Mucho ruido y pocas nueces
5/5
()
About this ebook
Desafortunadamente, algunos hacedores de travesuras llevan a Claudio a creer que Hero ha estado haciendo que otro hombre visite su habitación, y él la rechaza justo en el altar. La mayor parte de la trama implica hacer que la joven pareja se reconcilie, y la pareja más vieja y sabia, en primer lugar, pero también está la captura de los malvados, y un agente de policía llamado Dogberry que es un maestro de los malospropismos.
Mucho ruido y pocas nueces es una obra clásica del estilo de William Shakespeare.
William Shakespeare
William Shakespeare was born in April 1564 in the town of Stratford-upon-Avon, on England’s Avon River. When he was eighteen, he married Anne Hathaway. The couple had three children—an older daughter Susanna and twins, Judith and Hamnet. Hamnet, Shakespeare’s only son, died in childhood. The bulk of Shakespeare’s working life was spent in the theater world of London, where he established himself professionally by the early 1590s. He enjoyed success not only as a playwright and poet, but also as an actor and shareholder in an acting company. Although some think that sometime between 1610 and 1613 Shakespeare retired from the theater and returned home to Stratford, where he died in 1616, others believe that he may have continued to work in London until close to his death.
Related to Mucho ruido y pocas nueces
Related ebooks
La dama duende Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa dama boba (Anotado) Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsColección de Lope de Vega: Clásicos de la literatura Rating: 5 out of 5 stars5/5El fantasma de Canterville Rating: 4 out of 5 stars4/5Un héroe de nuestro tiempo Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl mercader de Venecia Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsCumbres Borrascosas Rating: 5 out of 5 stars5/5El tulipán negro Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl sueño de una noche de verano Rating: 5 out of 5 stars5/5Obras - Coleccion de Oscar Wilde Rating: 5 out of 5 stars5/5La Metamorfosis Rating: 4 out of 5 stars4/5Lady Susan Rating: 4 out of 5 stars4/5Otelo Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsBodas de sangre Rating: 4 out of 5 stars4/5La dama de las camelias Rating: 5 out of 5 stars5/5Ana Karenina Rating: 4 out of 5 stars4/5Poeta en Nueva York (1929-1930) Rating: 4 out of 5 stars4/5París era una fiesta de Ernest Hemingway (Guía de lectura): Resumen y análisis completo Rating: 3 out of 5 stars3/5Retrato de una dama Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa abadía de Northanger Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsMadame Bovary Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl proceso Rating: 3 out of 5 stars3/5Jane Eyre Rating: 4 out of 5 stars4/5Amor y amistad Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa letra escarlata Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl gran Gatsby Rating: 5 out of 5 stars5/5Selección de Sonetos Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsEl retrato de Dorian Gray Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsLa importancia de llamarse Ernesto Rating: 4 out of 5 stars4/5David Copperfield Rating: 0 out of 5 stars0 ratings
Classics For You
Los 120 días de Sodoma Rating: 4 out of 5 stars4/5Crimen y castigo Rating: 4 out of 5 stars4/5El lobo estepario Rating: 4 out of 5 stars4/5El Principito: Traducción original (ilustrado) Edición completa Rating: 5 out of 5 stars5/5La Odisea Rating: 4 out of 5 stars4/5Meditaciones Rating: 4 out of 5 stars4/5Introducción al psicoanálisis Rating: 5 out of 5 stars5/550 Poemas De Amor Clásicos Que Debes Leer (Golden Deer Classics) Rating: 4 out of 5 stars4/5Crítica de la razón pura Rating: 5 out of 5 stars5/5Poemas de amor Rating: 5 out of 5 stars5/5El Corán Rating: 5 out of 5 stars5/5Juliette o las prosperiades del vicio Rating: 0 out of 5 stars0 ratingsDon Quijote de la Mancha Rating: 5 out of 5 stars5/5Obras Completas Lovecraft Rating: 5 out of 5 stars5/5La Divina Comedia Rating: 5 out of 5 stars5/5El Arte de la Guerra - Ilustrado Rating: 4 out of 5 stars4/5El Yo y el Ello Rating: 4 out of 5 stars4/5El Arte de la Guerra Rating: 4 out of 5 stars4/5La Política Rating: 4 out of 5 stars4/5El leon, la bruja y el ropero: The Lion, the Witch and the Wardrobe (Spanish edition) Rating: 5 out of 5 stars5/5Libro del desasosiego Rating: 4 out of 5 stars4/5La interpretación de los sueños Rating: 4 out of 5 stars4/5Cumbres Borrascosas Rating: 4 out of 5 stars4/5El sobrino del mago: The Magician's Nephew (Spanish edition) Rating: 4 out of 5 stars4/5Las 95 tesis Rating: 5 out of 5 stars5/5La Ilíada Rating: 5 out of 5 stars5/5Orgullo y Prejuicio Rating: 5 out of 5 stars5/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Rating: 4 out of 5 stars4/5Psicología Elemental Rating: 4 out of 5 stars4/5
Reviews for Mucho ruido y pocas nueces
1 rating0 reviews
Book preview
Mucho ruido y pocas nueces - William Shakespeare
NUECES
MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES
Personajes
DON PEDRO, príncipe de Aragón DON JUAN, su hermano bastardo CLAUDIO, joven noble de Florencia BENEDICTO, joven noble de Padua LEONATO, gobernador de Mesina ANTONIO, hermano suyo BALTASAR, criado de don Pedro BORACHIO
CONRADO } compañeros de don Juan DOGBERRY, alguacil
VERGES, corchete FRAILE FRANCISCANO UN ESCRIBANO
UN PAJE
HERO, hija de Leonato BEATRIZ, sobrina de Leonato MARGARITA
ÚRSULA } doncellas de la servidumbre de Hero Mensajeros, ronda, acompañamiento, etc.
