Orígenes sociales de los derechos humanos: Violencia y protesta en la capital petrolera de Colombia, 1919-2010
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Creada por la Standard Oil en 1919 y sede de la mayor refinería de petróleo del país, Barrancabermeja ha sido desde hace tiempo un campo de batalla crucial del conflicto armado colombiano. La ciudad, una de las áreas urbanas más militarizadas del mundo, ha sido base regional de las fuerzas armadas colombianas, así como de guerrillas de izquierda y del movimiento paramilitar nacional. En el contexto de una guerra sucia, cuyas víctimas fueron en su mayoría civiles, movimientos urbanos y rurales de Barrancabermeja y de su entorno próximo se unieron y crearon un movimiento para la defensa de los derechos humanos. Estos activistas prominentes solicitaron al estado colombiano la protección de derechos humanos básicos y denunciaron las más profundas desigualdades económicas, que consideraban como el origen del conflicto. Mediante el estudio detallado de las complejas dinámicas que se entretejen en Barrancabermeja, van Isschot muestra cómo las iniciativas que describimos como activismo de "derechos humanos" se derivan en gran parte de tales vivencias, asociadas con el autoritarismo, la guerra, la pobreza y la exclusión social. A través de un enfoque social e histórico, su análisis complementa y cuestiona el trabajo de investigadores que miran los asuntos asociados con los derechos fundamentalmente mediante una lente jurídica.
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Orígenes sociales de los derechos humanos - Luis van Isschot
Orígenes sociales de los derechos humanos
Orígenes sociales de los derechos humanos: violencia y protesta en la capital petrolera de Colombia, 1919-2010
Resumen
El activismo de derechos humanos suele asociarse con el trabajo de organizaciones internacionales que buscan incidir en la manera en que los estados abusivos actúan en diferentes partes del mundo. En Barrancabermeja, Colombia, según sostiene Luis van Isschot en Orígenes sociales de los derechos humanos, la lucha por los derechos se ha dado de forma más orgánica y ha estado circunscrita a un ámbito local, como resultado de una larga historia de activismo civil y social. El autor analiza en profundidad las vidas de activistas locales en una zona de conflicto y enmarca sus experiencias en importantes cambios sociales que han moldeado a América Latina a lo largo del siglo XX.
Creada por la Standard Oil en 1919 y sede de la mayor refinería de petróleo del país, Barrancabermeja ha sido desde hace tiempo un campo de batalla crucial del conflicto armado colombiano. La ciudad, una de las áreas urbanas más militarizadas del mundo, ha sido base regional de las fuerzas armadas colombianas, así como de guerrillas de izquierda y del movimiento paramilitar nacional. En el contexto de una guerra sucia, cuyas víctimas fueron en su mayoría civiles, movimientos urbanos y rurales de Barrancabermeja y de su entorno próximo se unieron y crearon un movimiento para la defensa de los derechos humanos. Estos activistas prominentes solicitaron al estado colombiano la protección de derechos humanos básicos y denunciaron las más profundas desigualdades económicas, que consideraban como el origen del conflicto. Mediante el estudio detallado de las complejas dinámicas que se entretejen en Barrancabermeja, van Isschot muestra cómo las iniciativas que describimos como activismo de derechos humanos
se derivan en gran parte de tales vivencias, asociadas con el autoritarismo, la guerra, la pobreza y la exclusión social. A través de un enfoque social e histórico, su análisis complementa y cuestiona el trabajo de investigadores que miran los asuntos asociados con los derechos fundamentalmente mediante una lente jurídica.
Palabras clave: ambiente, América Latina, Colombia, derechos humanos, historia, política.
The Social Origins of Human Rights: Protesting Political Violence in Colombia’s Oil Capital, 1919-2010
Abstract
Human rights activism is often associated with international organizations that try to affect the behavior of abusive states around the globe. In Barrancabermeja, Colombia, argues Luis van Isschot in The Social Origin of Human Rights, the struggle for rights has emerged more organically and locally, out of a long history of civil and social organizing. He offers deep insight into the lives of home-grown activists in a conflict zone, against the backdrop of major historical changes that shaped Latin America in the twentieth century.
Built by Standard Oil in 1919, and home to the largest petroleum refinery in the country, Barrancabermeja has long been a critical battleground in Colombia’s armed conflict. One of the most militarized urban areas on earth, the city has been a regional base for the Colombian armed forces as well as for leftist guerrillas and a national paramilitary movement. In the midst of a dirty war in which the majority of victims were civilians, urban and rural social movements from Barrancabermeja and the surrounding area came together to establish a human rights movement. These frontline activists called upon the Colombian state to protect basic human rights and denounced the deeper socioeconomic inequalities they saw as sources of conflict. Through close study of the complex dynamics at work in Barrancabermeja, van Isschot shows how the efforts we describe as human rights
activism derive in large part from these lived experiences of authoritarianism, war, poverty, and social exclusion. Through its social and historical approach, his analysis both complements and challenges the work of scholars who look at rights issues primarily through a legal lens.
