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Ser de Buenos Aires: Alemanes, argentinos y el surgimiento de una sociedad plural 1880 - 1930
Ser de Buenos Aires: Alemanes, argentinos y el surgimiento de una sociedad plural 1880 - 1930
Ser de Buenos Aires: Alemanes, argentinos y el surgimiento de una sociedad plural 1880 - 1930
Ebook442 pages5 hours

Ser de Buenos Aires: Alemanes, argentinos y el surgimiento de una sociedad plural 1880 - 1930

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About this ebook

A fines del siglo XIX y principios del XX, una oleada masiva de inmigración transformó el panorama cultural de la Argentina. Junto a otros inmigrantes, en Buenos Aires, los germanohablantes crearon las instituciones de su colectividad mientras buscaban adaptarse e integrarse en la sociedad donde la mayoría iba a pasar el resto de su vida.
Enfocándose en el bienestar social, la educación, la religión y la niñez, Benjamin Bryce examina la formación de una identidad germano-argentina. Alrededor del primer centenario de la independencia, cuando el nacionalismo argentino se intensificaba, y el Estado exigía más fuertemente la homogeneidad cultural, los líderes de la colectividad alemana respondían con otra visión de la ciudadanía argentina y de la pertenencia nacional.
Proponían que era posible retener una identidad étnica distintiva y ser a la vez un buen argentino. Esta historia de la colectividad alemana y las fronteras borrosas con la sociedad a su alrededor ilumina la forma en que las sociedades pluralistas de América toman forma, así como las complejas interacciones entre el pluralismo cultural y el surgimiento de culturas nacionales.
LanguageEspañol
Release dateJan 6, 2020
ISBN9789876917780
Ser de Buenos Aires: Alemanes, argentinos y el surgimiento de una sociedad plural 1880 - 1930

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    Book preview

    Ser de Buenos Aires - Benjamin Bryce

    Créditos

    Índice de tablas

    Tabla 1. Residentes extranjeros en la Argentina en 1895

    Tabla 2. Residentes extranjeros en la Argentina en 1914

    Tabla 3. Apoyo a la inserción laboral de la Asociación para la Protección de los Inmigrantes Alemanes, 1904-1928

    Tabla 4. Pacientes del Hospital Alemán, 1882-1930

    Tabla 5. Financiación de las escuelas alemanas de Buenos Aires, 1899-1930

    Índice de imágenes y mapas

    Imagen 1. El Hospital Alemán de Buenos Aires

    Imagen 2. Material promocional para la recaudación de fondos de 1911 en el Hospital Alemán

    Imagen 3. Elisabeth von Freeden

    Imagen 4. Petrona Eyle

    Imagen 5. Aula de clase en la Escuela Barracas, 1911

    Imagen 6. Clases de cocina en la escuela para niñas de la Escuela Belgrano, 1927

    Imagen 7. Festival de la Escuela Cangallo, 1917

    Imagen 8. Un rancho argentino en el festival de la Escuela Cangallo, 1916

    Imagen 9. Carreras argentinas de caballos de la Escuela Cangallo, 1916

    Imagen 10. Autobuses escolares de la Escuela Cangallo, 1933

    Imagen 11. Nuestra Señora de Guadalupe

    Imagen 12. Inauguración del orfanato de Baradero, 1909

    Imagen 13. Hogar de Mujeres Alemanas, 1911

    Mapa 1. La República Argentina en 1914

    Mapa 2. Europa en 1914

    Mapa 3. Principales congregaciones luteranas y católicas germanohablantes fuera de Buenos Aires, 1910

    Para mis familias tucumana y catalana

    Folge mir, lieber Leser nach Süden - nach dem sagenumwobenen Strande des Silberstromes, denn dort, wo die blauen Fluten des Atlantischen Ozeans die grüne Ebene der Pampa küsst, liegt Argentinien, dessen Hauptstadt Buenos Aires ist, meine neue Heimat und das Vaterland meiner Kinder.

    [Sígueme, querido lector, al sur, a las legendarias orillas del Río de la Plata; porque allí, donde las azules olas del océano Atlántico besan las verdes llanuras de la pampa, se encuentra la Argentina, con su capital, Buenos Aires, mi nuevo hogar y la patria de mis hijos.]

