Discover millions of ebooks, audiobooks, and so much more with a free trial

Only $11.99/month after trial. Cancel anytime.

Todo en la Mente
Todo en la Mente
Todo en la Mente
Ebook260 pages3 hours

Todo en la Mente

Rating: 0 out of 5 stars

()

Read preview

About this ebook

Hace años leí acerca de una casa de ancianos en donde hicieron un experimento, de hacer que el ambiente de los residentes fuera como en su juventud. No puedo recordar en donde leí esto o qué estaban tratando de lograr, pero recuerdo que un resultado sorprendente fue que el cabello de las personas se oscureció.

Desde entonces, he tenido esta idea al acecho en el fondo de mi mente. ¿Qué tal si se llevara el experimento a su conclusión lógica?

En 2011 entré a Nanowrimo (una competencia para escribir una novela en un mes) y esta fue la idea que resurgió cuando me senté ante mi computadora. Antes o después nunca he escrito tan rápido y frenéticamente. La historia acaba de desembocar en el papel.

Seguía encontrando lagunas en mi conocimiento, pero seguí el consejo de Stephen King y sólo escribí, intentando lidiar con todo eso más tarde. Cuando volví de nuevo al manuscrito; una semanas más tarde y empecé a trabajar seriamente en ello, encontré que tenía que hacer mucha investigación acerca de la Segunda Guerra Mundial.

            Sabía bastante de ello por la lectura y la televisión, así como de las experiencias de mis padres, pero necesitaba saber cosas como las marcas de productos que usaban, como funcionaba el sistema de racionamiento, etc.

            También me di cuenta de que ignoraba sumamente de la cultura India, cuando de repente uno de mis personajes se salió de control y decidió regresar a ese país. Sabía algo por la lectura y de hecho, había estudiado historia India en la universidad, pero no tenía idea de si mis conocimientos serían suficientes para la India moderna. El problema con algo como eso es que no sabes qué es lo que no sabes. No me di cuenta, por ejemplo que un Indio probablemente no entendería Urdu. Así que recurrí a expertos maravillosos de la cultura India en Twitter para leer y corregir el manuscrito. Tuve cuatro respuestas y chequé todos sus comentarios con Google. Gracias, gente maravillosa, me han salvado de muchas vergüenzas. Y gracias Google. Me salvaste de semanas de trabajo.

            Mi querida amiga, Caroline, leyó los borradores cuando se quedó conmigo y me sugirió la idea para la portada. Ella pintó las hermosas manos que pertenecen a su madre, Ann Ritson, a quien está dedicado este libro.

LanguageEspañol
PublisherBadPress
Release dateSep 18, 2020
ISBN9781071566336
Todo en la Mente

Read more from Jenny Twist

Related to Todo en la Mente

Related ebooks

Science Fiction For You

View More

Related articles

Reviews for Todo en la Mente

Rating: 0 out of 5 stars
0 ratings

0 ratings0 reviews

What did you think?

Tap to rate

Review must be at least 10 words

    Book preview

    Todo en la Mente - Jenny Twist

    TODO EN LA MENTE

    Por Jenny Twist

    Jenny Twist 2015

    TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

    ––––––––

    La autora queda establecida como la única titular de los derechos de autor. La autora puede hacer cumplir estos derechos en toda su extensión.

    Este libro electrónico tiene licencia sólo para su disfrute personal. Por lo que no puede ser revendido reproducido o transmitido por ningún medio o regalado a otras personas sin el permiso de la autora. Si usted quisiera compartir este libro con otra persona, compre una copia adicional para cada persona con quien lo comparta. Si usted está leyendo este libro y no lo compro para su uso exclusivo, entonces regrese su libro electrónico al distribuidor y compre su copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta autora.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con personas reales es pura coincidencia.

    Créditos

    Editor: Emily Eva Editing

    http://emilyevaediting.weebly.com/

    Arte de la Portada: Novel Prevue

    http://www.novelprevue.com/cover-art.html

    ––––––––

    Esta historia originalmente fue publicada por

    Mélange Books, LLC

    White Bear Lake. MN 55110

    www.melange-books.com

    Ahora todos los derechos han vuelto a la autora.

    Dedicado a:

    Para Ann Ritson

    Significas mucho para mí: querida amiga, consejera, madre terrena.

