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Mujeres en clausura: El convento de Santa María Magdalena de Valencia
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Mujeres en clausura: El convento de Santa María Magdalena de Valencia

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En el proceso de renovación temática y metodológica experimentado por la historia, los estudios sobre las mujeres han cobrado especial protagonismo, y entre ellos destacan las investigaciones sobre religiosidad y espiritualidad. Tanto que, en algunos casos, el pasado de las monjas es conocido casi mejor que el de los frailes. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las dominicas, pues su memoria escrita quedó desperdigada a causa de los desastres bélicos y las convulsiones políticas contemporáneas, que condenaron al olvido a los grandes cenobios monjiles aquí fundados por la orden de Predicadores. El presente libro rescata al más antiguo de tales establecimientos: el convento de Santa María Magdalena, fundado en Valencia, inmediatamente después de la Conquista de Jaime I, y en pie durante seis largos siglos, a los que puso fin la exclaustración decimonónica.
LanguageEspañol
Release dateMay 5, 2014
ISBN9788437093567
Mujeres en clausura: El convento de Santa María Magdalena de Valencia

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    Mujeres en clausura - Emilio Callado Estela

    PRIMERA PARTE

    Capítulo 1

    EN LOS ALBORES FUNDACIONALES

    A comienzos del Trescientos el castellano Domingo de Guzmán fundó la orden de Predicadores, cuyos orígenes no pueden disociarse de la herejía cátara o albigense, como tampoco de las nuevas formas de religiosidad que el Occidente cristiano demandaba acorde con los tiempos y que el monacato cisterciense difícilmente podía ofrecer. La reconquista espiritual que el de Caleruega defendía pasaba por proporcionar a los obispos un instrumento a través del cual llevar a los creyentes el mensaje de la Iglesia, de ahí la importancia de la predicación. Claro que ésta no debía seguir siendo obra de monjes apartados del mundo y encerrados en sus monasterios, como hasta entonces, sino de hombres formados para ello y conocedores de la sociedad que les rodeaba. El concilio de Letrán, sin embargo, había decretado la prohibición de nuevas órdenes religiosas. Ello motivó que el proyecto dominicano hubiera de acogerse a la regla de san Agustín para poder ser sancionado por el papa Honorio III, en enero de 1217. A partir de este momento, y durante el resto de la centuria, los frailes blanquinegros –bajo la autoridad de un maestro general y los capítulos generales– consolidarían sus estructuras institucionales, expandiéndose a la par por toda Europa.¹

    Desde muy temprano contaron estos religiosos con una rama femenina de clausura, establecida por el propio fundador para recoger a las doncellas conversas de la herejía cátara y protegerlas de la misma. La primera de tales casas, consagradas a la contemplación como complemento y apoyo a la predicación itinerante masculina de sus hermanos de hábito, se había establecido en Prulla, muy cerca de Toulouse de Languedoc, el año 1205.² Sin embargo, los dominicos continuaban resistiéndose a ocuparse, como práctica normal, de los conventos de mujeres a ellos supeditados. Aunque la cuestión tardó tiempo en resolverse, poco a poco se iría elaborando una regla de vida para las monjas, cuya compilación encargaría el papa Alejandro IV al maestro general fray Humberto de Romans. El texto normativo llegó a su forma final en 1259, con las Constitutiones sororum ordinis Praedicatorum. En adelante cada cenobio, con dotación suficiente para su sostenimiento, una superiora al frente elegida por la comunidad y la oración, penitencia y trabajo manual como norma cotidiana, quedaría sujeto a la jerarquía de la orden.³

    Entre las fundaciones femeninas más antiguas levantadas en tierras de la Corona de Aragón –espacio privilegiado del proceso expansivo dominicano arriba aludido– se cuenta Santa María Magdalena de Valencia. Erigido poco después de la conquista de esta ciudad por Jaime I, fue de los primeros conventos en abrir sus puertas, y el pionero de los habitados por mujeres en el entramado urbano valentino.

    Poco se sabe acerca de sus orígenes en la partida de Na Rovella, junto al portal de la Boatella, una de las principales entradas a la urbe y vía importante de paso.⁵ Hasta el punto de confundírsele con otros dos establecimientos religiosos coetáneos muy próximos, cuyas instalaciones acabarían incorporándose a él tarde o temprano. Hablamos de la casa de mujeres pecadoras arrepentidas y el monasterio de la Penitencia de Jesucristo. Deshacer semejante equívoco aconseja referirnos a estas dos fundaciones antes de historiar la que nos ocupa.

    Localización de los principales monasterios valencianos. Plano de T. V. Tosca.

    La primera de ellas hunde sus raíces en la tradición, atribuyéndose al escándalo protagonizado por una aristócrata de nombre desconocido. A la agitada vida amorosa de esta noble dama se refirió ya el escritor mosén Jaime Roig, en una de sus más populares obras:

    Primerament/ d’aquell convent/ quin temps passat/ fonc començat,/ quant era horta/ fora la porta/ del Mur Antich,/ per fer càstich/ d’un horrent cas/ en lo camp ras/ deyas Rovella,/ aras se apella/ e se nomena/ la Magdalena, / hach mal inici/ del crim y vici/ abominable/ fet per diable/ dona vilment/ hac fonament./ La Pecadora/ qui gran senyora/ fon, e contesa,/ per fer revesa/ a son marit,/ seguint partit/ per sa fortuna/ se féu comuna/ en lo públich./ Fon son amich/ un cavaller,/ un mariner/ puix la-y tolgué/ e la-y tengué/ peix li venia./ Molt la seguía/ lo gran señor/ ple de furor,/ e la cercava:/ tot sol anava/ e desfraçat,/ desesperat/ cercant lo món/ quant ací fon/ lo marit seu/ de fet la veu/ vil envellida/ e mal vestida,/venent lo peix;/ allí mateix la volch matar,/ e degollar: carnicería,/ peixcateria/ se avolota/ tothom cuytà/ e la-y levaren,/ presa portaren/ a la cadena/ per fer smena/ de semblant vida./ Repenedida/ dins la caseta/ de parets feta/ hi fonch tancada,/ emparedada,/ sola reclusa:/ ya hui no s’usa/ lo emparedar, ni sola estar./ Lo marit comte/ donà per conte/ son exovar,/ e féu obrar/ lo monestir,/ per a sostener allí tancades/ dones errades/ d’incontinència./ Per temps avant,/ molts ajudant/ fon ampliat,/ e fon fundat/ de observança/ a la usança/ de prehicadors.