    Leo Mirau, Lieder aus weiter Ferne, 1905

    Agradecimientos

    Muchas personas me ayudaron con este proyecto y querría agradecerles su invaluable aporte. Luisa Fernanda Lassaque tradujo este manuscrito del inglés al castellano con profesionalismo y pericia. Sin su trabajo, este libro no existiría. Fabricio Tocco lo leyó de forma pormenorizada y ayudó enormemente a preparar el manuscrito para la editorial. Anna Casas Aguilar leyó la traducción castellana y me dio buenos consejos sobre el análisis y el arte de dirigirlo a un público hispanohablante. Donna Guy me puso en contacto con Luisa Fernanda y me orientó en el mundo editorial argentino, además de ofrecer sus comentarios sobre todo el texto antes de su traducción. Con gran generosidad, Anna Casas Aguilar, Jeane DeLaney, David Brandon Dennis, Jacqueline Holler, Jeffrey Lesser, Glenn Penny y Andrew Watson leyeron el original en inglés antes de su publicación y me hicieron reconsiderar varios temas en las etapas fundamentales del proceso de revisión. Por todas sus lúcidas observaciones y críticas constructivas a los borradores de este manuscrito, ¡muchas gracias!

    Este libro surge de una tesis doctoral en la que comparé la educación y la religión de los germanohablantes en Buenos Aires y en Ontario, Canadá, entre 1880 y 1930. Gillian McGillivray y Roberto Perin, mis cosupervisores; Marcel Martel, miembro del comité, y José Moya, examinador externo, me ayudaron a analizar en detalle numerosos conceptos que siguen presentes en este libro. Les estoy muy agradecido a todos ellos. Durante la investigación, Regula Rohland, María Bjerg, Alicia Bernasconi y René Krüger fueron de gran ayuda en Buenos Aires, al igual que Stefan Rinke en Berlín.

    En la Editorial Biblos, Javier Riera, Silvina Varela y Mónica Urrestarazu brindaron un excelente apoyo durante todo el proceso editorial. Su entusiasmo para el proyecto me motivó a tirar adelante con esta edición en castellano. Ted Binnema hizo uno de los mapas que aparece en este libro y permitió que los otros dos mapas se vieran presentables. Stanford University Press publicó una versión de este libro en inglés en 2018 con el título To Belong in Buenos Aires: Germans, Argentines, and the Rise of a Pluralist Society. Partes del capítulo 1 aparecieron previamente en Journal of Social History, así que agradezco a los editores y a Oxford University Press por permitirme usar aquí ese material.

    Mi familia me brindó un apoyo intelectual y emocional importante. Seguramente, todos verán o habrían visto su influencia en este estudio acerca de la religión, el idioma y los niños. Anna Casas Aguilar dio forma tanto a este proyecto como a mí desde que nos conocimos en Berlín, en octubre de 2005. Desde entonces, me guían su amor, creatividad y entusiasmo. La familia Molina Franco y muchos otros de la ciudad de Concepción, provincia de Tucumán, además del Rotary International, hicieron que este libro fuera posible al despertar mi interés en la historia argentina y la lengua castellana cuando yo tenía diecisiete años.

    Me gustaría agradecer a varias instituciones de Buenos Aires la enorme gentileza de brindarme acceso a sus archivos privados; particularmente a los directores de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, la Editorial Guadalupe, la Escuela Cangallo, la Escuela Goethe, la Congregación de San Bonifacio (Bonifatius-Gemeinde), la Congregación Evangélica Alemana en Buenos Aires, el Hospital Alemán, la Sociedad Alemana de Beneficencia (Deutsche Wohltätigkeitsgesellschaft), el Colegio Guadalupe, el Colegio Espíritu Santo y el Colegio Mallinckrodt. Los bibliotecarios de la Biblioteca Nacional de Maestros, los de la Biblioteca Nacional y los del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET) fueron generosos con su tiempo y merecen todos mis elogios. El personal de la biblioteca de la Universidad del Norte de Columbia Británica, el de las bibliotecas de la Universidad de Toronto y el de las bibliotecas de la Universidad de York también me brindaron una gran ayuda; por su parte, los bibliotecarios de la Universidad Estatal de Wright, los de Whitman College y los de la Universidad de Columbia Británica colaboraron con detalles pequeños, pero importantes, en los momentos oportunos.