    Escribí esto para ti porque quiero que vivas por siempre

    Te amo mamá.

    ––––––––

    "Los días de nuestros años son tres veces sesenta y diez años y diez."

    Salmo 90:10 en la versión de King James(KJV)

    ––––––––

    En los últimos diez años, mi laboratorio y muchos otros alrededor del mundo han demostrado de que no sólo es posible demorar el envejecimiento sino revertir aspectos de él. La primera persona a vivir 150 años ya ha nacido.

    David Sinclair, Ph.D Co-Director del Centro de la Biología del envejecimiento Paul F. Glenn

    Todo en la Mente

    Capítulo Uno

    Tilly estaba soñando

    Era el día de la Victoria Europea y estaban bailando en las calles. Todas las luces estaban encendidas. Ella las miraba sin creerlo. Estaba bailando con Johnny, su cabeza contra su pecho, entusiasmada por la cercanía de él y el saber que la guerra había terminado.

    El sueño era tan real. Ella podía sentir la gruesa tela del abrigo de Johnny contra su mejilla, oler su particular aroma de lana húmeda y tabaco.

    Sintió que el sueño se desvanecía y trató de aferrarse a él, pero se le escapaba de sus manos y sin problemas pasó a ser un recuerdo.

    Ellos habían bailado hasta entrada la noche; mucho después de que las puertas de la casa de enfermeras cerraran.

    Finalmente, exhaustos e intoxicados por la euforia de la multitud, habían caminado de regreso a la casa de las enfermeras y él le había puesto una pierna para que subiera la pared. Y mientras ella se sentaba en el filo de la pared con una pierna a cada lado, lista para brincar, Johnny la tomó por el tobillo y le dijo, ¿Te casarías conmigo, Tilly? Tan pronto como me desmovilicen.

    Ella lo miró a la cara iluminada por una de las lámparas del alumbrado público, con un mechón de pelo sobre su frente, con expresión seria y suplicante.

    Ella respondió con lo primero que se le vino a la cabeza. Se supone que debes de hincarte en una rodilla.

    OK, él dijo con una gran sonrisa y se hincó en una rodilla. ¿Él sabía? ¿Él sabía que le respondería ella?

    Tilly... Johnny comenzó a hablar en voz alta y en tono teatral.

    No, levántate, ella susurró con urgencia. Alguien puede oírnos.

    ¿A quién le importa? ¿Qué van a hacer, correrte?

    Ella le sonrió en la luz encendida. ¡Tonto!

    Y ella apartó su pierna de las manos de él y cayó graciosamente en el pasto que estaba al otro lado de la pared.

    ¿Y bien? La cabeza de Johnny se veía sobre la parte superior del muro.  ¿Te casarás conmigo?

    Sí, ella le respondió en un susurro. Entonces Tilly recogió la falda de su uniforme y corrió a través del pasto hacía el oscuro edificio. Al tiempo que corría, escuchó a alguien que silbaba la Marcha Nupcial, el sonido se desvaneció cuando llegó al final del camino y dio vuelta a la calle.

    Ella trepó por el tubo de desagüe y se deslizó cuidadosamente por la ventana para no despertar a las demás, sólo para encontrar que ella era la primera que había regresado.

    Se sintió un poco abatida. Por lo que sabía, ella debía ser la única en el hostal. Todos los demás estaban de fiesta allá afuera todavía. Por supuesto, excepto la matrona. No se podía imaginar a la matrona; de imponente figura, bailando en la calle.

    Las demás llegaron una tras otra, en el par de horas siguientes, acompañadas de susurros entusiastas y Tilly se sentó en la cama con sus rodillas levantadas contra su pecho, escuchando las aventuras de sus compañeras. Por razones obvias no dijo nada sobre su propia noche, mucho más excitante. En parte porque se molestó en ser la primera en volver, por lo que parecía ser la menos arriesgada y en parte porque ella- del todo- no lo creía.

    Tilly sospechaba que Johnny se había dejado llevar en general por la emoción y que reconsideraría a la luz de la fría mañana, que en ese instante se desplazaba en el cielo gris sobre de la casa de las enfermeras.

    Con un suspiro Tilly se incorporó de la cama y se alistó para ir a trabajar.

