La Saga Inquietante: Mariano Ospina Rodríguez Fundador del partido conservador
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Aunque trato de la “conversión” de Mariano en un momento crucial de su existencia, lo considero más bien “converso” que convertido. De agnóstico casi ateo y conspirador contra el Padre de la Patria en la nefanda noche septembrina, se transforma en deísta, más tarde en cristiano, y luego en patrocinador de la venida dos veces de la Compañía de Jesús a Colombia, a ciencia y conciencia del gran rechazo que iba a producir en gran parte de la población.
De liberal santanderista se transforma en fundador, junto con José Eusebio Caro, —¿también converso?—, del Partido Conservador Colombiano, que conllevaría la aberrante y sectaria politización del clero y, por su medio, de prácticamente la mitad de Colombia.
Veo en su saga ese inquietante y perturbador sino de los grandes conversos, no solo judíos, sino de otras religiones y aun credos políticos. Entre los judíos españoles son ominosamente famosos: Torquemada, el gran Inquisidor, y Pablo de Santa María, obispo de Burgos, “figura siniestra del antisemitismo en España en el siglo XV”. En la historia del cristianismo universal figuran un Pablo, que de perseguidor se hizo apóstol, y un Agustín de Hipona, que de licencioso pagano se transformó en el más puritano enemigo de la mujer y perseguidor implacable de los pelagianos.
Ni es menos inquietante Lutero, que de humilde monje franciscano se convierte en soberbio contradictor del papado y de toda la Iglesia Católica.
Fabio Villegas Botero
Jesuita Durante 28 años y Misionero del JapónFilósofo y Teólogo de la Universidad Javeriana de BogotáEconomista de la Universidad Sofía de Tokio, JapónDoctor en Teología de la Pontificia Universidad Bolivariana de MedellínPremio Nacional de FilosofíaMiembro correspondiente de la Academia Antioqueña de HistoriaProfesor UniversitarioColumnista
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La Saga Inquietante - Fabio Villegas Botero
La Saga Inquietante: Mariano Ospina Rodríguez
Fundador del partido conservador
Fabio Villegas Botero
Ediciones LAVP
www.luisvillamarin.com
La saga inquietante Mariano Ospina Rodríguez
Fundador del partido conservador
© Fabio Villegas Botero
Colección Presidentes de Colombia N° 8
© Ediciones LAVP
© www.luisvillamarin.com
Cel 9082624010
New York City, USA
ISBN: 9780463499054
Smashwords Inc.
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, foto-químico, electrónico, magnético, electro-óptico, por reprografía, fotocopia, video, audio, o por cualquier otro medio sin el permiso previo por escrito otorgado por la editorial.
La saga inquietante- Mariano Ospina Rodríguez
El presidente Mariano Ospina Rodríguez
A manera de presentación
Prólogo
Capítulo I La conversión
Capítulo II Por las tierras de un lejano antepasado
Capítulo III Hijo de tiempos azarosos
Capítulo IV De subversivo a gobernante
Capítulo V Ospina trae a los jesuitas con engaño
Capítulo VI Década de las grandes convulsiones
Capítulo VII Prisión, fuga y destierro
Capítulo VIII De regreso a la patria
Cronología, bibliografía y datos del autor
Cronología
Bibliografía
Datos del autor
Otras obras publicadas
El presidente Mariano Ospina Rodríguez
En un país en el que gran parte de sus ciudadanos solo se ocupan de leer en periódicos y revistas noticias tristes y angustiosas como son los ataques de las "disidencias guerrilleras, los delitos cometidos por las muchas bacrims, de regiones, poblaciones y barrios, los asesinatos de los líderes sociales y varias de las páginas deportivas, desde luego que con la posible excepción de estas últimas, aunque en algunas competencias se presenten de tarde en tarde hechos de violencia, lo mismo que noticias de alto contenido negativo procedentes del sector público relacionadas con la muy extendida y maloliente corrupción de funcionarios oficiales, es natural que la sociedad viva en un estado de temor e incertidumbre pues la continuidad de estas noticias de suyo tristes, preocupantes y deprimentes, solo genera malestar evidente o subconsciente en las comunidades, a veces intensificado por las mentiras y exageraciones que se difunden por medio de las llamadas
redes sociales".
