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La comunicación nuclear: Un aporte a la teoría del diálogo
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La comunicación nuclear: Un aporte a la teoría del diálogo

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¿De qué manera nuestra comprensión del alma humana se relaciona con las posibilidades del diálogo? ¿Es posible identificar diferentes niveles de interioridad a la hora de dialogar? ¿Qué sucede cuando en un diálogo las personas se encuentran en niveles de interioridad muy dispares? ¿Son estos interrogantes planteos teóricos o acaso su comprensión modifica de alguna manera la práctica de diálogo cotidiana?
Esta propuesta, que Roxana Fantin ha llamado comunicación nuclear, busca repensar el diálogo desde el centro de la persona, su núcleo: el alma. No entendida esta como un espacio interior reductivo (lo mental, lo religioso, lo místico, el impulso vital), sino como la dimensión espiritual que asume toda la realidad biopsicosocial espiritual.
En este estudio, la autora compara y analiza distintos autores contemporáneos que han hablado acerca del diálogo y advierte la falta de una visión integrada del ser humano que dé sustento a sus teorías. Por eso, uno de los principales objetivos de Fantin consiste en realizar su aporte desde una antropología filosófica de base personalista que asuma la esencia espiritual del ser humano como dimensión integradora.
LanguageEspañol
Release dateNov 13, 2020
ISBN9789876918961
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    La comunicación nuclear - Roxana Fantin

    Créditos

    Agradecimientos y más…

    Desde hace muchos años trabajo analizando, asesorando y facilitando procesos de comunicación en instituciones sociales. Y si bien siempre se observan cambios (sobre todo en la gente que participa) cuando se trabaja la comunicación, esta no deja de ser una ciencia etérea, fácil de advertir su necesidad (cuando las cosas no andan bien), pero difícil de medir su impacto.

    Quizás por ello, siempre admiré al rubro albañil, por esa capacidad propia que posee de crear estructuras visibles y sólidas donde inicialmente había un terreno vacío lleno de escombros. Ver la evolución en la construcción de una casa me resulta un evento maravilloso. Toda esa suciedad y desorden, propia de los inicios de las obras, de a poco se va transformando, casi por arte de magia, en una casa habitable, cálida y hermosa.

    Algo similar pude experimentar mientras realizaba esta investigación para obtener el doctorado en Comunicación de la Universidad Austral. Cuando miro hacia atrás apenas puedo creer cómo, de esas desordenadas ideas iniciales (apenas esbozadas en alguna libreta borrador), de a poco se fue armando, ladrillo por ladrillo, esta pequeña casa intelectual que hoy resulta este trabajo. Claro, conté con un maestro mayor de obras de lujo, mi director de tesis, Gabriel Zanotti, quien con gran paciencia y sabiduría me acercó materiales excelentes, nobles y de tan buena calidad que rápidamente pude sentar los cimientos firmes para empezar a levantar paredes. Gracias siempre, Gabriel.

    Sin embargo, a diferencia de la construcción tradicional, esta casa intelectual no tuvo planos originales. O quizás los tuvo, pero solo se hicieron visibles a posteriori. Es el desafío de la fenomenología prescindir del plano como herramienta exploradora. Porque el plano supone ya, de alguna manera, que sabemos el camino, y la fenomenología invita siempre a suspender, al menos por un tiempo, nuestras certezas. Es un desprendimiento difícil pero apasionante. No se trata de buscar, sino de dejarse encontrar por aquello que estamos buscando, aún sin saberlo.

    Como toda casa, espero que se convierta en un lugar de encuentro al que otros quieran entrar para compartir su interior. Quizás alguno la quiera ampliar, tirar una pared, añadir una habitación, abrir una nueva ventana… Todas esas modificaciones serán bienvenidas, porque las casas tienen vida, crujen, se resquebrajan y requieren mantenimiento.

    Esta vivienda tiene muchas habitaciones y, para cada una, he recibido la ayuda de diferentes autores, como se verá en este libro. Agradezco a todos ellos su lucidez y legado, pero especialmente me gustaría destacar, por su incomparable dimensión integradora, a Francisco Leocata.

