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El vacío
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El vacío

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Comprender el vacío ha sido una de las aventuras más apasionantes del conocimiento humano. Desde los tiempos más antiguos, la idea de estudiar algo que no existe entusiasmó a filósofos y científicos. Aristóteles acuñó el término horror vacui para referirse al hecho de que la naturaleza intenta llenar todo el espacio disponible. La física ha ido desafiando esta visión, y el concepto de vacío ha evolucionado desde una entelequia hasta una tecnología capaz de mover millones de euros. Gracias a ello disponemos hoy en día de alimentos que se conservan mejor, luz eléctrica, nuevos fármacos o dispositivos electrónicos. Desde el punto de vista científico, el vacío es un elemento clave para comprender el funcionamiento de grandes instalaciones como los aceleradores de partículas o multitud de procesos que ocurren en el espacio. Sin embargo, a pesar de todos estos avances, la ciencia actual cuestiona que pueda existir un vacío absoluto y se conoce muy poco sobre su naturaleza última. Este libro pretende introducir al lector en el significado de este concepto a través de un paseo por la historia del pensamiento que nos mostrará cuál ha sido su evolución, cómo se ha ido materializando en tecnologías que han cambiado la forma de vida de la sociedad, y cuáles son los retos científicos y tecnológicos más actuales.
LanguageEspañol
Release dateJan 12, 2022
ISBN9788413523552
El vacío
Author

José Ángel Martín Gago

Es profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (ICMM), donde dirige el grupo de investigación ESISNA, dedicado al estudio de problemas interdisciplinares mediante técnicas de nanociencia y nanotecnología, como de microscopías de campo cercano en vacío y radiación sincrotrón. Ha publicado más de 180 artículos en revistas internacionales. Fue presidente de la Asociación Española de Vacío (ASEVA, 2016-2021) y es miembro de los comités científicos de expertos de varias instalaciones europeas de radiación sincrotrón. Es investigador principal del proyecto ERC-Synergy (“NANOCOSMOS: Gas and Dust from Stars to the Laboratory: exploring the Nanocosmos”), junto con J. Cernicharo y C. Joblin, para construir instrumentación en vacío que permita simular en laboratorio la formación del polvo cósmico y sus procesos químicos. Además de su labor investigadora, se dedica a la divulgación científica, impartiendo cursos y conferencias para el público general. Es autor del ensayo divulgativo El nanomundo en tus manos (Crítica, 2014) y la novela de ficción científica Ádvent, las puertas de un nuevo mundo(Transversal, 2012), entre otras obras.

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    El vacío - José Ángel Martín Gago

    Colección ¿Qué sabemos de?

    Catálogo de publicaciones de la Administración General del Estado:

    https://cpage.mpr.gob.es

    © José Ángel Martín Gago, 2021

    © CSIC, 2021

    http://editorial.csic.es

    publ@csic.es

    © Los Libros de la Catarata, 2021

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 20 77

    www.catarata.org

    isbn (csic): 978-84-00-10912-7

    isbn electrónico (csic): 978-84-00-10913-4

    isbn (catarata): 978-84-1352-354-5

    isbn electrónico (catarata): 978-84-1352-355-2

    nipo: 833-21-197-2

    nipo electrónico: 833-21-196-7

    depósito legal: M-31.769-2021

    thema: PDZ/PH

    Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Los Libros de la Catarata. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Los Libros de la Catarata, por su parte, solo se hacen responsables del interés científico de sus publicaciones.

    Introducción

    Cuando escuchamos la palabra vacío, lo primero que nos viene a la mente es el vacío existencial, causante de que nuestra vida carezca de sentido, o en un ámbito más extenso, el vacío como sentimiento negativo y relacionado con desórdenes emocionales y soledades interiores. Si buscamos el término en Google y lo escribimos en inglés, vacuum, nos encontramos con que la mayor parte de las entradas se refieren a aspiradoras, vacuum cleaners. La Real Academia Española (RAE) incluye catorce acepciones distintas para la palabra vacío, que van desde un adjetivo que se refiere a falto de contenido físico o mental hasta sustantivos relacionados con la danza o la anatomía. En este libro vamos a hablar de la decimotercera de ellas: Espacio carente de materia. Esta definición puede parecer extraña, ya que liga el concepto de espacio al de la materia que lo ocupa. ¿Puede existir espacio sin materia que lo llene? O, dicho de otro modo, si esta desapareciese, ¿se llenaría inmediatamente el espacio de alguna otra sustancia invisible? Si el lector profundiza en estas cuestiones, se dará cuenta de que la respuesta no es trivial. Unos pensarán que un universo vacío se desmoronaría como una construcción sin estructura; otros, sin embargo, que no es necesario un esqueleto, porque el vacío es el lugar donde reside la materia.

