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Antes del mediodía: Memoria del sueño
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Antes del mediodía: Memoria del sueño

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Escenas: un tsunami arrasa la ciudad. Miles de pandilleros saquean las casas. Fidel Castro acata las órdenes de un boxeador. Niñas uniformadas huyen de los tanques rusos. Alguien grita: singao... Una mujer muerde con rabia el sexo de un amante, se lo arranca. Otra pierde las piernas de un hachazo.
Paradójico. Todo lo anterior podría pertenecer a una novela del ciencia-ficcionero Erick J. Mota, pero está sacado de Antes del mediodía, de Soleida Ríos, un volumen que es, como mínimo, tres libros en uno: la versión made in Cuba de La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud; un curioso manual de hipnofilia; y un tratado que rompe con la obviedad biológica del sueño y lo convierte en otra cosa: en un género literario.
¿Demasiado? No tanto: Antes del mediodía es —literalmente— nuestra primera antología onírica. Sin moralejas: los sueños terminan siendo la excusa para un relato donde desfilan fobias, parafilias, épicas, estéticas, fantasías bíblicas y fantasías lésbicas, muecas, tics, y las más selectas pesadillas de los 93 durmientes consultados. Un verdadero brainstorming. Porque si algo deja claro el libro de Soleida, es que no hay nada ni remotamente parecido a un “inconsciente colectivo” cubano. El sueño es egoísta. Egomaníaco. Y el durmiente solo quiere una cosa: protagonismo.

Gilberto Padilla
LanguageEspañol
PublisherGuantanamera
Release dateFeb 27, 2019
ISBN9781524304324
Antes del mediodía: Memoria del sueño
Author

Soleida Ríos

Soleida Ríos (Santiago de Cuba, 1950) está empeñada desde hace más de 30 años en la creación de un nutrido Archivo de Sueños y ha publicado los dos primeros tomos: El libro de los sueños, 1999 y Antes del mediodía. Memoria del sueño, 2011. Entre sus libros (transgenéricos) destacan: El libro roto, El texto sucio, Libro cero, Secadero, Escritos al revés (Premio de la Crítica Literaria), El retrato ovalado (experimental, con 34 autoras), Estrías (Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén, Premio de la Crítica Literaria), ¿Libro, puerta o garabato? (literatura para niños) y A wa nilé. Bocacega. Galería Estupefacta, antología bilingüe, Editorial Lumme, Sao Paulo, Brasil, The Oval Portrait, Winngs Press, Texas, EEUU y The dirty text, edición bilingüe, Kenning Editions, EEUU son obras traducidas, de salida reciente.

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    Antes del mediodía - Soleida Ríos

    otro»)

    Unas palabras al Lector

    Conservo en mi PC y en cientos de papeles amarillos y en varios kilómetros de cintas grabadas, un nutrido Archivo de Sueños.

    Como El libro de los sueños¹, Antes del mediodía, su continuidad, pretende una desmesura. Por tal razón celebro que causara desconcierto y hasta abierto rechazo… a la vez que era clasificado genéricamente como testimonio al ser iniciado (y más de una vez abortado) su proceso editorial a finales de los años ochenta.

    No pongo en duda el rigor que me impuse desde el comienzo del proyecto respecto a esa condición esencial de los textos; no obstante podría aun preguntarme ¿es El libro de los sueños un testimonio, un libro documental? ¿Es poesía derivada? ¿Un acto performático… que supone un más allá entroncado con la sicología social…?

    Una rara intuición me llevó en 1983 a comenzar las entrevistas para recopilar el material base de este libro. Mi única justificación, si la sé, era considerar al sueño una actividad estética (la más antigua, dice Borges).

    Aunque quizás buscase solo intersticios, flujos de la realidad no fijados en sitio alguno… Y establecer un espacio formal, un entrelugar (política poética) que de por sí otorga la palabra.

    Una aventura del lenguaje. Y en esos disímiles, amplios, abiertos, libres territorios (del sueño), registrar los símbolos, los signos (y síntomas) de que es portador ese particular lenguaje. ¿Retratar el inconsciente colectivo? Gran presunción.

    He dialogado intensamente durante los últimos 35 años con personas de los más diversos sectores, profesiones y ocupaciones, edades y credos... Traspasando las fronteras de lo estrictamente privado, ejerciendo esa especie de pequeño acto de subversión que significa la extensión del imaginario propio, incorporándome ex profeso el imaginario del Otro.

    Hiperrealidad, absurdo, desbarajuste, grotesco, anarquía, revelación, ambigüedad, miedo… Trozos de subjetividad cuyo valor podía / puede ser incalculable, en el saber, la comprensión de los movimientos y la configuración (también) de la Historia con mayúscula.

