Discover millions of ebooks, audiobooks, and so much more with a free trial

Only $11.99/month after trial. Cancel anytime.

Huracán: Parte 2. Fuerzas Naturales
Huracán: Parte 2. Fuerzas Naturales
Huracán: Parte 2. Fuerzas Naturales
Ebook418 pages6 hours

Huracán: Parte 2. Fuerzas Naturales

Rating: 0 out of 5 stars

()

Read preview

About this ebook

Lo único capaz de hacer desaparecer la bondad y la esperanza es el odio. Pronto el odio acabará con todo.

El Gran Impacto, el infame momento de extinción que deberá afrontar la humanidad de forma inevitable, está cerca.

Nuestros héroes, Lázaro, Esteban y Sombra, regresan a la aventura, ahora apoyados por un grupo de guerreros secretos de oriente, apodados como la Legión del Dragón. Mientras, desde las sombras, el resto de los Generales Sintéticos del futuro liderados por Menteón, invaden la ciudad minera de Ángel Blanco con un ejército cien veces mayor que el año anterior.

La situación empeorará cuando aparezca Avalancha, un nuevo y misterioso enemigo, poseedor de poderes que parecen ilimitados.

Cuando todo parece perdido, Lázaro aprenderá a dominar los secretos del alma, y al mismo tiempo intentará descubrir la identidad de este nuevo enemigo. Todos los caminos perecen concurrir a un antiguo maestro del pasado llamado Berserok, el cual esconde más de un secreto; incluso algunas pistas de un origen común en el que todos parecen estar entrelazados.

Nuestros héroes están confiados en el poder de la voluntad, pero hay un arma secreta que sus enemigos sabrán usar en su contra, un poder desenfrenado que los hará dudar y amenaza con acabar con todo: el odio.

LanguageEspañol
PublisherCaligrama
Release dateSep 5, 2019
ISBN9788417637156
Huracán: Parte 2. Fuerzas Naturales
Author

Gacro

Gacro nació en 1983, en Copiapó, Chile, ciudad donde reside actualmente. Arquitecto de profesión, se ha dedicado a escribir, tanto narrativa y poesía como ensayos, desde la niñez, y comparte sus escritos en grupos de redes sociales como Literatura Fénix, en Facebook. Huracán. El legado de los héroes es la primera entrega de una saga que consta de dos partes más: Fuerzas naturales y Más allá del tiempo, y que comenzó a escribir en los ratos libres durante sus años de universidad.

Related to Huracán

Related ebooks

Fantasy For You

View More

Related articles

Reviews for Huracán

Rating: 0 out of 5 stars
0 ratings

0 ratings0 reviews

What did you think?

Tap to rate

Review must be at least 10 words

    Book preview

    Huracán - Gacro

    Prólogo

    Nadie sabe lo que fue ni cuando sucedió el Gran Impacto; los tiempos fueron difusos durante la restauración. Los antiguos guardaron miles de secretos antes de la paz. La única información que nos dejaron fue que sobrevivió menos del tercio de la población humana y tardaron cien años en reorganizarse en dos diferentes y enormes superpaíses: Águila Nevada y Tierras del Sol.

    Sin embargo, la naturaleza humana, violenta y competitiva, no tardó en desbaratar todo, envolviendo a ambos países en una pugna de casi diez años. Las guerras fueron el comienzo de la autodestrucción del planeta, tras la creación de la inteligencia artificial rudimentaria. Los ciberguerreros, después autollamados sintéticos, fueron creados en un principio con la intención de librar las batallas por los hombres, evitando así bajas humanas, pero, ya concluida la guerra y al significar una amenaza social, los expulsaron y los obligaron a vivir en lo más lejano del espacio, donde, ausentes de energía, desaparecerían sin dejar rastro.

    Pero volvieron, no después, sino antes, quinientos años en el pasado, con la idea de adquirir los yacimientos de adimirio, su fuente de energía, para construir un ejército mayor. Pentrex 2.0, el cerebro principal del nuevo planeta, creó a los generales sintéticos con grandes habilidades y casi imposibles de vencer.

    Zeón, uno de los generales, fue enviado a la Tierra al mando de la nave de batalla Trax. Sin embargo, su misión no salió como esperaba, pues, tras una persecución espacial de la flota terrestre, Trax y su principal nave de batalla, la Esfinge, cayeron en un centro de vacío espacial y, asombrosamente, volvieron al planeta mucho antes de que supieran de su existencia. Por suerte, la flota humana llegó con dos años de anticipación, dándoles tiempo para reclutar a dos nuevos guerreros que defendieran al planeta en ese tiempo.