    Comprender la naturaleza del vacío ha sido una de las aven­­turas más apasionantes del conocimiento humano. Veremos en los capítulos que siguen que, desde los tiempos más antiguos, la idea de estudiar algo que no existe entusiasmó tanto a fi­­lósofos como a científicos y artistas. Por ejemplo, Eduardo Chillida, un escultor español del siglo XX, realizó múltiples esculturas en las que el vacío era la obra. Sus creaciones son una contraposición materia-vacío y solo comprendiendo esta antítesis, se puede profundizar en el significado de sus esculturas. Al igual que en las creaciones de Chillida, los primeros filósofos que reflexionaron sobre la naturaleza del vacío se dieron cuenta de que este solo se podría comprender en contraposición a la materia. Aristóteles acuñó el término horror vacui para referirse al hecho de que la naturaleza intenta llenar todo el espacio disponible. Esta máxima gozó de tal aceptación que en el siglo XVII se convirtió en una ley natural necesaria para comprender el funcionamiento del cosmos. Además, el concepto de horror al vacío fue aplicado a otras artes, como la arquitectura o la cartografía antigua, que sentían la necesidad de ocupar toda la extensión disponible. Desde entonces, el concepto de vacío fue evolucionando desde una ente­­lequia hasta convertirse hoy en una tecnología capaz de mover millones de euros. Gracias a la ciencia y tecnología de vacío se consiguen alimentos que se conservan mejor, se desarrollan nuevos fármacos o se fabrican la mayor parte de los dispositivos electrónicos de nuestros ordenadores. Sin lugar a dudas, podemos afirmar que es indispensable en multitud de áreas y transversal a todas ellas.

    Pero el vacío no solo es importante desde el punto de vista tecnológico, sino que también juega un papel primordial en la concepción del mundo que nos rodea. Aprendimos en el bachillerato que todo está hecho de átomos y estos, a su vez, de quarks. Sin embargo, el conocimiento de la composición última de la materia es muy reciente y todos los modelos que han intentado explicar su estructura primordial han recurrido al concepto que se tenía del vacío en esa época.

    Más aún, podemos afirmar que el vacío no solo juega un papel importante como una plataforma transversal en la ciencia y tecnología actuales, sino también en la sociedad. El vacío es un ejemplo claro de círculo virtuoso en el que una disciplina se apoya en otra para avanzar, de manera que los resultados que genera una son utilizados por la otra y viceversa. Es decir, la ciencia ha ido generando conceptos nuevos sobre el vacío que han permitido desarrollos tecnológicos importantes, los cuales, a su vez, han posibilitado progresos sociales, que han derivado en nuevos descubrimientos científicos. Esta rueda se repite como si del mito de Sísifo se tratase. Para ilustrarlo, baste un ejemplo. A principios del siglo XX (capítulo 2) se desarrollaron nuevas bombas de vacío que se utilizaron para extraer el aire de las incipientes bombillas incandescentes. Gracias a esta mejora sustancial, los filamentos duraban mucho más tiempo y su uso se pudo extender a toda la sociedad. Disponer de forma fácil de luz durante la noche cambió los hábitos sociales. La sociedad comenzó a demandar una tecnología todavía más avanzada para producir bombillas más eficientes. Este fue uno de los grandes impulsos para desarrollar lo que se conoce hoy como ingeniería de vacío.

    La diversidad de aplicaciones y contextos en los que aparece esta palabra hace que su definición no sea precisa, sino que dependa de quien la aplique. La mayor parte de ellas nos dicen que vacío es la ausencia de materia o, dicho de otra manera, de átomos o elementos químicos en un espacio determinado. Esta definición es sin duda muy ideal, ya que no existe en la naturaleza algo que esté totalmente desprovisto de elementos químicos, sobre todo cuando queremos contenerlo en un volumen definido. Un vacío ideal o absoluto sería aquel que no contuviese radiación electromagnética ni partículas elementales, ya que muchas de estas pueden convertirse en pares de partícula-antipartícula mediante fluctuaciones cuánticas (capítulo 6). No obstante, en tecnología no se hace referencia a un vacío absoluto (ausencia total de materia), sino relativa (menor número de moléculas de un gas respecto a las que hay en la atmósfera). Han aparecido ya tres palabras que ayudarán al lector a comprender mejor qué es el vacío: ausencia, gas y espacio. Si recurrimos a la etimología de estas palabras, nos encontramos con otras como hueco, caos y separación, cuya relación con el vacío veremos en este libro.