Una de las maneras más efectivas de combatir estos estados de incertidumbre y desánimo, es leer hechos relacionados con el pasado de la nación, escritos en un estilo sencillo y comprensible para toda clase de lectores, ya que se da el caso de que enterándose de este tipo de noticias de pasado, que no pueden hacernos daño a las personas de hoy, se revive nuestra historia y los lectores de ellas tienen oportunidad de enterarse de hazañas valerosas que tuvieron decidida importancia en obtener los beneficios de que hoy gozamos, lo mismo que de comportamientos ejemplares de personas de quienes apenas hemos llegado a escuchar sus nombres, todo lo cual nos produce sentimientos de satisfacción o de repudio y en la mayoría de los casos de orgullo, porque el solo hecho de sabernos compatriotas de grandes hombres y mujeres que realizaron hazañas tan elevadas en comparación con las de las personas de cada día, basta para generar en nosotros sentimientos de admiración y de satisfacción profunda, lo cual contribuye a levantarnos el ánimo porque así sea inconscientemente, brota de nuestro más profundo yo la pregunta gratificante de ¿si él o ella pudo, por qué yo no?
De don Mariano Ospina Rodríguez poco o nada hemos oído hablar. Tal vez una escuela o un pequeño caserío lejano, o una calle o una biblioteca, o cualquier lugar público lleva su nombre y lo más que podemos recordar quienes vivimos o conocemos la pujante ciudad de Medellín, es que en uno de sus cementerios, el de San Pedro, de gran importancia por las calidades de sus ocupantes
y la belleza y el arte de sus monumentos fúnebres, a unos pasos de su puerta principal, existe un sencillo y modesto túmulo rematado por la Cruz, que ya acusa el deterioro del tiempo, existe una placa en la que se lee con dificultad en letra inglesa, Mariano Ospina Rodríguez, y las fechas de su nacimiento y de su muerte. Nada más.
Los visitantes de ese camposanto que también es museo, pasan de largo frente a ese pobre monumento sin la oportunidad de enterarse de que allí reposan para siempre los restos mortales de un gran hombre, no antioqueño puesto que nació en Guasca (Cundinamarca), que fue presidente de Colombia, padre de otro presidente y abuelo de un tercero; que en compañía de otro patricio, don José Eusebio Caro, fundaron el partido Conservador Colombiano y dejaron consignados en un escrito los principios fundacionales de ese partido político; que como hombre público tuvo que librar batallas tanto físicas en guerras civiles, como intelectuales en guerras parlamentarias; que tuvo una juventud agitada y cuando llegó a la plenitud de la edad adulta cambió fundamentalmente de comportamiento y se convirtió en un pilar de la respetabilidad y de la sabiduría; que joven aún participó en un atentado contra el Libertador Simón Bolívar por el cual estuvo condenado a ser fusilado y se salvó porque huyó a refugiarse en Antioquia, donde pasado el tiempo llegó a ser gobernador; que tuvo muchos hijos puesto que se casó tres veces con tres damas antioqueñas hermanas entre sí, dos de las cuales fallecieron en plena juventud; que tuvo siempre un terrible enemigo, el general Tomás Cipriano de Mosquera, Mascachochas
que también quiso fusilarlo, pero que por la oposición de los embajadores de los gobiernos europeos de aquel tiempo, los cuales amenazaron a Mosquera con que si fusilaba a Ospina Rodríguez ellos abandonarían el país, lograron que conservara su vida pero no su libertad ya que fue enviado, cargado de cadenas, a las prisiones que todavía existen y pueden visitarse en la muralla de Cartagena; que de allí escapó con la ayuda de su esposa y de un prelado católico y que con su hermano y su familia viajaron a un lugar del Caribe donde se establecieron y al regresar trajeron semillas mejoradas del café que plantaron en varias fincas de Antioquia que se convirtió en su verdadero hogar, y que de ese caballero, de vida tan accidentada pero fecunda, descienden los Ospina de Antioquia, una de las más destacadas familias colombianas, en fin, que existe una gran cantidad de anécdotas y de historias que por ser desconocidas por la mayoría de los colombianos de hoy no han sido ni valoradas, ni tomadas como ejemplo de vida desde que un presidente de la república de cuyo nombre no quiero acordarme redujo la importancia de que los estudiantes conozcan adecuadamente la historia nacional.
