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Las izquierdas en México y América Latina: desafíos, peligros y posibilidades
Las izquierdas en México y América Latina: desafíos, peligros y posibilidades
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Ebook307 pages6 hours

Las izquierdas en México y América Latina: desafíos, peligros y posibilidades

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Esta publicación refleja una multiplicidad de reflexiones sobre un espacio común: la razón de ser de las izquierdas. Se analizan los temas relativos al papel de la izquierda en América Latina y su influencia en los movimientos sociales. Las diversas aportaciones reunidas reflejan la pluralidad intelectual, lo que permite asomarnos a distintos enfoq
LanguageEspañol
Release dateDec 7, 2021
Las izquierdas en México y América Latina: desafíos, peligros y posibilidades
Author

Fundación Heberto Castillo Martínez A. C.

Fundada en 1997, la Fundación se creó para salvaguardar, fomentar y difundir el trabajo científico, político y social de ingeniero Heberto Castillo, encaminadas a coadyuvar con el progreso social, político, tecnológico y cultural de México.

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    Las izquierdas en México y América Latina - Fundación Heberto Castillo Martínez A. C.

    coverimg

    Las izquierdas en México y América Latina

    Fundación Heberto Castillo Martínez

    Viena No. 34, Col. El Carmen, Deleg. Coyoacán

    Ciudad de México

    Profra. María Teresa Juárez de Castillo

    Presidenta

    Título original: LAS IZQUIERDAS EN MÉXICO Y AMÉRICA LATINA

    *MMIV Teresa Juárez de Castillo/ Fundación Heberto Castillo Martínez A. C.

    ISBN impreso: 968-5326-08-8

    ISBN digital: en trámite

    Primera edición: noviembre de 2004

    La transformación a libro electrónico del presente título fue realizada por

    Sextil Online, S.A. de C.V./ Editorial Ink ® 2015.

    +52 (55) 52 54 38 52

    contacto@editorial-ink.com

    www.editorial-ink.com

    Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada o transmitida, de ninguna forma ni por ningún medio, sea eléctrico, electrónico, químico, mecánico, óptico, magnético, de grabación o fotocopia, sin la autorización previa y por escrito de los propietarios de los derechos de autor.

    Índice

    Introducción

    Las izquierdas y los movimientos sociales

    La izquierda está en la calle….………Armando Bartra

    Izquierdas y movimientos sociales….………Luis Hernández Navarro

    Defensa y promoción de los derechos humanos: un paradigma para la izquierda y las organizaciones de la sociedad civil en América Latina….………Miguel Concha Malo

    La Izquierda y los movimientos sociales….………Rafael Reygadas

    Las izquierdas, los partidos políticos y los gobiernos

    Izquierdas, partidos y gobierno….………Elvira Concheiro Bórquez

    Quinceañero….………Enrique Semo

    Las Izquierdas en México y América Latina….………Federico Reyes Heroles

    La Izquierda hoy….………Julio Boltvinik

    Las izquierdas y las autonomías

    La izquierda y las autonomías….………Héctor Díaz-Polanco

    La Izquierda como una postura moral….………Luis Villoro

    Las Izquierdas y las autonomías….………Magdalena Gómez

    La autonomía: la quinta esencia del proyecto emancipador….………Sergio Rodríguez Lascano

    Las izquierdas en América Latina

    Populismo radical: un sujeto político no identificado….………Adolfo Gilly

    La Izquierda y lo siniestro….………Bolívar Echeverría

    América Latina: notas para entender qué significa, hoy, Izquierda….………Raquel Gutiérrez

    Mirando los problemas de las llamadas Izquierdas….………Silvia Rivera Cusicanqui

    Notas Curriculares

    orn

    La Fundación Heberto Castillo Martínez, A.C. (FHCMAC), es una institución que surge con el objeto de salvaguardar la obra científica, social y política del ingeniero que le da el nombre.

    Desde su constitución, en junio de 1997, la fundación ha sido encabezada por la viuda del político veracruzano, la profesora María Teresa Juárez Carranza, quien se ha dado a la tarea de organizar diversos encuentros con destacados intelectuales estudiosos de la realidad nacional, cuyo resultado es la compilación de 26 títulos diversos que componen la colección digital de la cual forma parte el presente libro.

