Ningún tonto
La mayoría de nosotros estamos felices con una única idea caricaturesca de los avestruces: son aves grandes que entierran la cabeza en la arenaen tiempos de crisis porque, al parecer, piensan que si no ven el peligro, este no los puede ver.
En nuestro saco de estereotipos, los avestruces se han convertido en el animal bobo por excelencia.
La idea de la cabeza en la arena está gastada, una herencia de 2000 años de antigüedad del naturalista romano Plinio, quien a veces contaba leyendas. Los avestruces tienen piernas largas y huesudas, un torso que se sostiene como si fuera una balsa flotante de carne y plumas, y un cuello que parece periscopio, coronado por una cabeza en forma de cuña con ojos más grandes que los de un elefante, a una altura de hasta tres metros. Es un diseño no muy conveniente para enterrar la cabeza.
Los avestruces sí suelen poner la cabeza cerca del suelo -no abajo de- para comer plantas o atender sus nidos, pero su cuello es ligero y flexible, con 17 vértebras cervicales (nosotros tenemos siete) que lo mueven con facilidad de arriba abajo, de lado a lado y hacia adelante y atrás. Y sus ojos gigantes los ayudan a vigilar el mundo a su alrededor.
Tienen motivos para estar alerta. Para empezar, son básicamente pollos descomunales en hábitats poblados por leones, leopardos, li- caones y guepardos hambrientos. Mientras que los avestruces adultos son demasiado formidables como para ser una presa fácil -su patada puede romper huesos y la más grande de sus dos garras puede eviscerar a un adversario-, son mejores en la huida que en la pelea, con una velocidad máxima de escape de 70 kilómetros por hora.
Lo que también los mantiene alerta
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