Adolescencia: Una Guía Para Los Padres
By Norah Franco and Jorge Zuloaga
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About this ebook
La adolescencia es una etapa de cambios radicales en la que se deja atrs la niez y se prepara la entrada a la vida adulta. Los cambios son tantos y tan rpidos, que en muchas ocasiones desconciertan a padres y maestros, pues no saben cmo reaccionar a ellos.
Para ayudar a manejar ese tipo de situaciones, los autores ofrecen propuestas prcticas, basadas en la investigacin, pero principalmente en sus propias experiencias como padres y educadores.
El libro se dise para que cada captulo se pueda leer de manera independiente, a fin de que sirva como una gua enfocada y prctica, fcil de consultar atendiendo a necesidades y situaciones especficas, en base a la realidad que los padres y formadores estn viviendo en momentos determinados.
Norah Franco
JORGE ZULOAGA: Maestro en Educación, Licenciado en Economía y en Sociología, con Maestrías en Administración y en Desarrollo Organizacional. Por más de 30 años ha sido Maestro, Conferencista, Editorialista, Coach y Consultor de Empresas en diferentes países. NORAH FRANCO: Maestra en Educación, con experiencia en las aulas, especializada en orientación personal y familiar, ha dado asesorías especializadas en relaciones familiares y para la formación de niños y jóvenes y es autora de tres libros enfocados a las relaciones familiares.
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Adolescencia - Norah Franco
Copyright © 2014 por Jorge Zuloaga y Norah Franco.
ADOLESCENCIA Una guía para los Padres
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.
Fecha de revisión: 30/09/2014
Jorge Zuloaga y Norah Franco de Zuloaga
norahfrancoa@gmail.com
Foto de portada: Copyright: http://www.123rf.com/profile_piksel’>piksel / 123RF Stock Photo
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622916
Contenido
Introducción
Primera Parte: Preparando el camino
1 Anticipándose a la crisis
2 Abriendo caminos de comunicación
3 Más vale un año antes que un minuto después
4 Reforzando la Autoestima de los hijos
Segunda Parte: Comprendiendo el proceso
5 Pero ¡cómo has cambiado!
6 El reto de ser adolescente
7 Inmersos en una revolución
8 En busca de la propia identidad
9 La edad del ligue
10 Los adolescentes dicen…
Tercera Parte: Los problemas más comunes
11 Mis padres no me entienden
12 Dispuestos a huir
13 Dime con quién andas…
14 Cuando los hijos se rebelan
15 Seducidos por la moda
16 La guerra del automóvil
17 Lenguaje de carretonero
18 El despertar de la Sexualidad
19 Tabaco, alcohol y drogas
20 Televisión, internet
y redes sociales
21 Con el corazón roto
Cuarta Parte: Una guía para los padres
22 Los hijos son prestados
23 ¿Qué hago con mi hijo adolescente?
24 Si los papás supieran su onda
…
25 Enfermos de soledad
26 Regañar, ¿una buena técnica?
27 ¿Castigos o consecuencias?
28 Libertad y autoridad
29 Formación de valores
30 Educación para el amor
31 Ayúdelos a desarrollar su inteligencia emocional
Quinta Parte: Una Reflexión
32 Mamá de adolescentes…todo un reto.
33 ¿Para qué sirve un papá?
34 Mamá y Papá formando equipo
A nuestros hijos:
Jorge Zuloaga Franco y
Norah Paola Zuloaga Franco,
quienes al reconocer nuestros aciertos y
dialogar sobre nuestros desaciertos,
nos ayudaron a vivir a plenitud
nuestra vocación de padres
y contribuyeron para que juntos,
pudiéramos ¡disfrutar del proceso!
Introducción
V ivir la adolescencia de nuestros hijos ha sido una experiencia maravillosa; sí, aunque suene extraño, ¡maravillosa! y gratificante.
En esos años de transición aprendimos y crecimos juntos. Asimismo, nos hemos unido más. Desde luego que también experimentamos los altibajos de toda relación, pero al final obtuvimos un balance positivo, ya que hemos podido valorar más y mejor a cada uno de los hijos que Dios nos encomendó, apreciar la riqueza de sus atributos particulares y aquilatar esa serie de características personales que hace de cada uno un ser especial, único e irrepetible.
Las vivencias y experiencias que hemos tenido, como resultado de ese proceso que, por la diferencia de edades entre nuestros hijos, se prolongó por más de diez años, nos han motivado a querer compartir con otras personas lo que a través de ese tiempo hemos logrado aprender.
Este libro no es, pues, el resultado de una investigación ni el fruto de un exhaustivo análisis teórico; es, primordialmente, la transmisión de una experiencia, la vivencia traducida a palabras, la conjunción de lo que experimentamos y aprendimos día a día, durante el proceso de transformación –de niños a adultos– que han vivido nuestros hijos y sus amigos, con quienes también hemos tenido la invaluable oportunidad de convivir, compartir, disfrutar, reír, sufrir y crecer.