    Esteban Prado, psicólogo de treinta y cinco años, es el primero en llegar. Inteligente y poseedor de una gran conciencia social, no tarda mucho en acostumbrarse a sus nuevas capacidades. Disfrazado y anónimo, salva a Ángel Blanco, su ciudad nativa, de la delincuencia y los accidentes, llevándola a ser en muy poco tiempo la más segura del mundo para así compensar las grandes pérdidas de su difícil vida. Apodado por sus seguidores como la Sombra Misteriosa, es en un principio conocido por muy pocas personas y casi transformado en una leyenda urbana.

    Un año después, llega a la ciudad Lázaro Costa, un perturbado adolescente de Ciudad Pasiva. Carente de sentimientos y roces sociales, es en un principio quien investigará la identidad del héroe antes nombrado, por encargo de un misterioso encapuchado amigo que parece tener dominio de todas las situaciones. Al concluir su misión, conoce a Dister, Heraldo y Tokomo, los holoespíritus, seres holográficos del futuro, que le dan la opción de defender su nuevo hogar como metaorgánico —así llaman a todos los seres humanos mejorados con el poder del adimirio—, proporcionándole capacidades especiales, cual héroe de historieta. Son quienes también descubren una hasta entonces desconocida relación sanguínea entre él y Esteban.

    Tras un arduo entrenamiento y sorpresivas batallas, un enfrentamiento final entre los dos metaorgánicos y el general sintético toma lugar en el centro de la ciudad, hasta que Esteban Prado —o Fénix, su nombre clave— llega finalmente al cien por ciento de su capacidad, gracias a la ayuda de Lázaro —o Huracán, su nombre clave—, venciendo a Zeón. La batalla no solo salva al mundo, sino que demuestra una gran verdad: los sentimientos hacia los lazos afectivos triunfan sobre la razón y el sentido común. Sin embargo, antes de caer, Zeón les deja una advertencia: existen más generales sintéticos, igual o incluso más poderosos que él mismo, y vendrán pronto a conquistar la Tierra del pasado.

    Lázaro y Esteban —es decir, Huracán y Fénix— creen estar preparados, pero hay un arma secreta que hará dudar su fe en los sentimientos.

    El Gran Impacto se acerca. Nadie está preparado, pues nadie sabe lo que fue ni cuándo sucedió.

    Gacro presenta

    Huracán, Parte 2:

    Fuerzas Naturales

    Capítulo 1. El futuro antes del pasado

    —Iniciando en tres, dos, uno. Inicio completo. Comenzando reanimación de los generales. ¡Alerta! Sonar percibe tropas orgánicas a cuatro punto tres kilómetros. Activando camuflaje. Camuflaje listo en cuatro, tres, dos, uno. Camuflaje completo. General Menteón activado en cincuenta y siete minutos. Cinco generales restantes en proceso.

    En la fría inmensidad del espacio, un enorme armatoste plateado y alargado se confundía en un cinturón de asteroides; era una nave espacial. La oscuridad casi total ayudaba en el camuflaje, pues se encontraba muy lejos del Sol y de cualquier otra estrella.

    Tal como el frío y la oscuridad, el silencio era perturbador, pero por un momento se cortó. Un par de objetos extraños se acercaban a gran velocidad, tenían forma de media luna, de un color blanco muy pulcro y una fisura horizontal que los dividía a la mitad, de la cual emitían una profunda luz azul. Eran también naves espaciales, del tipo explorador, mucho más pequeñas, planas y comandadas por uno o quizás dos individuos. Gradualmente, fueron disminuyendo la velocidad a medida que se acercaban al cinturón de asteroides.

    Ya entre los rocosos cuerpos, las dos pequeñas naves se deslizaron por entre los espacios que estos dejaban. Sin alejarse mucho una de la otra, se comunicaba entre sí:

    —Llegamos muy lejos, pasamos el margen de traslación de Marte —se escuchó desde una de las pequeñas naves.

    —Solo hasta aquí podemos llegar, recuerda que Destello, el planeta de los sintéticos, está en la órbita de Saturno; el cinturón de asteroides marca su territorio —contestó el piloto de la otra nave.

    —No te preocupes, no tengo pensado ir más allá. ¿Qué pasó con Terrax y Fler?

    —Están patrullando el otro lado del cinturón, Jordán —la piloto de la primera nave hablaba con desgano.

    —¿Será cierto lo que dicen del ataque sorpresa a Destello?