    En Alemania, los archivistas del Politisches Archiv des Auswärtigen Amts se destacan por su cordial ayuda y por su extensa colección. El personal del Evangelisches Zentralarchiv, el del Bundesarchiv, el del Ibero-Amerikanisches Institut, el de la Staatsbibliothek, el de la Bibliothek für bildungsgeschichtliche Forschung y el de la biblioteca Diakonie fueron, todos ellos, muy serviciales; fue un placer llevar a cabo esta investigación en todas estas instituciones berlinesas. Agradezco también las impresionantes colecciones y la agradable asistencia del personal de la Deutsche Nationalbibliothek de Leipzig, así como la atención del personal del Institut für Auslandsbeziehungen de Stuttgart y el de la biblioteca del Deutscher Caritasverband de Friburgo. En Leipzig, Enno Haaks me brindó un generoso acceso al archivo privado del Gustav-Adolf-Werk. Los archivistas y bibliotecarios de los British National Archives, la British Library de Londres, los Archives Diplomatiques de París, la Biblioteca de Catalunya de Barcelona y del Archivo Histórico Nacional de Madrid ofrecieron una asistencia cordial a un profesor joven cuya investigación les podría haber parecido un poco ajena.

    La provincia de Ontario merece un elogio particular por haber financiado mi investigación de estudiante de doctorado. Estoy sumamente agradecido al Programa de Becas de Posgrado de Ontario y por la Beca de Posgrado Sir John A. Macdonald. La provincia además financió mi investigación a través del firme apoyo que brinda a sus universidades públicas y bibliotecas. El Consejo de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de Canadá, la Fundación Familia Spletzer y la Cátedra en Estudios Germano-Canadienses, el Servicio Alemán de Intercambio Académico (Deutscher Akademischer Austauschdienst), el Avie Bennett Historica-Dominion Institute, la Universidad de York y el Centro Canadiense de Estudios Alemanes y Europeos de la Universidad de York también financiaron generosamente mi investigación. La Oficina de Investigación de la Universidad del Norte de Columbia Británica me brindó un gran apoyo para los dos últimos viajes dedicados a la consulta de diversos archivos, y esta asistencia final ayudó a hacer de este un libro de mayor amplitud.

    Estas personas e instituciones y los gobiernos de las provincias de la Columbia Británica y Ontario en Canadá, así como de Alemania y Argentina, generaron un impacto duradero en mi desarrollo profesional, por lo que me gustaría reiterar mi agradecimiento a todos ellos. Mi investigación y la presente obra se beneficiaron de su generosidad y me cuesta imaginar cómo habría sido este libro sin su ayuda.

    Prince George, Columbia Británica

    Marzo de 2018

    Aclaración sobre la terminología

    En este libro se emplea la palabra luterano como traducción de la palabra alemana evangelisch cuando se habla de los germanohablantes en la Argentina, si bien la traducción habitual del alemán al castellano es protestante. En la Argentina, había (y hay) numerosas confesiones protestantes: la anglicana, la bautista, la menonita, la metodista, la presbiteriana, entre otras. Llamar simplemente protestantes a los germanohablantes que se llamaban a sí mismos evangelisch, dado el contexto multiconfesional de la Argentina, escondería la diversidad religiosa del país. Puede haber habido casos infrecuentes en los que algunos protestantes germanohablantes de la Argentina –del período abarcado por este volumen– que participaban de alguna evangelische Kirche se hayan identificado como miembros de la Iglesia Reformada en lugar de hacerlo con la Iglesia Luterana, pero la palabra reformiert no aparece en las fuentes empleadas para este libro. La única excepción a mi decisión de traducción tiene lugar cuando hablo de las organizaciones religiosas de Alemania que se describen como evangelisch. Muchas iglesias protestantes de Alemania, como la Iglesia Estatal de Prusia, estaban constituidas por la unión de las confesiones luterana y reformada. En estos casos, fue necesario el uso de la palabra protestante.

    Mapa 1. La República Argentina en 1914. Mapa confeccionado por Benjamin Bryce, con la colaboración de Ted Binnema.

    Mapa 2. Europa en 1914. Mapa confeccionado por Benjamin Bryce, con la colaboración de Ted Binnema.

