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Ideologías excluyentes: Pasiones y razones ocultas de la intolerancia al otro
Ideologías excluyentes: Pasiones y razones ocultas de la intolerancia al otro
Ideologías excluyentes: Pasiones y razones ocultas de la intolerancia al otro
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Ideologías excluyentes: Pasiones y razones ocultas de la intolerancia al otro

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Nueva edición actualizada de 2021 en eBook, con prólogo de Enric Garriga Elies. Estamos en tiempos de cambios y crisis ecológica y económica, muy agravada por la pandemia de la COVID-19 que nos hace vivir una gran distopía mundial. Hoy la realidad es más “líquida” y la globalización asusta más. En el mundo persisten los conflictos bélicos, las crisis migratorias, el yihadismo, la islamofobia, el supremacismo, la xenofobia, el machismo, la homofobia… Los cambios progresistas que se producen en las relaciones entre géneros, grupos étnicos, culturales, religiosos, y en el colectivo LGTBI+, están siendo atacados en las democracias. Especialmente por la extrema derecha, experta en reafirmar identidades excluyentes que alientan el rechazo a los otros y su conversión en chivos expiatorios. De ello trata la nueva introducción del ensayo. Por otro lado, el texto original reflexiona sobre las pasiones y razones presentes en las ideologías excluyentes que han explotado el miedo contra los otros (mujer, judíos, gitanos), justificando su opresión. El tema central es la ideología nazi y las causas que hicieron posible el Holocausto, sobre todo el genocidio de judíos y gitanos. Finaliza hablando de la resiliencia que se consigue desde la educación, conociendo los discursos del odio, favoreciendo la reflexión moral, el cuidado de la democracia y de la memoria histórica, y dimensionándose en su versión afectiva y cooperativa.
LanguageEspañol
Release dateNov 12, 2021
ISBN9788413523538
Ideologías excluyentes: Pasiones y razones ocultas de la intolerancia al otro
Author

Yolanda Guío Cerezo

Doctora en Geografía e Historia (Antropología de América) por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Ha sido profesora asociada la UCM y enseñanza secundaria, así como asesora en un centro apoyo al profesorado. Sus investigaciones han versado sobre la ideología sobre la salud y la enfermedad en Extremadura. Como docente ha trabajado en la atención a la diversidad. Su compromiso social la llevó a trabajar en la política municipal durante unos años. Actualmente escribe ocasionalmente columnas, poesía y participa en conferencias y debates sobre temas de actualidad.

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    Ideologías excluyentes - Yolanda Guío Cerezo

    Prólogo

    Cuando en 2019 cayó en mis manos el libro de Yolanda Guío, Ideologías excluyentes, su lectura me atrapó enseguida por la claridad de sus tesis y, sobre todo, por el enfoque interdisciplinar y novedoso de la interpretación del fenómeno del auge de la extrema derecha y el neofascismo, por llamarlo de alguna manera comprensible.

    Por mi situación en la Amical de Mauthausen y otros campos, y como hijo de deportado a un campo nazi, son muchas las actividades, charlas y conferencias relacionadas con la memoria de la deportación y la prevención del fascismo que ocupan mi tiempo. Y en todas siempre llegamos a dos puntos clave: ¿cómo fue posible aquella barbarie?, ¿cómo es posible que aún hoy la gente, personas normales, puedan seguir y defender una ideología racista, sectaria y, finalmente, asesina? No podemos hallar la respuesta únicamente en los libros de historia. Hay que bucear, como muy bien nos indica Yolanda, en la antropología, la filosofía, la psicología, la sociología… porque debemos adentrarnos en lo más profundo del ser humano, de la esencia de la humanidad, con todas sus contradicciones y con todos sus claros y oscuros. Y este libro nos orienta por el buen camino del intento de comprensión.

    Repasando el texto de 2012 y ahora la nueva introducción de 2021, que lo mejora y adapta a la situación mundial actual, enseguida encontramos las palabras clave, los mojones de este camino del entendimiento de la pregunta global final: ¿por qué?

    El miedo es sin duda el agente que mueve e impulsa muchos otros comportamientos. El miedo es instintivo, visceral, irracional, animal. Un miedo que vinculamos a los mecanismos ancestrales de supervivencia y protección, y en consecuencia a lo desconocido, o a lo que percibimos como peligro para nosotros o nuestro entorno.