Keywords: human rights, history, Latin America, Colombia, politics, environment.
Citación sugerida/Suggested citation
Van Isschot, Luis. Orígenes sociales de los derechos humanos: violencia y protesta en la capital petrolera de Colombia, 1919-2010. Bogotá, D. C.: Editorial Universidad del Rosario, 2020.
https://doi.org/10.12804/th9789587844764
Orígenes sociales de los derechos humanos:
violencia y protesta en la capital petrolera de Colombia, 1919-2010
Luis van Isschot
Traducción de
Claudia Caicedo
Van Isschot, Luis
Orígenes sociales de los derechos humanos: violencia y protesta en la capital petrolera de Colombia, 1919-2010 / Luis van Isschot. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2020.
Incluye referencias bibliográficas.
1. Derechos humanos – Colombia. 2. Luchas sociales – Colombia. 3. Movimientos sociales – Colombia. 4. Violencia – Colombia. 5. Violación de los derechos humanos – Colombia. Industria del petróleo – Colombia. I. Van Isschot, Luis. II. Universidad del Rosario. III. Título.
341.48 SCDD 20
Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. CRAI
Hecho el depósito legal que marca el Decreto 460 de 1995
© Editorial Universidad del Rosario
© Universidad del Rosario
© Luis van Isschot
© Claudia Caicedo, por la traducción
Los orígenes sociales de los derechos humanos: violencia y protesta en la capital petrolera de Colombia, 1919-2010 de Luis van lsschot se publica por acuerdo con la University of Wisconsin Press. © 2015 por la Junta de Regentes del Sistema de la Universidad de Wisconsin. Todos los derechos reservados.
Editorial Universidad del Rosario
Carrera 7 No. 12B-41, of. 501
Tel: 2970200 Ext. 3112
editorial.urosario.edu.co
Primera edición en español: Bogotá, D. C., 2020
ISBN: 978-958-784-475-7 (impreso)
ISBN: 978-958-784-476-4 (ePub)
ISBN: 978-958-784-477-1 (pdf)
https://doi.org/10.12804/th9789587844764
Coordinación editorial: Editorial Universidad del Rosario
Corrección de estilo:Lina Morales
Diseño de portada: Juan Ramírez
Diagramación: Precolombi EU-David Reyes
Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.
Hecho en Colombia
Made in Colombia
Los conceptos y opiniones de esta obra son de exclusiva responsabilidad de su autor y no comprometen a la Universidad ni sus políticas institucionales.
Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo por escrito de la Editorial Universidad del Rosario.
A Stephanie, Jordi y Nicolasa
Autor
Luis van Isschot es profesor asociado de historia moderna de América Latina en la Universidad de Toronto, especializado en la historia de Colombia. Ha trabajado e investigado sobre cuestiones relacionadas con los derechos humanos en América Latina, Canadá y los Estados Unidos, así como en la región de los Grandes Lagos de África.
Contenido
Lista de figuras y mapas
Prefacio
Agradecimientos
Abreviaturas
Cronología de la historia de Barrancabermeja
Introducción. Un auge de lucha muy grande
La guerra contra los derechos humanos
Los derechos humanos como protesta social
Para comprender la represión paramilitar
Un nuevo paradigma de protesta social
Panorama general
1.Trabajadores petroleros, colonos y las raíces del radicalismo popular
Una ciudad rebelde
Conquistadores, colonos y capitalistas
La llegada de los petroleros
La vida y el trabajo en una ciudad pujante
Raíces de la cultura de políticas radicales
El levantamiento comunero de Barrancabermeja
Conclusión
2.Nuevos movimientos sociales se dan a conocer
Surgen nuevas formas de protesta
Surgen nuevos actores sociales en Barranca
Una nueva identidad regional
Nace el movimiento cívico popular
La huelga petrolera de 1971
Represión y contrainsurgencia
Reclamaciones de derechos sociales
La militarización de Barranca
Conclusión
3.La guerra en el campo y la transformación de una ciudad-empresa
Introducción
El crisol de los derechos humanos en Colombia
Campesinos denuncian el paramilitarismo
La Coordinadora Popular de Barrancabermeja
La masacre de Vuelta Acuña
Conclusión
4.La protesta popular y el activismo por los derechos humanos
Introducción
Los primeros disparos en la guerra sucia
Advenimiento de la militancia por los derechos humanos