    INTRODUCCIÓN

    El futuro de la etnicidad

    A fines del siglo XIX y a principios del XX, los autoproclamados líderes de diversas comunidades de inmigrantes de Buenos Aires crearon espacios étnicos en un esfuerzo por conservar en la sociedad argentina el pluralismo lingüístico y cultural que su propia migración había creado. Los líderes de las comunidades de diferentes países europeos constituyeron organizaciones de beneficencia, asociaciones de socorros mutuos, escuelas y templos, y fomentaron que aquellos que compartían su mismo origen étnico utilizaran estas instituciones. La construcción de comunidades étnicas se convirtió en un elemento clave para los inmigrantes en el proceso de afirmar su pertenencia a la Argentina. Sin embargo, estos esfuerzos por hacer que sus comunidades étnicas perduraran nunca fueron completamente exitosos: en el caso de la colectividad alemana, los niños, los cónyuges de habla hispana, los socialistas, los alemanes católicos y muchos otros buscaron otro equilibrio entre la comunidad, la herencia étnica y la pertenencia a la Argentina.

    En este libro se analizan, por un lado, las actividades y las fantasías de las personas que buscaron crear una comunidad alemana duradera en Buenos Aires, y por el otro se examina el comportamiento de otras personas que subvirtieron ese proyecto. Mi argumento central estriba en que las ideas acerca del futuro motivaron a miles de inmigrantes germanohablantes a forjar un lugar para la etnicidad, la identidad étnica y el pluralismo en el panorama cultural y lingüístico de Buenos Aires. En un momento en que, desde el Estado argentino y desde las nuevas fuerzas nacionalistas, se aumentaba la presión por crear una ciudadanía culturalmente homogénea, los líderes de las instituciones de habla alemana fomentaban una visión pluralista de la pertenencia argentina al insistir que era posible ser, a la vez, étnico y argentino. En aquella época, así como ocurre actualmente, ser de Buenos Aires era algo que todos podían ser pese a las múltiples identidades y prácticas lingüísticas y culturales que constituyen la ciudad. Entre 1880 y 1930, junto con otros inmigrantes, los germanohablantes y los argentinos de diversos orígenes negociaron los términos de su ciudadanía y la naturaleza del pluralismo cultural. Los esfuerzos de los inmigrantes por crear comunidades condujeron a conflictos entre los nacionalistas argentinos y los educadores inmigrantes, entre padres e hijos, entre feligreses y líderes religiosos, y entre los autodenominados líderes de las instituciones comunitarias y los miles de otros inmigrantes que permanecieron indiferentes a aquellas visiones de comunidad.

    Mi énfasis en la importancia de la temporalidad y el futuro para la historia social de la migración ofrece perspectivas nuevas sobre cómo se desarrollaron las instituciones estatales, cómo se formó una sociedad con una cultura plural y cuál fue la participación de los inmigrantes y de las familias en esa sociedad. Como menciona David Engerman, la forma en que los sujetos históricos visualizaron su futuro revela mucho acerca de estos sujetos y del período en el que vivieron.¹ De forma similar, Reinhart Koselleck enfatiza el valor de estudiar no solamente la experiencia de los sujetos históricos, sino también sus horizontes de expectativas. Según Koselleck, la experiencia –un foco clave de la historia social y cultural– solo puede entenderse de verdad si se considera también la expectativa. Ambas son interdependientes; no hay expectativa sin experiencia, no hay experiencia sin expectativa.² Los revolucionarios no entran en acción, los trabajadores no pasan largos días en las fábricas y los jóvenes no protestan sin haber pensado en el futuro. Asimismo, las personas no cruzaron el océano Atlántico, los padres no fundaron escuelas y los hombres adinerados no donaron grandes sumas de dinero a las organizaciones de beneficencia sin pensar en el tiempo venidero.

