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Hermosas Pinceladas
Hermosas Pinceladas
Hermosas Pinceladas
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Hermosas Pinceladas

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About this ebook

Max Martin has fallen on hard times. His career in journalism has taken a dive. His marriage is on the rocks and his two lovely kids are away.
A chance visit to a local Art Gallery sets him on a quest to find the Artist who he thinks is very trendy. Following this trail, the journey takes him across New Zealand and eventually across continents. Max decides to rejuvenate his flagging writing career by writing a novel, tentatively, titled: Beautiful Brushstrokes. He records all the research in his notes and eventually finds, part way through, that his quest is shaping up to be something more than a casual project.
What piece of artwork did he find in this gallery and where does the clue take him?
What are the findings that change his outlook on life and why is he subject to the vagaries of a whimsical fate that catapults him into this book?
Max will write this novel and find this artist. Thats the first step to regain his career.
Join his journey of discovery, not only of himself but of so many others in his quest for success- or failure!
LanguageEspañol
PublisherXlibris NZ
Release dateMay 25, 2016
ISBN9781499098280
Hermosas Pinceladas
Author

Marshall E. Gass

Marshall E. Gass vive en la ciudad de Manukau, Auckland Nueva Zelanda. Tiene una larga trayectoria como escritor de ficción y no ficción. Este libro supone su consagración como escritor de novelas. Lo mejor en la vida, dice, es que tienes que vivirla para entenderla, aprendes de los demás, pero ¡la vives a tu manera! el camino hacia delante se traza mirando hacia atrás, y volviendo a dibujar el mapa de tu viaje a través de la vida.

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    Hermosas Pinceladas - Marshall E. Gass

    © 2016 por Marshall E. Gass.

    ISBN:                  Tapa Blanda                      978-1-4990-9829-7

                                   Libro Electrónico            978-1-4990-9828-0

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Las personas que aparecen en las imágenes de archivo proporcionadas por Thinkstock son modelos. Este tipo de imágenes se utilizan únicamente con fines ilustrativos.

    Ciertas imágenes de archivo © Thinkstock.

    Información de la imprenta disponible en la última página.

    Fecha de revisión: 05/23/2016

    Para realizar pedidos de este libro, contacte con:

    Xlibris

    0-800-443-678

    www.Xlibris.co.nz

    726600

    Contents

    AGRADECIMIENTOS

    CAPÍTULO 1

    CAPÍTULO 2

    CAPÍTULO 3

    CAPÍTULO 4

    CAPÍTULO 5

    CAPÍTULO 6

    CAPÍTULO 7

    CAPÍTULO 8

    CAPÍTULO 9

    CAPÍTULO 10

    CAPÍTULO 11

    CAPÍTULO 12

    CAPÍTULO 13

    CAPÍTULO 14

    CAPÍTULO 15

    CAPÍTULO 16

    CAPÍTULO 17

    CAPÍTULO 18

    CAPÍTULO 19

    CAPÍTULO 20

    CAPÍTULO 21

    CAPÍTULO 22

    CAPÍTULO 23

    CAPÍTULO 24

    CAPÍTULO 25

    CAPÍTULO 26

    CAPÍTULO 27

    CAPÍTULO 28

    CAPÍTULO 29

    CAPÍTULO 30

    CAPÍTULO 31

    CAPÍTULO 32

    CAPÍTULO 33

    CAPÍTULO 34

    AGRADECIMIENTOS

    M i más profunda admiración para Catherine Newell . Durante un largo tiempo me habló del maravilloso universo en el que vivía, su pasión por la pintura y la poesía, su deseo de ser libre y productiva, y su búsqueda del bienestar espiritual. Estas y otras pequeñas anécdotas entre nosotros hicieron que este libro se convirtiera en una realidad. Agradezco todo lo que me enseñó. Gracias Catherine. Creaste un mundo feliz y especial para mí.

    Estoy agradecido a Michelle Jane-Hafer, mi editora. Desde el momento en que vio el manuscrito se puso manos a la obra para volver a escribir las innumerables frases, pensando en nuevas formas de escribirlas. Admiro esta tenacidad. Al final se convirtió en nuestro libro. Gracias Michelle-la perfeccionista.

    Para mi familia Maureen, Sarah y Jason. Siempre estuvieron ahí. Perdonando esos madrugones y largas noches y aceptando siempre las extrañas y maravillosas intrigas sobre las que escribía. Gracias.

