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El vuelo de los Runes: Castillo de niños - Libro 1
El vuelo de los Runes: Castillo de niños - Libro 1
El vuelo de los Runes: Castillo de niños - Libro 1
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El vuelo de los Runes: Castillo de niños - Libro 1

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About this ebook

“¿Qué pasaría, si la esperanza, la voluntad y el amor,
no existieran en el reino de los niños?”

El vuelo de los Runes, Castillo de niños. Corresponde al primer libro de cuatro tomos. Una novela de fantasía empezada en el 2007 y finalizada en año 2020. Al día de hoy los siguientes 3 libros están en proceso.

Bosque de Leones, es el camino que lleva desde el Puerto de Muzibaris donde reside el Príncipe Maydo a Las Ruinas del Llanto que es dominio de la Bruja Fraiserjob.

Tras años de sometimiento, Yiraki, el mago del Puerto de Muzibaris junto a Adrenel y Airi, deciden ir en busca de una persona en especial que los puede ayudar.

En el año 2780 en Viña del mar, Amelia de 8 años vive con su familia en una situación un poco caótica, hermana menor de tres hermanos, los dos mayores no son buenos con ella. Una madre desempleada e histérica y un padre casi ausente de tanto trabajar.
Amelia conocerá a Yiraki y es allí donde empezara todo...

Amelia se ve envuelta en un viaje al castillo del Príncipe Maydo, en otro mundo, tendrá que buscar a la Princesa Lert, pero la esperan desafíos, decisiones y una bruja que la buscara para deshacerse de ella. Conocerá el amor de familia, la derrota en las personas y la magia de las palabras. Junto a Dezla, un Muursadá y varias Ergia-Borak harán frente a la magia de la bruja Fraiserjob.

LanguageEspañol
Release dateMay 4, 2020
ISBN9780463642856
El vuelo de los Runes: Castillo de niños - Libro 1

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    Book preview

    El vuelo de los Runes - Vasco Irribarra

    Capítulo 1 – El mago y la bruja

    Capítulo 2 – El castillo de Maydo

    Capítulo 3 – Los amigos

    Capítulo 4 – Pueblo de colores

    Capítulo 5 – Creer para ver

    Capítulo 6 – La Armada Roja

    Capítulo 7 – Alegrías

    Capítulo 8 – Regreso a casa

    PARTE I

    CASTILLO DE NIÑOS

    CAPITULO 1

    EL MAGO Y LA BRUJA

    BOSQUE DE LEONES

    LOS JINETES DE MUZIBARIS

    La noche fría, el caballo del jinete estaba inquieto, se movía de lado a lado mientras el hombre trataba de mantenerlo quieto. A pesar que el hombre llevaba mucha ropa encima, su rostro estaba pálido del frío. La niebla rodeaba cada árbol del bosque y el ligero viento silbaba como si estuviera en el mismo oído del jinete. Cada ruido de la naturaleza alteraba al hombre, entonces movió el caballo hacia un lado para ver su entorno. Un galope se escuchó venir y el jinete presto atención a la dirección de dónde provenía este. Entre los árboles apareció otro jinete corriendo en su caballo y se detuvo diciendo.

    —Ve al Castillo e informa a Murris que la Princesa esta…

    Un ruido fuerte, como un golpe de un zapato gigante que se estrellase contra el suelo se sintió a espaldas de ellos. Una mujer hermosa de traje negro yacía sobrevolando el piso, los jinetes sacaron sus espadas y la mujer mostró su bastón largo metálico con una piedra en su extremo superior. Los caballos se alteraron, entonces el que esperaba echo a correr y el otro hombre saco su espada y ataco a la bruja. La mujer hizo que su bastón se encendiera con una luz potente y lanzo un rayo que el jinete por un golpe de suerte pudo desviar con el reflejo de su espada, pero este, al acercarse en su caballo, la bruja apunto el otro extremo del bastón y salió una punta afilada la que cortó la garganta del sujeto. Luego el hombre cayó del caballo en movimiento.

