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El Plazo
Acciones del libro
Comenzar a leer- Editorial:
- Galaxia Literaria
- Publicado:
- Jul 11, 2020
- ISBN:
- 9781393961208
- Formato:
- Libro
Descripción
Leonardo Quiroga lo tiene todo: un buen puesto en una de las mejores firmas de abogados de México y una vida familiar envidiable. Pero no todo es lo que parece. En "El plazo", José Neptuno Martínez, nos lleva a los sótanos del poder en México. ¿Lavado de dinero? ¿tráfico de influencias? ¿narcotráfico? "El plazo" es una novela kamikaze en la que tenemos todos los ingredientes para descubrir las cañerías invisibles de la defraudación fiscal. Una especie de "La ley y el orden" con abogados fiscalistas –caníbales de las comisiones– y una oficina de impuestos draconiana dispuesta a todo. ¿Hasta dónde se puede llegar por una cuenta de más de 420 millones de pesos? ¿Hasta dónde, para evitar descender al infierno del desempleo o, en el mejor de los casos, terminar regateando divorcios al dos por uno? Hay sueños que terminan en pesadilla… puede que este sea uno de ellos.
***
Acerca del autor, José Neptuno Martínez.
Es originario de la ciudad de Chihuahua, México. Estudió la carrera de derecho en el Tec de Monterrey y tiene una maestría en derecho financiero por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Cuenta con más de diez años de experiencia en materia de impuestos y ha desempeñado su práctica profesional tanto en el sector público, como en el privado. Además de estar incursionando en el mundo de las letras, se dedica a brindar servicios legales dentro del ramo empresarial.
En esta, que es su primera novela, decidió contar una historia que, si bien no está basada en hechos ni personajes reales, muchos de sus elementos están inspirados en experiencias a las que le ha tocado enfrentarse dentro de su práctica profesional y que, por lo delicado que pueden resultar los temas de naturaleza fiscal, dan material para poder contar una buena historia que les permita a los lectores echar un vistazo en el –a veces– complicado mundo de los abogados.
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El Plazo
Descripción
Leonardo Quiroga lo tiene todo: un buen puesto en una de las mejores firmas de abogados de México y una vida familiar envidiable. Pero no todo es lo que parece. En "El plazo", José Neptuno Martínez, nos lleva a los sótanos del poder en México. ¿Lavado de dinero? ¿tráfico de influencias? ¿narcotráfico? "El plazo" es una novela kamikaze en la que tenemos todos los ingredientes para descubrir las cañerías invisibles de la defraudación fiscal. Una especie de "La ley y el orden" con abogados fiscalistas –caníbales de las comisiones– y una oficina de impuestos draconiana dispuesta a todo. ¿Hasta dónde se puede llegar por una cuenta de más de 420 millones de pesos? ¿Hasta dónde, para evitar descender al infierno del desempleo o, en el mejor de los casos, terminar regateando divorcios al dos por uno? Hay sueños que terminan en pesadilla… puede que este sea uno de ellos.
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Acerca del autor, José Neptuno Martínez.
Es originario de la ciudad de Chihuahua, México. Estudió la carrera de derecho en el Tec de Monterrey y tiene una maestría en derecho financiero por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Cuenta con más de diez años de experiencia en materia de impuestos y ha desempeñado su práctica profesional tanto en el sector público, como en el privado. Además de estar incursionando en el mundo de las letras, se dedica a brindar servicios legales dentro del ramo empresarial.
En esta, que es su primera novela, decidió contar una historia que, si bien no está basada en hechos ni personajes reales, muchos de sus elementos están inspirados en experiencias a las que le ha tocado enfrentarse dentro de su práctica profesional y que, por lo delicado que pueden resultar los temas de naturaleza fiscal, dan material para poder contar una buena historia que les permita a los lectores echar un vistazo en el –a veces– complicado mundo de los abogados.