    ¿No hay descanso para los malvados, eh, Tilly? dijo una de las chicas al tiempo que pasaba tambaleándose con su bata en mal estado, agarrando su toalla y su cepillo de dientes.

    Está bien para algunos, respondió mientras se daba la vuelta y volvía a dormir.

    Su uniforme estaba hecho un desastre. Johnny la había recogido del hospital la noche anterior y llevado directamente a la fiesta en la calle.  No había tenido tiempo de cambiarse.  Su blusa estaba arrugada y un poco sudada debajo de las axilas. Ella la olisqueó desanimada.  Tendría que hacerlo. No tenía alguna otra limpia. Su falda estaba mucho peor para usarla por haberla dejado en el piso donde la dejó anoche y al revisarla más de cerca, encontró que había manchas verdes viscosas en el dobladillo, ocasionadas por el musgo de la parte superior de la pared.

    Maldita sea, dijo al tiempo que tomaba la falda para llevarla al baño para ver como la podía arreglar con jabón, agua tibia y un cepillo de dientes.

    ****

    La jefa de enfermeras le dio una mirada de desaprobación, al tiempo que aparecía en la sala, diez minutos tarde. ¿En dónde has estado? le exigió ¿Y qué demonios le has hecho a tu uniforme?

    Lo siento, murmuró Tilly.

    La jefa entornó sus ojos hacia el cielo con una expresión de largo sufrimiento.

    Después de eso, las cosas fueron de mal en peor.  De camino a la sala de lavado se le cayó un cómodo y tuvo que ponerse de rodillas a limpiar, justo cuando los doctores estaban comenzando sus rondas.  Entonces uno de sus pacientes tuvo una convulsión y comenzó a gritar obscenidades.  Luego, embotada por falta de sueño, estaba a punto de administrar una inyección al paciente equivocado cuando una de las otras enfermeras la detuvo.

    ¿Estás bien? le preguntó.

    Tilly asintió, débil y con un poco de alivio de escapar del desastre. Oh gracias, gracias dijo a su salvadora.  Es sólo que estoy realmente cansada.

    Miró por arriba del hombro para ver si la jefa estaba parando oreja. Estuve afuera bailando la mitad de la noche.  Ella se mordió el labio.  Debí de haber tenido sentido común.

    La otra enfermera le sonrió.  Bueno, no todos los días celebramos el fin de la guerra y no hace daño, ¿verdad?

    Palmeó a Tilly en el hombro, con un breve gesto maternal y continuó con su camino por la sala, el cual había interrumpido.

    Con ojos ojerosos, Tilly la vio continuar. Se sintió deprimida y sin esperanza. Imposible recapturar la euforia de la noche anterior.

    Regresó con su paciente, esta vez con el correcto y sostuvo la jeringa hipodérmica hacia la luz, expulsando un pequeño chorro para sacar el aire de la jeringa antes de que ella aplicara la inyección en la parte superior del brazo del paciente, con cierto aire de satisfacción.

    El paciente le dijo ¡Cuidado enfermera!

    Lo siento le dijo, y levantó su mirada para ver que Johnny venía bajando por la sala, trayendo un extravagante bouquet de flores que casi tapaban su cara.

    La jefa se había aparecido detrás de él y Tilly caminaba para evitarlo, pero él la alcanzó primero y arrojó el bouquet en sus brazos antes de que el cayera en una rodilla.

    Ahora lo haré apropiadamente, dijo.  Tilly, ¿te casarás conmigo?.

    La jefa se había detenido en seco y estaba mirando con expresión confundida.

    Tilly respiró profundamente, y dijo

    Unos cuantos aplausos vinieron de los pacientes aumentando en volumen, al unirse otros pacientes.

    Algunas enfermeras aparecieron en la puerta y comenzaron a sonreír y a aplaudir al comprender lo que sucedía. Para sorpresa de Tilly, incluso la jefa se había unido a los aplausos.  Entonces Johnny se incorporó y la tomó en sus brazos y le levantó la cara para besarla.

    Capítulo Dos

    "¿Qué? ¿Este fin de semana?

    Estaban en la cafetería del hospital; Tilly yendo al frente buscando una mesa, Johnny siguiéndola atrás de ella con una bandeja en la que llevaba té y pastelillos.

    Estoy siendo asignado para la semana entrante y no sé cuándo tendré otra oportunidad.

