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La Habana Bohemia
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La Habana Bohemia

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Utilizando una definición del propio Eusebio Leal, La Habana antigua es un verdadero teatro artístico, vive su tradición y su leyenda que la hace inolvidable e insuperable. Posee un verdadero tesoro y una belleza característica que identifica la personalidad cubana en cada uno de los detalles de su arquitectura.
LanguageEspañol
PublisherRUTH
Release dateMay 23, 2019
ISBN9789597245902
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    La Habana Bohemia - Rafael Lam

    A la gran Habana, a su quinto centenario en 2019,

    y al inconmensurable Eusebio Leal,

    artífice de la restauración ciclópea

    del Centro Histórico de La Habana Vieja.

    A mi familiares, a mi hermano Félix por su ayuda,

    a Llamely, a mis hijos Zenia, Fania y Daniel.

    La ciudad de nuestras vidas

    La Habana, no importa que lo repita muchas veces, es una encrucijada planetaria. Ella estuvo presente y fue testigo privilegiado en todo el desarrollo del mundo moderno. Ese es el motivo por el cual dediqué casi medio siglo a escribir un libro por los quinientos años de vida de esta capital de la esperanza.

    Ese sueño nació muy temprano en mi vida. Las inquietudes venían desde mi niñez, cuando recorría la ciudad con mi hermano Roberto, que siempre me ayuda con su memoria a recordar todos los lugares que transitábamos ritualmente, en los días de asueto.

    Aquella Habana me sobrecogía. Para ello solamente empleaba el poder que nos da la intuición. Por medio de él podía percatarme que caminaba por una ciudad casi increíble, como hecha a mano.

    Pertenezco a la estirpe de hombres felices que llegamos después de la Segunda Guerra Mundial, que vivimos y transitamos por hondas revoluciones sociales, disfrutamos la llamada «libertad sexual», las revoluciones culturales, artísticas y musicales. conocimos la era del mambo, el chachachá, el rock and roll de Elvis Presley, la pachanga, el pop de Los Beatles, el rock, el beat, el ye yé, el go go, los hippies, la salsa, la timba. Me introduje en el fabuloso mundo de Pérez Prado, Enrique Jorrín, Miguel Matamoros, Ignacio Piñeiro, Arsenio Rodríguez, Benny Moré, la Aragón, la Sensación, Pello el Afrokán, la Revé, Los Van Van, Chucho Valdés, Adalberto Álvarez, NG La Banda y el boom de la salsa cubana.

    La Habana bohemia es un libro que abarca el mundo artístico habanero en los casi cinco siglos de fundación de la ciudad. Es como un panorama de la gran ciudad de América. Presenta la vida bohemia y alegre del pueblo cubano: los teatros, artistas, cines, bares, clubes, cabarets, academias y salones de baile, lugares especiales, fiestas, carnavales, sociedades de recreo, visitantes ilustres, comidas, costumbres, el calidoscopio de la vida habanera, que aportan a Cuba una magia, una leyenda, un glamour inolvidable.

    Escribir una historia de La Habana artística, bohemia, cultural no es cosa fácil, cinco siglos no se pueden plasmar en cientos de páginas. He tratado de presentar lo más significativo de la ciudad, y ese es el problema más complicado de resolver. ¿Qué es lo más significativo? ¿Qué seleccionar como lo más destacado de la ciudad? ¿Cuántos fenómenos y acontecimientos sucedieron a través de los años? ¿Cómo plasmar toda esa información?

    Mi trabajo consiste en fundir lo pasajero con lo eterno. Para ello acudo a la síntesis de mis ancestros chinos: decir muchas cosas en poco espacio, hacer sencillo un proceso altamente complejo.

    Por eso tuve que poner el corazón y la mente. No basta todo el amor del mundo, no basta el corazón, hay que poner ese toque mágico del gusto y la experiencia personal. El que no vive no escribe.

    Este libro es el compromiso, el desafío de mi vida, la plasmación de muchas horas de meditaciones, despúes de encontrar más preguntas que respuestas.

    Recuerdo en la década de los setenta, cuando reunía veinte pesos e invitaba a un especialista de arte, conocedor de La Habana, Antonio Alejo, para que me evacuara tantas dudas.

    Esta es la ciudad de nuestras vidas. La Habana que recuerdo son muchas Habanas. Yo me movía en una zona muy asiática —el Barrio Chino—, un área muy típica, con otro pragmatismo, con un hechizo que me tocó para toda la vida. Mi cultura es como la del arroz frito: una síntesis de sabores y de cultura.