    El segundo Jinete hacia correr su caballo a más no poder, salía del temido bosque para correr por el terreno desolado. La niebla ya no estaba y solo sentía ruidos y voces cerca de él. Giró la cabeza hacia atrás asustado y le daba golpes al animal para que fuera más a prisa. Volvió la mirada hacia delante y un haz de luz filoso vino desde el suelo y cortó la cabeza del caballo junto a la del Jinete.

    VIÑA DEL MAR – CHILE 2780

    CASA DE AMELIA.

    DE MAL GENIO

    El sol salía tímidamente una mañana de primavera del mes de septiembre. Los rayos se filtraban por entremedio de un árbol grande en un patio trasero de la casa en la que vivía una familia común. Al traspasar el árbol, la luz llegaba a dar justo en las persianas de la ventana de la habitación de una niña y daban justamente en el reloj de Totoro que estaba sobre el velador, al lado de la cama y marcaba las 8:30 de la mañana.

    Amelia de ocho años, viva con sus padres y dos hermanos mayores que no la trataban bien por ser la más pequeña de la familia. Era una chiquita, de pelo liso castaño hasta bajo sus hombros, su tés blanca y cálida junto a unos ojos color avellana. Amelia gustaba mucho de poner brillo en sus labios y de cuando en cuando aplicar un lápiz labial rojo. Siempre con un peine, espejo, cepillo de dientes y pasta dental en su mochila.

    La niña entro en su habitación vestida con su uniforme de colegio a buscar su mochila, la levanto de una silla, la puso en su cama y la abrió para poner algunas cosas. Busco sobre un escritorio y tomo un libro de historia y otro de lenguaje los cuales guardo dentro de ella. Dio la vuelta, abrió el cajón del velador y saco de allí una tablet la cual guardo en su mochila.

    Volvió al escritorio y abrió un cajón para sacar de allí una cámara fotográfica compacta, casi como una tarjeta de crédito y la metió en su estuche de gato bus. Miró hacia atrás y poniendo su dedo en los labios pensó en donde había puesto los lentes, recordó en ese momento abriendo sus ojos más grandes, camino hacia la cama y de debajo de la almohada saco el estuche de lentes y los metió en un bolsillo de la mochila.

    En otra habitación estaba su madre, una mujer la cual producto de la situación económica de su marido vivía a punta de cigarrillos todo el día. Casi de costumbre se levantaba vistiendo una bata y enviaba a su hija al colegio prácticamente sin almorzar o desayunar, para no tener que ayudarla en sus tareas.

    Amelia a pesar de ser pequeña, entendía que la situación familiar era algo inestable y por eso se descargaban con ella algunas veces. Sabía que cada detalle hacia explotar a su madre y por ese motivo trataba de no molestarla con sus deberes.

    Salió de su habitación con dirección al baño a la vez que su madre salió segundos después de su habitación para prender un cigarro. Amelia lavo sus dientes, ordeno su uniforme y corbata frente al gran espejo que de suelo a techo se encontraba pegado a la pared. Una vez terminado de cepillar su pelo volvió a su habitación y su sorpresa fue grande al ver a su madre parada frente al escritorio, con su diario de vida en la mano que ya había leído y un cigarrillo en la otra. Fumo un momento y luego de exhalar el humo pregunto.

    —¿Quién es Carlitos?

    Miró a la niña por encima del hombro y dejo entrecerrados sus ojos observando la reacción. Amelia contesto sin ningún secreto.

    —Es un amigo del cole.

    Su madre se extrañó y volvió a preguntar.

    —¿un amigo? –Tiro el diario de vida de forma repentina hacia el cuerpo de la niña y exploto en ira— ¡quién es ese amigo! ¿Acaso ya tienes novio?

    La mujer transformo su rostro de un segundo a otro y se fue encima de la pequeña empujándola hacia el pasillo. Amelia asustada retrocedió rápidamente hasta llegar a la sala de estar. La madre la miro con ojos enfurecidos y acercándose lentamente a ella golpeo suave su cabeza varias veces con su mano empuñada advirtiendo.

