Discover millions of ebooks, audiobooks, and so much more with a free trial

Only $11.99/month after trial. Cancel anytime.

El diario de Carolina
El diario de Carolina
El diario de Carolina
Ebook711 pages10 hours

El diario de Carolina

Rating: 4 out of 5 stars

4/5

()

Read preview

About this ebook

Carolina era una joven de secundaria que llevaba una vida normal –repetitiva y acostumbrada a los engaños–. Decide enfrentarse a la realidad cuando Ezequiel, su mejor amigo, desaparece de un momento para otro, siendo ella la última que lo vio en persona. Esto causó que todos los que la vieron –y los que solo buscaban ensuciar su nombre– declararan lo anterior dicho, dejándola ante los ojos de todos como alguien sospechosa... la culpable de un posible crimen atroz.
Al intentar limpiar su nombre, alguien se mete en su camino como una piedra, una bastante recurrente... muy fría y calculadora, alguien quien desconoce, pero que por el contrario... la conoce muy bien.
Junto a su grupo de amigos, Carolina intentará unir los cabos sueltos de los crímenes, de su pasado y de su acosador, quien se hará más presente que nunca, desatando muertes y destapando la corrupción de su ciudad, la cual notará con más fuerza cuando descubra que ella y sus amigos son los únicos capaces de poder cambiarlo, descubriendo verdades que habrían preferido nunca conocer.
¿Logrará Carolina resolver el enigma antes de que sea demasiado tarde?
LanguageEspañol
Release dateNov 25, 2019
ISBN9789878702568
El diario de Carolina

Related to El diario de Carolina

Related ebooks

Action & Adventure Fiction For You

View More

Related articles

Reviews for El diario de Carolina

Rating: 4 out of 5 stars
4/5

2 ratings0 reviews

What did you think?

Tap to rate

Review must be at least 10 words

    Book preview

    El diario de Carolina - Axel C.L.

    Prólogo

    Escribir El diario de Carolina fue una increíble experiencia, al comenzar jamás me imaginaba llegar a sentir una empatía profunda por mis personajes, ya que, en esta historia, todos tienen algo que contar, cada persona tiene puntos de vista distintos, tiene gustos, tiene pensamientos, que, de vez en cuando, chocan con otros e, incluso, con la sociedad en la que viven.

    Carolina es un personaje increíblemente pensativo, que hasta llega a perder la cordura en el camino de encontrar la verdad, llegando a dudar incluso de sus propios pensamientos. Pero como en toda historia, el pasado y el lugar físico construyen un camino al futuro de los personajes, llegando a volverse uno más del montón. El pasado de los personajes juega mucho en el presente de sus vidas, envolviéndolas en un camino difícil de mentiras y verdades por resolver, incluida la Ciudad Oak, donde todos los personajes habitan, el pasado de esta influye en la vida de toda una sociedad, llegando hasta el punto de cambiar todos los pensamientos de los ciudadanos, convirtiéndolos en simples marionetas del sistema que alguna vez existió dentro, y que en su actualidad… se escondía tras las sombras, sin siquiera ser buscado.

    Escribir tantas emociones, tantos sueños— —a veces rotos——, tantas vidas y pasados que los guían tenebrosamente, me hizo emocionarme cuando tuve que despedirme de ciertos personajes creados, incluso me sorprendía el ver cómo estos podían cambiar mediante la historia, contradecirse y confundirse con su propia realidad. Escribir el final— —misterioso y shockeante——provocó que mirara atrás, sorprendiéndome de cómo las cosas cambiaban con los días y cada pensamiento de cada personaje.

    Los invito a disfrutar de esta escalofriante historia, llena de mentiras y desengaños, muerte y regresos, pensamientos y control, locura y pasión.

    AXEL CATALDO LOZA. JUNIO DE 2019

    CAPÍTULO I

    Ver con otros ojos

    A veces… es necesario ver las cosas desde otro punto de vista, la vida no está pintada del mismo color para todas las personas… y sobre todo, la vida es como el arte, puede ser interpretada de muchas formas, cuando vemos algo que nunca vivimos y lo relacionamos con nuestras vivencias, es ver la vida de otros con nuestros propios ojos, nuestras reglas y recuerdos, es difícil aprender a mirar de ese modo cuando estamos tan apegados a nuestros propios principios.

    ¿Yo? Mi nombre es Carolina Pilar Fernández Serna, donde sea que me estés leyendo, prepárate para ver con otros ojos, sentir empatía por mi empatía y conocer la verdad… porque te contaré la historia más fuerte por la que tuve que transitar, tiempo donde no fui una persona muy sociable, ni mucho menos agradable para todos, pero lo que te puedo asegurar es que los errores que cometí me llevaron a las respuestas que me plantearon las dudas de los intentos, porque podemos negar que nuestros miedos existan, convencernos de que no son reales, pero de todas formas, aparecen, para recordarnos nuestra humanidad y lo débiles que podemos llegar a ser a veces, el destino los coloca como piedras en nuestro camino retándonos, desafiándonos a pelear para superarlos.

    Lo importante para poder ver con mis ojos es recordar cada cosa, ya que lo que ahora mismo te contaré… te marcará por completo la vida y te dará un punto de vista distinto de cómo ver a alguien, así sea una simple persona que esté caminando a tu lado, o algún compañero de tu escuela, debes tener en cuenta que todo en tu vida repercute, cada palabra, cada pensamiento y cada acción, pero sobre todo cómo tratas a los demás y cómo estos te tratan.

    Todo comenzó un día cualquiera de marzo, cuando regresábamos a clases, lo cual era demasiado tedioso para todos por lo difícil que era aceptar que las vacaciones eran un suspiro comparado a la gran respiración de un año de clases, pero en cuanto a mí, era algo emocionante, porque podía regresar a ver a mis amigas y poder comenzar experiencias nuevas como las de todos los años. Nunca me consideré inteligente, tenía mis subidas y bajadas en la montaña rusa de las notas, conocía bien aquel cliché de que una nota no nos define, pero nadie sabe que lo que en verdad importa es el esfuerzo que le das a las cosas, aunque sea un intento en vano, aun sabiendo que estás perdido, aunque desapruebes o saques la nota más baja de todas, el esfuerzo es más glorioso que la victoria, saber de lo que puedes ser capaz de hacer sin importar el resultado… es eso a lo que me refiero.

