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Ahora van a conocer al Diablo: 10 testimonios de presos torturados por el chavismo
Ahora van a conocer al Diablo: 10 testimonios de presos torturados por el chavismo
Ahora van a conocer al Diablo: 10 testimonios de presos torturados por el chavismo
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Ahora van a conocer al Diablo: 10 testimonios de presos torturados por el chavismo

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About this ebook

El registro de 10 testimonios de presos torturados por el chavismo.
Este no es un libro feliz. Por sus páginas corren testimonios de hechos que nunca debieron ocurrir en una nación que fue una democracia; imperfecta, pero democracia. Había una separación de poderes y justicia para que quienes cometieran atrocidades en nombre del Estado fueran cast
LanguageEspañol
PublisherDahbar
Release dateOct 8, 2021
ISBN9789804250705
Ahora van a conocer al Diablo: 10 testimonios de presos torturados por el chavismo
Author

Oscar Medina

Oscar Medina es Periodista y caraqueño. Ha publicado en las revistas: Gatopardo, Rolling Stone Latinoamérica, Esquire, Poder, Capital (Chile), Yahoo! Noticias y en los diarios brasileños Folha de Sao Paulo y O Estado de Sao Paulo. En Venezuela publicó en los siguientes medios: Producto, Dinero, Exceso, Sala de Espera, El Universal, Estampas, UB, Clímax, Prodavinci, Konzapata, Al Navio, Crónica.Uno y La vida de nos. Coordinó la web y redes de Efecto Naím, fue editor en vertice-news y ahora es el editor de UB. Realizó un taller en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano de crónica, con Jon Lee Anderson. Actualmente se desempeña como periodista en El Estímulo. Es editor de Ahora van a conocer al Diablo. 10 testimonios de presos torturados por el chavismo.

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    Ahora van a conocer al Diablo - Oscar Medina

    Ahora van a conocer al diablo

    © De la presente edición, Cyngular Asesoría 357, C. A.

    © De la presente edición, Editorial Dahbar

    ISBN: 978-980-425-070-5

    Diseño de la portada:

    Jaime Cruz

    Corrección de pruebas:

    Mauricio Vilas

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

    Índice

    Agradecimientos

    Prólogo

    Emirlendris Benítez Rosales

    Kaoru Yonekura

    Diannet Blanco

    Rafael Uzcátegui

    Gabriel Valles

    Sinar Alvarado

    Luis Alexander Bandres

    Florantonia Singer

    Rafael Acosta Arévalo

    Lizandro Samuel

    Alonso Mora

    Tony Frangie Mawad

    Fernando Albán

    Erick Lezama

    María Lourdes Afiuni

    Francisco Olivares

    Franklin Caldera Martínez

    Faitha Nahmens Larrazábal

    Jhon Hader Betancourt Restrepo

    Oscar Medina

    Apéndice

    Tortura

    Wisława Szymborska

    Neurociencia de la tortura

    José Ramón Alonso

    Se dice con frecuencia que la tortura era el medio de salvar al culpable robusto y de perder al inocente débil; que en Atenas no daban tormento mas que por los crímenes de Estado; que en Roma no pusieron nunca en el potro a ciudadanos romanos para averiguar sus secretos; que el abominable Tribunal de la Inquisición renovó ese suplicio, y que, por consecuencia, debe causar horror a todo el mundo; que es tan absurdo dar tormento para averiguar un crimen, como fueron absurdos los juicios de Dios, porque muchas veces el culpable quedaba vencedor y muchas veces el culpable vigoroso y terco resistía el tormento, mientras que el inocente y el débil sucumbían en aquel caso y en este; que la tortura es un suplicio más largo y más doloroso que la muerte; que con ese suplicio se castiga al acusado antes de estar seguros de que ha cometido el crimen, y que se le castiga más cruelmente que matándole; que mil ejemplos funestos han debido desengañar a los legisladores de esa costumbre horrible que se abolió en muchos países de Europa, en los que consta que se cometen menos crímenes que en los países donde se aplica la tortura.

    Después de esto preguntamos por qué el tormento sigue aplicándose en Francia, que goza fama de ser una nación humanitaria y de costumbres apacibles, y se nos responde que subsiste porque está establecido, y confiesan que hay muchas personas benéficas en Francia, pero niegan que el pueblo sea humano.

