PHILIPPE DE LYON
Muchos misterios y leyendas recorren la existencia del que, con los años, pasaría a ser conocido como el «Rasputín francés», un hombre de gran celebridad en su tiempo que fue recibido en las más prestigiosas cortes europeas, lugar que escogió para realizar algunas de sus supuestas curaciones milagrosas. Y es que miles de enfermos acudían a él con todo tipo de dolencias, pero sus críticos, que no fueron pocos, le acusaron de las peores vilezas, como utilizar la brujería y otras artes maléficas para «apoderarse» de las mentes de estos hombres y mujeres incautos y desesperados.
Por el contrario, sería reconocido por las más importantes instituciones esotéricas y ocultistas como Maestro Espiritual, lo que no impide que su biografía y obra estén repletas de incoherencias, supuestas invenciones y manipulaciones que causaron gran revuelo en su tiempo. A su muerte, acaecida en 1905, muchos lo veneraron como un santo, pero otros estigmatizaron su carrera. Así, el enigma de su vida, empañada de controversias, nunca llegó a esclarecerse del todo. ¿Dónde queda, pues, la separación entre la realidad y el mito?
Nizier Anthelme Philippe nació el 25 de abril de 1849 en Loisieux, un pequeño pueblo de Saboya que entonces estaba bajo dominio italiano. Sus padres eran humildes campesinos y él era el mayor de sus cinco hermanos.
Entre los hechos singulares que envuelven su mismo nacimiento se cuenta que sus progenitores realizaron un viaje mientras su madre, María, se hallaba embarazada, para encontrarse con el carismático Juan Bautista María Vianney, más conocido como el santo Cura de Ars, quien sería canonizado por el papa Pío XI en 1925. Según la leyenda, aquél le
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