    Para todas las personas y clientes de las múltiples galerías de arte que visité y a los que formulé preguntas imposibles con respuestas aún más complicadas. Todas ellas eran personas cultas y maravillosas que conocían muy bien su negocio y cuyas explicaciones se convirtieron en las mias propias.

    Sin las cientos de conversaciones ficticias que mantenía en mi cabeza con los protagonistas y sus interlocutores este libro no habría sido posible. Siento mucho haberos arrastrado por estas intrigas y situaciones casi como si fueséis personas reales. Me alegro de que no los seáis.

    Gracias a mis lectores. Si no fuera por vosotros no estaría aquí sentado escribiendo los agradecimientos

    CAPÍTULO 1

    T enía unos trazos de azul y una mezcla de morados entrelazados en un bordado de colores y sombras. El hábil toque de brocha y pincel sobre el basto lienzo, era como si estuviera haciendo el amor. La sensibilidad se mezclaba con la frialdad y el contorno resaltaba la estructura del marco. Aún cuando las diferentes tonalidades de ocre parecían descansar sobre un fondo de amarillos al atardecer, yacían majestuosos entre un estallido rojo abrasador de color, en la profundidad de una exquisitez enjaulada. El cuadro captaba tu atención enseguida. Se trataba de un gran cuadro. La imaginación quedaba presa en los vivos colores como si el tiempo se detuviera intentando descifrar lo que todo aquello podría significar. Había un áurea surrealista que lo rodeaba.

    Estaba interesado. Pocos cuadros llamaban mi atención de forma tan inmediata. Este cuadro reflejaba una fuerza que el artista de manera generosa, había invertido en su realización. Con retazos finos y gruesos, que se reflejaban como delicados hilos entrelazados en un paisaje de un crepúsculo en calma. Era lo suficientemente seductor y atractivo como para hacerme detener y mirar descaradamente el marco. Tenía que conocer al artista. Tenía que comprar este cuadro.

    ¿Quién era el artista? Tenía que suponer que era una mujer. Se reflejaba en la delicadeza de la obra, y por su puesto, por que estaba firmado por ‘Chris’ con un símbolo en rosa precioso y ‘monísimo’ situado en la esquina derecha.

    Las firmas de los hombres normalmente reflejaban cierta tozudez. Con sus firmas se erigían como dueños del arte sin pensárselo dos veces. Garabateaban sus nombres, como si gritasen, aprovechando cualquier oportunidad de llamar la atención hacia su frágil o pletórico ego. La firma venía a decir ‘esta es mi obra’ y se sabía inmediatamente que era obra de un hombre, como si una mente furiosa le hiciese merecedor de su propiedad.

    Había otros significados implícitos y ocultos en la firma.

    ‘¡No lo toques si no lo puedes pagar!’, ‘Que te jodan si no lo entiendes’ ‘Yo soy famoso ¿sabes?’. Todo esto es lo que se podría sobreentender de la firma de un artista masculino. Pero la de una mujer era tan delicada y diferente. Para descifrarla era necesario ser un experto.

    Los colores eran vivos y profundos. Las lineás eran limpias, combinándose sensualmente con complejas figuras. Las uniones del cuerpo principal rezumaban delicadeza. La mayor parte de las veces, las tonalidades y la textura empleadas en el cuadro reflejaban, como un espejo, lo que el pintor estaba pensando en el momento y el instante en que la obra fue concebida. En un día triste, se veían pinceladas irregulares, en días mas tranquilos, se distinguían lineás delicadas. La forma de mezclar la pintura, señalaban el momento del día y el humor del artista, como si se tratase de una brújula.

    El cuadro estaba firmado por ‘Chris’, pero, ¿quien era ella?. No había oído su nombre en toda mi vida. Después de innumerables visitas a tantas galerías de arte, nunca me había topado con ningún cuadro ‘Chris’. Estaba intrigado. Y aquí estaba, en el centro de la galería de arte Victors, exhibiendo cierto aire de superioridad, sanguinario, y con un toque aterciopelado que resaltaban su sensualidad.

    Victor, el director artístico, debió de ver las mismas cualidades y lo compró para su exposición. Victor Masters no era ningún aficionado a la hora de valorar el trabajo de la gente. Identificaba un cuadro a un kilómetro de distancia y con solo un vistazo te mostraba cosas imperceptibles para el resto de los mortales. Sabía quien era quien en el mundo del arte, donde vivían, y como trabajaban y pintaban. Era un maestro valorando obras de arte.

