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La guerra de Palonegro Y un testimonio inédito de la guerra de los mil días
La guerra de Palonegro Y un testimonio inédito de la guerra de los mil días
La guerra de Palonegro Y un testimonio inédito de la guerra de los mil días
Ebook55 pages49 minutes

La guerra de Palonegro Y un testimonio inédito de la guerra de los mil días

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Pero al descender desde Matanza por "La Colina" hacia Rionegro, la Revolución descubrió su plan. Y entre atacar a Bucaramanga o pasar hacia el interior por Jordán-XXX en el Cañón de Chicamocha que tomaba la segunda opción.
A Lebrija envió José Rosario Díaz sus postas, con órdenes a sus fuerzas de concentrarse allí. El poblado distaba menos de una legua de Palonegro, 5 de Rionegro, casi dos de Bucaramanga, y legua y media de Girón. El día 9 de mayo movió el guerrillero Rosario Díaz dos de sus batallones a Palonegro, instalándose allí en la casa de Gregorio González, el punto más a propósito para vigilar cualquier movimiento que hiciera su enemigo desde la capital.
Al día siguiente, hacia las 9 de la mañana, José Rosario vio con sus binóculos fuerzas numerosas que salían de Bucaramanga hacia Girón. Dedujo se dirigirían hacia el Alto de Girón por el camino de Lebrija, con intención de cortar el camino a la Revolución. Alarmado por el hecho, envió un posta urgente a informar al Cuartel General en San Ignacio, cerca de Rionegro. El mensajero bajó raudo en su cabalgadura por el camino de Los Chorizos, pasando el Río del Oro en "Bocas", en dirección a su destino.
A la 1:30 ya estaba de regreso, después de un recorrido de 40 kilómetros, y con un papel que decía "No se impresione, general Díaz, la fuerza que usted ha visto salir hacia el Alto de Girón, es una misión que va hacia el Sogamoso a sacar ganado, para racionar al ejército. Vea si le es posible que impida esa operación que será muy conveniente. Benjamín Herrera".
Ante la puesta, José Rosario decidió enviar un posta a Lebrija, con orden al coronel Marcial González de moverse con su batallón a "La Antigua", para marchar desde allí juntos al Alto de Rubén, punto a propósito para detener el ascenso del enemigo.

LanguageEspañol
Release dateOct 22, 2019
ISBN9780463425749
La guerra de Palonegro Y un testimonio inédito de la guerra de los mil días
Author

Emilio Arenas

Emilio Arenas, escritor, historiador y político santandereano nacido en Bucaramanga-Colombia

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    La guerra de Palonegro Y un testimonio inédito de la guerra de los mil días - Emilio Arenas

    La guerra de Palonegro

    Y un testimonio inédito de la guerra de los mil días

    Emilio Arenas

    La guerra de Palonegro

    Y un testimonio inédito de la guerra de los mil días

    © Emilio Arenas

    © Edmundo Gavassa Villamizar

    Colección Historia Militar de Colombia-Las guerras civiles N° 7

    Reimpresión octubre de 2019

    © Ediciones LAVP

    © www.luisvillamarin.com

    Cel 9082624010

    New York City, USA

    ISBN: 9780463425749

    Smashwords Inc.

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, foto-químico, electrónico, magnético, electro-óptico, por reprografía, fotocopia, video, audio, o por cualquier otro medio sin el permiso previo por escrito otorgado por la editorial.

    La guerra de Palonegro

    Dedicatoria

    Las cafeteanzas

    La ruina del café

    Los pronunciamientos revolucionarios

    La batalla de Palonegro

    La retirada

    Dedicatoria

    A mi abuelo Jesús Arenas Marqués, oriundo de la Provincia de García Rovira, y a mi padre Emilio Naranjo Díaz, natural de Piedecuesta; combatientes revolucionarios en la batalla de Palonegro.

    Las cafeteanzas

    La familia Pinilla tenía una hacienda cafetera en el Alto de Palonegro. Juan de la Cruz, Miguel, Ruperto, Petronila Pinilla y Francisco Durán escogieron ese lugar para fundar la finca La Primavera, porque en aquel Alto no se padecía por falta de trabajadores, ni de arrieros para movilizar el grano recolectado en tiempo de cafeteanzas".

    Una pequeña planicie coronaba Palonegro: en ella, formando hilera sobresalían algunas casas de gruesas paredes de tapia pisada, utilizadas como parada por arrieros y viandantes. Palonegro era encrucijada donde convergían camino de Los Chorizos, que de Rionegro venía por Las Bocas desde el norte; el que desde el occidente llegaba por de la Mesa de los Puyana; el que arribaba desde Lebrija al sudoeste; el que del Sur venía por el Alto de Girón, el Alto de Rubén y El Boquerón; y el del Tirabuzón, el más tortuoso de todos, que en su viaje desde Bucaramanga, al oriente, ascendía continuamente tras vadear el Río del Oro.

    Aquella planicie de Palonegro pronto desaparecía en dirección a Lebrija, reemplazada por infinidad de pequeños cerros que formaban cañadas circundadas por bosques, rastrojos y cafetales, cruzados por gran cantidad de senderos. En una de las casas de Palonegro funcionaba un juego para distracción de los arrieros: se trataba de una diversión sencilla, que por componentes requería sólo de tres rústicos palos de color negro y una bola de madera, y por única regla el derribar con cada tiro el mayor número de palos. De ese juego de palonegro, derivó su nombre el lugar.

    Aquella vereda hacía parte de Lebrija, distrito que con los de Rionegro y Matanza formaban la mayor región productora de café de la Provincia de Soto, en el Estado de Santander. Lebrija era entonces una aldea de 2.000 habitantes, formada por 200 casas ordenadas en 50 manzanas, a cuyo distrito la bonanza del precio del grano llenó de nuevas haciendas.

    Una de ellas era La Primavera, constituida por las siembras hechas por la familia Pinilla durante el año 1871, en un predio con casa de hacienda y dos ranchos de paja, utilizados por los peones durante la cosecha de finales y mediados de año. Tanta era entonces la gente llegada a Santander por el trabajo de las haciendas y la recolección de café, que Rionegro, el principal centro productor de grano de Colombia iba en poco tiempo de camino de triplicar su población.

    Aquellas décadas del Siglo XIX fueron especialmente productivas para quienes vivían del café. En Bucaramanga, la colonia alemana y los nativos que constituían el llamado Grupo del Comercio, se interesaban en la ampliación de las siembras. Sus clientes europeos y norteamericanos les solicitaban permanentemente el producto santandereano, pues sus variedades Bucaramanga y Cúcuta alcanzaban siempre los precios más altos en los mercados de ultramar.

    La bonanza económica hizo indispensable un banco en Bucaramanga, inaugurar en ella el exclusivo Club de Soto, instalar servicio telegráfico con Rionegro y el puerto de Botijas, y proyectar un

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