La angustia y la protesta popular en las secuelas de la violencia
Derechos humanos y revolución
Conclusión
5.Biografía extraordinaria de un movimiento por los derechos humanos
Introducción
Un nuevo paradigma de protesta social
Defensa de la cultura popular de protesta
Una ciudad y una región asediadas
Conclusión
6.La guerra contra los defensores de derechos humanos
Un mensaje aterrador
La violencia paramilitar en Barrancabermeja
La masacre en La Rochela
Nace el comité de los derechos humanos
Los ataques contra Credhos
La naturaleza cambiante de la propuesta popular
Conclusión
7.Respuesta de los movimientos sociales al cambio catastrófico
La toma de Barrancabermeja
La masacre del 16 de mayo de 1998
Los movimientos sociales responden a la ocupación paramilitar
Conclusión
Conclusión. Esta utopía… esta posibilidad de seguir soñando
En la línea de fuego
Los derechos humanos, los movimientos sociales y el Estado
Reconsiderando las redes de defensa
El legado de los movimientos locales de derechos humanos
Bibliografía
Listas de figuras y mapas
Figuras
Figura 1.El Cristo Petrolero, símbolo de Barrancabermeja
Figura 2.Refinería en Barrancabermeja
Figura 3.Marcha laboral a principios de los años sesenta
Figura 4.Visita del presidente Julio César Turbay Ayala a Barrancabermeja en 1980
Figura 5.Reunión del partido político Unión Patriótica en Barrancabermeja, años ochenta
Figura 6.Un salón atestado en una reunión del concejo municipal en Barrancabermeja, años ochenta
Figura 7.Sabotaje al gasoducto al sur de Barrancabermeja, 1998
Figura 8.Dirigente del sindicato de los trabajadores petroleros, Hernando Hernández, hablando en una manifestación en protesta de la masacre del 16 de mayo de 1998
Figura 9.Las mujeres no parimos ni forjamos vida para la guerra
. Miembros de la Organización Femenina Popular protestan contra la violencia en el Magdalena Medio. Mayo de 1998
Figura 10.Sirviendo sancocho. 1º de mayo de 1998
Mapas
Mapa 1.Norte de Colombia, con cifras de población de las principales zonas urbanas. Circa 1905
Mapa 2.Barrios seleccionados de Barrancabermeja, la refinería, El Centro y los barrios nororientales. Circa 1998
Mapa 3.Lugares populares, oficinas de los movimientos sociales y calles principales en el centro de Barrancabermeja. Circa 1998
Mapa 4.Región del Magdalena Medio, incluyendo topografía, ríos importantes, municipios seleccionados y sitios de actividad guerrillera y paramilitar. Circa 1997
Prefacio
Diariamente miles de personas viajan desde y hacia Barrancabermeja por vía fluvial. La mayoría viene del campo en tránsito a otro destino en el interior del país, a buscar trabajo, a vender sus productos agrícolas y pescado, o en busca de seguridad. Los taxis acuáticos, conocidos como ‘chalupas’, y las canoas con motores fuera de borda, conocidas como ‘johnsons’, zumban y saltan por todo el río Magdalena a la sombra de la refinería de petróleo más grande de Colombia. Terraplenes de concreto se extienden por dos kilómetros a lo largo de la orilla. Antes de llegar a la ciudad, embarcaciones originarias de Puerto Wilches, Cantagallo, Puerto Berrío, Simití u otras pequeñas poblaciones pueden ser sometidas a requisas por parte de las fuerzas de seguridad colombianas, por paramilitares o por guerrillas. Barrancabermeja es la capital no oficial de una región rica en recursos y asediada por la guerra, conocida como el Magdalena Medio. Este es un territorio de tierras bajas, cálidas y húmedas, que se extienden por unos 30 000 kilómetros cuadrados e incluye siete departamentos de Colombia.¹ A pesar de que en el Magdalena Medio se produce una gran cantidad de riqueza, se calcula que hasta un 70 % del millón de residentes de la zona vive en la pobreza, casi el doble del promedio nacional.² Desde mediados del siglo XX, el Magdalena Medio ha sido escenario de operaciones de insurgencia y contrainsurgencia. Las dificultades económicas y la violencia han llevado a miles de personas a abandonar en forma permanente las zonas rurales.
Mapa 1. Norte de Colombia, con cifras de población de las principales zonas urbanas. Circa 1905
Figura 1. El Cristo Petrolero, símbolo de Barrancabermeja
Fuente: fotografía del autor.