    Pero miedo también a lo nuevo, a nuevas formar de organización de la sociedad, a compartir y repartir equitativamente los recursos (percibidos por algunos como escasos). Miedo que se inyecta en los momentos más graves de las crisis mundiales. Una crisis global económica, social y ambiental, fruto del capitalismo salvaje y depredador que tiene en el fascismo, en determinadas épocas y contextos, uno de sus instrumentos ideológicos y políticos de gestión y difusión.

    Un ejemplo paradigmático lo tenemos en la crisis de los refugiados, personas obligadas a dejar sus territorios y sus formas tradicionales de supervivencia, de agricultura o pesca, por las guerras por el poder o por los recursos naturales, por la degradación de sus ecosistemas, o por el afán explotador del capital internacional. Refugiados e inmigración son el caldo de cultivo de los populismos excluyentes, a la búsqueda de un nuevo orden mundial donde parte de la población es considerada únicamente como elementos consumidores (con acceso solo a lo necesario para poder seguir consumiendo) y gran parte, por otro lado, que solo pueda aspirar a malvivir en condiciones infrahumanas al servicio de la minoritaria clase dominante.

    Y no podemos olvidar que la lucha por un planeta sostenible, que la sostenibilidad, debe incluir indisociadamente los tres elementos: ecología, economía y equidad. No puede existir sostenibilidad si no hay respeto por el medio ambiente y unas condiciones económicas y sociales justas entre toda la población.

    ¿Pero cómo lo hacemos?

    El libro nos adentra en los mecanismos psicosociales para conseguir la deshumanización de la víctima, pero también del verdugo. ¿Educación, como decía Adorno, para evitar que Auschwitz se repita?, o ¿educación para formar personas obedientes y planas, sin espíritu crítico ni capacidad de rebeldía, al estilo de la educación franquista?

    Una posible respuesta la encontramos precisamente en los lugares más trágicos y oscuros de la historia de la humanidad: los campos de concentración y de exterminio del nacionalsocialismo. Objetivos y voluntad que encontramos en los juramentos de Mauthausen y de Buchenwald, cuando los deportados supervivientes, de diferentes países, culturas, ideologías, creencias e idiomas, fueron capaces de unir sus sentimientos y sus voces, al unísono, para jurar que no desfallecerían hasta acabar definitivamente con el fascismo, hasta construir un mundo nuevo de hombres y mujeres libres y en paz, justo y solidario, entre todos los pueblos de la tierra. Un enorme mensaje de lucha y de compromiso por las libertades, la democracia y los derechos humanos.

    Estos juramentos, extremadamente vigentes hoy en día, son la fuerza y un golpe al núcleo de las teorías milenaristas, supremacistas y excluyentes. Son la fuerza de los valores republicanos, de la libertad y la fraternidad; de la solidaridad internacional encarnada por las Brigadas Internacionales, que vinieron a defender la República y a combatir el fascismo, procedentes de todo el mundo.

    Y, finalmente, como también nos cita con acierto Yolanda Guío, es Stéphane Hessel quien nos da el empujón definitivo. Hessel, deportado a Buchenwald como mi padre, nos llama a la indignación. Nos grita que nos indignemos ante lo que está pasando en el mundo, ante las injusticias. Nos exige que levantemos la mirada, que dejemos de ser pasivos, indiferentes, que sepamos en qué lado de la historia debemos estar, y que en nuestro caminar tengamos claro la igualdad de todas y todos, y la necesidad de unos valores desarrollados e impulsados a partir de lo público, de la res publica.

    La memoria de los luchadores y resistentes antifascistas que nos han precedido nos interpela, nos advierte… nos obliga a continuar su lucha. A retomar su testimonio. Como nos decía Jorge Semprún, la appellplatz de Buchenwald es el lugar más idóneo para reflexionar sobre Europa (y sobre el mundo) y su futuro…

    En su memoria, debemos seguir gritando: ¡Fascismo, nunca más!; y por ellos, por nosotros y por toda la descendencia de la humanidad, seguir gritando que estas ideologías excluyentes: ¡No pasarán!

    Enric Garriga Elies

    Presidente de Amical de Mauthausen y otros campos

    Abril de 2021

    Introducción

    ¿Por qué este ensayo? Tiempo de crisis y peligros populistas en la actualidad

    ¹

    Uno de los hilos que trenzan la historia de la humanidad es el continuo afán por librarse del miedo, una permanente búsqueda de la seguridad y, recíprocamente, el impuro deseo de imponerse a los demás aterrorizándolos.

