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Almácigo: Poemas inéditos
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Ebook641 pages6 hours

Almácigo: Poemas inéditos

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About this ebook

En 1965 se descubrió un baúl en la casa de Gabriela Mistral con el rótulo "To be sent to Chile". Contení­a cuadernos, fotos, documentos, cartas y objetos varios. En 2007, Doris Atinkson, actual albacea de la premio Nobel, invitó al experto mistralista Luis Vargas Saavedra a detectar poemas inéditos. De ese conjunto se transcribió el corpus de poemas para la edición no comercial de Almácigo y para la edición de las rondas y canciones de cuna Baila y Sueña, publicadas ambas por Ediciones UC. Ahora, con algunas revisiones, se publica esta edición de Almácigo, para ser puesta a disposición de todos los lectores.
LanguageEspañol
PublisherEdiciones UC
Release dateDec 1, 2016
ISBN9789561425286
Almácigo: Poemas inéditos

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    Almácigo - Gabriela Mistral

    EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

    Vicerrectoría de Comunicaciones

    Alameda 390, Santiago, Chile

    editorialedicionesuc@uc.cl

    www.edicionesuc.cl

    Colección de Arte y Cultura

    ALMÁCIGO

    Poemas Inéditos

    Edición y compilación

    Luis Vargas Saavedra

    © Inscripción Nº 186.207

    Derechos reservados

    Septiembre 2015

    ISBN Edición digital Nº 978-956-14-1731-1

    ISBN Edición digital Nº 978-956-14-2528-6

    Diseño Corporativo UC

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    C.I.P - Pontificia Universidad Católica de Chile

    Mistral, Gabriela, 1889-1957.

    Almácigo: poemas inéditos de Gabriela Mistral

    edición y compilación de Luis Vargas Saavedra.

    3ª edición revisada y aumentada

    1. Poesías chilena.

    I. Vargas Saavedra, Luis, comp.

    2015 Ch861+ddc22 RCAA2

    Venga el viento de mi nombre

    y lléveme hacia mi dueño

    ÍNDICE

    PREFACIO Gabriela Mistral recomienza ahora

    ALUCINACIÓN

    Así no me quisieron antes

    Antes de ahora

    Caída

    Dice una puerta

    Fábula

    Ganas tengo

    La canción

    La Llama I

    La Llama II

    La Llama III

    La palabra

    Me voy como en secreto

    Mi muerte

    Mi padre

    Muertos

    Puerta

    Regreso II

    Regreso III

    Sal

    Treinta años han pasado

    AMÉRICA

    Ágape

    Al abra de mil columnas

    Brasil

    Coloquio de Lolita Darío

    Cordillera

    Cristo del Corcovado

    En la tierra de aire leve

    Hombres de Chile

    La Sierra de los Órganos

    Marcha nocturna

    Martí II

    Montaña y mar

    Ofertorio

    Padre Bolívar

    Padre Lincoln II

    Padre Lincoln III

    Piedra con rocío

    Ríos de América

    Selva

    Siesta en el trópico

    Valle nuestro

    AMOR

    Junto a la fuente

    ¿Dónde cantan Juana y María?

    ¿Sientes allá abajo?

    A la noche

    Campesina

    Campesina de Elqui

    Canción amarga

    Como al beber en el torrente

    De la ciudad que goza

    El que yo quiero

    Fuimos entre los árboles floridos

    Grito en la costa

    Hermana

    La Estrella

    La floresta de mi pecho

    La mano

    La presa

    Mediodía

    CRIATURAS

    Caña

    Criollas

    Espiga

    Espigas

    Laurel

    Ocotillo

    Perezoso

    Rayo

    Reseda

    DESVARÍO

    Geografía

    Gruta de azabache

    Inutilidad

    Niño tendido

    HISTORIAS DE LOCA

    Árbol californiano

    Cuento perdido

    El Liberado (El Vivo)

