Las mejores alas: Las mejores alas
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Antonio Malpica
Toño Malpica (Ciudad de México) escribe narrativa y teatro. Sus libros han recibido muchos premios. Es autor de Ver pasar los patos y Querido Tigre Quezada, también publicados por Castillo.
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Las mejores alas - Antonio Malpica
1
Daaale tiempooo
Para entender esta historia, primero hay que poner en claro dos cosas:
La primera, Gus era un niño de la calle. Sí, me refiero a uno de esos niños que, según se sabe, viven en la calle, no tienen papás que los cuiden, tampoco van a la escuela, ni se lavan los dientes. Gus era todo eso y algunas otras cosas más. Porque él, además, solía andar por todos lados descalzo, tenía el cabello erizado, como de puerco espín, y un color de piel que hacía pensar a quienes no lo conocían, que tal vez trabajaba en una mina de carbón.
Pero vamos a la segunda cosa sobre Gus que es importante saber antes de continuar nuestro relato: Gus era un ángel. No, no estoy hablando en sentido figurado
, como suelen decir algunos que quieren pasarse de listos.
Cuando digo que Gus era un ángel, me refiero a esos seres que son muy bondadosos, tienen alas y viven en el cielo. Para que me entiendan pronto, esos niños gordos y rubios con arpa, que aparecen en las pinturas de las iglesias.
Pero Gus no lo sabía.
Así es. Él no tenía la menor idea de que era un ángel. Y, aquí entre nos, tal vez tampoco conocía el significado de la palabra porque, cuando todavía no lo era, había ido a la iglesia muy pocas veces, y como nunca conoció a sus papás, tampoco hubo alguien que se lo explicara. Así de fácil.
Y como sé que muchos están pensando que es imposible ser ángel y cualquier otra cosa al mismo tiempo —ya sea niño de la calle, panadero o soldado—, les explicaré cómo sé que Gus era ambas cosas antes de seguir nuestra historia, porque no me gusta que la gente frunza la cara cuando escucha o lee algo que no entiende o con lo que no está de acuerdo.
Gus siempre fue un niño de la calle. Tal vez hasta nació dentro de una caja de jabón a la mitad de una banqueta, pero eso no puede decirlo ni él mismo, porque ni siquiera sabe cuándo nació, y si alguien se lo preguntaba, decía tener ocho años y haber nacido un lunes de mayo, sólo por ser original y porque mayo es su mes favorito, aunque él no podía decir en qué fecha.
El caso es que un niño que suele dormir debajo de un puente todas las noches tiende a enfermarse muy seguido. Eso es lo que le pasaba a Gus en los meses fríos (tal vez por eso mayo era su época preferida). Pues resulta que, un día, Gus se enfermó mucho y fue a dormirse en la bañera llena de papeles de colores que utilizaba como cama, aunque se suponía que ya no iba a despertar. Como lo leen. Una cosa muy triste, estoy de acuerdo. Pero a veces ocurre así. Y se preguntarán cómo puedo estar tan seguro de lo que les cuento. Pues simple y sencillamente porque a mí me encargaron ir esa noche por Gus para traerlo al cielo.
Adivinaron. Yo también soy un ángel. Dunedinn, para servirles. Y tal vez convenga aclarar algunas cosas antes de que empiecen a imaginarme como un rubio gordo, cachetón y envuelto en un pañal que me queda grande. No. Antes de ser ángel, fui policía, y se me permitió conservar mi uniforme y mi placa en el cielo. Así que dejen de creer que toco el arpa y que tengo alas de pluma de ganso en la espalda. Como ven, hay muchas cosas de los ángeles que la gente no sabe.
Pero basta de hablar de mí. Les decía que aquella noche fui comisionado para ir por Gus y acompañarlo al cielo. Así que, sin perder un minuto, me planté frente a él y su bañera de colores. Le moví levemente el hombro y esperé a que despertara. Pero entonces yo no lo conocía tan bien, ni sabía que pocas personas en el cielo o en la Tierra tienen el sueño tan pesado como él. Tuve que sacar mi silbato y soplar fuertemente en su oído.
Gus abrió los ojos y, como si me conociera de siempre, dijo:
—Hola, capitán.
Hay cosas que están fuera del control de todo el mundo, incluso de los ángeles. Y les digo esto porque, para no hacerles el cuento largo, esa noche no pude convencer a Gus de que me acompañara al cielo.
Me presentó a Pepe, un oso de felpa con un solo ojo; me llevó a conocer a Pedro y Anita, otros niños que dormían en un colchón viejo bajo el mismo puente; me hizo repetir trabalenguas; me mostró su habilidad para caminar sobre sus manos, y hasta me puso a hacer de Morgan en un juego de piratas del que no salí muy bien librado.
En resumen, no pude traerlo al cielo porque no le dio la gana acompañarme.
Y cuando regresé sin él, me sentí triste por varios días, pues nunca había fallado en una misión como ésa. Pero mis compañeros me consolaron diciendo que eso pasa a veces con las personas que son muy felices viviendo en la Tierra.
—Daaale tiempooo —me dijo Valnerann, un ángel que fue cantante de ópera y a quien el Jefe le permite decir todo cantado.
Así que decidí dejar la tristeza atrás y, simplemente, no perder a Gus de vista.
Es por eso que puedo contarles esta historia.
2
Vivir en ningún lugar y en todos a la vez
No puede decirse que Gus viviera en alguna parte. Si bien es cierto que dormía en su bañera debajo del puente, eso no significaba que sólo viviera ahí. Y es que andaba por toda la gran Ciudad de México como si fuera su casa. Era un auténtico niño de la calle porque, a