    Agradezco también a todas las personas que enriquecieron con sus comentarios y apoyo este trabajo, especialmente a Marcela Pizarro, Enrique Adúriz, Paola del Bosco, Damián Fernández Pedemonte, Carlos Álvarez Teijeiro, y Patricia Nigro. También a mis compañeros del doctorado, a los profesores y a la comunidad académica de la Universidad Austral, de la cual aprendí y aprendo cada año.

    Y para terminar, aunque no en menor grado, agradezco a quienes con su sola presencia, amor y compañía, me animan y sostienen en las grandes empresas: a mi marido Diego, en primer lugar, y a mis hijos, Pedro, Catalina y Santiago. Ellos son, sin saberlo, los primeros destinatarios de este trabajo de investigación.

    Gracias siempre a Dios, por quien todo ha sido posible.

    Roxana Fantin,

    diciembre de 2018

    Prólogo

    Carlos Álvarez Teijeiro

    Profesor de Ética de la Comunicación,

    Escuela de Posgrados en Comunicación, Universidad Austral

    Escribir el prólogo del libro de una querida amiga y apreciada colega es siempre un desafío y un privilegio. Desafío porque se trata de un libro exigente, intenso y apasionante, como los lectores tendrán ocasión de comprobar. Privilegio porque he sido uno de los primeros en leerlo. A mi modesto entender, un prólogo no debiera ser nunca un resumen del libro al que precede, salvo que se trate de uno de esos libros incomprensibles que tienden a escribir los academicistas, más que los académicos. No es el caso del libro de la profesora Roxana Fantin, afortunadamente. Ella ha escrito un libro muy profundo pero sencillo al mismo tiempo. Dicen que eso es la sabiduría.

    No, no se trata de anticipar por completo el contenido al estilo de los spoilers, palabra frente a la cual prefiero la muy castiza expresión española destripacuentos. Se trata de invitar a la lectura presentando tan solo algunas pistas o puertas de entrada al libro, algunas ventanas a través de las cuales asomarse a un contenido riquísimo y variado. La primera, breve y esencial ventana la ofrece la propia autora en su propuesta al lector del texto, donde resume apretadamente los contenidos de los capítulos que la suceden. Esa propuesta sirve de manera perfecta como una guía para los navegantes, sirve para ofrecerles una singladura con razonables expectativas de llegar a buen puerto.

    Cabe decir, en primer lugar, que el libro de la doctora Fantin no es un libro de filosofía, así, a secas, aunque también. Es un libro de filosofía de la comunicación y, más en concreto todavía, un libro que trata acerca de la filosofía del diálogo, tan ausente como necesario en nuestro tiempo, ya sea entre las instituciones como entre las personas singulares, de ahí la casi urgente conveniencia de su lectura.

    Dice Fantin poseer la esperanza de que el aporte teórico realizado en esta publicación pueda resultar una base que permita revisar, potenciar o, incluso, crear nuevas formas de abordar las diferentes situaciones de diálogo en nuestra sociedad. Para ello, concentraré mi aporte dentro de la tradición filosófica del diálogo, integrando la mirada de diferentes autores, en su mayoría contemporáneos, que desarrollan tanto los fundamentos antropológicos como los comunicacionales.

    A partir de esta esperanza, la autora avanza sintetizando tres caminos en torno a un concepto (y una práctica) unificador, el diálogo. Esos tres caminos son la fenomenología, la hermenéutica y la logoterapia: la vida tiene un sentido (es lo que sostienen las tres teorías) y el hombre no solo es capaz de descubrirlo (fenomenología y hermenéutica), sino que, el hacerlo, lo vuelve esencialmente humano (logoterapia).

