Desiguales: Una guía para pensar la desigualdad económica
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En las antípodas de los discursos demagógicos, Desiguales, por su precisión y su contundencia, por su análisis matizado, es el libro indispensable para ayudar a pensar este problema acuciante, de cuya solución depende el bienestar de las sociedades en el siglo XXI.
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Desiguales - Leonardo Gasparini
Leonardo Gasparini
DESIGUALES
Una guía para pensar la desigualdad económica
EdhasaHay pocos temas tan actuales y urgentes como la desigualdad. Está en el centro del debate económico y político de nuestras sociedades, y caracteriza el perfil de la Argentina y del resto de América Latina. Al mismo tiempo, es terreno fértil para debates ideológicos, que suelen proponer diagnósticos sesgados y soluciones ingenuas o voluntaristas. Como en cualquier otro ámbito, el enfoque más honesto es el que aborda esta discusión apoyándose en hechos, en datos y en argumentos claros.
Esto es exactamente lo que hace Leonardo Gasparini en este ensayo excepcional. Basado en resultados de investigaciones recientes, discute el concepto de desigualdad, las formas de medir las disparidades económicas, sus causas y consecuencias, su historia. Examina la evidencia y el debate de la política sobre este fenómeno, el papel del Estado, la importancia de la educación, los desafíos frente al cambio tecnológico, señalando las discrepancias y también los consensos. En las antípodas de los discursos demagógicos, Desiguales, por su precisión y su contundencia, por su análisis matizado, es el libro indispensable para ayudar a pensar este problema acuciante, de cuya solución depende el bienestar de las sociedades en el siglo XXI.
Gasparini, Leonardo
Desiguales : una guía para pensar la desigualdad económica / Leonardo Gasparini. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Edhasa, 2022.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-628-674-9
1. Ensayo Sociológico. I. Título.
CDD 305.51
Diseño de cubierta: Juan Pablo Cambariere
Primera edición: marzo de 2022
Edición en formato digital: marzo de 2022
© Leonardo Gasparini, 2022
© de la presente edición Edhasa, 2022
Avda. Córdoba 744, 2º piso C
C1054AAT Capital Federal
Tel. (11) 50 327 069
Argentina
E-mail: info@edhasa.com.ar
http://www.edhasa.com.ar
Diputación, 262, 2º 1ª, 08007, Barcelona
E-mail: info@edhasa.es
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ISBN 978-987-628-674-9
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Conversión a formato digital: Libresque
Índice
Cubierta
Portada
Sobre este libro
Créditos
Epígrafe
Dedicatoria
Prefacio
Agradecimientos
Capítulo 1. Desigualdades aceptables e inaceptables
Pobreza y desigualdad
Los efectos nocivos de la desigualdad
Desigualdad y crecimiento
Hablemos de fútbol
De la desigualdad a la pobreza
Desigualdad e inequidad
Desigualdades aceptables
Igualdad de oportunidades
Alternativas justas
Todo tiene un límite
Desigualdad y progreso I
Desigualdad y progreso II
En resumen
Capítulo 2. Midiendo diferencias
¿Desigualdad de qué?
¿Y la riqueza?
¿Desigualdad entre quiénes?
Capital vs. trabajo
La distribución personal
Las encuestas
¿Dónde están los multimillonarios?
En defensa de las encuestas
Diseccionado una distribución
La desigualdad en un número
Clases
Capítulo 3. La región más desigual del mundo
¿La región más desigual?
El exceso de desigualdad
Desigual también en oportunidades
¿Y los países desarrollados?
Estamos mal pero ¿vamos bien?
Más allá del ingreso
El resto del libro
Capítulo 4. Los orígenes de la desigualdad
Desigualdad en animales
Un Edén igualitario
La mayor revolución de la historia
Una historia de desigualdades
Desigualdad entre naciones
América Latina
Capítulo 5. La carrera entre la educación y la tecnología
Brechas por calificación
Oferta y demanda
La carrera entre la tecnología y la educación
Robots vs. humanos
Progreso tecnológico y desigualdad
Desigualdad educativa
Escolarización
Una educación de calidad
Un círculo vicioso
¿Cómo hacer la revolución educativa?