    El negro dio a la música y a las fiestas ese toque de gracia, de alegría y diversión. El chino dio la magia de las comidas, la sabiduría milenaria, lo industrioso de su trabajo.

    La Habana bohemia, como todos mis libros, es hecho para los presidentes y los intelectuales, igualmente para la gente callejera, de a pie, los que limpian las calles y trabajan a diario para que nosotros podamos comer un pedazo de pan. En estas páginas encontrará los sitios de mayor glamour y los lugares más humildes y arrabaleros, de esa gente sin historia de las que nadie habla. Aquí está Tropicana y también los cabaretuchos de la Playa de Marianao. Hablo de La Bodeguita del Medio y de las fondas de chinos.

    Lo dedico a los coterráneos que vivieron en la gran ciudad ayer y hoy. Este es un libro en el que todo cubano se siente tocado como actor y espectador; para ello intento llegar a las raíces profundas de la sociedad: la economía, la educación, toda la cultura, incluido el sexo, la comida, la diversión, la alegría, el modo de vida en general.

    Por las fiestas y diversiones de un pueblo se puede conocer su idiosincrasia. La cultura de la alegría no miente, porque es la celebración de la vida.

    La Habana bohemia es un libro de celebración, para que el lector conozca lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. Buscamos la paz, la dicha y la alegría; nunca estaremos bastante lejos. Ahora descorremos el telón de la gran ciudad.

    Dispóngase a encontrar un santuario arquitectónico, ecléctico y majestuoso. Asista a él como si se tratara de una peregrinación.

    «A mí me gusta extraordinariamente La Habana nocturna» (Marlon Brando).

    «La Habana es el lugar que más quiero en el mundo, después de mi patria. Soy un cubano sato» (Ernest Hemingway).

    «Esta isla es un paraíso. Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba» (Federico García Lorca).

    «Siempre me dio alegría saber de La Habana, que tiene tanta fama. Conocer su vida nocturna era uno de mis sueños, ahora que la conozco imagínense» (Nat King Cole).

    «Mi nueva visión de La Habana, de la Cuba que he tocado, su existencia vista, quedan ya incorporadas a lo mejor de mi memoria» (Juan Ramón Jiménez).

    «La Habana es hoy, física y humanamente, una ciudad atrapada entre su pasado y su futuro convertido en signo de interrogación» (Leonardo Padura Fuentes).

    «La Habana persiste, nada ha podido destruirla, ni la desidia, ni el desamparo. Su fecundidad es endógena» (Miguel Barnet).

    «Hay que rescatar la memoria de La Habana, ello pertenece al patrimonio inmaterial de la nación. No se puede ir al futuro sin conocer y visitar el pasado» (Eusebio Leal).

    «A mí me gusta extraordinariamente La Habana nocturna» (Marlon Brando).

    «La Habana es el lugar que más quiero en el mundo, después de mi patria. Soy un cubano sato» (Ernest Hemingway).

    «Esta isla es un paraíso. Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba» (Federico García Lorca).

    «Siempre me dio alegría saber de La Habana, que tiene tanta fama. Conocer su vida nocturna era uno de mis sueños, ahora que la conozco imagínense» (Nat King Cole).

    «Mi nueva visión de La Habana, de la Cuba que he tocado, su existencia vista, quedan ya incorporadas a lo mejor de mi memoria» (Juan Ramón Jiménez).

    «La Habana es hoy, física y humanamente, una ciudad atrapada entre su pasado y su futuro convertido en signo de interrogación» (Leonardo Padura Fuentes).

    «La Habana persiste, nada ha podido destruirla, ni la desidia, ni el desamparo. Su fecundidad es endógena» (Miguel Barnet).

    «Hay que rescatar la memoria de La Habana, ello pertenece al patrimonio inmaterial de la nación. No se puede ir al futuro sin conocer y visitar el pasado» (Eusebio Leal).

    La Habana es La Habana

    © Rubén Aja

    Y mira que la paso bien en París,

    y mira que la paso bien en Italia.

    Pero La Habana, caballeros,

    La Habana es La Habana.

    Manolín, El Médico de la Salsa

    Utilizando una definición del propio Eusebio Leal, La Habana antigua es un verdadero teatro artístico, vive su tradición y su leyenda que la hace inolvidable e insuperable. Posee un verdadero tesoro y una belleza característica que identifica la personalidad cubana en cada uno de los detalles de su arquitectura.