    La FHCMAC cuenta con el acervo histórico del ingeniero Castillo, que desde el año 2005 forma parte del Archivo General de la Nación (AGN).

    La Fundación Heberto Castillo Martínez, A.C., es una institución sin fines de lucro que se sostiene de aportaciones y donativos. Los recursos recabados por la venta de los libros digitales serán utilizados para continuar con la importante labor de investigación, docencia y publicación de documentos y libros necesarios para promover la reflexión y el conocimiento sobre temas de actualidad que forman parte del debate público nacional.

    Agradecemos tu apoyo al adquirir alguno de los títulos de la colección.

    Fundación Heberto Castillo Martínez, A.C.

    INTRODUCCIÓN

    Sergio Rodríguez Lazcano

    orn

    El destino de la izquierda no ha podido encontrar un camino, un proyecto propio, aunque el debate en este sentido viene dándose hace algún tiempo. Es por eso que la Fundación Heberto Castillo Martínez A. C., institución creada para salvaguardar y fomentar el trabajo político y social del ingeniero que le da nombre, organizó el Seminario Las Izquierdas en México y América Latina los días 6, 7 y 8 de mayo del 2004, con la asesoría de tres destacados investigadores en este ámbito: Luis Villoro, Adolfo Gilly y Enrique Semo.

    Los trabajos se dividieron en cuatro mesas de debate y englobaron una obsesión: la razón de ser de las izquierdas; ellas son: las izquierdas y los movimientos sociales; las izquierdas, los partidos políticos y los gobiernos, las izquierdas y las autonomías y, las izquierdas en América Latina.

    Las diversas contribuciones aquí reunidas reflejan claramente la pluralidad en la reflexión y, al mismo tiempo, la confluencia de preocupaciones.

    A las preguntas: ¿Qué significa ser de izquierda al inicio del siglo XXI? ¿Cuál es la relación y los conflictos entre la izquierda social y la izquierda partidaria? ¿Cómo se está expresando la resistencia de la sociedad en América Latina? ¿Qué significan los procesos autonómicos que hoy se están implementando en México y en América Latina? ¿Cómo rearticular una estrategia política que permita rebasar los límites defensivos de la movilización? ¿Cómo reapropiarnos de lo que nos pertenece: lo público y lo social? Se les dio una respuesta diferenciada.

    No podía ser de otra manera. Por un lado, el viejo concepto de una izquierda realmente existente ya no puede sostenerse. Lo que realmente existe son diversas izquierdas que buscan rearticular su visión del mundo, del país, de la comunidad, del ciudadano. Y, en consecuencia de lo anterior, lo que estamos viviendo es la reorganización del debate después de la peor crisis del programa, el pensamiento, la organización y la práctica de los diversos proyectos emancipadores de izquierda.

    Como se refleja en el conjunto de los trabajos que aquí presentamos, este debate permite un campo fértil común. La diversidad de opiniones no paraliza la reflexión sino la incentiva y busca con mayor afán los puntos comunes, avizorando claramente las diferencias.

    Al revisar el conjunto de las ponencias y editarlas en un libro, lo primero que llama la atención es que a pesar de la multiplicidad de reflexiones y de la diversidad los ángulos escogidos, por los ponentes, el resultado es una totalidad. Lo que alguien pregunta, alguien más responde, respuesta que luego pasa por el tamiz de la crítica de un tercero, para formular otra pregunta.

    Más allá de las diferencias existe un espacio común en la problemática. Se habla de los mismos temas. Por eso pasan por nuestros ojos las reflexiones sobre las posibilidades de la izquierda partidaria y su visión sobre el significado de la lucha institucional: de esta manera se habla del Partido de la Revolución Democrática de México, del Partido de los Trabajadores del Brasil, etc.