Pues bien: hemos tomado una pequeña pero enriquecedora biografía del escritor Fabio Villegas Botero, titulada La Saga inquietante – Mariano Ospina Rodríguez
y la estamos dividiendo en capítulos o secciones, para publicarlos en La Linterna Azul los domingos y días festivos, a fin de que nuestros lectores conozcan, aprendan, disfruten y saquen provecho de esta excelente historia, que desde ahora lo aseguramos, servirá para que los colombianos de hoy se enteren de una parte importante del pasado colombiano, a través de los principales hechos de un hombre que ocupa muchas páginas de la historia nacional.
A manera de presentación
Tal como lo habíamos anunciado en anteriores ediciones, iniciamos hoy la publicación de La Saga Inquietante: Mariano Ospina Rodríguez, una breve, pero muy interesante biografía parcial del cofundador del partido Conservador Colombiano y presidente de la república, don Mariano Ospina Rodríguez, quien en asocio de don José Eusebio Caro escribió el ideario que contiene los principios de un partido político, que en compañía del partido Liberal, su adversario tradicional, hicieron la mayor parte de la historia de Colombia, pues por centenares de años nuestro país solo fue un campo de batalla de estos dos partidos en busca del poder, hasta que llegó un día en que las pasiones políticas se habían desatado a tal extremo de ardor bélico que sobre una inmensa sepultura de miles de cadáveres, los dirigentes de ambas colectividades, horrorizados por la sangre derramada decidieron hacer un alto en el camino atroz de la barbarie y pactaron la paz.
Esa paz que fue acordada con un plazo de diez y seis años, fue suficiente para apaciguar los ánimos y muy especialmente para iniciar un nuevo camino de contienda cívica, el mismo que abrió las puertas a la democracia real expresada en nuevos partidos y grupos de opinión que, mal que bien, ha venido operando hasta ahora, al tiempo que acostumbran a las personas a debatir con sensatez sus diferencias ideológicas en los recintos parlamentarios o aún en las mismas calles.
Lástima que la violencia de la segunda mitad del siglo XX y de este siglo XXI haya obedecido a consideraciones también políticas, mas no democráticas, pues lo cierto es que su origen y su desarrollo han tenido dos componentes básicos: 1°, la aspiración a adueñarse del poder para los sobrevivientes americanos del comunismo soviético y 2°, la barbarie de unos individuos con mente criminal que alejados de todo sentimiento cristiano y humanitario han hecho de la ferocidad criminal una doctrina y una pasión que motiva su miserable existencia.
Resulta interesante tomar la filosofía y la rectitud de don Mariano Ospina Rodríguez, no el joven rebelde y confundido de su primera época, sino el adulto formado, sensible y patriota; ejemplar ser humano de alma noble, elevado pensamiento y superior intelecto de su madurez, y comparar tan preclaras enseñanzas con las realidades actuales de la política colombiana, para darnos cuenta cuanto hemos retrocedido en materia de conducta moral y social y todo por haber permitido que el noble propósito de servir a la sociedad se convierta en pura ambición personalista, la que lleva a cometer actos indignos de corrupción y falsedad, mientras se escribe y se predica sobre honorabilidad, vocación de servicio y voluntad decidida de lograr el Bien Común.
Al publicar esta excelente aproximación a una parte importante de la vida de don Mariano Ospina Rodríguez, nuestra intención no es solo política —queremos que los conservadores se enteren de la vida de uno de los fundadores de su partido y se enorgullezcan de sus méritos— sino que todos los colombianos y extranjeros que siguen a La Linterna Azul conozcan a un colombiano eminente de nuestra historia
Cada domingo y día festivo o compensatorio del festivo, publicaremos un capítulo de la obra, cuyo autor es don Fabio Villegas Botero, un distinguido escritor que investigó en profundidad, según se nota en el texto, que por cierto es fiel a la gran biografía publicada hace muchos años por don Estanislao Gómez Barrientos, quien fuera secretario y amigo muy cercano de Ospina Rodríguez.
