Sitúate Libre. Libre, entre la ciencia. Libre, antes de un credo. Libre, en un credo. Libre, después de El Credo.
By Juan Alvarez
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La libertad y la conciencia humanas son los dos retos más importantes de nuestra especie para entenderse a sí misma. Quien no haya resuelto dar respuesta a estas dos realidades no puede ser considerado por sabio. Y quien no haya acertado con la respuesta verdadera, su conciencia le impedirá tener acceso a la libertad. Nosotros lo intentamos con estas líneas.
Supongamos que... Vivir es... madurar. Madurar es elegir lo bueno libremente. Entre lo bueno, lo mejor es amar. Si el hombre es capaz de amar; y si Dios es la esencia perfecta de la capacidad absoluta de amar, el puente de la posible comunión real entre ambos, solo puede ser la libertad. En la libertad, Dios se juega su esencia y su existencia. En la libertad, el hombre se juega su maduración definitiva o su frustración definitiva. La sociedad se juega el Paraíso añorado, terrenal o celeste, en la libertad.
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Sitúate Libre. Libre, entre la ciencia. Libre, antes de un credo. Libre, en un credo. Libre, después de El Credo. - Juan Alvarez
Juan Álvarez. I.S. Stabat Mater
SITÚATE LIBRE
Libre, entre la ciencia.
Libre, antes de un credo.
Libre, en un credo.
Libre, después de El Credo.
Edita Instituto Secular Stabat Mater.
C. Fuerte de Navidad, 26. 28044- Madrid
INTRODUCCIÓN.
Sitúate libre. Este es el título que se me ha ocurrido poner a estas consideraciones. Ante estas palabras que tienes por delante, sitúate libre de seguir o no seguir adelante con estas líneas; y si las lees, echa sobre ellas tus juicios y prejuicios sobre lo que vayas leyendo, estoy seguro que puedes mejorarlas, no lo dudo. Si las contradices, asegúrate un poco más y piénsatelo dos veces; si aciertas, serás más libre sin duda. Pero si no aciertas, tarde o temprano, tendrás que reconocer que perdiste libertad.
Que el lector se demuestre a sí mismo, que se siente un ser libre mientras lee. Apoyado en mi propia libertad, me lancé a poner ese título y me ratifico en ello. Sitúate Libre. Después he añadido: Libre antes, en, y después del Credo. Y podría añadir, de cualquier Credo… o cualquier filosofía de la vida.
Más adelante, comentando con un amigo las líneas generales de mis consideraciones, me dijo que él también había puesto por orden algunas ideas básicas sobre lo humano, pero desde la perspectiva de un hombre dedicado a las ciencias experimentales
. Y, además, es sensatamente creyente. Las había publicado recientemente, también de modo anónimo, en una recién estrenada revista divulgativa (1). Al compartirme sus reflexiones le animé para que me permitiera incluirlas en esta publicación que yo ya tenía prácticamente elaborada. Me parecía que, puesto que los temas eran comunes en los planteamientos, podrían ser dos tipos de consideraciones complementarias. Él abordaba sus reflexiones desde una mentalidad física y técnica, y yo desde un planteamiento más humanista. El autor de esta primera parte del escrito me ha dejado total libertad para publicarlas y con la clara idea de que su nombre no importa; que lo importante son las ideas que expone, si son valiosas o no, no tanto quién las haya escrito.
Al incorporar sus páginas al comienzo de estos apuntes, es cuando completé el título: "Sitúate libre. Libre entre la ciencia. Libre antes de un credo. Libre en un credo. Libre después de El Credo".
Estas consideraciones tienen entonces dos partes bien diferenciadas: una primera menos extensa, realizada desde una mentalidad de científico: Sitúate libre… entre la ciencia
. Y otra más larga, desde un planteamiento más humanista, que abarca las otras tres partes. Son dos escritos independientes, desde dos estructuras mentales muy diferentes. No ha habido miradas de reojo para acompasar contenidos o expresiones comunes. Los dos escritos han sido elaborados por dos personas distintas y distantes cuyas consideraciones sencillamente se han yuxtapuesto.