    El Séptimo

    Historia de marino

    Historia loca

    Las tres hermanas

    Los otros

    Marca

    Quince años

    Traspaso

    JUGARRETAS

    El ovillo de lana

    El volantín

    La niñita Esther

    Las parvas

    Niña nueva

    Nombre azteca

    Un ritmo

    LA GUERRA

    Euzkadi

    Árbol de Guernica

    Cementerio de soldados

    El centinela

    El cuchillo de Juan Marinello

    Grito por Inglaterra

    Guerra

    La libertad

    La tierra que flor parecía

    Madre de héroe

    Mejor

    Mujer

    Niño siciliano

    Perdidos

    Polonia I

    Polonia II

    Polonia III

    Sangre de España

    Soldado

    Vieja leche

    LOCAS MUJERES

    La Calcinada

    La Convidada

    La Danzadora

    La Empecinada

    La Enclavada

    La Enfermera

    La Llevada

    La Loca

    La Solitaria

    Las Mismas

    LOCOS HOMBRES

    Ciego I

    Ciego II

    Ciego III

    Ciego IIII

    El Extraviado

    El Perdido

    El Regresado

    El Rehusado I

    El Rehusado II

    El Traidor

    El Vagabundo I

    El Vagabundo II

    El Vagabundo III

    El Vagabundo IIII

    Suicidas

    LUTO

    Alfonsina

    Bajo estas constelaciones

    Cabellos de mi madre

    Himno a la muerte

    La casa vacía

    La gruta

    La mesa vana

    Madre

    Por el jardín

    Responso

    MATERIAS

    Agua

    Almendras

    Azúcar

    Azucena

    Cuerdas I

    Cuerdas II

    El Cenotle I

    El Cenotle II

    El Cenotle III

    El Cenotle IIII

    El Puente I

    El Puente II

    Hablen las cosas

    La concha marina

    La fruta

    Leche

    Manzana

    Metales

    Mi casa I

    Mi casa II

    MUJERES GRIEGAS

    Antígona

    Casandra I

    Casandra II

    Clitemnestra

    Mujeres griegas I

    Mujeres griegas II

    Mujeres griegas III

    NATURALEZA

    Almendros

    Amapola de California

    Árbol

    El caracol

    El sendero de los pinos

    Entre los valles de la Tierra

    Entre raíces

    Juncos

    La higuera de leche I

    La higuera de leche II

    La lluvia

    La niebla

    La otra madre

    La palmera

    La Tierra

    Ladera

    Madreselva

    Mar de entraña azotada

    Mares nocturnos

    Pasas de Elqui

    Siete álamos

    Suaves colinas de Liguria

    Tala I

    Tala II

    Valle de Lampoc

    NOCTURNOS

    Cita nocturna I

    Cita nocturna II

    La noche (de Miguel Ángel)