    José Antonio Marina, Anatomía del miedo (2006)

    En el momento en que hago esta introducción a la reedición del ensayo, hace más de un año que comenzó la pandemia de COVID-19, que a día de hoy (abril de 2021) ya ha superado los tres millones de muertos en todo el mundo. Desde entonces estamos viviendo una crisis sanitaria y económica mundial sin precedentes, una gran distopía de la que se supone comenzaremos a salir cuando la vacunación global sea un hecho. Durante esta larga espera, la muerte diaria de miles de personas, el miedo al contagio, la paralización y deterioro de muchas economías, el obligado confinamiento total² o parcial de millones de ciudadanos en los cinco continentes, la restricciones de movimientos, los toques de queda, las dudas sobre el origen del virus, y sobre las vacunas que por fin se están dispensando, han propiciado la exacerbación de los enfrentamientos políticos y disparado los discursos populistas conspiranoicos de ciertos líderes mundiales y partidos xenófobos. Esos que siempre buscan culpables y aprovechan el miedo y la desesperación de la gente para sacar rédito político, local o mundial, generando un mundo más airado y con mayor desconfianza en los otros.

    Hemos podido observar, en países demócratas, que ciertos políticos han culpabilizado de la creación del virus a China, y de su expansión a esta y a grupos concretos de extranjeros, incluso a la forma de vida de los inmigrantes (como si el hacinamiento en las viviendas de las clases populares fuera algo elegible). Hemos visto cómo algunos gobernantes aceptaban desde un principio la muerte de sus compatriotas desde una lectura darwinista del sálvese quien pueda, sin cerrar la economía ni restringir la movilidad. Lo han hecho minimizando la peligrosidad del contagio y la letalidad de la enfermedad, mintiendo sobre los datos de forma flagrante, minusvalorando el trabajo y sufrimiento de los sanitarios, así como el de los pacientes de COVID-19, banalizando la muerte de tantos miles de ellos, siempre más entre los más desfavorecidos. En algunos casos estos líderes han combinado su visión darwinista con la religiosa, viniendo a presentar la muerte o la curación de las personas como destino divino.

    En España hemos sabido que ciertos gobernantes autonómicos, en los momentos más letales de la pandemia, han establecido protocolos que imposibilitaban que muchos de los ancianos de las residencias fueran atendidos en hospitales, sin que por ello se acometiera la imprescindible medicalización de sus residencias, lo que sin duda puede contemplarse como una inmoral medida eugenésica, por su exclusión de la sanidad pública a la que tenían derecho. Previamente llevábamos años asistiendo al desmantelamiento de dicha sanidad pública, uno de los buques insignia de nuestro estado del bienestar, de forma más o menos flagrante dependiendo de la comunidad autónoma. Por ello la brutal pandemia nos pilló mal preparados; lo más triste es que aún se está haciendo poco para solventarlo.

    La pandemia nos ha dado de bruces con la desigualdad de la población mundial en el acceso a los recursos sanitarios una vez más y, por tanto, con la susceptibilidad de salir con vida o no que tienen los ciudadanos contagiados según el lugar donde vivan y la riqueza del país o propia. También se ha producido y produce esta desigualdad en los países ricos, más cuantos menos recursos tiene su sistema público de salud y cuanta menos igualdad hay en las condiciones de vida de sus ciudadanos. Afortunadamente, hace ya meses que se están administrando ciertas vacunas contra la COVID-19 que están ayudando a salvar muchas vidas, pero la tiranía de las patentes no ha dado tregua ni en plena pandemia; por ello, los suministros van lentos en muchos países y en los más pobres ni siquiera se están dispensando.

    La gestión de la pandemia está desgastando a los Gobiernos, a veces más a los menos populistas, y está mostrando que, aunque hay gobernantes que dan su cara más siniestra, apenas sienten afectada su popularidad, pues saben enmascararse en eslóganes tan demagógicos que los ciudadanos menos informados y más volcados emocionalmente con su opción política no les retiran su confianza.

    La pandemia ha sido una espuela para la polarización política, ya en aumento desde hace años en muchos países demócratas de nuestro entorno. Esta polarización viene de la mano del auge del populismo más excluyente. Hablemos de ello y de su relación con este ensayo.