Educación temprana
En resumen
Capítulo 6. Políticas, normas, genes y más
¿Maximizar el mínimo?
La unión hace la fuerza
Culpando a la informalidad
Mujeres trabajando
Normas sociales
Un poco de rock’n roll
Normas sociales y supermanagers
Capital social y segregación
Productividad
Explotación y plusvalía
Big five
Una perspectiva inquietante
Capítulo 7. El capital
Las formas del capital
Capital y desigualdad
La dinámica del capital
Tasa de interés y acumulación de riqueza
La carrera entre r y g
Combatiendo al capital
1: reducir su retorno
Combatiendo al capital
2: reducir su desigualdad
Reforma agraria
Capital para todos
Lo que se hereda…
Fomentando el capital
El crédito
Los microcréditos
Combatiendo al capital
3: el socialismo
Una cuestión de incentivos
No solo incentivos
Capítulo 8. El Estado de Bienestar
¿Egoísta yo?
Remesas
El Estado de Bienestar
La evolución del gasto público
No se nota
Educación
Salud
Seguridad social
El nuevo pilar de la protección social
Los efectos
¿Por qué no antes?
¿Por qué no más?
¿Y los desincentivos laborales?
Capítulo 9. Progresivamente progresivos
La lección del poll tax
Progresividad
El camino de lo complejo
Tamaño
Estructura
Impuestos indirectos
Impuestos directos
Evasión
El mejor impuesto es el que se recauda
La incidencia de impuestos y gastos
El faro de los países desarrollados
Progresivamente progresivos
Capítulo 10. El papel de la demografía
Ingresos y fecundidad
Fecundidad y desigualdad
Política demográfica
Instrumentos
Anticoncepción y aborto
Fecundidad y desigualdad de género
Timing del embarazo
Emparejamiento
Migraciones
Perfil etario
El bono demográfico
Capítulo 11. Macro determinantes
¿Alcanza con crecer?
El sube y baja del ciclo económico
No todo el que busca encuentra
La inflación como impuesto regresivo
Efecto Olivera-Tanzi
Cambio, cambio
Tiempos difíciles
No enfermarse
Capítulo 12. Estructura
Estructuralismo
Contenido factorial
Una estructura cambiante
¿Vivir con lo nuestro?
Precios e ingresos
Otros mecanismos
La globalización al banquillo
La transición
Apoyando la transformación
Viento de cola (o de frente)
Condiciones externas
Capítulo 13. Preferencias y política
Preferencias distributivas
Intereses
¿Qué lugar ocupas en la distribución?
El túnel de Hirschman
¿Hermandad latinoamericana?
Altruismo
Desigualdad objetiva y percibida
¿Cómo funciona el mundo?
La biología
Información
Política y economía
Democracia
En conclusión
Capítulo 14. En resumen
Evolución, revolución, inacción
Cuatro objetivos
Un camino largo y sinuoso
Referencias bibliográficas
Sobre el autor
La desigualdad está en el centro del debate económico y político de nuestras sociedades. Las discusiones sobre temas distributivos, genuinamente afectadas por valores e ideologías, resultan más productivas cuando se apoyan en hechos, en datos y en argumentos claros. Este libro, basado en resultados de investigaciones recientes, discute el concepto de desigualdad, las formas de medir las disparidades económicas, sus causas y consecuencias, y examina la evidencia y el debate de política sobre este fenómeno que, como pocos, caracteriza el perfil de las sociedades de América Latina.
El asunto de la distribución de la riqueza es demasiado importante como para dejarlo solo en manos de los economistas, los sociólogos, los historiadores y los filósofos.