En un retén de la Armada justo al norte de la refinería, los viajeros son interrogados y registrados por soldados jóvenes. Desde ahí hay un corto viaje hasta el muelle municipal. Los migrantes pueden dirigirse desde la zona del puerto, a través de un centro comercial de la ciudad bastante congestionado, pasando ante filas de apartamentos modestos. En la vía, pueden dar un vistazo al Cristo Petrolero (véase la figura 1), una escultura de Cristo, en hierro, de 26 metros de altura, con sus manos elevadas hacia el cielo, erigida en 1995 en la ciénaga Miramar, la laguna que separa a la refinería del centro de Barranca. Buses municipales y motocicletas resuenan al pasar por la sede principal del sindicato de los trabajadores del petróleo y al cruzar la vía férrea hacia los barrios populares de la ciudad que se expanden cada vez más. Los barrios orientales, que una mayoría de barranqueños llama su hogar, consisten principalmente en pequeñas cabañas de concreto, con grupos de casuchas de madera ensambladas más recientemente en la periferia. El terreno del otro lado de la vía férrea, de lo que se conoce como el puente elevado, está desnivelado, es de un verdor sorprendente y está físicamente aislado de la ciudad más próspera, construida con las ganancias de la industria del petróleo.
Desde principios del siglo XX, Barranca ha estado conectada con Bogotá y con el mundo exterior por vía aérea. Cuando uno llega en avión, lo primero que lo sorprende es el calor. La humedad llena la cabina de los aviones Fokker 50 de doble turbina de la aerolínea Avianca, a medida que se desciende hacia el exuberante valle. Barranca tiene una temperatura promedio de 30 °C, pero el mercurio a menudo sobrepasa los 45 °C al mediodía. A diferencia de las zonas costeras de Colombia, el aire de Barranca es caliente y espeso. Está ubicada a 500 kilómetros de distancia del mar. Casi nunca hay brisa y las hojas penden inmóviles de los árboles. El río Magdalena, rugiente y colmado de sedimento, ofrece muy poco alivio. Desde la llegada de la Jersey Standard en 1919 han estado viniendo a la capital y otros lugares administradores e ingenieros que vienen a trabajar a la industria petrolera. Bajo el control del gobierno central desde 1961, Barranca ha seguido siendo el centro industrial más importante de país. Hasta las últimas décadas del siglo XX la ciudad pasó de ser uno de los principales lugares del conflicto armado y de la represión oficial a ser un centro de activismo social. Desde esa época, al personal de la compañía petrolera se han unido pequeños grupos de trabajadores de derechos humanos en sus vuelos a Barranca.
Viví en Barrancabermeja desde enero hasta diciembre de 1998. En esa época trabajaba como voluntario con las Brigadas Internacionales de Paz (PBI), una organización de derechos humanos fundada sobre los principios de la no violencia que, desde 1981, apoya movimientos populares amenazados en América Latina. A veces se nos ha descrito como guardaespaldas desarmados
y nuestro trabajo consistía primordialmente en acompañar a defensores de derechos humanos en sus rondas cotidianas.³ Nosotros pasamos muchas horas en las oficinas locales de organizaciones de derechos sindicales y de derechos humanos. Cuando un activista recibía amenazas de muerte directas pasábamos las 24 horas del día a su lado. También emprendimos con regularidad viajes en busca de información a poblaciones a lo largo del río Magdalena. En todos los lugares a los que fuimos había ciudadanos comunes y corrientes, sacerdotes, sindicalistas, organizadores campesinos, abogados, concejales municipales y maestros de escuela que conformaban una red regional de activistas de derechos humanos.
Mientras estuve en Colombia me reuní con frecuencia con oficiales de la Policía Nacional, el Ejército y la Armada involucrados en el trabajo de contrainsurgencia. Algunos de estos encuentros tuvieron lugar en pequeñas poblaciones, en refugios, mientras había intercambio de disparos con otra fuerza. Soldados jóvenes nos dijeron que debían viajar en parejas y totalmente armados para hacer el corto viaje atravesando la ciudad para llamar a sus familias y a sus novias desde la oficina local de Telecom. También me reuní con oficiales de alto rango, como el general Fernando Millán, quien fuera acusado de organizar fuerzas paramilitares y quien fue comandante de la Quinta Brigada del Ejército colombiano en la ciudad de Bucaramanga. A medida que él hablaba con enojo de los activistas de derechos humanos de Barranca y denunciaba a individuos por su nombre como bandidos y subversivos, yo observaba en la pared detrás de su escritorio lo que parecía ser una foto de él posando con el dictador chileno Augusto Pinochet. En momentos como ese, los peligros del trabajo en derechos humanos se hicieron mucho más que evidentes.
