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Cachorro de Amor de Verano: Los Hart, #6
Cachorro de Amor de Verano: Los Hart, #6
Cachorro de Amor de Verano: Los Hart, #6
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Cachorro de Amor de Verano: Los Hart, #6

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About this ebook

¿Puede el amor reconstruir una relación arruinada?

Grady Hart y Linx Colson tienen un pasado que ninguno de los dos admitiría ante sus familias.

Linx no ha perdonado a Grady por obligarla a hacer algo de lo que se arrepiente, y Grady desconfía de ella por mentir y tratar de atraparlo.

Grady ha vuelto y quiere respuestas, mientras Linx lo mantiene a raya, manteniéndolo alejado de su perrita y su corazón.

¿Qué esconde Linx y qué hará Grady cuando la mujer que odia sea sin la que no pueda vivir?

LanguageEspañol
Release dateMar 3, 2022
ISBN9781667413907
Cachorro de Amor de Verano: Los Hart, #6
Author

Rachelle Ayala

Rachelle Ayala is the author of dramatic romantic suspense and humor-laden, sexy contemporary romances. Her heroines are feisty, her heroes hot. Needless to say, she's very happy with her job.Rachelle is an active member of online critique group, Critique Circle, and a volunteer for the World Literary Cafe. She is a very happy woman and lives in California with her husband. She has three children and has taught violin and made mountain dulcimers.Visit her at: http://www.rachelleayala.net and download free books at http://rachelleayala.net/free-books

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    Cachorro de Amor de Verano - Rachelle Ayala

    Cachorro de Amor de Verano

    Escrito por Rachelle Ayala

    Copyright © 2021 Rachelle Ayala

    Todos los derechos reservados

    Distribuido por Babelcube, Inc.

    www.babelcube.com

    Traducido por Celeste Mayorga

    Diseño de portada © 2021 Rachelle Ayala Publishing, LLC

    Babelcube Books y Babelcube son marcas registradas de Babelcube Inc.

    Summer Love Puppy: Copyright © 2017 Rachelle Ayala

    Todos los derechos reservados.

    Traducido del original por Celeste Mayorga

    Ninguna parte de este libro debe ser usada o reproducida de cualquier forma sin permiso escrito de la autora, excepto en el caso de breves citas insertadas en artículos críticos o reseñas.

    Los personajes y eventos descritos en este libro son ficticios. Cualquier similitud con eventos reales o personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia y no fue la intención de la autora.

    Todas las marcas pertenecen a sus respectivos propietarios y son usadas sin permiso bajo la ley del uso justo de marcas.

    Las canciones mencionadas pertenecen a los propietarios de sus derechos y a los artistas. No se citan letras ni se infringen los derechos.

    Contacta con Rachelle en https://smarturl.it/ContactRachelle

    Únete a la lista de correos de Rachelle en https://smarturl.it/RachAyala

    Recibe actualizaciones y charla con Rachelle en su Reader’s Club: https://www.facebook.com/groups/ClubRachelleAyala

    ––––––––

    Libros Gratis: http://rachelleayala.net/free-books

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    Aislada Navidad

    Navidades Veteranas

    Un Padre para Navidad

    Una Mascota para Navidad

    Una Boda para Navidad

    Los Hart

    Tortolitos Navideños

    Sabueso de San Valentín

    Gatito de Aventura Primaveral

    Navidad Chow Chow

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    Cachorro de Amor de Verano

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    Feliz Año del Ganso

    Romances Deportivos

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    Libros de Escritura

    Escribir una novela romántica en 1 mes

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    Historias de amor: Cómo escribir una novela romántica

    Amor Peligroso: Escribiendo un Suspenso Romántico

    Serie de Dulce Romance Los Hart

    Tortolitos Navideños, Rob y Melisa, Libro #1

    Sabueso de San Valentín, Larry y Jenna, Libro #2

    Gatito de Aventura Primaveral, Connor y Nadine, Libro #3

    Navidad Chow Chow, Brian y Cait, Libro #4

    Sabueso Nupcial de San Valentín, Larry y Jenna, Libro #5

    Cachorro de Amor de Verano, Grady y Linx, Libro #6

    Dog Days of Love, Dale y Vanessa, Libro #7

    Valentine Puppies and Kisses, Larry y Jenna, Libro #8

    Feliz Año del Ganso, Pete y Kim, Libro #9

    Para mi hermana Constance, que siempre amó a los perros, y a Sasha y Ginger, dos de sus maravillosas compañeras.