    Sabemos que Lezama Lima tripuló un enorme toro. Dijo (Diario, 7 de noviembre, 1939) ...ni lo cabalgo en paseo dominical, ni tampoco es el toro negro del destino imposible [...] un enorme toro hinchado [...] en infladura que va a durar tranquilamente muchos años.

    Sabemos (por sus cartas) que Juana Borrero, poetisa, pintora, amante apasionada..., en un arranque de celos hundió un puñal en el corazón de la desconocida que acompañaba a Casal... Ella misma, espantada, que sintió la sensación inexplicable de verse muerta para siempre.

    Y sabemos que una noche el naturalista Felipe Poey se volvió... escarabajo y mascaba la hierba con mandíbulas horizontales, ¡cosa extraña...! (Prólogo a la antología de la Poesía Cubana, de J.L.L).

    La gran novelista Marguerite Yourcenar, que dedicó un ensayo a la estética del sueño (Los sueños y los sortilegios, 1938) donde aportaba el relato detallado de aquellos sueños suyos que le parecieron más sorprendentes, solía subrayar la importancia de multiplicar las encuestas sobre el sueño antes que elaborar teorías al respecto.

    No puedo ahora precisar quién sostenía que si un hombre narrara al despertar los sucesos de su vida onírica, sin distinción alguna, con toda fidelidad y todo detalle, agregando a ello el comentario que le fuese dado anotar sobre sus recuerdos y actos de la vigilia, haría con esto un importante obsequio a la humanidad.

    El insigne japonés Akira kurosawa, a la edad de 81 años, filmó una película basada íntegramente en sus sueños. Su motivación venía de Dostoievski. Afirma que recordó un sueño que tuvo en los primeros años de su infancia e intentó escribirlo para así aprehender ese método de expresión. Luego continuó, escribiendo 10 sueños de distintas épocas. Resultó el filme Los sueños de Akira Kurosawa.

    Subrayo intencionadamente la línea relacionada con la aprehensión de un método de expresión.

    En mi método de trabajo, más perfilado en el segundo libro, (por haber utilizado, salvo raras excepciones, la grabación no sólo de los sueños sino incluso del diálogo todo) es precisamente el texto en bruto, la transcripción total quien establece cómo he de obrar. Y como la oralidad es uno de mis intereses y es un principio inviolable no completar o embellecer..., para conservar en esencia la expresión, el espíritu del Otro, cada sueño exige, una intervención diferente, su propio tratamiento, con total exclusividad. Sólo he de conseguir que el texto implícito sobresalga de entre la maleza, el detritus. Por tanto, limpiar, pulir... para fortalecer una estructura que a veces es casi preciso adivinar. Confieso que ningún otro proyecto me ha exigido mayor lucidez y destreza en el manejo de la lengua.

    Más que estética renovadora, una acción (intervención) social ¿Un espacio de poder?

    El libro (artefacto) reúne en absoluta democracia intelectual, a nuestra primerísima bailarina, Alicia Alonso, al cantante folclórico Lázaro Ross, a los compositores e intérpretes Silvio Rodríguez y Martha Valdés, a los famosos atletas Alberto Juantorena y Ana Fidelia Quirós, a los poetas Lorenzo García Vega, Pablo Armando Fernández, Antón Arrufat, Roberto Fernández Retamar, Reina Maria Rodríguez, Lina de Feria, Rito R. Aroche, Omar Pérez, Víctor Fowler…, al actor Jorge Perugorría, a la coreógrafa Marianela Boán, a las pintoras Flora Font y Zayda del Río, al príncipe de las alturas Javier Sotomayor, a la multicampeona Deborah Andollo, a la novelista chilena Diamela Eltit, a Jenny Itté y María Gravina, uruguayas, ex guerrilleras, a la empleada doméstica Concepción Páez, al travestí Roxana Rojo, al narrador Francisco López Sacha, al tricampeón olímpico de boxeo Félix Savon, a un General retirado, a un recluso del Combinado del Este, a una monja, a una prostituta...

    Reescritura lúcida entre el Otro (una voz) y yo. Reciclaje. Reconstrucción de una memoria. Y esta memoria del sueño ¿no lo es de nuestra existencia?

    Vea, si no... Tome un sueño cualquiera, tome un fino escalpelo. Escarbe, escarbe... Como el arqueólogo, como el investigador de un crimen. Tome un pincel (manipule con delicadeza), limpie... ¿Qué hay debajo? ¿Qué ve?

    Soleida Ríos.