- Editorial:
- Galaxia Literaria
- Publicado:
- Jul 11, 2020
- ISBN:
- 9781393961208
- Formato:
- Libro
Acerca del autor
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El Plazo - José Neptuno Martínez
Luis.
Capítulo 1
Primera hora de la mañana, el reloj marcaba quince minutos antes de las nueve de un típico lunes, bajo el ajetreo común del congestionado y caótico tráfico característico de las grandes ciudades y que, por alguna extraña razón se acrecienta a inicio de semana. Inexplicables filas de vehículos en vialidades y avenidas que en otros días de la semana fluyen con normalidad. Lentitud exasperante. ¿Por qué motivo no avanzan? Será factor el hecho de que los sábados y domingos, días en que baja considerablemente la actividad vial, merman la habilidad que se adquiere al volante de lunes a viernes derivada de los recorridos de trayectos que se vuelven rutinarios, como lo son el dejar a los niños en la escuela, posterior traslado hacia la oficina, ir de un lado a otro por toda la ciudad atendiendo cuestiones laborales y en otros casos, personales, así como recoger a los niños de la escuela, traslados a la hora de la comida y finalmente, el trayecto a casa. ¿Será que en esos días de poca o nula actividad detrás del volante afecta a muchos conductores y es por eso por lo que demuestran una pésima habilidad los lunes? ¿Otro semáforo sin funcionar? ¡Ahora un conato de choque! ¿En dónde diablos están los oficiales de tránsito para que pongan orden? Un carril cerrado por reparación y los trabajadores brillando por su ausencia. Ahora un bache ¿Pues qué hacen con nuestros impuestos? No estaría nada mal que endurecieran las leyes de tránsito y vialidad para que no a cualquier chango le suelten una licencia de conducir. Estas eran interrogantes y conjeturas a las que llegaba el licenciado Leonardo Quiroga, para tratar de entender el tráfico de ese día, mientras conducía su Audi A4 negro de reciente modelo, por la avenida Lázaro Cárdenas en San Pedro Garza García, a la altura de Valle Oriente en lo que de una fecha para acá se ha convertido en una importante zona financiera dentro del área Metropolitana de la ciudad de Monterrey. El destino final: su trabajo en una importante firma legal, cuyas oficinas se encuentran ubicadas en la que los capitalinos conocen como la zona Corporativa, uno de los lugares más exclusivos del área metropolitana, impulsada por auge de la verticalización, ya que ahí se han erigido diversas torres departamentales, comerciales y de oficinas. Incluso en esa zona se encuentra la torre más alta del país, lo cual le da a la ciudad un toque de modernidad digno de cualquier ciudad de primer mundo.
Ibarrola, Muzquiz & Stockworth, SC, es la firma legal en la cual trabaja Leonardo Quiroga desde hace tres años, la cual se encuentra en el onceavo piso de la Torre Corporativa Avanz. La firma era relativamente nueva, pues en abril había cumplido diez años desde sus modestos inicios. Se dice modestos, pues fue fundada desde cero por el abogado Francisco Ibarrola, originario de la ciudad de Monterrey, quien inició con dos abogados más, que contrató cuando éste regresó a la ciudad una vez que concluyó su encargo en la anterior administración federal, en donde se desempeñó como Director General Adjunto de Asuntos Jurídicos del Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras) en la ciudad de México. En un principio se instaló en una oficina de renta en un edificio aledaño a la famosa Torre Administrativa de la ciudad. Posteriormente, con gran astucia y sobre todo por sus excelentes contactos y relaciones en el ámbito político y empresarial, había logrado conseguir importantes clientes que lo posicionaron como uno de los abogados más conocidos en la ciudad. Tiempo más tarde, se asoció con Ricardo Muzquiz, abogado de aún más renombre, especialista en derecho mercantil y corporativo, originario de Ciudad de México y compañero de facultad de Francisco.