    Capítulo uno

    Hace cuatro años

    Las llamas se dispararon fuera de la pequeña cabaña. Los agresivos ladridos de Sasha se callaron. Se le aplanaron las orejas y se le erizó el pelaje mientras atravesaba la cocina hacia la puerta para perros.

    Una ráfaga de fuego atravesó la puerta y la bloqueó, lamiendo su nariz. Ella chilló, retrocediendo cuando el humo se precipitó hacia la cabaña.

    Jadeando por respirar contra el humo cada vez más espeso, Sasha corrió alrededor de la cabaña de madera. El olor acre le picaba en la nariz y ella agitó la cabeza salvajemente, sin saber a dónde ir.

    A ciegas, se arrojó contra las paredes y las puertas. Rascaba con sus patas, suplicando, esperando que su hombre viniera, pero no había otro sonido que el crujir de la madera quemándose.

    Tenía que salir. Tenía que escapar. Su pelaje se erizó en los extremos, y los gritos aulladores que salían de su garganta sonaban demasiado distantes para ser de ella.

    ¿Dónde estaba su hombre? ¿Dónde estaban las manos grandes y firmes que la abrazaban con fuerza y la hacían sentir segura?

    Un fuerte estallido la conmocionó hasta los huesos, y todo quedó extrañamente en silencio. Una vorágine de llamas se abalanzó sobre ella. El horror se apoderó de ella. Se incorporó sobre el sofá y se abalanzó sobre la ventana con sus cuarenta kilos.

    El cristal se hizo añicos y ella se precipitó a través de él hacia el porche en llamas, rodeada de llamas danzantes: rojas, amarillas y naranjas.

    ¿Qué pasó con el hombre que amaba? ¿Por qué no la estaba llamando?

    No había salida excepto a través del fuego, y Sasha quería a su hombre. Tenía que estar ahí fuera.

    Con los ojos y los pulmones ardiendo, se zambulló hacia la pared de fuego, dirigiéndose hacia el pequeño trozo de cielo que apenas podía vislumbrar.

    Corrió, corrió y corrió, rodando por la hierba para enfriar sus quemaduras, hasta que llegó a un arroyo.

    Con la lengua y la garganta resecas, las patas sangrando y en carne viva, se sumergió en el agua y dejó que la corriente se la llevara.

    Capítulo dos

    Grady Hart no recordaba la última vez que celebró su cumpleaños, especialmente con su hermana gemela, Jenna.

    Se sentó frente a una larga mesa de comedor en la casa recién reconstruida de sus padres en el Sunset District de San Francisco. Hace un año, un pirómano había incendiado su casa y habían perdido todas sus pertenencias, incluidas fotografías y videos de fiestas de cumpleaños pasadas.

    Un gran pastel, con veintinueve velas encendidas, estba colocado en la mesa frente a Grady y Jenna con el lema: «Nuestros gemelos, veintinueve para siempre».

    —Porque son buenos compañeros, porque son buenos compañeros... —cantaba la gran familia mientras usaban sombreros de fiesta y hacían ruido.

    —Prepárense para soplar cuando cuente hasta tres. —Cait, su hermana mayor, apuntó con la cámara.

    Jenna le dio un codazo a Grady.

    —Están apostando a que no podemos apagar todas las velas.

    —Será fácil para un bombero forestal. —Grady le guiñó un ojo a su gemela.

    Obviamente, no eran idénticos, eran gemelos niño-niña, y su color y apariencia eran tan opuestos que era difícil creer que fueran hermano y hermana.