    La Habana Vieja, 2006.

    La campana

    Nicolás Guillén, ya en una etapa de su vida donde se acercaba al final… (y él me lo dijo, él tenía conciencia) soñó un día que tenía delante una campana…, él no sabía dónde estaba y tenía delante una campana. Pero una campana gigante, enorme enorme enorme enorme…

    Y la campana estaba hecha de azulejos, de piedras…

    Pero dice que una cosa que nunca..., en ninguno de sus grandes paseos, me dice él, por la arquitectura europea, por ejemplo, vio nunca una catedral con una campana así… Porque además, la campana estaba suspendida… Estaba en el aire y él, ingrávido también, frente a esa campana.

    Y en un momento determinado él hace así…, dice que él se mete…, se vira todo y se mete debajo de la campana. Pero en una campana gigantesca... donde él era una cosita mínima y la campana, allá arriba…

    Y me dijo «yo creo que esa es la muerte… porque era tan bella la campana…, algo que me llama a mí… Era tan bella, tan hermosa… que yo creo que eso es un aviso de mi muerte».

    Naturalmente, yo se lo tomé así…, empezamos a bromear… Porque él ya llegó un momento en que siempre estaba hablando…, redactaba el cable de su muerte y nosotros nos poníamos. «sí sí sí…» Él tenía esas bromas. Y nosotros, «ay, por favor…»

    Pero a mí no se me olvidó..., no se me olvidó el sueño.

    [ 52 ]²

    La flor de arena

    Una noche estaba por una gran calle, caminando, desorientado. Una calle de asfalto, un gran terreno de asfalto que no tenía final. Y yo iba caminando por ahí. En algún momento se interrumpe esa caminata tan desorientada, y esa gran carretera se convierte en un camino de tierra, con un pequeño barrio muy humilde, de madera, con cercas así, como verjas muy breves, de madera pálida. Yo, caminando por ahí y me llama la atención entre aquella humildad un detalle: todas esas cercas, todas esas verjas tienen flores con colores. A partir del color está dado lo bonito que era ese camino que en mi sueño yo imaginé.

    Todo era muy humilde, muy humilde.... Y sale el Viejo vestido de blanco. Pero el Viejo se iba de foco... y aparecía una negra gorda, con una cara muy bondadosa, que seguramente era alguien que yo conozco. Pero se iba y volvía. Se desdibujaba la cara del Viejo y volvía la cara de esta señora. En algún momento yo le reclamo, que es lo que hago casi siempre que sueño con él, yo le reclamo por qué no está a mi lado. ¿Por qué no está ahí? Y esta señora, con la voz del Viejo, me dice que no quiere más flores en el cementerio, que no le ponga más flores, que le ponga una flor de arena. Me dice «busca la flor de arena». Y en el sueño se ve un arbolito..., que es un arbolito lo que me describe, un arbolito de un tallo grande pegado a la raíz, que se afina, con unas grandes espinas verdes que salen del árbol y una corolita amarilla o blanca.

    Me despierto buscando desesperadamente una flor que yo no he visto, que yo no conozco y que me han trasmitido en el sueño. Ese día me asomé por todas partes, se lo conté a mi madre, se lo conté a Petite, se lo conté a todo el mundo, que estaba buscando la flor de arena, buscando desesperadamente esa flor. Y al otro día... yo seguía con esa angustia, con la angustia de la flor, me asomo al balcón, y había un montoncito de arena que yo no sé cómo llegó a ese patio, un montoncito de arena..., y sobre ese montoncito de arena, esa flor. Era la misma flor que yo había visto.

    En mi casa no había construcciones, no se estaban haciendo construcciones, era un montoncito de arena... Y cometí el error de recoger esa florecita y ponérsela frente a una foto que yo tengo.

    La flor murió muy rápido, mucho más rápido de lo que muere cualquier flor. Se deshizo, se deshojó, se dobló...

    No hay nada más parecido a aquella flor que el Viejo. Una flor extraña, árida, que yo no había visto en mi vida, ni nunca más he visto.

    [ 64 ]

    1994

    Entrar al paraíso

    Entraba yo a una catedral estilo gótico, muy grande, oscura... y tenía tres naves, la nave mayor y sus dos naves laterales. Y yo entraba hasta el fondo de aquel templo y en lugar del retablo mayor había dos puertas, una del lado derecho y otra del lado izquierdo, divididas sólo por un pilar. Entonces, yo tenía la sensación de que obligadamente yo tenía que abrir una de esas dos puertas. La que estaba del lado derecho era una puerta así, como mi obsesión de las puertas fuertes, con volutas, unas maderas muy gruesas... y me asomaba por el orificio por donde se mete la llave y alcanzaba a mirar por ese pequeño ojito unos jardines preciosos, flores, mucha luz, escuchaba por dentro risas juveniles. Aquello era muy prometedor. Era como entrar al paraíso.