    Aquel año comenzó normal, todos sentados en nuestros bancos tono beige mientras el sonido de todas las voces del curso creaban el ambiente típico escolar, aunque sabía que con el tiempo me cansaría de aquello, después de todo, aquello me hacía suspirar, era un sonido que en verdad había esperado por volver a escuchar, pero nunca pensé que ese suspiro cambiaría por un rostro boquiabierto al ver a un simple desconocido, que estaba entrando en mi salón, explicar lo que sentí era difícil… pero en verdad fue como dicen: amor a primera vista.

    Entró con tanto fervor y bravura como si supiera que el mundo fuera suyo y lo tuviese a sus pies, aquella mirada que este poseía la había visto muy pocas veces en mi vida, era una mirada de alguien que se conocía lo suficiente como para conocer el mundo, sin miedo de dar un paso en falso con alguien o algo… para no salir perjudicado. Al verlo aproximarse, se me aceleraba más y más el corazón, y aunque deben pensar que soy una desesperada, sé con exactitud que todos alguna vez hemos visto el amor frente a nuestros ojos, como si todo nuestro cuerpo fallara mientras nuestra mente generara preguntas que nunca antes hizo, una tras otra, hasta volverla una completa obsesión, tanto para bien como para mal, aunque funcione o nunca haya existido.

    Parecía perfecto, parecía… porque lo perfecto nunca es eterno, aunque sea un simple momento, inesperadamente, mi amiga como siempre —haciendo de las suyas— me metió el dedo en la boca provocando que comenzara a toser de manera desesperante frente a aquel chico. Emilia Galardón siempre fue mi amiga hasta en las malas, pero con sus chistes de vez en cuando me sacaba de mis casillas:

    —¿Quieres dejar de estar en la luna? —dijo Emilia Riendo.

    Sin responderle le di una mirada de odio mientras sentía en mi boca el sabor amargo de sus dedos. En cuanto a aquel misterioso chico, lo perdí de vista por completo, me arrepentiría de comenzar a buscarlo con la mirada entre los bancos sigilosamente para ver en qué sitio se había sentado. Nuevamente se me congeló la sangre del cuerpo en un segundo, seguido de un escalofrío que tocó más que mi alma, al ver que estaba sentado detrás, mirándome, mi reacción fue girar la cabeza hacia delante con vergüenza y más vergüenza:

    —¿A quién buscas? —me dijo—. ¿Pasa algo?

    Sabía que, si no le contestaba, iba a saber que obviamente lo estaba buscando como una idiota a él, a veces ignorar puede significar mucho más que ignorar, muchos ignoran por miedo a que ambos no sientan lo mismo…

    —No… nada —dije—, quería ver si la profesora había llegado, porque hemos ingresado y aún nadie llega al salón.

    Pero este era el caso en que ignorar a veces podía ser bueno cuando no conoces a esa persona… o si solo vas a abrir tu boca para decir estupideces como la que dije, ya que después de todo, él sí me ignoró… no me respondió nada en lo absoluto, pero cuando parecía que iba a hacerlo, Emilia lo saludó presentándose sin que antes la puerta del aula se cerrara vigorosamente haciendo que todas las voces del lugar se apagaran como un soplido a una vela encendida.

    Era la profesora Mercedes, la más temida de todo el colegio, aunque su aspecto también provocaba miedo —enana y gorda (como solían llamarla) con unos grandes lentes gruesos y cabello rubio que poseía canas en sus costados, que iban acompañadas de una cara de amargura, que para ser sincera, le combinaban bien— siempre a pesar de su conducta recta, la admiré porque era demasiado sabia y no muchos de nosotros lo veían así. Ella era muy diversa en sus clases, no siempre era el tema de la materia, sino que nos enseñaba de lo políticamente incorrecto, sexualidad, pensamientos, la vida misma… Son algunos ejemplos de algo que ella solía mencionar y eso de verdad lo apreciaba, no todas las profesoras iban y se decidían a mostrarles la realidad a sus alumnos.

    —Nos volvemos a encontrar —dijo Mercedes, mirando directamente a aquel chico que tan inquieta me tenía.

    Este, sin decir una sola palabra, se levantó de su banco y le dio un beso en la mejilla, lo cual, a decir verdad, me sorprendió demasiado, nunca nadie desde que había entrado a aquel colegio tenía tal valor y confianza como para saludar de tal manera a una profesora, ni por mucho… a la más temida.

    —Me llamo Nicolás —dijo con un tono elevado.

    Este giró hacia nosotros que estábamos observando el momento, su voz nos impactó, sonaba limpia y fresca, la cual dudo de que la mayoría olvidara… parecía decidido al hablar, pero algo creído, la confianza en él mismo desbordaba por todo su ser.

    Nicolás se sentó en su lugar nuevamente y, luego de un largo tiempo de la típica presentación pesada para todos, comenzó la clase y, para ser el primer día, Mercedes llenó la pizarra y luego de terminar de copiar, mi mano se estremecía del cansancio, ya que había llenado la pobre pizarra dos veces seguidas sin parar… Con ella no había comienzos de año, sino tiempo que ya estaba corriendo y un programa por completar de su materia (Ética), ya que en nuestro último año de secundaria, aquella materia era extensa y larga. Parecía que habían pasado horas de clase escribiendo en mi cuaderno, el cual tenía algunas letras corridas por la maldición de ser zurda, cuando al ver la hora noté que habían pasado solo quince minutos, suspiré cansada, lo cual era algo raro en mí, ya que en verdad no me desagradaba del todo estar ahí y más aun siendo el primer día de clases.

    Algo que siempre me pasaba cuando estaba aburrida en clase me sucedió nuevamente, mi mente se nubló como un tornado arrasando una ciudad, dejándome completamente inmóvil viendo un punto fijo del salón mientras respiraba relajada.

    La voz en mi cabeza me hacía preguntas una y otra vez sobre aquel chico que tanto me había llamado la atención, odiaba cómo me sentía, fue un fastidio para mí sentirme así de rara, siempre fui la misma a pesar de los años: Aquella chica de metro setenta, ojos y cabello color café claro, un modelo que me había comenzado a cansar, por años había pensado en un cambio, odiaba muchas cosas de mí, algunas que comencé a odiar por las demás personas… solo porque a ellos les molestaba, es tan loco pensar cómo los demás pueden notar más nuestros defectos que nosotros mismos, pero en ellos no pretenden usar su don de detector de perfección… perfección la cual es uno de los estigmas de la sociedad, tan naturalizado que sería imposible de cambiar.