    Tenía que encontrarle y hacer ciertas averiguaciones.

    Victor estaba encantado de aconsejarme sobre el precio y de presentarme al artista.

    Estaba deseando que se produjese ese encuentro

    CAPÍTULO 2

    L a oficina de Victor era la típica de un director artístico, una oficina sin orden ni concierto con cuadros amontonados en las esquina, montañas de papeles y revistas, y muestras de arte en la pared. Había carteles publicitarios y un teléfono en el suelo, cargadores y armarios de acero inoxidable llenos en esquinas escondidas.

    A Victor le gustaba su desorden. Le pregunté una vez porque y la respuesta fue ‘no hay tiempo’.

    Era imposible discutir con alguien que un día está allí y al siguiente desapare. La galería era justo lo contrario al desorden de la oficina. Al atravesar el pasillo, por una alfrombra desgastada, entrabas en un lujoso estudio, con sofás de terciopelo rojo, mesas auxiliares de nogal y una gran mesa que ocupaba todo el centro.

    Este era el sitio donde Victor negociaba sus acuerdos, se encontraba con sus artistas, elogiaba o criticaba a sus clientes y cerraba ventas. Cuando una venta estaba cerca de cerrarse, de manera instintiva se dirigía al mueble bar. Elegía unos relucientes vasos de cristal, y sacaba su botella mas cara.

    Incluso las bebidas que servía estaban directamente relacionadas con el valor de la venta. Todas las visitas recibían la misma copa. Glenfiddich servido con una pizca de agua tónica, y un toque de Amargo de Angostura. A ningún cliente o artista se le servía una segunda copa de lo que habían tomado.

    Victor tenía su propia forma de llevar las ventas. La mejor venta conseguía la mejor bebida. La diferencia entre el vendedor y el comprador era la etiqueta, que a su vez indicaba el estatus de la persona con la que estaba negociando.

    Llegué justo a las 12pm. Sabía por propia experiencia que llevaba sus citas con una puntualidad obsesiva y rigurosa. Si llegabas tarde a una cita, se aseguraba de quitar esos minutos de la siguiente reunión. No existían excusas posibles. Estaba todo planeado al minuto.

    Me senté en el sillón mas cercano al mueble bar, sencillamente por que estaba allí por un trato que podría salir o no adelante. Estaba ahí para negociar la oferta que había hecho por el cuadro de Chris.

    Mientras conducía hacia la cita no podía quitarme el cuadro de la cabeza. Cuanto más miraba las anotaciones hechas en mi cuaderno, más me convencía de que tenía algo bueno entre manos.

    Me hubiera gustado pensar que había descubierto algún tipo de obra maestra, pero sin la verificación por parte de alquien experto en la materia, no podía reivindicar esta hipótesis tan arrogante. Victor guardaba muy bien el secreto. Lo que me sorprendía, es que exhibiera una obra de un artista desconocido en su galería junto a obras de otros artistas consagrados. Solo esto hacia pensar que había reconocido una obra de arte de valor y quería ver como evolucionaria el artista con el tiempo.

    Tenía que sacarle información.

    Negociar con Victor no era nada fácil. Cuanto más mostrase mi interés por el cuadro, mas subiría el precio. Cuanto menor interés mostrase, su indiferencia se haría evidente. Era un juego. Victor sabía cómo reaccionaba el mundo del arte a cada capricho o antojo.

    Mi oferta de 1,200 US$ fue descartada inmediatamente.

    ‘¡Venga Max! ¡Es imposible conseguir un cuadro de este valor por menos que eso!’

    ‘Pero es nueva en el mercado, nunca había oído hablar de ella’ argumenté, sin querer ceder terreno.

    ‘Tienes razón, Max. Pero hay algo en el cuadro que llamó tu atención. ¿Que fue? ¿El mismo equilibrio y elegancia que también llamó mi atención?’

    ‘Bueno, debería de decir que fueron la intensidad de los colores y la forma en que los trazos resaltan otros aspectos del cuadro según lo veo yo. Creo que llevaría un tiempo entender lo que el artista está intentando transmitir. De manera que obviamente, de forma egoista, lo quiero cerca para esos momentos en que deseo admirar su belleza sin necesidad de dejar la comodidad de mi hogar’ contesté, esperando no sonar muy interesado, a pesar de ser consciente de que seguramente le había dado pie a subir el precio más de lo que yo deseaba

    ‘Vaya Max, esa es la misma razón por la que lo incluí en el catálogo de la galería.’