    Roxana Fantin ofrece una fundamentación del diálogo (en potencia) extraordinariamente profunda, pues considera sus fundamentos ontológicos, gnoseológicos, antropológicos y ético-existenciales. A partir de tales fundamentos, se encuentra en condiciones de considerar el diálogo en acto, lo que ella llama propiamente el lenguaje dialógico, con sus cuatro dimensiones: decir, pensar, hacer, sentir. Su grandísima contribución en este aspecto es la de mostrar cómo el diálogo puede realizar a la persona desde el punto de vista existencial.

    A partir de un estudio exhaustivo de múltiples autores y diversas corrientes de pensamiento, la autora arriba en este viaje a una propuesta sumamente original, la que denomina como la comunicación nuclear, como su aporte precioso a la teoría del diálogo, un repensar el diálogo desde el centro de la persona, desde su núcleo, el alma.

    Esta comunicación nuclear asume, en palabras de la autora, que la libertad de encontrar sentido (que se gana a medida que se ingresa en los niveles de interioridad) resulta el componente fundamental que permite lograr mejores niveles de entendimiento entre las personas. El tema del sentido no es menor para nuestra autora y su obra, pues desde él se integran las diversas dimensiones que constituyen la personalidad (biopsicosocial). Este sentido acontece a través del diálogo (y en él) y del encuentro intersubjetivo desde el que es posible la donación de sí, que es el modo más humano de autorrevelación, el modo en virtud del cual nos damos a conocer (también) a nosotros mismos.

    Dice Umberto Eco en su Obra abierta que los grandes textos no están cerrados para el autor, no se le entregan clausurados sino abiertos a su interpretación. Precisamente porque el que aquí se prologa es un gran texto que no concluye con sus Conclusiones. Es un primer paso y, al mismo tiempo, un punto de referencia obligado para todos los interesados en la filosofía del diálogo, para todos sus estudiosos. Como la propia autora indica, su propuesta, más que exhaustiva, pretendió ser motivadora. Y decididamente lo ha sido.

    Cruzarse en un punto

    En la vida hay más o menos la posibilidad de llegar hasta sí mismo.

    Edith Stein, 1941

    En la vida hay más o menos la posibilidad de dialogar desde sí mismo.

    Roxana Fantin, 2018

    La distancia que existe entre Edith Stein (1891-1942) y quien escribe –su vida, su momento histórico, sus escritos y su talla (para ser más específica)– es tanta y de tan variada gama que resultaría irrelevante siquiera analizarla. Sin embargo, he encontrado un punto de cruce entre nuestros recorridos intelectuales o, más bien, existenciales en relación con la manera de comprender el alma humana. Un solo punto, en medio de una línea, es la fracción más pequeña, pero aun así permite que dos líneas se crucen y esos recorridos queden unidos para siempre.

    En una de sus obras filosóficas más importantes, Stein (1950) se preocupa por desnudar el misterio del alma humana. La publicación es un tratado de metafísica que intenta llegar hasta las profundidades de la naturaleza humana donde lo finito y lo infinito se unen.

    Su lectura, como la de sus otras obras de carácter espiritual, me ha permitido alcanzar la hondura máxima de mi búsqueda intelectual. Me ha proporcionado un piso (cuya consistencia se asemeja más a un estado gaseoso que a una construcción de hormigón armado) en la naturaleza del ser personal.

    Puesto que el alma es un ser personal espiritual, su interioridad y su originalidad más profundas son su esencia, de donde tienen nacimiento sus fuerzas y los cambios en su vida. (Stein, 1950: 523)

    ¿Cómo se relaciona esta concepción del ser personal con el potencial del diálogo interpersonal? ¿De qué manera nuestra comprensión del alma humana se relaciona con las posibilidades del diálogo? ¿Y de qué manera el conocimiento acerca de uno mismo abre o cierra posibilidades de diálogo? ¿Son estos interrogantes planteos teóricos o acaso su comprensión modifica de alguna manera la práctica de diálogo cotidiana? Este trabajo será un camino lento, pero no por ello menos apasionado, que intentará dar respuestas posibles a estos interrogantes.