    Grady era oscuro, con cabello y ojos castaños oscuros, y bronceado todo el año, gracias a su trabajo al aire libre, mientras que Jenna era pálida y rubia. También era una feliz recién casada, a diferencia de Grady, que era un tipo de hombre sin compromisos.

    Debajo de la mesa, el glotón perro sabueso de Jenna, Harley, cantaba con su voz aullante:

    —Aaahhrrooh.

    Obviamente estaba esperando que un trozo de pastel cayera accidentalmente al suelo. Otros miembros de la familia también tenían mascotas, incluido una dálmata, un gato atigrado gris y dos pequeños tortolitos cantando en su jaula.

    La familia siguió con la canción de cumpleaños y Grady miró las velas encendidas. El calor de veintinueve velas podría derretir el pastel y encender de nuevo la casa de sus padres.

    —No te preocupes. —Jenna le dio un codazo—. Todos los hombres aquí, excepto Dale, son bomberos.

    Dale era su hermano pequeño y la preocupación actual de sus bien intencionados padres. No le había dicho a nadie más que a Grady que había abandonado la universidad, porque no quería ser presionado para ingresar a la escuela de bomberos.

    Grady miró las veintinueve velas danzantes. Sus pensamientos se dirigieron brevemente a la cabaña que alguna vez tuvo en un lugar remoto en la cordillera de Sierra Nevada, y a su preciosa Sasha, la perra más valiente, inteligente y leal que un hombre podría amar.

    Todo se había convertido en humo mientras él estaba combatiendo otro incendio.

    Cait hizo la cuenta regresiva.

    —¡Tres, dos, uno, listo, soplen!

    Grady inhaló profundamente y sopló junto con Jenna, a veces en sentidos contrarios, con ella soplando en un sentido y él en el otro. Finalmente, empujaron las llamas en pequeñas bocanadas de humo negro.

    —¡Hurra! —lo vitoreó su familia, y su hermano mayor, Connor, le dio una palmada en la espalda—. Finalmente apagaste un incendio este año.

    Grady cerró los ojos brevemente, rechazando la imagen del último incendio forestal en el que se encontraba, aquel en el que el viento se convirtió en un tornado de fuego, tomándolo a él y a su compañero con la guardia baja.

    Había logrado aterrizar en la cara de una roca, lastimándose todo el cuerpo, pero su compañero no había tenido tanta suerte.

    Grady se estremeció cuando Cait lo tocó y gritó:

    —¡Sonríe!

    Jenna lo rodeó con el brazo e inclinó la cabeza hacia él.

    —Tú puedes. No dejes que Connor te moleste.

    —No estoy molesto —se quejó. Su hermano mayor, ahora jefe de bomberos de su propia estación, siempre lo había eclipsado.

    —Dije sonreír, no hablar. —Cait hizo un gesto con la mano—. No podemos cortar el pastel hasta que obtengamos fotos de ustedes dos.

    Grady pegó una sonrisa. Su madre se inclinó entre ellos, besando a los dos gemelos, seguida por su padre con las manos sobre sus hombros. Varias combinaciones incluyeron una foto de familia amplia y cronometrada con cada mascota en cada brazo, y en el centro de todo, Amelia, la hija de tres meses de Connor y Nadine, la bebé más bonita y adorable del mundo.

    Los pájaros cantaban, el gato maullaba y los perros ladraban como una tormenta, mientras Amelia arrullaba y balbuceaba. Su madre se rió, Cait cantó y su padre retumbó.

    —¿Pediste un deseo? —susurró Jenna cerca de él.

    —Estaba demasiado ocupado soplando como para desear. ¿Y tú?

    —Quiero un bebé —dijo Jenna, mirando a Amelia y sus hermanas. Tanto Cait como su hermana menor, Melisa, estaban esperando—. Todavía tienes tiempo para pedir un deseo.

    Grady apretó los labios en una línea sombría y exhaló por la nariz.

    —Soy demasiado mayor para los deseos.

    —Y yo soy demasiado joven para dejar de desear —dijo Jenna—. ¿Qué tal otro perro?