    ‘Vale, ¿hay mas interesados en el cuadro?’ pregunté. ‘Veo que ha estado incluido en el catálogo desde principios de mes. ¿Hay algún otro comprador?’

    ‘¡Si!’ Victor afirmó. ‘Vino ayer una mujer queriendo conocer más sobre el artista. Tenía algo de información pero no mucha. Estos artistas vienen y van y muchas veces desaparecen. Es gente muy caprichosa. De vez en cuando aparece un artista, hace un gran trabajo, gana mucho dinero y luego se esfuman en una nube de humo de mariguana, metanfetaminas, alcohol, relaciones rotas, y se van a viajar por el mundo. Cuesta mucho tiempo convencerles de que vuelvan al mundo de la pintura.’

    ‘¡Sabes bien como va el tema, Victor!’ afirmé.

    ‘¡Si, lo sé! Llevo años en este negocio. Me debería de haber jubilado hace tiempo. Haber vuelto a mi Bach, haberme mudado con mi amante o con la chica de turno, ¡y haberme pasado el resto de mis días bebiendo vino y disfrutando del atardecer!’

    ‘Supongo que no es nada fácil. El dinero que se genera en este negocio te ha mantenido atado a esta galería. Me he dado cuenta de que cada poco tiempo dices lo mismo. Pero cada verano vuelves y sigues adelante. Supongo que estás esperando a que un Van Gogh o Picasso aparezca perdido en algún basurero y cuando consigas esos millones, ¿entonces igual por fin te retiras?.

    Victor se mantuvo en silencio. Su mirada parecía perdida en la distancia.

    Debía de haber oído historias parecidas antes. En ese momento probablemente estaba preguntándose cuando aparecería ese Van Gogh. Pero eso no iba a ser fácil. Wellington era una ciudad pequeña. Había muy pocos artistas deambulando por ahí. La mayor parte de la población eran jubilados. Habían trabajado en las fábricas todas sus vidas, racaneando y ahorrando cada céntimo para la jubilación. Guardándolo en alguna caja fuerte de un banco y mirando como sus ahorros crecían cada mes céntimo a céntimo, hasta que, al final, a la avanzada edad de 65 años, fuese hora de darse por vencido.

    Había solamente dos tiendas de antigüedades en la ciudad. Estaban lo más lejos posible la una de la otra. Estaban todo el día discutiendo y peleando por todo. Extendían rumores, cotilleos, y se aseguraban de que toda la gente nueva en la ciudad supiera lo buenos que eran, y lo malos que eran los otros. Desafortunadamente, la carretera principal pasaba por el medio de la ciudad dividióndola en dos. La gente que entraban por los barrios del norte iban a la zona norte, y los que lo hacían por el sur, se dirigían hacia los del sur. Así es que las tiendas se mantenían en guardia, imaginando que los clientes iban primero a sus tiendas, cuando en realidad no iban a ninguna de las dos. Segun llegaban turistas pasaban como un rayo por la otra tienda y seguían su camino.

    Así es como llegó la calma entre estas dos tiendas siempre a la gresca.

    Victor abrió su pequeña galería de arte justo en medio de estos dos bandos enfrentados. Justo al otro lado de la calle, se abrió un café, y poco mas tarde, con la autorización del Ayuntamiento, se construyó un baño y aparcamiento públicos de dimensiones considerables. Victor, el típico emprendedor ingenioso y astuto, se aseguró de comprar todos los cuadros de las dos tiendas de antigüedades y de exhibirlos en su galería. Esto a su vez, calmó los ánimos de los dos dueños guerreros. El negocio les beneficiaba a las dos tiendas, siempre y cuando se mantuviese la paz entre ellas. A pesar de todo, había una discreta disputa entre los propietarios de que todas los cuadros que procediesen de las casas cercanas, granjas o de los ciudadanos mas ancianos se ofrecerían primero a la galería de arte Victors. Los que él descartaba se vendían por menos de lo que vale un café. Cada año hacía donaciones de imitaciones. Incluía cuadros de estudiantes, obras de arte estropeados y olvidadas, y cientos de dibujos al carboncillo, autorretratos, y obras grotescas de una monstruosidad impecable que donaba a la feria anual del colegio. Era una buena forma de deshacerse de los cuadros que no tenían ningún valor.

