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Relatos azules
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Relatos azules

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"Leer Relatos azules de Rabi y Vásquez es revivir el penal que le convirtió Relojito Romero a Palestino en el Nacional y anticipó el bicampeonato del 95. Es recrear la escena de la oficina al día siguiente de una derrota que sabes te la recordarán con malas artes. Es pensar en Mariano Puyol, que nunca pudo levantar una copa y sin embargo permanece imborrable en la memoria. Es ir a Calama y sufrir con esa definición a penales que Johnny Herrera zanjó con un zapatazo inolvidable. Es volver a celebrar cada 14 de diciembre el minuto 3 en que Eduardo Vargas comenzó a coronarnos campeones de la Sudamericana. Es gritar como un poseído cada gol de la U y callar el resto del tiempo. Es haber sido aprte de la barra del Chuncho Martínez y que eso esté escrito con letras doradas en tu curriculum. Es perder la razón, definitivamente, y afirmar sin un asomo de duda que Pepe Rojas es el Káiser del fútbol chileno, que Dyango canta mucho mejor que Frank Sinatra porque lleva al león en el corazón, que Juan Villoro pensó en la U cuando dijo que Dios es redondo." Francisco Mouat
LanguageEspañol
PublisherMAGO Editores
Release dateJul 3, 2016
ISBN9789563532241
Relatos azules

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    Relatos azules - Roberto Rabi

    Relatos Azules. Algo más que fútbol

    Roberto Rabi y Ernesto Vásquez

    ISBN: 978-956-353-224-1

    Registro de Propiedad Intelectual Nº 232.400

    Ilustración de portada: Alejandro Toro Devia.

    caricaturistacolor@gmail.com

    Edición electrónica: Sergio Cruz

    Primera Edición Digital: Noviembre de 2014

    Segunda edición ampliada del libro

    La Previa

    Un hincha de verdad sabe que, tal como en todo partido trascendente, existen minutos anteriores que sirven de antesala al plato de fondo del enfrentamiento esperado. A ese ceremonial momento se le denomina coloquialmente la previa. Por ello, los invitamos a compartirla con nosotros en esta ocasión literaria y futbolística.

    El sentido de tales instantes en esta oportunidad es contarles –muy brevemente– la histórica jugada que subyace a este conjunto de relatos, para que puedan recogerlos en su contexto óptimo.

    Hace algún tiempo, cuando Gustavo Villafranca nos invitó a escribir semanalmente, con libertad, en un espacio de Uestadísticas (el magnífico sitio web de videos, fotografías, datos y artículos sobre la U), la idea nos entusiasmó y la tomamos como si fuera el inicio de un torneo en serio. El desafío era llenar de palabras coherentes un espacio denominado La Columna de Los Forzados, de tal suerte que, con más ganas que calidad literaria, comenzamos a escribir historias vinculadas a la U partiendo por la manera cómo surgió en nosotros aquel sentimiento inexplicable Así pasamos de comprometidos lectores a columnistas, emulando –con la distancia cualitativa evidente– a nuestros letrados futboleros preferidos, entre ellos a Francisco Mouat, quien nos ha honrado al acompañarnos al nacimiento de estos relatos en sociedad. Muchas de nuestras colaboraciones a la notable cruzada patrimonial y bibliográfica de Uestadísticas están reunidas acá, además de otros relatos reales y ficticios que se aproximan de diversas maneras y perspectivas al ser del romántico viajero. El hombre, la mujer y los niños. En la gloria y en la derrota. Rindiendo homenaje a muchos indispensables, pero dejando también muchos pendientes.

    Nuestra intención no es otra que emocionarnos, reír y llorar con ustedes, sin mayores pretensiones. Esperando que su memoria los lleve en algunos casos a varios de los cruciales momentos a los que nos hemos referido. Porque si hay algo que nos distingue de nuestros rivales, es la pasión sin límites con que hemos vivido nuestra portentosa historia, tanto en la cancha como en la vida diaria, en todos aquellos rincones en que, de una u otra manera, se palpita la efusión por el equipo mágico.

    Salud y brindemos camaradas por la Universidad, que el partido está por comenzar.

    Ya se escucha el pitazo inicial...

    Roberto Rabi – Ernesto Vásquez

    El club de

    tus escalofríos

    El escritor español Javier Marías utiliza una expresión insuperable para nombrar a tu equipo de fútbol: el club de tus escalofríos. La biografía de cualquier hincha de verdad, que suele serlo desde pequeño y que sabe que podemos cambiar de cualquier cosa, de barrio o de sexo, de trabajo o de ideología, de gustos literarios o de pareja, pero jamás del club de tus escalofríos, está hecha de sobresaltos y de una memoria privilegiada para atesorar momentos que nos acompañarán hasta el último suspiro.