    Para los hablantes de alemán y castellano que, entre 1880 y 1930, produjeron las fuentes que son la base de este estudio, el futuro no estaba lejos. Sus objetivos se extendían más allá del presente: incluían tanto el año siguiente como varias décadas en el futuro. Como escribe Koselleck: El futuro, que se prevé en función de una expectativa, se dispersa en una infinidad de extensiones temporales.³ Los horizontes de expectativa de germanohablantes e hispanohablantes de Buenos Aires a menudo eran de una década, el tiempo que llevaría a un niño que ingresa a la escuela primaria terminar sus estudios o el tiempo que llevaría a un grupo de jóvenes convertirse en adultos y formar sus propias familias. En otras ocasiones, la sucesión de los hechos era más abstracta. Los reformistas de la escuela argentina deseaban tener una ciudadanía alfabetizada e hispanohablante. Los germanohablantes católicos devotos deseaban tener un Estado que compartiera su poder con su Iglesia. Los germanohablantes ricos deseaban que los trabajadores recién llegados triunfaran en la Argentina y que no tuvieran que regresar a Europa.

    En muchos estudios sobre migración, los orígenes constituyen un punto de partida metodológico. Los especialistas deducen esta palabra de los censos nacionales y de la discusión de los inmigrantes sobre su patria. Sin embargo, el futuro era tan importante como el pasado cuando alguien hablaba sobre la familia o la comunidad. Los inmigrantes germanohablantes y las personas de varios otros orígenes en Buenos Aires, y en todo el continente americano, hablaban de conservar o mantener su idioma y su cultura, así como de la próxima generación y de los niños que perdían su idioma o su cultura. Todos esos términos reflejaban el interés de que Buenos Aires continuara siendo una sociedad con una cultura plural por mucho tiempo en el futuro. Mientras algunos migrantes pudieron haber visto a la Argentina como una estadía breve en sus trayectorias de vida, aquellos que participaban en varias organizaciones étnicas, que tenían hijos o que se preocupaban por los problemas económicos, sociales y políticos pensaban en el futuro y en su pertenencia a ese futuro en Argentina.

    El caso de los inmigrantes germanohablantes y sus hijos (que eran bilingües) ilustra temas más amplios de la historia de la inmigración hacia el continente americano. Como han demostrado Jeffrey Lesser y Raanan Rein, puede aprenderse mucho de la etnicidad en América Latina si nos alejamos de las suposiciones que se tejen en torno de la particularidad de cualquier grupo dado.⁴ En Buenos Aires existieron numerosos paralelos entre los grupos étnicos en cuanto a bienestar social y a educación. Las organizaciones alemanas de beneficencia, los servicios de inserción laboral y el Hospital Alemán en la ciudad de Buenos Aires se parecían a organizaciones similares de origen italiano, español, británico y judío.⁵ Los niños argentinos y casi todos los padres de origen extranjero eran bilingües independientemente del idioma dominante de la generación inmigrante. Las escuelas creadas por cada grupo migratorio enseñaban, principalmente, a ciudadanos argentinos, y lo hacían en castellano y en el otro idioma europeo que correspondiera a la colectividad.

    Los germanohablantes también pueden ser un caso de estudio particularmente útil para analizar la importancia de la religión y la identidad confesional a la hora de conformar las comunidades y las identidades étnicas. La mayoría de los germanohablantes que se encontraban en el país eran luteranos o católicos, y también había una cantidad notable de judíos alemanes. Debido a que los católicos germanohablantes eran parte de la confesión religiosa dominante de la Argentina, los germanohablantes afincados en Buenos Aires –más que la mayoría de los otros grupos lingüísticos– pueden ilustrar cómo las identidades confesionales y étnicas se alimentaban entre sí. Tanto luteranos como católicos crearon instituciones germanohablantes y buscaban conservar su visión de una comunidad alemana en el futuro. Para los primeros, sin embargo, la ansiedad acerca de la posible pérdida de su iglesia luterana reforzó el deseo de mantener una comunidad étnica independiente, mientras que los segundos crearon espacios germanohablantes dentro de las estructuras católicas de la ciudad. Los inmigrantes judíos alemanes se abrieron camino de manera diferente entre identidades lingüísticas y religiosas; en ocasiones se relacionaban con organizaciones alemanas y, en otras, con organizaciones judías. En 1868, la mayoría de los fundadores de la Congregación Israelita de Buenos Aires eran inmigrantes alemanes y algunos de estos líderes fueron los fundadores de la asociación funeraria Chevra Kedusha. Además de participar en estas organizaciones judías en el último tercio del siglo XIX, los mismos líderes de la comunidad judía lo hacían en organizaciones germanohablantes y algunos incluso enviaban a sus hijos a la escuela bilingüe luterana (la Gemeindeschule) antes de que se abrieran escuelas laicas de lengua alemana en la ciudad.

