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125 Días
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125 Días

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Crónica de una travesía real hacia la pureza interior. Primera parte de una trilogía sobre un viaje por Suramérica con el objetivo de escalar en roca. Cada día, abarca la aventura en sí misma, una enseñanza con las ideas de un pensador secular y la Palabra De Dios. La historia es verdadera y contiene el pensamiento transversal, para un mejor crecimiento intelectual y espiritual. El aprendizaje parte de los errores en las relaciones personales y no de los triunfos de la protagonista. En este primer tomo se describen los lugares emblemáticos y las vivencias en los países de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Llega hasta la frontera terrestre Bolivia-Chile.

LanguageEspañol
PublisherPaola Velez
Release dateJul 23, 2020
ISBN9780463457078
125 Días
Author

Paola Velez

Paola Vélez trabajó en la producción de varios comerciales, cortometrajes, series y novelas nacionales.Comenzó su pasión por la escalada en roca a los 19 años.Es aficionada a la fotografía y a viajar.El mundo de la escritura comenzó en su vida a los nueve años cuando le regalaron un diario en su primera comunión; desde ese momento hasta ahora no ha parado su amor por escribir.Ha escrito tres libros. Las Mujeres Son Malas, Los Hombres Son Buenos Por Naturaleza y la trilogía "125 Días". Las segunda parte está en proceso de impresión y la tercera se está escribiendo en este momento.

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    125 Días - Paola Velez

    Prólogo

    Para un cristiano convencido y comprometido con la causa del evangelio, el impulso de escribir para documentar y contar su experiencia cristiana a otros -tanto a quienes al igual que él la están viviendo ya en carne propia, como a quienes se encuentran al margen de ella- es algo más que natural.

    No en vano el Señor Jesucristo anunció que nos daría el poder de su Espíritu para ser eficaces testigos suyos, comenzando desde nuestro entorno social más inmediato hasta lo último de la tierra. Y ser testigo no es más que contar todo lo bueno que Dios ha hecho con nosotros. Aún a través de malas experiencias, en medio de las cuales justamente hemos podido aprender, bajo la guía de Dios por medio de la comunión con Cristo y la dirección de su Espíritu, las mejores y más preciadas lecciones de vida en nuestro paso por este mundo.

    En este orden de ideas, hay períodos de nuestra vida especialmente fecundos y reveladores por las vicisitudes vividas o por el carácter extraordinario o poco común de estas vivencias que rompen las rutinas habituales de nuestro día a día y, como tales, se convierten en una fuente de aprendizaje intensivo muy difícil de lograr bajo circunstancias diferentes.

    Paola fue en sus años de juventud, como muchos jóvenes de su generación, amante de las experiencias extremas. En su caso esta inclinación se concretó en su gusto y destreza en el deporte de la escalada en roca y el montañismo. En su intento de satisfacer a plenitud este gusto particular, se embarcó en solitario en un periplo de varios meses por diversos países de América Latina, que la sumergieron en una serie de experiencias únicas y diferentes entre sí, en compañía de sus ocasionales acompañantes de travesía.

    Las reflexiones que estas experiencias suscitaron en ella, la marcaron de manera especial. Y lo hicieron debido a que a estas alturas ella ya profesaba una todavía incipiente e inmadura fe en Cristo que, gracias a los episodios vividos a lo largo de todo su recorrido, la llevaron a madurar su fe a un ritmo redoblado, a veces de manera dolorosa y sufrida, experimentando también las consecuencias de no tomar su fe con la seriedad requerida.

    Tiempo después, una vez que su fe había madurado lo suficiente para decantar y poner en orden las lecciones aprendidas en su trato con Dios. en medio de este particular período de su vida, Paola decide ponerlas por escrito utilizando el formato de reflexión tan querido por el pueblo cristiano en general. El carácter tan íntimamente personal y la candorosa honestidad mostrada en su narración aceptando, sin intentar justificarlas, las eventuales equivocaciones cometidas a lo largo de este crucial viaje, ya son un aspecto llamativo y poco común en escritos de este tipo.

    Pero el beneficio mayor de este escrito radica en el contraste que logra establecer entre su fe inicial y su fe madura, ilustrada por un conocimiento mucho más profundo y lúcido de la revelación bíblica y de multitud de sentencias y pensamientos de autores cristianos de renombre, que surgen de su actual desempeño como maestra de la cátedra de Introducción al Pensamiento Cristiano enriqueciendo su perspectiva y ayudándole a identificar y comunicar mucho mejor las lecciones aprendidas, de tal modo que su aprovechamiento sea manifiesto a todos los lectores.

    Confío así en que las reflexiones emprendidas aquí por Paola, serán de muy buen recibo por parte de otros creyentes y lectores en general, inmersos, como ella, en el esfuerzo por ser cada vez mejores personas y mejores cristianos en medio de la multitud de predicamentos y acechanzas que el mundo nos depara.

    Arturo Iván Rojas Ruiz

    Director Unidad Educativa

    Iglesia Casa Sobre La Roca

    *****

    Prefacio

    Debo admitir que en realidad no existe una razón lógica para que alguien quiera leer lo que escribí. Lo hago porque mis intenciones profundas, quitando el ego de creer que lo que escribo está bien, y puede servirle a alguien, son las de enseñar, a través de mi mal comportamiento como cristiana, cuál es la forma de practicar el verdadero cristianismo.

    Cómo recuerdo las veces que me senté frente al computador sin saber exactamente qué debía escribir y dónde necesitaba investigar para tener una respuesta esperanzadora con el pensamiento de los autores y La Palabra de Dios. Este momento evoca los mismos sentimientos de debilidad. Sólo puedo reconocer que el Creador me dio la salida para encontrar lo que finalmente Él quiso que se escribiera en este libro.

    El trabajo que realicé, fue una combinación muy interesante entre un relato de mi vida, a lo largo de un viaje, el pensamiento de muchos autores con respecto a eso que viví y La Palabra de Dios, que finalmente es la que lleva, en sí misma, el solucionismo para todas las actitudes que enfrentamos los seres humanos en nuestro entorno de relaciones personales.