Cinco años después, un tercer socio se incorporó a la firma. Mr. Irving Stockworth, dueño de un importante despacho en Estados Unidos, con sede en Dallas, Texas, de nombre Stockworth Law Office, especialistas en lo que se conoce como corporate law, lo cual de cierto modo sirvió para internacionalizar a Ibarrola, Muzquiz & Stockworth, o al menos eso aparentaba, pues en la página web y en las tarjetas de presentación, se incluían direcciones y teléfonos de Estados Unidos. Algunos pensaban que tal asociación obedecía a aquellas recomendaciones de los expertos en marketing, en el sentido de que tener un apellido gringo en la denominación, daba mayor renombre. Lo que sí era un hecho, es que Mr. Stockworth tenía cierta actitud elusiva, pues solamente había ido en un par de ocasiones a la firma, incluyendo a una fiesta de aniversario. La mayoría de los abogados solamente lo conocían por la fotografía que aparecía en su perfil de socio en la página de internet. Algunos decían que tenía un cierto parecido a aquel político estadounidense, Ross Perot. Nadie sabía a ciencia cierta qué actividades llevaba a cabo ese tercer socio, siempre había un halo de misterio a su alrededor. Cuando llegaba a estar presente, las reuniones de socios eran a puerta cerrada, sin la participación de nadie más.
Las áreas de experiencia de la firma se circunscriben en el ámbito del derecho corporativo, mercantil, fusiones, quiebras mercantiles, licitaciones, derecho penal, derecho tributario y defensa fiscal, contando con más de treinta abogados bajo su nómina, más el personal administrativo. Parte del éxito de la firma se debe a los contactos que los socios tienen con personajes importantes de la política, que van desde diputados, senadores, gobernadores e incluso algunos expresidentes, así como miembros importantes del sector empresarial, lo cual les ha permitido atraer a los peces gordos como clientes, situación que obviamente ha generado grandes ganancias financieras y ha posicionado a la firma como una de las mejores a nivel nacional.
Leonardo arribó a las lujosas oficinas de Ibarrola, Muzquiz & Stockworth, SC, y al ingresar al área de recepción, lo primero que observó fueron las grandes letras metálicas con el nombre y logotipo de la firma – lo cual es inevitable pues están de frente y al fondo de la entrada, empotradas en una lujosa pared de cerámica moderna marmoleada de tonos grises – dio los buenos días como siempre a Silvia, la asistente ejecutiva que atiende la recepción, una guapa mujer entrada en sus veintes, jocunda, denotando a su vez cierta seriedad y porte intelectual que le daban sus lentes de armazón y su vestimenta ejecutiva.
– Buenos días, Silvia, ¿cómo amaneciste?
– Muy bien, licenciado Quiroga, espero que tenga un muy buen día – respondió una muy sonriente Silvita – como también le decían de manera hipocorística varios de sus compañeros.
Leonardo Quiroga tiene 34 años, de buen porte, con un atisbo de complexión atlética, tez blanca, pelo castaño ondulado, sin presunción en su forma de vestir y actuar. Usualmente descrito por sus familiares, amigos y conocidos como una persona alegre, bienhumorada, amiguero, pero serio y profesional cuando debía serlo. Había un leve defecto que algunos le observaban: en ocasiones le faltaba malicia. ¿Virtud o defecto? Se había llegado a cuestionar. Al pasar la puerta que divide la recepción con el interior de las oficinas, hubo de hacer el diario ritual de saludar a los compañeros de oficina que se topaba de paso, pues su privado se encontraba casi al fondo, entonces era inevitable no hacerlo, so pena de ser catalogado como un altanero, un engreído – desde que lo hicieron director, ya no saluda a los del pueblo – dirían otros en tono burlón, para dar carrilla. Ritual que en la mayoría de los casos le resultaba agradable, pues Leonardo era muy sociable y en ocasiones le servía para enterarse de las últimas noticias del medio, algunos acontecimientos de la oficina o lo que en el vulgo se conoce como radio pasillo, además de los nunca faltantes e improvisados resúmenes y críticas de política, deportes y espectáculos; sin embargo era necesario ser breve y no engancharse en la plática, pues cuando menos se daban cuenta aquellos que caían presa de esta dinámica, ya se había despilfarrado el tiempo en nimiedades. Además, este tipo de interacción social tenía un cierto grado de peligrosidad, pues se corría el riesgo de ser sorprendidos en pleno chacoteo por parte de los altos mandos de la firma y recibir un fuerte llamado de atención, equivalente a un escarnio público. En ocasiones, ese recorrido hasta su privado podía resultar bastante tedioso, sobre todo en los días en que había bastante carga de trabajo o en aquellos en los que simplemente no se sentía de humor para el cotilleo. Una técnica que había adoptado Leonardo para evitar ese ritual magnético era fingir como que estaba realizando una llamada importante en su teléfono mientras iba en trayecto a su oficina.