    Roberto Rabi y Ernesto Vásquez nacieron azules, y con el correr de los años y la vida se han puesto peores aún. Así como Enrique Vila-Matas dice estar enfermo de literatura, Rabi y Vásquez son enfermos de la U, y entienden que no solo no quieren sanarse de su chunchez aguda, sino agravar su condición escribiendo estos relatos azules que ayudan a expandir el sentimiento inexplicable que nos habita a los que llevamos esta insignia impresa en no sabemos qué misterioso rincón del alma.

    Leer Relatos Azules de Rabi y Vásquez es revivir el penal que le convirtió Relojito Romero a Palestino en el Nacional y anticipó el bicampeonato del 95. Es recrear la escena de la oficina al día siguiente de una derrota que sabes te la recordarán con malas artes. Es pensar en Mariano Puyol, que nunca pudo levantar una copa y sin embargo permanece imborrable en la memoria. Es ir a Calama y sufrir con esa definición a penales que Johnny Herrera zanjó con un zapatazo inolvidable. Es volver a celebrar cada 14 de diciembre el minuto 3 en que Eduardo Vargas comenzó a coronarnos campeones de la Sudamericana. Es gritar como un poseído cada gol de la U y callar el resto del tiempo. Es haber sido parte de la barra del Chuncho Martínez y que eso esté escrito con letras doradas en tu curriculum. Es perder la razón, definitivamente, y afirmar sin un asomo de duda que Pepe Rojas es el Káiser del fútbol chileno, que Dyango canta mucho mejor que Frank Sinatra porque lleva al León en el corazón, que Juan Villoro pensó en la U cuando dijo que Dios es redondo.

    En la tribuna de Los Forzados o donde sea que los sorprenda el equipo cuando salta a la cancha, Roberto Rabi y Ernesto Vásquez acuden a la cita porque sospechan que amar sin condiciones a la U es una experiencia que ni el fin de los tiempos podrá borrar completamente.

    Francisco Mouat

    Saludo inicial al ingresar a la cancha

    Los brazos en alto para nuestras respectivas madres, mujeres, hijas y familias en general, por el amor que en cada caso nos permite desarrollarnos como personas íntegras.

    A los hinchas azules, que han de entender la motivación irracional de nuestros relatos.

    Los autores.

    Tincho me apodó el

    pueblo por ser azul

    Ernesto Vásquez

    No podría definir desde qué momento el azul de la U se apoderó de una parte de mi glándula pituitaria y de la estela completa de mi alma. Admiro quien pueda hacer esa precisión, pero para mí está vedado; sería como establecer el día exacto en que recuerdo haber comenzado a amar a mis padres. Con todo, después de cuatro décadas sobre el planeta, puedo reconstruir algunos destellos de mi historia personal; reestableciendo hitos posibles de compartir y entre estos, los ligados a la pasión por el chuncho, el deporte rey y los hábitos unidos a la gordita regalona, como hoy es nominada cariñosamente la pelotita o el balón, por algunos que aman el buen fútbol.

    A principios de los ochenta y cuando en la historia del país el vinilo daba paso al casete; en la ruta de mi vida, la infancia daba lugar a la adolescencia. En Cerro Navia solia organizar torneos de fútbol a los que simplemente les llamábamos jugar a la pelota. Todo era organizado por los propios niños y obviamente, con limitados recursos. La copa era un tarro de café vacío adornado con elementos de dudoso gusto y una cuota de imaginación infantil asimilaba aquel objeto al trofeo que hace algunos años había sido obtenido por vez primera por la albiceleste de Menotti.

    En mi barrio –cuna de cabezas negras– todos asociábamos la noción del fútbol a la pichanga de la calle. En nuestros torneos infantiles materializados en los pasajes del barrio, las reglas del balompié se aplicaban con ciertos bemoles. Los dos tiempos reglamentarios se reducían a uno u otra forma de término. Los arcos estaban formados por dos grupos de piedras reunidas para marcar el lugar intermedio donde busca habitar el balón para siempre. Ahí, entre esos dos montículos había una marca imaginaria que algunas veces daba lugar a eternas discusiones sobre la consumación del gol.

    La precariedad deportiva del país también nos abrazaba, pues no teníamos estadios en el entorno. Lo más parecido a ese rectángulo mágico y verde eran unas canchas de tierra, que formaban una incipiente liga donde más tarde pude participar y de cuya situación

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