    —No creo, las fuentes de los Rocket dicen que los generales no se encuentran ahí. Al parecer, se esconden en las cercanías, es por eso por lo que ahora exploramos este sector, al ejército no le sirve atacar el planeta si sus principales objetivos no están. —Los exploradores seguían buscando, de vez en cuando haciéndole el quite a pequeños cuerpos.

    —Entonces, la nave que detectaron… ¿lleva a los generales sintéticos dentro? ¡Eh, Walker!, ¿por qué no me avisaste?

    —No sabía que eras tan miedoso, Jordán. ¿Acaso no eres un soldado del ejército balancista también?

    —Dicen que los generales son muy poderosos. Fler me contó que uno de ellos asesinó al comandante Tokomo y tú sabes que él fue uno de los pocos que ha alcanzado el cien por ciento de la capacidad humana. —El piloto más joven, Jordán, parecía nervioso.

    —Eso es solo una leyenda que nos dicen al entrar al ejército con la idea de imponerlos el patriotismo y esas cosas; no creas todo lo que te dicen, Jordán.

    —Pero, Walker, ¿y si nos encontramos con los generales?

    —No nos atacarán, ellos saben que estamos respaldados con refuerzos… Bueno, al parecer, no hay nada, lancemos una bomba sonar y larguémonos de aquí.

    La nave de la piloto Walker disparó una pequeña esfera negra que detonó en una explosión blanca, traspasando los astroides como un enorme manto eléctrico que se deshizo en el espacio.

    De pronto, se oyó una voz que llamó la atención inmediata de los dos pilotos: «Aquí Terrax. Walker, Jordán, ¿me oyen? Tenemos una emergencia: nos atacan. Repito: nos atacan. Se nos solicita en batalla de inmediato. Cambio».

    —¡Walker, atacan nuestra base!

    —El escaneo de la bomba sonar dice que no hay sintéticos aquí. Nuestra labor ha terminado. Volvamos a casa, Jordán.

    —Este lugar me daba escalofríos, prefiero batallar antes que seguir aquí.

    Seguido de esto, ambas naves se alejaron a gran velocidad, causando una explosión ensordecedora. Al mismo tiempo, uno de los asteroides, el más grande a simple vista, comenzó lentamente a cambiar. Su textura rocosa y gris cambiaba para transformarse en miles de pequeñas esferas plateadas, que se agrupaban en un punto y se almacenaban para dejar ver la enorme nave sintética que escondían.

    Un panel iluminado con luces rojas, dentro de una gran sala de navegación, reiniciaba sus funciones.

    —Restauración completa. Camuflaje desactivado. Reanimación de general Menteón en tres, dos, uno. General Menteón reanimado. Cinco generales restantes en proceso.

    Seguido de esto, al fondo de la gran sala oscura, una puerta se dividió en dos, dejando ver una figura humanoide iluminada desde la espalda, traspasando con su sombra casi la totalidad del suelo e irrumpiendo en la oscuridad con una luz roja que tenía en el medio del rostro un enorme ojo cibernético. Todo su cuerpo era dorado y de contextura delgada.

    La sala se iluminó completamente, dejando ver diferentes hologramas de la Tierra y otros tres planetas, que flotaba en el aire. Entonces, el panel con luces rojas habló:

    —General Menteón, acabamos de salir del estado de camuflaje. Dos naves orgánicas patrullaron en las cercanías, se han ido —terminó el panel con una agradable voz femenina.

    —Bien hecho, Bitrax. ¿Reanimaste a los demás generales? —habló por fin la figura humanoide con una voz metálica y ronca que contrastaba con su fina apariencia.

    —Están en proceso, general. Tiempo estimado: quince punto tres minutos —corroboró la nave Bitrax.

    —Comunícame con Pentrex 2.0, que alerte a todos los sintéticos en el planeta Destello, es hora de atacar la base del ejército orgánico en la Luna. —La voz seca y articulada de Menteón denotaba su importancia como general.

    —General, el procedimiento para la misión se ha adelantado. La flota del general Zeón ya está en el campo de batalla.

    —¿Zeón?

    —El hecho fue corroborado por las naves orgánicas, dijeron que la base lunar estaba siendo atacada, general.

    —Esa chatarra se adelantó a mis órdenes. Bitrax comunícame con Zeón de inmediato.

    A pesar de la ausencia de sentimientos que tenía su voz, su actitud denotaba un profundo enfado. De inmediato, los hologramas de los planetas se deshicieron y, en vez de eso, apareció una enorme pantalla holográfica negra.

    —Hay interferencias en la comunicación, general Menteón. Es posible que la nave de Zeón, Trax, se halle en batalla.