    —Perros no. —Grady sintió que un rugido de ira se encendía en sus entrañas—. Sin perros y sin mujeres.

    —Nadie dijo nada sobre las mujeres —dijo Jenna con un bufido—. ¿Hay una en particular que estés evitando?

    * * *

    Linx Colson frunció el ceño mientras cepillaba a su perra, Cedro.

    —¿Qué hacías corriendo por el arroyo?

    Cedro le dirigió una mirada funesta y bajó la cabeza, lo que le permitió a Linx quitar las rebabas y ramitas de su largo abrigo rojizo.

    Linx encontró a Cedro hace cuatro años después de que un incendio forestal se abriera camino hasta las afueras de su ciudad natal.

    Cedro se había quemado y había sufrido inhalación de humo. Tenía ampollas en las patas y partes de su pelaje carbonizadas, pero la perra había viajado valientemente por el arroyo y había encontrado su camino hacia un lugar seguro.

    A su dueño no le había importado publicar en ninguno de los foros de perros perdidos, ni apareció en la ciudad buscándola. Linx no se sentía demasiado culpable por quedarse con la perra, que obviamente necesitaba un hogar estable y amoroso.

    Tiernamente, Linx cepilló el exuberante pelaje rojizo de Cedro marcado con una cresta blanca en su pecho. Por lo que Linx pudo determinar, Cedro era una mezcla de chow chow y collie con un toque de Akita.

    Era inteligente, leal y muy cariñosa, le hacía compañía a Linx y le prestaba atención durante las noches solitarias en estas partes del bosque.

    —Ahí tienes, chica. —Linx desenredó lo último del flequillo de Cedro—. Toda bonita y atrevida de nuevo. No vayas corriendo por ese arroyo. ¿Me oyes? No hay nada ahí arriba para ti. Tu hogar está aquí, conmigo. Para siempre.

    Capítulo tres

    Grady era técnicamente una persona sin hogar, no es que importara cuando vivía en varios campamentos base de extinción de incendios durante todo el año. Los hemisferios norte y sur alternaban temporadas de incendios. Mientras que otros bomberos forestales volvían a casa durante la temporada baja, Grady se mantenía en movimiento, combatiendo incendios en zonas silvestres en California, Montana e Idaho la mitad del año y acampando en Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica durante la otra mitad del año.

    Durante casi diez años, era como un ave migratoria, moviéndose como un reloj por todo el mundo.

    El reloj se detuvo este otoño durante un malvado incendio al final de la temporada, lo que hizo que se retirara a casa con su familia. Había estado en el apartamento de su hermana gemela desde Navidad, el tiempo más largo que había permanecido en un lugar desde que se fue de casa después de la escuela preparatoria.

    —Ya que estás viviendo conmigo, también podrías ser útil —le dijo Jenna a Grady a la mañana siguiente en la mesa del desayuno.

    —¿Me estás diciendo que me mude? —Grady hojeó los mensajes en su teléfono celular.

    —No, por supuesto que no, querido hermano. —Jenna le revolvió el cabello—. Necesito ayuda con la colección de otoño, y ustedes, los bomberos forestales, son buenos con la máquina de coser.

    Jenna era una diseñadora de moda talentosa, y aunque ella también había tenido muchas aventuras, lo sorprendió al enamorarse de un bombero incondicional y leal, el último tipo de hombre por el que su hermana se había sentido atraída al crecer.

    —Reparar nuestros paracaídas y coser trajes no califica exactamente como alta costura —dijo Grady—. Por ejemplo, nuestros puntos de sutura no tienen que ser prolijos.

    —Es cierto, pero ya llevas medio año deprimido por aquí. ¿Qué pasó realmente ahí fuera? Sé que hubo una muerte en su tripulación.

    —Si supones que fue mi culpa, estás equivocada. —Grady se apartó de la mesa de la cocina.

    Las cejas de Jenna bajaron y su boca se abrió en un círculo.

    —Eso no es lo que estoy diciendo. Solo quiero saber cómo te sientes al respecto.