    Desde luego, la manera de aproximarse al problema es diverso; hay algunas opiniones más críticas que otras; el debate se ubica sin embargo, en medio de una realidad: como nunca, existen posibilidades de que fuerzas que se autodefinen de izquierda ganen los procesos electorales y se enfrenten, en situaciones adversas, a la ardua tarea de gobernar.

    Por otro lado, el impacto de las tremendas explosiones sociales que se han expresado en varios países de América Latina, al margen de los partidos políticos y de las instituciones: la insurrección zapatista el 1 de enero de 1994, aquí en nuestro país; el surgimiento del movimiento de los piqueteros en Argentina como resultado y respuesta frente a la peor crisis social y económica de la historia de ese país. El impresionante desarrollo del Movimiento de los sin Tierra de Brasil cumpliendo una doble tarea: impulsar la movilización social para solucionar una de los peores taras del estado brasileño: la ausencia de una reforma agraria y, por el otro, ser un factor social independiente para el avance electoral del Partido de los Trabajadores y de su líder Luiz Inácio Lula da Silva.

    El proceso de reorganización del movimiento indígena ecuatoriano que les ha permitido tirar a presidentes y poner a uno nuevo, para pasar posteriormente a la evaluación de las frutas amargas de esta experiencia. Y, desde luego, el significado de la lucha multitudinaria del pueblo boliviano por tomar en sus manos el control de su destino. Otra vez, estos temas permitieron puntos de vista diversos, desde los que destacaban su capacidad de veto —Bolivia es el ejemplo más alto— y de creación —la autonomía zapatista, sin duda tiene aquí un significado especial— hasta aquellos que resaltaban las limitaciones de estos movimientos para vincularse a la organización de otros que desde las instituciones están luchando por detener la ofensiva neoliberal.

    En fin, comunidad en la preocupación, diversidad en el análisis. Lo que nos mueve al optimismo, es que en este encuentro, auspiciado por la Fundación Heberto Castillo, la reflexión pasó por encima de la banalidad del debate que, desde los grandes medios de comunicación y el poder, se nos pone enfrente como lo único interesante.

    Lo que resta es la crítica de los lectores y preparar la continuación de la discusión.

    Las Izquierdas y los movimientos sociales

    orn

    El fenómeno es más rico que la ley

    —Vladimir Lenin

    LA IZQUIERDA ESTÁ EN LA CALLE

    Armando Bartra

    orn

    Ninguna voz se apaga para siempre, si es la palabra de muchos hombres.

    —Hesíodo

    Mientras los medios masivos de comunicación se revuelcan en las intrigas de la política palaciega, los partidos progresistas se desfondan, los zapatistas sociales resisten y los zapatistas políticos se miran el ombligo, hay un país donde cientos de miles de airados ciudadanos protestan en las plazas; un país donde obreros y campesinos organizados fundan multitudinarios frentes populares; un país donde las políticas neoliberales son derrotadas una y otra vez en las calles y en el parlamento gracias a la acción concertada de la izquierda social y la izquierda política. Ciertamente no es el México que exhiben histéricas las televisoras; no es el México que conviene a los Mesías ciudadanos y otros salvadores providenciales de la nación; no es el México que quisieran las fuerzas de la restauración y del fascismo. El país que llama al optimismo es la patria plebeya, el México de a pie que en el 2003 y a principios del 2004 atiborró la Plaza de la Constitución una decena de veces: demandando la salvación del campo, exigiendo poner freno a las privatizaciones, en oposición al IVA a los alimentos y medicinas, en rechazo a la reforma antiobrera de la Ley Federal del Trabajo, en defensa de las pensiones y las jubilaciones, y el 14 de marzo del 2004 por el derecho a la esperanza y en respaldo al gobierno de izquierda de la capital; pero también llenamos la gran plaza el 12 de abril del 2003, protestando contra la guerra en Irak, y el 21 de junio reclamando la posibilidad de ser gay, lesbiana, bisexual o transexual, sin morir en el intento.