    OFICIOS

    Albañiles

    Canteros

    El herrero I

    El herrero II

    El herrero III

    El telar

    Grúas I

    Grúas III

    Grúas V

    Hijo poeta

    Juan

    La mano I

    La mano II

    La mano III

    La mano IIII

    Labriego

    Mujer de picapedrero I

    Mujer de picapedrero II

    Mujer de picapedrero III

    Mujeres de pescadores

    Nacimiento de una aldea I

    Nacimiento de una aldea II

    Para mí trabajaron

    Paysane provenzal

    Tejedores

    RECADOS

    Recado sobre Arévalo Martínez

    Isabel en la Isla ardiente

    Padre Goethe II

    Recado nocturno

    Cita

    RELIGIOSAS

    A un niño

    Aleluya

    Ángel mío

    Arcángel

    Animales y ángeles

    Arcángel Rafael

    Bendición

    El ascua

    Gracias, Padre

    Imagen

    La casa del Señor

    La Catedral I

    La Catedral II

    La Gracia

    La lamparita del santuario

    La Verónica

    Las buenas palabras

    Llévanos

    Mesa

    Mientras otros van cantando apresurados

    Pies de Cristo

    Por el preso

    Responso de la alegría

    Rezos por viajeros

    Rezos de mujeres

    Tiempos vienen

    Tres tiempos de Cristo I

    Tres tiempos de Cristo II

    Tristeza

    Tú me pondrás sobre tus hombros finos

    SAUDADE

    Colinas yo tenía

    Diez años

    He andado la tierra

    La casa por la que entré

    La peña

    Orillas del mar salobre

    Patria

    Tierra alta

    TERNURA

    Niño de leche I

    Niño de leche II

    A niños del Valle de Elqui

    Al padre

    Andersen

    Lucha

    El herido

    Mi hijo aunque lo tenga todo

    Niño negro

    Tapadito

    Un ciego

    TIEMPO

    El Tiempo I

    El Tiempo II

    Mañana

    Sol I

    Sol II

    PREFACIO

    GABRIELA MISTRAL RECOMIENZA AHORA

    Doris Dana, heredera y albacea, mantuvo celados los manuscritos de Gabriela Mistral, desde 1956 a 2007. En 1965, estando de huésped en su casita en Pound Ridge (Westchester County, New York) la escuché recibir por teléfono la noticia que le comunicaba su representante legal en Santa Barbara, California: alguien había hallado allá un baúl en el garaje de la casa de Gabriela Mistral con el rótulo de To be sent to Chile. Contenía cuadernos, fotos, documentos, cartas y objetos varios. Habían sido descubiertos por la profesora chilena Magda Arce. Doris Dana dio inmediata orden de interdicción y envío. Ese inesperado conjunto no alcanzó a ser microfilmado para completar el corpus de 19 rollos de microfilmes de los manuscritos ya depositados por Doris Dana en la Biblioteca del Congreso en Washington.

    En qué consistía el hallazgo de Magda Arce lo vine a saber cuarenta y un años más tarde, en el 2007, cuando su sobrina Doris Atkinson, heredera y albacea suya, me convidó a revisar en South Hadley, Massachusetts, junto con Elizabeth Horan, máxima mistralista norteamericana, cuanto había podido encontrar de Gabriela Mistral en cuatro casas de su tía.

    Los manuscritos, álbumes, libros, objetos varios, colmaban un departamento, especialmente acondicionado por Doris Atkinson para su perfecta conservación.

    Elizabeth Horan se abocó a los documentos que pudieran enriquecer la formidable biografía de Gabriela Mistral en que ha estado faenando; y por mi parte, a detectar y fotografiar poemas inéditos.

    De ese conjunto transcribí el corpus de poemas para la edición no comercial de Almácigo publicada en Septiembre del 2008, y para la edición de las rondas y canciones de cuna de Baila y sueña, publicadas en el 2012, ambas por Ediciones Universidad Católica que ahora, con algunas revisiones, publica esta edición de Almácigo, masiva y abierta a todos.

    La compilación de Almácigo es irremisiblemente subjetiva ante una plétora de manuscritos cuya autora dejó en diversos estados de terminación, a veces corregidos, a veces incompletos, siempre arduos de transcribir.

    Diego del Pozo Ségure, ex alumno mío y ayudante después, al que guío en su tesis doctoral sobre la prosa política de Gabriela Mistral, colaboró para la selección de poemas de Almácigo.

    Mi método de trabajo está cimentado en años de compenetración ante la obra y los manuscritos de Gabriela Mistral. Descifrar su caligrafía es un arduo desafío, hay que ensamblar palabras y versos extraídos de una maraña de tachaduras; rastrear estrofas vertidas en otra página; atender a los tanteos, bosquejos y soluciones escritas al margen o en una página lateral; secuenciar estrofas desparramadas –en fin, guiarse por la métrica, oír los versos y seguir el desenvolvimiento del tema.

    Manuscrito de Grúas II

    Gabriela Mistral en un escrito titulado La gracia en la poesía, opina que la inspiración creativa se despliega desde un estímulo inicial y lo visualiza con la imagen de una vértebra con la cual hay que construir todo un tigre. De esta manera concilia el milenario credo en la Musa, con el moderno credo en el poeta como fabro o artesano. Muchas veces al comenzar la transcripción de un poema, se percibe en los primeros versos la vértebra que irá suscitando el tigre. La vértebra suele ser un ritmo, una rima, una secuencia sonora que suscita ideas líricas: un verso que atrae otros versos.

    La sorprendente profusión de poemas inéditos puede deberse a olvido, a trashumancia, a rechazo. En sus últimos años, Gabriela Mistral, tenía ya la memoria empañada por la arterioesclerosis. Esto se puede constatar en las grabaciones hechas por Doris Dana ¿en 1948? mientras Gabriela Mistral revisaba sus manuscritos secundada por Margaret Bates y Marta Salotti. No recuerda poemas de Lagar; ha olvidado dónde tiene la versión de La Bailarina, (también titulada La Danzadora, escrita el 21 de junio de 1948 en Santa Bárbara y reproducida aquí en Locas Mujeres); ignora cuántos poemas constituyen el Poema de Chile y no sabe si debe ser publicado dentro de Lagar o en libro aparte. Su propio desorden y amnesia la saboteaban. Por ello, para poder recuperar y pasar a limpio sus enrevesados manuscritos le era necesaria la asistencia de cultas colaboradoras que hablaran castellano.