    Tilly encontró una mesa y se sentó, colocando su bolsa cuidadosamente entre sus pies.

    Johnny colocó la charola en la mesa y se sentó frente a ella.

    Se supone que estaré de servicio, dijo ella.

    ¿Se supone?  Johnny comenzó a dar un sorbo de té. Maldijo entre dientes, pero lo tragó valientemente.

    ¡Coñ- por Dios!, exclamó, reprimiendo el juramento más sagrado del ejército que había asomado a sus labios. ¿Qué demonios es esto?

    Tilly sonrió. Todo el personal cree que se trata del polvo del té proveniente del almacén, pero algunos de nosotros pensamos que viene de un lugar menos salubre -de un establo, por ejemplo.  Por supuesto, ella reflexionó, su sabor único se mejora mezclándolo con agua tibia y dejándolo reposar al menos durante veinte minutos."

    Jesús Johnny musitó bajo un suspiro, temiendo que otros parroquianos le escucharan blasfemar, Esto es peor de lo que nos dan en el NAAFI[1] 

    Deberías de probar los pastelillos, le dijo Tilly dulcemente.

    A pesar de la amena charla y las bromas, ella estaba realmente muy preocupada. Estaba aterrada de la reunión con los padres de Johnny. Ella se los imaginó -el papá de Johnny, severo e imponente con porte militar, con patillas abundantes, ahora que lo pensaba muy parecido a Káiser Guillermo: su madre muy rígida, enfundada en un bombazine, su cabello gris recogido en la parte alta de su cabeza, unos impertinentes[2] sostenidos delante de sus penetrantes ojos grises- ambos escudriñándola con obvia desaprobación.

    Se encontró a sí misma trazando los círculos de la mesa que habían dejado incontables tazas de té y pensaba qué tanto podría posponer la fatal reunión. Su instinto era posponer la reunión lo más posible.  No había manera de que ellos la pudieran encontrar aceptable. Había sido tonta en considerarlo. En el momento en que ellos la conocieran todo terminaría entre ella y Johnny. Sus padres le pondrían un alto y buscarían una nuera más adecuada.

    No puedo esperar para llegar a casa y tener comida real para variar.

    ¿Qué? replicó Tilly al momento de salir de sus pensamientos.

    Comida real, tú sabes. Huevos frescos, carne adecuada, mantequilla.

    Ella fijó sus ojos en la cara de Johnny, buscando indicios de que bromeara. Pero no bromeaba.

    Huevos frescos, ella repitió en tono reverencial.

    De repente estaban sentados en un círculo de silencio. Tilly se dio cuenta de que los parroquianos de las mesas cercanas estaban viéndolos con una mirada igual de hambrienta. Ella podía sentir la misma expresión en su propia cara. Exactamente no era que estuvieran hambrientos, la ración era adecuada, pero eso era todo y todos ansiaban comida más apetitosa.

    Sí. Johnny parecía completamente inconsciente del efecto que estaba teniendo. No puedo esperar a hincarle el diente a una chuleta de cerdo o a una pierna de pollo.

    A Tilly se le hacía agua la boca y temía que pudiera comenzar a babear.

    ¿Cómo es que? susurro ella.

    Johnny pareció sobresaltado por un momento. Bueno, la granja, tu sabes.

    No sabía que tus padres fueran granjeros dijo Tilly, la imagen de Káiser Bill se desvanecía poco a poco.

    No, no del todo, Johnny sacudió la cabeza. Es sólo una granja casera, sabes, junto a la casa. Sólo para la familia. Nosotros no vendemos el producto ni nada, Dudó. Aunque espero que mi madre haga negocio. Ella es muy buena organizándose.

    Así que, ¿qué es lo que producen en la granja? Ahora, la boca de Tilly estaba seca y le dio un trago grande al odioso té. Johnny le retiró la mano, demasiado tarde para detenerla.

    ¡No tomes eso! Estoy convencido que es venenoso.

    Tilly se carcajeó. Admito que es un gusto adquirido, pero realmente no es venenoso.

    Ella miró hacia sus manos. ¿Bien?

    Oh, la granja. Sólo lo habitual, tu sabes. Unas cuantas gallinas, un par de puercos, algunas ovejas y cultivamos nuestras propias frutas y verduras.  Finalmente se dio cuenta de la expresión hambrienta en sus ojos.