ESCENA: Mesina
Acto Primero Escena I
Delante de la casa de Leonato.
Entran LEONATO, HERO, BEATRIZ y otros personajes, con un MENSAJERO.
LEONATO.—Veo por esta carta que don Pedro de Aragón llega esta noche a Mesina.
MENSAJERO.—Debe de hallarse muy próximo, pues no estaba a tres leguas de aquí cuando le he dejado.
LEONATO.—¿Cuántos caballeros habéis perdido en esta acción? MENSAJERO.—Sólo unos pocos de cierto rango, y ninguno de renombre.
LEONATO.—Una victoria vale por dos cuando el vencedor regresa al hogar con las filas completas.
Hallo aquí que don Pedro ha colmado de honores a un florentino llamado Claudio.
MENSAJERO.—Muy merecidos por su parte y justamente otorgados por don Pedro. Ha superado las promesas de su edad, realizando bajo apariencias de cordero hazañas de león. Verdaderamente, ha superado las mejores esperanzas a un extremo que no esperéis pueda deciros cómo.
LEONATO.—Tiene aquí en Mesina un tío que se alegrará muchísimo al saberlo.
MENSAJERO.—Ya le he enviado unas cartas y ha mostrado sumo júbilo; a un grado tal que el gozo no pudo exteriorizarse con la moderación debida sin una marca de tristeza.
LEONATO.—¿Rompió a llorar, tal vez? MENSAJERO.—Con gran abundancia.
LEONATO.—¡Un tierno desbordamiento de ternura! No hay rostros más leales que los que así se bañan en llanto. ¡Cuánto mejor es llorar de alegría que alegrarse del lloro!
BEATRIZ.—Por favor, el signior Mountanto ¿ha regresado de la guerra o no?
MENSAJERO.—No conozco a nadie así llamado, señora. Ninguna persona de viso había en el ejército con semejante nombre.
LEONATO.—¿Por quién preguntáis, sobrina?
HERO.—Se refiere mi prima al signior Benedicto de Padua.
MENSAJERO.—¡Oh! Ha regresado, y tan jovial como siempre.
BEATRIZ.—Fijó un cartel aquí en Mesina, retando a Cupido al arco; y el bufón de mi tío, al leer el reto, le contestó por Cupido y le desafió a la saetilla de cazar gorriones. Decidme, ¿a cuántos hombres ha dado muerte y se ha engullido en estas guerras? ¿A cuántos ha matado tan sólo? Porque, a la verdad, yo he prometido comerme todo lo que matara.
LEONATO.—A fe, sobrina, que tratáis con excesiva dureza al signior Benedicto; pero él se desquitará con vos, no lo dudo.
MENSAJERO.—Ha prestado buenos servicios en estas guerras, señora.
BEATRIZ.—Tendríais víveres rancios, y os ayudó a comerlos; es un valentísimo gastrónomo; posee un estómago excelente.
MENSAJERO.—Es también un buen soldado, señora.
BEATRIZ.—Un buen soldado ante una dama; pero ¿qué es frente a un caballero?
MENSAJERO.—Un caballero frente a un caballero, un hombre frente a un hombre, adornado con toda clase de honrosas virtudes.