    —¡Pues sigue intentando! Zeón interfiere con mis planes. —El dorado general terminó golpeando uno de los paneles fuertemente. El rojo ojo de su rostro se movía a todos lados, desorbitado.

    —Señal alcanzada. Contacto en tres, dos, uno. Contacto exitoso.

    La pantalla, en el medio de la gran sala de navegación, perdió su color negro y, gradualmente, entre interferencias, apareció una figura metálica, parecida a una armadura medieval y con verdes ojos iluminados, el general Zeón.

    —Menteón, no es muy pertinente tu necesidad de comunicación. En estos momentos estamos en una batalla, la flota terrestre ha enviado refuerzos —el enorme general Zeón se imponía con una voz grave e igualmente metálica, como la de su interlocutor.

    —¡¿Qué haces ahí, Zeón?!

    —Cumpliendo la misión, Menteón. ¿Es que acaso Pentrex no te actualizó? —La voz de Zeón era acompañada por fuertes explosiones y estruendos momentáneos.

    —¿A qué te refieres? ¡Regresa de inmediato!

    —Veo que acaban de reanimarte, Menteón. Debes actualizarte antes de rezongar.

    —¡Es una orden, Zeón!, ¡regresa!

    —Lo siento, Menteón, sé que eres el general líder, pero Pentrex es nuestro creador; sus órdenes están por encima de las tuyas. Si quieres ser parte de la misión, ven y trae tus tropas. —Y de inmediato la pantalla desapareció.

    —¡Zeón, Zeón! —El dorado general sintético estaba muy alterado—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué Pentrex no me avisó? ¡Bitrax, comunícame de inmediato con él!

    —General Menteón, los cinco generales restantes fueron reanimados hace tres minutos y cinco segundos.

    —Hazles saber lo que pasó —repuso algo más calmado y pensativo.

    —Ya lo saben, general, vienen hacia acá, lo comunicaré con Pentrex de inmediato… Contactando enlace con planeta Destello. Contacto en tres, dos, uno… Problemas con la conexión.

    Justo en el momento de incomprensión, se abrió la entrada y en ella se dejaron ver cinco nuevos individuos robóticos, todos diferentes, dos de ellos enormes, tanto así que tocaban el borde superior de la entrada, ambos muy corpulentos, idénticos salvo en el color, uno plateado y uno cobrizo. Dos de ellos de tamaño medio y uno más pequeño, del mismo tamaño de Menteón.

    —Nuestras actualizaciones nos advirtieron acerca de la traición de Zeón —dijo uno de los medianos con una voz apacible, caminando lentamente hacia el general líder. A diferencia de los demás, no tenía ojos, en vez de eso tenía una cruz en el metálico rostro que le rodeaba la cabeza entera y emitía una luz verde a través de ella. Tenía un aspecto lánguido y delgaducho, con los metálicos brazos largos al igual que sus piernas y su torso.

    —Entonces, no debo explicarles nada, Épsilon —contestó Menteón, aún pensativo.

    —Mándeme a mí, líder Menteón, acabaré con Zeón en un instante —dijo uno de los más altos y corpulentos, cuyos ojos en luz azul lo diferenciaban entre los demás.

    —Al parecer, la traición no vino de parte de Zeón, generales. —Todos se miraron entre sí, lo último dicho por Menteón los dejó muy confundidos.

    —¿A qué se refiere, señor? —volvió a preguntar Épsilon mientras movía sus alargados brazos para llevarlos a su mentón.

    —Siguió órdenes de Pentrex. —Los generales se volvieron a mirar unos con otros.

    —¿El creador no nos consideró en sus planes? Eso no tiene lógica. Zeón no es mejor que ninguno de nosotros —se interpuso agitado y de forma muy rápida el más pequeño de los seis, con ojos de luz amarilla, dejando escuchar su aguda voz.

    —No lo sé, Orión. La única manera de tener la certeza de lo que pasa es seguir a Zeón.

    De pronto, una nueva pantalla holográfica apareció en el centro de la sala, con una imagen totalmente oscura y un punto rojo en el medio. Todos los presentes prestaron atención inmediata a la pantalla y se quedaron estáticos, hasta que esta habló.

    —Saludos, generales. —Tenía una voz muy grave, que contrastaba con la femenina voz de Bitrax. La luz roja se agrandaba cada vez que la voz aparecía. Los seis asintieron.

    —Saludos, creador —contestaron al unísono.

    —Acabamos de ser reanimados, Pentrex, y nos enteramos de la misión de Zeón. ¿Por qué fue reanimado antes que nosotros? —cuestionó Menteón mientras los demás se formaban simétricamente a su espalda.