    Según este relato, extramuros del cap i casal, se habría erigido un cenobio –bajo la advocación de la Magdalena– para castigo de una condesa adúltera que, huida de su esposo, recaló en la ciudad, regentando la pescadería de su amante por cierto tiempo. Hasta que el deshonrado marido dio con su paradero. No logró matarla, pero la encerró de por vida entre las cuatro paredes de una casa por él auspiciada para féminas de igual trayectoria a la suya, como recogieron también las crónicas dominicanas más conocidas,⁷ los historiadores clásicos valencianos⁸ y algunas otras narraciones, la del dietarista José Agramunt, todavía en el siglo XVII, entre ellas:

    El año 1240 sucedió que una condesa muy principal de lexas tierras se fue de casa su marido y rompiendo por los límites de la honrra y de la nobleza se fue vagamunda por el mundo. Vino a Valencia y se puso en la casa pública de Valencia. Pero un caballero de Valencia, viéndola tan hermosa, la sacó de la casa pública y púsole casa aparte. Pero como esta señora ya havía perdido la vergüenza y estaba ya ella del todo rematada, se amancebó con un pescador, por lo qual hacía vida de pescadora. Y pescadora, ella iba en cuerpo a vender el pescado a la pescatería como las demás pescadoras. Sucedió que su marido el conde, desesperado y colérico, la iba buscando por el mundo para tomar venganza de su agravio. Después de haver corrido varias tierras vino a Valencia, y andando paseando por Valencia pasó por la pescatería y acertó a vender pescado la condesa. Él, así como la vido, la conoció, aunque estaba algo deslustrada. Y con grande cólera arrancó mano de la daga y la cometió como un león, de tal suerte que sino lo hubieran tenido la gente que se halló la huviera muerto. Prendieron al conde los ministros de justicia y el conde mandó que lo llevasen delante el rey don Jayme, que entonces estaba en Valencia, y el conde le contó todo el caso como pasaba. Visto el rey la deshonrra de este conde y la baxeza de tan gran señora, mandó el rey levantar una torre en la plaza del Mercado y que la emparedasen bien cargada de yerro y le diesen a comer por onzas. El marido suplicó al rey que allí mesmo le dexase edificar una casa dedicada a santa María Madalena, abogada de los penitentes, para que en ella lo pudiese hacer a menos costa de su reputación. El rey se lo otorgó y le dio dinero para ello y se fundó una casa de la penitencia de Jesucristo. Después fue convento de monjas dominicas con título de las Madalenas.

    En efecto, tras la conquista de Valencia se levantó una iglesia dedicada a la patrona de las pecadoras, junto a Na Rovella y aneja a un pequeño conventículo para descarriadas. Gobernado por una de ellas mismas, con título de priora y bajo la jurisdicción de la mitra, se mantuvo en pie hasta comienzos del Cuatrocientos. A partir de entonces otra fundación de similares características, la de San Gregorio, algo posterior en su origen y con ubicación distinta, se ocuparía de las mujeres arrepentidas.¹⁰

    El segundo de los cenobios mencionados es el de la Penitencia de Jesucristo o de los Sacos, levantado en las proximidades del anterior, también por las mismas fechas, a cargo de los hermanos ermitaños de san Agustín.¹¹ La extinción de éstos en el concilio lugdudense de 1274, junto a otras religiones mendicantes todavía no confirmadas por la Santa Sede, supuso el principio del fin de tal presencia en la Corona de Aragón, donde contaban con once casas distribuidas entre las principales ciudades.¹²

    A la rama femenina de los agustinos, ciertamente, pertenecían las monjas fundadoras de nuestro convento de Santa María Magdalena, procedentes de la casa del mismo nombre y filiación existente en Montpellier, «ya porque el rei era devotíssimo de esta santa, ya porque estimava mucho a las dichas monjas».¹³ Su establecimiento en Valencia pudo proyectarse antes incluso de la captura de la ciudad a manos cristianas, puesto que, en el repartimiento de propiedades urbanas de 1239, se les había concedido un pequeño espacio.¹⁴ Inmediatamente después de la caída de la capital –en aquellos días frenéticos en que el metropolitano multiplicaba sus actos de jurisdicción en que fundar sus pretensiones– se purificó «una mezquita» a modo de capilla y bajo la advocación de la Magdalena que Robert I. Burns identifica con el emplazamiento provisional de las religiosas que intentaban asentarse en el levante peninsular.¹⁵ Lo harían definitivamente allá por 1240, con el visto bueno de Jaime I.¹⁶

    El monarca se habría dejado llevar en su determinación por el consejo de los dominicos que lo acompañaban. No era poca la ascendencia ejercida sobre la corona por parte de los frailes de santo Domingo, recrecida si cabe a raíz de la importancia que éstos iban a desempeñar en la recién conquistada Valencia. Así lo explica la naturaleza de su apostolado, con una mejor organización y formación y utillaje más refinado que el de otras órdenes y dedicado a la predicación pública, la enseñanza de la Teología y la conversión de judíos y musulmanes.¹⁷ Resulta inevitable recordar los nombres de algunos de estos religiosos próximos al rey.¹⁸ Especialmente fray Pedro de Lérida, fray Berenguer de Castellbisbal, fray Miguel de Fabra y demás padres fundadores del convento de Predicadores –inaugurado en el otro extremo de la capital, cerca de la puerta de los Templarios y junto al río Turia– y a cuya tutela se acogería la nueva fundación magdaleniense.¹⁹

    Santa María Magdalena, en V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena..., op. cit.