    Debo aceptar que quedé muy sorprendida con el pensamiento profundo de muchos escritores que cité. Creo que Dios los dotó de una manera especial, para que ellos le regalaran a la humanidad tanto discernimiento en aspectos que pasamos por alto regularmente como creyentes.

    No fue sencillo encontrar los textos que hablaran precisamente de lo que estaba viviendo en aquel momento. Y cuando los encontraba, me daba cuenta de la intervención Divina. Soy consciente de que, sin la ayuda de Dios, no hubiera sido posible lograr este cometido.

    Internet es la muestra fehaciente de lo similares que somos los humanos. Cuando entramos en la red, podemos observar los gustos de las personas en todas partes del planeta. Sólo basta con hacer una búsqueda de hotel en cualquier parte del globo terráqueo, para reconocer que a la mayoría nos gustan las mismas cosas. El secador de pelo, las toallas, los productos de aseo pequeños y gratuitos. Somos tan similares, que existe un estándar para cubrir las necesidades primarias. Un producto como una red social, por ejemplo, es universal porque sus creadores lograron identificar esos puntos específicos en los que tanto nos parecemos.

    El texto que ahora presento, no es singular en sí mismo, simplemente es un trabajo disciplinado de alguien que quiere enseñar de una manera atrayente las verdades que también son universales, y que Dios ya tenía expuestas en su Palabra escrita a lo largo de la Biblia. Desde la creación el Padre sabía que su Escritura Sagrada iba a ser el manual que contendría los obstáculos y las soluciones para los problemas de relaciones sociales y de toda índole que encontramos en nuestra tierra.

    Me gustaría decir que después de investigar a todos los autores y la Biblia sobre los temas que viví en el recorrido, me volví la cristiana más pura del mundo. Pero desafortunadamente no fue así. Parte de las enseñanzas que están escritas no he podido superarlas. El poder de llevar el conocimiento de lo bueno y lo malo a la práctica viene del Espíritu Santo y de nuestra voluntad. Por eso los invito a leer cada día con mucha concentración y mucha disposición para que el Espíritu de Dios pueda bendecirlos en los aspectos en los que puedan utilizar la voluntad para el cambio.

    En las muestras que entregué a mis amigos de la primera parte que escribí, noté que les atraía mucho la historia del viaje, y por esa razón leían con afán la enseñanza del autor y la Palabra de Dios, para seguir avanzando en el hilo de la travesía. Me parece oportuno recomendar, con todo respeto, la lectura de cada día por separado, en aras de un análisis profundo para interiorizar las enseñanzas allí descritas. Ese es el objetivo principal de este escrito. Enseñar y aprender lo que nuestra voluntad y el Espíritu Santo nos ayuden a poner en práctica.

    Gracias por tenerlo en sus manos, es un honor para mí.

    Paola Vélez.

    http://www.paolavelez.com/

    *****

    La Paz, Bolivia, 24 de diciembre. 3600 metros sobre el nivel del mar.

    Esa noche, escuchaba a lo lejos las risas de los que celebraban la navidad, en el primer piso de aquella casa grande y elegante.

    Mi pecho hervía como el sonido crujiente de unas papas fritándose en aceite caliente. El oxígeno que entraba a mi cerebro era muy poco. Mi cuerpo no aguantaba más, el recorrido de regreso a mi patria ya estaba a punto de terminar. Sabía que algo muy malo sucedía, porque no era normal que tuviera que toser y que después de eso me saliera gran cantidad de saliva mezclada con sangre. Era tanta la saliva que emanaba de mi boca, que decidí utilizar un vaso para escupir. Lo mantenía escondido porque no quería que nadie descubriera mi condición. En el fondo de mi ser sospechaba, sin aceptarlo totalmente, que tenía edema pulmonar de altura, una enfermedad mortal. Es la muerte más lenta y más tranquila de las que existen.

    Tres meses atrás estaba Mateillo¹ parado en la ventana de la habitación de mi mamá, en Bogotá, mirando las palomas que volaban de un lado para otro; él había heredado eso de mí, también me gustaba sentarme horas en frente de la ventana, especialmente en las de mi habitación, cuando tenía la edad en la que creía que el tiempo no era importante; la edad en la que todo me lo regalaban, y me podía dar el lujo de hacer eso.

    Tenía mi morralote² listo en la habitación de al lado, que era donde dormía con Mateo, mi pequeño hijo. Había durado varios días escogiendo qué cosas iba a llevar al viaje y qué cosas iba a sacrificar. Lo cierto es que había decidido comprar botas de escalada en roca, que también las llaman pies de gato, para venderlas a los escaladores que habría de encontrar en el camino, en los distintos países de Suramérica que pensaba visitar. Era la forma que había encontrado de no dejar desvalorizar el dinero colombiano frente al dólar. Además, había comprado unos collares y anillos plateados, junto con algunos hechos de arcilla, para venderlos o cambiarlos en caso de alguna necesidad.

    Sabía que el viaje comenzaba con esa mirada inocente de Mateo al lente de mi cámara fotográfica. Era el personaje principal y al que debía dejar solo, para cumplir un sueño que había elaborado desde antes de que él llegara a mi vida. No estaba segura de estar haciendo lo correcto, y lo más probable era que no lo fuera, pero no me iba a devolver; mis ilusiones estaban en el tope, y ya era hora de arrancar. Era mucho más fuerte la emoción y los sentimientos por lo inesperado, que la razón, que me indicaba que dejar a mi hijo solo era una locura. Mis emociones descomunales fueron alimentadas por mi mente y también por la noción de felicidad a toda costa, de la que se hablaba dentro de la sociedad que me rodeaba. Esas emociones, muchas veces irracionales como las que estaba sintiendo en aquel momento, fueron estudiadas y definidas por el escritor Charles Colson, quien se refirió a esa nueva felicidad a la que todos, en mayor o menor medida, nos veíamos abocados en este mundo actual. La felicidad de la autonomía; aquella independencia que nos permitía actuar de la manera que mejor nos pareciera, en aras de nuestra realización personal, dejando muchas veces maltrechas a las personas que nos rodeaban; y este caso no fue la excepción con mi pequeño hijo. Colson escribió: "Pero es justamente lo que se les dice a los seres humanos modernos en el mundo de hoy: Hacer de nuestra vida un viaje sin destino; seguir nuestros caprichos e impulsos. Por cierto, que las voces de la cultura lo adornan un poco. Celebran la felicidad de la autonomía, nuestro derecho a crear nuestra vida e incluso nuestro yo, nuestras decisiones y conveniencias sin fin, nuestra liberación de las convenciones y legalismos peculiares de una era menos iluminada […] Constantemente oímos que la elección individual es lo único que producirá felicidad la meta más sagrada de la vida occidental." ³