    —La misión que en estos momentos lleva a cabo el general Zeón no trata de un ataque rudimentario común, es un rescate —dijo Pentrex—. Reanimé a Zeón hace algunos meses. Han estado en suspensión por más de un año, nos hemos mantenido pasivos para no levantar sospechas ante el ejército orgánico acerca de nuestros planes.

    —Lo siento, señor, pero no nos han actualizado con respecto a ese tema. —añadió Menteón.

    —El tema es sencillo: hemos enviado a un espía a la Tierra. —Los generales se impacientaron al escuchar esto último.

    —Pero eso es imposible, creador —se interpuso Orión, el más pequeño; su manera de hablar era muy rápida y algo chillona—. Si bien la base del ejército balancista está en la Luna, en la Tierra están los ejércitos de los dos países en disputa.

    —Ese es el tema: aprovechamos la confusión entre ambos países y enviamos un espía.

    —Pero, además, la Tierra tiene un campo desactivador en su totalidad, cada sintético que entra se desactiva de inmediato —añadió Orión.

    —Es por eso por lo que enviamos a un orgánico —finalizó Pentrex. Los generales quedaron en un total silencio.

    —¿Lograron controlar a un orgánico? —preguntó Menteón, más confundido que nunca.

    —Así es, general líder, hace más de un año raptamos una nave llena de orgánicos; era una nave de transporte que se dirigía hacia los Rocket, en Júpiter. La desactivamos al momento de cruzar el cinturón de asteroides. Trajimos a los humanos y les implantamos en la corteza cerebral una gema de adimirio muy especial.

    —Pero, si el adimirio libera a los orgánicos de sus límites corporales, les permite hacerse increíblemente fuertes, los transforma en…

    —Metaorgánicos, lo sé, pero esta gema estaba modificada, dentro de ella había un transmisor que nos permitía controlar a los humanos. Enviamos a uno de ellos. La misión fue exitosa, el orgánico obtuvo el objeto que estábamos buscando y se lo dio a Zeón. Sin embargo, los orgánicos se percataron de dicho intercambio y comenzaron a atacar a Trax, es por eso por lo que los mandé reanimar. Necesitamos nuestra flota más poderosa. Vayan de inmediato a apoyar a Zeón, esa es la orden. —Y, tras eso, la pantalla se deshizo entre destellos.

    —¡Ya oyeron al creador! Orión, Treón, Xilión, Épsilon, Brutón, alisten sus respectivas flotas y prepárense para un ataque masivo a la Luna.

    —¡Sí, señor! —dijeron todos al mismo tiempo y enseguida abandonaron la sala, dejando a Menteón solo.

    La inmensa nave Bitrax despidió varios fragmentos que igualaban su forma alargada y oscura, pero de menor tamaño. A su vez, los fragmentos se dividieron en varias partes, convirtiendo a la enorme nave en una numerosa tropa, con varias naves de batalla, las más grandes comandadas por los cinco generales sintéticos y lo que quedó de Bitrax, el más grande cuerpo en el espacio, obviamente comandado por el general líder.

    —Aquí general Brutón. Mi tropa irá a la cabeza, seguimos la lógica de que es la más rudimentaria, seguida por la tropa de Treón —dijo el más grande de los generales, comunicándose ya a distancia con sus pares.

    —Afirmativo. Aquí general Treón. Seguiremos de cerca a su tropa, Brutón —contestó Treón igualmente enorme que su casi idéntico par.

    —No llegaremos a tiempo si avanzamos por partes, arremeteremos con fuerza definitiva. A todas las tropas, les ordeno preparar velocidad AX. Aquí Menteón —intervino definitivamente el general líder.

    —¡Sí, señor! —afirmaron nuevamente los generales y todo el resto de los cientos de sintéticos que comandaban las diferentes naves.

    Inmediatamente, todas las naves, grandes y pequeñas, acorazados exploradores y artilleras, comenzaron a cambiar de forma, las más grandes más lentamente, quedando todas con una forma similar, como una uve con la punta hacia adelante. Enseguida se llenaron de destellos de luz plateada, abandonando por un momento su oscuro perfil y cargándose para aumentar su velocidad hasta los límites; llegaron a tal punto que superarían la luz varias veces.

    —Bitrax, velocidad AX ¡ahora! —alcanzó a ordenar Menteón antes de perderse con una luminosa explosión.