    Pareciera que su memoria ya estaba algo empañada a los treinta años, pues Doris Atkinson revisando la biblioteca heredada, al abrir una edición de La vida nueva, de Dante, halló en su contratapa los sonetos manuscritos que hemos colocado en la sección Amor: Fuimos entre los árboles y Junto a una fuente, que están fechados 21 de agosto de 1919. Por su esplendor verbal merecían en 1922 haber sido incluidos en Desolación, pero acaso por estar escritos dentro de un libro y no en un cuaderno, Gabriela Mistral no los haya tenido a mano o ya no los recordara.

    El otro sabotaje fue la trashumancia. Equipajes llevados y traídos, mudanzas de hotel y casa, todo ello ocasionaba desorden y extravío. Los papeles sobrevivientes demuestran que Gabriela Mistral viajaba con ellos, incluso que los coleccionaba. No existen pruebas de que la totalidad de los cuadernos y libros de la época anterior a Desolación hayan llegado con ella a México en 1922, e ignoramos cuántos la acompañaron en sus ulteriores desplazamientos.

    También hay que considerar que Gabriela Mistral se auto-exigía excelencia literaria y cuanto ella escogiera en 1948 para ser copiado a máquina constituye Lagar I y Poema de Chile. Lo excluido fue guardado, quizás para futuras elaboraciones.

    He declinado construir Almácigo evolutivamente, para mantener su índole de conjunto en elaboración, es decir, de almácigo, y para que en los cambio de estilo se sienta mejor la vastedad de su visión poética.

    En los inéditos se constata cuán inmersa en lo americano estaba su poesía, no solo en la Naturaleza: con su botánica, zoología y geografía, sino también en su Política, con los forjadores de patrias: Lincoln, Bolívar, San Martín, O´Higgins, Sandino y Martí y con cuánta solidaridad sintió el descalabro de la Segunda Guerra Mundial en España, Grecia e Italia; además se aprecia su respuesta al Cristo del Corcovado, a los mitos amazónicos, a los ceno-

    tles de Guatemala y a las ruinas de Chichén Itzá.

    La sección griega, con mujeres antes y después de Cristo, enriquece junto con los poemas a Polonia, la temática bélica. Y ahora 11 poemas completan el friso de las 15 Locas Mujeres de Lagar, enriquecido además por el conjunto que he titulado Locos Hombres.

    Los poemas con variaciones (como Manoo Catedral) realmente constituyen poemas autónomos pero vinculables, pues se irradian a partir de una misma vértebra. Apreciaremos así una obra que da origen a más obras, tal como el Aria de las Variaciones Goldberg de Bach, o los girasoles de Vincent van Gogh. Recalco, así, el sucesivo dinamismo de tales poemas, su plasticidad creativa, su fuerza orgánica. En ellos se aprecia la exuberante imaginación de Gabriela Mistral, incluso su locura, que es aun más apreciable en los manuscritos, donde se pueden hallar las fantasías que ha descartado. Viendo qué ha escrito rápidamente y qué ha transformado, uno vislumbra el proceso creativo, el brain-storm con el que genera un poema.

    La accesibilidad de esta edición, insta a un recalibramiento de su obra: asimilar lo que se desconocía, reevaluar lo que se creía saber. Tras cincuenta años de invernación, el almácigo rebrota poderosamente y completa la obra de Gabriela Mistral.

    LUIS VARGAS SAAVEDRA

    Alucinación

    Así no me quisieron antes

    Así no me quisieron antes

    y ando por eso desatentada.

    Sería que era otro el valle

    y que se vería menos mi alma

    y que eran otras las montañas.

    Me miraban de otro mirar

    y me hablaban con otras hablas.

    Me quemaban con vista y tacto.

    Siempre era fuego, nunca era agua.

    Por eso vivo en este azoro

    y estoy así tan asombrada.

    Serían aquellos colores

    cobre y hierro en las montañas.

    Serían otros alimentos:

    limón no piña, cactus no palmas

    y me amaban como se odia

    y el Amor mismo se asombraba.

    Ahora no sé si esto es Amor

    y con ese nombre se le llama.

    Grillo en muñecas no me pesa,

    hierro en la marcha no me cansa

    y se levantan como juncos

    pisoteados mis espaldas.

    Por eso ando así como ando

    y a gentes y aire preguntara

    si no temiese a lo que mira

    a lo que toca y a lo que habla.

