Nadie en cuarentena
Descripción
El autor, con una extraña delicadeza nos sumerge en una zona agobiante, sin saber hasta el final, cómo reaccionará nuestro ánimo.
Tenemos ante nuestros ojos un excelente libro construido con una atractiva combinación de prosa y poesía, que nos invita a detenernos y analizar lo que durante estos últimos tiempos nos ha ocurrido como humanidad.
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Nadie en cuarentena - Alfredo Gaete Briseño
EN UN COMIENZO
EN EL PRINCIPIO
Desde mi sillón incansable, observo a través de la ventana el mar arremolinado entre edificios que flotan.
Recojo el vaho
últimos vestigios de vida
gaviotas capitalinas.
Múltiples balcones escapan más allá de los vidriosos ventanales, recargados con muebles quietos, plantas carnívoras apiñadas, ritos adosados a elegantes muros rasguñados ocre por alguna herramienta hambrienta.
A lo lejos, la ciudad intenta mover sus caderas
jadea el rumor de autos tras buques humeantes,
bufan,
rugen cientos de miles
lanchas anhelan sus promesas
perciben grutas de alimentos engañosos.
Bocas abiertas esperan, no entienden la línea del tiempo que trazan sus padres recorriendo distancias
circulan en un andar incierto
absurda pesadilla manifiesta millones de colmillos en barbecho.
En las alturas el drama se ofrece como distancia inalcanzable para sus manos sudorosas, cuerpos calientes, esperanzas colgadas, cuadros de fe dispersos en muros caídos
rotos
mugrosos.
Desde aquí
incansable
aún despierto
ojos abiertos
cuello estirado
búsqueda de un recodo que conduzca a lugar seguro para quienes eluden la verdad de la incertidumbre y la confunden, desconfiando, perseguidos por tinieblas. Echados sobre la alfombra unos, arrastran otros los cuerpos bajo su mentiroso calor.
Recoge lo que queda de tarde, su cortina cubre la maldad, la cama resiste los embates. El surrealismo de los sueños abre un portal a la inconsciencia. La realidad duerme hasta el día siguiente.
ENTRANDO A LA REALIDAD
Tras la blancura de las nubes se esconde la incertidumbre, confinada a la desesperación de quienes esperan sometidos al vagabundeo insoportable de calcetines rotos en los dedos, la planta, el talón decolorado.
Se descuelga de la cama sin ánimo para saltar. Las noticias frotan sus ideas contra las paredes del cerebro. Percibe restos de desasosiego marcado por el rigor de un reloj diluido en el ambiente. Descorre las cortinas. La resolana, carente de sol, desafiante, arruga sus ojos. Los oídos vagan entre las palabras que surgen de la plana caja de vida artificial que roba acontecimientos a la realidad.
Carraspea
tose
arruga el ceño
vuelve a preguntarse por la distancia entre su consciencia y la conciencia. El relato divaga cohibido bajo la luz de este otoño que cubre con hojas amarillentas la superficie que un día fue verde.
Un rastrillo limpia
una pala cava
un chuzo rompe la costra mientras el desayuno humea paciente y una tajada de pan de molde con mantequilla ofrece ese tan característico aroma que recuerda su niñez, su abuela, la historia familiar, una amante empeñosa, un domingo de asueto…
Los mensajes adornan