El privado de Leonardo tiene muy buena vista hacia el exterior, desde donde se pueden observar varias de las modernas torres corporativas y departamentales de la zona. De vez en cuando, sobre todo al principio que estrenaba su oficina, le gustaba visualizarse y hasta sentirse como si estuviera en uno de los rascacielos del Lower Manhattan o Wall Street, dentro de esas grandes firmas legales que todo mundo está acostumbrado a ver en series y películas, sentimiento que era enaltecido por el hecho de que su anterior espacio de trabajo era el típico cubículo de dos por dos metros cuadrados, divididos por módulos, armados con una cajonera y repisa para guardar archivos, en donde la privacidad era inexistente, todo el mundo escuchaba las conversaciones ajenas y la concentración era todo un desafío. Leonardo nunca se había imaginado que terminaría trabajando para una enorme firma en un puesto directivo, con tantas áreas, con tantos abogados y con la siempre presente burocracia característica de las grandes organizaciones. A pesar de ello, en su mente rondaba de vez en cuando, la idea de algún día llegar a poner su propio despacho y ser su propio jefe, sin tantas complicaciones. Su espacio de trabajo forma parte de una hilera de privados que ocupan varios de los directores de áreas, con vidrio transparente equipado con persianas para dar mayor privacidad. A un costado, se encuentra una gran sala de juntas con vidrios de cristales arenados y enseguida se localiza una pequeña biblioteca con cómodos sillones y mesas de trabajo. De frente hay un pasillo decorado con varios cuadros de arte contemporáneo, entre ellos algunos Banskys y Warhols originales, el cual conduce directamente a las oficinas de los abogados titulares, de las que sobra decir que, además de lujosas, tienen vistas espectaculares.
Por su gran talento y experiencia dentro del ámbito de derecho tributario y defensa fiscal, además de los excelentes resultados obtenidos en los juicios en que le había tocado participar, había sido nombrado desde hacía poco más de un año, como director del departamento de defensa fiscal. Obviamente todos los beneficios y prestaciones acompañaban al puesto de director, incluida una nueva oficina y un espacio propio de estacionamiento. Se había graduado de la facultad de derecho de una las universidades más exclusivas de la ciudad de Monterrey y además contaba con una maestría en derecho empresarial. Su experiencia en el medio, la había adquirido durante los años en que trabajó para el Servicio de Administración Tributaria, mejor conocido como el SAT, máxima autoridad fiscal del país, cuyo modelo y estructura orgánica había sido tomada o copiada, si se quería ver de esa manera, del Internal Revenue Service o IRS estadounidense.