En la noche del 16 de mayo de 1998, un grupo grande de hombres armados, vestidos con uniforme militar, asesinaron a siete personas y secuestraron a otras 25 en Barrancabermeja. Miguel, un voluntario de las Brigadas proveniente de España, nos llamó para darnos la noticia. En ese momento, él estaba acompañando a Osiris Bayter, la entonces presidente de la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos). Los detalles aún no eran claros y nadie sabía exactamente cuánta gente había sido asesinada. Nuestros temores e incredulidad fueron alimentados por rumores y por desinformación. La lista de muertos, hombres y mujeres jóvenes, era actualizada de boca en boca. Durante la semana siguiente, Barranca fue escenario de la mayor protesta en toda una generación. Pasamos cinco días con sus noches acompañando a los activistas de distintos grupos locales, en tanto ellos permanecían en vigilia en las barricadas que habían levantado en puntos estratégicos alrededor de la ciudad. Turnándonos en la oficina de las Brigadas de Paz escribimos informes sobre lo que estaba ocurriendo y los enviamos a grupos de derechos humanos alrededor del mundo, incluyendo Amnistía Internacional, Human Rights Watch, la Oficina de Washington para América Latina (WOLA) y el Comité Inter-Iglesias Canadienses Pro Derechos Humanos en América Latina.
La masacre del 16 de mayo y el paro cívico que tuvo lugar en consecuencia ocurrieron en una época en la cual los activistas de derechos humanos en Colombia estaban adquiriendo un perfil internacional cada vez mayor como críticos de la revitalizada guerra de las drogas de Estados Unidos. Antes de los ataques terroristas al World Trade Center el 11 de septiembre de 2001, Colombia era una de las principales preocupaciones de la política exterior del gobierno estadounidense. En junio del año 2000, un paquete de ayuda militar de 1300 millones de dólares fue aprobado por el presidente Bill Clinton tras más de un año de debate público. Los grupos de derechos humanos buscaban impedir el llamado Plan Colombia, al exponer los vínculos entre las fuerzas armadas colombianas y los escuadrones de la muerte de los paramilitares. Para hacerlo, muchos se apoyaron en la historia de Barranca como un ejemplo admonitorio.⁴ A medida que el Plan Colombia era discutido por el Congreso de Estados Unidos, decenas de activistas de derechos humanos colombianos viajaron a Washington, D.C., a convencer a los legisladores para que no aprobaran lo que llegó a ser un plan ligeramente velado de contrainsurgencia. Los miembros del Partido Demócrata de mente liberal insistieron en la asistencia humanitaria para los miles de personas que con certeza serían desplazadas por el empuje militar financiado por el Plan Colombia hacia el sur de Colombia controlado por los rebeldes.⁵ Los oportunistas estaban a la orden del día en busca de contratos para compra de armas. Tras una visita a la zona en el año 2001, Adam Isacson, observador de Colombia de vieja data y crítico perseverante del Plan Colombia, escribiría: A medida que Washington se acerca más al largo y sangriento conflicto de Colombia, Barranca nos ofrece un adelanto de la pesadilla que se acerca
.⁶ La cantidad de organizaciones internacionales presentes en el Magdalena Medio se incrementaría notablemente durante aquellos meses y años.
A pesar de la atención dada a Barrancabermeja, los trabajadores de derechos humanos tendrían que encarar nuevos y terribles desafíos. A medida que el Plan Colombia entraba en efecto, las conversaciones de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia se fueron a pique y la violencia política en el Magdalena Medio se incrementó. Yo me marché de Barrancabermeja en diciembre de 1998, pero seguí trabajando para las Brigadas de la Paz en el proyecto de Colombia hasta el año 2003. Durante mi trabajo en la organización viajé con regularidad entre Washington, D.C., Ottawa, Bogotá y Barranca para ayudar a convocar grupos de la sociedad civil, diplomáticos, legisladores y ciudadanos comunes y corrientes en pro de la defensa de los trabajadores de derechos humanos. Durante los últimos meses, de la eventual conquista paramilitar de la ciudad en el año 2001, pude retornar a Barranca varias veces. En ese tiempo aprendí que mucho antes de que Barranca fuera conocida como una de las ciudades más violentas, en uno de los países más violentos del mundo, había sido un modelo de organización de los movimientos sociales. Cuando regresé a realizar la investigación para este libro en el año 2005, encontré a Barranca transformada. Los paramilitares ejercían ahora un control casi hegemónico sobre la política y la economía de la ciudad. Frustrados por los reveses que habían sufrido, pero decididos a neutralizar la continua amenaza de violencia, muchos de los activistas con quienes hablé se encontraban en un estado de reflexión. Durante nuestras conversaciones me enteré de cosas extraordinarias acerca de los movimientos populares de la ciudad y de su relación con el reciente contexto de guerrillas, paramilitares y fuerzas de seguridad del Estado. Los diversos hilos de la madeja de una larga historia de activismo social se fueron desenvolviendo a medida que exploramos travesías personales a través de la esperanza, la desilusión y la supervivencia.⁷