    Mi propuesta al lector

    Este estudio académico busca realizar un aporte a las teorías de la comunicación acerca del diálogo desde una antropología filosófica de base personalista que asuma la esencia espiritual del ser humano como dimensión integradora de los aspectos biopsicosociales. El camino propuesto se estructura de la siguiente manera:

    Una introducción en la que se ofrecen los fundamentos últimos que guían la mirada sobre el tema, seguida de un breve desarrollo del marco metodológico en el cual se enmarca el presente trabajo académico, así como el marco teórico comunicacional desde donde se desprende la teoría del diálogo que se retomará a lo largo de todo el libro.

    En el primer capítulo desarrollo el potencial del diálogo humano, es decir, aquellas condiciones que están latentes en toda posibilidad de diálogo. En él explicitaré las bases a nivel ontológico, gnoseológico y antropológico sobre las que se apoyará todo el desarrollo teórico posterior. En este capítulo le dedicaré especial atención a la condición antropológica que consistirá en definir a la persona humana desde su centro espiritual. Para este último objetivo, me valdré especialmente de la mirada fenomenológica que, a partir de Husserl (Leocata, 2007), abrió un camino metodológico para captar aquellos fenómenos esenciales de la vida humana, sostenida principalmente por una de sus discípulas, Edith Stein. La mirada fenomenológica llevará en cada una de sus manos a dos compañeras de camino: la hermenéutica por un lado y la logoterapia por el otro (oportunamente explicaré en detalle cómo se arma este equipo). Así, con estas tres teorías que tienen de común denominador la captación del sentido, iré recorriendo el camino para responder la pregunta ¿qué significa ser persona? Esta base antropológica se retomará luego en el tercer capítulo.

    El segundo capítulo busca analizar el diálogo en acto a través de aquellas condiciones que han desarrollado diferentes autores referentes en el tema, tanto en el ámbito latinoamericano como europeo. En este capítulo selecciono, analizo, comparo y reordeno bajo criterios propios las diferentes categorías actualmente existentes en el tema (que son de muy variada índole y profundidad) con el objetivo de llegar a una síntesis que permita abarcar el fenómeno en su máxima extensión y ofrecer un material de lectura completo para todos aquellos interesados en continuar los estudios sobre la temática.

    En el tercer capítulo integro las categorías del diálogo seleccionadas en el capítulo anterior con la visión antropológica desarrollada en el capítulo 1. Es una revisión crítica de las condiciones de diálogo que culmina en una propuesta teórica llamada comunicación nuclear. Este aporte personal busca abrir marcos nuevos de pensamiento que permitan entender los procesos de diálogo desde el centro integrador de la persona, el alma humana (su núcleo).

    Introducción

    Uno de los desafíos más importantes que representa el tema que nos ocupa consiste en integrar teorías filosóficas y antropológicas con aquellas comunicacionales, centradas en la teoría del diálogo. Por tratarse de tradiciones naturalmente interrelacionadas (filosófica, antropológica y comunicacional) aunque muy dispares en cuanto a su surgimiento y desarrollo, resulta difícil poder establecer un recorrido lineal en su tratamiento. Por ello, este trabajo consistirá en un intento de establecer puentes o, mejor dicho, identificar aquellos mojones donde las ciencias puedan sostenerse entre sí en pos de una visión integrada del ser humano.

    Si bien desde sus inicios los filósofos del diálogo han enraizado sus teorías en fundamentos antropológicos (de manera más o menos explícita), como se verá en detalle más adelante, con la conformación moderna de la ciencia de la comunicación, la discusión al respecto se fue focalizando alrededor del cómo por sobre el quién dialoga. De esta manera, se relegaron los fundamentos antropológicos al terreno de lo implícito.

    El objetivo de este trabajo es volver a poner en primer plano los fundamentos antropológicos para, desde allí, reinterpretar la teoría de la comunicación acerca del diálogo. Es decir, el primer piso del problema que intentaré abordar consiste en la falta de una visión integrada del ser humano que dé sustento a las teorías actuales sobre el diálogo.