Su ascenso fue rápido, tomando en cuenta el poco tiempo que tenía en la firma. El anterior director había renunciado pues fue reclutado por un corporativo de una gran transnacional con sede en la ciudad de México. Sin embargo, antes de irse, había recomendado ampliamente a Leonardo para ocupar el puesto que quedaba vacante, cosa que fue avalada por Ricardo Muzquiz con gran beneplácito. Dentro de la firma, esa dirección es de las más importantes y que mayor responsabilidad representa, pues el derecho fiscal es una de las áreas más lucrativas, principalmente por la alta especialización que requiere y el fuerte impacto económico y penal que puede traer consigo un problema con el fisco. En materia fiscal no hay margen de error
, era uno de los principales discursos de ventas que lanzaban a los clientes.
Capítulo 2
Una vez instalado en su privado, Leonardo colgó su saco, se sentó en su escritorio e inició otras de sus típicas rutinas de oficina. Encendió su computadora de escritorio, ingresó sus contraseñas, además abrió su MacBook portátil y comenzó a revisar los correos electrónicos del día, navegó por la página del Diario Oficial de la Federación para revisar alguna novedad legal, reforma o tema de interés fiscal y justo cuando se disponía a abrir un archivo electrónico de una demanda en la que estaba trabajando, su labor se vio interrumpida cuando empezó a timbrar su teléfono de oficina. El identificador de llamadas indicaba que el número provenía de la oficina del licenciado Muzquiz, por lo que se apresuró a contestar.
– Qué tal, Rocío, buenos días.
– Buenos días, licenciado – al otro lado de la línea estaba Rocío, la asistente personal del licenciado Muzquiz – Me pide el licenciado que por favor le avise que pase a su oficina para analizar un tema importante – dijo con voz melodiosa.
Se puso algo nervioso e intrigado por la petición, pues no era común que alguno de los socios lo mandara llamar personalmente y más para analizar un tema importante. Habían sido pocas las ocasiones en que se había reunido con Muzquiz. Cuando lo había hecho, casi siempre había sido en reunión de directores. Aclaró la voz y dijo – Claro que sí, en un momento me pongo en camino – se puso de nueva cuenta su saco y se ajustó la corbata.
La oficina de Ricardo Muzquiz además de lujosa es bastante grande, con una de las mejores vistas del edificio. Al entrar, se percibe ese aroma fresco, a nuevo, a lujo. Cuenta con una decoración con un toque de estilo victoriano moderno, con muebles de las maderas más finas, sobre todo caoba y maple, acompañada por una gran pared-librero al fondo que hace las veces de una enorme biblioteca jurídica, con grandes volúmenes de aquellos libros de jurisprudencia estilizados que hoy en día resultan totalmente inéditos y casi un misterio a las nuevas generaciones de abogados, acostumbrados a consultar cualquier novedad jurídica en medios digitales. Además, en esa biblioteca privada se podían encontrar interesantes y hasta inéditos libros de historia, filosofía, arte, fotografía, entre otras curiosidades. Las paredes de la oficina se encontraban decoradas con el título universitario, otro de la maestría y uno más del grado de doctor en derecho, además de algunos diplomas y reconocimientos. En otras de las paredes se encontraban algunas fotografías en donde aparecía el licenciado Muzquiz con grandes personalidades de la política, entre ellos expresidentes, gobernadores, senadores, así como algunas del medio artístico y literario. Contaba con un escritorio grande, muy a la usanza de aquellos que se utilizaban en las secretarías de Estado de los años ochenta, decorada con un sin fin de figurillas y recuerdos de varias partes del mundo, pisapapeles y el nunca ausente ícono del abogado: un hermoso búho tallado en una preciosa pieza de palo fierro, así como un finísimo Quijote tallado en caoba.