    Comencé mi viaje a pesar de todo. Dejé a mi hijo, de tan solo dos años, con mi mamá y con una niñera que lo cuidaría durante el tiempo que estuviera de viaje. Lo que más me importaba era realizar el sueño que tiempo atrás había elaborado en mi mente. Pero lo más clave de todo ese asunto, era que Dios, a pesar de haber conocido mis decisiones equivocadas en un principio, utilizó esa misma herramienta para hacer unos cambios impactantes dentro de mi propia vida en ese recorrido por Suramérica. Un camino largo, impactante e inusitado.

    El rey Salomón, un hombre sabio, que disfrutó de todos los placeres a su alcance y que finalmente reconoció que todo en la vida era una vana ilusión, descubrió que nosotros los seres humanos podemos planear cosas en nuestra mente y nuestro corazón, pero finalmente Dios, a pesar de todo, de nuestras malas decisiones incluso, dirige nuestros pasos. Él escribió: "El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor.

    Constantemente oímos que la elección individual es lo único que producirá felicidad la meta más sagrada de la vida occidental.

    Charles Colson  

    ¿Todavía creemos que la elección individual para buscar la felicidad, es lo que nos producirá el bien supremo?

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    CAPÍTULO 1

    SALIDA DE BOGOTÁ D.C., COLOMBIA

    La felicidad de la libertad engañosa

    Bogotá, Colombia.

    DÍA 2

    Tomé el morralote que mi hermana Alejandra me había ayudado a empacar de una manera magistral. Llevaba un canguro en la cintura, bastante gordo, y un morral pequeño que también estaba en el tope; éste lo tenía en frente. Antes de salir, había preparado una granola especial, con hojuelas de maíz azucaradas, uvas pasas, maní, ajonjolí, avena y leche en polvo. Era un paquete grandísimo, que ocupaba la mayor parte del morral pequeño.

    Iba preparada para no dejarme aburrir; llevaba la cámara, con seis rollos de diapositivas, el walkman, el cuaderno, el bolígrafo y la Biblia que mi tía Fofy⁵ me había prestado, la cuál era lo suficientemente compacta, como para que pudiera estar en todos los lugares donde la iba a necesitar durante el viaje. Bajé las escaleras de la casa, sintiendo un pequeño dolor de estómago por la emoción; sabía que iba a comenzar a vivir algo que había querido desde hacía muchos años. Metimos el morralote en el baúl del taxi y, como la mayoría de las veces sucedía en mi casa, me acompañaron al terminal de transporte de Bogotá, mi mamá, mi hermana Alejandra y mi hijo Mateo. 

    Había dejado paga una niñera que iba a cuidar a Mateo durante el tiempo en que no iba a estar, pues el pequeño estaba en una edad muy difícil de manejar, y yo sabía eso. Pero no quería pensar, sólo quería conocer; mis sentimientos en ese momento estaban por encima de la razón. Incluso mi madre colaboró con la causa. Ella aceptó quedarse con mi hijo, porque conocía con anterioridad los deseos que me embargaban. Esa decisión no había sido racional; los sentimientos se habían apoderado de todos nosotros. 

    La radiografía de ese momento en la sociedad familiar de la que yo formaba parte, la hizo el escritor español Antonio Cruz; él definió que mi comportamiento, por ejemplo, demostraba lo que la sociedad posmoderna valoraba como bien supremo en ese momento: La aprobación intrínseca de los sentimientos por encima de la razón. Nadie en mi familia se opuso a mis emociones. Todos estábamos imbuidos en esa decisión. Advirtió: "Si la modernidad se caracterizó por su reverencia ante la poderosa razón, la posmodernidad gritará todo lo contrario. ¡Muera la razón, viva el sentimiento! El individuo contemporáneo, harto de escuchar las historias batallistas racionales de sus antecesores, se ha convertido en un sentimental que valora las emociones personales por encima de la razón."

    Sé que fue una actitud egoísta e individualista, porque no pensé en Mateo; únicamente pensé en volver realidad un sueño que había tenido tiempo atrás; pasando por encima una responsabilidad tan grande, como la crianza de mi hijo; la había dejado en manos de una persona que no conocía y que no fue la más idónea para haberlo hecho, la niñera. Dejé a mi hijo abandonado con su abuela. 

    Nuestra familia también fue descrita por este mismo autor, en otro de sus libros, quien había estudiado profundamente el fenómeno actual de las familias recombinadas. Nos detalló a la perfección. Hijos en manos de sus abuelos, y padres individualistas que sólo se preocupaban por sí mismos. Escribió: "Familias formadas sólo por los abuelos y sus nietos a quienes los padres biológicos han abandonado o simplemente no pueden mantener [...] De ahí que esta institución humana (la familia)sea hoy más necesaria que nunca, ya que el hombre y la mujer actuales necesitan una mayor protección psicológica por el hecho de vivir en una sociedad individualista." ⁸

    Permití que mis emociones y sentimientos estuvieran por encima de la razón. Simplemente pensé en mi deseo de conocer el mundo, y pasé por encima de todo y de todos, incluso de mi propio hijo. Además, no valoré, o mejor en ese momento no estaba valorando, el pequeño ser que Dios me había dado para cuidarlo, y no sabía el gran valor que ese niño representaba en mi vida. 

    Sin embargo, el Padre, a través del rey David, nos dejó escrito (para no tener excusa)⁹ el valor que un hijo debería representar para sus padres. Él, en uno de sus salmos intercedió ante padres que, como yo, no encontrábamos la importancia real de nuestras pequeñas crías: "Los hijos que nos nacen son ricas bendiciones del Señor. Los hijos que nos nacen en la juventud son como flechas en manos de un guerrero." ¹⁰

    El individuo se ha convertido en un sentimental que valora las emociones personales por encima de la razón.