    Cabría preguntarse por qué entonces los dominicos prefirieron a unas monjas de san Agustín y no a las de su religión. La Corona de Aragón, es verdad, carecía todavía de comunidades blanquinegras femeninas, aunque sí las había en Castilla, y más próximas por tanto, al menos geográficamente, a las hermanas del sur de Francia. Aún así debió de pesar más el estrecho vínculo de los frailes aragoneses y catalanes con el mediodía galo sostenido a lo largo del siglo XIII. No obstante, las primeras magdalenas afincadas en Valencia estarían organizadas al modo dominicano, aunque supeditadas al ordinario. Fueron tres estas mujeres, de mediana edad y rancia prosapia, preludio del marcado carácter elitista de la nueva fundación, a la que nobleza local y oligarquía ciudadana confiarían durante siglos la educación de sus hijas, que podía derivar o no en una vocación consagrada definitiva.²⁰ Sus nombres, sor Adalayda²¹ y sor Aleudis de Romaní²² y sor Catarina de Pesaro,²³ que fray Vicente Beaumont de Navarra hizo oriundas de las ciudades italianas de Rimini y Pesaro, respectivamente.²⁴ Para el padre Teixidor, por el contrario, las dos primeras no procedían sino de la Provenza,²⁵ donde existía gran devoción hacia la santa magdaleniense.²⁶ Natural de esta región era el hermano de ambas, don Arnaldo de Romaní, conocido noble al servicio del Conquistador.²⁷

    Con sor Adalayda al frente, en calidad de priora, garante de la regla y veladora de la clausura como prescribían las constituciones,²⁸ iniciaron las monjas su labor en la capital valentina con el favor de la casa real de Aragón, como tantísimas otras fundaciones medievales femeninas.²⁹ No en vano a ella –y a las dotes de las nuevas religiosas, normalmente en dinero– deberían su sostenimiento en los primeros años de existencia, pues al contrario que sus hermanos mendicantes no podían pedir limosna, predicar o exigir penitencias para poder mantenerse.³⁰ A la infinidad de concesiones reales sobrevenidas durante este tiempo se refirieron los cronistas de la orden:

    El invictíssimo señor rey don Jayme miró a este real monasterio como cariñoso parto de su devoción y real magnanimidad, y assí..., a más del sitio del monasterio y un gran espacio ante la puerta, con un pedaço de plaça y la mayor parte del barrio de la Rovella, por sus privilegios dados en los años 1240, 1269 y 1271, dio al convento varios censos, tierras y possessiones, las que amortizó con sus reales decretos en el año 1271 y 1275, dando la facultad de adquirir francamente el convento hasta la suma de cinco mil sueldos...³¹ Cuyo exemplar siguió el rey don Pedro el Grande, con su privilegio dado en el año 1268, siendo aún infante de Aragón.³² La sereníssima señora reyna doña Isabel, muger del rey don Jayme el Primero, professó entrañable cariño a las hijas de este monasterio..., y las dio una pingüe renta de sus propios bienes, con especial privilegio en 6 de abril de 1292. Concedió también salva y guarda real al monasterio, esse mismo año, con otro decreto dado en 13 de agosto, con el que le cubrió baxo el poderoso manto de su autorizado patrocinio.³³

    Sucesivas declaraciones pontificias se producirían también en aras de la consolidación de las instalaciones conventuales. En 1246 Inocencio IV autorizaba la posesión de propiedades y rentas por parte de esta comunidad, al tiempo que concedía cuarenta días de indulgencia a los fieles que subvencionaran su fábrica.³⁴ Otras tantas jornadas, con idéntico fin, otorgaría tiempo después el tercer obispo de la Valencia cristiana, fray Andrés de Albalat, de la orden de Predicadores.³⁵

    Igualmente muchos fieles y devotos empezaron a acordarse de las religiosas en sus testamentos. El portero real Aparisi les dejaría en 1247 diez sueldos, y otros tantos el pañero Pedro Oller, dos años después. Cinco sueldos más les concedieron en 1251 Ramón de Morella y Pedro Armer. Domingo Calderón, en 1252, les legaba doce dineros. Hasta cien sueldos de Guillermo Ochova Alemán fueron a parar a manos de las magdalenas en 1255. Al año siguiente el canónigo Bertrán de Teruel las obsequiaba en su última voluntad con medio centenar de sueldos más. En 1258 era Pedro Barberá quien testaba a favor del convento de Na Rovella doce dineros. Otros diez sueldos Lázaro de Vilella en 1259 y cinco Bernardo de Nausa en 1261. Hasta el hijo del antiguo reyezuelo musulmán de Valencia, Fernando Pérez, dejó a su muerte en 1262 cincuenta sueldos para Santa María Magdalena; y dos más, un año después, Barberán Oller. Un tal Guillem hacía lo propio en 1272, con diez sueldos para la priora y doce dineros para cada religiosa. Pedro Marqués donó también a la comunidad una cantidad similar en 1275...³⁶

    Para entonces las necesidades de las monjas habrían superado con creces el espacio urbano habilitado originalmente para ellas. El provincial de España de los dominicos –faltaban todavía quince años para la erección de la Provincia de Aragón–³⁷ logró que la Santa Sede, por medio de un breve datado el 25 de febrero de 1286,³⁸ permitiese al ordinario la venta de la vecina casa de la Penitencia, apenas habitada tras la extinción pontificia de los hermanos ermitaños, para cedérselo a las religiosas.³⁹ El documento en cuestión, sin embargo, no tuvo efecto hasta la plena incorporación de Santa María Magdalena a la familia blanquinegra. De ser ciertas las crónicas conventuales, la iniciativa correspondió a las propias afectadas y su entonces priora, sor Alamanda Rostayn,⁴⁰