    Sí… odiaba muchas cosas de mí, pero nunca me animé a decírmelo a mí misma frente al espejo, prefería que los demás siguieran hablando, pensaba que en algún momento se cansarían… pero para las personas nunca se cansan de criticar es como si fuera el sentido común y justo que les permitiera alimentarse del dolor de los demás… Pero sería irme mucho del tema, en cuanto al amor… nunca lo sentí en forma original, de hecho, nunca antes me había enamorado apasionadamente, siempre que sentía algo desconocido en mí me hacía la cabeza pensando en ello hasta que me asqueara el tema, rechazando todo lo inexplorado en mí. La única vez que sentí algo que se asemejara al amor verdadero no fue una relación… fue a temprana edad, era muy pequeña cuando un niño de mi vecindario, con el cual frecuentaba casi siempre en el parque, me regaló una flor, una flor única que en la actualidad no crece en mi ciudad.

    Y ahí estaba yo, tardando como quince segundos en recibirla y otros más en decir unas miserables gracias, que obviamente al pequeño no le gustaron para nada, desde aquel día, no volví a verlo nunca más, era mi único amigo en ese tiempo y que desapareciera de tal modo para mi cumpleaños fue inoportuno, además de que siempre me sentí culpable de no volverlo a ver… por no darle las gracias por la estúpida flor.

    Todo en mí siempre fue reservado, mis padres siempre me cuidaban en todo lo que hacía, hasta salir con mis amigas, TODO era muy extremista y preocupante para ellos, a pesar de que puertas para dentro… fueran unos desconocidos amantes del trabajo, tal vez eso influyó en mi vida adolescente, pero eso tal vez… y solo tal vez lo descubra cuando crezca más de lo que ahora para notar los cambios de mi vida ya transcurrida.

    Un golpe en la parte de mi sien me hizo estremecer y despertar de mi pensamiento nublado, fue provocado por otra mis amigas, Jimena, la cual era otra inseparable camarada de mi vida, aún recuerdo cuando la conocí a temprana edad, en una de sus presentaciones de baile, cuando estaba comenzando, era la más pequeña en estatura del salón con una simple cola de caballo atada en su pelo castaño y con una sonrisa exageradamente grande en su rostro, tan grande… que juraría que es falsa, lo digo porque así fue al conocerla. Todos en el colegio, donde la maltrataban, haciéndole creer que su cuerpo era el problema, cuando en realidad era lo más normal del mundo, durante la primaria fue duro ver cómo bajo una sonrisa podía esconderse tanto dolor, al conocerla mientras bailaba, aquella sonrisa era auténtica, pero la primera vez que le hablé… fue dentro de los baños de la escuela, donde esta se encontraba forzándose a vomitar entre lágrimas. Nunca conocemos a alguien realmente si no lo hemos visto llorar y ser quienes son sin vergüenzas de la presión que tiene la sociedad, pero desde aquel día la protegí y defendí hasta que las cosas parecieron calmarse, en cuanto a ella, siempre fue una buena acompañante durante toda mi infancia, ella nunca cambió en su forma de ser y realmente valoraba eso.

    —¡Ya deja de dormir! —me dijo Jimena sonriente—. No vamos a estar despertándote una a la vez.

    —Bien, pero no estaba dormida —le dije.

    Miré la hora y habían pasado quince minutos más, los cuales yo había estado pensando cosas sin sentido mientras Mercedes había hecho de las suyas escribiendo y borrando el pizarrón por tercera vez consecutiva.

    No sabía qué me sucedía, tal vez porque era el último año de la secundaria y me sentía algo estresada por acumulación de pensamientos de años anteriores, más que nunca necesitaba un descanso, decir lo que siempre quise decir y aunque fuera el primer día de clases… me había estado preparando para ello durante días, pero al parecer no había dado resultado alguno.

    Llegó el recreo y, como todos los años, se me acercó Ezequiel Caccini, abrazándome cariñosamente mientras me saludaba, en verdad yo no sabía cómo todos los primeros días del año llegaba tarde, aunque por fin parecía que había madurado un poco, ya que cuando lo conocí era un adicto al animé, por lo cual era acosado bastante en nuestro colegio políticamente incorrecto, con unos grandes lentes y ortodoncia que llevó durante 3 años, con su pelo perfectamente peinado… perfectamente lamido por una vaca. Ahora no solo le había cambiado la voz, sino que su pelo estaba diferente, al igual que las gafas y su ortodoncia habían desaparecido completamente, ahora podía ver sus cristalinos ojos verdes sin obstrucción alguna.

    Ezequiel siempre había sido mi pretendiente, haciendo lo posible para poder abrir la puerta oxidada de mi corazón, pero con aquel chico nuevo, no tenía ninguna posibilidad de hacerme sentir algo. Mis ojos dieron una rápida mirada al patio del colegio, buscando tímidamente al tan como dicen amor a primera vista, aún no quería llamar a ese sentimiento amor, era la etiqueta que más detestaba, porque aún era desconocido y raro para mí, ya que lo había visto antes… todos al principio se prometen el sol y las estrellas, sin saber que, al bajarlas, el dolor por las quemaduras es insoportable, tanto como una ruptura.

    Cuando por fin lo encontré, de espaldas contra un pilar de color verde césped cerca del bufé de la escuela, no supe cuánto tiempo estuve mirándolo disimuladamente, hasta que devolvió la mirada con un rostro enfadado; la primera reacción que tuve fue girar la cabeza rápido hacia otro lado, sintiendo cómo los huesos de mi cuello sonaron acompañados de la calentura provocada por la vergüenza que se podía notar en mi rostro que se teñía de colorado, y aunque era obvio lo que sentía, no lo veía por completo.

    Aquel día pasó rápido, aunque usualmente en clases el tiempo parecía correr con lentitud —según mis compañeros—, caminé hasta mi casa luego del colegio, como siempre, ya que amaba caminar y despejar mi mente un poco mientras me oxigenaba y veía mis pies ponerse uno delante del otro.

    Luego de un tiempo cruzando calles, parecía que por fin había llegado a casa —la cual estaba sola y silenciosa como siempre, ya que mis padres trabajaban y eran extraños los momentos en los que los veía—… o mejor dicho, los veía juntos, ya que ambos siempre creían tener la razón en todo lo que decían y casi siempre surgían las típicas peleas familiares; ellos siempre le decían típico a algo que para mí nunca lo fue, en especial mi padre, siempre parecía tener una buena relación conmigo, pero solo hacía falta hacerlo enojar un poco para ver lo que tenía que decirme realmente, lo que le molestaba, insinuaba y pensaba de mí.

