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El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 16
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 16
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El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 16

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El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes Saavedra, decimosexto tomo. Este libro contiene los capítulos XXXVIII al XLVII de la segunda parte y un prólogo de Julio Torri.
LanguageEspañol
Release dateJan 23, 2018
ISBN9786071653048
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 16
Author

Miguel de Cervantes Saavedra

Miguel de Cervantes was born on September 29, 1547, in Alcala de Henares, Spain. At twenty-three he enlisted in the Spanish militia and in 1571 fought against the Turks in the Battle of Lepanto, where a gunshot wound permanently crippled his left hand. He spent four more years at sea and then another five as a slave after being captured by Barbary pirates. Ransomed by his family, he returned to Madrid but his disability hampered him; it was in debtor's prison that he began to write Don Quixote. Cervantes wrote many other works, including poems and plays, but he remains best known as the author of Don Quixote. He died on April 23, 1616.

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    El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 16 - Miguel de Cervantes Saavedra

    MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

    El ingenioso hidalgo

    Don Quijote de la Mancha

    16

    FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

    Primera edición FONDO 2000, 1999

    Primera edición electrónica, 2017

    Contiene los capítulos XXXVIII al XLVII de la segunda parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Prólogo de Julio Torri, tomado de Diálogo de los libros, México, 1980.

    D. R. © 1999, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-5304-8 (ePub)

    ISBN 978-607-16-5288-1 (ePub, Obra completa)

    Hecho en México - Made in Mexico

    Don Quijote es, en su demencia, un espíritu perfectamente seguro de sí mismo y de su caso, o más bien su demencia sólo consiste en ello, en que está y queda seguro de sí y de sus cosas.

    HEGEL

    ÍNDICE

    PRÓLOGO. Julio Torri.

    CAP. XXXVIII.—Donde se cuenta la que dio de su mala andanza la Dueña Dolorida.

    CAP. XXXIX.—Donde la Trifaldi prosigue su estupenda y memorable historia.

    CAP. XL.—De cosas que atañen y tocan a esta aventura y a esta memorable historia.

    CAP. XLI.—De la venida de Clavileño, con el fin desta dilatada aventura.

    CAP. XLII.—De los consejos que dio Don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la Ínsula, con otras bien consideradas.

    CAP. XLIII.—De los consejos segundos que dio Don Quijote a Sancho Panza.

    CAP. XLIV.—Cómo Sancho Panza fue llevado al gobierno, y de la extraña aventura que en el castillo sucedió a Don Quijote.

    CAP. XLV.—De cómo el gran Sancho Panza tomó la posesión de su Ínsula y del modo que comenzó a gobernar.

    CAP. XLVI.—Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibió Don Quijote en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora.

    CAP. XLVII.—Donde se prosigue cómo se portaba Sancho Panza en su gobierno.

    Plan de la obra.

    PRÓLOGO

    JULIO TORRI

    Don Quijote es obra del buen tiempo de la raza, y sus caracteres son la opulencia, la vida rebosante, la gracia y sello de aquella edad magnífica. Los críticos de hoy irán a buscar una visión más profunda de la vida a la Tragicomedia de Calixto y Melibea, a la exquisita y doliente novela de Diego de San Pedro, al Amadís de Gaula, dechado de la literatura caballeresca peninsular.

    En el Quijote hallamos, sin embargo, al conjuro de una prosa transparente y cristalina, dos personajes que eternizan —como las aladas figuras de una urna griega— las formas cambiantes de la vida: el hidalgo de la Mancha, cuyo brazo está siempre dispuesto a la acción desinteresada y a las hazañas peligrosas; y el rústico escudero, lleno de buen sentido y refranes, acabado tipo del hombre del pueblo, con las buenas virtudes de las gentes del campo, la ingenuidad, la credulidad, la fidelidad.