    Si se aplicara la tortura a Jacobo Clemente, a Chastel, Ravaillac o a Damiens, nadie lo censuraría, porque se trataba de la vida del rey y de la salud del Estado; pero que los jueces de Abbeville torturen a un oficial para averiguar quiénes fueron los otros jóvenes que cantaron con él una canción antigua, que pasaron por delante de una procesión de capuchinos sin quitarse el sombrero, me atrevo a decir que esa barbarie, cometida en tiempos de ilustración y de paz, es peor que las matanzas de la Saint-Barthelemy, que se perpetraron en la época tenebrosa del fanatismo.

    Voltaire

    Agradecimientos

    A Gonzalo Himiob, Alfredo Romero y al equipo del Foro Penal Venezolano.

    A Martha Tineo, de Justicia, Encuentro y Perdón.

    A Provea.

    Y, por supuesto, a las víctimas y a sus familiares –víctimas también–, que tuvieron la disposición de contarnos sus historias para que este horror nunca caiga en el olvido

    Prólogo

    Tal como lo señala el texto introductorio del Protocolo de Estambul, el objetivo de la tortura es destruir deliberadamente no solo el bienestar físico y emocional de la persona, sino también, en ciertos casos, la dignidad y la voluntad de comunidades enteras. Es algo que concierne a todos los miembros de la familia humana porque ataca la misma base de nuestra existencia y de nuestras esperanzas de un futuro mejor¹.

    La tortura es, definitivamente, un acto grotesco e inhumano. Parece inconcebible que en el presente, luego de más de 70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos y de más de 200 años de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano², se mantenga, por parte de agentes del Estado o con su aquiescencia, la ejecución de actos de tortura psicológica o física. Tal como lo han determinado expertos de la Organización de Naciones Unidas, se siguen cometiendo actos grotescos contra la humanidad tales como la crucifixión, o mantener a personas con brazos extendidos y esposados a tubos o rejas; el pulpo, que se conoce como el acto de usar un cinturón de metal con cadenas para inmovilizar las muñecas y los tobillos; asfixia con bolsas de plástico; sustancias químicas o un balde de agua; golpes, a veces con un palo u otro objeto contundente, descargas eléctricas en los genitales u otras partes del cuerpo, etcétera³.

    Es inaceptable que las víctimas de tortura sigan siendo protagonistas de los informes emanados por diversas instancias internacionales de derechos humanos. Ciertamente, al menos jurídicamente ha habido progresos al haberse incorporado a la tortura como un crimen internacional. Sin embargo, a pesar de que se contempla el delito de tortura en normativas nacionales e internacionales y de la responsabilidad formal establecida por actos de tortura y tratos crueles e inhumanos, esta sigue existiendo.

    La humanidad ha logrado avanzar vertiginosamente en materia tecnológica. Desde hace mas de 50 años, por ejemplo, se han venido desarrollando las computadoras portátiles, los teléfonos celulares. Estas herramientas ya son parte de nuestra humanidad. La información global se ha hecho cada vez más accesible para los individuos del mundo a través del uso y desarrollo de las redes sociales. Sin embargo, el avance de la humanidad del hombre parece no ser tan rápido como para lograr que la tortura no siga existiendo. En el Reporte sobre Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas del año 2020⁴, se indica que 40.443 víctimas de tortura fueron asistidas directamente por la ONU.

    Por una parte, es una pena que siga existiendo la necesidad de un libro como este que nos corresponde introducir, el cual expone denuncias de torturas en Venezuela. Por otra, es fundamental que se alce la voz contra la tortura para que en un futuro próximo podamos escribir sobre tal fortaleza de un Estado de Derecho democrático, hoy ausente, que no solo permita resarcir a las víctimas de tortura y condenar a los responsables, sino que sea lo suficientemente eficiente como para prevenir la comisión de estos actos criminales.

    La tortura, en los términos legales, la cometen fundamentalmente los agentes del Estado, ya sea directa o indirectamente, con su conocimiento y aquiescencia. Al respecto, la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, de 1984, define la tortura como todo acto por el cual se inflijan intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a estas. Esta definición es igualmente tomada por el Protocolo de Estambul⁵.

    La República Bolivariana de Venezuela suscribió el 15 de febrero de 1985 la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de las Naciones Unidas, la cual fue ratificada el 29 de julio de 1991 y contenida en la Ley Especial para Prevenir y Sancionar la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos y Degradantes, por lo que no cabe duda alguna sobre las responsabilidades graves derivadas contra los actores directos o indirectos de actos de tortura.

    Ahora bien, las normativas nacionales e internacionales establecen responsabilidades no solo para quien comete directa o indirectamente los actos de tortura, sino que también definen sanciones para los funcionarios públicos que conociendo de casos de tortura no realicen las gestiones para establecer las responsabilidades. Especialmente, los operadores de justicia tienen el deber de investigar, procesar, juzgar y castigar a quienes resulten responsables de torturas o de tratos crueles, inhumanos o degradantes.