    Ingresé directo a mi habitación, al entrar me tiré a mi cama donde me la pasé mirando hacia arriba durante unos 30 segundos, bien contados. En un parpadeo, se me vino la imagen del rostro de Nicolás, seguido de eso se me escapó una risa corta y un suspiro apasionado.

    De repente escuché cómo gotas comenzaron a golpetear mi ventana, me gustaba la lluvia a pesar de que de pequeña le temía más que nada a las tormentas, pero como estaba comenzando un nuevo ciclo en mi vida, abrí la ventana y dejé que el viento se mezclara con las gotas frescas, dejando que las gotas rociaran mi rostro apaciblemente, mientras mis ojos dejaban de ver el nublado cielo para cerrarse y dejarse llevar por tal sensación, que me encantó. Para aclarar, he sentido la lluvia antes, pero aquella vez fueron sentimientos de amor mezclados con fragancias y sonidos, solo necesitaba eso para que mi mente fantaseara un poco, inesperadamente comencé a oír cómo sonaba el teléfono, me había quedado dormida entre tanto extraño deleite, y al ver al reloj, noté que habían pasado no más de media hora, pensé que mi madre podía haber llegado ya a casa, pero no fue así, corrí rápidamente, bajando las escaleras, dirigiéndome hacia mi living para atender el teléfono.

    Era mi abuela, Pilar Flores, mi segundo nombre fue por ella, en verdad era una persona muy importante en mi vida, me había llamado especialmente a mí, quería invitarme a comer a su casa, ya que había recibido una rápida llamada de mi madre diciendo que llegaría tarde a casa, de nuevo. Al colgar el teléfono, recordé que quería algo diferente… algo que rompiera mi rutina diaria de todos los años. Me coloqué mi campera de color morado oscuro y me solté el cabello, caminé hasta el garaje de mi casa y evité por completo mi auto, el cual solo debía usar para ir al colegio, según mi padre, tomando la bicicleta que no usaba en años, salí por el garaje, el cual se cerró automáticamente.

    Y parándome en medio de la calle, suspiré sin dejar de lado el pensamiento de cambio, pedaleé a toda velocidad como nunca antes, ya que no se veía ningún auto cerca, mientras las gotas y el aire nuevamente me daban esa sensación de tranquilidad extrema. Mi abuela no vivía a más de cinco cuadras de mi casa, así que lo disfruté al máximo, un auto imprudentemente se paró a frente a mí tapándome el paso, fruncí el ceño mientras me preparaba para insultar a quien me había arrebatado la calma, lo primero que se me ocurrió fue no dejar nada dentro de mí, si debía decir algo que pensara, así fuese un insulto, debía salir de mí.

    Cuando este bajó del auto, descubrí que… se trataba de Nicolás, solo imaginen la cara que puse en el momento, mejor dicho, la cara que puso él al verme toda mojada con un rostro boquiabierto frente a él. Dejé que mi cuerpo actuara al doblar frenéticamente con la bicicleta mientras el corazón me latía a mil por segundo, parecía que mi vergüenza había llegado a su fin cuando el borde de una vereda me tiró con bicicleta y todo hacia adelante, raspándome las manos y la frente, quedando algo adolorida, por suerte... había caído frente a la casa de mi querida abuela, la cual se estaba riendo por tal brutal caída desde la entrada.

    A pesar de ser una persona longeva, rápidamente me cubrió con una manta, me colocó una curita en la palma de mi mano por donde comencé a sangrar, también me dio una taza de nuestro té favorito de manzanilla. Nuestra relación era casi como la que tenía con mis amigas, hablábamos de todo lo que nos pasaba en el día y nos reíamos de ello. Obvio que no le dije de Nicolás, porque me moría de vergüenza aún y no estaba segura de sí lo que sentía era amor.

    Cuando llegó la hora de comer, la ayudé a cocinar mientras escuchábamos la canción favorita de su época, todo salió perfecto después de todo, nos divertimos mucho. Rondando las dos y media, para pasar el rato, mi abuela sacó una caja enorme con fotos familiares mientras me preguntaba por qué aquella caja no existía en mi casa, nunca la había visto.

    —Tu madre cada vez que tomaba una foto tuya o de la familia me la entregaba a mí —dijo como si hubiera leído mi mente—. Y yo la guardaba en esta preciosa caja.

    Entre tantas fotos encontré una de mi abuelo, Ricardo Serna, que en paz descanse, mi abuela tardó mucho en olvidarlo y superar tan atroz asesinato, el cual sucedió en una noche fría y lluviosa, cuando mi abuelo fue a comprar a una tienda que se encontraba a una cuadra, cuando ya habían pasado treinta minutos… mi abuela Pilar decidió ir a buscarlo, y encontró su cuerpo ensangrentado y tirado en la acera sin vida, si había una de las peores situaciones en la vida de mi abuela, sin dudas era esa.

    Fue cuando encontré una foto que había tomado junto a mis mejores amigas al finalizar el año pasado, no sabía cómo mi madre se la había dado a mi abuela antes que a mí, amaba esa foto.

    Mirándola, noté que era la misma físicamente, siempre con el pelo atado y con las gafas de color celeste marino, que no le llamaban la atención ni a mi oculista, aunque este siempre me decía que mis ojos marrón claro lo tranquilizaban cada vez que me veía, verme con esas gafas, me traía recuerdos… ya que las había dejado de usar desde que mis compañeros comenzaron a burlarse de mí… y ese había sido un error del cual me arrepentía toda la vida, haber optado dejar de usarlos cuando debía hacerlo, porque al resto no le gustaba, deseaba cambiar esa parte de mi vida, pero era tarde.

    En esa misma foto, a mi lado se encontraba otra de mis amigas, quien había faltado en el primer día de clases, su nombre es Magalí, o como le decíamos en su niñez la rulos, su cabeza estaba llena de ellos, era la que siempre me había confiado sus secretos y yo le confié los míos.

    Podía ver pasar mi vida delante de todas esas fotos, en un parpadeo eran las cinco y cuarto, debía regresar a mi casa para ordenar algunas cosas de mi colegio para el próximo día, y a pesar de que era el segundo día, siempre era así. Me despedí velozmente y caminé hacia la puerta.

    —¡CAROLINA! —me gritó antes de que pudiera salir—. Espera… casi me olvido, te quería dar algo antes que te vayas pero, bueno, sabes cómo tengo la cabeza hoy.

    Retrocedí unos pasos y solo esperé viendo cómo esta me traía un diario, el cual a primera vista parecía un cuaderno por su tamaño.