    Antonio Cruz

    ¿Seguimos moviéndonos en el ámbito de la posmodernidad, donde las emociones y los sentimientos son más importantes que la razón?

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    DÍA 3

    Suponer que el bienestar físico compensa la falta de relaciones humanas es un error.

    Bruno Bettelheim

    Después de salir de la casa en el taxi, llegamos al Terminal. Sentía una mezcla extraña de tranquilidad y temor, pero trataba de no pensar en el futuro, sino únicamente en los sucesos inmediatos, como la puerta donde tenía que tomar el bus, la llegada a Ipiales en la frontera de Colombia con Ecuador; en fin, lo que iba pasando poco a poco.

    Mi mamá me dio una bendición muy hermosa, mi hermana me deseó lo mejor y Mateillo se despidió de mí con mucha tranquilidad; quería que fuera un evento normal y así fue afortunadamente. Me colgué el morralote en la espalda, y casi me voy de narices. En ese momento, creía que ese peso iba a ser temporal, porque pensaba vender muchas botas en el Ecuador, primer país al que iba a visitar. Sin embargo, debía acostumbrarme a cargarlo con ese peso.

    Me puse el otro morral pequeño en frente y el canguro en la cintura. Veía a mi mamá con cara de preocupación dentro del carro; me imaginaba que ella pensaba en la cantidad de peso que llevaba, y eso no la dejaba descansar; en cambio mi hermana Alejandra sonreía y sonreía muy emocionada, porque por fin iba a comenzar a hacer lo que había planeado con meses de anterioridad. Mateo, en cambio, seguía mirando por la otra ventana; ni siquiera me miraba, lo hacía cuando Alejandra y mi mamá le decían que lo hiciera, para que todos nos dijéramos adiós con las manos por última vez. 

    Él sabía que yo era únicamente una fachada, que tenía el nombre de mamá; pero en realidad, con quien él se sentía bien era con la Tata,¹¹ quien lo había amado desde un principio. Así que no sentía ninguna tristeza al verme ir. Yo le proporcionaba confort, pero no tenía una relación significativa con él. Por esa razón él actuaba con tanta frialdad en el momento de nuestra separación. 

    Ese comportamiento de Mateo, lo estudió el escritor Bruno Bettelheim, cuando él mismo se relacionó con niños autistas en la Escuela Ortogénica de Chicago. Reconoció que los niños tienen el poder de dar tristezas o alegrías a sus padres, dependiendo de las relaciones interpersonales que se establezcan entre ambos. Sabía que el bienestar físico no compensa la falta de relaciones significativas con nuestros hijos. Analizó lo siguiente: "En el niño queda claro que tiene el poder para conferir alegría y pena sobre el padre o la madre haciendo o no haciendo lo que se le dice. Así lo que parece una ley absoluta e insensible se convierte en un acontecimiento donde el hacer propio afecta a los otros. En torno a este acto se constituyen relaciones personales, unas veces más satisfactorias que otras, pero en todo caso enraizadas en interacciones entre personas. 

    Establecemos relaciones cuando esperamos ser amados o respetados o ambas cosas. Recibir cuidados no basta. Son necesarios, pero no son condición suficiente. De otro modo, cuanto más confort podamos ofrecer, más fácil debería ser establecer relaciones. Suponer que el bienestar físico compensa la falta de relaciones humanas es un error que cometemos porque, a su vez, la ausencia de todo confort obstaculiza las buenas relaciones." ¹²

    Por mi parte, no entendía en ese momento el valor de lo que un hijo representa para una madre. Pensaba que tener hijos era bastante sencillo, es decir, que quedar embarazada era normal. Fue una de las razones por las que estaba alejada emocionalmente de mi hijo. Había perdido de vista que el simple hecho de un embarazo, era ya un milagro en sí mismo, y era un milagro que venía del Creador. No valoraba el prodigio que Dios había hecho en mi vida al haberme regalado ese pequeño niño. 

    En la historia de Israel, quedó registrado un hecho que pudo dar luz a aquellas mujeres que, como yo en aquel momento, no valoramos a nuestros hijos. Tal vez muchas de nosotras no apreciamos el valor de un hijo porque existen muchas tendencias hacia el control de la natalidad. Por el contrario, en la época del pueblo de Israel, tener hijos era lo más importante. Ellos tenían claro que los hijos ayudaban a la trascendencia y entre más hijos tuvieran, mejor. No tenerlos era una desgracia. Los hijos en los últimos años de nuestra era, ya no se veían como flechas en manos de un guerrero, sino como una irresponsabilidad por parte de los padres, que se atrevían a tener hijos en un mundo tan poblado.

    Una de las historias del pueblo escogido por Dios, es la de Elizabeth, la cual mostró, a vuelo de pájaro -y por su significado quedó registrado en la Escritura- lo que representaba un hijo en aquel tiempo. No sólo era un milagro, sino que también proporcionaba dignidad a la mujer. Esa importancia de los hijos en ese entonces, debe hacernos reflexionar, para valorar como un milagro la llegada de los hijos a nuestra familia. Esa historia es la siguiente: Cuando se cumplió el tiempo, Elizabeth dio a luz un hijo, sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había mostrado gran misericordia y compartieron su alegría. […] Quienes lo oían se preguntaban: ¿Que llegará a ser este niño? Porque la mano del Señor lo protegía. ¹³

    Suponer que el bienestar físico compensa la falta de relaciones humanas es un error.

    Bruno Bettelheim

    ¿Podemos comparar la manera actual de ver a nuestros hijos, con la clase de bendición poderosa que significaban los hijos en la época del pueblo de Israel?

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    DÍA 4

    En resumen, el cristiano incongruente con su fe, sufre aún más, que el ateo constante en su ateísmo.