    Específicamente, la Ley Especial para Prevenir y Sancionar la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos y Degradantes, por un lado, en sus artículos 17 y 18, respectivamente, establece las penas de entre 15 y 25 años para los funcionarios públicos que ejecuten actos de tortura y de 13 a 23 años para los responsables de tratos crueles. Por otro lado, en el artículo 31 eiusdem se concreta la obligación de todos los funcionarios públicos, so pena de prisión de uno a tres años, de denunciar el delito de tortura cuando tengan conocimiento de ello. Asimismo, el artículo 32 establece concretamente que la Fiscalía del Ministerio Público tiene la obligación de investigar los hechos de tortura y plantea una competencia particular de la Defensoría del Pueblo al establecer que podrá participar en la investigación y acceder al expediente.

    De lo anterior se desprende que los funcionarios de la Fiscalía del Ministerio Público, de los tribunales, o de la Defensoría del Pueblo que, en ejercicio de sus funciones, de cualquier manera, tengan conocimiento de un acto de tortura, están obligados a investigar o requerir la correspondiente investigación. Por ejemplo, si en una audiencia ante un tribunal un procesado denuncia haber sido torturado, tanto el juez como el fiscal del Ministerio Público, quienes son partícipes de la audiencia, al tener conocimiento de dicha situación en virtud de lo dicho por la víctima, están obligados a requerir la investigación o proceder a investigar si es el caso.

    Lo anterior no implica, obviamente, que cualquier dicho de una víctima es prueba suficiente para establecer la veraz existencia del delito y menos aun las responsabilidades contra los perpetradores. Pero la denuncia de una víctima ante un funcionario público sí es suficiente para hacer efectiva la responsabilidad del funcionario de realizar o requerir la investigación oportuna y adecuada. Para ello el Protocolo de Estambul identifica los métodos de investigación y las evidencias para determinar las responsabilidades por el crimen de tortura.

    Existen varias opiniones publicadas por el Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de la ONU donde se indica que este organismo ha informado al Estado venezolano sobre casos de tortura y cuya investigación no parece haber ocurrido. Encontramos casos como el de Carlos Miguel Aristimuño de Gamas. En la opinión N.º 81/2019 del Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria en el período 86 de sesiones, del 18 a 22 de noviembre de 2019⁶, se indica que Aristimuño fue víctima de tortura y tratos crueles e inhumanos. También se encuentra el caso de Juan Requesens, sobre el que trata la opinión N.º 40/2019, aprobada por el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria en su período 85 de sesiones, del 12 al 16 de agosto de 2019⁷; allí se establece la existencia de torturas y tratos crueles e inhumanos contra el referido detenido.

    Anteriormente ha ocurrido también con los casos de Lorent Gómez Saleh y Gabriel Valles, opinión N.º 24/2018 (Opiniones aprobadas por el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria en su período 71 de sesiones, 17 al 26 de abril de 2018)⁸; de Gerardo Ernesto Carrero Delgado, Gerardo Rafael Resplandor Veracierta, Nixon Alfonzo Leal Toro, Carlos Pérez y Renzo David Prieto Ramírez. Opinión N.º 26/2015 (Opiniones aprobadas por el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria en su período 73 de sesiones, 31 de agosto al 4 de septiembre de 2015)⁹; y en el caso de Juan Carlos Nieto, Opinión N.º 29/2014 (Opiniones aprobadas por el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria en su período 70 de sesiones, 25 a 29 de agosto de 2014)¹⁰.

    La tortura por sí misma, tal como lo señalé previamente, implica un crimen de carácter internacional. Ahora bien, cuando se realiza de manera sistemática o generalizada contra una población civil determinada, adquiere mayor gravedad y constituye un crimen de lesa humanidad. Así lo establece el articulo 7 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional¹¹. Lamentablemente, Venezuela ha sido referida no solo por la Misión de Determinación de Hechos de la ONU, que estudia nuestra situación, como lo indicamos previamente, sino más recientemente por la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional en tanto país donde se presume que se han cometido crímenes de lesa humanidad de tortura.