En cuanto cruzó mirada con licenciado Muzquiz, éste le dio la bienvenida con el típico acento chilango fresa
característico de aquellos avecindados de las colonias más lujosas de la ciudad de México y le pidió que tomara asiento frente a su escritorio. Ricardo Muzquiz tiene 58 años, utiliza lentes pequeños, de estatura mediana, cabello entrecano y tiene un cierto parecido con el actor Robert De Niro, según el dicho de varios de sus allegados y cercanos colaboradores, incluido curiosamente, su carácter fuerte y tosco. Cuando algo no le parece o no le cae en gracia, lanza miradas aniquiladoras. Es un tipo demasiado serio, según la queja de algunos. Gusta vestir trajes finos, sobrios, en tonos oscuros, que, junto con su fama de ser considerado una eminencia en su campo, le dan un aspecto casi reverencial.
– Leonardo, te he llamado pues te voy a asignar un caso de gran importancia, de uno de nuestros clientes más importantes. Se trata de un asunto grande y en extremo delicado, que deriva de un procedimiento fiscal, con el cual muy seguramente estarás familiarizado – hizo una breve pausa para analizar la reacción de Leonardo y continuó – el famoso procedimiento del 69–B del Código Fiscal. Resulta que, a nuestro cliente, el SAT le está declarando la inexistencia y simulación de operaciones por dos ejercicios fiscales, a una de sus empresas, cuyo monto asciende a más de cuatrocientos veinte millones de pesos, traducidos en rechazo de facturas expedidas y obviamente lo han publicado en las famosas listas negras del SAT de empresas fantasmas. En pocas palabras, la han considerado legalmente como una empresa facturera ¿cómo ves, te sientes a la altura? – preguntó Muzquiz con mirada fija y calculadora.
– Claro que sí, licenciado – dijo mientras tragaba algo de saliva y aclaraba su garganta pues esa asignación lo había tomado por sorpresa, se sintió nervioso, pero a su vez emocionado por el reto. Se acomodó un poco en su asiento y complementó – ya me ha tocado litigar varios asuntos de esa naturaleza y sin el ánimo de presumir, los hemos ganado todos – afirmó con cierta ufana, sin embargo, no fue del todo sincero, pues nunca le había tocado llevar un asunto de semejante cuantía.
– Lo sé, es por eso por lo que te he llamado y hemos decidido que tomes la batuta de este asunto pues has demostrado muy buenos resultados, que se avalan con tu experiencia en materia fiscal. Debo de mencionarte que nuestro cliente estuvo a punto de pasarle el caso a otra firma de gran prestigio en ciudad de México – decía levantando el entrecejo como para poner especial énfasis en este hecho. Leonardo creyó prudente mostrar algo de asombro y reverencia para hacer notar que comprendía totalmente la importancia del caso.
– También vamos a necesitar que, en la medida de lo posible, eches mano de tus contactos internos con la autoridad fiscal para ver qué puedes indagar y ver de qué forma nos pueden echar la mano. ¿No sé si me explico?, pues este no es un caso cualquiera ni tampoco se trata de cualquier cliente. Necesitamos echar mano de todos los recursos que tengamos a nuestra disposición – por encima de sus lentes, lanzaba una fría mirada a Leonardo.
– Entiendo – asintió.
– Verás – continuó mientras le entregaba a Leonardo una gruesa carpeta del caso – la empresa en cuestión se llama Construcciones y Asfaltos Recom, SA de CV, se trata de una constructora muy grande con presencia en el Estado de Coahuila, cuyo accionista principal es el Ingeniero Martín Sotomayor, quien resulta ser además un muy buen amigo de Francisco Ibarrola, nuestro socio fundador y…
– Me suena el nombre de esa empresa – interrumpió Leonardo – Lo más seguro es que sí, pues ha sido objeto de varias notas periodísticas en los últimos meses – continuó Muzquiz. Lo delicado del caso, es que a Don Martín actualmente se le sigue un proceso penal por operaciones con recursos de procedencia ilícita, o en términos lisos y llanos, lavado de dinero y gracias a que acaba de ganar un amparo, logró conseguir seguir el proceso en libertad, sin embargo, la Fiscalía General impugnó la resolución y si la ganan, entonces nuestro amigo tendría que regresar a la cárcel; para que te des una idea del problemón, Don Martín está totalmente ligado al ex Gobernador Robles Parra de Coahuila, quien actualmente se encuentra prófugo por el gran escándalo político de su sexenio, el famoso caso de obrastruncas
.