Thomas Piketty
A mi abuela
Prefacio
En todas las sociedades del mundo, desde las antiguas a las modernas, el ingreso, la riqueza y las oportunidades económicas están distribuidos de manera desigual. La desigualdad es una característica distintiva de las formas de organización humana, al menos desde el surgimiento de la agricultura hace más de diez mil años. Tan antigua es la desigualdad económica como la rebeldía frente a su existencia. A lo largo de la historia las brechas injustificadas en el ingreso y la riqueza han despertado descontentos sociales y alimentado revoluciones y transformaciones políticas.
Esas reacciones son entendibles: la aversión a la desigualdad está grabada en nuestros cerebros. De hecho, los científicos han identificado un área de la corteza prefrontal que pareciera estar estrechamente vinculada a nuestros juicios de valor sobre la desigualdad. Más allá del efecto que a lo largo de nuestras vidas tendrán las experiencias y el ambiente que nos rodea, venimos programados de fábrica para reaccionar contra las desigualdades que percibimos injustas.
La desigualdad no es una característica más de la organización de las sociedades humanas. Se trata de un rasgo sobresaliente y controversial. Los temas distributivos brotan de casi todas las discusiones políticas y económicas y generan opiniones, muchas veces encendidas, aun en personas que se muestran indiferentes o se reconocen iletradas frente a otros asuntos. Esas opiniones provienen en parte de nuestras preferencias, condicionadas por la genética y modeladas por la cultura y la historia personal, y en parte de nuestros intereses, determinados por la posición social que ocupamos. La postura que alguien toma sobre la desigualdad, sus opiniones respecto de sus causas y su posición frente a las políticas para reducirla revelan con bastante precisión sus valores y su ideología. La famosa distinción política entre derecha e izquierda está en gran parte marcada por la postura frente a este fenómeno. Insisto: son pocos los temas que atraviesan todas las discusiones sociales y políticas como lo hace la desigualdad; pocos los temas que son a la vez tan centrales y tan controversiales. La pobreza, por ejemplo, es un tema al menos tan relevante, pero despierta muchas menos controversias: el objetivo de pobreza cero podría ser suscripto por todo el espectro político, mientras que un acuerdo semejante en temas distributivos sería impensado. La meta número 1 de los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, firmados por todos los líderes mundiales en 1990 y en 2015, es muy clara: erradicar la pobreza en todas sus formas en el mundo. La meta sobre desigualdad queda relegada al número 10 y su enunciado es mucho más ambiguo.
Las diferencias de opinión sobre temas distributivos tienen un componente irreductible. Cada persona sostiene una idea de justicia y un paradigma de sociedad diferente, y en función de esos ideales evalúa las distintas situaciones y políticas del mundo real a su manera. Es importante entonces reconocer desde el inicio una premisa: la desigualdad es un tema opinable que depende genuinamente de juicios de valor, de posturas ideológicas y de subjetividades, por lo que resulta ilusorio pretender un acuerdo total. Aun después de un debate transparente y racional, y dejando de lado intereses particulares, es muy probable que persistan diferencias al evaluar una situación o una política en términos de su equidad distributiva.
Pero reconocer subjetividades no implica admitir que cualquier opinión es válida: los pareceres deben construirse sobre una realidad objetiva que hay que intentar conocer con la mayor rigurosidad posible. El intercambio de posturas sin procurar conciliar el lenguaje, especificar los conceptos e identificar los rasgos de la realidad sobre la que se opina es un ejercicio retórico improductivo. Es posible que algunas discrepancias se moderen y los consensos se vuelvan más factibles si cada bando comprende el lenguaje del otro y se comparte evidencia acerca de los hechos básicos.
El objetivo de este libro es contribuir a un debate más racional e informado sobre la desigualdad económica en América Latina, acercando al lector un conjunto de conceptos, ideas, argumentos, hipótesis, datos y resultados de investigaciones recientes sobre la desigualdad en la región. El libro comparte la convicción de que los esfuerzos por ser más precisos en las definiciones y los conceptos, por desarrollar mejores mediciones de los fenómenos y por entender mejor los intrincados mecanismos de la realidad no eliminan las divergencias de opinión e intereses, pero contribuyen a discusiones más transparentes y productivas.