Nuestro objetivo primordial son los padres, quienes, como nosotros, se enfrentan al reto de guiar, orientar, apoyar y permitir madurar a sus hijos. Sobre todo nos dirigimos a aquellos padres conscientes de que no hay adolescencia sino adolescentes, y que, por lo mismo, buscan descubrir el camino a seguir con cada uno de sus hijos, ya que cada uno de ellos es una maravilla particular y debe ser tratado como tal.
Este es un libro para ayudar a que los padres enriquezcan sus ideas, las complementen y las adapten. No es un manual de fórmulas o soluciones, sino un elemento de ayuda para aquellos que quieren desarrollar sus propios caminos y hallar soluciones que se adapten a las condiciones y características particulares de sus hijos.
La recopilación de las ideas aquí contenidas ha sido gradual. En el transcurso del tiempo hemos ido trasladando al papel experiencias que, en su momento, resultaban frescas, recién vividas. Muchos de los capítulos de este libro surgieron al tratar de clarificar las ideas generadas por situaciones y acontecimientos que se fueron presentando, de manera que cada uno es un aprendizaje en sí mismo, principio y fin de una vivencia.
Por la naturaleza de su origen, la obra puede ser leída sin un orden determinado, pues, aunque el conjunto pretende presentar un enfoque integrador, cada capítulo incide en un tema particular. Así que es posible revisar el capítulo que parezca responder a una necesidad del momento y luego pasar a otro complementario.
Tal vez suceda que al revisar un capítulo y luego otro cualquiera se perciba la impresión de que hay ideas que se repiten. La razón de esa probable percepción estriba en que una misma idea, como por ejemplo la comunicación, puede ser un factor importante en el manejo de distintas situaciones y, por lo mismo, se ha visto la necesidad de enfatizar su importancia al tratar uno u otro tema.
Aunque cada capítulo es independiente, y se enfoca en una situación específica, todos se han escrito con una misma idea en mente: apoyar a los padres que no quieren ser meros espectadores, sino una ayuda positiva para sus hijos, cuando estos se enfrentan al reto de dar sentido y dirección a sus vidas.
Sin embargo, lo que realmente deseamos y buscamos es que las ideas se conviertan en acción, pues por grandiosas que sean, si se quedan en el nivel de ideas, pronto se olvidarán, pero si se convierten en acción producirán resultados insospechados.
Los invitamos a que lean, analicen y hagan suyas las ideas; pero, principalmente, a que las conviertan en acción en la relación con sus hijos.
Los autores
PRIMERA PARTE
Preparando
el camino
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Anticipándose
a la crisis
Muchos padres se quejan de lo difícil que les resulta comunicarse y convivir con sus hijos adolescentes y acuden con desesperación a buscar consejo y ayuda. No saben que han dejado escapar muchas oportunidades que estuvieron en sus manos y que, en su momento, no supieron valorar ni aprovechar. ¿Por qué esperar a ser uno más en la lista?
Si sus hijos todavía no son adolescentes, acaban de entrar en esa etapa o ya están en plena adolescencia, y ustedes quieren prevenir, en vez de tener que lamentar, hay algunas cosas que pueden hacer al respecto.
L a puerta de la casa de abrió sin hacer ruido, pero un rayo de luz se coló hasta la estancia donde Carmen, concentrada, trataba de poner en orden su chequera. La luz la hizo salir de su concentración; al voltear, vio con claridad las siluetas de sus dos hijos que entraban sigilosamente, con la intención de no llamar la atención. Optó por permanecer en donde se encontraba, tratando de descubrir lo que intentaban…
Los observó caminar hacia la cocina. Ya ahí, escuchó cuando abrieron la llave del agua… Su curiosidad iba en aumento. Finalmente, distinguió que ambos cargaban un florero, en el que colocaron con desparpajo unas cuantas flores que habían recolectado del jardín. Entonces comenzaron a buscarla; cuando se toparon con ella, no sin sorpresa, le entregaron el florero diciéndole: ¡Mamá, te trajimos un regalo!
Carmen se dio cuenta de lo importante que resultaba esa iniciativa para sus hijos y los abrazó expresándoles que eran unos hijos ¡maravillosos!
Aunque la tomaron en un mal momento, dado que tenía muchas cosas que hacer, decidió olvidarse de todo y dedicarse a los niños, así que los invitó a comer una rebanada de pastel y se sentó a la mesa con ellos, resistiendo a la tentación de ir a terminar sus pendientes y concentrándose totalmente en vivir el momento y escucharlos hablar.
Como disfrutó mucho la convivencia, pensó para sí: Me alegra haber aprovechado esta oportunidad que se me ha brindado, pues ahora que mis hijos son pequeños es tiempo de sembrar, ya que en esta etapa de sus vidas es cuando están más receptivos y dispuestos
.
Muy distinta es la historia de Andrés, quien con un dejo de tristeza comenta que un día, su hija de nueve años se acercó a él para decirle: Papá, mis amigas me platicaron que fueron al circo y que está muy divertido, ¡llévame mañana!