Una de las personas a las que entrevisté mientras realizaba la investigación para este libro fue al presidente de Credhos, David Ravelo, quien fue encarcelado el 14 de septiembre de 2010. El 7 de diciembre de 2012, David Ravelo fue sentenciado a 18 años y 3 meses por homicidio agravado. Margaret Sekaggya, quien fuera reportera especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los defensores de derechos humanos de 2008 a 2014, ha afirmado que el caso contra Ravelo fue parte de un patrón de acoso legal contra los defensores de derechos humanos en Colombia.⁸ Decenas de organizaciones de derechos humanos colombianas e internacionales, así como expertos, han denunciado irregularidades en el proceso judicial al cual fue sometido Ravelo. Muchos observadores han indicado que el caso contra Ravelo, al igual que aquellos contra otros activistas sociales, se basaron en declaraciones de paramilitares desmovilizados que ofrecieron su testimonio a cambio de la reducción de condenas, de acuerdo con los términos de la polémica Ley de Justicia y Paz del año 2005. El testigo clave contra Ravelo fue el comandante paramilitar Mario Jaimes Mejía, alias ‘El Panadero’, quien actualmente está cumpliendo condena por su participación en la masacre de 32 personas en Barrancabermeja el 16 de mayo de 1998.⁹ En 2014, se anunciaron investigaciones contra ‘El Panadero’ por cargos de fraude y testimonio falso, en relación con el caso de David Ravelo, y por secuestro, tortura y asalto sexual en relación con el caso de la periodista Jineth Bedoya. El caso de Ravelo fue sometido a la Jurisdicción Especial para la Paz en 2015, y el defensor de derechos humanos recuperó su libertad en 2017.
Las experiencias de muchos activistas con quienes hablé y los interrogantes que plantearon fueron la fuente de inspiración de este libro. He sido sumamente afortunado al tener la oportunidad de investigar, escribir y enseñar acerca de las raíces de los movimientos de derechos humanos en América Latina. Esta obra fue desarrollada como resultado de la tensión creativa entre la investigación académica, la enseñanza y la práctica en materia de la justicia.
Notas
¹Santander, Cesar, Bolívar, Antioquia, Boyacá, Caldas y Cundinamarca.
²Miguel Barreto Henriques, El laboratorio de paz en el Magdalena Medio: ¿un verdadero ‘laboratorio de paz’?
, en Guerra y violencia en Colombia: herramientas e interpretaciones, editado por Jorge A. Restrepo y David Aponte (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2009), 504.
³Liam Mahony y Luis Eguren, En buena compañía: el acompañamiento internacional para la protección de los derechos humanos (Santander, España: Universidad de Cantabria, 2006).
⁴A partir de 1994, las Brigadas Internacionales de Paz mantuvieron equipos en Barrancabermeja conformados por media docena de observadores internacionales. En los años siguientes, otras organizaciones internacionales, incluyendo a Médicos Sin Fronteras, Christian Peacemaker Teams, Amnistía Internacional, Paz y Tercer Mundo, y otros establecieron proyectos en la ciudad. La ciudad se convertiría en un punto de referencia para muchos activistas internacionales. En mayo de 1999, Amnistía Internacional publicó por primera vez un reporte detallado sobre Barranca. Amnesty International, Barrancabermeja: A City under Siege (Londres: Amnesty International Publications, 1999).
⁵En las audiencias del Senado de Estados Unidos para evaluar el progreso del Plan Colombia en octubre de 2003, testigos expertos y legisladores establecieron el vínculo entre el Plan Colombia, la erradicación de los cultivos de droga y la migración interna forzada. Según testigos expertos, en esa época hubo aproximadamente 2,5 millones de personas desplazadas internamente en Colombia. Committee on Foreign Relations, U.S. Senate, Challenges for U.S. Policy towards Colombia: Is Plan Colombia Working? (Washington, D.C.: U.S. Department of State, 2003), 34.
⁶Adam Isacson, Los nuevos dueños de Barranca: reporte del viaje de CIP a Barrancabermeja, Colombia, 6-8 de marzo del 2001
(Washington, D.C.: Center for International Policy, 2001).
⁷He discutido el proceso de conducir entrevistas de la historia oral en Barrancabermeja en el ensayo The Heart of Activism in Colombia: Reflections on Activism and Oral History Research in a Conflict Area
, en Off the Record: Unspoken Negotiations in the Practice of Oral History, editado por Stacey Zembrycki y Anna SheẠel (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2013), 239-254.