    ... perquè en aquell temps floria molt en virtut y lletres la religió del gloriós pare sant Domingo y les dites religioses desijaven molt més perfessionarse, affectaren-se a la dita religió, tenint per cert en aquella fer-se’n més persones. Així, suplicaren ab gran instància... les acceptassen a la dita religió.⁴¹

    La versión coincide con la proporcionada por fray Vicente Beaumont de Navarra. Según éste, el obispo Albalat

    No se contentó con que los religiosos las instruyessen y asistiessen, como hasta entonces, sino que, restado de las repetidas súplicas e instancias de sus fundadoras, determinó encomendarlas a la jurisdicción, gobierno y total disciplina.⁴²

    En tales circunstancias el 25 de agosto de 1286 Honorio IV promulgaba una bula a favor de esta incorporación.⁴³ Por su parte el 17 de junio del año siguiente, desde Bourdeaux, el maestro general fray Munio de Zamora expediría patentes en igual sentido, deshaciéndose en elogios hacia las magdalenas.⁴⁴ Finalmente el nuevo obispo de Valencia, don Jazperto de Botonach, se ocuparía de ejecutar ambos rescriptos, «agregando, sujetando y encomendando dicho convento a la orden de santo Domingo».⁴⁵

    La vida de las monjas de Na Rovella quedaría regulada desde entonces por las constituciones femeninas de 1259 y las directrices de los diversos capítulos generales de la orden. Conforme a la tradición establecida por el patriarca de Caleruega, se les dio además un superior o procurador –encargado de velar por ellas tanto en lo espiritual como en lo temporal– perteneciente a la comunidad de Predicadores, siendo el primero de ellos fray Bernardo Riusach.⁴⁶

    Precisamente, con el respaldo del padre Riusach, recurrirían las religiosas a la corona para hacer valer sus derechos sobre las instalaciones de los ermitaños agustinos adjudicadas por Roma anteriormente. El 1 de abril de 1297 Bonifacio VIII ratificaba esta transmisión, otorgando a Santa María Magdalena los huertos, claustros, templo y demás dependencias del contiguo cenobio.⁴⁷ Tres meses más tarde el mismo papa eximía a las magdalenas del pago del diezmo de las tierras y demás posesiones, adquiridas hasta aquella fecha o todavía por hacerlo, que solían imponer los obispos o los legados apostólicos, librándolas de saldar, además, cualquier derecho o impuesto de los que pesaban sobre los seglares.⁴⁸

    No tardaron en iniciarse las correspondientes obras, impulsadas por el rey Jaime II, a cuyo interés se atribuye la remodelación conventual:

    Labrose templo más espacioso, claustros, dormitorio grande, obra por lo magestuoso insigne, y demás oficinas del convento; sóla la aula capitular quedó en pie de la antigua fundación... Con lo que se edificó entonces, quedó para aquellos tiempos con créditos de ser uno de los más espaciosos que en el reyno se encontravan, logrando timbre de fundador el rey...⁴⁹

    Completarían estas instalaciones otras igualmente habituales en los cenobios dominicanos de la época, a partir de los mínimos prescritos al respecto por las constituciones, a saber:

    Las casas de las monjas no sean curiosas sino llanas y baxas, y de tal manera concertadas que se pueda guardar mejor la religión, y principalmente las paredes y cerco del monasterio sea alto y seguro, que ni puedan entrar ni salir de la clausura, y no haya sino una puerta con dos llaves diferentes, la una por la parte de fuera y la otra por la parte de dentro. La de dentro guárdese fuera del monasterio, o dentro como pareciere al provincial. La de fuera se guarde de dentro, como la priora lo concertare y el convento. Haya torno por donde se den y se reciban las cosas necessarias para las religiosas, tan cerrado que ni por la parte de dentro ni por la parte de fuera se pueda ver cosa ninguna. En la iglesia hágase una ventana con su reja de hierro, de donde puedan oír los sermones, y dos confessionarios con rejas de hierro. Podrá haver un locutorio para negociar con los estraños, con reja de hierro. Y todas las sobredichas rejas serán dobladas o de tal manera que no se puedan tocar los de fuera a las de dentro, y haya puerta con llave a la parte interior, la qual no se abra sin licencia de la priora. Fuera de la ventana y rejas dichas no se haga otra.⁵⁰

    Además de estos espacios que permitían la comunicación con el mundo, no debieron faltar cocina y refectorio, acordes a la magnitud del recinto. Como probablemente tampoco enfermería, con algunas celdas para las religiosas necesitadas de cuidados, y casa de novicias, con lugar propio para la maestra de las mismas. O los patios, con uno o más huertos donde cultivar hortalizas, legumbres y frutas, base de la dieta comunitaria junto a la carne, el queso y los huevos, el pescado, los dulces y el vino, procedentes en su mayoría del exterior.⁵¹

    La remoción de tierras operada para asentar el nuevo edificio descubrió, según la tradición, un par de imágenes de la Virgen que, bajo la advocación de la Misericordia y la Caridad, gozaron de gran predicamento entre los fieles durante los siglos posteriores. Lo tendrían también un Cristo Crucificado, ubicado «en la sala que sirve de atrio interior a la puerta reglar del convento» y protagonista de no pocos prodigios, y otro llamado de la Providencia, en la iglesia propiamente dicha, de tamaño natural y entorno al cual se organizaría una cofradía de larga vida.⁵²