    Hace un año, el 27 de marzo del 2003, en pleno despliegue del movimiento por la salvación del campo, se constituyó el Frente Sindical, Campesino y Social para impulsar la soberanía alimentaria, el empleo, la vida digna y el desarrollo sustentable en el campo y la ciudad, una multitudinaria convergencia de sindicatos y organizaciones rurales de la que son protagonistas mayores el Frente Sindical Mexicano (FSM), animado por el Sindicato Mexicano de Electricistas; la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), donde alinean el Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana (STRM), el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) y el Sindicato de Trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social (STIMSS); el Movimiento El Campo no Aguanta Más (MCAM), que agrupa a 12 organizaciones rurales; el Congreso Agrario Permanente (CAP), con otras tantas agrupaciones campesinas, y El Barzón, que es una convergencia de deudores de la banca.

    El Frente representa algo muy parecido a la mágica alianza obrero-campesina, que soñábamos los izquierdistas. Quizá no hay para tanto, pero el hecho es que desde que se formó ha estado en permanente movilización: en el 2003, el 10 de abril, aniversario de la muerte de Emiliano Zapata, sacó a las calles de la ciudad de México a unos 20 mil manifestantes; dos días después convocó, con otros a la gran marcha por la paz y contra la invasión de Irak; el 1 de mayo, con la participación de la CNTE y otros sindicatos, conmemoró, a Zócalo lleno, el día mundial de los trabajadores; el 27 de septiembre una concentración contra las privatizaciones, citada por el Frente, llenó de nuevo nuestra plaza mayor; el 27 de noviembre una mega marcha con más de 100 mil personas desembocó en el Zócalo, en una acción que tuvo réplicas en una docena de ciudades más; el 10 de marzo del siguiente año, en el arranque de la Segunda Jornada Nacional por la Soberanía el Crecimiento Económico el Empleo y la Distribución Equitativa del Ingreso, el Frente y otras fuerzas atiborraron otra vez la Plaza de la Constitución; el 15 de abril los trabajadores del Seguro Social, apoyados por contingentes del FSM y de la UNT, a la que pertenecen, llevaron más de 100 mil personas a la plaza mayor de la capital y realizaron movilizaciones en unas diez ciudades del interior, en defensa de su régimen de pensiones y jubilaciones, pero también por el derecho de todos a la seguridad social; y el primero de mayo del 2004 el Zócalo le quedo chico a la multitudinaria concentración obrera en repudio al gobierno de Vicente Fox.

    Es claro, entonces, que la reforma fiscal regresiva, como la reforma eléctrica privatizante y la ley laboral antisindical, han sido derrotadas por la oposición de obreros y campesinos. Vencidas en las cámaras por una alianza circunstancial de opositores consecuentes y de ocasión, pero antes derrotadas en calles y plazas por un persistente, unitario, progresivo y combatiente movimiento popular; multitudinario despliegue ciudadano que pone en evidencia el alto costo que tendría alinearse con las reformas neoliberales del gobierno foxista para un partido de oposición como es hoy el PRI.

    Los mexicanos elegimos mayoritariamente empujar la transición democrática por la derecha. Lo estamos pagando caro: llevamos más de tres años luchando denodadamente por frenar los cambios regresivos que impulsa el gobierno del cambio. Y no lo hemos hecho mal: la entrega de los energéticos al capital trasnacional, la privatización de la educación y la salud, la reforma fiscal donde los ricos paguen menos y los pobres más, la nueva ley federal del trabajo fraguada con líderes espurios y empresarios, no pasaron y difícilmente pasarán en lo que resta de sexenio. Ahora lo que necesita la izquierda es impulsar sus propias alternativas, primero buscando amplios consensos populares y después negociándolas pragmáticamente para formar las necesarias mayorías parlamentarias, pues la lógica puramente testimonial ya no satisface a nadie.

    En las jornadas de invierno del 2003 las organizaciones rurales lo hicieron, consensando un Plan Campesino para el tercer milenio que les sirvió en la negociación con el gobierno. Con ello los labriegos se pusieron a la vanguardia como sector, pero también evidenciaron que no es lo mismo resistir que construir; que el no triunfa a veces de un solo golpe, como cuando se descarrilan los ominosos proyectos del enemigo, mientras que el si demanda siempre pausada construcción colectiva de propuestas viables; un dialogó con ese mismo enemigo en negociaciones arduas donde algo se gana y algo se cede, amplias alianzas con organizaciones muy diversas y a veces dudosas, lenta y sinuosa acumulación de fuerzas; y todo a través de procesos prolongados con breves momentos espectaculares donde se araña el cielo y largos períodos grises; con avances alentadores pero también retrocesos que desaniman, confrontan y dispersan.