    Es una de las ciudades más antiguas de América, cabecera de colonia y hoy parte esencial de la capital cubana, con sus fortalezas, casonas, palacios, iglesias, calles y plazas. El Centro Histórico de La Habana y el sistema de fortificaciones creado a lo largo de los siglos para su defensa fueron declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1982.

    Según descripciones de Eusebio Leal, La Habana emprendió una andariega existencia de acuerdo con las vicisitudes de la historia de aquellos primeros años de la conquista hispánica.

    Pasó por tres asentamientos entre 1514 y 1519. El primero —tal como lo señala el mapa de Paolo Forlano en 1564— fue en la desembocadura del río Onicaxinal, zona pantanosa de la costa sur, en lo que llamamos hoy Batabanó. Se dice que en esta zona se asentaron en una villa Pánfilo de Narváez y Fray Bartolomé de las Casas.

    La Ensenada de la Broa, en el entorno de Melena del Sur, es, según el parecer de Eusebio Leal, el lugar donde establecieron en 1514, hace cinco siglos, un campamento los conquistadores españoles.

    El segundo asentamiento se ubica en La Chorrera, en el barrio de Puentes Grandes, en el curso del río llamado antes por los nativos Casiguaguas y bautizado por los españoles como Almendares. Los fundadores trataron de represar las aguas; todavía se conservan los muros de contención y las obras hidráulicas más antiguas del Caribe.

    El auge de la conquista en el Golfo, y la presumible idea de la existencia de la Fuente de la Eterna Juventud, determinaron el futuro de San Cristóbal de La Habana.

    Finalmente La Habana se muda para las márgenes de la bahía, junto al Puerto Carenas, llamado así por el marino Sebastián de Ocampo, quien en 1508 encontró reposo para las dañadas naves. El marino contempló la forma natural del puerto con su entrada protegida por un alto peñasco: un morro de piedra.

    Muchos elementos influyeron en que la ciudad se asentara en el norte: la rápida corriente del Golfo, el auge de los descubrimientos, el surgimiento de la Nueva España sobre las ruinas del imperio azteca, las exploraciones en las costas y territorios de América del Norte.

    Se adopta el nombre de San Cristóbal de La Habana en la fecha del 16 de noviembre de 1519, en el lugar conocido por Puerto Carenas.

    «Fundose la villa hoy Ciudad de La Havana el año 1515 y al mudarse de su primitibo assento a la rivera de ese puerto el de 1519 (…) donde se halló una frondosa seiba baxo de la qual, se celebró la primera misa y cabildo (…)».

    Ese día se celebró la primera reunión del cabildo de la villa de San Cristóbal, en el lugar donde se levanta El Templete.

    «Detén el paso caminante, adorna este sitio un árbol de una ceiba frondosa, más bien diré signo memorable de la prudencia y antigua religión de la joven ciudad… Mira, pues, y no parezca en lo porvenir la fe habanera. Verás una imagen hecha hoy en la piedra, es decir el último de noviembre de 1754». (Lápida del Templete, con la inscripción situada en el lado de la columna conmemorativa de la fundación de la ciudad, erigida por el gobernador, mariscal de campo Francisco Cajigal de la Vega, en 1754).

    El nombre de La Habana parece ser un enigma. Se dice que procede del hebreo o de la ciudad de Aba, con su río Abana en Damasco. Otros le atribuyen un origen árabe. Algunos creen que desciende de lo indoeuropeo: Havana, Avanan, Abana, Havanna (Habanne): puerto, fondeadero. Detrás de ese misterio se relaciona al jefe aborigen Habaguanex, señor de estas tierras, cuyo nombre es quizás la clave y origen de esa revelación de la ciudad. La Habana es aún joven, su gloria es el presente, su anhelo el porvenir.

    La Habana se vio invadida, desde 1537, en más de una oportunidad, atacada por naves de corsarios y piratas franceses como Jacques de Sores y Francis Drake. Fue incendiada, bloqueada y asolada por ciclones y huracanes. Pero siempre ha sabido resistir y renacer sobre sus montañas de cenizas, como el ave fénix.

    En 1550 La Habana recibe el título de Ciudad, a partir del 20 de diciembre de 1592 por Real Decreto a través de Felipe II. En 1553, el gobernador establece su residencia definitiva en La Habana, una ciudad que se convierte en la escala más importante de las Indias. Se le reconoce tácitamente como capital de la Isla al autorizar la Real Audiencia de Santo Domingo a residir en ella a los gobernadores.