    En los párrafos anteriores ha debido quedar claro que el desarrollo de la ciencia y tecnología del vacío ha supuesto un gran avance para la humanidad, ya que está detrás de muchos progresos de nuestra sociedad de bienestar y del conocimiento actual. Sin embargo, poca gente es consciente de ello, y el vacío es el gran desconocido. Sirvan estas páginas para honrar a uno de los héroes anónimos de la historia de la ciencia y la tecnología. No se ha concedido ningún Premio Nobel de Física directamente relacionado con el desarrollo de la idea del vacío o de la tecnología necesaria para su producción y, sin embargo, está directamente conectado con más del 80% de los premios Nobel de Física que se han otorgado hasta el momento, tanto por los conceptos desarrollados como por la instrumentación necesaria para su descubrimiento.

    Este libro pretende dar forma a la nada, introducir al lector en el significado último de este concepto a través de un paseo por la historia del pensamiento que nos mostrará cómo ha evolucionado el concepto de vacío y cómo se ha ido materializando en tecnologías que han cambiado la forma de vida de la sociedad.

    Capítulo 1

    De qué hablamos cuando hablamos de vacío

    La evolución del concepto de vacío ha dado lugar a muchos inventos que están a nuestro alrededor. Propongo al lector que busque entre los objetos cotidianos que le rodean y encontrará que la mayor parte de ellos se fabrican o desarrollan mediante tecnología de vacío (cualquier dispositivo electrónico, algunos plásticos, muchos medicamentos…) o lo utilizan para realizar su cometido (aspiradora, envasado de alimen­­tos, algunas bombillas…). Para comprender qué es el vacío y cómo funcionan algunos de estos instrumentos, se profundizará en este capítulo en su significado a través de al­­gunos ejemplos.

    Vacío y presión

    Antes de adentrarnos en las propiedades y aplicaciones del vacío, y en describir cómo este ha cambiado nuestra sociedad, es necesario definir el término. Para precisar su significado, lo más sencillo es compararlo con algo que podamos experimentar. Así, podemos afirmar que un espacio o volumen está en vacío o vacío cuando la densidad de moléculas que contiene es menor que la que hay en la atmósfera sobre la superficie de la Tierra. Sin embargo, así definido, este término no ofrece un valor absoluto. Es decir, se trata de una cualidad que surge de una comparación y, por tanto, de un sustantivo que no cuantifica. La manera de cuantificarlo es mediante el término presión, que se refiere al número absoluto de moléculas contenidas en un volumen y a una cierta temperatura. Si esta presión es menor que la atmosférica, se habla de vacío y si es superior, de sobrepresión. Podemos, por tanto, afirmar que el término vacío se refiere a una cualidad y el de presión a una cantidad.

    Para cuantificar la presión, es decir, el número de moléculas en un volumen y a una temperatura, es necesario disponer de unidades y, de nuevo, la referencia a la atmósfera es intuitiva y adecuada. Por definición, se denomina atmósfera de presión al peso que una columna de aire, desde el nivel del mar hasta las capas más altas de la atmósfera, ejerce sobre un cm². Ese peso es 1,03 kg por cm². Por tanto, podemos entender la presión como una fuerza que nos sujeta a la Tierra. Esta unidad, la atmósfera, no corresponde al sistema internacional de unidades, en el que se usa el pascal (1 Pa = 1 N/m²). Sin embargo, desde un punto de vista de la tecnología y de la ingeniería de vacío, el concepto de fuerza por metro cuadrado no es tan relevante como el de densidad de moléculas, y ese es el motivo por el que en muchos laboratorios se utiliza normalmente una unidad conocida como milibar (mbar), que tampoco forma parte del sistema internacional. Otra unidad que, aunque tiene un origen histórico, se continúa utilizando son los mm de mercurio, también llamada torr. En este libro utilizaremos como unidad el mbar, ya que es la unidad empleada en la mayor parte de los laboratorios. La tabla 1 recoge la relación entre todas ellas:

    Tabla 1

    Equivalencias entre las unidades de presión.

    Algunas manifestaciones cotidianas de la presión atmosférica

    Utilizando el concepto de vacío que se ha descrito anteriormente, se pueden llegar a comprender una infinidad de procesos que ocurren a nuestro alrededor. La primera pregunta que nos formulamos es si existe alguna manera natural de conseguir vacío, es decir, de obtener zonas que presenten una presión menor que la atmosférica. La respuesta es afirmativa. En el apartado anterior, se definió la presión como el peso de la columna de aire que hay sobre nosotros, pero debido a la gravedad habrá más moléculas cerca de la Tierra que en las capas altas de la atmósfera. Además, al aumentar la altura, se reduce el tamaño de la columna de aire. Así, a más altura, menor densidad de moléculas y menor peso de la columna que queda encima. Por tanto, la manera natural de conseguir vacío es subir a las

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