    Pero no solo los campesinos tienen propuesta, los pueblos indios construyeron desde hace rato un sólido planteamiento autonómico y lo han traducido a leyes, los trabajadores del SME saben cómo modernizar la industria eléctrica sin privatizarla, en el sindicalismo independiente hay quienes solo rechazan la reforma laboral foxista pero también quienes impulsan una reforma alternativa, la oposición parlamentaria tiene propuestas fiscales progresivas y no regresivas como las del gobierno.

    Entonces, la izquierda más esperanzadora está en las calles. Y ahí: en calles, plazas, fábricas, escuelas, milpas y huertas, la izquierda social va edificando sujetos y tejiendo propuestas. solo que la izquierda social no es toda la izquierda. Plurales como son, los movimientos tienen la riqueza de su diversidad y la debilidad de sus particularismos. Sin duda, los acuerdos horizontales permiten armar convergencias y confeccionar plataformas comunes. Pero la universalidad no es simple sumatoria de diversos; la construcción consensada del bien común con opción preferencial por los jodidos, el reto de timonear con prestancia, justicia y participación marinera el barco en que compartimos, son tareas políticas que demandan sujetos políticos en sentido estricto. Entendiendo que la política la hacemos todos, todo el tiempo y en todas partes, hay actores, momentos y espacios donde la política se condensa.

    Y es ahí donde la puerca tuerce el rabo, pues nuestra izquierda política va de tumbo en tumbo y su mayor partido, el PRD, está sumido en una crisis de definición, y en escándalos circunstanciales pero costosos.

    Sin embargo el país ha cambiado. Hace diez años nuestro antidemocrático sistema político estaba en fase terminal: gobernaba un presidente ilegítimo electo a través del fraude comicial, el PAN negociaba a trasmano con el PRI el apoyo a las iniciativas legislativas de Carlos Salinas y los puestos de elección, mientras los militantes del PRD eran diezmados en una masacre dispersa y silenciosa, aun no esclarecida. Hoy el PRI perdió la presidencia, un panista gobierna la federación, un perredista la Capital y hay pluralismo en el Congreso, los estados y los municipios; los votos se siguen comprando en campañas mediáticas -con dinero sucio o con dinero limpio- pero por lo menos ya se cuentan debidamente; y en general se respetan las formas democráticas: los diferendos electorales no se dirimen tanto a tiros como en tribunales e institutos del ramo, el poder legislativo con frecuencia rechaza o enmienda las iniciativas del ejecutivo y el judicial no siempre le da la razón al presidente. Además, y no es poco, hoy la profesión de opositor ya no es de alto riesgo.

    Pero nuestra incipiente democracia está enferma: la gente descree progresivamente de la política, deserta los partidos y en la última elección nacional la abstención se disparó, pues mientras que en los comicios de 1997 fue a las casillas el 58% de los empadronados y en los del 2000 el 65%, en los del 2003 solo participó el 41%. Y es que en el 2001 tuvimos alternancia pero no el cambio esperado, de modo que si antes estaba en crisis el sistema antidemocrático hoy está en crisis una democracia que, contra las ilusas expectativas de los mexicanos de a pie y de algunos cultivados, no bastó para cambiar al sistema.

    Sin duda el gremio de los políticos enseñó el cobre y a diario brotan las corruptelas. Pero no es por eso -que siempre ha sucedido y hoy se ventila públicamente- que la democracia nos defraudó: lo que sucede es que los mexicanos -hechos a la ausencia de Estado de Derecho y siempre reprobados en civismo- tenemos una idea mágica de la democracia electoral y un concepto más contestatario que corresponsable de la participativa. En un país que por siglos todo lo esperó de la madrecita del Tepeyac y de papá gobierno, seguimos pensado que cambiando al presidente cambia México; que electos los nuevos tlatoanis, todo es sentarse y aguardar a que cumplan lo prometido.