⁸International Federation for Human Rights (FIDH), Colombia: caso de David Ravelo Crespo, Communiqué (noviembre 4, 2014), https://www.fidh.org/es/americas/colombia/16400-colombia-caso-de-david-ravelo-crespo#nb1.
⁹¿Las mentiras de ‘El Panadero’?
, El Espectador, septiembre 16, 2014; ‘El Panadero’, a juicio por el caso de la periodista Jineth Bedoya
, El Tiempo, septiembre 30, 2014.
Agradecimientos
Deseo agradecer a todas aquellas personas en Colombia que compartieron sus historias y experiencia conmigo. Extiendo un especial agradecimiento a Credhos por permitirme con gran generosidad consultar sus archivos, así como también a la Organización Femenina Popular, la Unión Sindical Obrera, la Pastoral Social y a todas las organizaciones de la región que me abrieron sus puertas y compartieron sus análisis.
Deseo expresar mi muy especial agradecimiento a Claudia Caicedo Núñez, la excelente traductora de esta edición de mi libro en español. La dedicación de Claudia a su labor es extraordinaria y para mí fue un verdadero placer trabajar con ella. Mi comprensión de la historia colombiana aumentó considerablemente durante las largas horas que pasamos enfrascados analizando párrafos, oraciones y términos en los dos idiomas. Gracias a Claudia, podré interactuar mucho más a fondo con los lectores latinoamericanos. Para mí, hablante para quien el español es una lengua heredada, es especialmente importante que mi libro sea impreso en el idioma de los miembros de mi familia que viven en Ottawa, Montreal, Washington, D.C., Quito, Guayaquil y Las Palmas de Gran Canaria, entre otros lugares.
Deseo agradecer a Miguel Fernández, Glenis Pérez, Mirjam Koppe, Elena Rey, Camilo Castellanos, ya fallecido, Eleanor Douglas, Katia Urteaga y a las Brigadas Internacionales de Paz, por su hospitalidad y apoyo en Bogotá y en Barrancabermeja. Agradezco también a todos mis amigos, maestros y mentores colombianas y colombianos, especialmente a Rosa Pinzón, Amanda Romero, Francisco Campo, Régulo Madero, Yolanda Becerra, Luisa Serrano, Leila Celis, Matilde Vargas, Pedro Galindo, Alfonso Torres Duarte, Mauricio Archila, Cristina Rojas, Pilar Riaño-Alcalá, Jorge González Jácome y Catalina Muñoz. A lo largo de gran parte del proceso gocé de la compañía y el respaldo de John Jairo Bedoya, quien me ofreció comentarios detallados sobre el manuscrito. Mi gratitud a la extraordinaria comunidad de académicos de Barrancabermeja, especialmente a Rafael Velásquez, quien ha arrojado abundante luz sobre la historia del pueblo indígena yareguíe. Gracias también a los historiadores barranqueños Jorge Núñez y Fernando Acuña, por sus apreciaciones y generosidad. Debo hacer un llamado especial a Germán Plata. Mi gratitud también se debe extender a William Mancera por su gran ayuda llevando a cabo la investigación en las bibliotecas de Bogotá.
Agradezco a Catherine LeGrand, por su energía y sabiduría. Cuando viví en Colombia en 1998, varios años antes de comenzar mi doctorado, un amigo que enseñaba historia en el Instituto Universitario de la Paz en Barrancabermeja me habló de Catherine LeGrand. Él no la había conocido, pero me dijo que ella había escrito un clásico de la historia colombiana y que yo no podía dejar de buscarla cuando regresara a mi hogar en Montreal. Nunca podría haberme imaginado cuán significativo resultaría ser su consejo.
Agradezco a Jesús Abad Colorado, por la maravillosa fotografía que aparece en la portada. Gracias a la dueña de Foto Estudio Joya de Barrancabermeja de quién compré en 2005 las impresiones fotográficas que aparecen en este libro.
Mi agradecimiento a Winifred Tate y Mary Roldán por sus comentarios detallados y su apoyo incondicional. Además, quiero agradecer a Nancy Appelbaum, por sus inmensamente generosos comentarios al manuscrito. Gracias también a Aviva Chomsky por sus comentarios y por darme ánimo.
En la Editorial de la Universidad del Rosario, un especial gracias al director, Juan Felipe Córdoba Restrepo, por su apoyo y confianza, así como a Ingrith Torres Torres y Lina Morales. Deseo agradecer también a Gwen Walker y Steve J. Stern y todo el equipo de la Editorial de la Universidad de Wisconsin. Estoy profundamente agradecido con todos aquellos que me brindaron consejo, apoyo editorial y estímulo.