Este libro está lejos de ser exhaustivo y recoge solo una muestra de un campo de estudio en el que convergen especialistas de muchas disciplinas. De hecho, al ser escrito por un economista especializado en evidencia empírica cuantitativa, tiene ciertas limitaciones obvias; en particular, son escasas (aunque no inexistentes) las referencias a la literatura sociológica, a los resultados cualitativos y a los estudios de casos. Estas falencias son producto en parte de las limitaciones del autor, pero el descargo no es desestimable: la enorme complejidad de los temas sociales hace que sea muy difícil proveer una mirada abarcativa; las distintas disciplinas por lo general hacen aportes profundizando en ciertas áreas, enfoques y metodologías, y necesariamente descuidando otras. Este libro debe ser visto entonces como una contribución desde la Economía al conocimiento y debate de un problema muy complejo —la desigualdad— sobre el que otras disciplinas también realizan aportes valiosos.
Este libro está escrito en un tono informal; lo más informal que me ha salido luego de treinta años dedicados al rigor de la academia. Ese tono exige deshacerse de muchos recursos típicos de un trabajo científico: referencias, ecuaciones, definiciones, estadísticas, gráficos, notas al pie de página. Habrá seguramente lectores exigentes que extrañen esas rigurosidades. Para ellos, y para el resto de los lectores curiosos, el libro está acompañado por un sitio web donde se documenta lo que en el texto se afirma a la ligera.*
El libro comienza en el capítulo 1 (Desigualdades aceptables e inaceptables) con algunas preguntas básicas: ¿qué es la desigualdad?, ¿por qué nos preocupa? Se trata de interrogantes que en la superficie parecen de respuesta simple, pero basta notar la cantidad de filósofos y científicos sociales que han escrito sobre el tema para reconocer la dificultad conceptual detrás de esas preguntas.
La etapa que sigue a la discusión conceptual es la de medición. Conocer cuál es el nivel de desigualdad de un país, monitorear sus cambios en el tiempo y compararlos con los de otras sociedades es parte fundamental del diagnóstico y de cualquier estrategia para atacar el problema. El capítulo 2 (Midiendo diferencias) describe las fuentes de información y metodologías disponibles para medir la desigualdad económica, y alerta sobre sus limitaciones. Más allá de la metodología empleada, en todas las mediciones mundiales hay un hecho que resalta: la desigualdad en América Latina es elevada comparada con casi todas las regiones del mundo. El capítulo 3 (La región más desigual del mundo) pasa revista a la evidencia, tanto actual como histórica, sobre las desigualdades económicas en Latinoamérica y las ubica en el contexto internacional.
¿De dónde proviene la alta desigualdad en América Latina? Responder esta pregunta compleja nos remite a una cuestión precedente de mayor dificultad: ¿Por qué hay desigualdad en las sociedades humanas? El capítulo 4 (Los orígenes de la desigualdad) está lejos de abarcar el debate milenario sobre sus causas, del que participan disciplinas tan distintas como la biología, la antropología, la historia y la filosofía, pero propone algunas ventanas por las que el lector curioso puede espiar argumentos y evidencia.
Esquemáticamente, el ingreso de las personas puede dividirse en tres categorías según la fuente que lo genera: los ingresos laborales, los ingresos del capital y las transferencias. Los capítulos 5 y 6 comienzan por examinar las diferencias en los ingresos laborales entre las personas. No hay escasez de hipótesis para explicar las anchas brechas en términos de salarios, ocupación y calidad del empleo entre trabajadores. El capítulo 5 (La carrera entre la educación y la tecnología) y el capítulo 6 (Políticas, normas, genes y más) repasan el papel de la educación, la tecnología, los sindicatos, las políticas laborales, el capital social, el talento, el desempleo, la explotación, la genética y las normas sociales, entre varios otros.