Lo único en lo que confluyen los dos escritos, es en que los dos se topan con la realidad de la libertad y de la conciencia. Por más vueltas que se le dé, éstas son las realidades más específicas y constitutivas de la especie humana, que le distinguen y distancian cualitativamente de los demás seres que componemos el universo conocido. Consecuentemente, de fondo aparece el hecho de que son justamente la libertad y la conciencia, las que asumen o rechazan el acto de fe en Dios, creer o no en El Absoluto Perfecto Subsistente por sí mismo; y son igualmente las dos realidades específicamente humanas, que abren la puerta a la posibilidad de que el hombre pueda reconocerse a sí mismo como imagen y semejanza de lo posible divino existente, y pueda realmente establecer una relación cordial con Él.
En principio, es una invitación a que el lector se sitúe en la realidad. Y que lo haga con todo el equipaje, y la mochila o remolque de prejuicios vitales de todo tipo, que le viene acompañando en todo el itinerario recorrido desde su nacimiento, como ser humano, como persona.
Es un gusto y un verdadero placer poder tener prejuicios sobre lo que sea. Tener ideas propias sobre lo que sea. Así somos y es muy bueno reconocernos en ello. Esa es la realidad interior que nos sitúa en la realidad exterior. De hecho, no podemos madurar sin hipótesis de vida (=prejuicios), que hemos pedido prestadas a otros, o hipótesis vitales que nos hemos ido creando cada uno de nosotros. Unas veces serán hipótesis-prejuicios de vida personales, y otras son sociales o culturalmente ambientales que hacemos nuestros, casi siempre, de modo inconsciente.
Y junto con esta afirmación, está camuflada la honrada sospecha de que esos prejuicios habrán de ser medidos y evaluados por la prueba de la realidad. Cuando la realidad es verdad, es decir, siempre, las hipótesis y los prejuicios que hemos asumido libremente hay que evaluarlos a la luz de la realidad, para comprobar si siguen en pie y si pueden seguir caminando dentro de nosotros.
De modo que, como el hombre en vez de raíces, tiene piernas y pies, pues es lógico que su destino sea dar pasos. Unas veces los da con sentido y otras, sin sentido. Las piernas y los pies le desenraizan, durante unos años, de la tierra de la que parece que proviene, en principio. Pero al final de sus días, la tierra le reclama desde la muerte para que vuelva a la tierra. Mientras camina y camina sin raíces físicas, está constantemente expuesto al riesgo de que, en un mal paso, o en una sucesión de malos pasos, sus pies acaben inmovilizados en una tumba material. Pero ocurre a la vez, que mientras camina, va descubriendo su libertad, su conciencia y su capacidad de amar y ser amado. Esto le hace sospechar que, efectivamente, el hombre es el único ser de la tierra que no tiene raíces físicas, pero intuye que las tiene espirituales. Intuye que tiene un origen y un fin no solo de tierra; y una esencial e innata capacidad de comunión de amor. Debe entonces elegir bien sus pasos materiales y espirituales para no abocarse, antes de madurar, a la inevitable tumba material o a la otra posible, espiritual, antes del tiempo correspondiente.
Por tanto, hay que afirmar que los pasos humanos han de ser dados con un sentido. Algo tenemos meridianamente claro: al menos sabemos con certeza, que todos los pasos humanos nos llevan al último de la muerte física. Esta misma capacidad de no tener raíces físicas, la comparte con otros seres que igualmente tienen patas con las que también pueden dar pasos; coincidimos con ellos en esto, lo sepan o no, incluso hasta en el paso final que también habrán de dar al morirse.
Pero, como hemos indicado, la persona tiene otra peculiaridad que no tienen estos otros seres que no son humanos. A la vez que camina, tiene la capacidad de elaborar hipótesis, prejuicios, ideas, decisiones libres… llamémoslo como sea en principio. Porque las hipótesis o prejuicios de vida que vamos asumiendo y que llevamos a cuestas, van a tener que medírselas realmente con la realidad misma. Y la lucha es tan seria, que o se rompen, o nos rompen, o tratan de romper la realidad. Y somos conscientes de que el poder más fuerte lo tiene siempre la realidad. De hecho, ahí está esa realidad que nos romperá, y romperá nuestras hipótesis y prejuicios falsos. Tarde o temprano, el hecho seguro de la muerte, romperá todo lo que no sea más fuerte que ella.