. Desafortunadamente, era una semana muy complicada, había mucho trabajo y tenía muchas cosas que hacer, así que respondió a su hija, que esa semana no podía, pero que la siguiente vez que viniera el circo a la ciudad, lo haría. Se presentó una segunda oportunidad y una tercera, pero siempre había cosas pendientes, así que la pequeña llegó a la adolescencia y nunca fue a disfrutar ese espectáculo.
Han pasado los años; ahora ya no solo no le interesa ir al circo, sino que no desea hablar con su papá, ni estar con él y mucho menos confiarle sus temores o pedirle que aclare sus dudas.
Andrés, al recordar ése y otros hechos, cae en la cuenta de que siempre estuvo tan ocupado que nunca se dio tiempo para convivir realmente con sus hijos. La razón era que a menudo llegaba a casa muy cansado o preocupado
y pensaba que más adelante podría dedicarles algo de tiempo
. Ahora las evidencias lo han obligado a reconocer que ese tiempo ya pasó…
Del blanco al negro
Es posible que muchos papás hayan vivido situaciones en las cuales sus hijos pequeños dan muestras palpables de nobleza, generosidad y amor. Para la mayoría de los niños que viven en familia y conviven con sus progenitores, el centro de su vida es la familia y los papás, sus héroes.
Cuando los padres están viviendo esa etapa, es común que lleguen a creer que las relaciones siempre van a mantenerse en ese nivel, es decir, que los hijos continuarán estando incondicionalmente atentos a lo que ellos les dicen, que en todo momento, aunque en ocasiones a regañadientes, van a hacer caso a sus indicaciones, que como papás van a seguir siendo los héroes todopoderosos
y sin defectos en los que sus hijos los han convertido y que esas hermosas criaturas, sangre de su sangre, continuarán manifestándoles abiertamente amor, admiración y aprecio incondicionales.
Sin embargo, la realidad es muy distinta. Esa etapa, que indudablemente es maravillosa, va a pasar; después vendrán, en consecuencia, otras radicalmente distintas, tanto que en muchos casos los cambios parecerán increíbles y hasta darán la impresión de que ocurrieron de un día para otro.
Muchas veces no se toma conciencia de la inminencia y mucho menos de la radicalidad del cambio, quizá porque los padres ya se olvidaron de su historia y han borrado de su mente los recuerdos del proceso que vivieron para reafirmar su identidad: la búsqueda de una sana distancia de sus padres, rebelándose contra las normas, retando a la autoridad, e, incluso, visualizando con precisión absoluta los defectos de sus progenitores –sus antiguos héroes– y sacándolos a relucir, en forma inmisericorde, ¡justo en el momento oportuno!
Oportunidades desaprovechadas
Cuando se está en esa etapa, en la que los hijos quieren compartir y platicar con los padres, –porque los ven como los únicos y los mejores–, muchas veces los segundos no se dan cuenta de que ésa es una época de oro en la que, si se lo proponen, colocarán bases sólidas para contribuir a la formación de sus hijos, de una manera intensa, enfocada y positiva.
Es precisamente en esa época cuando los hijos son muy receptivos y están dispuestos a escuchar, a platicar, a abrir su corazón, a expresar sus temores y dudas, a compartir tiempo con sus padres, a prestar atención a lo que les comentan y a procesar esa información en sus cabecitas, dispuestas a absorber como esponjas, todo lo que reciben del exterior.
Cuando no se visualiza la riqueza de esa etapa, en la que la relación con los hijos puede ser más directa y espontánea, se corre el riesgo de incurrir en una serie de errores, lo que provocará que las oportunidades para lograrlo, características de ese momento que viven, se pierdan para siempre.
Una visión equivocada lleva a tomar malas decisiones
Aunque la mayoría de los padres dicen que sus hijos son lo más importante
, a la hora de pasar de las palabras a la acción consideran que dedicarles tiempo y convivir con ellos, resulta casi imposible, porque con frecuencia visualizan que hay cosas más importantes que hacer. ¿Por qué esa contradicción?
No ven lo importante. A veces se piensa que platicar con los niños es una pérdida de tiempo, porque ellos hablan de lo que a nuestros ojos son temas infantiles, sin importancia
, pero que para ellos, en ese momento, constituyen lo más importante del mundo.
Lo dejan para después. En ocasiones, se posponen las cosas: Hoy no puedo jugar con mis hijos, porque tengo mucho trabajo, o porque estoy muy cansado o porque no ando de humor. ¡Mañana lo haré!
, pero mañana surgirá otro pretexto y los hijos no encontrarán un tiempo en la atiborrada agenda
de sus padres.
Les restan importancia. Hay padres que impiden que sus hijos intervengan en sus conversaciones de sobremesa, pidiéndoles que no opinen ni hagan comentarios, porque están hablando los adultos
, es decir, se les minimiza.
Tienen prioridades