El capital siempre ha ocupado un lugar central en las discusiones distributivas. Los economistas clásicos, como Smith y Ricardo, Marx y sus seguidores, y la reciente ola encabezada por Piketty, han señalado a la distribución de la propiedad del capital y su tasa de ganancia como determinantes fundamentales de la distribución del ingreso. El capítulo 7 (El capital) repasa algunos de estos debates y los ilustra con la (escasa) evidencia existente para América Latina.
En contraste con otros tiempos históricos donde la caridad y las transferencias familiares predominaban, en la actualidad el Estado es el principal actor en la escena redistributiva. El capítulo 8 (El Estado de Bienestar) repasa las distintas formas que toman las transferencias estatales en las sociedades modernas. El capítulo incluye una discusión sobre algunas políticas sociales con alto impacto redistributivo en América Latina: los programas de transferencias de dinero y la provisión pública de bienes y servicios, como educación y salud.
Para financiar las transferencias y los subsidios los gobiernos deben cobrar impuestos. La manera cómo lo hacen afecta la distribución del ingreso. De hecho, entre las recetas usuales para reducir la desigualdad siempre está presente la de aumentar la progresividad del sistema tributario. El capítulo 9 (Progresivamente progresivos) incluye una discusión de los esfuerzos y las dificultades de los países de América Latina para hacer a la política impositiva gradualmente más progresiva.
Los temas que involucran factores demográficos, y en particular aquellos vinculados con la fecundidad y las migraciones, despiertan muchas sensibilidades que predisponen al malentendido. El capítulo 10 (El papel de la demografía) propone una discusión abierta, basada en evidencia empírica. Los factores demográficos no pueden obviarse en un debate amplio y honesto sobre los determinantes de la distribución del ingreso.
El desempeño macroeconómico de un país —su crecimiento en el largo plazo, sus fluctuaciones coyunturales, sus niveles de empleo e inflación, sus crisis— son determinantes muy importantes de los ingresos de la población y en consecuencia de los niveles y patrones de la desigualdad. El capítulo 11 (Macro determinantes) examina estos vínculos, comenzando por una controversia perenne: ¿el crecimiento económico contribuye a la reducción de la desigualdad?
La alta desigualdad en América Latina es producto de su estructura económica
es una proposición habitual, siempre afirmada con seriedad y convicción: irrefutable. Pero estructura económica
puede hacer referencia a fenómenos muy distintos. El capítulo 12 (Estructura) pone el foco en la acepción más frecuente entre los economistas: la vinculada a la composición sectorial de la producción. Las transformaciones de esa estructura tienen ganadores y perdedores, y por lo tanto repercusiones distributivas. Los impactos suelen ser complejos, multidireccionales, diferentes en el corto y largo plazo, y difíciles de desentrañar: una combinación perfecta para el debate.
En un sistema democrático las políticas implementadas responden en parte a la voluntad de los votantes. ¿Cuáles son los factores que moldean nuestras preferencias por políticas más o menos redistributivas? ¿En qué medida esas preferencias están afectadas por nuestros intereses, por nuestra genética, por nuestra historia, por nuestra percepción de la realidad? ¿Cuál es el papel de la política en mediar esas preferencias en decisiones y acciones públicas concretas? El capítulo 13 (Preferencias y política) incluye una pequeña muestra del extenso campo de estudio sobre estos temas.
Finalmente, el capítulo 14 (En resumen) cierra el libro con una breve síntesis y algunas reflexiones personales. Espero que el lector perezoso no se vea tentado a saltear los capítulos y dirigirse ya mismo a ese resumen final. En todo caso, queda ese capítulo 14 como un atajo, una vía de salida rápida para quienes el libro se les vuelva fatigoso.
Agradecimientos
Son dos los principales ámbitos que dieron origen a este libro. El primero es el CEDLAS, el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP): ahí es donde investigo la desigualdad económica y otros temas sociales desde hace veinte años. El segundo ámbito son las aulas de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP, donde he enseñado cursos sobre estos temas a muchas generaciones de alumnos. El primer agradecimiento entonces es para todas las personas que han sido parte del CEDLAS, y todas las que han participado de mis cursos en la Licenciatura en Economía, la Maestría en Economía y la Maestría en Finanzas Públicas de la UNLP. A ellas se agregan varias camadas de estudiantes en la Universidad T. Di Tella y en la Universidad de San Andrés. Son muchos como para listarlos a todos, así que cada uno que lea este párrafo siéntase mencionado y muy agradecido.