    En sus veinticinco años en la galería de arte, jamas se había vendido uno de esos cuadros a más de lo que costaba una caja de lapices de colores, 2.50 US$. Era una suma considerable a pagar para un pobre granjero, acostumbrado a ocuparse del estiércol de los caballos y de los repollos, simplemente para embellecer su rudimentaria vivienda en los picaderos cercanos.

    De manera que la vida seguía adelante como suele hacerlo en estos pequeños pueblos. Tanto Victor como yo sabíamos de que iba esa vida. Los dos estábamos metidos en el mundo de las obras de arte, la poesía y la pintura. Había algo que siempre nos atraía y hacía que mirásemos cada obra como si se tratase de una obra maestra. Durante las dos últimas décadas, habíamos visto cientos de cuadros pero, ¡ni una sola superaba la mediocridad!

    De manera instintiva, nuestras valoraciones se hacían basadas en una conexión emocional con el cuadro y con el talento invertido en cada pincelada. Teníamos que ver a través de la mente del artista. Las diferentes tonalidades, la profundidad del significado, las lineás cruzándose, dividiendo y rozando la composición, nos mostraban infinitos detalles.

    A veces, pasábamos horas mirando una sola obra, y luego, de repente, íbamos a por un café o una cerveza, dábamos unos sorbos, y volvíamos al cuadro para descifrar su significado más profundo. La mayor parte de las veces, se nos ocurría un nuevo y estimulante significado. Éramos capaces de ver mucho mas allá que lo que habíamos visto a primera vista.

    Tenía la costumbre de tomar notas sobre cada cuadro. Al principio hacía un bosquejo de toda la obra, y luego analizaba cada detalle. Buscaba un punto de partida, normalmente el centro del cuadro para después ir hacia los lados dibujando pequeños círculos.

    Como cualquier artista digital haciendo un diseño gráfico, yo completaba las piezas que faltaban capa a capa, trazo a trazzo, hasta que al final toda la obra revelaba sus detalles mas exquisitos.

    Sabía que los artistas masculinos se inclinaban por tonalidades más provocativas y hacían delicadas mezclas con el pincel sobre el lienzo. Las artistas femeninas, sin embargo, eran mucho mas concretas en la mezcla de sus colores. Rara vez se distinguían de otros de la misma gama. Era esa combinación perfecta lo que distinguía a las artistas femeninas de gran valía.

    Era fácil de detectar cuando habías analizado tantos cuadros.

    Victor sabía que estaba allí, contemplando este cuadro en particular con un ojo crítico y que había llegado a la conclusión de que este nuevo artista tenía un potencial inmenso. El seguramente había hecho lo mismo la primera vez que vió el cuadro.

    Victor había ido a la escuela de bellas artes, y tras sacarse el Master en artes creativas, trabajó durante una década en galerías de arte de renombre, antes de mudarse al campo y montar su propia galería de arte. Era minucioso, yo era grosero. El era culto, yo era menos experimentado. El era un hombre de negocios, yo era un entendido. Formábamos un buen equipo.

    ‘Cuéntame cosas sobre ‘Chris.’ Dije interrumpiendo sus pensamientos, ‘¿es un hombre o una mujer?’

    ‘Dímelo tu.’ Contestó, cogiéndome fuera de juego.

    ‘¡Yo diría que es mujer Victor!’

    ‘Vale, tienes un tanto a tu favor por acertar la pregunta Max.’

    ‘¿Es una artista local?’ siguió presionando.

    ‘¡No!’ contesté confiado.

    ‘¡Ya tienes dos puntos a tu favor!’

    El juego de habilidades continuó.

    ‘¿Como sabías eso?’ prosiguió. ‘Normalmente no es fácil de saber.’

    ‘¡Claro que se puede!’ parecía sorprendido de mi seguridad. El tercer punto a mi favor parecía hacerse esperar. ¿ A lo mejor podía cambiar este tanto por un descuento?

    Victor esperó a que continuase.

