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Paludismo, ciencia y sociedad
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Paludismo, ciencia y sociedad

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El paludismo, flagelo milenario de la humanidad, sigue siendo causa importante de muerte e invalidez en el mundo. En el presente volumen, el doctor Manuel Martínez Báez, experto internacional en el tema, aborda aspectos fundamentales de la historia por controlar la infección y sus consecuencias sociales. El texto, integrado por conferencias dictada
LanguageEspañol
Release dateAug 22, 2019
Paludismo, ciencia y sociedad
Author

errjson

Lingüista, especialista en semántica, lingüística románica y lingüística general. Dirige el proyecto de elaboración del Diccionario del español de México en El Colegio de México desde 1973. Es autor de libros como Teoría del diccionario monolingüe, Ensayos de teoría semántica. Lengua natural y lenguajes científicos, Lengua histórica y normatividad e Historia mínima de la lengua española, así como de más de un centenar de artículos publicados en revistas especializadas. Entre sus reconocimientos destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2013) y el Bologna Ragazzi Award (2013). Es miembro de El Colegio Nacional desde el 5 de marzo de 2007.

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    Paludismo, ciencia y sociedad - errjson

    Primera edición: 2015

    Primera edición digital: 2015

    D. R. © 2015. El Colegio Nacional

    Luis González Obregón núm. 23, Centro Histórico

    C. P. 06020, México, D. F.

    Teléfonos 57 02 17 79 y 57 89 43 30

    ISBN: 978-607-724-131-7

    ISBN edición digital: 978-607-724-140-9

    Hecho en México / Made in Mexico

    Correos electrónicos:

    publicaciones@colnal.mx

    editorial@colnal.mx

    contacto@colnal.mx

    www.colnal.mx

    Contenido

    Presentación

    Introducción

    Breve ojeada histórica sobre el paludismo

    ¿Qué es el paludismo?

    Paludismo y salud pública

    Paludismo, agricultura y obras públicas

    Paludismo y guerra

    Paludismo y economía

    Paludismo y civilización

    La lucha del hombre contra el paludismo

    El paludismo en México

    Índice onomástico

    Créditos de Imágenes

    Presentación

    En el año 1956, dos años antes de que el doctor Manuel Martínez Báez recibiera el honroso y difícil encargo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de evaluar (él solo) la Campaña Global Para la Erradicación del Paludismo, Martínez Báez, como miembro de El Colegio Nacional, presentó en la capital del país diez conferencias sobre el tema La importancia social del paludismo, en las que pasó revista a los aspectos históricos, científicos, sociales y epidemiológicos del paludismo, flagelo de la humanidad desde tiempos remotos. Parecería, de entrada, que editar ese ciclo de pláticas casi sesenta años más tarde sería un ejercicio fútil, de poco interés, entrados ya en el siglo XXI.

    La realidad es otra: el paludismo sigue siendo una de las principales causas de muerte, enfermedad, discapacidad y atraso económico y social en buena parte de los países en desarrollo. Fuera de la cifras citadas por Martínez Báez de incidencia del paludismo para mediados del siglo XX, el resto de las consideraciones que aquí quedan consignadas siguen siendo vigentes.

    Muchas de las consideraciones contenidas en el presente volumen no son conocidas por el público interesado en los grandes tópicos de la salud mundial, por los responsables de la salud y, seguramente, por los mismos actores que en la actualidad tienen en sus manos el control mundial de esta infección milenaria. La historia del paludismo; los efectos sobre las grandes guerras a través de los siglos; las consecuencias económicas, la relación del paludismo con las obras públicas y los cambios en la agricultura; el desarrollo del conocimiento científico sobre las causas de la enfermedad; las medidas para contenerla y los esfuerzos realizados en México para atenuar la infección palúdica son todos temas relevantes, de interés y, seguramente, de poco o nulo conocimiento por las generaciones jóvenes.