    Lo siento. Siempre la hemos tenido. Nunca pensé en ella hasta ahora.  Él sonrió y le tomó ambas manos sobre la mesa.  Entonces, ¿qué piensas? ¿Puedes hacerlo?

    Tilly luchó por un momento sopesando su miedo contra su avaricia.  La avaricia ganó.

    Encontraré a alguien para comerciar, dijo.  Será pan comido.

    Capítulo Tres

    Tilly se movió un poco en la cama. En el fondo de su mente persistía una sensación de que algo estaba mal, pero ella estaba disfrutando el recordar, tanto que apartó esa sensación firmemente y regresó....

    Realmente no había sido tan fácil. Sólo había tenido disponible el fin de semana, después de un complicado cambio de tres turnos que había significado trabajar en el turno de tarde el Viernes y consecuentemente haber dormido muy poco cuando Johnny pasó a recogerla a la mañana siguiente.

    Ella lo había saludado con ojos borrosos, sintiéndose malhumorada y embotada y no sintiéndose del todo segura de que estuviera haciendo lo correcto.

    No les voy a agradar, murmuró, sentándose en el tren, descansando su cabeza en el hombro de Johnny.

    Por supuesto que les agradarás. ¿Por qué no deberían hacerlo?  Él le sonrió y ella volvió a mirarlo.

    No soy lo que ellos quieren. Ellos no querrán una chica que viene del East End[3]. Ellos querrán a una debutante.

    Johnny echó su cabeza hacia atrás y rió. Ella lo miró con expresión de desaprobación y esperó a que dejara de reírse, pero el continuó riéndose cuando el tren comenzó a bajar la velocidad hacia Little Morpeth y él se levantó para asir de la canastilla las maletas de Tilly.

    La de ella era una bolsa pequeña de dormir. Realmente todo lo que ella necesitaba, ya que prácticamente no tenía nada adecuado para traer.  Ella estaba usando el único vestido presentable que tenía, que realmente no era parte de su uniforme y aun así no era adecuado para la reunión con los padres de Johnny.  No había traído un abrigo en absoluto porque los dos únicos que tenía estaban tan deplorables y se avergonzaba de ellos. Ella solamente podría esperar que el clima estuviera templado y seco.

    Por otro lado Johnny tenía una enorme maleta. Cuando ella le preguntó qué era lo que llevaba en ella, el respondió, Ropa sucia y tuvo la gracia de sonrojarse.

    El tren era uno de esos que se detenía en cada pequeña estación en el camino y ellos eran los únicos pasajeros que salieron hacia Little Morpeth. No había nadie esperándolos en la estación y Tilly miró ansiosamente, tan temerosa ahora que podía sentir sus piernas temblando y estaba segura que cualquiera que la viera lo notaría.

    Un hombre alto, corpulento, vestido con uniforme del ferrocarril apareció trotando, y su cara esbozaba una gran sonrisa. Señorito Johnny, dijo, tomando la mano de Johnny y sacudiéndola hacia arriba y hacia abajo vigorosamente, no estábamos seguros a qué hora llegarían aquí. Los trenes no son muy confiables como solían serlo. El hombre volteó hacia Tilly y se inclinó el sombrero. Y esta debe de ser -Matilda Whitbread, Johnny dijo. Tilly para ti, Barney. Mi prometida.

    Barney tomó la mano de Tilly entre las suyas y la sacudió con menos fuerza de lo que lo hizo con Johnny. Sus manos eran enormes, cálidas y endurecidas por el trabajo.

    Encantado de conocerla, señorita Tilly, dijo. Espero que sea feliz aquí.

    Pero, Tilly comenzó, a explicar que ella sólo estaría por el fin de semana, pero Barney se había alejado de ella. Ahora aquí está Ted, dijo. Tendrá la carreta afuera.

    Hubo un grito desde la parte delantera del tren y él se interrumpió para decir. Lo siento Joe. el tren se alejó con una gran bocanada de humo.

    Un hombre muy pequeño y delgado estaba en la plataforma moviéndose ansiosamente en un pie y en otro, aparentemente esperando que lo notaran.

    ¡Es el joven Ted! Dijo Johnny con verdadera calidez en la voz, ¿Cómo estás, viejo amigo?

    "Ahora, sólo

    Enjoying the preview?
    Page 1 of 1