Obsesionadas por INSTAGRAM
Todas hemos tenido ese momento. Estás en un concierto y no puedes ver a la banda, pues un mar de pantallas de teléfonos celulares aparece frente a ti (¿alguien de verdad ve completos esos videos?), o cuando estás en una galería de arte y las personas no pueden contener sus ganas de tomarse una selfie, y mejor no hablamos de cuando te desesperas porque una de tus amigas durante un almuerzo no te deja empezar a probar hasta que tenga la foto perfecta de su comida.
El mes pasado tuve mi propia experiencia de este tipo, justo en un almuerzo, acompañado de champán infinito, a bordo de un yate que rodeaba el puerto de Sídney. Por supuesto, era maravilloso, un evento prácticamente creado para presumir en Instagram, pero desde el momento en que abordamos, hasta cinco horas después, fue un frenesí total. Me golpearon en la cabeza no una, sino tres veces, sólo sentía una ola de bolsos de diseñador arrojada de manera descuidada por una manada Durante cinco horas. Miré con una mezcla de molestia, diversión y fascinación genuinas, puesto que me sorprendía que nadie pareciera estar divirtiéndose en realidad. En su lugar, estaban elaborando cuidadosamente sus imágenes en donde “parecían” estar divirtiéndose. Estamos nada menos que en la era de Instagram.
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