    El 14 de diciembre de 2020 la Fiscalía del Tribunal Penal Internacional concluyó que, al menos desde el año 2017, existen suficientes razones para considerar que en Venezuela, además de otros crímenes como privación de libertad y abusos sexuales, ha existido la tortura como crimen de lesa humanidad. Igualmente, en sus conclusiones, aunque no oficializadas, por lo cual no son aún vinculantes, la exfiscal Fatou Bensouda determinó que procedía el inicio de una investigación formal de esa fiscalía ya que en Venezuela no habían ocurrido investigaciones efectivas en cuanto a crímenes de lesa humanidad respecta. Solo habría que esperar que el nuevo fiscal del Tribunal Penal Internacional, quien asumió el cargo el 15 de junio de 2021, ratifique o no la admisibilidad sobre esta investigación.

    Felicito a los coordinadores y autores de este libro por tan importante iniciativa y por la posibilidad de permitir que varias víctimas expongan su situación. Esperemos que estas reflexiones y situaciones contenidas en este libro sirvan para que cese cualquier acto de tortura en Venezuela y se haga justicia, fomentando, a su vez, un Estado de Derecho democrático que asuma a la humanidad como la piedra angular de las actuaciones de todos los ciudadanos y a los derechos humanos como su base.

    Alfredo Romero

    Director Presidente, Foro Penal

    16 de agosto de 2021

    Emirlendris Benítez Rosales

    Gracias a Dios ya no le pegan

    Kaoru Yonekura

    Cuando detuvieron a Emirlendris Carolina Benítez Rosales en la madrugada del domingo 5 de agosto de 2018, ella no conocía la palabra magnicidio. Tampoco sabía que un drone es un aparato que vuela y que también puede explotar y matar. Mucho menos sabía que la implicarían en el magnicidio fallido del sábado 4 de agosto de 2018 en la avenida Bolívar, de Caracas, porque ella supuestamente había atentado contra de la vida de Nicolás Maduro, Cilia Flores, el alto mando militar y los jefes de los poderes públicos durante el acto conmemorativo de los 81 años de la Guardia Nacional Bolivariana.

    ¿Cómo iba a saber todo eso Emirlendris? Desde entonces, ni su suerte, ni su presente, ni su futuro dependen de ella.

    Si no fuese una de las detenidas en la zona de resguardo del Instituto de Orientación Femenina (INOF), no tendría que caminar por el pasillo del piso 5 del Palacio de Justicia. No asistiría a una audiencia, sino a una diligencia en alguna calle de Barquisimeto. No tendría que vestir uniforme verde, sino lucir primorosa. No se avergonzaría por su piel repleta de picaduras de zancudos y alguna mordida de rata. No le dolería la espalda por las hernias discales ni la pelvis por el mioma, ni el seno por el encapsulamiento de la prótesis, ni las rodillas por la retención de líquidos. No estaría infectada quién sabe en cuál órgano ni se le dormiría la mitad del cuerpo por la parestesia en sus piernas y brazos.

    Emirlendris no sería lo que va quedando de una mujer tan frágil como la vida de las veintiséis presas políticas de Venezuela, según el Reporte sobre la represión política en Venezuela. Año 2020, del Foro Penal Venezolano.

    Es lamentable lo que está viviendo esa muchacha –comenta Joel García, abogado del diputado Juan Requesens, otro de los imputados del caso–. Contra ella no pesa absolutamente nada, no debería estar detenida, pero ya que lo está, debería ser absuelta. Es totalmente inocente y fue víctima de torturas atroces y aberrantes. Por eso está así.

    Como esta, son muchas las verdades que se susurran en el piso 5 cada martes de audiencia por el caso del magnicidio fallido y cada jueves cuando las audiencias son diferidas para estos días:

    Ese que usted ve ahí es uno de los fiscales denunciados por los privados de libertad ahí mismo en las audiencias. Él estuvo presente en las torturas y no hizo nada. No dijo nada. No le han hecho nada, susurra Melania, hermana de Emirlendris.

    Si se le preguntara a él, jamás contaría esta historia que tanto le han contado y de la que ya le ordenaron el final.

    * * *

    El sábado 4 de agosto de 2018, Yilber Escalona llamó a su hermano Yolmer para que le hiciera el servicio de traslado a Alberto Bracho Portu y José Miguel Estrada Zamurito desde Barquisimeto hasta Barinas. Yolmer le avisó a su novia Emirlendris y decidieron ir juntos. La perrita Azabache fue con ellos.

    Salieron al día siguiente a las 2:00 a. m., y pensaban aprovechar el viaje de retorno para comprar carnes y quesos a mejores precios. Ese era el plan. Pero justo antes de llegar a Acarigua, alrededor de las 4:00 a. m., los detuvo la Policía Nacional Bolivariana (PNB) en la estación La Coromoto del kilómetro 163

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