    Por todo ello, se ha pensado en la conveniencia de editar las pláticas sobre el tema Paludismo, ciencia y sociedad en forma de un texto que reúne los conocimientos y puntos de vista del doctor Martínez Báez, uno de los eminentes sanitaristas mexicanos quien, desde su formación profesional en Europa, antes de la Segunda Guerra Mundial, se compenetró en el conocimiento y control del paludismo; y quien tuvo, además, la enorme responsabilidad de valorar los esfuerzos internacionales por controlar la infección (véase: M. Martínez Báez, Hacia la erradicación del paludismo, diario de un largo viaje, 1959. El Colegio Nacional, México, 2014).

    Si alguna duda existiera sobre la importancia actual del paludismo, baste recordar algunas de las cifra anuales más recientes de la OMS:

    En el año 2013, 3 000 millones de personas estuvieron expuestas al paludismo en el mundo, de las que 1 200 millones tuvieron un riesgo alto de contagio.

    Sólo en África, 840 millones de personas estuvieron expuestas al paludismo.

    En ese año hubo 200 millones de casos de paludismo y murieron 584 000 personas a consecuencia de la enfermedad.

    Noventa por ciento de esas muertes ocurrieron en Áfri­ca, de las cuales ¡78 por ciento fueron de niños menores de cinco años!

    Más de 15 millones de mujeres embarazadas expuestas a la infección no recibieron tratamiento preventivo.

    Si a todo ello aunamos la falta notoria de una vacuna preventiva realmente eficaz contra el paludismo, a pesar de los innumerables esfuerzos de la comunidad científica por desarrollarla, y la cada vez mayor ineficacia del tratamiento con artemisinina debido al surgimiento de cepas de plasmodios resistentes al medicamento, queda evidente la conclusión de que el paludismo seguirá siendo, por muchos años, una de las mayores plagas de la humanidad y una de las principales causas del atraso y de la pobreza de muchos países en desarrollo.

    ADOLFO MARTÍNEZ PALOMO

    INTRODUCCIÓN

    Para labrar la desgracia del hombre basta muy poco;

    para hacerlo feliz se necesita mucho.

    Con este libro pretendemos presentar a la consideración de un público general, no exclusivamente médico, algunos de los aspectos que ofrece el paludismo desde el punto de vista de los intereses de la sociedad. Aspiramos con ello ofrecer un ejemplo concreto que haga ver claramente cómo la medicina, entendida en su sentido más amplio, es una disciplina que desborda con mucho el campo de lo biológico y entra extensamente en el terreno de lo social, lo cual significa que el médico debe tener conciencia plena del aspecto social de su profesión, mientras que muchas personas que no son médicos tienen también el deber de interesarse en la salud de la colectividad de la que forman parte.

    El ambiente en que el hombre vive está constituido por gran número de elementos diversos, muchos de los cuales dejan sentir su acción sobre los seres humanos, ya sea en forma individual o sobre grupos o conjuntos que constituyen una sociedad. Entre estos elementos ambientales hay algunos que a pesar de su escasa magnitud material son capaces de causar trastorno o quebranto serio en la salud de las personas y que, cuando existen en ciertas condiciones, dañan de tal suerte y en tan gran número a los individuos, que tal acción nociva tiene importancia no sólo para cada uno de quienes en sí la sufren, sino también para el conjunto de individuos que forman la sociedad.

    Tal es el caso del paludismo. Enfermedad producida por un organismo minúsculo, el daño que hace a quien la sufre repercute, por circunstancias que hemos de exponer más adelante, en grave mal para la sociedad, cuya acción nefasta se hace sentir de diversas maneras, las que justamente forman los temas del libro. Acaso sería bastante con presentar algunas cifras, referentes a los daños que hace el paludismo, para que se haga evidente la gran importancia que para la humanidad ha tenido y tiene todavía esa plaga. Sin embargo, y a pesar de la innegable elocuencia de las cifras, será menester entrar en algunos detalles para hacer ver mejor cómo la enfermedad a que nos referimos ha sido importante para el hombre, a través de los siglos y en muchos países.