    Porque así no era lo que fue

    ni los mirares ni las hablas

    y hay que aprenderse sin morir

    ahora mesa y almohada

    y hay que ensayar como los niños

    sin que se rompa en cuerpo el alma

    con gemido como de herido

    y miedos de resucitada.

    Antes de ahora

    Antes de ahora también vine.

    Era otra la Tierra dorada.

    Serví a los dioses cuarenta años

    con ojo y oído y garganta.

    Me dijeron para decirlas

    sus voluntades en palabras.

    Dije cosechas, dije ruinas,

    regalé soles y desgracias.

    Caída

    Los cerros van de soslayo.

    El ganado corre huido.

    Los higuerales y la alameda

    van resbalando desvalidos.

    En el patio caen herramientas

    y aparejos se van perdidos

    y todo el tendal de fruta

    se va rodando sin sentido.

    La granja va deslizando

    en arenas sin sentido

    y nosotros también resbalamos,

    bulto mío, fruto querido.

    Dice una puerta

    Lucía ya no abre nunca

    las mitades de su puerta,

    ni sus escaleras baja

    en cascadas de aguas sueltas.

    Del reino que ella tenía

    ya no habla ni se acuerda

    o, acordándose, ha quedado

    entrabada como las hiedras.

    Será tan otra así tendida,

    así callada, así secreta,

    de la venada salta jarales

    y la gaviota gritos de fiesta.

    Estará blanca de no ver

    todas las cosas que son violentas,

    de no cruzar otoños rojos

    ni enderezar jarras de greda.

    Se irá olvidando, si se alza,

    del cogollo de su cabeza,

    de sus hombros como laureles,

    de su alzada de madre cierva.

    Igual que el agua de las manos

    se le irá yendo nuestra tierra:

    laderas lentas, serranías

    y el clamor de la torrentera.

    No sabrá ahora los solsticios

    ni el antojo de las estrellas:

    dónde Géminis, dónde el Boyero,

    cuándo los fuegos de Casiopea.

    Será otra vez recién nacida

    al ascender las escaleras

    y volveremos a ser sus ayas

    y sus madrinas cuéntale y cuéntale.

    Sus vendimias no vendimiadas,

    las avenidas, la gran seca,

    las islas nuevas del viejo río,

    la herida calva de la selva.

    - Yo, su brocal donde bebía.

    - Yo, su patio con una ceiba.

    - Yo, piedra-laja de sus umbrales.

    - Yo, el resplandor de la azotea.

    Y la que el bulto le medía

    y atrapaba su cabellera.

    - Yo, la nuez vana que la guardaba.

    - Yo, vaina oscura de su puerta.

    Fábula

    Hace cuarenta y cinco años

    y parece fábula mía,

    que me dieron cuello de cierva,

    también sienes, también mejillas.

    Y hace el mismo torzal de años

    yo era un vagido que tenía

    cabellos de aire, mirada de agua

    y andar que andar no parecía.

    Me regalaron suelo y aire,

    las estaciones y los días,

    hace tanto que no me acuerdo

    y tan poco que bien podría…

    Rama del árbol del recuerdo,

    verdi-oscura como la oliva:

    volteada parece plata

    y en la quietud es tan sombría.

    Cuéntame tú, la contadora

    que juegas a imaginerías

    esta historia que es una fábula

    con aleluyas y agonías.

    Hace tanto que no me acuerdo

    y tan poco que bien podría,

    me lo digo por entenderlo

    y se me vuelve un cuento mío.

    Ganas tengo de hablar

    Ganas tengo de hablar

    a quien pasa y me mira,

    hablarles de mi hijo,

    contarles maravilla,

    regalarles su nombre,

    soltarles mi alegría.

    No quiero hablar del tiempo

    ni cosecha perdida,

    ni oír lo del granizo

    ni saber de sequías.

    Dicen que ando embobada

    y vivo distraída,

    al higo dejo cáscara

    al pan le dejo miga.

    Pero cojo la fruta

    y en la fruta él me mira

    y en lo negro del vino

    él me mira y me guiña.

    Si soltases un grito

    yo me despertaría.

    Y los que van pasando

    me entienden agonías:

    desvarío de mi hijo,

    vaivén de mis rodillas.

    Oigan hablar y paren

    el hacha y la cuchilla,

    el pico con que muelen,

    la rueda con que afilan.

    Sepan lo que no tengo

    lo que yo me tenía.