    Charles Colson

    Después de despedirme de Mateo, de mi mamá y de mi hermana, me volteé hacia el terminal de transporte; cuando vi la pared de esa construcción me di cuenta, por primera vez, que estaba sola, que mi única compañía era la voz de Dios; esa que utilizaba únicamente cuando lo necesitaba, pero a la que no era capaz de preguntarle cuáles debían ser mis pasos. Había recibido a Jesús en mi vida, pero estaba completamente ciega; creía que su voz era únicamente una compañía muy agradable para mis momentos de soledad, pero no tenía completa reverencia hacia Él; pensaba que me habría de librar de muchos peligros en mi viaje, y en general en mi vida, pero finalmente hacía lo que pensaba, pasando por alto lo que el Creador quería para mí. 

    La desventaja de haberme comportado de esa manera, es decir, con nombre de cristiana, pero sin una conducta coherente con el cristianismo, me llevó a situaciones complejas y difíciles de manejar. Ese problema, en aquel momento no lo tenía yo únicamente. En realidad había sido un tema común, que fue sacado a la luz por Charles Colson, quien hizo una radiografía del comportamiento y de las acciones de cristianos que vivían como yo en ese momento. Se refirió en su libro a los beneficios reales de ser cristiano. Pero también explicó que cuando esos beneficios van en contravía del comportamiento correcto que Dios espera de nosotros; entonces lo que a simple vista es un beneficio, a la larga se puede convertir en un estado peor que el que experimentan los ateos, debido al sentimiento de culpa constante, por no poder hacer lo correcto. Nos invitó a un comportamiento coherente: "Y es cierto que hay beneficios psicológicos que se derivan de creer en Dios. Pero el reduccionismo psicológico es un juego que ambas partes pueden jugar. Porque se puede decir que de la misma manera hay beneficios psicológicos de no creer en Dios. Después de todo la idea de Dios puede ser tan desconcertante como es reconfortante (al menos a corto plazo). ¿Quién va a querer abandonar preferencias personales y ser hecho responsable a un estándar moral absoluto por cada pensamiento y acción? ¿Quién va a querer ir más allá de confesar unos pocos errores y confesar que ha pecado ante un Dios Santo? ¿Quién va a querer entregar la riqueza que uno tiene? ¿Quién va a querer sufrir por otros? […] Puede ser mucho más agradable creer en el dogma del yo autónomo, que nos asegura que no hay verdades objetivas que nos hagan demandas legítimas, que lo correcto y lo incorrecto está sujeto a nuestras propias elecciones, que por nuestras decisiones creamos valores de la nada. Cada individuo es un mini-dios que crea su propio mundo propio. En resumen, el cristiano incongruente con su fe, sufre aún más que el ateo constante en su ateísmo. Las personas más miserables son las que conocen la verdad, pero no la obedecen. El cristianismo en realidad describe nuestra verdadera naturaleza y nos muestra cómo vivir de acuerdo a ella. Y cuando lo hacemos disfrutamos los resultados de actuar en la forma en que fuimos creados para actuar." ¹⁴

    Yo tenía una nueva creencia muy fuerte, porque me sentía emocionalmente viva, pero difería mucho de una actuación congruente con el cristianismo. Como dicen los grandes teólogos, me había convertido en algo diferente, había creído en algo nuevo, pero no estaba regenerada, y eso se podía ver claramente en mi manera de actuar. Así sucedía en la época del profeta Oseas. Las personas del pueblo de Israel, que debían invocar únicamente el nombre de Dios para que fueran congruentes con sus creencias, terminaron remedando prácticas de pueblos no judíos, que adoraban otros dioses, para tratar de obtener comida y vino. Eso seguramente los llenaba de culpa y no les permitía tener una fidelidad que les proporcionara tranquilidad perpetua. Por tal razón, Oseas dejó esta advertencia, donde quedó completamente explícito que, como creyentes en Dios, debemos ser congruentes con nuestra fidelidad hacia Él. Expresó: Yo bien podría redimirlos, pero ellos no me hablan con la verdad. No me invocan de corazón, sino que se lamentan echados en sus camas. Para obtener grano y vino nuevo se laceran y se ponen en mi contra. ¹⁵

    En resumen, el cristiano incongruente con su fe, sufre aún más, que el ateo constante en su ateísmo.

    Charles Colson

    Como cristianos, ¿somos coherentes con nuestras acciones?

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    DÍA 5

    Me curé de la perniciosa tendencia de comparar y preferir, especialmente cuando se trata de la naturaleza.

    C. S. Lewis

    Después de despedirme de mi familia y de ingresar al terminal, llegué a la puerta de salida que me correspondía para tomar el bus hacia la ciudad de Ipiales. Ciudad en la frontera de Colombia con Ecuador. El ayudante metió mi morralote en la bodega, y subí al puesto que me pertenecía, que era hacia la ventana, mi lugar predilecto. 

    Me esperaban veintidós horas de viaje. Cuando el bus salió, sentí una libertad total. No tenía que preocuparme por nada; las cosas se iban a ir presentando como debían ser; eso era lo que pensaba. El paisaje era muy hermoso. Admiraba la belleza de nuestras cordilleras; miraba los árboles frutales, especialmente de mango que siempre estaban repletos de comida (eran tantos mangos que muchas veces estaban tirados en el suelo);¹⁶ vivíamos en un paraíso, parecido a los que describían las películas, pero yo no lo apreciaba totalmente o como debería ser, si hubiera sido consciente en ese momento, de lo que teníamos en nuestro país.

    De todas formas, me encantaba la variedad de climas que encontraba; unas veces hacía frío, y luego de unos minutos iba entrando poco a poco al clima cálido perpetuo. 

    Después de largas horas de estar mirando por la ventana del bus, comenzó la noche a la hora acostumbrada, el atardecer espectacular se deshacía en minutos. En Colombia ese gran suceso dura muy poco tiempo. Pero precisamente por eso mi admiración era mucho mayor. Sabía que esa imagen y ese color del cielo, no los tendría allí mismo por largo tiempo. En ese momento, sólo conocía el atardecer colombiano, y no podía compararlo con los atardeceres de la Patagonia, por ejemplo, cuya duración en verano es mucho más larga. Afortunadamente no lo podía hacer. Necesitaba aprender a admirar la naturaleza que tenía en Colombia, porque este fue mi lugar de nacimiento y donde viviría muchísimos años de existencia terrenal. 