    —¡No quiero saber que tienes un novio y menos que te has dado un beso con él!

    Amelia estaba a punto de llorar.

    —No se dé que hablas mamá. Solo es un buen amigo, siempre ayuda a los demás cuando tienen problemas.

    La madre bajo su tono de voz y dijo.

    —No quiero verte el resto del día, cuando tu papá sepa, te va a dar una para que aprendas a comportarte de acuerdo a tu edad.

    Amelia transformo su expresión y empezó a llorar suavemente. Camino hasta el baño pasando por el lado de su madre y se encerró.

    EL SEÑOR HÁMSTER

    Se sentó en el suelo encogida de piernas y escondió su cabeza entre sus rodillas para llorar en silencio. Detrás del inodoro, se asomó un pequeño hámster, que la miró con atención. Amelia al levantar la mirada ve de frente al curioso animal y se sorprende. Se limpia las lágrimas y luego lo examina con la mirada al igual que el hámster lo hace. Entonces decide estirarse para tomarlo, pero cuando llega a estar a centímetros de este, el hámster retrocede y se pierde detrás del inodoro. Amelia miro por el otro lado y no vio al hámster, volvió a buscar en el primer lugar y ya había desaparecido.

    Luego de unos segundos la madre golpea la puerta para apurarla. La niña dijo para ella mirando hacia la puerta.

    —Me gustaría no vivir en esta casa.

    La madre vuelve a golpear la puerta y habla con tono de mando.

    —¡Amelia! sale, te voy a ir a dejar al colegio ahora.

    La niña se asustó y se levantó limpiándose la falda.

    CAMINO AL COLEGIO

    Amelia camina de la mano de su madre que apurada tironeaba de vez en cuando a la niña. Amelia se adelanta molesta por el trato y así el juego de mala gana se iba dando.

    Al llegar a una esquina se detuvieron mirando el semáforo y esperaron que la luz verde se encendiera en él, como al igual que en el suelo las dos líneas verticales respecto a las del paso de cebra. Varios autos eléctricos y ciclistas pasaban. Un hombre en patines, de unos 25 años, delgado y vestido con ropa desgastada, pero, con una alegría desbordante y una sonrisa inmensa, miraba a la gente y le deseaba buenos deseos. Se fue acercando a las dos mujeres y al llegar frente a ellas se detuvo, miro a Amelia y dijo.

    —¿Por qué hay dolor en tus ojos pequeña niña?

    Miró a la Madre, le sonrió y luego saco una flor de entremedio de sus ropas y la ofreció a la niña.

    —Para que calmes tu corazón.

    Dijo el joven, pasando la flor en sus manos, la madre trato de adelantarse al hecho, pero tarde golpeo la mano del joven argumentando.

    —¡No le des nada a mi hija!

    El joven la miro con desagrado mientras Amelia ya tenía la flor en sus manos.

    —Si tienes odio en tu corazón, no esperes tener tranquilidad.

    En voz baja dijo el joven acercándose a su rostro y posteriormente se fue del lugar gritando palabras positivas a la gente.

    RECEPCIÓN

    El colegio donde estudiaba Amelia era el más antiguo de Viña del Mar. La fachada había sido modernizada a través de los años, desde 1837 a la fecha, casi 943 años de historia. La madre entro rápidamente a la recepción y dejo a Amelia parada allí para luego irse sin decir adiós. Un inspector que se encontraba hablando con otro apoderado al verla irse, se acerca a ella rápidamente.

    —Hola, buenos días, señora.

    La madre de Amelia contesto con un tono suave

    —Buenos días.

    El inspector sonrió levemente y acomodo su corbata.

    —¿Usted es la madre de Amelia?

    —Si. –respondió haciéndose la simpática— ¿Pasa algo malo con ella? –

    El inspector respondió negando con el dedo.

    —No, al contrario, es una buena alumna, tiene buenas referencias de los profesores. —Amelia miro atenta al inspector desde lejos ladeando su cabeza— Mi duda es, referente a usted.