    La canción

    A mitad del alma y el cuerpo

    era ella como un hervor,

    como un grande desasosiego

    y de pronto como estupor.

    Un airecillo que se venía

    sobre la frente sin sudor

    cuando no había afán y estaba

    como alto y ajeno el corazón.

    Y era cuando me estaba pura

    y sin el plomo del dolor

    un arder como del granado

    y cierto asombro en el ardor.

    A veces era como un agua

    en torno a la isla que ciñó;

    quería tenerme como un amo

    y yo estorbaba su ambición.

    Talvez vine para ser suya.

    Creí que para la pasión.

    Amasando el pan y regando el surco

    yo me distraje de su amor.

    La Llama I

    Con mis pobres manos de carne

    y mis pulsos llenos de sangre,

    cuido la llama, celo la llama.

    A mis palmas viene la sangre

    a calentarse, y viene mi alma.

    Salta lo mismo que el cabrito

    o la liebre, entre mis palmas

    y juega doscientos juegos

    y me alegran sus lanzadas.

    Es mejor que toda flor

    y toda fruta y todo amante.

    Vestida, no voy vestida

    de algodón, de lino o lana.

    Desde el día en que nací

    me arroparon en esta llama.

    Estoy herida y estoy ciega

    y a cortar pinos no salgo.

    No resbale, no se me muera

    mientras me duren las manos.

    La bestia no salte sobre ella.

    Las ráfagas pasen por lo alto

    y no caiga lluvia ni nieve

    en este lugar donde estamos.

    Nada me den ni me traigan.

    No le echen leña de pino.

    No me hagan volver la cara.

    Déjenmela hasta que caiga

    rota con ella y cortada

    con ella y calcinada de ella,

    pavesa negra y copo blanco.

    Olvídenme a mí con ella.

    Pase quien pase de largo.

    Dénme por ida o por muerta

    y no me alarguen las manos.

    Me importa solo esta llama

    y en ella me roban y matan.

    La Llama II

    Con estas pobres manos de carne

    cuido la llama, celo la llama.

    Ella no me deja danzar,

    tampoco me deja morir

    llama sierva y llama tirana.

    La bestia no salte sobre ella.

    Las ráfagas corran por lo alto

    y no caiga lluvia ni nieve

    en la mujer y en su llama.

    No me pasen leños de pino,

    no me ayuden ni me distraigan.

    No me silben los que pasan

    por hacerme volver la cara.

    Déjenmela hasta que caiga

    rota ella y roto mi brazo,

    calcinada junto con ella:

    pavesa negra con copo blanco.

    Olvídenme con mi llama.

    Pase quien pase de largo.

    Denme por ida o por muerta

    pero ahórrenme su abrazo.

    Me importa solo una llama.

    En ella me roban y hieren

    y solo en ella me matan.

    La llama, bajo mis manos

    y contra mi cara, la llama

    y su aceite sobre mi pecho

    y el nidal de oro de la llama.

    La Llama III

    Con mis pobres manos de carne

    y los pulsos que me golpean

    cuido la llama que en una noche

    me dieron para salvarme.

    Los treinta vientos, las bestias

    y los que pasan me la golpean.

    Yo no quiero que se me muera.

    En noche tan ciega no puedo

    ir adonde salta la hoguera.

    La bestia no me salte sobre ella.

    Las ráfagas tengan piedad

    y el leño corto me dure.

    A mis palmas viene la sangre

    a calentarse y viene mi alma.

    No corten ahora mi brazo.

    Azafrán y morada,

    es mejor que toda flor

    y toda fruta y todo amante.

    No cuido ahora el pan de mi boca

    ni lechón de mi bocado,

    como esta llama, mi llama.

    Si lo demás lo entregué

    nada me den. No me distraigan,

    no me hagan volver

    las pobres manos guardianas.

    Hermana de todo, hermana,

    me ha vestido y me viste, la llama.

    Ladrón de noche, bestia de día,

    a la mujer dejen la llama.

    Yo no soplé sobre las llamas,

    no las cogí, no las maté.

    Déjenmela hasta que caiga

    rota con ella y cortada

    con ella y calcinada de ella.

    Mi hambre y mi sed

    y mi ración en la tierra.

    Me salta como un cabrito

    o la liebre entre las palmas.

    Juega doscientos juegos

    y me mata con sus lanzadas

    todo dolor, la linda llama.

    Olvídenme a mí con ella.

    Pasen sin parar ni vernos.

    Dénme

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