    Porque democracia es cultura, y los usos y costumbres cívicos no cambian de un día para otro. Pero lo más grave es que a las reales insuficiencias de la democracia por delegación, los estrechos espacios formales para la directa y las inercias de una población hecha al presidencialismo, se suma una intensa y premeditada campaña mediática tendiente a desacreditar la política.

    Montándose en la merecida mala fama de lo que en México aún llamamos peyorativamente polaca, los medios de masas satanizan sistemáticamente los ámbitos y ritos institucionales de lo público: que si las elecciones nos cuestan demasiado dinero, que si todos los políticos son corruptos, que si los partidos solo defienden sus propios intereses, que si los legisladores ganan mucho y no sirven más que para obstaculizar al presidente de la República... En especial la televisión hace de los asuntos públicos un vergonzoso reality show conducido por perentorios big brother mediáticos. Así las cosas, politizar se ha vuelto sinónimo de pervertir. Teniendo cuatro, política devino palabra de dos sílabas.

    Ya déjense de pleitos y pónganse a trabajar, conmina indignado el lector de noticias por televisión después de exhibir el griterío de los congresistas. Y al tiempo que se cuestiona la razón de ser del sistema de competencia, alternancia y contrapesos políticos, se demanda en nombre del auditorio que el gobierno se faje los pantalones, meta en cintura a los alborotadores, no se preocupe tanto por los derechos humanos de los delincuentes...

    Y nada es inventado, el discurso deslegitimador de instituciones y mecanismos públicos se funda en hechos tan contundentes como las imágenes de un video emponzoñado: sin duda hay políticos corruptos, pleitos legislativos fangosos y gastos comiciales excesivos. Pero el mensaje mediático no está en las verificables palabras del jingle antipolítico sino en la insidiosa melodía y su masaje subliminal: todos los partidos son iguales, todos los políticos son iguales, todos los gobiernos son iguales, todas las opciones son iguales... Entonces, lo que nos hace falta es un antipolítico redentor, un hombre —o mujer— providencial, un caudillo iluminado (como el Fox de la campaña y no como el mandilón de Los Pinos), un Mesías ciudadano. Es decir, un personaje sin sustento formal en organizaciones políticas y sociales, que sería construido por los medios y por lo mismo dependería totalmente de los medios.

    Así las cosas, no debiera extrañarnos que, según las encuestas, tres de cada cuatro mexicanos no confíen en los partidos y la preferencia por la democracia como forma de gobierno, que a principios de los noventa manifestaba más de la mitad de los entrevistados, hoy la mantenga apenas el 47%, pero más preocupa que a un cuestionario aplicado por la revista Este País, el 33% haya contestado que es preferible sacrificar algunas libertades de expresión, de reunión y de auto-organización a cambio de vivir sin presiones económicas .

    En un país con nula experiencia en la democracia formal y escasos reflejos ciudadanos, donde apenas llevamos una década de elecciones confiables y con ello de pluralidad de partidos, de gobiernos y de legisladores. En un país debutante en la cancha de la democracia representativa, la interesada condena de la política abona el regreso del autócrata institucional y la restauración del viejo régimen; o lo que es aun peor convoca a la instauración de un fascismo tropical y en el mejor de los casos a la edificación de un neopopulismo justiciero y carismático sin bases político-sociales autónomas y organizadas.

    Pero también desde el lado soleado y progresista de la calle se escuchan voces antipolíticas: que si la izquierda parlamentaria no tiene proyecto y cuando gobierna hace lo mismo que la derecha; que si los partidos antes progresistas solo quieren ganar elecciones para ocupar puestos públicos; que si la izquierda política se monta sobre los movimientos populares y recluta a sus líderes; que si ciertos dirigentes sociales vendieron sus movimientos por una curul en la Cámara de Diputados; que si un gobernante de progresista es -ocasionalmente-

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