    En las décadas de 1880 y 1890 existieron dos visiones importantes y contrapuestas de la nación argentina; una que fue el resultado del liberalismo de mediados de siglo, que veía la ciudadanía y la pertenencia como actos contractuales y voluntarios; la otra visión, según Lilia Ana Bertoni, definía la nación a partir del origen étnico, la raza, la lengua, la tradición histórica y las costumbres ancestrales.⁷ Bertoni apoda a los defensores de estas dos visiones cosmopolitas y nacionalistas. Después de varias décadas de altos índices de inmigración, y en coincidencia con la celebración del centenario de la Revolución de Mayo, en 1910, esa tensión dio lugar a una faceta dominante del pensamiento nacionalista, conocida como hispanismo. Por aquel entonces, como menciona José Moya, la mayoría de los intelectuales argentinos había aceptado esta «inexpugnable fe en la existencia de una familia, comunidad, o ‘raza’ hispánica transatlántica». Argentinos prominentes, como Manuel Gálvez, Enrique Larreta, Manuel Ugarte, Ricardo Rojas y Estanislao Zeballos, se veían a sí mismos como defensores del legado español del país en contra del erosionante cosmopolitismo.⁸ Durante ese período existió un grupo –formado por destacados intelectuales y políticos, como Emilio Gouchón, Ponciano Vivanco y Francisco Barroetaveña– que continuaron respaldando la idea de las libertades individuales y el derecho de los padres a educar a sus hijos en otra lengua ya que, sostenían, esta situación ayudaba a la república.⁹ Pero los nuevos nacionalistas, siguiendo a Moya, percibían a la antigua elite liberal y a los nuevos inmigrantes activistas como enemigos cosmopolitas e internacionalistas: los primeros, dispuestos a sacrificar la integridad cultural y la esencia espiritual de la nación en nombre del progreso material; los segundos, con ansias de hacer lo mismo, pero en aras del ateísmo y del anarquismo global, y, más adelante, del comunismo.¹⁰ Con esta hispanofilia los nacionalistas argentinos expresaron un conjunto de ideas acerca de la ciudadanía y de la pertenencia que constituían un elogio a los beneficios de la lengua y la herencia cultural españolas, como también a su inmigración, mientras ridiculizaban y excluían todo aquello que no fuera hispánico.

    En ese período, las escuelas fueron uno de los lugares en que el pensamiento nacionalista tuvo un claro efecto dentro de la sociedad argentina. En las décadas de 1880 y 1890, los reformistas vieron el sistema de educación pública en la ciudad de Buenos Aires como el medio que cambiaría la visión cultural y política de las siguientes generaciones.¹¹ Los reformistas temían el impacto del uso generalizado de idiomas extranjeros en su sociedad y, como resultado, intentaron utilizar las escuelas para moldear los componentes lingüísticos y culturales de la nación argentina.¹² El paso del tiempo y las expectativas acerca del futuro fueron una parte fundamental de este proyecto. Por su parte, la lengua castellana se volvió un elemento principal de las definiciones que los reformistas de la educación tenían de lo que era la ciudadanía, un concepto –el de ciudadanía– que, en sí, se encontraba en desarrollo.

    A principios del siglo XX en Buenos Aires, los inmigrantes de diversos orígenes nadaban contra las corrientes del hispanismo. Los inmigrantes refutaban ideas homogeneizadoras sobre la Argentina como una nación hispánica con la creación de escuelas bilingües en las que se enseñaba alemán, francés, inglés o italiano –junto con castellano– a los jóvenes argentinos, al ofrecer servicios de asistencia pública en concordancia con criterios étnicos y al dar los sermones católicos en otros idiomas europeos o al crear templos protestantes o judíos. La presencia misma de millones de extranjeros en la Argentina a principios del siglo XX debilitó el hispanismo. Además, la visión pluralista que tenían los germanohablantes y otros inmigrantes de su pertenencia a la Argentina y de la pertenencia de sus hijos significó que esta nación no estuviera claramente definida. Según esta visión, la nación no era cultural ni lingüísticamente homogénea, ni tampoco estática.