    Todo ello contribuyó a finalizar la fábrica magdaleniense, para cuya financiación Jaime II concedió numerosas limosnas y privilegios.⁵³ Particularmente, en 1301, una donación perpetua del tercio diezmo percibido por la corona en el lugar de Foios y sus alrededores, enclavados en la huerta de Valencia.⁵⁴ Tiempo más tarde la propia esposa del monarca se acordaría de las religiosas en su último testamento destinándoles algunas cantidades.⁵⁵

    Ulteriores concesiones reales se sumaron, durante la centuria y media siguiente a las ya referidas, permitiendo la plena consolidación de Santa María Magdalena. Así, en 1312 quedaba prohibido que en sus inmediaciones se levantaran construcciones efímeras o que cualquier estruendo pudiera perturbar la tranquilidad del lugar.⁵⁶ Una década más tarde las monjas contarían con horno propio «de coure pa».⁵⁷ Doña Leonor de Castilla otorgó a las monjas diferentes bienes, cuya donación confirmó su esposo Alfonso IV.⁵⁸ Entre 1349 y 1354 Pedro IV, además de ratificar todas las gracias otorgadas por sus antecesores, conferiría a la comunidad dominicana nuevas rentas, un huerto circunvecino y licencia para tomar del patrimonio real rentas suficientes para sustentar a las diez y seis mujeres que por entonces la integraban.⁵⁹

    1. Sin ánimo de exhaustividad, pueden verse al respecto P. Mandonnet, Saint Dominique: l’idée, l’homme et l’oeuvre, París, 1937; M. H. Viacaire, Histoire de saint Dominique, París, 1957; S.Tugwell, Santo Domingo y la orden de Predicadores, Palencia, 1963; V. D. Carró, Domingo de Guzmán: historia documentada, Tolosa, 1966; C. Palomo Iglesias, Santo Domingo de Guzmán del Ceratense y los dominicos españoles, Guadalajara, 1971; «Fratri predicatori», en Dizionario degli istituti di perfezione, Roma, 1975, vol. IV, pp. 923-970; J. M. Macías, Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de Predicadores, Madrid, 1979; H. N. Loose, Domingo de Guzmán y los dominicos, Santander, 1982; W. Hinnesbuch, Breve historia de la orden de Predicadores, Salamanca, 1982; F. Trapiello y Sierra, Santo Domingo de Guzmán y su orden, Vergara, 1983; H. M. Vicaire, Historia de santo Domingo, Madrid, 2003.

    2. L. Galmés Más, «Carisma fundacional de Domingo de Guzmán. Las monjas de clausura en la mente de Domingo», en Religiosas dominicas de clausura. Pasado, presente y futuro, Valencia, 1992, pp. 9-21.

    3. El texto completo latino de las Constitutiones sororum fratrum Praedicatorum de 1259 puede consultarse en formato CD en Constitutiones et acta capitulorum generalium ordinis fratrum Praedicatorum 1232-2001, Berlín, 2002. Una edición de las mismas, traducidas al castellano, en Regla de nuestro padre san Agustín, Doctor de la Iglesia, y constituciones o manual de las monjas del orden de[l] señor santo Domingo de Guzmán, que en esta reimpresión costea la Provincia de Andalucía del orden de Predicadores, Sevilla, 1765 [en adelante Constituciones o manual de las monjas del orden de[l] señor santo Domingo]. Remitimos en cualquier caso a M. de Fontette, Les religieuses a l’áge classique du droit canon. Recherches sur les structures juridiques des branches féminines des ordres, París, 1967, pp. 89-128; «Constituzioni dominicane delle monache domenicane», en Dizionario degli istituti di perfezione, 1974, vol. III, pp. 190-194; P Raffin, «Brève Histoire des constitutions des moniales de l’ordre des Prêcheurs», y A. Duval, «L’évolution historique de la condition juridique des moniales dominicaines», ambos en Mémoire Dominicaine, 13 (1998), y 16 (2002), pp. 118-119 y 148-172, respectivamente.

    4. M. Cruilles, Guía urbana de Valencia antigua y moderna, Valencia, 1875, vol. I, p. 362.

    5. Sobre la ubicación de las órdenes mendicantes en los espacios urbanos, veáse el trabajo de J. Le Goff, «Ordres mendiants et urbanisation dan la France médiévale. État de l’enquete», Annales ESC (1970), pp. 924-946.

    6. J. Roig, Llibre de les dones o Spill. Ed. F. Almela y Vives, Valencia, 1948, pp. 116-117.

    7. F. Diago, Historia de la Provincia de Aragón de la orden de Predicadores, desde su origen y principio hasta el año de mil y seyscientos, Barcelona, 1599, f. 254, y J. Teixidor, Antigüedades de Valencia, Valencia, 1895, vol. II, pp. 113-114. E incluso las magdalenienses, que darían por buena esta tradición, «segons que’s trau de scriptures y testimonis dignes de fe y hes inferix y trau de bona rahó conferint unes memòries ab altres». ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Fundatió, ff. 2-2v.

    8. Por ejemplo, G. Escolano, Década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reyno de Valencia, Valencia, 1610, lib. 5, cap. VIII, pp. 940-941, o P. Esclapés, Resumen historial de la fundación de Valencia, Valencia, 1738, pp. 78-79.

    9. ARCPV. Ms. 49 (5), J. Agramunt, Libro de casos sucedidos en la ciudad de Valencia, tanto antiguos como modernos, donde se hallarán muchas cosas curiosas y noticias de muchas fundaciones antiguas y noticia de todos los virreyes, obispos y arzobispos, desde el primero hasta el día de oy, pp. 294. Fue editado en Memoria escrita, historia viva. Dos dietarios valencianos del Seiscientos. Introducción, transcripción y notas de E. Callado Estela y A. Esponera Cerdán, Valencia, 2004, pp. 91-177.

