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Caio y Leo
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Caio y Leo

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About this ebook

Caio es un adolescente gay declara que se enamora del chico popular de la escuela donde estudia. Leo, el chico famoso de la escuela acaba por descubrir su verdadera sexualidad al involucrarse con Caio. Juntos pasan por varias situaciones típicas de la problemática adolescente.

LanguageEspañol
PublisherLevi Brito
Release dateJan 16, 2019
ISBN9781386466833
Caio y Leo

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    2/5
    Historia cliché de amorío adolescente gay, cuya trama no aporta nada nuevo. A pesar de eso, como lectura ligera, lo podría recomendar. Lo que ya no admito son las faltas de ortografía de la traducción (me he encontrado con un “hiría”), los errores de género y los errores tipográficos, aunque todas estas cosas no son achacadles al autor.

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Caio y Leo - Levi Brito

Caio y Leo

Levi Brito

Levi Brito 2018  Todos los derechos reservados

DEDICATORIA

Dedico este libro a mi compañero Francisco, mi amor eterno.

Índice

Capítulo 1 – ¿Qué estas viendo?

Capítulo 2 – hagan silencio

Capítulo 3 – Entendiendo

Capítulo 4 – Sin salida

Capítulo 5 – Finalmente

Capítulo 6 – más Rápido

Capítulo 7 – ¿Consejos?

Capítulo 8 – Problemas...

Capítulo 9 – CONGELADO

Capítulo 10 – EN LAS ALTURAS

Capítulo 11 – Primera Vez

Capítulo 12 – EN el parque

Capítulo 13 – lA tarde

Capítulo 14 – CulpABLE

Capítulo 15 – CITA doble

Capítulo 16 – Mi Leo

Capítulo 17 – Dolor

Capítulo 18 – Perdón

Capítulo 19 – playa del Amor

Capítulo 20 – Fuerte...

Capítulo 21 – FIESTA de los diecinueve

Capítulo 22 – Leo: UN beso para recordar

Capítulo 23 – Leo: lo amo y no LA AMO.

Capítulo 24 – Leo: después del baño...

Capítulo 25 – Definitivamente

Capítulo 26 – Diego

Capítulo 27 – Apenas esperé

Capítulo 28 – ¿el Final?

Capítulo 29 – Fin

––––––––

Capítulo 1 – ¿Qué estás viendo?

Un nuevo año escolar y finalmente mi último año de secundaria. No veía la hora de salir de la escuela y empezar una vida adulta y madura, dejando atrás la adolescencia deprimente, conflictiva y llena de dolor. Ingresar en una universidad, donde los estudiantes dejan de ser estudiantes y se vuelven personas racionales y receptivas (eso espero), es mi sueño desde primer año. Las clases comenzaron en la Escuela Municipal Daniel Ferreira y me doy cuenta que las promesas hechas en diciembre se van debilitando. Se desaparecerán a medida que todo en la escuela sea de la misma forma y que el desánimo se apodere de mí.

Los mismos tipos de estudiantes, los mismos profesores con sus lecciones de moral, de alguna forma intentando poner un poco de juicio en aquellas cabezas inmaduras llenas de audífonos; y sus clases aburridas que nunca cambian de modelo. Y aún con la llegada de los estudiantes de primer año (carne fresca), con los descarriados de otras escuelas generalmente privadas (que dieron mucho qué hacer a sus papás y ya no se merecen el dinero gastado en su educación privada), ese ambiente ya no era agradable para mí.

Siempre era más de lo mismo. Los estudiantes nerds, geeks, emos, no emos, rockeros,  los alternativos y yo. Yo no formo parte de ningún grupo en específico. Pero talvez pueda encajar en el grupo de los alternativos. Después de todo, ya tuve varios colegas que se consideraban así.

Yo podría ser parte del grupo de los coloridos. Pero no sé si hay suficientes gays en mi escuela como para formar un grupo. La mayoría están enclosetados, a diferencia mía que rompí esa puerta hace mucho tiempo.

El primer año de secundaria me expulsaron de mi antigua escuela. Siempre estudié en escuelas públicas. Para mi suerte, eran escuelas muy bien organizadas y con buenos maestros. Así descubrí que aquella frase Quien hace la escuela es el estudiante, es realmente cierta. Sin embargo, con el tiempo la antigua escuela  dejó de ser un sueño para mí. No era que mi escuela anterior haya empeorado después que el chico más bonito de allá y yo salimos. Pero ciertamente la escuela dejó de ser tan bonita sin él. Por el contrario, mi ausencia no hizo tanta diferencia.