    Al interior de Bitrax, el entorno parecía ser un enorme túnel iluminado, la velocidad era tal que los objetos en el espacio se apreciaban apenas como luz, solo al centro se podía apreciar un punto oscuro. En la sala de navegación, Menteón, aún confundido, se preguntaba:

    —¿Qué clase de objeto puede representar tal importancia para el creador que lo obliga a arriesgarnos de esta manera?

    —Señor, según velocidad AX, se apronta la llegada a la órbita de la Tierra, nuestras ondas espías nos advierten que se encuentran en una batalla como no ha habido en muchos años. Llegaremos en diez, nueve, ocho, siete…

    —Bitrax, prepara modo de batalla apenas lleguemos.

    La Tierra permanecía serena en el espacio, cautivante con su azul belleza, brillante y lejana. Rodeada de dos enormes aros que la orbitaban y se juntaban formando una gran equis que la cruzaba en su totalidad. Esa era su única protección ante un ataque sintético en masa, un manto protector que desactivaba a los sintéticos que penetrasen en su atmósfera. Sin embargo, la Luna, ya habitada y con una atmósfera propia, no tenía tal protección; todo era rudimentario.

    A cargo de la Orden Balancista, la Luna aparecía orbitando la Tierra como un pequeño planeta gemelo, lleno de cárceles de imposibles escapes y bases militares, pero, aun así, desprotegido ante sus más peligrosos rivales. Muy cerca de la atmósfera lunar, dos flotas se confrontaban con toda su artillería. Los grandes cruceros espaciales disparaban desesperadamente contra la flota del general Zeón. Cientos de pequeñas naves se desplazaban velozmente por el espacio, atacándose unas a otras. Los acorazados terrestres se enfrentaban contra la gran nave Trax, comandada por Zeón, mientras que pequeñas naves con inteligencia artificial propia, conocidas como «artilleras», la defendían de una forma muy eficaz, pues estaban programadas para pensar más rápido que la mente humana. Una a una, las naves exploradoras o de ataque cercano tanto terrestres como sintéticas iban cayendo. La lucha parecía equilibrada, pero desde la Tierra llegaban nuevos refuerzos.

    —Aquí Tokomo, hacia la tlopa lunal, llegalemos plonto, no desespelen —anunció una voz proveniente de una enorme nave esférica blanca, que se acercaba al espacio en disputa: era Esfinge, nave de batalla diseñada especialmente para casos desesperados. Venía seguida de tres naves idénticas, Grifo, Pegaso y Ave de Fuego. Todas pertenecientes a las bases terrestres del ejército balancista.

    —General Tokomo, esperamos su apoyo. La flota sintética nos está exterminando, requerimos su pronta ayuda —dijo otra voz, proveniente de uno de los acorazados.

    —Aquí Dister III desde la Esfinge. ¿Recuperaron el adimirio rojo? —dijo otra voz proveniente de la misma Esfinge.

    —No, señor, los acorazados y naves de ataque sintéticos nos han presionado mucho, hace un rato que ya no los atacamos, ahora solo podemos defendernos de sus ataques. Lleguen pronto, están a punto de… ¡Ahh! —Un estruendoso grito desesperado se perdió en el espacio mientras el acorazado del que salía la voz se despedazaba tras un ataque directo desde la nave principal sintética Trax.

    Al interior de la Esfinge, en su sala de navegación, tres cabezas holográficas, acompañadas por un gran número de personas en sus comandos, se miraban entre sí con una expresión de preocupación.

    —Los sintéticos van ganando, Distel, debelemos aplesulalnos —dijo Tokomo, la cabeza holográfica con cabello alisado y ojos rasgados.

    —Espero lleguemos a tiempo —contestó Dister III, comandante de la nave, una calva cabeza holográfica que flotaba con un aire de seriedad y una voz grave.

    —Señor, los sensores de Grifo nos advierten de que en la órbita de Marte detectaron una flota diez veces mayor que se acerca rápidamente; está usando velocidad AX —dijo uno de los oficiales, vestido de uniforme azul oscuro, con el símbolo dorado de un círculo con una equis en su centro.

    —¿Son de los nuestros?

    —No, señor, me temo que son sintéticos.

    —¡Liberen sus tropas y preparen modo de batalla de inmediato! Grifo, Pegaso y Ave de Fuego, prepárense para recibir a esos malditos sintéticos —exclamó Dister, ahora con una agresiva expresión de preocupación. A lo cual los comandantes de las otras naves, todas cabezas holográficas de la misma especie, es decir, holoespíritus, asintieron con un fuerte «sí, señor»—. Nosotros iremos tras aquella nave que ataca nuestras tropas en la Luna; estoy seguro de que tiene el adimirio rojo.