    10. M.a A. Vidal Gavidia, La Casa de Arrepentidas de Valencia. Origen y trayectoria de una institución para mujeres, Valencia, 2000.

    11. G. Escolano, Década primera..., op. cit., pp. 937-939.

    12. R. I. Burns, El reino de Valencia en el siglo XIII. Iglesia y sociedad, Valencia, 1982, vol. II, pp. 460-464.

    13. J. Teixidor, Antigüedades de Valencia..., op. cit., vol. II, pp. 124-125.

    14. «Repartimiento de Valencia. Ed. P. Bofarull i Mascaró», en Colección de documentos inéditos del Archivo General de la Corona de Aragón, vol. xi, pp. 550 y 625.

    15. El testigo de vista que informa de todo ello presenció también la ceremonia de la catedral, por lo que no confunde Santa María con Santa María Magdalena; pero no está seguro del nombre, creyendo que tuvo lugar en la segunda. R. I. Burns, El reino de Valencia..., op. cit., vol. II, pp. 508 y 526.

    16. P. Esclapés, Resumen historial..., op. cit., p. 78.

    17. R. I. Burns, El reino de Valencia..., op. cit., vol. II, p. 455.

    18. B. Sorió, De viris illustribus Provinciae Aragoniae ordinis Praedicatorum. Ed. J. M.a de Garganta, Valencia, 1950.

    19. Pese a los trabajos de P. A. Pérez Ruiz, La fe, la historia y el arte en el antiguo convento de Predicadores de Valencia, Valencia, 1952; V. Gascón Pelegrí, El real monasterio de Santo Domingo. Capitanía general de Valencia, Valencia, 1975; y E. Callado Estela y A. Esponera Cerdán, «1239-1835: Crònica del reial convent de Predicadors de València», en El Palau de la Saviesa. El convent de Predicadors de València i la Biblioteca Universitaria, Valencia, 2005, pp. 15-32, la historia de esta gran fundación dominicana está todavía por hacer. Aunque cuenta para su elaboración con muchas fuentes documentales conservadas en la Biblioteca Universitaria de Valencia. Además de las referidas en la nota 38 de la Introducción, deben mencionarse también El palacio real de la sabiduría. Idea del convento de Predicadores de Valencia. Tomo tercero en que se trata de los obispos, prelados, inquisidores, confessores de reyes, cathedráticos y escritores hijos de este real convento (Ms. 149), de fray José Agramunt; o las Memorias históricas (Ms. 161), los escritos sobre priores setecentistas (Ms. 11 y 174) y el grueso de Varia (Ms. 13), del también dominico fray Tomás Güell. Posterior en el tiempo sería el padre Roselló, de quien se conserva –aunque en el Archivo del Real Convento de Predicadores de Valencia– sus Avisos y disposiciones de la ciudad y todo lo ocurrido en este convento. Títulos de menor importancia se localizan en el Archivo del Reino de Valencia. Clero, particularmente la Memoria de los frayles que han hecho profesión a 20 de diciembre de 1530, la Memoria de los difuntos desde 20 de diciembre de 1530 o el Libro de hábitos y profesiones 1532-1627 (Ms. 1340, 1603 y 2953), además de toda suerte de documentos de contenido económico.

    20. Este es el listado alfabético de los apellidos de las familias valencianas más linajudas, cuyas hijas vivieron entre estos muros a lo largo de seiscientos años: Almunia, Antist, Artés, Bellvís, Boïl, Bou, Bonastre, Brisuela, Catalá, Cardona, Castro, Castellví, Calatayud, Claramunt, Carriz, Cruilles, Centelles, Corella, Despont, Despuig, Esplugues, Estanya, Faxardo, Fenollet, Ferrer, Figuerola, Joan, Jofré, Ladró, Marrades, Mascarós, Monsoriu, Monserrat, Mascarell, Milán de Aragón, Peralada, Pertusa, Peñarrocha, Ponz del Milá, Pardo, Palafox, Puchades, Riusach, Rostany, Roiz, Roca, Romeu, Ros, Sler, Sanz, Salvador, Tallada, Tárrega, Villaragut, Vives de Cañamás, Vilarich, Valenciano, Vallebrera, Valterra, Zaera y Zanoguera. V. Beaumont de Navarra, Breve y devota descripción de la gloriosa celda del padre san Luis Bertrán, acreditada con singulares prodigios y favores celestiales, venerada en el real convento de Predicadores de Valencia, Valencia, 1722, pp. 30-31. Sobre el tema, véase A. Benvenuti, «La santedat en àmbits femenins: funcions i representacions entre l’Edat Mitjana i l’Edat Moderna», en Santes, monges i fetilleres. Espiritualidad femenina medieval. Revista d’Història Medieval, 16-17 (2001-2003), p. 9.

    21. Inauguró el priorato de este convento, que ocupó desde 1240 a 1247. Otras dos ocasiones volvería a ejercer como superiora, en 1262-1265 y 1271-1277. Muy apreciada por los reyes, falleció el 25 de diciembre de 1293, a los noventa y tres años. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Priores, ff. 24 y 27bis.

    22. Priora durante los períodos de 1257-1265, 1268-1271 y 1289-1291. El 2 de noviembre de 1295 murió. Ibíd.

    23. Segunda priora de Santa María Magdalena, entre 1254 y 1257. Falleció a la avanzada edad de noventa y siete años, asistiendo a su entierro el monarca Jaime II. Como en el caso de las otras dos fundadoras, sus restos mortales quedaron depositados en el aula capitular del convento. Ibíd.

    24. Y religiosas del convento dominicano de Santa Inés Virgen y Mártir de Bolonia. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena... , op. cit., pp. 17 y ss. Y como él, otros historiadores de la orden como M. José de Medrano, Historia de la Provincia de España de la orden de Predicadores. Primera parte. Progresso de sus fundaciones y vidas de los ilustres hijos que la ennoblecieron desde la muerte de su glorioso patriarca hasta el año MCCC. Tomo segundo. Desde el año de MCCXXI hasta el fin del siglo XIII, Madrid, 1727, pp. 295-296.