De inmediato, a Leonardo se le vinieron a la mente varios flashazos de noticias y notas periodísticas que había leído al respecto, y por supuesto que sabía de qué se trataba el asunto. Resulta ser que la empresa Construcciones y Asfaltos Recom, SA de CV, dedicada al ramo de la construcción, principalmente de obras públicas, fue la principal empresa contratista favorita del sexenio del Gobernador Julián Robles Parra, y no precisamente por su profesionalismo y experiencia, sino más bien porque el Ingeniero Sotomayor y Robles Parra, eran compadres, cuya relación se remontaba a muchos años atrás, antes de que fuera Gobernador. Ambos personajes siempre habían estado envueltos en negocios turbios que involucraban por lo general a personajes de la política e incluso, según las malas lenguas, tenían tratos con el narcotráfico. Sotomayor fue uno de los principales patrocinadores de la campaña a la gubernatura de Robles Parra. Al exgobernador prófugo, junto a varios de sus más cercanos colaboradores, actualmente se le seguían varios procesos penales por lavado de dinero y peculado agravado por el desvío de más de mil millones de pesos a través de la simulación de contratos y obras fantasmas, en donde como como era de imaginarse, estaba involucrada Construcciones y Asfaltos Recom. Obrastruncas
como se le había bautizado en los medios, era un caso de corrupción escandaloso y sin precedentes, pues gran parte del dinero que desvió el exgobernador fue a través de la simulación de varios contratos para la construcción de una súper carretera y modernización de cientos de obras públicas en el Estado, las cuales en su mayoría quedaron truncas, de ahí el nombre dado por la prensa. Obviamente la empresa de Sotomayor fue beneficiada con varias licitaciones de obra pública por parte del Gobierno del Estado de Coahuila, en donde se le pagaron, entre otros, los 420 millones que estaban siendo cuestionados por el Servicio de Administración Tributaria (SAT).
– Este caso que te estoy asignando es pieza clave – señaló con semblante serio – es importante que lo ganemos, pues está totalmente ligado al principal proceso penal por lavado de dinero que se le está siguiendo a Don Martín y si se cae el procedimiento de inexistencia de operaciones, casi en automático cae el proceso penal por el tema de operaciones con recursos de procedencia ilícita, pues está anclado a este caso. ¿No sé si me explico? – preguntó.
Lo entiendo perfectamente, licenciado – contestó.
– Bueno, pues hay que ponernos a trabajar de inmediato, ya que los plazos están transcurriendo. Te voy a hacer llegar a tu correo electrónico los datos del licenciado Rogelio Valle, quien es el abogado penalista que se está encargando del proceso penal, para que te coordines con él para cualquier documentación adicional que llegues a necesitar, que realmente no creo, pues te voy a mandar dos diablitos cargados de cajas de archivo que contienen carpetas y demás pruebas para que te entretengas un buen rato. De inmediato se visualizó entre torres de papeles y expedientes. «Creo que vienen largas jornadas y noches en vela», pensó.
– Buena suerte licenciado, la libertad de Don Martín Sotomayor está en tus manos – Muzquiz procedió a dar un fuerte apretón de manos a Leonardo, acompañando la atención con una mirada helada, como si estuvieran sellando un pacto irrevocable en el que no había vuelta atrás. Leonardo no supo cómo interpretar la afirmación recién vertida, tenía duda si lo había dicho en tono sarcástico o en realidad le estaba encomendando semejante responsabilidad, cualquiera que fuera el caso, se sintió agradecido por la confianza puesta en él.