    Lo anterior significa que si queremos hacer patentes los aspectos sociales del paludismo, hemos de referirnos a esta enfermedad no solamente en relación con nuestro país, o con algún otro cualquiera, aisladamente, sino considerando toda la vasta porción del mundo en que la plaga ha dejado y continúa dejando sentir sus estragos. Tampoco lograríamos una visión justa del problema si lo examinásemos sólo tal como existe en el momento presente, hemos de mirarlo a través del tiempo, en el pasado como en nuestros días y con ello podremos tal vez intentar una previsión, podremos imaginar lo que en el futuro será esta enfermedad que tanto sufrimiento ha causado a la humanidad y que, por ello, ha ocupado la atención de tantos hombres eminentes.

    Hemos, pues, de dividir la consideración de nuestro tema en varias partes. Comenzaremos con una breve ojeada histórica en la que examinaremos al mismo tiempo lo que el paludismo ha hecho al hombre en tiempos pasados y la evolución de los conocimientos del hombre acerca de esa plaga. Forzoso será, para el mejor entendimiento de lo que habrá de seguir, hacer una concisa presentación de lo que el paludismo es, o sea de su naturaleza, del proceso de su evolución en el individuo humano y las consecuencias que para la integridad, la salud y el bienestar de éste puede tener. Tratándose de una enfermedad, comenzaremos el examen del paludismo en su aspecto social, considerando la repercusión que tiene sobre la salud de la humanidad en su conjunto y pasaremos después a examinar las consecuencias que el paludismo ha tenido y tiene sobre actividades sociales primordiales, como la agricultura, las obras públicas, la guerra, la civilización, para contemplar después la lucha que a través de las edades ha realizado el hombre contra la plaga y terminar con atención especial al paludismo en relación con México.

    Además de los propósitos enunciados al principio como los objetivos esenciales, debemos declarar que hay también un propósito utilitario en nuestro escrito. Las autoridades sanitarias de México, en colaboración con organismos sanitarios internacionales, realizan una campaña que tiene por fin controlar el paludismo en México; y si fuera posible, erradicarlo, para usar un término que técnicamente tiene una significación precisa y absoluta. Esta labor es realizada por gran número de técnicos y de trabajadores auxiliares, especialmente dedicados a ella, pero requiere la ayuda de todos; de todos los que formamos el pueblo de México, lo mismo de aquellos que están expuestos a sentir en sus personas los estragos de la enfermedad como de quienes, sin llegar a ese extremo, de hecho resienten, a veces en una o en otra forma, sin saberlo, las consecuencias de ese mal. Esta ayuda podrá revestir muchas formas, pero hay una indispensable, que todos debemos dar. Es la ayuda de la comprensión, que no se puede hacer sin el conocimiento; es la ayuda que consiste en sacudirnos la indiferencia que suele manifestarse a propósito de muchas obras sociales. Como se dirá en momento más oportuno, lo que en México ahora se hace en contra del paludismo, es algo que merece el conocimiento, el aprecio y la ayuda de todos. Ojalá que este libro pueda contribuir, siquiera sea en mínima parte, al éxito de una labor que dejará sentir sus beneficios de manera positiva y en vasta escala.