    —Hay riesgos en todo lo que hacemos, algunos más que otros. Además, no es que no esté haciendo nada. Estoy ocupado dirigiendo mi organización benéfica Perros para Veteranos

    —Cierto. —Jenna caminó hacia el refrigerador y sacó huevos, tocino y queso. Antes de casarse, nunca cocinaba, pero ahora que estaba decidida a convertirse en madre, había estado practicando con su esposo, Larry y, por extensión, con Grady—. Me pregunto por qué estás haciendo todo este trabajo con perros cuando tú mismo no quieres uno.

    —Sin conflicto de intereses. Tengo una lista de veteranos y los tipos y características de los perros que necesitan, y mi trabajo es estar atento a ellos, preferiblemente rescatarlos de los refugios. Si estuviera buscando un perro para mí, me gustaría quedarme con cada uno de ellos.

    —Solo necesitas uno —dijo Jenna, mirando hacia el lado del refrigerador donde Harley, el basset hound macho de Larry y ella, inhalaba su desayuno.

    Era un perro feo con la piel flácida, las orejas tan largas que se arrastraban por el suelo y una barriga abultada por su constante glotonería.

    —Buenos días. —Larry entró en la cocina y los saludó. Se inclinó y palmeó a su perro, claramente adorando al sabueso desordenado. Aún con los pantalones cortos y camiseta con los que dormía, lucía la sonrisa de saciedad de un hombre felizmente casado. Después de darle a Grady un breve asentimiento, se dirigió directamente a Jenna y la besó larga y duramente en los labios.

    Grady se dio la vuelta. Definitivamente estaba arruinando el estilo de vida de ellos al quedarse aquí. Ahí estaban, dos recién casados calientes, y tenían que compartir un pequeño apartamento de dos habitaciones con un cascarrabias que se había rendido con las mujeres y los perros.

    —Nada en tu contra, Harley, pero te tiras demasiados gases —dijo Grady mientras caminaba hacia la puerta de la cocina.

    El perro lo miró con los ojos caídos y sorbió su bebida, salpicando y batiendo agua con sus largas orejas colgantes.

    Tan descuidado, a diferencia de la perdida Sasha de Grady, que era hermosa en gracia y forma con un pelaje liso de color rojo claro, mechones de acentos blancos prístinos en su pecho y hocico, y orejas erguidas y alerta.

    Desaparecida y presuntamente muerta.

    Grady no había tenido la oportunidad de buscarla después de que su cabaña se incendiara, porque fue hospitalizado por inhalación de humo. Cuando fue liberado, lo habían asignado inmediatamente a una tripulación fuera del estado donde un incendio ardía fuera de control.

    Había estado atento a las páginas de perros «perdidos y encontrados» en línea, pero después de varias pistas falsas, se rindió.

    El fuego que había consumido su cabaña había comenzado justo afuera de la puerta de la cocina, atrapando a Sasha lejos de su puerta para perros. Si hubiera muerto, Grady solo podía esperar que se hubiera desmayado por la inhalación de humo antes de que las llamas la quemaran hasta dejarla crujiente.

    Parpadeando por la irritación de los ojos, Grady cerró la puerta del dormitorio en el que se alojaba. Viajaba ligero. En menos de media hora, tenía su ropa empacada. Era hora de que él regresara a la montaña y reconstruyera los restos de su vida inútil.

    Sin perros y sin mujeres.

    Solo había un gran problema. Su perra podría haberse ido, pero la mujer definitivamente no se había ido, ni mucho menos.

    Ella era una mujer parecida a una gitana de piernas largas, deliciosamente con curvas y cabello castaño, que ocupaba la residencia permanente tanto en sus sueños como en sus pesadillas.

    Linx Colson.

    Vivía cerca de su propiedad, como propietaria y directora del Centro de Rescate de Perros de Montaña.

    Y no podía confiar en ella tanto como podía escupir.

    La mujer era una mentirosa, una manipuladora y el peor tipo de broma, tan impredecible como un incendio forestal que se precipita en un frenesí, incitado por un viento rugiente.