    ‘La gente de aquí usa óleos procedentes de Nueva Zelanda. Estos se suelen desconchar cuando se secan. Si miras el marco de cerca con una lupa verás pequeñas grietas en las gotas más grandes, y en las pinceladas mas finas puedes ver como la lineás son discontinuas o inconexas. A veces es obvio como se diluyen los trazos en el lienzo. Muchos de estos cuadros proceden de China, que es un gran exportador en todo el mundo para este tipo de producto. Pero la tecnología china se está poniendo al día rápidamente. Además, los cuadros chinos primero usan sustancias químicas en la producción para mantener la consistencia y las propiedades dilutivas de la pintura. Cuando los productos químicos se han secado, los pigmentos vuelven a sus estado semi líquido. Las pinturas americanas tienen una textura más consistente. Al usar una mezcla de tintes vegetales químicos, parecen tener más gamas de colores. Los cuadros parecen mas brillantes y atrayentes. Los cuadros ingleses son una mezcla de los chinos y los americanos. Sus colores son mas pálidos, con buenas mezclas, con buenas propiedades de secado y de conservación.’

    ‘Eso vale por tres puntos más, amigo mío,’ parecía contento de que la conversación hubiera empezado partir del test de conocimientos.

    ‘¿Así es que según tú el artista es mujer?’

    ‘¡Si!’ contesté con confianza.

    ‘¿Tu suposición esta basada en el cuadro, la composición y la gama de colores?’

    ‘¡Correcto!’ contesté.

    ‘¡Tienes razón!’ continuó, ‘Es americana. Parece ser que fue a Cambridge hace años, se quedó en casa del viejo Dexter por unos días, hizo algunas tareas en la casa, hizo reir a todo el mundo, ¡y dejó dos cuadros como agradecimiento por su hospitalidad!

    ‘¿Así que he acertado?’ pregunté.

    ‘Si. Se llama Christina. Me han dicho que entonces era muy joven. Dexter me dijo que tenía alrededor de 27 años. También dijo que tenía unos grandes ojos azules y que era muy guapa. Los chicos de por aquí quedaron cautivados por su alegría de vivir. No dejó ninguna dirección ni ningún teléfono de contacto. Dexter dijo que una mañana de repente había hecho las maletas, mochila y todo, y estaba lista para seguir su camino. Parece ser que pasó por Hamilton, y ¡eso fue lo último que se supo de ella!’

    ‘¡Que curioso!’ contesté. ‘Supongo que muchos artistas son caprichosos y tienen muchos cambios de humor. Tienen la cabeza llena de pájaros. A veces son inquietos, a veces excéntricos, a veces tranquilos y muy a menudo es difícil que se queden quietos en un mismo sitio.’

    ‘¡Has conseguido un descuento con tus tres puntos,! ¡Serán 1,200 US$!’

    ‘Gracias Victor,’ contesté. ‘Me llevaré el cuadro y haré una transferencia online esta noche. Dile por favor a Melissa que lo envuelva con papel burbuja y que le ponga un mango. Me gustaría colgarlo en mi salón. ¡Me encanta! Puede que uno de estos días me acerque a casa de Dexter y consiga más información sobre la artista, si puedo. Quien sabe, igual tiene más obras perdidas por su casa. Está haciéndose mayor. Me han dicho que su mujer tiene artritis, y que Dexter estaba pensando en irse a una residencia. El pobre hombre se hace mayor. ¡El bueno de Dexter!’ ‘Bueno, será mejor que me vaya. Una última cosa, ¿por casualidad la tal Christina dio un apellido?’

    ‘¡No!’ contestó con determinación. ‘Eso es todo lo que se y no me quedan puntos que regalar’

    Los dos sonreimos burlonamente. Cogí el cuadro, me dirigí hacia mi destartalado nissan máxima del 2004 y coloqué delicadamente el cuadro en la parte trasera poniéndole el cinturón de seguridad.

    Antes de arrancar el coche para volver a casa, miré hacia atrás al paquete envuelto con papel burbuja, bien acomodado y sujeto, y supe instintivamente, que Christina como se llame, era ahora un pasajero, sentado y sujeto, en mi coche.

    La historia no había hecho nada más que empezar. Sabía que esto me abriría mas puertas. A veces mis intuiciones tomaban posesión de mis sentimientos. ¿Como podía conocer tan bién a Christina? Era sorprendente. Averigüaría quien era y donde estaba. Ver a Dexter y fisgonear estaba ahora el lo alto de mi lista de prioridades.