    ***

    En 2012, previendo que la crisis en la que estábamos instalados aumentaría la presencia de políticos populistas que se nutrirían de ideologías identitarias excluyentes, como ha ocurrido, publiqué este ensayo³. Lamentablemente, la preocupación que lo inspiró sigue vigente y, por ello, hemos de seguir observando

    cómo en todo este maremágnum de temores proliferan cada vez con mayor ímpetu especuladores del pensamiento, manipuladores de masas, victimistas (que a veces son victimarios), populistas y/o milenaristas de distinto pelaje que tienen una visión perversa de las relaciones humanas y no pueden apostar por un mundo de hombres y mujeres cooperando, porque les trastoca el milenarismo que llevan dentro, les derrumba una mente sin apenas preguntas y con demasiadas respuestas, siempre enferma de inseguridad y sedienta de ataques preventivos (Yolanda Guío, Introducción de Ideologías excluyentes, 2012, p. 12).

    Con la crisis económica previa a medio remontar, los problemas ecológicos⁴ y migratorios agravándose, y la llegada de una pandemia que ha dado lugar a una profunda crisis sanitaria internacional y está empobreciendo drásticamente a una mayoría de la población, la situación mundial actual resulta muy crítica. Como consecuencia, en ciertos entornos democráticos cercanos, el populismo identitario que alimenta la extrema derecha gana terreno, aumentando de forma grave la polarización de las sociedades civiles y dando alas a peligrosos discursos de odio. La pandemia está en recesión, ojalá termine pronto y podamos controlar posibles recidivas, pero la dinámica populista seguirá mientras no abordemos de forma más cooperativa el resto de problemas que tiene la humanidad. Y podemos hacerlo, pero para ello hay que frenar estos populismos excluyentes y no será posible si no los conocemos bien. Vayamos a ello.

    El miedo a los cambios y las crisis continuadas, profundas o infladas, son el caldo de cultivo propicio para expandir las ideologías populistas más demagógicas que están detrás de los discursos y programas políticos de aquellos líderes que se erigen en redentores del pueblo y la patria⁵. Estos líderes populistas siempre dicen que representan al pueblo y sus intereses frente a las élites políticas, económicas, etc., que consideran corruptas y equivocadas, aunque luego sus chivos expiatorios suelen ser otros, como veremos.

    Suelen tener un atractivo añadido para los sectores más decepcionados con los políticos precedentes y el propio sistema, se presentan como nuevos en el campo de la política, por lo que se desvinculan de la élite política del momento, o, si forman o han formado parte de ella, se convierten en feroces críticos de sus partidos previos. Lo tienen fácil; por un lado, el ejercicio del poder desgasta, más en tiempos de crisis (donde no valen medidas cortoplacistas), y, por otro, la negligencia o corrupción frecuente en bastantes políticos termina eclipsando el trabajo de todos, incluyendo el de los más éticos y profesionales. Este cuestionamiento de todos es frecuente en la calle y es lo que aprovechan los populistas para desprestigiar el sistema en su totalidad. También cuestionan lo políticamente correcto en democracia. En verdad de lo que dudan es de la propia democracia: no creen en ella, pero se suelen presentar como los demócratas más patriotas que tendrán firmeza para rescatar a la patria de los que —según ellos— la han usurpado, o la quieren usurpar, exponiéndola a peligros externos e internos. En consonancia con ello, pueden erigirse en representantes de la libertad del pueblo, como hizo Hitler en sus comienzos, y en garantes del orden y la seguridad aunque lo que sembrarán será violencia y caos.

    El populismo suele dar soluciones simples a problemas complejos. Son falsas soluciones, pero la desesperación, la ignorancia, el fanatismo, la rabia y el miedo a la incertidumbre —en distintas dosis, según los casos— de muchas personas, en tiempos de gran inestabilidad general y recesión económica, hace que sean abrazadas como si se tratara de antorchas que alumbran el camino a seguir. En este proceso, los líderes populistas siempre ofrecen culpables de lo que sucede, chivos expiatorios, en los que sus seguidores vuelcan toda su frustración y rabia, al tiempo que descargan su posible corresponsabilidad, por comisión u omisión, con las circunstancias político-económicas que padecen y con las frustraciones personales que arrastran. La peligrosidad de estos líderes es grande, puesto que dedican muchos recursos y energía a la propaganda, que siempre es demagógica, y plantean un mundo maniqueo en el que ellos son los valientes que luchan contra los malos.