    A menudo, las personas de ascendencia alemana que vivían en la Argentina hablaban sobre ciudadanía (para lo cual utilizaban las palabras ciudadanía y Staatsangehörigkeit). Según Kathleen Canning y Sonya Rose, más allá de ser una simple cuestión del derecho a votar o un sinónimo de nacionalidad, la ciudadanía describe un conjunto amplio de relaciones y prácticas sociales que definen la interacción que se da entre los pueblos y los Estados y entre los habitantes de las comunidades. Como marco discursivo, la ciudadanía da a las personas el lenguaje, la retórica y las categorías necesarias para solicitar para sí ciertas cosas; a veces, en nombre de la pertenencia nacional o en nombre de derechos específicos, de obligaciones, protecciones o visiones (todos ellos también específicos) de participación política.¹³ Para los residentes extranjeros, los inmigrantes nacionalizados y los argentinos de ascendencia alemana, la ciudadanía describía la participación y la inclusión cívica, el comportamiento cultural, la protección económica y de los bienes, una voz política y derechos de movilidad.

    Los inmigrantes de diversos orígenes se interesaron mucho por la ciudadanía en el sentido descripto por Canning y Rose, a pesar de tener aquellos poca voz en las políticas electorales formales. Hasta la reforma electoral de 1912 (la Ley Sáenz Peña), que estableció el sufragio universal masculino secreto y obligatorio, el sistema político argentino, según Samuel Baily, constaba de una cantidad de grupos poderosos […] que competían dentro de un ámbito restringido para influir en las decisiones de los gobiernos nacionales, provinciales y municipales […] Las elecciones eran un mecanismo para proporcionar la rotación pacífica de puestos entre los miembros de los grupos políticos reconocidos; no era una forma para que todos los ciudadanos adultos de género masculino expresaran sus puntos de vista ni influyeran en las acciones políticas.¹⁴ Aun después de la expansión del sistema democrático, en 1914, solo el 1,4% de los inmigrantes radicados en la Argentina se había convertido en ciudadanos nacionalizados y, por lo tanto, unos pocos podían participar en las elecciones.¹⁵ Como explica Moya, estos bajos índices de nacionalización seguían una cierta lógica:

    Los extranjeros tenían todos los derechos de los ciudadanos (excepto el derecho a votar en las elecciones nacionales, una ventaja ambigua debido al sistema político oligárquico de la Argentina […]), pero estaban exentos de la obligación cívica más engorrosa: el servicio militar.¹⁶

    Los porteños de diversas extracciones sociales y orígenes tuvieron ideas relacionadas con derechos, obligaciones y privilegios para los miembros de la sociedad; por su parte, los residentes extranjeros que vivían en la Argentina se beneficiaron de los mismos privilegios que tenían los que no eran extranjeros y estos residentes extranjeros tenían también muchas de las obligaciones de la ciudadanía. Por ejemplo, la educación subvencionada y regulada por el Estado afectó igualmente a los adultos argentinos y a los de origen extranjero, ya que después de 1884 casi todos los niños que residían en Buenos Aires –independientemente de la situación legal de sus padres y del derecho a voto– asistían a las escuelas primarias. Los niños y las familias desdibujaban de otras formas los límites que existían entre los significados de la ciudadanía legal y la de facto. En 1910, el 46% de los residentes de la ciudad de Buenos Aires –que por entonces ascendía a 1.231.698 habitantes– eran extranjeros.¹⁷ A menudo, eran estos inmigrantes los padres de muchos de los argentinos que conformaban el otro 54% de la población de la ciudad. Este hecho demográfico daba a muchos de quienes no eran ciudadanos un interés en los derechos cívicos, en las políticas de educación y en la futura definición de la nación.

    Los pensamientos y las acciones de los germanohablantes –junto con otros inmigrantes– redefinieron lo que significaba ser ciudadano argentino. El rol de los inmigrantes acaudalados en la prestación de servicios de bienestar social, la participación de los católicos germanohablantes en los debates acerca de la secularización, el deseo de los luteranos germanohablantes de hacer de la Argentina una sociedad con una mayor diversidad religiosa y los esfuerzos de los padres por educar a sus hijos en escuelas bilingües son todas actividades que están conectadas al interés en la ciudadanía. A pesar del país de nacimiento y de su nacionalidad, miles de germanohablantes y otros inmigrantes en Buenos Aires sintieron que pertenecían a esta ciudad e imaginaron un futuro en ella, participaron en el desarrollo de prácticas sociales con relación tanto a la autoridad estatal como a los otros residentes de la Capital y desearon crear comunidades étnicas que se convirtieran en componentes duraderos de la sociedad argentina.