BEATRIZ.—Eso es, efectivamente; no otra cosa sino un hombre adornado; mas, en cuanto al adorno... Bien, todos somos mortales.
LEONATO.—Señor, no toméis en mal sentido las palabras de mi sobrina. Hay una especie de guerra chistosa entre ella y el signior Benedicto. Jamás se encuentran sin que se entable entre ambos una escaramuza de ingeniosidades.
BEATRIZ.—¡Ay! Nada suele ganar en ello. En
nuestra última contienda, cuatro de sus cinco sentidos salieron malparados, y ahora no le queda más que uno para el gobierno de todo su ser. Así que, si le resta ingenio bastante para mantenerse en calor, consérvelo, a fin de distinguirse de su caballo, por cuanto es el único atributo que le queda para pasar por una criatura racional. ¿Quién es ahora su compañero inseparable? Cada mes tiene uno nuevo, que jura ser hermano suyo.
MENSAJERO.—¿Es posible?
BEATRIZ.—Y tan posible. Lleva sus fieles amistades a la moda de su sombrero. Varía siempre a tenor del último figurín.
MENSAJERO.—Noto, señora, que el caballero no está en vuestros libros. BEATRIZ.—No; si lo estuviese, quemaría mi biblioteca. Pero decidme, os ruego,
¿quién es su íntimo? ¿No hay ahora ningún joven quimerista que quiera hacer con él un viaje a los infiernos?
MENSAJERO.—Las más veces se acompaña del muy noble Claudio.
BEATRIZ.—¡Oh Dios! Se pegará a él como una epidemia. Se contagia con mayor celeridad que la peste; y el que la coge, inmediatamente se vuelve loco. Dios asista al noble Claudio. Si ha contraído la enfermedad Benedicto, le costará por lo menos un millar de libras el verse curado.
MENSAJERO.—¡Quiero ser de vuestros amigos, señora! BEATRIZ.—Sedlo, buen amigo.
LEONATO.—¡Nunca perderéis el juicio, sobrina! BEATRIZ.—No, mientras no haga calor en enero. MENSAJERO.—Don Pedro se acerca.
Entran DON PEDRO, DON JUAN, CLAUDIO, BENEDICTO, BALTASAR y otros.
DON PEDRO.—Querido signior Leonato, salís al encuentro de vuestra incomodidad. La costumbre del mundo es evitar gastos, y vos vais en busca de ellos.
LEONATO.—Jamás entró en mi casa la incomodidad en figura de vuestra gracia, pues cuando la incomodidad se marcha, el bienestar se queda; pero cuando vos me abandonáis, la tristeza permanece y la ventura es la que nos da su adiós.
DON PEDRO.—Aceptáis vuestra carga demasiado gustosamente. Supongo que será ésta vuestra hija.
LEONATO.—Muchas veces me lo dijo así su madre. BENEDICTO.—¿Lo dudabais, señor, cuando se lo preguntasteis? LEONATO.—No, señor Benedicto, pues erais un niño entonces.
DON PEDRO.—Volved por otra, Benedicto. De aquí conjeturamos lo que sois, siendo ya un hombre. En verdad, la hija no desmiente al padre. Sed feliz, señora, ya que os parecéis a un padre tan honrado.
BENEDICTO.—Si el signior Leonato es su padre, no quisiera ella por toda Mesina llevar su cabeza sobre sus hombros, por mucho que se le asemeje.
BEATRIZ.—Me asombra que sigáis hablando todavía, signior Benedicto. Nadie repara en vos.
BENEDICTO.—¡Cómo! Mi querida señora Desdén, ¿vivís aún?
BEATRIZ.—¿Es posible que muera el Desdén, cuando puede cebarse en tan buen pasto como el signior Benedicto? La propia galantería se trocara en desdén
si estuvierais vos en su presencia.
BENEDICTO.—Fuera entonces la galantería una renegada. Pero lo cierto es que todas las damas se prendan de mí, exceptuada solamente vos; y quisiera hallar en mi corazón que mi corazón no fuera tan duro; porque, a la verdad, no amo a ninguna.
BEATRIZ.—¡Qué incalculable dicha para las mujeres! De otra manera se verían importunadas por un pretendiente enojoso. Gracias a Dios y a mi temperamento frío, soy en eso del mismo parecer que vos. Prefiero oír a mi perro ladrar a un grajo que a un hombre jurar que me adora.
BENEDICTO.—Dios mantenga siempre a vuestra señoría