    Caliente como un tornado de fuego imponente.

    E igual de peligrosa.

    Pero aun así, ella tenía lo que él necesitaba: perros que necesitaban un hogar. Incluso si tuviera que sacrificar su propia cordura, encontraría los mejores perros para los veteranos a los que sirvió, y eso significaba trabajar con el Rescate de Perros de Montaña

    Abrió su aplicación de correo electrónico y le envió a Linx Colson una solicitud de cita para conocer a sus perros disponibles.

    * * *

    El Centro de Rescate de Perros de Montaña se ubicaba en cuatro acres de tierra, bordeado por Sandman’s Creek en el sur y una gran pista de bosque en el este. Estaba en las afueras de su ciudad natal, Colson's Corner, lo suficientemente lejos como para que los ladridos de los perros no molestaran a los vecinos, pero lo suficientemente cerca para caminar hasta la plaza del pueblo. La parcela de tierra era demasiado pequeña para ser una granja en funcionamiento, pero lo suficientemente grande como para albergar a veinte perros en un granero de madera renovado.

    Linx vivía en una cabaña en forma de caja que servía tanto de oficina como de centro de adopción. Una valla de alambre rodeaba el centro de rescate, y ella había construido varias áreas cercadas lo suficientemente grandes para que los perros corrieran libres en el prado detrás del granero.

    Dirigir un centro de rescate era una lucha constante entre el alcance, la financiación, el cuidado de las mascotas y la rehabilitación. En este momento, debido al gran derroche de Linx al comprar un vestido de novia de diseñador que nunca necesitaría o usaría, el centro estaba funcionando en números rojos y en peligro de ser embargado.

    Ya había despedido personal y estaba a merced de los voluntarios, y todos los días, cuando llegaban las facturas, soportaba el estrés de morderse las uñas mientras tomaba prestado de sus tarjetas de crédito para pagar la electricidad, el agua y la comida para perros.

    Aún así, a Linx le encantaba rescatar perros, principalmente porque había fallado en todos los demás esfuerzos que había intentado.

    Los perros no juzgaban.

    Los perros no cotilleaban.

    Los perros no guardaban rencor.

    Incluso el perro más cruel, inadaptado y maltratado podría ser conquistado con mucha paciencia y una pizca de amor. A diferencia de los hombres, especialmente de cierto bombero forestal instructor con el que había tenido la desgracia de entrenar.

    Casi se sonrojó por la parte de «entrenar», pero rechazó los pensamientos traviesos. Había llegado demasiado alto cuando se trataba de Grady Hart, y él la había rechazado en su mayor momento de necesidad.

    No, los perros eran mucho mejores que los hombres, y después de su experiencia con Grady y lo horrible de su falta de responsabilidad, había decidido que para ella serían perros sobre hombres, para siempre.

    La mañana llegó temprano en el centro de rescate cuando los perros se despertaron y ladraron ante cada disturbio. Cedro, que dormía en la cama con ella, corrió hacia la ventana y ladró en dirección al granero, lista para salir a jugar con sus amigos.

    Linx bajó a trompicones las escaleras del desván y contestó el teléfono anticuado que sonaba insistentemente. Era una edición estándar de color negro con un dial giratorio. Estos teléfonos todavía funcionaban en su ciudad, y el mayor logro del ayuntamiento este año fue luchar contra la compañía telefónica para que mantuviera los teléfonos públicos fuera del restaurante y la tienda.

    —Hola —respondió antes de que la llamada pasara al contestador automático que heredó de su abuela—. Rescate de Perros de Montaña. ¿Qué puedo hacer por usted?

    La voz de una mujer sin aliento resopló y resopló.

    —Estaba trotando cerca del sendero de la curva del río y escuché chillidos agudos. Creo que es un cachorro recién nacido, pero tengo miedo de mirar. Está atascado bajo una maraña de hierba.

    —¿Está la madre del perro por ahí?

    —No, no la veo —dijo la corredora—. Vimos un par de perros callejeros en el campamento de Wildman, pero una perra no dejaría a su cachorro, ¿verdad?