    25. J. Teixidor, Antigüedades de Valencia..., op. cit., vol. II, p. 122.

    26. A. Esponera Cerdán, «Algunos materiales sobre la vinculación de los dominicos con santa María Magdalena a lo largo de la Historia», Escritos del Vedat, 147 (2005), pp. 282-283.

    27. R. I. Burns, El reino de Valencia..., op. cit., vol. II, p. 509. En relación al linaje de los Llansol de Romaní, V. Esquerdo, Nobiliario valenciano, Valencia, 2002, vol. II, pp. 129-166.

    28. Y a la que se exigía vida ejemplar, pues «debe la madre priora, como cabeza y prelada de las demás religiosas, ser espejo de toda santidad y virtud y muy zelosa de toda la observancia regular, de tal manera que sea la primera en todas las cosas de virtud y santidad, como en el exercicio de la oración, freqüencia de los santos sacramentos, de penitencia y comunión, assistencia de coro y refitorio y casa de labor, para que con su exemplo, más que con palabras, enseñe y exhorte a las demás religiosas que hagan lo mismo». Constituciones o manual de las monjas del orden de[l] señor santo Domingo..., op. cit., capítulo I. Del oficio de la madre priora, pp. 106-110. Sobre el papel de las superioras en el ámbito dominicano, a través de las constituciones aunque para la época moderna fundamentalmente, A. Atienza López, «Autoridad y poder en los claustros femeninos de la Edad Moderna. Las prioras dominicas vistas desde los textos normativos y ceremoniales», en R. M.a Alabrús Iglesias (ed.), La vida cotidiana y la sociabilidad de los dominicos..., op. cit., pp. 50-72.

    29. M. W. Labarge, La mujer en la Edad Media, Madrid, Nerea, 1988, pp. 131-132

    30. M. Parisse, Les nonnes au Moyen Age, Le Puy, 1983.

    31. De estos privilegios se han localizado algunos en el Archivo de la Corona de Aragón. El de 29 de julio de 1271 decía así: «concedimus vobis Alandi de Romani... et omnibus dominabus ipsius monasterii... in perpetuum tantum spacium terre de Mercato nostro Valencie contiguum domibus vestris et ecclesie vestre quantum protenditur portificus vester qui est ante ianuam ecclesie vestre». aca. Cancillería real. Registros de Jaime I. Leg. 21, f. 4. En la misma fecha, puesta a la venta una finca de más de doscientas jovades, tras la muerte de su dueño Bononat Gía, funcionario real, Jaime I autorizó a la madre Romaní para que la comprara. Ibíd. La superiora ya había recibido del monarca, en 1268, diez masmodines josefinos anuales-cuarenta sueldos-a recaudar de las rentas de ciertos molinos. aca. Cancillería real. Registros de Jaime I. Leg. 15, f. 82v.

    32. «Lo senyor infant don Pere, fill del senyor rey en Jaume, estant en Burriana, a dotze de agost de 1268, confirmà a sor Aleudis de Romaní, priora de aquest convent, y al dit convent, la sobredita gràcia y privilegi dels cinch milia sous que havia fet lo senyor rey en Jaume, son pare». ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Privilegis de reys, f. 15. Ya monarca, en 1282 escribió a la entonces priora sor Alamanda Rostayn solicitándole aceptase como religiosa de Santa María Magdalena a Agnés Sala, hermana del amanuense del obispo de Valencia: «Venerabili et dilecte priorisse monasterii Sanctae Marie Magdalene Valencie. Rogamus vos quatenus Agnetem sororem Guillelmi de Sala, scriptoris venerabilis episcopi Valencie, recipiatis in sororem et monialem dicti monasterii nostris precibus et amore». aca. Cancillería real. Registros de Pedro el Grande. Leg. 60, f. 60.

    33. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena.., op. cit., pp. 76-77.

    34. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Gràties de papes, f. 11.

    35. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena..., op. cit., p. 70. Véase sobre este prelado J. Teixidor, Episcopologio de Valencia (1092-1773). Introducción y transcripción de A. Esponera Cerdán, Valencia, 1998, pp. 67-76, y E. Olmos Canalda, Los prelados valentinos, Madrid, 1944, pp. 45-49.

    36. R. I. Burns, El reino de Valencia..., op. cit., vol. II, pp. 509-510.

    37. V. T. Gómez García, «Los tiempos anteriores a la constitución de la Provincia», en La Provincia dominicana de Aragón. Siete siglos de vida y misión, Madrid, 1999, pp. 21-33.

    38. El texto de este documento pontificio, hoy perdido, en J. Teixidor, Antigüedades de Valencia..., op. cit., vol. II, pp. 118-119. Reproducido en el apéndice documental I, doc. 1.

    39. Por las mismas fechas, idéntica petición formularía el provincial para la adquisición del convento de Predicadores de Xàtiva, perteneciente también a los ermitaños agustinos. L. Robles, «El convento de Predicadores de Xàtiva», Fira d’Agost (1981), pp. 59-68; T. Echarte, «Xàtiva: convento de Predicadores», Papers de la Costera, 2 (1982), pp. 55-66; y M. González Baldoví, El convent de Predicadors de Xàtiva, 1291-1991, Xàtiva, 1995.

    40. Junto a su hermana sor Tymbors, había sido entregada en 1249 a la priora sor Adalayda de Romaní por su padre, don Rostany Guillem, uno de los conquistadores del reino de Valencia. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena... , op. cit., pp. 83-85. Ejerció como priora de Santa María Magdalena en 1281, 1287, 1293, 1296 y 1299, año este último en que falleció. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Priores, ff. 24, y Religioses y dots de aquelles, ff. 27bis-27vbis.