Lo que pasó entre nosotros dos fue tan reciente que aún siento su olor, el toque y apretón de él en mí. Todo el primer año de secundaria yo había pasado viéndolo, lo encaraba sin la menor timidez. Al final, él era tan bonito que incluso hasta el más hetero de los estudiantes de la escuela, lo reconocía.

Pero un día, como en un sueño, logré salir de una terrible clase de química para escaparme al baño. Hice una cara de angustiado tan convincente que me dejaron salir.

Caminando por los corredores vacíos lo encontré, el chico más lindo de la escuela. Caminé más despacio para ver si iba para su salón de clases, pero continuó caminando por el mismo lugar que yo y entró al baño. Me tomó unos momentos hasta que tuve el valor de entrar también, pero al final entré.

Adentro tuve cuidado de no hacer ruido en el piso mojado, pero para mi sorpresa, él estaba apoyado en la pared de azulejo del fondo. Me encaró cuando entré y me quedé paralizado. No sabía qué hacer, los chicos generalmente iban directo al mingitorio sin pudor alguno. Otros más tímidos, pero no necesariamente gays iban a los sanitarios.

Bajé la cabeza y me fui caminando despacio para el sanitario más cercano, me sentía una presa frente a su cazador. Cuando entré, todo fue muy rápido.

Oí sus pasos acercándose a donde estaba. Entonces, abrió la puerta del sanitario y me encaró. Cuando me di cuenta, yo le había quitado la camisa a él y él a mí. Me besó, y cuando mis manos descontroladas se fueron deslizando hacia su cinturón, alguien entró al baño.

En efecto, ese alguien nos oyó y se dio cuenta que había algo que no estaba bien. Caminó hasta el sanitario donde estabamos, empujó la puerta y nos atrapó. Era un empleado de la escuela, estaba con los ojos y la boca bien abiertos del susto. "¿Qué están haciendo fuera del salón de clases?" gritó. El guapote y yo nos miramos, yo todavía estaba con las manos a punto de desabrocharle el pantalón.

Claro que nos llevaron a la oficina del director, inmediatamente. Tuvimos que esperar a que llegaran nuestros papás. Pero, incluso antes que ellos llegaran, toda la escuela ya sabía la historia de dos chicos que se estaban besando en el baño y ese mismo día me expulsaron.

Las promesas que hice para mi último año fueron dedicarme más a mis estudios y prestarle menos atención a cosas inútiles. Cosas inútiles como pasar horas en la computadora revisando la vida de los demás en las redes sociales, prometí ya no hacer eso. Por lo menos no por mucho tiempo. También prometí no insistir tanto en la idea de tener un novio. No soñar más con aquella persona especial con la que anhelas pasar el resto de tu vida y que te diga mi amor, ya no sé si quiero eso.

Prometí enfocarme en los estudios todos los días, sin dar lugar a las salidas innecesarias con compañeros y compañeros de los compañeros. Después de todo, los amigos son pocos y esos pocos no siempre me llaman para salir.

Tampoco quiero estar recordando el episodio del baño. Pensar en eso me recuerda de la confianza que mis papás perdieron en mí en aquella época. Mis papás siempre fueron muy comprensivos con mi sexualidad y ese acto hizo que las cosas fueran extrañas por un tiempo. Por suerte, no por mucho.

Mis papás eran tan comprensivos conmigo que a veces hasta me aburría. Incluso, llegué a pedirle a mi mamá que fuera una ciega tirana y homofóbica sólo para saber cómo era tener una familia incomprensiva, fría o fanática de las opiniones de la sociedad hipócrita y de los tabúes religiosos. Es más, soñaba con el día en que llevara a mis papás a un programa vespertino de la televisión abierta y ser famoso por eso. Pero, luego maduré y finalmente reonocí la suerte que tengo de tener papás que me acepten de la forma que soy.

Era mi primer día de clases después de las vacaciones y estaba desayunando en la cocina de mi casa, cuando mamá me dijo: Hijo, has llegado a tu último año, estoy tan orgullosa de ti. Entonces, sonrió de la forma que tanto me encantaba, la abracé fuerte y le di las gracias.

¡Felicidades, hijo!, me dijo papá sin quitar la mirada del periódico matutino.

Papá era igual de cariñoso que mamá. Estaba sentado viendo las noticias, él siempre fue un hombre muy concentrado.

Poco antes que me expulsaran de las escuela anterior, les conté a mis papás que no me gustaban las chicas.

-¿Cómo así que no te gustan las chicas?, ¿alguna te hizo daño?, ¿te traumó?, ¿no besan bien? – Me preguntó papá.

-¡No cariño! Lo que él nos está tratando de decir es que es gay. – Le explicó mamá.

-¿Y por qué no nos dijiste antes? – murmuró él, mirándome – Bueno, qué puedo decir...