Algunos tuvieron un papel más activo con relación a este libro, estimulando el proyecto, proponiendo temas, leyendo manuscritos. Menciono, con la seguridad de ser injusto con los que no recuerdo ahora, a Ana Pacheco, Andrés César, Bruno Pintor, Carolina García Domench, Catrihel Greppi, Florencia Pinto, Germán Reyes, Guillermo Falcone, Ivana Benzaquén, Javier Basile, Joaquín Serrano, Jorge Puig, Julián Martínez Correa, Julián Pedrazzi, Laura Carella, Leonardo Peñaloza-Pacheco, Lisandro Lofeudo, Luciana Galeano, Lucía Ramírez, Luis Laguinge, Manuela Cerimelo, Mariela Pistorio, y en especial a Cristian Bonavida y Jessica Bracco, quienes me acompañaron con entusiasmo y eficiencia en el trabajoso proceso de recortar y editar la última versión del manuscrito.
Muchos amigos y colegas (y su intersección) me alentaron a que escribiera un libro como este (pero mejor). Les agradezco su estímulo, que hizo posible que el libro existiera, y sus discusiones y comentarios, que hicieron posible que mejorara. Incluyo a Ricardo Bebczuk, Guillermo Cruces, Walter Sosa Escudero, Sebastián Campanario, Agustín Lódola, María Laura Alzúa, Facundo Crosta, María Edo, Carlos Pagni, Eduardo Amadeo, Leopoldo Tornarolli, Santiago Garganta, Martín Tetaz, Martín Cicowiez, Inés Berniell, Pablo Gluzmann, Martín Guzmán, Mariana Marchionni, Guido Neidhöfer, Pablo Gerchunoff, Juan Carlos de Pablo, Juan José Cruces y Santiago Levy. Un especial agradecimiento a Fernando Fagnani de Edhasa por la confianza para llevar adelante el proyecto.
El agradecimiento final es a mi familia más cercana (a Mariana, a mis hijos Santiago y María, y a mis padres Zulma y Carlos), por su apoyo, comprensión y paciencia incondicional.
La Plata, 11 de noviembre de 2021
* El sitio web del libro está en www.cedlas.econo.unlp.edu.ar
Capítulo 1
Desigualdades aceptables e inaceptables
La primera igualdad es la equidad.
Victor Hugo, Les Miserables
Desigualdad: demasiado de algo bueno.
Alan Krueger
Pocos términos ocupan un lugar tan central en el debate económico y político como el de desigualdad
. Es difícil que esta palabra no figure en un discurso o arenga política; invariablemente, en casi cualquier discusión pública se invoca la idea de equidad y la necesidad de reducir las disparidades económicas. La desigualdad figura año tras año entre las principales preocupaciones de la opinión pública en todas las encuestas y sondeos. Esta preocupación no es nueva: la rebelión contra las muestras de excesiva desigualdad económica ha sido central en casi todas las revoluciones y cambios sociales a lo largo de la historia.
El concepto de "desigualdad económica’’ es simple de entender: alude a diferencias entre personas o grupos en el ingreso, la riqueza y el acceso a oportunidades económicas. La idea de desigualdad es, además, tangible: la experiencia cotidiana nos enfrenta a situaciones diarias donde la desigualdad económica resulta palpable, evidente. Las brechas se manifiestan en el ingreso y la riqueza, pero también en el acceso a la educación, la vivienda, la salud, el empleo, y se extienden a cada rincón de la vida cotidiana: en promedio, las personas de ingresos más bajos tienen menos horas de ocio para pasar con sus hijos, participan menos de la vida política, están más afectadas por el problema de la inseguridad, se enferman con más frecuencia, se mueren antes.