    En 1607 por Real Decreto se reconoce a La Habana como capital de la Isla.

    El profesor E. Weis, en su libro La arquitectura colonial cubana, escribe: «Descontando a México y Perú, dos de los más extensos y ricos territorios de la América histórica, La Habana es probablemente la arquitectura más completa y mejor representada de la época colonial en nuestro continente. Su personalidad es clara y bien definida; sus soluciones, enteramente funcionales, reflejan el medio social en que se produce, la vida y costumbres del país y los materiales que el suelo y la industria brindaban a sus habitantes. La sobriedad y sencillez de sus soluciones no podían estar más a tono con los ideales modernos, al propio tiempo es pintoresca y de un gran colorido. La grandeza de sus escalas, sus amplios soportales, sus voladizos balcones, sus enormes rejas han sido admirados por viajeros de todos los tiempos, incluso por arquitectos de proyecciones enteramente modernas».

    Puerto

    La bahía de bolsa de La Habana es una de las más grandes y seguras de América, en una zona estratégica en medio del corredor del Golfo. Ciudad, bahía, poblados y campos hacen del puerto un área vivaz, bulliciosa, brillante, atractiva.

    Por este puerto pasó todo el oro, la plata, las piedras preciosas, la lana de la alpaca de los Andes, esmeraldas de Colombia, caobas de Cuba y Guatemala, cueros de la Guajira, especias, palo de tinte de Campeche, maíz, patatas, mandioca, cacao. Son las materias primas que llegan en los veleros al puerto mejor protegido de América, entre marzo y agosto, para formar los grandes convoyes que, custodiados por las naves militares, parten en días señalados rumbo a España.

    La Habana es la Llave del Nuevo Mundo, y antemural de las Indias Occidentales. Así aparece por regia voluntad en la Real Cédula de 24 de mayo de 1634. Esta convicción contenida en las frases que el tiempo esculpiría con letras de oro, aceleró las medidas de defensa que permiten que, hacia 1646, La Habana sea una ciudad virtualmente inexpugnable.

    Ya desde 1572 la Universidad de los Maestros Pilotos y Navíos de la Ciudad de Sevilla exponía al Rey Felipe II la importantísima misión que la geografía y la historia habían dado al puerto habanero, del que dijo:

    «Porque es puerto de grande escala donde vienen a parar las naos y flotas de Nueva España y tierra firme y Honduras con todas las riquezas y es llave y puerta del embocamiento de la capital de Bahamas, por donde salen las naos para venir a España y ser reparo de los pueblos y fueras de la Florida».

    Solo entre 1602 y 1622 el puerto registró la entrada de 817 buques. En esa época la ciudad contaba con dos mil habitantes, pero llegaban con los navíos unos cuatro mil marinos, una verdadera población flotante. La ciudad se convertía en un almacén de flotas que abastecían los barcos para su larga travesía hasta España, además de que se brindaba todo tipo de servicio a los marinos en tierra.

    El 3 de enero de 1604 el gobernador de Cuba, Pedro Valdés, escribía al rey de España: «Y pues, a V.M. le consta que el enemigo siempre ha puesto la mira en si pudiese tomar este puerto y presidido por conocer que el de mayor importancia que tiene V.M. en estos sus reinos de las Indias y llave de todos ellos».

    Francisco Dávila Orejón, gobernador y capitán general de la isla de Cuba, publicó en Madrid su libro Excelencias del arte militar y barones ilustres, donde exclamó en tono profético:

    «¡Oh, Havana, puerto ilustre, erario seguro, reposo de los mayores tesoros que ha visto el universo! No solo conozco lo que eres, pero también lo mucho que intrínsecamente vales. Contémplate el fiel de los riquísimos Reinos, balanzas que remiten el precio que contiene el seguro de la rectitud, para ofrecerlo a su legítimo dueño. ¡Oh Havana!, la menor de América. Ante tu formal grandeza célebre serás en la posteridad de los siglos».

    No caben dudas de que en aquellos tiempos La Habana fue el estratégico trampolín del cual partían las flotas de conquista para tomar por asalto el imperio de Moctezuma y la Florida. De este puerto salieron para fortalecer la columna de Francisco Pizarro, que tocó el imperio de los incas. En el siglo xix los ingleses fueron atacados desde La Habana, en Charleston, Nueva York y Boston.