    ¿Por qué se da esta ruptura entre las ciencias¹ y a qué se debe la falta de fundamentos antropológicos en las teorías contemporáneas de diálogo?

    Creo que aporta luz para este punto la distinción que el filósofo Karl Jaspers (1962) realiza entre los términos comienzo y origen. Mientras que el primer concepto remite a un momento específico de la historia, el segundo tiene que ver con su raíz última. Así, en referencia al tema que nos ocupa, me limitaré en esta introducción a esbozar los comienzos del problema y a dejar abierta la cuestión del origen que creo, sin duda, dado el tema elegido, se remonta a los inicios de la humanidad.

    Es posible situar los comienzos del problema con el nacimiento que se da en el siglo XIX, y su consolidación durante todo el siglo XX, de un paradigma científico moderno en el que predomina una razón instrumental que pone en el centro de la escena el conocimiento técnico movido bajo una lógica de dominio. Dentro de este paradigma se va parcializando paulatinamente el estudio del hombre en detrimento de una visión más unificada de los diferentes fenómenos que atraviesan la vida humana, sobre todo de aquellos aspectos que escapan al conocimiento medible y cuantificable.

    Así, de ahí en más, también el modelo de racionalidad humana se ha visto reducido a una sola de sus caras, lo cual generó amores o rechazos según la postura científica que se considere. Si la razón encuentra su ideal en el modelo matemático, solo nos queda lo irracional para integrar las demás realidades humanas. En este camino me resulta obligado recordar a Heidegger, quien en su denuncia por el olvido del ser ha inaugurado formalmente un camino de resistencia que vuelve la mirada al arte, la intuición y el espíritu.

    Entonces, como constructores de un edificio en el que se miran distintas fachadas, pero se desconocen sus bases y planos originales, las teorías científicas proliferan cada una por su cuenta, muchas veces sin encontrar puntos de conexión o, incluso, enfrentadas en fachadas contrapuestas. No es mi intención ampliar la brecha ya existente entre autores y escuelas que, a propósito de la modernidad, se enfrentan en sus paradojas de progreso técnico versus deshumanización; pero sí destacar algunos planteos principales que se relacionan con la comunicación y el diálogo para retomarlos a la luz de una antropología integrada.

    En ese sentido, coincido con la propuesta del filósofo contemporáneo argentino Francisco Leocata, quien, luego de analizar los efectos de la modernidad en las ciencias humanas, concluye:

    […] desde un punto de vista fenomenológico, las posibilidades técnicas no son en sí mismas negativas siempre y cuando la humanidad tome conciencia de su dignidad y emprenda un camino de renovación ética. (Leocata, 2007: 168)

    El diálogo, la punta del iceberg

    En medio del paradigma científico predominante del siglo XX, nace y evoluciona la comunicación como ciencia. Así surgen múltiples estudios y teorías que asumen la realidad comunicativa de la persona humana, pero sin explicitar su antropología de base, sin detenerse a pensar en la unidad y esencia del ser humano.

    Como si las teorías de comunicación pusieran el foco en el punto de llegada (la utilidad científica propia del paradigma instrumental) sin detenerse en el punto de partida: la persona humana.

    En definitiva, con esta investigación me hago eco de la pregunta que el filósofo Ismael Quiles plantea acerca de la ciencia:

    […] si no sabemos qué es el hombre, cuál es su última realidad, ¿cómo podremos ensayar una solución acerca de los demás problemas humanos, que no se plantean sino en función del hombre mismo? (Quiles, 1980: 2)

    Para este trabajo retomaré teorías comunicacionales que analizan las diferentes dimensiones del diálogo. Así, tenemos autores que se centran en el estudio del entendimiento a nivel lingüístico y pragmático, lo que funciona como primer escalón necesario, pero insuficiente para abarcar el sentido que tiene el encuentro entre personas. Otras teorías priorizan la dimensión psicológica a nivel individual y otras el sentido social que tiene el diálogo como garante de la democracia y evolución de la sociedad.

    Dentro de

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