    Al abrirlo noté que estaba completamente en blanco, cada una de las páginas estaba decorada con unos pulcros renglones celestes y en la tapa del cuaderno había una cinta turquesa atada con un viejo bolígrafo de tinta azul.

    —Gracias, abuela —le dije.

    Ya había comprado mis cuadernos para todo el ciclo escolar, pero no lo rechazaría por nada, no sería yo si lo hiciera, pero como ya dije, es como si estuviese leyendo mi mente.

    —No es para tu escuela —me dijo—.Todas las mujeres de esta familia han tenido un diario de esto. Aquí solemos escribir nuestra etapa de adolescentes, para recordarla de ancianas olvidadizas como yo, debería habértelo dado hace años, pero tu madre no quería, ella tuvo su propio diario, pero lo quemó el día en que se casó, ese mismo día en que murió mi querido Ricardo, su adolescencia murió ese día.

    Los ojos de mi abuela se llenaron de lágrimas, tal como el día en que dejó partir a su queridísimo Ricardo, no le dije nada más que gracias y le di un abrazo mientras secaba de su arrugada cara las lágrimas de dolor que caían lentamente. Mis padres nunca me lo dijeron, nunca dijeron que mi abuelo murió el día de su casamiento, yo solo era una pequeña niña, no lo recordaba, me habían dicho una fecha totalmente falsa toda mi vida. Todo lo anterior a mi conciencia está completamente nublado, fue fácil para ellos mentirme de tal modo.

    Las nubes en el cielo se habían despejado y dejaron una fría noche estrellada con todas las calles y viviendas de la ciudad húmedas y mojadas. Regresé a casa saludando a mis padres apresuradamente, estaba algo enojada por lo que mi abuela me había contado. Si había algo peor que las mentiras era saber la verdad por otra persona.

    Solo me senté y me decidí a escribir sobre lo que estaba pasando en mi vida y cómo me sentía con ello, estaba comenzando el año y podía escribir lo que me sucedía durante él, en pleno 2018 tener un diario íntimo era patético, lo sabía, pero después de todo era algo que me había otorgado una de las mujeres más importantes en mi vida, y como ella dijo… era algo que todas las mujeres de mi familia alguna vez tuvieron, no estaba dispuesta a romper tal racha.

    El despertador me despertó de una manera inesperada, la noche había pasado en un parpadeo, estaba boca abajo con la cabeza arriba de mi diario y sin más, luego de una preparación trivial, me dirigí a mi escuela, ya había pasado el primer día, pero… lo peor aún no había acontecido, ya que habían faltado demasiados y entre ellos los peores del curso y de todo el establecimiento, por así decirse, el primer día fueron la mitad de los que deberían haber asistido, como todos los años.

    Y al llegar vi que ahí estaban… las tres personitas más insoportables en mi vida escolar, te diré quién es y cómo son esas personas que, al igual que a mí, te aseguro que no te caerán del todo bien.

    Todo grupo tiene a alguien al mando, lo cual da qué pensar sobre los demás a sus horribles acompañantes, en este caso sería Brenda Gómez, una chica muy descuidada en su apariencia, ya que solo se ocupaba de ver la de las demás y criticarlas, narcisista por naturaleza y mala compañera por excelencia. Estaba acompañada siempre de Fernanda Pérez, su mano derecha y también una espina molesta clavada en mi costado, aquella que usaba gafas, pero molestaba a quienes las tenían y no podemos irnos sin mencionar a la querida Yamila Rivas, la suripanta del grupo, la que mayormente se encargaba de difundir rumores de mí todo el tiempo, la boca que todos querían escuchar… juntas eran el trío dinamita para los problemas, me culpaban de algunas de sus fechorías y aun así ellas salían victoriosas, no me gustaba vengarme de ellas porque me estaría volviendo como ellas. Todos tenemos un límite y con el tiempo lo descubrimos, podemos ser la persona más gentil del mundo hasta que nos cortan las cadenas con la tenaza del odio, aunque gracias a ellas descubrí que el odio que muestran a su alrededor las personas de su tipo no es más que el reflejo al rechazo que se tienen a sí mismas, pero como no son lo suficientemente fuertes para decírselo a ellas mismas en el espejo, lo reflejan en los demás que encuentran con sus errores, por eso dicen que una mente hueca hace más ruido, porque no son capaces de procesar que errores tenemos todos, pero aquellos que deberían merecer la perfección son aquellos que dan cuenta de que los tienen y conviven con ello, sin criticar al resto.

    Por eso cada vez que alguien me molestaba, lo ignoraba, porque sabía que en el fondo solo se estaba haciendo daño a ella misma, desgalgándose en el reflejo de su propia escoria de vida, hasta en cierto punto me daba gracia, pero no sabía por qué habían pasado para poder tratar así al mundo, probablemente de alguien más… el rechazo causa rechazo, como una pelota que va cayendo de escalón en escalón.

    Entre la multitud del patio escolar también noté a un prejuicio en vida bajando de las verdes escaleras que llevaban a los salones del segundo piso. Su nombre era Edgar López, definirlo con tres palabras: arrogante, creído y falso, pero sobre todo era aquel que siempre imitaba a quienes eran mejores que él, en sí no tenía una actitud propia definida, ya que solo era un Frankenstein construido de actitudes de otros, alguien que sufrió del rechazo social y la decisión que tomó fue la peor… volverse un agresor más, dejó de lado su propia aceptación y dejó que su mente creara un perfil que lo asemejara con los que alguna vez lo molestaban. Era la típica persona que busca al grupo más débil para no solo maltratarlos, sino hacerles creer que es su amigo, para manipularlos y agredirlos prometiéndoles una amistad que solo utilizaba como espejo para utilizarlos y sacar provecho.

    El timbre sonó despejando mi mente de recuerdos de todos aquellos que pasaron por mi vida alguna vez por esa escuela, pero no del todo, ya que cerca de la formación se encontraban los profesores, no cualesquiera, porque estos para mí fueron los mejores que podría tener, había estado en otras escuelas pero particularmente en la que me encontraba todos parecían tener una faceta distinta que jamás había visto en profesores.

    No por su tratar o carácter, sino porque cada uno de ellos era muy distinto a lo que tenía planeado que podría ser un profesor común y corriente como con los que frecuentaba en mis otras escuelas.