    Precisamente, amar la naturaleza en cada rincón del planeta, de la manera que fue creada y diseñada por Dios para existir en ese preciso lugar, fue lo que C. S. Lewis pretendió enseñar a sus lectores; él exhortó a las personas en sus escritos, a que admiremos la naturaleza quitando el perjudicial atractivo de comparar. La comparación no nos permite disfrutar de lo que tenemos, por estar pensando en aquellas cosas que hacen falta o que vemos en otros lugares. La naturaleza es perfecta en cualquier parte del planeta que nos corresponda vivir. Es cuestión de aprender a disfrutarla. Sobre esto indicó: "Quizás el hecho de que las bellezas de cada lugar eran tan particulares que ni un tonto las habría obligado a competir, me curé de una vez por todas de la perniciosa tendencia a comparar y preferir, operación que produce escasos beneficios cuando tratamos con una obra de arte, e infinito daño, cuando se trata de la naturaleza. La rendición completa es el primer paso hacia el disfrute de cualquiera de ellas. Cierren la boca, y abran sus oídos. Tomen lo que hay allí y no piensen ni por un segundo en lo que podría haber habido o en lo que hay en otro lugar. Eso puede llegar después, si es que tiene que llegar. (Y adviertan aquí como un verdadero entrenamiento para cualquier cosa buena y, si nos sometemos a él, siempre nos ayudará en el verdadero entrenamiento para la vida cristiana. Es una escuela donde siempre puedes usar tu trabajo previo, sin importar sobre qué materia se tratará).¹⁷

    Nuestro Padre, Creador de lo espectacular de ella, también dejó por escrito, a través de sus profetas, reacciones que no podemos dejar pasar por alto. Esas reacciones siempre nos recuerdan la Omnipotencia Divina. También son un testigo ante nosotros para que no olvidemos lo maravilloso de la creación de Dios. El profeta Amós alabó así: He aquí el que forma las montañas, el que crea el viento, el que revela al hombre sus designios, el que convierte la aurora en tinieblas, el que marcha sobre las alturas de la tierra: Su nombre es el Señor Todopoderoso. ¹⁸

    Me curé de la perniciosa tendencia de comparar y preferir, especialmente cuando se trata de la naturaleza. 

    C. S. Lewis

    ¿Admiramos realmente la creación de Dios, que nos correspondió en este lado del globo terráqueo?

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    DÍA 6

    El individuo sabe que dentro de él existe ese algo que es mucho más bajo aún que su peor comportamiento externo.

    C. S. Lewis

    Mientras miraba el recorrido del bus que me llevaría hasta Ipiales, me fui quedando absolutamente profunda; era la primera noche que pasaba viajando. Había cerrado las cortinas para que, cuando amaneciera, la luz del día jueves, 16 de septiembre, no me molestara en los ojos. Sin embargo, se fue colando progresivamente entre las cortinas, mostrándome que pronto iba a llegar a mi primer destino. Las montañas se veían erosionadas y grandes. A los lados de la carretera se podía vislumbrar unos acantilados profundos. 

    Después de unas cuantas horas, llegamos por fin. Allí había una familia conocida de mi mamá, que me iba a dejar quedar en su casa esa noche, para que saliera al otro día, temprano, hacia la frontera. Llegué a su casa después de caminar varias cuadras con el morralote. Todas las personas me miraban, si es que podían verme; parecía un comino metido entre los dos morrales. La señora Inés me abrió la puerta, ya me estaba esperando. Mi mamá había llamado a avisarle que iba hacia allá. Ella me saludó muy amable, aunque me miraba con la misma cara de preocupación que había visto en el rostro de mi mamá cuando me había puesto el morralote en mi espalda. Ella tampoco entendía cómo hacia yo para cargar una cosa tan pesada y con uno más pequeño en frente.

    Me dijo que siguiera adelante, que ella ya tenía lista la habitación para que me quedara. Lo primero que hice, después de descargar los morrales, fue meterme al baño para ducharme, pues necesitaba ansiosamente quedar limpia otra vez. Luego de que estuve lista, salí de la casa de la señora Inés hacia el centro de Ipiales, a cambiar dólares donde los cambistas que estaban parados en la plaza principal. Me dieron muchos sucres, debido a que esta moneda ecuatoriana estaba muy devaluada, comparada con el peso colombiano, y con el dólar también.

    Llegué de nuevo a la casa en las horas de la tarde. La señora Inés, muy amable, me tenía la comida lista en la mesa. Me dijo que estaba muy preocupada por mí, que no sabía cómo había tomado la decisión de salir sola, sabiendo que había tantos peligros en el mundo. Le respondí, con una gran dosis de arrogancia, que los riesgos los podía encontrar a la vuelta de mi casa, así que eso no podía impedir que saliera a conocer el mundo.

    Aunque esta respuesta tenía cierta medida de verdad, la manera en que fue expresada no contenía la suficiente humildad para ser tenida en cuenta como real, totalmente. Esa contestación demostraba mi interior, revelaba el corazón que habitaba dentro de mí; un corazón arrogante, que ni siquiera tomaba en cuenta sus apreciaciones. En medio de la conversación, pensaba en mi interior que ella era una miedosa sin agallas, que no sabía de lo que se estaba perdiendo. Esos pensamientos ocultos y bajos, fueron sacados a la luz y estudiados más profundamente por C. S. Lewis, quien develó en sus escritos, algo muy cierto acerca de los seres humanos, y ese algo son nuestros pensamientos más subterráneos; él sabía de lo que estamos hechos por dentro, y de la careta que ponemos hacia los demás para que no descubran nuestro verdadero corazón y pensamientos. Por eso se atrevió a advertir: "Todo hombre no demasiado santo o demasiado arrogante tiene que Ser digno de la apariencia externa de otros hombres. El individuo sabe que dentro de él existe ese algo que es mucho más bajo aún que su peor comportamiento externo, que su conversación más inmoral. En solo un instante mientras su amigo piensa buscando una palabra, ¿Qué cosas pasan por su mente? Nunca hemos dicho toda la verdad […] Damos a entender y frecuentemente creemos que vicios habituales son actos únicos excepcionales y caemos en el error opuesto respecto a nuestros virtudes -como cuando el mal jugador de tenis llama a su juego habitual un mal día y toma sus escasos éxitos como lo normal en Él […] Pero lo importante es que no debemos tomar nuestras expresiones (verbales o físicas), inevitablemente limitadas, como una declaración completa de lo peor que tenemos dentro." ¹⁹