    Don Quijote es la generosidad misma: su espada y su vida, en toda ocasión al servicio del débil del oprimido. Perdió el seso en las lecturas de caballerías y piensa renovar el mundo, resucitando la venerable cohorte de los paladines. El medio es extravagante, pero nada más el medio. El propósito nada tiene de desvariado, y al encontrar el mundo lleno de perversidad y malicia, nuestro caballero andante se pone a la cabeza de la legión de los inconformes, de los que no transigen con su tiempo y permanecen siempre inadaptados a los moldes de fealdad y maldad que se les ofrece para vaciar su vida. De este desacuerdo moral profundo entre Don Quijote y lo exterior proviene esa melancolía meditativa que ennoblece su frente de escogido, esa tristeza que vela sus ojos, sus ojos que en la hora de la meditación han contemplado praderas desoladas y horizontes sombríos.

    Por eso, tan pronto como nos acostumbramos a su extraña locura, nos sentimos penetrados de infinita simpatía. ¡Mísero el caballero que va por caminos infestados de venteros y yangüeses!, un barbero y un cura de aldea le queman sus libros; y sobre el frágil cuerpo llueven a cada paso los estacazos y puñadas de la gente vil y plebeya.

    Nada nos causa mayor pena que la frágil victoria del caballero de la Blanca Luna. Don Quijote cae gloriosamente maltrecho en tierra; con la lanza enemiga sobre la visera, dice con desfallecida voz estas bellas palabras: Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo, el más desdichado caballero de la Tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra. Penetrado de la eficacia estética y moral de una muerte heroica, cierra los ojos y espera la apoteosis. Pero ésta no viene: hay que luchar aún, y esta vez con los peores enemigos: la inacción, el fastidio, la aldea.

    CAPÍTULO XXXVIII

    Donde se cuenta la que dio de su mala andanza la Dueña Dolorida

    Detrás de los tristes músicos comenzaron a entrar por el jardín adelante hasta cantidad de doce dueñas, repartidas en dos hileras, todas vestidas de unos monjiles anchos, al parecer, de anascote¹ batanado, con unas tocas blancas de delgado canequí,² tan luengas, que sólo el ribete del monjil descubrían. Tras ellas venía la Condesa Trifaldi, a quien traía de la mano el escudero Trifaldín de la Blanca Barba, vestida de finísima y negra bayeta por frisar, que a venir frisada,³ descubriera cada grano de grandor de un garbanzo de los buenos de Martos. La cola o falda, o como llamarla quisieren, era de tres puntas, las cuales se sustentaban en las manos de tres pajes, asimesmo vestidos de luto, haciendo una vistosa y matemática figura con aquellos tres ángulos acutos que las tres puntas formaban; por lo cual cayeron todos los que la falda puntiaguda miraron que por ella se debía llamar la Condesa Trifaldi, como si dijéramos la Condesa de las Tres Faldas; y así dice Benengeli que fue verdad, y que de su propio apellido se llamó la Condesa Lobuna, a causa que se criaban en su condado muchos lobos, y que si como eran lobos fueran zorras, la llamaran la Condesa Zorruna, por ser costumbre en aquellas partes tomar los señores la denominación de sus nombres de la cosa o cosas en que más sus estados abundan; empero esta condesa, por favorecer la novedad de su falda, dejó el Lobuna y tomó el Trifaldi.

    Venían las doce dueñas y la señora a paso de procesión, cubiertos los rostros con unos velos negros, y no trasparentes como el de Trifaldín, sino tan apretados, que ninguna cosa se traslucía. Así como acabó de parecer el dueñesco escuadrón, el Duque, la Duquesa y Don Quijote se pusieron en pie, y todos aquellos que la espaciosa procesión miraban. Pararon las doce dueñas y hicieron calle, por medio de la cual la Dolorida se adelantó, sin dejarla de la mano Trifaldín; viendo lo cual el Duque, la Duquesa y Don Quijote, se adelantaron obra de doce pasos a recebirla. Ella, puestas las rodillas en el suelo, con voz antes basta y ronca que sutil y delicada, dijo:

    —Vuestras grandezas sean servidas de no hacer tanta cortesía a este su criado, digo, a esta su criada; porque según soy dolorida, no acertaré a responder a lo que debo, a causa que mi extraña y

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