    Un ejemplo exacto era la profesora Carmen Maldonado, no era una profesora común y corriente que se enfocara solo en su trabajo como profesora, sino que era en sus tiempos libres una buena deportista y daba clases de religión a niños dos días a la semana o la profesora María Ingrid Páez, que tenía un buen sentido de la moda, hasta fabricaba su propia ropa. Uno de ellos, mi profesor de educación física, era quien más utilizaba su tiempo para hablarnos como personas, siempre enseñando sobre cómo era nuestra realidad y si estábamos listos para enfrentarla, siempre me entendía con él, la frase que siempre era dicha por sus labios me daba a entender que en el pensar teníamos eso en común, él siempre decía: El que no piensa, se cansa, pero sobre todo, el que no piensa, no actúa.

    Había muchos profesores peculiares en la escuela, pero en verdad sabía que sin ellos aquella escuela no sería nada, ocultaba mucho de vez en cuando, pero por fuera era la mejor institución de mi ciudad... La ciudad Oak. El día transcurrió bien y mi amor platónico llegó tarde a clase, y con los días eso se volvió recurrente, tan recurrente que le colocaron una nota para que tomara conciencia y pudiera comenzar a llegar más temprano.

    No me separaba de mi diario, lo tenía a cada momento en la mochila y lo sacaba para escribir sobre lo que sucedía, lo que me molestaba y lo que quería que sucediera.

    Los días pasaron y como otros Nicolás llegó tarde, así que la profesora Carmen nos comenzó a asignar grupos de trabajo, lo cual comenzaría a promediar el trimestre. Finalmente el destino me encontró, y me encontró enamorada, es como si nos hubiese querido ver juntos, pero aún no nos conocíamos del todo bien.

    —Carolina —dijo la profesora—.Tú irás con Nicolás, une tu banco con el de él y comiencen a trabajar en esto juntos.

    Nicolás me miró y mi corazón latía tan rápido que no podía procesarlo, tomó mi banco para ponerlo con el de él, rozando así accidentalmente su mano con la mía. Y aunque mi vida parecía un cliché mal hecho… mi vergüenza lentamente se estaba yendo, y yo comenzaba a dar rienda suelta a mi amor, que por fin lo reconocí como tal… amor.

    Capítulo II

    Soledad

    La aburrida orden fue hecha por la profesora, debíamos hacer un trabajo práctico, lo que implicaba probablemente vernos fuera del colegio, algo muy incómodo para mí después de mirarlo recurrentemente, que casi me atropellara y me viera como una cosa extraña que misteriosamente el destino metió en su camino.

    Sentada desde mi banco levanté los ojos un poco hacia arriba para ver su rostro, estaba escribiendo algunas preguntas que debíamos responder, su letra era perfecta y sin errores ortográficos, aunque sabía que eso tal vez no fuese así… yo desde siempre había visto las relaciones que tenían mis amigas y había escrito tres puntos esenciales para saber si estaba enamorada, una estupidez que había hecho hacía tiempo que sin razones comenzaba a tener razón.

    1. Siempre que nos enamoramos vemos cómo la imperfección se hace perfecta, cómo todos los errores son diminutos, resaltándolos victoriosamente y llamando nuestra atención.

    Me sentí completamente cautivada, a pesar de que este no tenía buena asistencia del todo. Recibí un golpe en la cabeza, detrás de mí estaba Brenda y su grupo sentadas en sus bancos, mirándome y riéndose arrogantemente.

    —Si quieres corremos los bancos más atrás —me dijo Nicolás con una voz lenta.

    Aquella voz sonó extraña, no como la que escuché cuando este se presentó, estaba más relajado y en confianza a mi parecer, también pareció que por un momento mi vergüenza se había ido.

    —Está bien —le dije con voz forzada.

    En resumidas cuentas, todo lo que sucedió en la clase fueron miradas que iban y venían al igual que sonrisas sin sentido, al menos yo sonreía porque veía su rostro y cuando este me miraba intentaba aguantar la risa, se podría decir que su rostro me daba gracia, al menos en el silencio de la vergüenza.

    2. Cada simplicidad parece señal de que el sentimiento es mutuo, miradas, risas… todo es rosa y placenteramente feliz.

    Aún nos quedaban puntos del trabajo, me comenzaba a sentir cansada, había dejado en segundo plano la tarea por estar mirando todo aquello que hacía, era gracioso, me sentía diferente y cambiada.

    —¿No quieres que nos repartamos los puntos restantes?, dame la mitad y lo haré en un segundo —me dijo mirando la hoja y seguido mirándome a los ojos.

    En ese momento, aunque interiormente odiaba hacer trabajos prácticos, terminé por hacer todo lo restante yo sola… absolutamente todo el trabajo restante, fue un acto innecesario, no hacía las tareas ni por mí, pero por él era distinto.

    3. Lo difícil se vuelve fácil si es por esa persona, hacer lo imposible para llamar su atención sería el punto final para saber si estaba enamorada.

    Por un momento nada importaba, era como si estuviese nublada de nuevo. Recuerdo el silencio abrasador del todo y mi lapicera desbordando la tinta de mi pensamiento y amor, loco, ¿no?, pues si te lo preguntas, aprobamos, sí que aprobamos, pero lo mejor fue lo que sucedió en esos tres días en los cuales no tuvimos clases, fue después de aquel día de escuela.

    Desperté nuevamente postrada sobre mi diario sentada en la silla de mi escritorio color blanco marfil. Caminé hasta el baño intentando mirar entre la oscuridad del corredor de mi casa hasta llegar allí… fue cuando me miré en el espejo… no esperaba lo que estaba por ver, para ser sincera, fue una de las situaciones más asquerosas de mi vida.

    Una parte de mi cara estaba muy adolorida, casi ni la sentía, estaba toda caliente y viscosa…

    El antiguo bolígrafo de mi diario se había abierto por uno de sus costados y roto a la vez, había liberado tinta, por suerte no mucha, pero ensució mi diario lateralmente, nuevamente por suerte la mayor parte estaba en mi cara, de lo contrario habría perdido por completo el diario… con respecto a mi cara, un total asco.

    Mis pelos también estaban cubiertos de tinta, pero no como mis mejillas, todo muy preocupante, ya que mi celular sonó asustándome un poco, entre tanta mala suerte algo bueno apareció, era un mensaje de Nicolás el que decía:

    En aquel momento solté una carcajada, apagando el silencio de mi solitaria casa, debía escribirlo en mi diario, pero no tenía tiempo, debía limpiar mi rostro y prepararme para lo que creía sería una cita.