Dicho esto, la realidad nos lleva a esta evidencia de tener que elaborar hipótesis y asumir prejuicios con respecto a los pasos dados, los que estamos dando y los que daremos en adelante. Aunque no sepamos definirla, podemos constatar la evidencia de que mientras el hombre va caminando, trata de elaborar una serie de… mapas abstractos que le sirven para cuantificar y calificar los pasos dados, y lanzar hipótesis sobre cómo y por donde tiene posibilidad de dar más y mejores pasos. Aunque no sepa muy bien qué significan las realidades de más
y de mejor
. Lo lleva en su esencia, lo usa inconscientemente. Más adelante, al comienzo de nuestras consideraciones diremos, por ejemplo, que el hombre respira desde siempre, sin haberse planteado en principio durante milenios, hipótesis alguna sobre lo que es, o no, el aire. A lo sumo se planteó cómo funcionaba; de este modo podía elaborar sus teorías y sus mitos sobre el aire. Pero nunca, hasta los tiempos más recientes, había tenido la posibilidad de llegar a conocer la realidad material de lo que está compuesto; y a medida que avanza el conocimiento de la naturaleza de las cosas, va descubriendo más y más detalles de su composición esencial. Durante milenios, al hombre no le importaba ni la composición ni la calidad del aire que respiraba; pero en la actualidad sabe analizarlo y hacer proyectos, -mapas, planes-, de mejora, porque sabe la importancia que tiene para el bien o el mal de la vida humana.
De modo que es muy bueno, que el lector se lance libremente a dar pasos intelectuales por el recorrido de estas líneas; así, tal y como está, con todo el bagaje intelectual, científico, filosófico, moral, religioso o no; con todos los juicios y prejuicios que tenga sobre lo humano y lo divino. Si le ayudan a retirar los inútiles y dañinos o a pulir y mejorar los valiosos, habrá sido un honor y un placer el haber acompasado nuestros pasos a lo largo de estas consideraciones.
Y, puesto que se ha encontrado usted conmigo, le propongo que, entre todas las hipótesis de vida que tenga, que añada otra más a su sabia colección: la hipótesis del noble convencimiento de que usted está cierto, de que está utilizando adecuadamente su libertad. Supongamos entonces que, en conciencia, usted es intelectualmente honrado. Con ese punto de apoyo me basta para que tenga todos los permisos para caminar entre estas líneas, como le parezca a su honrada y digna libertad.
Adelanto mis prejuicios. Que básicamente se reducen a estos:
Supongamos que… Vivir es... madurar. Madurar es elegir lo bueno libremente. Entre lo bueno, lo mejor es amar. Si el hombre es capaz de amar; y si Dios es la esencia perfecta de la capacidad absoluta de amar, el puente de la posible comunión real entre ambos, solo puede ser la libertad. En la libertad, Dios se juega su esencia y su existencia. En la libertad, el hombre se juega su maduración definitiva o su frustración definitiva. La sociedad se juega el Paraíso añorado, terrenal o celeste, en la libertad.
Pasito a pasito, iremos siguiendo el hilo que nos vaya llevando libremente, hasta donde tengamos luces.
I.- LIBRE, ENTRE LA CIENCIA.
Situación
Lo que sigue, en esta primera parte, son una serie de reflexiones de un creyente en un intento de ordenar sus propias ideas. Y están escritas, no pensando en convencer a no creyentes, sino más bien para compartirlas con otros creyentes que al leerlas puedan sentirse reflejados en ellas y les ayude también a ordenar las suyas. Y más concretamente son de un creyente dedicado a las ciencias experimentales. Por su doble condición, de científico y de creyente, ve todo desde dos perspectivas o puntos de vista. Tiene como una doble cosmovisión, la del científico y la del creyente. Y ha oído, leído y pensado muchas veces que no puede haber contradicción entre su razón y su fe. Pero echa en falta, seguramente por propia ignorancia, una especie de itinerario sencillo, ordenado, que le haga ver –en la medida de lo posible- cómo por la razón se puede llegar hasta las puertas de la fe, y sin confrontación alguna con la ciencia.
Las ‘reflexiones en voz alta’ que siguen intentan esquematizar un itinerario sencillo, al nivel del hombre de la calle de hoy, sin emplear términos o conceptos filosóficos que están fuera de su léxico conocido. Se trata de llegar hasta donde sea posible por la simple razón -lo que diríamos pensar con sentido común, sin tecnicismos- partiendo de la perspectiva de las