Prólogo
Un desmesurado espíritu de casi legendaria biografía
Héctor Ocampo Marín
Hombre empecinado e impulsivo
Ignacio Arizmendi Posada
Estas páginas no pretenden ser una biografía de ese espíritu desmesurado
, ese hombre empecinado e impulsivo
, Mariano Ospina Rodríguez, cuyo bicentenario de nacimiento se conmemora el 18 de octubre del presente año. No es tampoco un relato, más o menos novelado, ni un análisis de su vida individual y familiar, o de su obra como minero, agricultor, comerciante, educador, periodista, político y gobernante en una gama inmensa de cargos públicos hasta la presidencia del país. Menos aún pretenden analizar la función por la que ha perdurado en la historia de Colombia hasta nuestros días, fundador del Partido Conservador.
El propósito es más sencillo. En una especie de brochazos, rescatar unas cuantas facetas de la personalidad de este hombre que llenó con su presencia uno de los períodos más trascendentales y agitados de la vida de la Colombia recién independizada, casi todo el siglo XIX, ya que nació en 1805 y murió en 1885, en vísperas de imponerse la hegemonía del Partido Conservador mediante su principal mentor, Miguel Antonio Caro, hijo de José Eusebio, quien fuera cofundador con él de dicho partido. Más aún; llena en buena parte el medio siglo siguiente, con la obra en la Presidencia de la República de un hijo suyo, Pedro Nel Ospina Vásquez, y, más tarde, de su nieto y homónimo, Mariano Ospina Pérez.
Aunque el texto fundamental en que me baso es la biografía escrita por Estanislao Gómez Barrientos, su pariente, secretario y confidente durante muchos años, publicada hace ya casi un siglo y de muy difícil acceso, los diversos acontecimientos de su saga inquietante me han llevado a otra multitud de textos, tanto de coetáneos suyos, como de historiadores de Antioquia y toda Colombia.
Ese largo período que, para la mayoría de los colombianos, es de incesantes guerras civiles de mayor o menor amplitud e intensidad; de multitud de constituciones, hasta para ángeles una de ellas; de unos pocos golpes de estado; de alternancias de centralismo y federalismo; del nacimiento de los dos partidos políticos que han perdurado más de siglo y medio, y, quizás, de algún que otro episodio similar; o de unas cuantas personalidades como Bolívar, Santander, Mosquera (Mascachochas), José Hilario López, Obando, Núñez y otros, es precisamente en el que transcurre la vida de Mariano Ospina Rodríguez, quien se constituye también en uno de esos importantes personajes.
Muy pocos alcanzan a comprender lo difícil que era esa época de trastornos políticos por todo el orbe, empezando por nuestra propia América, con las convulsiones en las excolonias hispanoportuguesas, en las sajonas del norte, con la guerra de secesión de los Estados Unidos y la formación de Canadá y los Estados insulares del Caribe, y, en especial, en Europa, con la Francia posnapoleónica, la Santa Alianza, el imperio inglés, las grandes revoluciones burguesas, sobre todo las de 1830 y 1848, que dieron nacimiento a los nacionalismos modernos, el colonialismo político y económico de los europeos, la consolidación del capitalismo y la irrupción del socialismo y el comunismo, que tanto influjo tendrían en las guerras mundiales tanto calientes como frías del siglo XX.
Diría que este personaje me ha servido y puede servirle a muchos de hilo de Ariadna para adentrarnos en el laberinto de tan apasionante período. Si en una obra anterior mía, El alma recóndita del pueblo antioqueño, la búsqueda de su ancestro judío me iluminó el camino para comprender mejor toda la época de la colonia e inicio de la independencia en que se gestó el pueblo y la región paisa, tan específica y, al mismo tiempo, de tanta influencia en el resto del país, así ahora el seguimiento de este personaje me ha iluminado el proceso de gestación de la república hasta la Colombia de hoy.