    Enjuagué mi rostro con agua caliente mientras mis manos refregaban con fuerza, cuando miré hacia mi espejo y aun se notaba demasiado la tinta que había caído sobre mi rostro, comencé a ponerme nerviosa y seguí repitiendo el tedioso proceso reiteradas veces hasta que se quitara por completo. Estaba cansada, pero el problema fue que aún se notaba, mi piel estaba roja por el agua caliente y algunas cosas que usé para quitarme eso, pero aún tenía que seguir intentando, tenía que ir con Nicolás así muriera en el intento.

    Finalmente, luego de varios intentos más, logré quitarlo todo... pero mi pelo aún estaba cubierto de tinta, fue frustrante, había conseguido lo que quería por días y lo estaba arruinando yo sola, no tuve mejor idea que llamar a amigas de las cuales solo pudo venir Emilia, la cual al llegar, no fue difícil notar que se veía algo emocionada y pues solo quería saber qué sucedía con ella y conocer el motivo de tal regocijo.

    Ambas nos sentamos frente a la chimenea de mi casa, estaba haciendo frío y dejé de lado por un momento la limpieza de mi cabello.

    —¿Qué fue lo que te sucedió? —me preguntó riendo.

    —Tuve un pequeño accidente con un bolígrafo —le dije—. ¿Y a ti? Te veo muy sonriente.

    —Sé que va a sonar como una locura —me dijo—. También sé que prometí que no dejaría que nadie jugara conmigo de nuevo… pero creo que estoy enamorada.

    Me emocioné mucho por ella, era mi amiga después de todo, había esperado que dijera aquello por mucho tiempo después de que su último novio le rompiera el corazón, engañándola de una forma cruel. Guardé silencio y me aproximé a ella abrazándola y seguido de esto mirándola con una sonrisa nos volvimos a sentar frente a la chimenea mientras esperaba que me contara toda la historia, el tiempo pasaba, pero le dejé un mensaje a Nicolás diciéndole que tardaría un poco, lo bueno fue que no se molestó por eso, tenía una prioridad… y eran mis amigas.

    —¿De quién se trata? —le pregunté—. ¿Tal vez Ezequiel?

    —No… Ezequiel no, está enamorado de ti y lo sabes —me dijo riendo—. ¿Recuerdas al chico nuevo? Pues… estuvimos hablando desde hace días y me invitó esta noche. ¿Qué le podría dar o decir? Estoy supernerviosa.

    Sentía cómo dos de las cosas más importantes para mí se rompían frente a mis ojos, sentía como si me faltara algo… como si no tuviera respuesta para lo que Emilia me planteaba, algo estaba sucediendo dentro de mí que no podía explicar con palabras, tenía muchos pensamientos en mi cabeza, sintiendo un escalofrío no corporal, sino que este estremeció mi alma… estaba aceptando mis sentimientos mientras que al mismo tiempo estaba siendo engañada sin saberlo.

    Nuevamente el silencio abarcó todo el lugar, mientras el frío que entraba por nadie sabe dónde inundaba la habitación, sentía dolor en el pecho mezclado con ansias y estremecimientos.

    Las nubes que se encontraban fuera, en toda la ciudad, describían exactamente cómo me sentía, vacía y llena a la vez, con gotas queriendo salir disparadas rápidamente como desahogo, casi a punto de explotar y completamente gris y fría. Pero yo era diferente, siempre preferí la amistad y callé lo que sentía mi interior.

    —¿Pasa algo? —me preguntó—.Te quedas callada de repente.

    —No, está todo bien… ¿sabes qué? —le dije—. Te acompaño a verlo, no puedes ir sola con esta oscuridad fuera, quiero ayudarte en todo lo que pueda. De hecho, sé dónde puedes encontrarlo ahora mismo.

    —¿De verdad? —me preguntó emocionada—. Siempre te dije que eras la mejor, pero quiero que de verdad sepas… que te quiero por todo lo que haces por mí y las chicas, eres irreemplazable.

    —No lo soy —le dije fingiendo una sonrisa—. Lo hago porque te quiero y ya.

    Miré de reojo mi celular, Nicolás me había escrito:

    Di un suspiro rápido, debía elegir entre las dos personas más importantes y por el tiempo que conocía a cada uno… había hecho una elección.

    Y con mucho dolor le di unos consejos a mi amiga, los cuales yo nunca tendría en cuenta, ya sabes, todos alguna vez aconsejamos algo que nunca en nuestras vidas haríamos, o a veces damos consejos porque sabemos inconscientemente qué hacer cuando en realidad no lo hacemos por miedo a las posibilidades.

    Pasaron unos minutos mientras estaba maquillándola y prestándole algo lindo para que esta usara, los segundos pasaban… cada segundo ella quedaba más hermosa que nunca, lista para ver a la persona que amaba y en cuanto a mí… Yo podía ver mi reflejo, una cara de desafecto y tristeza en el espejo, y sí… mi cabello también se veía horrible.

    Luego de eso, acompañé a Emilia y la guie hasta donde se suponía que Nicolás y yo nos reuniríamos, no sabía dónde estos tenían pensado verse… pero no quería averiguarlo.

    Atravesamos varias calles y podíamos ver la panadería, la cual tenía de logo un gran canguro rojo, asimismo había una estatua de ese icónico personaje. Pudimos ver cómo había alguien apoyado en ella.

    —Ve con él, es ese de ahí —le dije con la voz rota.

    Emilia solo me miró muy alegre, no podía arruinar esa sonrisa de su cara, así que dejé que fuera corriendo, viendo antes de girarme a ella abrazándolo desde su espalda, y sin dudarlo giré rápidamente y la lluvia comenzó a caer sobre mí y toda la ciudad como mis lágrimas caían a la húmeda carretera mezclando tal sentimiento amargo. Yo estaba dispuesta a arriesgarme con él en el amor, a descubrir y equivocarme si era necesario, y todo tenía sentido. Cuando una canción deja de ser algo para volverse alguien y no quedan pensamientos o suspiros en su nombre, era obvio que estaba sintiendo algo serio, pero se había acabado. De pequeña me contaban cuentos de príncipes que rescataban princesas y al final terminaban juntos en un gran final feliz, pero nunca fue real, aquellas princesas en realidad luchan por el amor, no esperan a que las busquen y salven, esperar lastima y duele, porque con el tiempo las heridas se abren y las cicatrices recuerdan, y en tal horrible momento para mí, solo estaba dispuesta a salvarme a mí misma.