El procedimiento en contra de la simulación de operaciones, contemplado dentro del artículo 69–B del Código Fiscal de la Federación, era relativamente nuevo y formaba parte de una serie de reformas legales encaminadas a castigar más severamente la defraudación fiscal a través del uso de empresas fantasma. Se trata de un procedimiento que tiene como finalidad, perseguir operaciones inexistentes o simuladas
provenientes de empresas con ciertas peculiaridades. Se constituyen con un amplio objeto social, es decir, todólogas, que bien pueden facturar servicios en mercadotecnia, servicios contables y a la par, facturar sacos de cemento y computadoras. Además, como si se tratara de un caso inaudito de éxito comercial, a sus primeros clientes, les facturaban servicios por varios millones de pesos. Otra nota característica de este tipo de empresas es que tampoco cuentan con trabajadores, muebles, equipo de oficina, herramientas para prestar sus servicios; sus oficinas están ubicadas en lotes baldíos o en el mejor de los casos, en improvisados espacios en donde están dadas de alta otra treintena de empresas. Lo más escandaloso, resultaba ser el tema de los socios y accionistas, pues al revisar sus perfiles empresariales, saltaba a la vista que lejos de ser reconocidos empresarios, se trataba de personas de muy escasos recursos económicos, entre los que se contaban jornaleros, albañiles, ancianas o ya en algunos casos extremos, socios que regresaron del más allá, pues curiosamente a pesar de tener varios años de haber fallecido, estaban presentes a la hora de la suscripción de acciones. El fisco señalaba que el principal uso de ese tipo de empresas estaba destinado a evadir impuestos a través de simulación de deducciones y principalmente servían como vehículos para el desvío de recursos gubernamentales a través de servicios inexistentes. Las consecuencias de este procedimiento era dejar sin efectos todas las operaciones y facturas expedidas, además de publicar al contribuyente simulador en listados negros
, que se hacen públicos para el escarnio legal, con varias consecuencias fiscales, entre ellas, reclamar el pago de impuestos no pagados y abrir la puerta para iniciar procesos penales por lavado de dinero, defraudación fiscal e incluso, delincuencia organizada. Un proceso draconiano, se quejaban algunos, pues era un proceso que se llevaba entre las patas a empresas cuyo único pecado, era tener una pésima organización. Según declaraciones del titular del SAT, era el precio que se tenía que pagar para proteger los intereses del fisco que, al final de cuentas, representan el interés general.
Capítulo 3
De regreso a su privado, Leonardo llamó a dos de sus mejores abogados, con la finalidad de organizar la defensa del caso de Construcciones y Asfaltos Recom. Marcela López y Raúl Larios, jóvenes abogados, solteros, de 26 y 30 años respectivamente, egresados de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Nuevo León, quienes antes de ingresar a la firma, habían hecho sus prácticas profesionales en el Tribunal Federal de Justicia Administrativa y en el SAT. El equipo, además de Leonardo, estaba formado por cuatro abogados que integraban el departamento de defensa fiscal, además de algunos pasantes. Entre ellos se había establecido una excelente dinámica de trabajo, además de una buena relación de amistad, gracias al buen liderazgo que ejercía Leonardo, en donde trataba de prescindir de muchos de los formalismos que conllevaban las típicas direcciones verticales, militarizadas hasta cierto punto, lo cual favorecía con creces la creatividad y trabajo en equipo. De una u otra forma, Leonardo rompía con el molde del abogado empresarial de alto nivel de las grandes firmas y de renombre en México, dentro de las cuales se contaba por supuesto Ibarrola, Muzquiz & Stockworth, quienes al ostentar altos cargos, toman una actitud engreída y elitista, casi de semi dioses intocables, inaccesibles y fanfarrones que gustan hacer alarde de sus trajes ejecutivos marca Armani, Massimo Dutti, Hugo Boss, Ferragamo, Burberry, así como poner a la vista de todos, sus relojes y joyería de las marcas más exclusivas, recorriendo las
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