    41. Ibíd., Fundatió, f. 7.

    42. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena.., op. cit., p. 32.

    43. Bullarium ordinis fratres praedicatorum, Roma, 1732, vol. II, p. 15. El documento completo –en cuyo exordio podía leerse «Ex parte siquidem dilectarum in Christo filiarum priorissae et conventus monasterii Sanctae Mariae Magdalenae Valentinis, ordinis sancti Augustini, fuit propositum coram nobis, quod ipsae inclusae corpore in castris claustralibus, mente tamen libera devote Domino famulantes, de institutionibus fratrum ordinis vestri illas, quae ipsis competetant, hactenus laudabiliter observarunt»– se reproduce en el apéndice documental I, doc. 2.

    44. F. Diago, Historia de la Provincia de Aragón..., op. cit., ff. 254v-255. Véase apéndice documental I, doc. 3.

    45. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena.., op. cit., pp. 33-34.

    46. Pariente quizá de quien fuera baile del reino de Valencia durante muchos años, don Ramón de Riusach o Riusec. R. I. Burns, El reino de Valencia..., op. cit., vol. II, p. 526. Con este mismo apellido figuran varias mujeres en los listados de religiosas del siglo xiv. Véase apéndice documental II, documento I. A fray Bernardo le sucederían los padres Guillermo de Mosquerolis (1314), Miguel de Fraga (1323), Raimundo de Teus (1354), Francisco Beto (1377), Ramón Romeu (1387), Guillermo de Remis (1389), etcétera. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena..., op. cit., pp. 38-39.

    47. J. Teixidor, Antigüedades de Valencia..., op. cit., vol. II, p. 120. Reproducido el breve en el apéndice documental I, doc. 4.

    48. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Gràties de papes, f. 11.

    49. V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena.., op. cit., p. 46.

    50. Constituciones o manual de las monjas del orden de[l]señor santo Domingo..., op. cit., De los edificios, pp. 93-94.

    51. J. Meersermann, «L’Architecture dominicaine au XII siècle. Legislation et practique», Archivum Fratrum Praedicatorum, xvi (1946), pp. 136-190.

    52. Todavía en 1671, con ocasión de la gravísima sequía padecida en Valencia, «la cofadría del Santo Christo de Madalenas sacó el Santo Christo con una procesión muy devota por las calles de Valencia, cosa que pocas vezes lo ha hecho la cofadría, sino fue en otra ocasión por otra necesidad mui grande». ARCPV. Ms. 41, I. Benavent, Cosas más notables sucedidas en Valencia, f. 27v. Fue también editado en Memoria escrita, historia viva..., op. cit., pp. 21-90. Con posterioridad «la santidad de Clemente XI [la] enriquezió con varias indulgencias y gracias». V. Beaumont de Navarra, Compendio histórico del real convento de Santa María Madalena..., op. cit., p. 61.

    53. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Privilegis de reys, ff. 16-17.

    54. ACA. Cancillería. Liber patrimonii regni Valentiae, f. 136, doc. 4. Una copia en ARV. Clero. Ms. 1673, f. 8, p. 2.

    55. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Privilegis de reys, f. 16v.

    56. Ibíd.

    57. Ibíd., f. 17.

    58. El privilegio, fechado en 1331, en AHN. Nobleza. Fernán Núñez. Carp. 27, doc. 67.

    59. ARCSCS. Fondo Magdalenas. Libro antiguo de la fundación y privilegios... Privilegis de reys, ff. 17v-18v.

    Capítulo 2

    LAS TINIEBLAS DE LA CLAUSTRA

    Invadió un miserable sistema a todas las religiones por los años de 1350, dexando con una pestilencia formidable agotados los conventos y desiertos de moradores los monasterios. De todos murieron millares, y en esta Provincia de Aragón, de seiscientos y quarenta religiosos que poblavan sus conventos, murieron los quinientos y diez, quedando solamente con vida ciento y treinta. Para reparar esta quiebra, fue precisso admitir en todos los órdenes niños que en ella se criassen, a los que se les permitían los regalos y ensanches que la puerilidad requiere por alivio. De ellos hizieron ley al apetito y fue cundiendo este cáncer, con lamentable daño, quedando muy desmayados los fervores primitivos en los conventos.¹

    Con estas palabras resume fray Vicente Beaumont de Navarra el impacto que la crisis bajomedieval se cobró entre las órdenes religiosas en general, y la de santo Domingo en particular, para tratar de explicar las vicisitudes atravesadas por el convento de Santa María Magdalena desde mediados del Trescientos.

    Cierto que la peste de 1348 –especialmente virulenta en Valencia, según los anales blanquinegros–² provocó estragos en la Provincia dominicana de Aragón, constituida a comienzos de la centuria y con síntomas ya de cierta decadencia.³ Ello condicionó las prescripciones de los posteriores capítulos provinciales, en los que se ordenaría a todos los priores recibir cada año tres novicios obligatoriamente y atenuar la observancia de las leyes y constituciones propias.⁴ En nada ayudó a superar el panorama descrito, antes al contrario, el Cisma de la Iglesia, con graves repercusiones para la orden, sus Provincias y establecimientos religiosos.⁵ Iría así cobrando fuerza la denominada claustra, un modo de entender la vida dominicana alejado cada vez más de los postulados que la habían caracterizado desde sus orígenes. Entre sus rasgos más característicos estuvieron la supresión de la pobreza común; la proliferación de situaciones privilegiadas basadas en la posesión de grados y títulos; la posibilidad de vivir fuera de los claustros; o la larga permanencia de los superiores en sus cargos.⁶

    No parece que las magdalenas de Valencia constituyeran una excepción a este relajamiento generalizado. A comienzos del

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