    Hablaba con la señora Inés, como si mi vida estuviera cargada de mucha experiencia en ese sentido, pero no tenía ni idea de lo que podría suceder en el futuro. Ella tenía razón en estar tan preocupada por mí, pero yo no lo quería ver así. Me faltaba humildad para tener la capacidad de reconocer que ese viaje era peligroso. Mi corazón y mis pensamientos necesitaban una gran dosis de esa virtud, para no haber pensado subterráneamente y haber tenido mucho más en cuenta las advertencias que ella me hacía. 

    En la época de la iglesia cristiana primitiva, el apóstol Pedro se caracterizó por ser una persona muy arrogante, que no escuchaba atentamente lo que las personas le decían. Era evidente, según la historia contada por los evangelistas. No hay duda de que Pedro era orgulloso. Sin embargo, después de un tiempo de conversión, también fue evidente, en otros escritos que también están en la Biblia, que Pedro tuvo un cambio bastante notorio en su forma de ser, de vivir y de pensar, en aquellos rincones recónditos de la mente que nadie podía ver. 

    Por esa razón, Pedro dejó escrito, que la humildad es lo más importante en el trato hacia los demás, y que Dios se opone a los orgullosos. Me atrevería a pensar que él lo experimentó en carne propia. Por eso manifestó: Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes." ²⁰

    El individuo sabe que dentro de él existe ese algo que es mucho más bajo aún que su peor comportamiento externo.

    C. S. Lewis

    ¿Tenemos la suficiente humildad como para reconocer que dentro de nosotros existe un comportamiento más bajo que nuestro peor comportamiento externo?

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    DÍA 7

    Los creyentes no podemos monopolizar a Cristo, ni tampoco tenemos la exclusividad de la bondad, la moral o la esperanza.

    Antonio Cruz

    Después de terminar la conversación con la señora Inés, quien me había ofrecido muy amablemente su casa en Ipiales, me fui para la habitación a dormir. Allí había un televisor en el que entraban varios canales ecuatorianos, en los cuales estaban presentando la noticia de que el volcán cercano a Quito, estaba bastante activo, al igual que el volcán cerca de un pueblo llamado Baños. Me alcancé a preocupar, pues había escuchado que en el pueblo al que se referían en las noticias, había rocas para ir a escalar; ese era un lugar al que quería ir. Sin embargo, en ese momento pensé que era mejor no preocuparme tan rápido por esas cosas; lo mejor era pensar lo que iba a hacer al otro día. Apagué el televisor, y luego le agradecí a Dios por haber permitido estar en ese lugar, en una cama tan cómoda, y que ya estuviera en marcha todo el plan.

    No llevaba reloj, pero mi cuerpo estaba tan ansioso que se despertó en la mañana del viernes 17 de septiembre, con sobresalto de salir rápidamente hacia la frontera. Me levanté, tendí la cama y me metí al baño para entrar al Ecuador bien limpia. Dejé todo listo para emerger. La señora Inés me llevó para la sala, y allí le oró a Dios para que me fuera bien y pudiera regresar a Colombia en buen estado. Estábamos en frente de un pequeño santuario, orando con imágenes de Jesús y de otros santos. Eso no me importaba, pues estaba concentrada únicamente en las bendiciones que ella me daba amorosamente. Evidentemente su ritual de origen católico difería bastante del mío en cuanto a las imágenes, pero no en cuanto a lo esencial. En eso estábamos de acuerdo. Compartíamos la misma creencia y el origen de nuestro amor al Padre. No podía pensar que las bendiciones de Dios sólo llegaban a través de un pastor de mi denominación, pues Él siempre será mucho más grande y potente que cualquier sistema religioso específico. 

    Y a eso se refirió precisamente Antonio Cruz, después de estudiar a profundidad el comportamiento del hombre y el Espíritu de Dios. El autor nos dejó como enseñanza que no debemos preocuparnos por las cosas externas que nos separan entre las diferentes religiones, y que más bien debemos rescatar aquello que nos une. Expresó: Todo lo que pueda haber justo, bueno, bello y honesto en el mundo procede en definitiva de Dios. El Espíritu Santo actúa también fuera de la Iglesia visible, haciendo que la historia avance hacia la plenitud del Reino Divino. Podríamos decir con el evangelio que si alguien hace milagros no importa que no sea de los nuestros, también a través de él puede actuar el designio de Dios. […] Por eso el cristianismo debe vaciarse y salir de sí mismo, como hizo Jesús. Tiene que abrirse a todas las tradiciones culturales por medio de una actitud humilde dialogante y servicial. En definitiva, es necesario reconocer que el Reino de Dios es mucho más grande que una denominación evangélica o una iglesia cristiana concreta. Los creyentes no podemos monopolizar a Cristo, ni tampoco tenemos la exclusividad de la bondad, la moral o la esperanza. De ahí que nuestra actitud deba ser como la de Juan el Bautista; Yo no soy el Cristo ni mi congregación, ni mi denominación, ni el protestantismo, ni siquiera el cristianismo en general, tampoco son Cristo. Lo único que podemos y debemos hacer, es señalar y preparar el camino que conduce hacia Él. Por eso hay que emprender la tarea de reorientar al ser humano hacia el amor que Jesucristo encarnó. Solo mediante ese amor al prójimo será posible que en este planeta los besos destierren por fin a las pistolas. ²¹

    Por ejemplo, en la iglesia primitiva, muchos de los judíos que se convirtieron, eran muy celosos con las personas que no habían nacido judías, es decir, con los gentiles. Ellos pensaban que los no judíos debían volverse judíos antes de ser cristianos. El apóstol Pedro vivió un tiempo muy ambivalente en su caminar como creyente; él era una persona muy celosa del judaísmo, pero a la vez fue exhortado por San Pablo para que tuviera un solo comportamiento ante los gentiles y ante los judíos cristianos, que fueron llamados los judaizantes, y que eran aquellos que querían que los gentiles se hicieran judíos antes que cristianos. 