    Breve ojeada histórica

    sobre el paludismo

    Nadie podrá decirnos nunca, apoyándose en el conocimiento de hechos ciertos, desde cuándo el paludismo agobia al hombre. Los hombres de ciencia, los arqueólogos, los paleontólogos y más especialmente los paleopatólogos, han reconocido muchas veces huellas evidentes de enfermedades varias en restos fósiles de animales y en osamentas humanas prehistóricas. Los padecimientos que han dejado prueba evidente de su existencia en épocas remotas son de naturaleza variada, pero sobresalen aquellos capaces de manifestarse en alteraciones del tejido óseo, dada la consistencia y la resistencia de éste, que le permiten desafiar los estragos de los siglos. Tuberculosis, sífilis, algunos tumores y otros procesos patológicos como malformaciones congénitas o lesiones debidas a traumatismo, pueden ser reconocidos a veces con suficiente precisión para lograr un diagnóstico. Pero el paludismo no es enfermedad que imprima sus huellas en el material resistente de los huesos y por ello nada nos dice a propósito de tal padecimiento el examen de osamenta antigua. Un investigador eminente de la paleopatología egipcia, Marc Armand Ruffer, encontró en varias momias egipcias aumento de volumen del bazo como el que con mucha frecuencia es causado por el paludismo; sin embargo, no es posible, en rigor científico, afirmar rotundamente la naturaleza palúdica de esas alteraciones.

    Por ello es que un paludólogo eminente ha dicho con elegancia que para buscar las huellas del paludismo en la época prehistórica, habría que recurrir a procedimientos propios de adivinos, como contemplar acaso en vez de la esfera de cristal en la que algunos creen ver el pasado y el futuro, un trozo de ámbar, que nos mostraría acaso, incluidos en su masa translúcida, algunos insectos fósiles que esa resina aprisionó cuando, requemada líquida y fresca de los gigantescos árboles, contemporáneos de los monstruosos reptiles, entre los cuales un especialista podría identificar algunos mosquitos como congéneres de los actuales anofeles, los portadores del paludismo, y nos daría base para pensar que en aquella remota época, anterior con mucho a la aparición del hombre sobre el planeta, había con tales insectos la posibilidad de que los microbios Plasmodium hayan existido entonces, y llevados por los mosquitos de uno a otro de aquellos enormes saurios, hayan contribuido a la desaparición de esas formas de vida animal.

    En cambio, ya dentro de la época histórica, es posible reconocer al paludismo en las referencias que a él hacen algunos autores antiguos gracias a la fisonomía característica de la enfermedad, que a menudo se manifiesta con rasgos que son fácilmente apreciables. Con la epilepsia y otras cuantas enfermedades, el paludismo es identificable a través de las menciones que se encuentran en los más viejos documentos de la humanidad.

    En algunos de los más antiguos libros de la civilización hindú, como el Susruta Sahmita, se menciona al paludismo, y en el Arthavana, uno de los Vedas, se encuentra descripción precisa de los síntomas que caracterizan a los accesos de fiebre palúdica; también se cita el aumento de volumen del bazo propio de la enfermedad y se aprecian las consecuencias de ésta al grado de llamarla el rey de los padecimientos, y de considerarla una de las manifestaciones más enérgicas de la cólera del dios Shiva.

    También los chinos tenían conocimientos acerca del paludismo y lo consideraban de origen demoníaco. Se dice que consideraban a tres demonios responsables de las tres típicas fases del acceso palúdico: uno, armado con un martillo, causaba el dolor de cabeza; otro provisto de un balde con agua fría, era el que daba el escalofrío, mientras que el tercero, portador de una hornilla, provocaba la calentura. Los propios chinos, en algunos años menos lejanos de nuestra era, pensaban más bien en perturbaciones humorales como las causas del paludismo, y así decían que cuando se rompía el equilibrio entre los elementos vitales yang y yin, se producía el escalofrío o la calentura, según que predominase uno u otro de tales elementos.