    —Nos acelcamos. Disparen cañones de descargas electlomagnéticas ahola.

    —¡De inmediato, general Tokomo!

    Desde los extremos de la Esfinge se dejaron ver varios cañones alargados y plateados. De sus puntas aparecieron luces azules rodeadas de pequeños rayos, que poco a poco acumulaban energía, hasta producir enormes esferas disparadas hacia la nave enemiga. Enseguida, las pequeñas naves artilleras se lanzaron contra las esferas, sacrificándose para salvar a su líder.

    —No pudimos dar en el blanco, señor, está rodeada de exploradores y artilleros sintéticos —dijo uno de los cadetes.

    —Manden el escuadrón de exterminación —alcanzó a decir Dister III, justo antes de que en medio de la sala de navegación apareciera una pantalla holográfica, lo cual llamó la atención inmediata de todos los tripulantes de la Esfinge. Un ser metálico, con aspecto de armadura medieval, aparecía en ella.

    —Tripulantes de la nave orgánica, les habla el general Zeón, desde la nave Trax. Les advierto que estamos bien equipados y armados como para acabar con su flota entera. Retírense y les perdonaremos la vida —habló al fin el general con una grave y metálica voz.

    —¡No le hagan caso! Todo es palte de una manipulación, Zeón está ploglamado pala eso, ataquen con todo —se interpuso agitado Tokomo.

    —¡Pues, si no nos dejan escapar, deberán alcanzarnos!, si es que pueden.

    Y, tras esto, la pantalla se deshizo en el aire. Acto seguido, la enorme nave Trax comenzó a cambiar de forma, aún rodeada de pequeñas navecitas sintéticas. De a poco, se fue transformando hasta conseguir finalmente la forma de una uve.

    —¡Van a pasar a velocidad AX! —dijo uno de los tripulantes de la Esfinge, una gota de sudor le recorría la frente.

    —Pues hagan lo mismo —dijo finalmente Dister con una voz desahuciada.

    —Pero, señor…

    —Preparen la nave para velocidad AX… y luego abandónenla todos los tripulantes, solo quedaremos los holoespíritus.

    Los tripulantes comenzaron a abandonar la sala de navegación, corriendo como desesperados hacia los trasbordares de escape. Mientras la gran nave Esfinge, casi del mismo tamaño que Trax, iba cambiando de forma hasta quedar como una gran media luna. Cientos de transbordadores salían disparados, llenos de tripulantes. Casi todos la habían abandonado, salvo dos personas, que no se movieron de su puesto.

    —Cadete, abandone la nave, los seles vivos no tlanspasan el factol tiempo-espacio AX, sin tenel efectos secundalios —dijo severamente Tokomo a su subordinado.

    —No, señor, cumpliré la misión hasta el fin… como usted lo hizo en el pasado —contestó fieramente la muchacha.

    —Yo también, señor. —Tokomo les sonrió a ambos.

    —¿Cuáles son sus nombles?

    —Jordan, señor.

    —Walker, señor.

    —Sus nombles selan lecoldados como ejemplo de su valentía.

    Mientras tanto, la flotilla humana esperaba a Bitrax y al general Menteón, junto con el resto de los generales sintéticos, una vez que llegaron a la órbita de la Tierra.

    —¡Bitrax, modo de ataque enseguida!

    —Señor, el general Zeón prepara velocidad AX y, según procedimiento de transformación, la nave orgánica que la ataca también —intervino Bitrax mientras veía como la Esfinge se iba transformando poco a poco para convertirse en una enorme media luna.

    —Prepara enlace con Zeón de inmediato y cancela el modo de ataque. Los seguiremos.

    —Procedo, general Menteón. El enlace estará listo en tres, dos, uno… —Enseguida una pantalla apareció entre destellos, pero de inmediato se deshizo—. Demasiado tarde, señor. El general Zeón ya dio el salto.

    —¡Síguelo!

    A pesar de que acababan de llegar, salieron a toda velocidad. Las tres naves que esperaban a Menteón apenas lograron disparar esferas de energía, pero no la alcanzaron. Grifo, Pegaso y Ave de Fuego se quedaron ahí, estáticos, dejando todo en manos de la Esfinge, solo se encargaron de acabar con las pequeñas naves sintéticas que quedaron rezagadas.

    Ya muy lejos de ahí, y utilizando la aceleración extrema o velocidad AX, como era comúnmente conocida, Zeón, a bordo de Trax, iba seguido de cerca por la Esfinge. No se atacaban, pues cualquier disparo que lanzaran resultaba mucho más lento que el movimiento que las transportaba por el espacio.