    En aquella época donde los límites estaban mucho más marcados, y traspasarlos era muy peligroso incluso para la vida misma, Pedro logró entender que el cristianismo no era propiedad absoluta de los judíos, y el Padre mucho menos. Logró entender la revelación que Jesús le había dado a San Pablo, de permitir que los gentiles recibieran las buenas noticias del Reino de Dios en la tierra. Si eso sucedió en la iglesia primitiva, mucho más debería suceder en nuestro tiempo. Nosotros, los cristianos protestantes, no tenemos el monopolio del Omnipotente, ni de las bendiciones que provienen de Él. Así quedó escrito en la Biblia la reflexión que hizo el apóstol Pedro al respecto: Pedro tomó la palabra, y dijo:  -Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos, sino que en toda nación Él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia. ²²

    Los creyentes no podemos monopolizar a Cristo, ni tampoco tenemos la exclusividad de la bondad, la moral o la esperanza.

    Antonio Cruz

    ¿Subestimamos los demás sistemas religiosos?

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    CAPÍTULO 2

    FRONTERA COLOMBIA Y OTAVALO, ECUADOR

    La unión entre diferentes

    Plaza de mercado. Otavalo, Ecuador.

    DÍA 8

    Incluso la sociedad pagana ha admitido generalmente que la desvergüenza es la inferioridad del alma.

    C. S. Lewis

    Cuando la señora Inés terminó de darme su amorosa bendición, me fui hacia la habitación, tomé mi morralote nuevamente y me fui de su casa caminando hacia la calle donde me habían dicho que tenía que esperar el colectivo que me habría de llevar a la frontera. Llegué a la oficina de inmigración, y allí mostré mi pasaporte para que le pusieran el sello de salida. 

    Pasé la frontera caminando, pues solo tenía que cruzar el puente de Rumichaca, que divide ambos países. Cuando llegué a la parte de inmigración en el Ecuador, sentí un poco de miedo. Los colombianos tenemos muy mala fama y especialmente en las fronteras. Sentía que ese estigma -así no quisiera reconocerlo- me podía poner en problemas, y más aun estando sola. Sin embargo, los señores de inmigración lo único que hicieron fue coquetear conmigo y preguntarme porqué iba tan solita; yo solo sonreía y nada más; no quería tener problemas con la policía. 

    Me subí en un colectivo viejo, al cual el conductor metía más personas de las debidas; todos íbamos espichados unos contra otros. Al lado mío iba una chica joven con un niño. Ella tenía todo el atuendo de indígena ecuatoriana; hablaba con el niño en castellano y otras veces en quechua; no les entendía absolutamente nada. Nos pusimos a conversar en el trayecto; me dijo que vivía en Otavalo y que tenía una casa allá, pero que llevaba bastante tiempo sin poderle comprar cosas para dejarla en un mejor estado de diseño interior. Le conté que estaba de viaje, y que tenía ganas de conocer cómo era la forma de vida de ellos. Le pedí que me dejara quedar en su casa; me miró aterrada, no se imaginó que le fuera a pedir algo tan de frente. 

    Entonces me contestó que le daba vergüenza llevarme hasta su casa, y que además no podía quedarme si un señor indígena que dirigía la zona no se lo permitía. Le dije que no se preocupara, que de todas formas me bajaba con ella, y que si el señor no le daba permiso, seguiría mi camino directo hacia Quito. Cuando llegamos a Tulcán, el pueblo fronterizo que pertenece al Ecuador, tomamos junto con Mayra -que era su nombre- un bus hasta Otavalo. Parte de la propuesta era que yo le pagaba los pasajes a ella y a su hijo hasta allá, ya que se había quedado sin dinero. La cara de Mayra y su desazón se podía percibir en el ambiente.

    Sin embargo, era una buena mujer y de alguna manera yo le había inspirado confianza. Haberle propuesto eso a Mayra provino de un impulso interno, tal vez agrandado por mi parte emocional que estaba libre de vergüenza en aquel momento. Y esa desvergüenza tal vez fue fruto de alguna parte social que llevaba inconscientemente dentro de mi mente. O, por lo menos, a esa conclusión llegó el autor cristiano C. S. Lewis, cuando admitió que la sociedad moderna está influenciada por teorías del psicoanálisis que quieren acabar con las represiones e inhibiciones. Esas teorías indican que la vergüenza es muy dañina y peligrosa para el ser humano. Eso nos llevó, sin darnos cuenta, a volvernos muy desvergonzados y a decir las cosas sin un mínimo de reato de conciencia. 

    Lewis subrayó: "La segunda causa es el efecto que ha tenido el psicoanálisis y en particular la teoría acerca de las represiones e inhibiciones, sobre la mentalidad corriente. Cualquiera sea el significado de estas teorías, es que el sentido de vergüenza es algo peligroso y dañino. Nos hemos esforzado por superar ese sentido de menoscabo, ese deseo de ocultar, que ya sea la naturaleza misma o la tradición de casi toda la humanidad han asociado a la cobardía, la falta de castidad, la falsedad y la envidia. Se nos dice que saquemos las cosas a la superficie no con el fin de humillarnos, sino sobre la base de que aquellas cosas son muy naturales y no debemos avergonzarnos de ellas. Pero a menos que el cristianismo sea completamente falso, aquello que percibimos acerca de nosotros mismos en momentos de vergüenza debe ser lo único verdadero. Incluso la sociedad pagana ha admitido generalmente que la desvergüenza es la inferioridad del alma. Al tratar de eliminar la vergüenza hemos demolido uno de los baluartes de espíritu humano regocijándonos tontamente con la hazaña […] Eliminar la hipocresía mediante la eliminación de la tentación a ella, es una locura: la franqueza de las personas que han caído más allá de la vergüenza es una franqueza muy pobre." ²³

    Yo tuve una actitud muy desvergonzada con Mayra, que mostraba falta de respeto. El respeto hacia las personas, debe ser del

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