    Sobre la etnicidad y la comunidad

    En el análisis de la inmigración hacia la Argentina y otras partes del continente americano, es frecuente que la etnicidad de los sujetos de estudio se tome como un dato estable. Asimismo, el abordaje habitual es el siguiente: primero, el investigador localiza su grupo de interés (judíos, italianos, portugueses, etc.) y luego analiza sus actividades.¹⁸ En los estudios realizados sobre los germanohablantes de la Argentina en particular, existe una serie de suposiciones implícitas o declaraciones explícitas acerca de la unidad intrínseca de este grupo; también hay una tendencia a reproducir las categorías aplicadas por los líderes de las comunidades, por los nacionalistas en Alemania y los datos censales de la Argentina.¹⁹ De esta manera, se describe a una persona o a un grupo como alemán o argentino, sin reflexionar sobre el bilingüismo, la doble nacionalidad o una identidad híbrida o cambiante. Sin embargo, la categoría que supuestamente define a cualquier sujeto étnico o a cualquier grupo étnico también merece atención. Muchos germanohablantes de Buenos Aires nacieron en dicha ciudad y hablaban castellano como lengua dominante. Muchos otros germanohablantes conservaron la nacionalidad de su país de nacimiento, pero se preocuparon intensamente por el futuro económico de sus hijos argentinos o por el lugar de su iglesia dentro del marco de la sociedad argentina.

    Las categorías étnicas son circunstanciales, superpuestas y contradictorias y la identidad étnica es algo construido en diálogo con el contexto social circundante.²⁰ Una persona que habla de su propia etnicidad o de la de otra persona podría tratar de definirla haciendo hincapié en ciertos indicadores importantes de diferencia cultural, como el idioma o la religión. En el caso de utilizar el idioma como indicador de etnicidad, vale la pena destacar que este puede definirse por cualquier combinación de habilidad, comportamiento e identidad lingüística, y que estas categorías pueden ser formas contradictorias para determinar el idioma o los idiomas de una persona. La etnicidad también podría definirse por identificación de grupos, categorías de ciudadanía o sentimientos de pertenencia.

    No obstante, los supuestos integrantes de lo que podría observarse como un único grupo étnico (el de los germanohablantes en Buenos Aires) tenían opiniones radicalmente diferentes de lo que significaba ser alemán. El término alemán –tal como se utilizaba en la Argentina entre 1880 y 1930– con frecuencia incluía a personas nacidas en Alemania, Austria-Hungría, Rusia, Suiza, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Los líderes –ansiosos por ampliar sus comunidades– aceptaron la etiqueta, como lo hicieron los hispanohablantes y los inmigrantes de otros orígenes que no veían la necesidad de distinguir entre alemanes, austríacos, sajones, bávaros o brasileños de origen alemán. Las múltiples nacionalidades, las identidades regionales, las diferencias confesionales y las divisiones generacionales llevaron a que muchos habitantes de Buenos Aires postularan definiciones contradictorias de la etnicidad alemana.

    El bilingüismo impregnó las vidas de las personas que, habiendo llegado de diversas partes del mundo, vivían en Buenos Aires; no era una característica exclusiva de los germanohablantes. El término bilingüismo puede describir el equilibrio imperfecto que existe entre los idiomas; ese desequilibrio evoluciona durante los años de formación de cada persona. Cualquier niño de tres años podía hablar alemán como lengua dominante, pero cuando tuviera once años y asistiera a la escuela pública, tendría una relación más compleja con el idioma. Claramente es germanohablante, pero un hablante nativo del castellano también podría considerar al mismo niño como hispanohablante. Es posible que este niño de once años domine la pronunciación de los fonemas alemanes y tenga una competencia avanzada en el idioma al hablar de la comida o de la familia. Sin embargo, muchos de los hijos de germanohablantes de Buenos Aires –incluso aquellos que asistían a escuelas bilingües– se sentían más cómodos hablando en castellano sobre cine, novelas, política o

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