La desigualdad no es una rareza de algunas sociedades modernas, sino que es una característica distintiva de las formas de organización humana. Los antropólogos discuten aún los orígenes de la desigualdad económica, pero acuerdan en que las comunidades humanas son desiguales al menos desde el surgimiento de la agricultura y el sedentarismo, hace más de diez mil años. Casi no hay ejemplos en la historia de sociedades igualitarias, donde primen los valores de la cooperación, el altruismo y la armonía. En cambio, la desigualdad económica y social, la concentración política y con frecuencia la violencia han sido moneda corriente en todas las civilizaciones pasadas. Todas las maravillas arquitectónicas que hoy admiramos —las pirámides egipcias, las ruinas mayas, Machu Picchu, la Gran Muralla china, los grandes palacios y catedrales europeos— son obras grandiosas construidas a partir de un orden económico y político muy desigual. Este dato no implica que la desigualdad sea un fenómeno inmutable, imposible de resolver, pero deja muy en claro que eliminarla no debe ser tarea sencilla. La contundencia de la evidencia, actual e histórica, sugiere que existe alguna tendencia humana profunda hacia organizaciones sociales desiguales.
Pobreza y desigualdad
Distinto es el caso de la pobreza: mientras que las desigualdades están tan presentes en la actualidad como en muchas sociedades antiguas, el desarrollo económico y tecnológico ha permitido avances, al menos contra las manifestaciones más extremas de la pobreza. Sin duda, millones de personas en el mundo aún viven en situaciones muy precarias y muchas mueren de hambre, lo que convierte a la pobreza extrema en una vergüenza para nuestras sociedades, pero la magnitud del drama es menor en comparación al pasado histórico.
Es tiempo de detenerse en algunas precisiones básicas. Pese a que los términos pobreza
y "desigualdad" aluden ambos a problemas sociales y es común que aparezcan juntos en discursos y documentos, son conceptualmente distintos. Mientras que la idea de desigualdad implica la comparación de alguna variable entre personas o grupos, la idea más extendida (no la única) de pobreza involucra una comparación contra algún umbral o valor fijo. Si el ingreso es distinto entre dos personas se dice que hay desigualdad, mientras que si el ingreso de alguna de ellas (o de ambas) es inferior al umbral de la línea de pobreza, se afirma que hay pobreza. Es posible que en una sociedad la desigualdad sea alta y la pobreza baja, como ocurre en Estados Unidos, un país en el que poca gente sufre carencias materiales extremas pero donde las brechas de ingreso son muy anchas. También es posible que la desigualdad sea baja y la pobreza alta, como en algunos países poco desarrollados de Asia y África, donde casi toda la población sufre carencias semejantes.
A diferencia de la desigualdad, la pobreza es un problema que no ofrece demasiadas complicaciones conceptuales: la consideración de la pobreza como un mal social es hoy en día casi universal. Con la posible excepción de grupos muy conservadores o reaccionarios, en la actualidad todos justificamos y promovemos acciones, ya sea públicas o privadas, para aliviar las situaciones de carencia material extrema. En los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, aceptados por todos los países, la meta número uno para 2030 es poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo
y la número dos es hambre cero
. Ni la desocupación, ni el medio ambiente, ni la igualdad de género, ni la desigualdad ocupan ese lugar central, al menos en la retórica pública. El objetivo de bajar la pobreza es claro, urgente e incontrovertible.
En contraste, el argumento de la desigualdad como un mal social es mucho más discutido. Después de todo, ¿cuál es el problema con que dos personas tengan ingresos distintos? En particular, ¿cuál es el problema si ninguna de ellas sufre privaciones? ¿En qué sentido las desigualdades económicas nos resultan socialmente preocupantes? En la superficie, estas preguntas podrían parecer de respuesta obvia, pero basta notar la cantidad de filósofos y científicos sociales que han escrito y debatido sobre el tema —Platón, Rousseau, Marx, Rawls, Sen, por citar unos pocos— para reconocer su dificultad conceptual. Reflexionar sobre estas preguntas no es un mero