la corroe» (Paolo Mauri, La Reppublica). «Uno de los narradores italianos más originales. Sus textos son auténticas joyas de un arte de relatar entre lo maravilloso y el realismo más minucioso» (Nico Orengo, La Stampa).
Antonio Tabucchi
(Vecchiano, 1943 - Lisboa, 2012) se ha impuesto como el mejor escritor italiano de su generación y goza de un amplio prestigio internacional: un escritor «situado a la cabeza de la literatura europea» (Miguel García-Posada), que ejerce «una fascinación sin par», en palabras de José Cardoso Pires. Ha sido galardonado con los premios más prestigiosos, entre ellos el Pen Club, el Campiello y el Viareggio-Rèpaci en Italia; el Prix Médicis Étranger, el Prix Européen de la Littérature o el Prix Méditerranée en Francia. También ha sido nombrado Officier des Arts et des Lettres en Francia y Comendador da Ordem do Infante Dom Enrique en Portugal.
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Comentarios para Dama de Porto Pim
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- Calificación: 1 de 5 estrellas1/5Just an obscure little book about whale fishing in the Azores, specifically in Faial island.
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Dama de Porto Pim - Antonio Tabucchi
Índice
Portada
Prólogo
Hespérides. Sueño en forma de carta
I. naufragios, derrelictos, tránsitos, lejanías
Pequeñas ballenas azules que pasean por las Azores. Fragmento de una historia
Otros fragmentos
Antero de Quental. Una vida .
II. de ballenas y balleneros
Alta mar
Dama de Porto Pim. Una historia
Post Scriptum. Una ballena ve a los hombres
Apéndice
Un mapa
Una nota
Algunos libros
Notas
Créditos
PRÓLOGO
Siento un gran afecto por los honestos libros de viajes de los que siempre he sido un asiduo lector. Poseen la virtud de ofrecer un doquier teórico y plausible a nuestro donde imprescindible y rotundo. Pero una elemental lealtad me obliga a poner en guardia a quienes esperasen hallar en este librito un diario de viaje, género que presupone tempestividad de escritura o una memoria inmune a la imaginación que la memoria produce –cualidad que por un paradójico sentido de realismo he desistido de perseguir. Llegado a una edad en la que me parece más digno cultivar ilusiones que veleidades, me he resignado al destino de escribir según mi propia índole.
Dicho esto, sería sin embargo deshonesto hacer pasar estas páginas por pura ficción: la musa que las ha dictado, de un género confidencial y casi diría de bolsillo, no puede compararse ni siquiera remotamente con aquella majestuosa de Raymond Roussel que fue capaz de escribir sus Impressions d’Afrique sin descender de su yate. Efectivamente yo puse pie en tierra y este librito procede, además de mi disponibilidad hacia la mentira, de un período de tiempo transcurrido en las islas Azores. Sus temas son fundamentalmente las ballenas, que más que animales parecen metáforas; y con ellas los naufragios, que en su acepción de actos fallidos y de desastres, parecen asimismo metafóricos. El respeto que siento por las imaginaciones que concibieron a Jonás y al capitán Achab me preserva afortunadamente de la pretensión de aventurarme, con la literatura, entre los mitos y los fantasmas que pueblan nuestro mundo imaginario. Si he hablado de ballenas y de naufragios es sólo porque en las Azores disfrutan de una inequívoca concreción.
En este librito hay sin embargo dos historias que no sería del todo impropio definir como ficción. La primera historia es, en sus hechos esenciales, la vida de Antero de Quental, excelso e infeliz poeta que midió los abismos del universo y del espíritu humano con el breve compás del soneto. Debo a la sugerencia de Octavio Paz de que los poetas carecen de biografía y de que su obra es su biografía, el haberla relatado como si se tratase de una vida imaginaria. Por lo demás, las vidas que se perdieron en el camino, como la de Antero, son tal vez las que mejor toleran ser referidas según los cánones de lo hipotético. A las confidencias de un hombre que imagino haber encontrado en una taberna de Porto Pim debo en cambio la historia que cierra este volumen. No excluyo haberla modificado con añadidos y razones propios de la presunción de quien cree extraer de la historia de una vida el sentido de una vida. Tal vez sirva de atenuante confesar que en aquel local se consumían bebidas alcohólicas en abundancia y que me pareció indelicado sustraerme a la costumbre vigente.
El fragmento de historia titulado Pequeñas ballenas azules que pasean por las Azores puede en cambio considerarse como una ficción dirigida, en el sentido de que fue sugerido a mi imaginación por un fragmento de conversación escuchado por azar. Ni yo mismo conozco el antes y el después de la historia. Presumo que pueda tratarse de una especie de naufragio: de ahí el estar incluido en el capítulo en que está incluido.
Las páginas tituladas Sueño en forma de carta se deben en parte a una lectura de Platón y en parte al traqueteo de un parsimonioso autocar que iba de Horta a Almoxarife. Puede haber ocurrido que al pasar del estado de sueño al estado de texto haya sufrido nocivas alteraciones, pero cada uno tiene derecho a tratar sus propios sueños como mejor le parezca. Por el contrario, las páginas tituladas Una caza no aspiran a ser más que una crónica, y reivindican la única virtud de ser fidedignas. Asimismo, muchas otras páginas, y me parece superfluo decir cuáles, son meras transcripciones de lo real o de lo que otros escribieron. Por último, el texto titulado Una ballena ve a los hombres, al margen de un viejo vicio mío de espiar las cosas desde el otro lado, se inspira sin disimulo en una poesía de Carlos Drummond de Andrade, que antes y mejor que yo supo ver a los hombres a través de los lastimeros ojos de un lento animal. Y es a Drummond a quien este texto está humildemente dedicado, también en recuerdo de una tarde de Ipanema donde, en casa de Plínio Doyle, me habló de su infancia y del cometa Halley.
Vecchiano, 23 de septiembre de 1982
HESPÉRIDES. SUEÑO EN FORMA DE CARTA
Después de haber surcado las aguas durante muchos días y muchas noches, he comprendido que el Occidente no tiene fin sino que sigue desplazándose con nosotros, y que podemos perseguirle a nuestro antojo sin jamás alcanzarle. Así es el mar ignoto que se extiende más allá de las Columnas, infinito e igual a sí mismo, del que emergen, como la pequeña espina dorsal de un coloso desaparecido, pequeñas crestas de islas, nudos de rocas perdidos en el azul.
La primera isla que se encuentra, vista desde el mar es una extensión de verdor en cuyo centro brillan frutas como piedras preciosas, y a veces extrañas aves de plumas purpúreas se confunden con ellas. Las costas son muy escarpadas, de negra roca habitada por halcones marinos que lloran cuando desciende el crepúsculo y que revolotean inquietos con aire