    Pero del otro lado estaba la otra puerta en donde no se podía apreciar nada, todo era oscuridad, no había ninguna rendija... Y si la hubiera habido era pura oscuridad, no se percibía nada. Entonces escuchaba una voz que decía «abre una de las dos puertas». Decidí abrir la puerta por la que no se veía nada. Y va siendo algo maravilloso entrar porque eran una especie de caminos laberínticos y era al mismo tiempo una galería de pintura donde había muchos cuadros enormes, hermosísimos. Y caminaba y caminaba por aquella galería y me detenía en los cuadros de El Bosco, en el tríptico del Jardín de las delicias. Y justamente veo que en el cuadro aquel estaba el jardín de la puerta del lado derecho, que no había abierto. Pero tampoco me detenía tanto a contemplar el cuadro del Jardín de las delicias de El Bosco, sino que me inclinaba también hacia el otro lado... Curiosamente, el lado donde está el Infierno es el lado derecho. Es rarísima esa simbología, porque en el tríptico del cuadro está primero el Paraíso, luego el Jardín de las delicias está en medio y a la derecha, viéndolo de frente, está el Infierno.

    Entonces me detenía en el Infierno y cuando observaba aquel personaje que está pintado como una crucifixión pero en un arpa musical enorme... yo, al observar aquel personaje, me estaba desapareciendo a mí misma y me iba fundiendo con el personaje. Y yo ya no era yo sino el martirizado... Y alguien me decía «pero ¿por qué escogiste éste?». Y le dije «porque había que jugarse los riesgos».

    [ 29 ]

    1995

    Romperse así, como ese sueño

    Yo era una romana, una mujer fuerte, alta, rebosante de vitalidad, y traía un vestido blanco atado al hombro, a la usanza de la época, y salía yo de mi recámara que estaba arriba. Era de dos pisos mi palacio, porque yo vivía en un palacio. Y este cuarto daba al patio. Curiosamente esa casona romana, que para mí era un palacio de emperatriz de la alta jerarquía de Roma, tenía la arquitectura al estilo colonial, el patio central y alrededor los cuartos.

    Yo salía y me asomaba al patio, el cual era de cantera rosa, toda bien trabajada, unida, lisa. Me encantaba contemplar mi casa, mi palacio. Bajaba al patio y empezaba a caminar, decidía salir de esa casa y dar una vuelta afuera, pero salir... ¡Era tan grande el palacio! Salir era hacer un viaje, dar tan sólo la vuelta alrededor del palacio era como ir a un viaje. Así significaba para mí aquella salida. Yo decidí cerrar la puerta del palacio que era muy grande, de madera labrada, con volutas de hierro, como las grandes puertas de los palacios coloniales. Salía, daba toda la vuelta y me tardaba mucho tiempo en regresar de ese viaje.

    Cuando regresaba, me sentaba otra vez a la puerta, la tocaba, pero se abría y cuando quedó abierta lo que vi fue la devastación de mi palacio. Estaban todos los pilares rotos, caídos, toda la casa derrumbada y también las canteras del piso, todas levantadas y se había formado algo así como un amasijo de tierra y piedras sueltas... y lodo. Y todo aquello era terrible, era ver que ya no tenía casa. Entonces gritaba yo muy enojada «¿pero quién hizo esto?, ¿quién hizo esto?» Y solamente veía unas manos muy grandes, morenas, de hombre, y una voz decía «yo lo hice, pero yo lo puedo volver a levantar». «No puedes volverlo a levantar», decía yo, «¿cómo puedes volverlo a levantar?».

    Yo terminaba muy mal porque sabía que no era cierto. A los dos meses mi relación empezó a romperse así, como ese sueño.

    [ 29 ]

    1982

    El hombre vino y me cortó los pies

    Iba por un camino rarísimo y llegué a un río, pero no tenía agua, lo que tenía eran unos pescados plateados puestos en todo lo que era el río. Y había un hombre ahí en la orilla. Yo me acerqué, me arrimé al río a mirar de cerca los pescados... y en ese momento dos pescados saltaron y se me pegaron a los pies, me mordieron los pies. Yo empecé a llamar al hombre, que tenía un hacha en la mano, para que matara los pescados, para que me ayudara. Entonces el hombre vino y en vez de matar a los pescados me cortó los pies a mí.

    Todavía

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