    Los comentadores de la Biblia y los investigadores del paludismo encuentran en este libro lo que interpretan como alusiones a tal enfermedad. Algunas de estas alusiones son de tal manera vagas que parece más prudente no afirmar que se referían al paludismo. Sin embargo, al menos una de ellas, la contenida en el Deuteronomio, capítulo XXVIII, cuando Jehová anuncia los castigos que dará a su pueblo si éste desoyere sus mandatos y entre aquellos señala el siguiente: (22) Jehová te herirá de tisis, y de fiebre, y de ardor, y de cuchillo,... etc. Versiones semejantes se encuentran en varias traducciones de la Biblia; sin embargo, en la Biblia Sacra encontramos el texto correspondiente en latín como sigue: "Percutiat te Dominus egestate, febri et frigore, ardore et aestu...etc. en la que las palabras febri et frigore, traducibles por fiebre y calosfrío bien pueden significar la fiebre palúdica. Por otra parte, un comentador de la Biblia que se ha ocupado especialmente de las alusiones que el libro hace a cuestiones relacionadas con la higiene y la medicina dice que la alusión a fiebre y calosfrío significa paludismo y afirma que así han traducido los traductores orientales la alusión a la especie de fiebre fuerte de que habla la Biblia. En el libro de los Reyes se alude a unas aguas malas, que dan la muerte y la esterilidad. Es posible que se haya aludido a las aguas estancadas, origen de las fiebres, como se supo durante mucho tiempo y que la ciencia moderna ha venido a explicar cómo es que intervienen en la génesis del paludismo. En los Salmos se alude a los mosquitos, que los devoraban", cuando recuerda las plagas de Egipto. Otros pasajes aluden a vientos que traen enfermedades a lagos o depósitos de agua que son nocivos, en fin, a hechos que bien podrían tener relación con el paludismo. Por lo demás, la zona habitada por el pueblo de Israel estuvo sujeta por siglos a los daños del paludismo, hasta las obras de saneamiento emprendidas en el estado de Israel y que han tenido buen éxito.

    En Grecia, se encuentran referencias al paludismo no sólo en las obras de los médicos de aquel país, sino también en las de sus escritores, filósofos, poetas o estadistas. Home­ro, en uno de los cantos de la Ilíada, alude a la mayor abundancia de casos de paludismo que se da a principios del otoño. Sócrates, Pitágoras, Democedes, Heródico, Platón, Aristóteles, Demóstenes y Aristófanes, aludieron varias veces a las fiebres, que en buena parte, por lo menos, debieron ser las palúdicas, ya que éstas existían abundantemente en Grecia. Prueba de ello es el hecho de que el Padre de la Medicina científica, Hipócrates, haya distinguido y descrito las fiebres continuas y las intermitentes cotidianas, tercianas y cuartanas; que haya señalado con precisión los caracteres del episodio febril palúdico con sus episodios de escalofrío, calentura y sudor; que haya consignado la frecuencia con que se producen las recaídas después de la infección inicial y seña­lado la incidencia de depósitos de agua estancada y de las fiebres palúdicas, así como que haya hecho notar la variación que con las estaciones experimenta la enfermedad. El vasto conocimiento del paludismo que en sus obras revela Hipócrates ha hecho que se le haya llamado alguna vez el primer malariólogo. Según algunos historiadores, en la centuria que siguió a la vida de Hipócrates, el paludismo se extendió y se hizo más abundante en Grecia, cuya decadencia es atribuida por esos investigadores a esta enfermedad.

    No sería posible, con los elementos de juicio ahora disponibles, decir en qué medida el paludismo dañó al pueblo griego. Sería arriesgado emplear los escasos indicios de que se dispone como si fuesen documentos íntegramente veraces e irrefutables para semejante estimación. No hace falta que se incrimine al paludismo de culpas a las que es ajeno o que se exagere la participación que en otras tiene. Lo cierto ha de ser, sin duda alguna, que de un modo o de otro, el pueblo griego debe haber resentido la carga con que el paludismo agobia siempre a los pueblos en que prevalece. Si no es posible ya estimar con justicia la magnitud del daño en este caso, es de presumir que sin el paludismo Grecia habría realizado una obra aún más vasta y brillante.

    De Grecia heredó Roma civilización y cultura; tal vez de ella recibió también el paludismo. No está claro si en la campaña romana los etruscos sufrían ya la invasión de tal plaga. Hasta nuestros días es posible ver algunos restos de caños subterráneos etruscos, de los cuales algunos

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