    La mujer se sorprendió.

    —¿Por qué?

    El inspector volteo a mirar a Amelia y dijo.

    —Porque la niña entra más tarde, pero generalmente usted la trae en la mañana y ella pasa esas horas en los jardines dibujando. ¿Tiene usted algún problema en el cual nosotros podamos ayudar? Porque no tenemos antecedentes para que ella llegue a esta hora.

    La mujer balbuceo y respondió quitando la vista de los ojos al inspector. Como si fuera un ladrón.

    —He tenido algunos problemas de horario en casa, mi marido trabaja, yo de forma esporádica y mi horario es inesperado, así que he tenido que traerla… porque la verdad… no la puedo dejar sola en casa —Acentuó con el ceño moviendo la cabeza—, allá… es un tanto inquieta y le puede pasar algo estando sola.

    El inspector levanto las cejas entendiendo el asunto.

    —Comprendo. Me gustaría que esto lo hablara con la Señora Liliana Rivas que es la Orientadora para que conozca su caso y podamos ayudarle de una mejor forma.

    La mujer contesto con una sonrisa aliviada por salir airosa del tema.

    —Si. Me gustaría, pero hoy no alcanzo, vendré mañana.

    Entonces el Inspector reafirmo la visita.

    —La estaremos esperando.

    La madre con una sonrisa forzada se acerca a Amelia y se despide de un beso para luego irse. Amelia entra y el Inspector le da algunas indicaciones.

    NUEVA AMIGA

    Amelia llego a sentarse en un banco en los jardines del colegio. Dejó su mochila a un lado y mientras miraba a su alrededor se fijó con atención, como el sol se escabullía entre las hojas de los árboles. Amelia gustaba mucho de cerrar sus ojos y dejar que la luz y las sombras de las hojas jugaran en su rostro.

    Pues bien, abrió la mochila y del estuche de gato-bus saco su cámara de fotos compacta y le tomo un par de fotos a los árboles. Luego de mirar estas, saco el estuche de sus lentes y antes de ponérselos le dio al botón de encendido. Desde la cámara manejo unos controles táctiles en la pantalla y envió la foto a los lentes, luego de esto la guardo y saco un cuaderno de dibujo, un lápiz grafito y se tiró boca abajo a lo largo del banco. Acomodó el cuaderno y al tocar sus lentes, estos proyectaron la foto en el cristal, más una guía que le ayudo a dibujar el lugar. A pesar que era niña estaba aprendiendo bastante rápido con ese sistema.

    Al pasar unos minutos se acerca otra niña de casi su misma edad, venia vestida con el mismo uniforme, pero con su camisa afuera de la falda. Miró por encima del hombro de Amelia, inclinándose un poco para poder ver lo que dibujaba sin que Amelia la viera. Presto atención al paisaje y luego corrigió a Amelia.

    —Te falta dibujar la basura de allá y los papeles de helado.

    Dijo indicando los objetos con su dedo. Amelia la miro hacia atrás y respondió.

    —Tus pisadas hacen mucho ruido para ser tan chica. La basura es fea y los papeles de helado… —Volteo la mirada y siguió dibujando— no deberían estar ahí.

    La niña acentuó con la cabeza diciendo.

    —Si. La mala educación de los niños. Deberíamos recogerlos, ¿no te parece? –Amelia contesto no agradada por la idea.

    —No… deberíamos educarlos para que no lo vuelvan a hacer. No porque trabajen personas que se dediquen a cuidar el aseo del colegio tienen el deber de votar las cosas donde quieran.

    La niña volvió a acentuar con la cabeza.

    —Sí, tienes razón.

    Amelia se sentó en el banco y pregunto a la niña.

    —¿Quién eres?

    La niña contesto mientras se sentó a su lado.

    —Soy nueva, llegue hoy, mi nombre es Dezla y el tuyo.

    Amelia se sorprendió.

    —Bonito nombre, no lo conocía, el mío es Amelia.

    Dezla se sonrió.

    —Tu nombre también es bonito,

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