En la Universidad de Connecticut tengo muchas personas a quienes agradecer por su apoyo a este proyecto y por su amistad, especialmente a Jason Oliver Chang y Mark Overmyer-Velázquez, al igual que a Mark Healey y a muchos otros colegas en el Departamento de Historia, en el Instituto de Derechos Humanos y en El Instituto: Institute of Latina/o, Caribbean, and Latin American Studies. Mi especial agradecimiento a Orlando Deavila por su ayuda en la investigación. Jason Oliver Chang fue una gran fuente de energía para mí durante los últimos dos años y aprecio profundamente sus comentarios a los borradores de los capítulos. También estoy en deuda con John E. Harmon, profesor emérito de la Central Connecticut State University, por haber creado mapas originales para esta publicación.
En la Universidad de Toronto tengo una cantidad de colegas y amigos maravillosos a quienes agradecer, incluyendo a Sean Mills, Melanie Newton, Kevin Coleman, Yvon Wang, Tamara J. Walker, Eric Jennings y Nick Terpstra, todos ellos del Departamento de Historia. Mi agradecimiento a todos en Estudios Latinoamericanos, incluyendo a Susan Antebi, Berenice Villagómez y Donald Kingsbury. Extiendo mi especial reconocimiento a Ana María Bejarano, ya fallecida, cuya presencia y contribuciones a la universidad echamos mucho de menos.
Una gran oportunidad que he tenido en los últimos años ha sido trabajar con miembros de la comunidad colombiana en Toronto, especialmente de la Alianza de Solidaridad y Acción por Colombia, así como de los grupos que trabajan en defensa de la justicia, la paz y los derechos humanos, incluyendo a Kairos: Iniciativas Ecuménicas Canadienses de Justicia, las Brigadas Internacionales de Paz Canadá, Amnistía Internacional y otros.
Agradezco a mis padres, Joyce Canfield y Carlos van Isschot, a mi hermana Andina van Isschot y a Bernard Pelletier. También agradezco a mi hermana Isabel van Isschot y a Carlos Osorio. El amor de mi madre, su intelecto y fortaleza, son simple y sencillamente ilimitados. Creo que mi padre lo debe saber, pero vale la pena repetirlo, que él me inspiró su amor a la historia latinoamericana y su espíritu de rebeldía. En esta obra he tratado de honrar una visión de la justicia social en América Latina que aprendí por primera vez en mi hogar. Doy las gracias también al ya fallecido Christopher Conway. Gracias por ser un maravilloso narrador y un inconformista incorregible.
En Washington, D.C., agradezco a Michael Evans del Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad de George Washington y a Viviana Kristicevic y Michael Camilleri del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil). En la Universidad de McGill, doy un especial agradecimiento a Daviken Studnicki-Gizbert por su generosidad y apoyo. Gracias también a Philip Oxhorn, Iain Blair y al inimitable Samuel J. Noumoff, ya fallecido. Extiendo mi agradecimiento a todo el personal del Departamento de Historia de la Universidad de McGill. En la Universidad de Concordia deseo agradecer a todos aquellos con quienes trabajé en el Proyecto de Historias de Vida de Montreal, en particular a Anna Sheftel, Sandra Gasana, Stacey Zembrzycki y Steven High.
Este proyecto fue posible gracias al apoyo del Fonds de recherche du Québec - Société et culture (FRQSC), del McGill Centre for Developing Area Studies (actualmente el Institute for the Study of International Development), el Departamento de Historia de la Universidad de McGill, el Departamento de Historia de la Universidad de Toronto y el Social Science and Humanities Research Council (SSHRC).
Mis muchos amigos y colegas de las Brigadas Internacionales de Paz merecen un reconocimiento muy especial. Sin ellos, este proyecto no habría podido ser concebido. Si en este texto se incluyen apreciaciones que hacen honor a la verdad, es debido a que los argumentos más claros son aquellos que ya han pasado la prueba del consenso. Esta historia, por lo tanto, pertenece también a las decenas de miembros de las Brigadas de Paz que han pasado tiempo en Barrancabermeja a lo largo de los años. En una visita de investigación en el año 2006, participé en un ejercicio de memoria histórica durante el cual más de una docena de miembros de las Brigadas de Paz compartieron historias de esta singular y extraordinariamente maravillosa ciudad colombiana. Espero haber logrado captar en las páginas que siguen una mínima parte de esa sabiduría colectiva.
Esta publicación nunca podría haberse finalizado sin el amor y el apoyo que recibí de Stephanie Conway. Ella ha compartido mi pasión por este trabajo. Por encima de todo, Stephanie y yo hemos compartido la dicha de ser padres de dos maravillosos niños, Jordi y Nicolasa.
Abreviaturas
Cronología de la historia de Barrancabermeja