Instinto: Sabemos parir
By Antonia Ochsenius and Francisca Bravo
4/5
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About this ebook
Gonzalo Leiva Rojas
Padre de Antonia, matrón
Los nacimientos deben ser resguardados, supervisados, y solo se debe intervenir cuando la observación da cuenta que el progreso del parto se ha salido del carril de lo saludable. El intervenir por apurar o empujar un proceso que está siendo normal podría traer consecuencias de las que nos podemos arrepentir. La ciencia ayuda y apoya cuando es utilizada en su justa manera... Instinto es un libro que informa y educa. Tanto por sus contenidos como por la forma en que se abordan, no he tenido la oportunidad de leer otros textos que traten de la manera en que este libro lo hace, el proceso de gestar y parir. Entrega conocimientos desde el área científica, de la matronería y del trabajo de la doula; en este sentido, es interesante ver cómo estos universos y visiones se pueden complementar perfectamente en pos de un objetivo común: el bienestar de la madre y del niño/a.
Emiliano Soto Chacón
Padre de tres, médico cirujano, ginecobstetra
Este libro da testimonio gráfico y disemina vivencias que colaboran de manera inteligente, creativa y comprometida en esta preparación necesaria, lúdica y desafiante, fertilizando el camino de nacer como madre. Enfatizo que este evento histórico en la vida de una mujer es cada vez una nueva oportunidad de sanación y crecimiento. Cuidando el nacimiento de la madre cuidamos la primordial fuente hereditaria de salud mental para las nuevas generaciones. Este libro lo hace y lo aplaudo.
María Brandán Escalante
Madre, psicóloga social, educadora prenatal
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Reviews for Instinto
5 ratings1 review
- Rating: 1 out of 5 stars1/5Muy , pero muy poco informativo , no lo encuentro útil.
Book preview
Instinto - Antonia Ochsenius
venir.
PRESENTACIONES
Los nuevos ciudadadanos
Las mujeres saben parir, siempre lo han sabido hacer. Y lo han sabido hacer porque siempre ha sido algo instintivo, y frente a algo instintivo lo que resta es entregarse y fluir. Esto, claro, en un contexto ideal, y entiéndase este contexto ideal como aquel donde el sistema de salud es asequible, gratuito o de bajo costo, donde se trabaja basado en la evidencia y con enfoque de derechos, y al cual acceden personas —en este caso mujeres gestantes— informadas de sus procesos sexuales y reproductivos y de los procedimientos biomédicos de los cuales son susceptibles si sus procesos de salud se alejan de lo esperado.
Si las mujeres no supieran parir, no habríamos llegado al 2018. Es más: es tanto lo que las mujeres saben parir que han seguido pariendo a pesar de todas las dificultades que el sistema de salud y quienes lo integramos le hemos ido poniendo a este proceso fisiológico en las últimas décadas. Los nacimientos fisiológicos o —como los llamamos en salud— de bajo riesgo
son la mayoría; es decir, mujeres que requieren principalmente de cuidados no médicos, como el acompañamiento continuo, el alivio del dolor y la identificación oportuna de elementos que nos hablen de un proceso que transita hacia lo anormal
o patológico
. Insisto: afortunadamente para nuestra evolución, los nacimientos que requieren de alguna intervención de rescate —como una cesárea— o de intervenciones —como la monitorización continua, la rotura artificial de membranas o medicamentos para acelerar el parto— son la minoría.
Los nacimientos humanos, así como la menstruación, el coito y los orgasmos, son, primero que todo, eventos sexuales, su comprensión debe nacer desde ahí. Uno de los errores que nos ha llevado a vivir en un país con más de un 50% de cesáreas, y con mujeres que denuncian haber visto vulnerados sus derechos en un momento tan importante como el parto de sus hijos e hijas, ha sido entender el nacimiento como un acto médico. Esto último quizás porque en el afán de reducir la mortalidad materna, gran problema del siglo pasado en Chile, pusimos el foco en cómo reducir infecciones y hemorragias, y dejamos de lado las vivencias y las experiencias de las mujeres, que hasta ese entonces tenían sus partos en ambientes conocidos y acompañadas por familiares.