Los dos se quedaron observándome por un buen tiempo. Parecían curiosos, como si yo hubiera estado escenificando una obra de teatro. No era esa la reacción que yo esperaba.

-¿No están enojados? ¿no van a reprimirme y sacarme de la casa? ¿van a decir que tienen sienten vergüenza o asco de mí? ¿no fue esa la forma que ustedes me educaron? 

-Pregunté

-Si es lo que esperabas, olvídate de eso jovencito. –Me dijo mamá.

-¡Pero estoy hablando en serio, soy gay! ¿no están decepcionados?

-Caio, estoy feliz que estás siendo sincero. Nuestra mayor felicidad fue tenerte como hijo – dijo mamá poniendo la mano encima de la de papá. Yo ya había oído la historia que mamá tuvo dificultades para quedar embarazada y que yo era un milagro para ellos. Era eso lo que yo era, un milagro gay. –Te conozco lo suficiente para saber a dónde quieres ir y a donde vas a llegar. No te vamos a impedir ser feliz.

Mamá vió a papá. Él respiró profundo.

-Si tú estás feliz y tu mamá también, yo no veo ningún problema.

-¿Y tú estás feliz conmigo, papá? – Le pregunté, dándome cuenta de su desánimo.

-Por supuesto que lo estoy, ven para acá – Y me dio un abrazo tímido, forzado, pero al fin y al cabo, un abrazo – Estoy feliz porque nos hablaste con la verdad.

Los miré y pensé, realmente soy un chico afortunado por tener a los papás que tengo.

-Oye, espera. ¿ya tienes novio? – me preguntó papá.

-No papá, todavía no. – le respondí un poco incómodo.

-¿Entoncces aún eres...?

-¿Virgen? – deduje.

-¿Activo? – Dijo activo con tanta convicción que no quise contradecir su presentimiento. Por amor de Dios, ¿cómo sabía mi papá de esas cosas?

-¡Papá! – exclamé

-Cariño, eso es algo  muy íntimo. Él puede ser lo que él prefiera. – Dijo mamá.

-Sólo quería saber.

-¿Podemos dejar esta conversación hasta aquí? – Les pedí, avergonzado.

-Era divertido (y atemorizante) ver a papá preguntándome cosas tan íntimas.

Ya pasaron dos años desde aquel momento.

Terminé de desayunar y me levanté para tomar mi mochila. Era principios de marzo y como es costumbre en este país, todo comienza de verdad hasta después del carnaval. Mi mochila estaba llena de libros y cuadernos, como siempre.

-¿No olvidas algo hijo? – Me preguntó mamá.

– No, mamá.

-Feliz primer día de clases, hijo – me dijo papá mientras salía de la casa.

-¡Hasta luego! – mientras decía adiós con la mano.

Los días de marzo son realmente confusos y sofocantes en la única capital del noreste que no tiene litoral. Mi ciudad está bastante al centro del estado, a kilómetros de distancia del mar. Vi al cielo lleno de nubes un poco grises, habia mucho frio para ser un mes de verano. En el periódico de la mañana la termperatura indicaba 24°C y yo casi ni pude bañarme. Cerré los ojos mientras caminaba en modo automático hacia la escuela, como hormiga regresando a su colonia. El mismo camino de los últimos dos años. Intenté visualizar los objetivos que debería seguir hasta final de año para ganar el examen nacional e ingresar a la universidad. Mis pensamientos fueron interrumpidos de inmediato.

-¡Hey! – Me gritó alguien y casi tropecé en la raíz de un árbol que sobresalía del suelo.

-¡Cuidado! No debes andar caminando por ahí con los ojos cerrados.

-¡HoDeb! – saludé desanimado.

-¿Ya terminaste las tareas? ¿Por qué los maestros hacen eso? Dos semanas de clases en febrero y ya están dejando tareas. Que fastidio...

Deb es una de mis pocas amigas. A decir verdad, la única amiga. Estudiamos juntos desde cuarto grado cuando eramos todavía más raros de lo que somos ahora. Se cambió de escuela sólo para estar cerca de mí. Era muy distinta a las demás chicas, tanto en actitud como en apariencia.

Incluso con la falda gris del uniforme de la escuela, llamaba la atención con el cabello negro rebelde y sus tenis allstar rojos con un diseño de dientes de tiburón pintados con bolígrafo en la parte blanca de enfrente. Era hija única al igual que yo y de alguna forma se identificaba conmigo por eso, no salía con muchos chicos. Todos pensaban que ella era demasiado rara y ella pensaba que todos eran demasiado normales.

Un dato extraño es que nunca hablé con sus papás. Incluso cuando visitaba su casa, ellos siempre estaban ocupados trabajando. Sólo los vi una vez, el último día de clases de octavo grado cuando la vinieron a recoger en

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