    CAPÍTULO 3

    E n verano, la hierba en esta zona daba miedo. Cuanto más sol, mas crecía. Lo que significaba una mayor necesidad de agua y nutrientes. Se cortaba más el césped y se le dedicaba más atención, por lo que había aún más trabajo. Dexter tenía su forma particular de hacer frente a esta situación. Cogía unas cuantas cabras, las ataba a una cuerda larga, les colgaba un triángulo de madera en el cuello y las ataba a una valla.

    Las cabras eran los mejores corta céspedes que había tenido jamás.

    Se terminó el dar puntapiés al motor para que arrancase, se acabaron los paseos a la pequeña tienda de reparaciones, y se acabó el tener que mantener un sitio para almacenar las cosas en su ya de por si abarrotado garaje.

    Las cabras hacían un gran trabajo. Se dedicaban a masticar el jugoso pasto durante el día y a dormir en el cálido suelo durante la noche, con la tripa llena y satisfechas. Repartían sus bolitas de caca por donde se les antojaba, lo que a cambio abonaba la tierra, y se comían sus propias bolitas que ensuciaban su pasto.

    Las cabras le daban la leche para su té de por la tarde, así como un rico y cremoso queso, con el que después hacía su mozzarella y bocconcini. Dexter era un hombre sabio. Sabía como conservar la tierra, dar de comer a las vacas, cortar su césped y y criar a sus caballos, todo lo cual lo había heredado a partir de la generosidad de su padre. Dexter amaba la tierra tanto como amaba su vino, su minúsculo viñedo, sus lúpulos, sus árboles frutales, su huerto, y el paisaje tan extraordinario que podía disfrutar desde su salón. Fuera, la cordillera de Kaimai se alzaba majestuosa, y la niebla oscura lo envolvía todo. Le conmovía.

    Dexter amaba su tierra tanto como amaba a su joven familia. Era miembro del equipo local Lions Club. Cortaba leña para los jubilados de las viviendas cercanas, llevando siempre troncos a los vecinos para que mantuviesen encendidas las chimeneas en invierno y las barbacoas en verano, y llevando siempre cartones de leche a la viuda de la calle Kent. Dexter era feliz viendo felices a sus amables vecinos. Era su forma de decirle al mundo ‘Me llamo Dexter, y me encanta formar parte de esta comunidad. ¡ Si no fuera por vosotros yo no sería nadie!’

    Dexter era un granjero hospitalario. Sus puertas siempre estaban abiertas tanto para los invitados como para los forasteros. Muchos turistas habían oído hablar de Dexter e iban directos a su casa a probar su helado francés y sentarse a la sombra de su enorme roble. Todos los picnics tenían la suerte de contar con la compañía de Dexter y con los deliciosos bizcochos y magdalenas de su mujer. Era su regalo a los excursionistas.

    Uno de esos días, en el verano del 2010, apareció una joven mujer, llevando una pesada mochila que no la permitía andar recta, lo que le hacía parecer ligeramente encorvada. Pasó por delante de sus simpáticos Pomeranians y fue directa a la puerta. Sonó el timbre, y al cabo de unos minutos la puerta se abrió y ahí estaba Marge, la mujer de Dexter, con una gran sonrisa.

    ‘Pobrecita, ven, ¡deja esa bolsa tan pesada en el suelo y entra a tomarte una taza de te! Me llamo Marge. Bienvenida a la capital de Cambridge.’

    La cálida bienvenida hizo sonreír feliz a la forastera. Se desató su mochila en un santiamén, y lo dejó caer al suelo.

    La forastera extendió su mano y dijo, ‘Llamame Chris, por favor. Estoy de paso en Cambridge y necesito un sitio donde pasar la noche. Estaré solo un día. Estoy en Nueva Zelanda de visita y es la primera vez que vengo. La gente es tan amable. ¡ Me encanta!’

    ‘Entra Chris. Tenemos un cuarto de invitados en la parte de atrás de la casa. Se usa a menudo. Tienes suerte; ahora no está ocupado.’

    ‘Siento mucho no poder pagar por la habitación, pero podría hacer tareas por la granja, pintar algo para vosotros, ¡o lo que queráis que os haga para recompensaros por vuestra hospitalidad!’

    ‘No te preocupes Chris, entra primero a tomarte una taza de te. Siempre hay cosas que hacer en la granja. No te partirás la espalda no te preocupes. Ya pensaremos en algo.’

    Chris entró en la casa, dejó su pesada mochila en la puerta y se sentó en el sofá más cercano sin saber muy bien que hacer. Marge se fué a la cocina. Volvió con una taza de té humeante y sus famosos bizcochos.