    —Lo más probable es que no —dijo Linx, tomando un lápiz y papel—. ¿Puede decirme exactamente dónde está?

    —Claro, pero no puedo esperar. Mi familia está haciendo las maletas para irse en media hora y mi madre me dijo que volviera pronto.

    Linx anotó la ubicación lo mejor que pudo describir la corredora. El cachorro había sido abandonado a ochocientos metros del campamento, y Linx apostaba sus dientes a que la mamá del cachorro ya había empacado y se había ido con su familia.

    La temporada turística significaca un aumento en la cantidad de perros perdidos y abandonados, y el próximo espectáculo de fuegos artificiales del 4 de julio era una total tortura para perros y gatos, lo que hacía que corrieran en busca de refugio y, a menudo, se separaran de sus familias, especialmente si estaban acampando o visitando desde afuera de la ciudad.

    —Vamos, Cedro —dijo Linx mientras se ponía las botas y agarraba un pequeño portabebés que había comprado en la tienda de segunda mano. Los cachorros recién nacidos nacían ciegos y sin dientes, y no podían regular su temperatura corporal. Se preguntó sobre el estado del cachorro, su tamaño y raza, pero lo más importante era traerlo de vuelta y esperar que no fuera demasiado tarde.

    Mientras ella y Cedro caminaban un kilómetro por la ladera de la montaña hasta el campamento, Linx revisaba el espacio disponible en la perrera. El cachorro, por supuesto, dormiría junto a su cama con una bolsa de agua caliente, pero la perrera estaba a plena capacidad. Incluso tenía algunos perros juntos.

    Necesitaba realizar una gran promoción en los días previos al Festival de la Fiebre del Oro que finalizaba con una Subasta de Rescate el 4 de julio, y eso significaba gastar dinero que no tenía en publicidad y redes sociales.

    Revisó su teléfono celular en busca de correos electrónicos y frunció el ceño.

    El diablo siempre tenía el momento perfecto.

    Grady Hart le envió un correo electrónico con su lista de solicitudes de perros. Dirigía una organización benéfica que emparejaba perros con veteranos, y era el lugar perfecto para que algunos de los huéspedes más ancianos de la perrera encontraran un hogar.

    Pero hacer eso significaba volver a juntarse con Grady, y juntarse significaba una sola cosa.

    Primero la cama.

    Después hablamos.

    Lo había mantenido a raya fingiendo que no lo conocía de antes. Incluso había engañado a su familia. Había coqueteado con él en la boda de su hermana, y había usado lo último de su herencia como capital inicial para comenzar su organización benéfica; sí, las ganancias de ese desafortunado vestido de novia se destinaron a Perros para Veteranos. Muy imprudente, pero al menos había obtenido una reacción de él.

    Él todavía la odiaba, por supuesto.

    Y obviamente no confiaba en ella.

    Pero él había insinuado algo más, y ella le había seguido. Ambos sabían lo que vendría después si alguna vez se encontraban.

    Cedro dejó escapar un ladrido agudo cuando se detuvo frente a un tocón de secuoya gigante. Su nariz se movió y miró a Linx, moviendo la cola.

    —¿Lo encontraste? —Linx se guardó el teléfono en el bolsillo y se arrodilló frente al hueco del árbol.

    Quitó la maraña de césped y malas hierbas y jadeó ante la bola rojiza de pelaje mojado. La cachorra, una hembra, chilló y se contoneó cuando la levantó. Su hocico aspiraba aire y tenía los ojos cerrados. Su cordón umbilical todavía sobresalía de su ombligo.

    —Oh, dulce cosita. —Linx metió a la cachorra fría y mojada en el portabebés mientras Cedro la olfateaba y lamía—. Vas a tener una buena vida. Ya verás.

    La cachorra se acurrucó cerca del corazón de Linx, y aunque ya tenía una perra y un centro de rescate lleno de perros, Linx se enamoró de nuevo.

    —¿Debería llamarte Sasha? ¿O eso confundiría a Cedro?