    Para 1757 La Habana era ya una suntuosa ciudad de iglesias, conventos, fortalezas, palacios y casas comerciales. Se consumían lo mismo sedas y porcelanas chinas que productos de Campeche, Burdeos, Bristol, Madrid, Barcelona. En 1800 llegó a La Habana el sabio alemán Alejandro de Humboldt. Al contemplar la ciudad desde la cubierta del buque alaba y describe detalles pintorescos:

    «La vista de La Habana, a la entrada del puerto, es una de las más alegres y pintorescas de que puede gozarse en el litoral de la América equinoccial al norte del Ecuador».

    El puerto de La Habana, por su situación geográfica y estratégica para el sistema militar español, fue de enorme eficacia para los objetivos coloniales. Por ese motivo construyeron el más poderoso sistema de fortificaciones militares de todo el Nuevo Mundo.La Habana fue la principal urbe del Nuevo Mundo, más poblada que Boston, Nueva York y Filadelfia. Los estuches de los cortesanos desde Luis xvi contenían rapé habanero y el azúcar endulzaba Europa. La independencia de Estados Unidos se inicia con apoyo económico desde Cuba y con soldados criollos que defendieron las trece colonias.

    El puerto de La Habana se convierte en punto de reunión de todas las flotas del imperio español que entraban y salían con el fabuloso botín, con galeones repletos de oro, cofres de perlas, piedras preciosas de los virreinatos de México, Nueva Granada, Perú y Panamá.

    Esta es la ciudad que cambió la historia, tal como ha dicho Eusebio Leal. «Por decisión de Felipe II todos los navíos debían reunirse en La Habana para llevar los tesoros a España. Con todos los tesoros y también las sedas y maderas aromáticas de China».

    España se percata de que era más económico construir los buques en Cuba, donde había esclavos y excelentes maderas. En el puerto de La Habana se construían buques de diez toneladas. Se inventaron nuevos tipos de navíos. A inicios del siglo xviii Cuba contaba con uno de los astilleros más importantes del mundo: el Real Arsenal de La Habana. Cuando se mencionaba que un buque era de «construcción genuina de La Habana», el comprador sabía que era un buen buque. Las maderas cubanas duraban el doble que las europeas.

    Alejo Carpentier dedica un espacio al puerto de La Habana, en una de sus conferencias: «Y el puerto de La Habana se hizo el lugar de escala, el lugar donde se calafateaban los buques que habían hecho una larga travesía, se carenaban, y andando el tiempo La Habana fue el astillero de España durante más de tres siglos. Así, aquí se construían por la parte de Tallapiedra, que era la parte del manglar, (…) los buques de la Armada española, los barcos, los veleros y todo. Y cuando venía el Tesoro de la Corona, ya después de descubierto el Pacífico y de haber bajado los españoles hasta Perú y Chile, la flota que recogía los diezmos del Rey, que le llamaban la Flota de los Galeones de Oro, iba hasta un lugar llamado Portobello, cruzaban los cofres con perlas, oro y joyas de toda índole, diademas, collares y todo, los cruzaban por el itsmo a lomo de mula o cargados en hombros, los volvían a cargar, y la Flota de Oro venía a descansar a La Habana y a prepararse para el gran brinco. Los piratas lo sabían y estaban constantemente cazando la Flota de Oro en los alrededores de Cuba».

    Fortificaciones

    La Habana se convierte en cabecera de colonia. Con el transcurso de los años, trascendió los marcos geográficos de nuestro archipiélago. Se convirtió en el punto clave para las comunicaciones entre el Nuevo y el Viejo Mundo. Fue convertida nada menos que en el área de reunión de todas las flotas del imperio español que salían y regresaban, tanto las armadas que partían repletas de oro, plata y piedras preciosas de los virreinatos de México y Nueva Granada, como de las flotas que transportaban desde el istmo de Panamá el fabuloso botín obtenido del antiguo incario.

    Estuvo defendida por fuertes y quedó al fin convertida en bastión militar del imperio en el Mar Caribe. A ella llegaban los navíos de guerra españoles cargados de soldados y cañones.

    Sobre 1577 se construye el Castillo de la Fuerza. Al terminar el siglo xvi, La Habana tenía sobre el extremo nororiental de su bahía el célebre castillo de los Tres Reyes del Morro y enfrente el

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