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Sara
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Ebook59 pages44 minutes

Sara

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About this ebook

Sara siempre anheló una vida normal. La vida nunca le brindó la oportunidad de "amar con locura" como le habían dicho que se podía amar. Su madre, una mujer drogadicta y alcohólica que ejercía la prostitución, nunca le demostró un amor al que ella pudiera aferrarse, y peor aún, un amor que le demuestre sacrificio incondicional. Siempre tuvo claro una cosa: Jamás seguiría el mismo camino que su madre. Se había hecho una promesa de muerte: Ser cualquier cosa, excepto puta. Eso era todo. Aunque en la vida, Sara comprobaría en carne propia que muchas veces el destino se encapricha con nosotros hasta la locura.

LanguageEspañol
Release dateMar 18, 2021
ISBN9781005194017
Sara

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    Sara - Soley Zambrano

    Sara

    Soley Zambrano

    Soley Zambrano

    Todos los Derechos Reservados™

    Sara

    Edition

    Smashwords 2021

    ©Soley Zambrano®

    Agradecimiento:

    Siempre hay motivos de agradecimientos para quien, de manera incondicional y sin excusas, nos brinda su tiempo, su paciencia y su conocimiento para orientarnos.

    Y solo podemos devolver esa entrega incondicional con un inmenso cariño y lealtad.

    Capítulo uno

    Sara, su historia

    Se sentó en una pequeña banqueta de un parque abandonado, en un barrio de mala muerte. Se dejó caer con todo el peso de su pequeña y frágil humanidad. Hacía frío, estaba cansada y tenía un hambre terrible. Llevaba ya dos días sin comer y su estómago se lo reclamaba con unos estrujones horribles. Vestía jeans y una camiseta de manga corta que, con un poco de imaginación, uno podía pensar que alguna vez había sido blanca. Amarrado a su cintura llevaba un abrigo de lana bastante sucio y estropeado, quizá por el uso o el paso del tiempo, Sara ya no sabría decirlo a ciencia cierta. Lo desató y se lo puso. Se frotó las manos que estaban enfundadas en unos guantes que no tenían dedos y se arregló su enredado cabello.

    Se puso a contemplar unos instantes el lugar, un poco nerviosa. No había nadie por allí. Y eso no le sorprendió. En realidad, no era de extrañarse que nadie circule por allí. El lugar era bastante deprimente y estaba en una parte de la ciudad que era considerada zona roja. La gente evitaba salir de sus casas por el temor a sufrir algún ataque por parte de los maleantes que parecían abundar por esa zona. La policía rara vez hacía rondas por aquel lugar y habían dejado que los maleantes se apoderaran poco a poco del sector…

    Allí estaban otra vez los estrujones de su estómago reclamándole algo de comer.

    Dejó de lado sus pensamientos y centró su mirada en un pequeño bar que estaba a unos cien metros de allí. No podía ver dentro del interior, pero le habían dicho que allí podría conseguir un poco de dinero a cambio de hacer cualquier cosa.

    Sonrió tristemente.

    A cambio de cualquier cosa, repitió. No haré cualquier cosa había dicho a quien le había aconsejado ir hasta el bar a probar suerte. Estaba segura que ese cualquier cosa siempre implicaba entregar sexo a cambio de algún favor de su parte. Y si de algo ella estaba segura era de no querer hacer eso.

    No.

    Cualquier cosa menos eso había recalcado siempre a quienes le habían insinuado esa posibilidad.

    A sus veintiséis años Sara Mendoza tenía la apariencia de alguien de unos cuarenta y cinco años. Era delgada, tez blanca, metro sesenta; de ojos tristes y mirada perdida. Vestía siempre con la misma ropa: Unos jeans descoloridos, bastante sucios y rotos; una blusa de mangas cortas que estaba casi negra por la suciedad. Llevaba el pelo siempre alborotado dando la apariencia de nunca haber usado un cepillo.

    El rostro delgado, pálido y demacrado, denotaba la falta de alimentación, quizá porque últimamente pasaba hambre. La nariz fina y los labios redondos hacían juego con su rostro. A simple vista daba la impresión de estar frente a una mujer de cuarenta y cinco años.

    Pero a Sara eso le tenía sin cuidado.

    En realidad, lo de su apariencia, desde que ella tenía uso de razón solo le había traído problemas. Recordaba que, a los siete años, cuando vivía con su madre, había cometido el error de coger los lápices de labios de su madre y se había pintado los suyos. Su madre, una mujer drogadicta y alcohólica, al verla le había dado una paliza que la

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