    Cedar ladró y la miró con curiosidad, como si dijera que esos eran sus dos nombres.

    —Sasha no. —Linx acarició el lomo de la cachorra, abrazándola mientras caminaba—. ¿Qué tal Ginger? Cedro, ¿te gusta Ginger?

    —Guau. Guau. —Cedar rebotó felizmente y se dirigió a casa.

    Capítulo cuatro

    Grady se despidió de su familia al final de la cena semanal del sábado por la noche.

    —Me voy. —Levantó la mano para despedirse.

    Su padre y su hermano menor, Dale, apenas levantaron la vista de la televisión, mientras que su madre y dos hermanas embarazadas lo despidieron sin interrumpir su acalorada discusión sobre el parto natural versus el parto medicado.

    Connor, el devoto padre y esposo, estaba en su propio capullo de dulce y empalagoso amor con un brazo alrededor de su esposa y el otro acunando a su bebé.

    Sólo Jenna corrió hacia él, dándose cuenta de que esto era diferente a un adiós ordinario.

    —¿Te sientes bien? —preguntó ella, tocando su brazo—. Parecías preocupado.

    —Hacía planes. Los he molestado a Larry y a ti durante bastante tiempo.

    —No quise que te fueras. Sabes que puedes quedarte todo el tiempo que quieras.

    —Ya es tiempo —dijo él—. Tenías razón acerca de que yo estaba deprimido.

    —¿A dónde vas? —Ella envolvió sus brazos alrededor de él y lo abrazó con fuerza—. Te mantendrás en contacto, ¿no?

    —Lo haré. —Trató de liberarse y escapar, pero las acciones de Jenna llamaron la atención de Cait, quien sintió que era su deber como hija mayor entrometerse en la vida de todos sus hermanos menores.

    Caminó con su vientre embarazado.

    —Grady Hart. No te irás antes de los juegos de cartas.

    —Lo siento, pero tengo que irme —murmuró Grady con la mano en el pomo de la puerta.

    Cait entrecerró los ojos y evaluó su lenguaje corporal.

    —Estás tan nervioso como una comadreja de cola larga en una habitación llena de mecedoras.

    Grady se balanceó de un pie a otro, cuando la fuerte voz de Cait llamó la atención de su madre.

    —¿Te vas tan temprano? —preguntó mamá—. ¿Quieres llevarte algo de comida?

    —No, no es necesario. —Las palmas de Grady empezaron a sudar. Debería haberse escapado sin asistir a la cena familiar ni a la noche de juegos.

    —Te estás escapando, ¿no es así? —Cait concluyó, reconociendo su nerviosismo.

    —¿Oh? ¿Escapando? —preguntó mamá, inclinando la cabeza—. Puedes quedarte con nosotros todo el tiempo que quieras.

    Ahora que Cait contó todo, Grady abrió la puerta y dijo:

    —No puedo quedarme. Tengo que seguir moviéndome o me oxidaré.

    Esto abrió las compuertas, todos dejaron lo que estaban haciendo y fueron hacia él.

    Papá quería que volviera a los bomberos, mientras que mamá pensaba que debería establecerse y conseguir un trabajo permanente, preferiblemente cerca.

    Connor le deseó suerte con su pasión por los viajes.

    —Tienes que sacarlo de tu sistema antes de formar una familia.

    Mientras tanto, Jenna le hizo prometer que le enviaría fotos y actualizaciones de sus viajes. Melisa quería postales para su salón de clases, y Nadine quería que le diera un beso a su sobrina y que regresara para el baby shower conjunto de Melisa y Cait.

    —¿A dónde vas? —preguntó mamá—. Me preocupa que no estés echando raíces.

    Las raíces eran lo último que necesitaba, y nunca podría imaginarse compartiendo el mismo tipo de amor cálido y pegajoso en el que sus padres, y ahora la mayoría de sus hermanos, estaban envueltos. Acogedor, demasiado acogedor y tan sofocante. De todos sus hermanos, solo el despreocupado Dale era

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