El parto visto como acto médico tiene como telón de fondo el miedo, ya que en la gran mayoría de los contextos se ve a la mujer gestante en trabajo de parto como una bomba de relojería a punto de estallar, cuando en realidad debiese ser vista como una diosa a punto de vivir un momento trascendente en su vida, un rito de paso. El miedo responde a la patologización de un proceso, la mayoría de las veces fisiológico, y a que lo enfrentemos pensando que "siempre puede pasar algo", que es distinto a acompañarlo estando preparado por si pasa algo, pero consciente de que es un proceso que debe tener una justificación para ser intervenido; de otra forma, esa intervención, lejos de ser una solución, puede convertirse en parte del problema. Al miedo de los equipos se le suma el miedo que muchas mujeres han ido desarrollando en torno al parto, como consecuencia de relatos previos que hablan de dolores insoportables, de cortes, puntos, soledad, abandono, humillaciones y malos tratos. Sin duda que así, con esos relatos, cualquiera llega aterrada a parir.
Afortunadamente, cada día hay más mujeres que viven experiencias positivas en sus partos, que es hoy el objetivo que todos los sistemas de salud y las sociedades deberíamos buscar. De a poco hemos ido hablando más en público de un evento que hasta hace pocas décadas no solo era privado, sino que tenía tintes de tabú. La ausencia de miedo, que caracteriza a la mayoría de las experiencias positivas de parto, ha permitido que los cuerpos de las mujeres puedan expresar todo su potencial: que mantengan los movimientos que músculos, ligamentos y huesos coordinan, que tanto el cerebro de ellas como el de sus recién nacidos puedan dar rienda suelta a ese cóctel hormonal que hará que ese encuentro inmediato del posparto se desarrolle de la mejor manera, y que esas primeras miradas y contacto piel con piel se inmortalicen en el cerebro de ambos, independiente de que luego lo recuerden o no.
La vida es un continuo maravilloso, y el parto y nacimiento humano son una oportunidad única de favorecer un continuo que genere salud. Habitualmente, a un parto respetado le siguen un contacto piel con piel prolongado y el inicio de la lactancia precozmente, un gran círculo virtuoso que funciona como cheque en garantía
para una primera infancia saludable a nivel físico y emocional.
Cuando Michel Odent dice para cambiar el mundo hay que cambiar la forma de nacer
, lo dice porque estos seres humanos que nacen en el respeto y que son recibidos en ambientes amorosos serán distintos —y muy probablemente mejores— que nosotros, que fuimos separados de nuestras madres apenas nacimos. Alguien a quien se le respetaron sus necesidades y procesos metabólicos desde el minuto uno es alguien que confía, que respeta. Alguien que fue amado es alguien que tiene potencial para amar. Los que nacen de una forma distinta
—entiéndase, en estos tiempos, con el respeto de los procesos fisiológicos, de sus deseos y expectativas, de sus derechos— construirán un mundo más sano. No tendrán necesidad de competir; en la colaboración encontrarán el camino. No tendrán necesidad de destruir; en la transformación encontrarán las respuestas.
Este libro, en una sociedad casi analfabeta de sus procesos sexuales y reproductivos, nos invita justamente a entender la magnitud de lo que implica el nacimiento humano y a abrir la mirada para enfrentarlo, sin miedo, cuando nos toque el minuto. Nos sugiere redescubrir el nacimiento humano como un evento que trae vida y genera salud, un proceso sobre el cual debemos efectivamente dejar que algo prime: el instinto. Entendiendo, claro, que el miedo es su principal enemigo.
Gonzalo Leiva Rojas
Padre de Antonia Mailén
Matrón
Educar para empoderar
Si bien mi aproximación al nacimiento fue desde el mundo científico, la fisiología del cuerpo humano y sus procesos me interesó mucho más que la patología. Después de años de ver pacientes con enfermedades, me di cuenta de que me era mucho más grato trabajar desde el lado de la sanidad, de la vida. Pienso que la función del médico en el parto tiene que ver con su raíz; obstetra significa ‘observar, estar al lado, acompañar’. En la medida que tenemos la capacidad de observar un nacimiento y cada una de sus etapas, sin apurarlas, se pueden lograr partos exitosos sin intervenir. La evidencia científica avala los múltiples beneficios que trae el no interferir la fisiología; en la recuperación postparto, el apego y el inicio de la lactancia, en donde la oxitocina liberada en el parto comienza a modificar las distintas respuestas a nivel cerebral, posibilitando una lactancia exitosa. Desde el aspecto emocional, las mujeres que viven trabajo de parto lo relatan como una de las experiencias más potentes de su vida.
Los nacimientos deben ser resguardados, supervisados, y solo se debe intervenir cuando la observación da cuenta de que el progreso del parto se ha salido del carril de lo saludable. Así la ciencia se vuelve un real aporte. El intervenir por apurar o empujar un proceso que está siendo normal podría traer consecuencias de las que nos podemos arrepentir. La ciencia ayuda y apoya cuando es utilizada en su justa manera.
En Chile las cifras de mortalidad en el nacimiento