    —¿Qué haremos, señor? No podemos alcanzarlos, pues llevamos la misma velocidad, ni tampoco podemos atacar a los sintéticos —dijo Walker, la fiera cadete, mientras los tres holoespíritus se mantenían expectantes.

    —Solo nos queda seguirlos, no los pierdan de vista —afirmó Dister, desganado.

    Menteón iba ya muy atrás, siguiendo la dirección que proyectaban Trax y la Esfinge, podía distinguirlos a lo lejos. La nave Bitrax, al mando del general líder, era unas veinte veces más grande que Trax y la Esfinge; sin embargo, las seguía a una velocidad similar.

    La velocidad AX superaba la velocidad de la luz y siempre se proyectaba en línea recta, pues era la única manera de doblar el tiempo-espacio.

    —Señor, el general Zeón ha tomado contacto. Inicia el enlace en tres, dos, uno —avisó con su voz femenina y metálica la enorme nave Bitrax mientras un impaciente Menteón se preparaba frente a la pantalla holográfica.

    —¡¿Qué estás haciendo, Zeón?! —gritó una vez que su interlocutor apareció en la pantalla.

    —Solo sigo órdenes, Menteón. Ahora mandaré el preciado objeto por transportación. Prepárate para recibirlo —dijo Zeón ya tomando mayor seriedad.

    —¿Qué clase de objeto obliga al creador a arriesgar así a sus soldados más fuertes? —Mientras tanto, a un costado de la sala de navegación, en un gran estante tubular, iba apareciendo una pequeña roca roja entre destellos anaranjados. Menteón se acercó para apreciar cómo se iba materializando.

    —Es trimirio, Menteón; los orgánicos lo llaman adimirio rojo. —Ya había aparecido del todo. La pequeña roca emitía una fuerte luz anaranjada desde su interior, como un pedazo de fuego petrificado.

    —No parece posible.

    —Pero lo es, Menteón, debes llevárselo a Pentrex. El creador lo precisa de inmediato. No conozco sus planes, solo sé que me reanimó antes que todos para esta misión y así es como la terminó.

    —¿Qué piensas hacer, Zeón?

    —No me quitaré a estos orgánicos de encima, así que cambiaré de dirección de forma perpendicular.

    —¡Zeón, estás doblando el tiempo-espacio!, ¡no sabes qué efectos puede tener un giro así!

    —Habrá que probar. —Y, tras eso, se cortó la transmisión.

    —¡Zeón! —Y, tras esto, la nave Trax, al mando del general Zeón, a toda velocidad hizo un cambio de noventa grados en su trayectoria al interior de la Esfinge. Los dos reclutas y los tres holoespíritus quedaron boquiabiertos e intentaron seguirlos, pero algo terrible comenzó a suceder. El túnel que rodeaba las naves en velocidad AX comenzó a concentrarse, como si el impulso de la velocidad utilizada chocara contra un punto en el espacio. Enseguida, un ensordecedor ruido de explosión desestabilizó las naves, provocando una disminución en su velocidad para luego abrir un enorme espacio de oscuridad: era un agujero negro.

    —Señor, los sintéticos provocaron la aparición de un agujero negro con el quiebre de su trayectoria —dijo Jordán, el cadete al mando.

    —¡Motores a toda máquina! —exclamó Dister, más preocupado que nunca. Lo mismo hicieron los otros comandantes de las naves sintéticas. Al mismo tiempo, las tres naves cambiaron rumbo en dirección contraria al agujero negro. Pero este comenzó a atraerlos con una gran fuerza—. ¡Aumenten la fuerza de los motores! —volvió a añadir Dister mientras afuera todo se iba rodeando de la oscuridad absoluta.

    —¡Señor, estamos a toda potencia! ¡El agujero negro no nos dejará avanzar!

    La oscuridad se iba expandiendo al mismo tiempo que envolvía a las tres enormes naves espaciales, que, frente a tal rival, parecían insignificantes. La fuerza de atracción era tan potente que un cinturón de asteroides comenzó a ser atraído hacia el núcleo. Ahora las naves no solo debían avanzar, sino además esquivar una serie de meteoros. La fuerza de gravedad de los cuerpos rocosos no ayudaba al desesperado escape. La oscuridad los comenzó a cubrir mientras en el interior se sentían insoportables turbulencias. Primero, fue Trax, que desapareció atraída por el monumental fenómeno; luego, vino la Esfinge y, finalmente,

    Enjoying the preview?
    Page 1 of 1