    Inesperadamente vi cómo se perpetraba un robo a la lejanía de la calle, exactamente justo en la gran plaza de la ciudad frente a la panadería, y a pesar de eso, ninguno de los ciudadanos alrededor de la joven la ayudaron… no pude hacer nada en mi caso, de lo contrario lo habría hecho. Mi ciudad la verdad es que era una caja de sorpresas, todos buscaban conseguir deseos propios, pero muy pocos arriesgaban su vida para que otros pudiesen cumplirlos.

    Me sentía destrozada mientras caminaba, aunque me sentía mal porque tal vez no era lo suficientemente buena como para mantener viva una relación, aunque mayormente lo veía en la relación de mis amigas… sabía que volvería a pasar, ilusión, desilusión, rechazo… en ese orden repitiéndose en un vórtice de perdición.

    Me preguntaba qué habría pensado Nicolás al encontrarse con la desvergonzada de mi amiga, en vez de a quién se supone que debía estar esperando, pero no entendía por qué invitarnos a ambas el mismo día… sabiendo que somos amigas y todo eso, en verdad fue muy inmaduro de su parte.

    Regresé a casa evadiendo a mis padres, aunque ellos me evadieron primero a mí… ellos me enseñaron que la obsesión es mala, a pesar de que su trabajo les gustaba los había absorbido por completo… estaba cansada de ello. Solo me desahogué en mi diario… se me ocurrió la brillante idea de faltar unos días a la escuela, mis padres no se encontraban en el momento en que iba y regresaba de esta, por lo que nadie lo notaría y así fue.

    Cerré mi habitación y apagué todas las luces, siendo solo iluminada por la luz de mi celular, viendo todo a la vez sin estar ahí, mis compañeros tenían la mala costumbre de subir historias de todo lo que hacían a cada segundo… ese fue su error.

    Podrías pensar que hacer todo eso por un intento fallido de salir con alguien es demasiado, pero fue una decisión y nada más que eso, incluso lo que me llevó a aquella situación fue una decisión, estamos hechos de decisiones, cada persona del mundo; somos pensamientos, somos suposiciones, de eso están construidos nuestros pensamientos y nuestro camino.

    Todos nos hemos sentido así alguna vez y, en mi caso, lo di todo por intentar hacerlo y aun así salió mal, la única manera de que puedas entenderme es que recuerdes algo que te haya sucedido igual que a mí… esa decepción, tantos lugares donde te arrodillaste a llorar y a pedirle a la nada misma que todo se detenga… ya sea por amor, peleas, maltrato, las agujas del tiempo giran, pero no retroceden, pero tú que me escuchas en tu cabeza, quiero que seas fuerte y no caigas ante dolores relacionados de cualquier tipo, después de todo te tendrás a ti mismo como siempre, recuerda que todo tarde o temprano acaba y aprendes de ello, como yo que ahora te lo relato.

    Sin rodeos… Emilia en esa semana durante mi ausencia escolar me había bloqueado completamente de toda red social, así que me armé completamente de valor y accedí al WhatsApp de Nicolás… enviándole un simple saludo, se lo envié en hora de recreo, el ultimo día que tenía pensado faltar a clases obviamente, pero cuando lo leyó rápidamente su foto de perfil desapareció, indicándome que este me había bloqueado, no sé qué había sucedido, creía que estaba al tanto de todo, pero no era así.

    Solo me quedaron mi diario y mi soledad, saber que puedes perder a personas sin saberlo, sin que te hayan dado razones es confuso, pero quien nunca se separó de mí fue Ezequiel, me llamaba cada día para saber cómo estaba… al contrario de Emilia, la cual no me dio razón alguna y solo se apartó, al igual que Magalí y Jimena, las cuales también me habían bloqueado. Comencé a bloquear a todos mis contactos y borrarme de la faz de la red, nunca había sucedido antes con nuestra amistad, pero siempre lo pensaba: si alguien no está para ti cuando estás mal, que no esté nunca.

    El fin de semana pasó rápidamente, mientras mi sufrimiento y pensamientos nerviosos recorrían cada vez más mis recónditas pesadillas. Me paré frente al espejo aquel lunes por la madrugada, y tomando unas grandes tijeras que encontré por ahí comencé a cortar mi cabello, quería probar cosas nuevas, cosas que antes no me permitía por el qué dirán del que me arrepiento toda mi vida, porque si vivimos para los demás y por los demás… nadie va a vivir por nosotros más que nosotros mismos, hay que tomar el riesgo de la originalidad que somos si de una vez por todas nos volvemos quienes quisiéramos siendo quiénes somos.

    Mi cabello fue tirado a la basura junto con las pocas fotos que tenía con lo que alguna vez fue mi amiga, aunque lo que más me dolió fue que le ofrecí mi ayuda para no verla triste y solo me utilizó para sus objetivos, casi como la mayoría de mis compañeros o de alguien que conocía, en verdad me hacía perder la confianza con cualquiera que conociera… fue cuando entendí que aquellas personas que veía solitarias en mi escuela o mi curso no eran excluidos o raros como todos me hacían creer que eran, sino que estos, al ver su entorno, eligieron la soledad para protegerse de aquel entorno ciertas veces nocivo para nuestra vida.

    Ya era momento de sacarles las caretas a quienes fingieron estar a mi lado cuando en verdad solo estuvieron aprovechándose de la cordura que tenía, la cual en ese momento se acabó.

    Dejé mi oscura casa, esa maldita prisión que tenía aferrada a mi mente a la completa depresión, aún quedaba tiempo… debía llegar a mi colegio, había pasado una semana, debía ponerme al día, pero ahí mismo.

    No era de esperarse el odioso de Edgar lanzó una carcajada grande y enorme al verme con el cabello corto, así que solo lo ignoré y lancé mi mochila a cualquier lugar al azar, encontrando a Emilia abrazada y juntando su asqueroso e inmundo pecho con el de Nicolás, eso fue completamente irritante y molesto, saber que después de todo había conseguido lo que quiso y con mi ayuda. Pero ya no debía ser la de antes así que… solo seguí mi camino y cerré la puerta con fuerza saliendo al patio hasta que el timbre sonara marcando la entrada de nuevo.

    No podía evitar ver la mirada del director penetrándome fuertemente, tal vez por mis irregulares faltas, pero ya no me interesaba en lo absoluto. A pesar de todo lo sucedido, de haberlo bloqueado, de ignorar siempre sus propuestas y de mi diferente actitud, Ezequiel se me acercó nuevamente ofreciéndome un cálido abrazo, como los que nunca sentía, a él no le importaba el largo de mi cabello, o cómo quería cambiar las

    Enjoying the preview?
    Page 1 of 1