    Marge siguió, ‘Cuando te tomes el té puedes usar el baño de abajo de al lado de las escaleras. Te llevaré a tu habitación cuando hayas terminado. ¿ Cuanto tiempo has estado andando?’ preguntó Marge.

    ‘Medio día más o menos, Marge. Salí de Auckland esta mañana a las 10am, hice autostop hasta Hamilton, luego hasta Cambridge y me bajé cerca de la tienda de antigüedades de la ciudad. Ahí fue donde me hablaron de vosotros y de vuestra amable hospitalidad. Decidí caminar hasta aquí, y aquí estoy.’ Contestó Chris

    ‘Eso es fantástico, Chris. Tomaste la decisión correcta. Disfruta del bizcocho y del te y yo volveré en 5 minutos. Necesito abrir la verja de atrás del establo. Las vacas llegarán en cualquier momento para ordeñarlas.’

    ‘¡Vale!’ contestó Chris, sintiéndose muy relajada en el ambiente cercano y la típica vida de granja de Nueva Zelanda.

    El te estaba delicioso y Earl Grey y los bizcochos venían acompañados con pasas y nueces. Estaban recién hechos y ricos. Marge volvió enseguida, y a los 10 minutos, empezó a ordenar los cojines y abrir las ventanas para ventilar el cuarto. Chris estaba en el lavabo del piso de abajo. Saldría pronto y querría ir a su habitación. Era una mujer encantadora. Amable y educada, tímida, y con unos ojos grandes y expresivos que lo decían todo aunque no hablase.

    Gonzo, su pequeño Labrador, gruñó por lo que Marge supo que el perro sabía que había alguien extraño en la casa. Esta era la señal de que sabía que había una visita. De lo contrario, Gonzo raramente gruñía. No era un gruñido de enfado si no de bienvenida.

    Chris salió de la ducha totalmente renovada y contenta.

    Dio un sorbo a su te ya frió.

    ‘¿A que te dedicas, si no te importa que pregunte?’ preguntó Marge, un poco nerviosa por si la pregunta no era apropiada.

    ‘Ah soy una artista y pinto cuadros que vendo a clientes, la mayoría por Internet. Es divertido. Llevo haciéndolo un tiempo y mi cartera de clientes está creciendo lentamente.’

    Aliviada de que su pregunta no le hubiese sentado mal, Marge continuó para conocer algo más sobre Chris. ‘Que bien, nunca hemos tenido una artista de invitado. Supongo que cuando estés instalada, querrás plasmar los atardeceres que se ven por esta ventana. Por la tarde la puesta del sol es preciosa. Me encanta como se refleja en las montañas de la cordillera de allí. Los colores son increíbles. Tienes que verlo para creerlo.’

    ‘¡Seguro que lo es!’ contestó Chris.

    ‘Dejame llevarte a tu habitación, Chris. Disfrutarás de tu estancia. En lo que se refiere a costes de alojamiento, etc., tendrás que hablarlo con Dexter. Estoy segura de que no te arruinarás. A Dexter le encanta tener a gente en casa, sobre todo con talento. Una vez tuvimos a un músico de iglesia y fue un placer, no sabes como nos entretuvo. Créeme, tocaba el viejo piano tan maravillosamente y siempre venían vecinos a casa pidiéndole que cantase y tocase sus melodías de jazz tan pegadizas.’

    ‘¡Creo que te gustarán mis cuadros, Marge! Estoy segura. En la tienda de antigüedades a la mujer le gustó mi trabajo y compró una pintura al oleó. Comentó que se lo iba a vender a la galería de arte Victors de esa misma calle. Tengo unos cuantos más que me gustaría vender para ganar algo de dinero, ¡para seguir viajando!’

    ‘Creo que es una encantadora forma de ir de un lado a otro. Nunca hemos tenido invitados que hiciesen algo así. En los viejos tiempos trabajábamos en la granja. Ordeñábamos las vacas, arreglábamos las vayas, llenábamos de agua los abrevaderos y esas cosas.¿ Supongo que las chicas modernas tienen otra forma de hacer las cosas?’

    ‘Es normal en los Estados Unidos. Hoy en día mucha gente viaja prestando servicios como pintar, carpintería, tareas del hogar, lavandería, planchar, dando clases, cocinando, cuidando a niños y ese tipo de

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