    Los populistas de ultraderecha hacen girar sus discursos en torno al peligro de la globalización en términos de aumento de la pobreza nacional y de pérdida de la identidad común. Sitúan como objetivo principal la necesidad de salvaguardar la identidad étnico-racial, nacional (es decir, patriótica), cultural, religiosa o moral, etc. El nacionalismo excluyente suele vincular todas estas identidades, formando una identidad esencialista, con frecuencia supremacista, que se siente en peligro por la confluencia con el otro (externo o interno) al que culpan de todos los males (chivo expiatorio) y al que suelen simplificar: inmigrantes, musulmanes, comunistas, judíos, negros, gitanos, feministas, poder financiero internacional…⁶ Con frecuencia consideran que algunos de estos son aliados y otros son los mismos perros con distinto collar.

    El principal objetivo del ensayo era y es, al reeditarlo, explicar cómo se forjan las ideologías que justifican la exclusión y el maltrato del otro (es decir, excluyentes), buscando las pasiones, frustraciones e intereses ocultos que hay detrás, así como el tipo de ideas y creencias que les sirven de amparo, y los mecanismos que posibilitan que triunfen en parte de la sociedad o lleguen a instaurarse en la política estatal e internacional.

    Para ello, el primer foco lo he puesto en el análisis de algunos aspectos de nuestra manera de ser humanos: el miedo a lo diferente, el pensamiento dicotómico, la importancia no reconocida de las emociones en la elección de ideologías, la configuración de la identidad personal y social y el miedo a traicionarla, las relaciones entre poder e identidad grupal (entre el acoso y el victimismo), etc.

    A continuación he buscado las claves del éxito de las sempiternas exclusiones, maltratos y anhelos de control que se han tenido, o tienen, con las mujeres, sin duda el primer otro universal. El análisis del machismo como ideología excluyente respecto a las mujeres merece un capítulo por lo que tiene de omnipresente en el mundo desde la Antigüedad. Tal es su otredad que las mujeres, aun conformando más de la mitad de la población de las sociedades, siempre han sido en su conjunto tratadas como minoría a tutelar por los hombres (salvo contadas y relativas excepciones). Además, como veremos, es un tema clave para entender el rechazo al feminismo por parte de los sectores más conservadores y ultras de la derecha, que no quieren cambios profundos en las relaciones de género y familiares⁷.

    Los siguientes en el análisis de la exclusión, maltrato y control son los gitanos y judíos. Previamente ha sido importante desentrañar los prejuicios de la xenofobia, el racismo y la eugenesia, así como su relación con el prejuicio genealógico. El antigitanismo y el antisemitismo son fenómenos racistas que se extienden en el tiempo y en el espacio por todo el mundo (hablaré de sus concomitancias y divergencias)⁸; si bien es cierto que al antigitanismo no se le ha otorgado la importancia que tiene.

    El mayor interés del ensayo ha estado en estudiar con detenimiento las circunstancias que hicieron posible la existencia de un Estado totalitario genocida como el nazi. El régimen nazi organizó la matanza de millones de personas por razones de higiene racial y dominio mundial del pueblo ario (Holocausto), institucionalizando el funcionamiento de un engranaje criminal que comenzó exterminando a las personas cuya vida —para ellos— no merecía ser vivida (discapacitados, enfermos mentales o los considerados incurables, etc.), y siguió su trayectoria genocida generando un universo concentracionario que tuvo como principal objetivo la persecución, esclavización y finalmente exterminio de los judíos, en un delirio antisemita nunca visto. Dando lugar al genocidio más paradigmático de la historia humana, aunque no el único a manos de los nazis; los gitanos fueron el otro grupo racial gravemente diezmado⁹. Similar suerte corrieron muchos disidentes políticos alemanes y de países ocupados, religiosos (por ejemplo, Testigos de Jehová), homosexuales, civiles polacos, prisioneros de guerra eslavos (más de tres millones fueron soviéticos), negros…¹⁰ El cuantioso asesinato de eslavos, principalmente polacos y rusos, está relacionado con el antieslavismo de Hitler y su temor al comunismo que encarnaban. Entre los disidentes políticos o prisioneros de guerra que fueron deportados a campos de concentración cabe mencionar a los republicanos españoles que lucharon contra el nazismo¹¹. También hubo fusilamientos en masa de estas víctimas fuera de los campos por los Einsatzgruppen. En total se considera, por ahora, que la cifra de víctimas totales del Holocausto superó los 15 millones, seis de los cuales fueron

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