He escogido a Mariano Ospina Rodríguez no sólo por la coyuntura de una conmemoración histórica. También, porque es un personaje que muestra el desarrollo del pueblo paisa, un pueblo católico-judío, —mucho más por la cultura que por los genes—, hasta ponerlo en la cúspide del poder económico y político de la nación pocas décadas después de la independencia, así luego quedara huérfano de poder por medio siglo.
No nació en Antioquia, aunque en ella y por ella logró sus máximos honores, a la vez que buena parte del terrible rechazo que sufrió y él le haría sufrir durante su azarosa y larga existencia. Con todo, es descendiente de uno de sus fundadores iniciales, el capitán Francisco Martínez de Ospina.
Tanto el apellido paterno original, Martínez, que sus antecesores suprimieron para hacerlo menos sospechoso a la inquisición dejando solamente el Ospina, (al igual que los Restrepo suprimieron el López, los Zea el Rodríguez, los Castrillón el Álvarez y así otros), como sus dos apellidos maternos, Rodríguez y Acosta, están fuertemente asociados a los conversos que se esparcieron por toda la América española y portuguesa y en Antioquia hallaron un refugio sin par.
Un estudio genético de la población antioqueña realizado por el Laboratorio de Genética Molecular (GENMOL) de la Universidad de Antioquia, constató la presencia de sefardíes, es decir, judíos españoles, en proporción pequeña pero representativa, entre los fundadores del pueblo antioqueño a lo largo de los tres siglos de conquista y colonia.
Como la cultura de toda la población paisa es una mezcla de cristiana y judía, no es absurdo colegir que los que la impusieron no eran judíos ortodoxos, como quizás vendrían unos cuantos, muy pocos, en el siglo XX, sino conversos, los apellidados marranos
. Esos conversos homogeneizaron a toda la población —cristianos viejos, moros, indios, negros y mestizos— en su cultura católico-judía, mediante su asombrosa colonización, su impresionante conquista de tierras, su vertiginosa creación de pueblos y ciudades, y su arrollador crecimiento demográfico, que hizo pasar la población de un 6% al final de la colonia a más del 25% de la de todo el país hacia el final del siglo XIX.
Aunque trato de la conversión
de Mariano en un momento crucial de su existencia, lo considero más bien converso
que convertido. De agnóstico casi ateo y conspirador contra el Padre de la Patria en la nefanda noche septembrina, se transforma en deísta, más tarde en cristiano, y luego en patrocinador de la venida dos veces de la Compañía de Jesús a Colombia, a ciencia y conciencia del gran rechazo que iba a producir en gran parte de la población.
De liberal santanderista se transforma en fundador, junto con José Eusebio Caro, —¿también converso?—, del Partido Conservador Colombiano, que conllevaría la aberrante y sectaria politización del clero y, por su medio, de prácticamente la mitad de Colombia.
Veo en su saga ese inquietante y perturbador sino de los grandes conversos, no solo judíos, sino de otras religiones y aun credos políticos. Entre los judíos españoles son ominosamente famosos: Torquemada, el gran Inquisidor, y Pablo de Santa María, obispo de Burgos, figura siniestra del antisemitismo en España en el siglo XV
. En la historia del cristianismo universal figuran un Pablo, que de perseguidor se hizo apóstol, y un Agustín de Hipona, que de licencioso pagano se transformó en el más puritano enemigo de la mujer y perseguidor implacable de los pelagianos.
Ni es menos inquietante Lutero, que de humilde monje franciscano se convierte en soberbio contradictor del papado y de toda la Iglesia Católica. Se puede pensar también en conversos más cercanos y de influjo arrollador: Carlos Marx, Disraeli, tantos otros. Finalmente, no sé si el fanatismo antimusulmán del actual presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, que dividió al mundo en buenos y malos
, se deba también a su conversión de adicto al trago en fanático creyente, que piensa que todo lo que hace es inspirado directa y personalmente por Dios.
La saga de política, religión y riqueza es, no sólo el epítome de la azarosa y larga vida de Mariano Ospina Rodríguez, sino también, por desgracia, la de su máxima creación, el Partido Conservador Colombiano, cuyos estatutos, y, mucho más, su manera de actuar, los diseñó con su pluma y puso en práctica con toda