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La Concordia Ii: El Favor De La Luna
La Concordia Ii: El Favor De La Luna
La Concordia Ii: El Favor De La Luna
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La Concordia Ii: El Favor De La Luna

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About this ebook

Una roca brillante se asoma todas las noches en el cielo de Elune. La nacin que presente batalla y salga victoriosa, podr contar con el favor de la llamada "Diosa Luna" para regir a todos los continentes, o al menos eso es lo que los gobernantes piensan.
Mientras esto sucede, Zeb ha tenido una revelacin y est en la bsqueda de Eberk y Heian para transmitirles un terrible mensaje que ni siquiera su amigo Iscr puede conocer antes de tiempo, pero ellos han desaparecido sin dejar rastro debido a las batallas que se estn gestando en el mundo de los hombres.
En uno de estos ejrcitos se encuentran Gad, junto con Vania, Milo y su grupo de ladrones; as como Taull y Fedra, hermanos testigos de una fuerza sobrenatural que comienza a aterrorizar a las personas. Todas las historias apuntarn a unos misteriosos mercenarios a los que todas las naciones querrn tener en sus filas, sin saber que su participacin en esta guerra marcar el rumbo del Elune que todos conocen.
LanguageEspañol
PublisherPalibrio
Release dateMay 15, 2015
ISBN9781506503073
La Concordia Ii: El Favor De La Luna
Author

Daniel Mateos

Daniel Mateos nació en la ciudad de Querétaro el 4 de noviembre de 1986. Estudió la licenciatura en Lenguas Modernas en Español en la Universidad Autónoma de Querétaro y actualmente labora en una institución educativa, además de ser un apasionado Instructor Cinta Negra en dos disciplinas marciales coreanas: Han Mu Do y Haidong Gumdo. Desde pequeño mostró interés en el género de literatura fantástica, de ficción y terror, apasionándose por las obras de autores como Verne, Tolkien y King. A los dieciséis años comienza el manuscrito de lo que, con el tiempo, se convertiría en su primer libro “La Batalla de Azur” y lo publica por primera vez en el 2007. En vista del éxito obtenido, Daniel comienza a ser cuestionado sobre si realizaría una segunda parte. Él accede a esta propuesta, no sin antes trabajar en una segunda edición que le abriera el camino para la consolidación de la saga titulada “La Concordia”. En este proceso, el autor trabaja profundamente el lado emocional de los personajes, así como su mejora en la historia, la inclusión de nuevas aventuras, protagonistas e ilustraciones que dieron vida y originalidad a la obra, haciéndole palpable al lector el nuevo universo creado. La obra logra fusionar sus influencias, experiencia y personalidad para lograr conquistar una propia identidad, eligiendo el camino de la comprensión a los jóvenes a través de un lenguaje épico, místico y seductor con el que invita al lector a dejarse envolver por los personajes de un universo donde las imágenes avocadas buscan convertirse en realidad.

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    La Concordia Ii - Daniel Mateos

    Copyright © 2015 por Daniel Mateos.

    Ilustraciones y portada por Marco Carmona.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 13/05/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    464189

    ÍNDICE

    LISTA DE PERSONAJES

    LISTA DE LUGARES

    SOBRE LA BATALLA DE AZUR

    1 HOJAS CAÍDAS, VOCES PERDIDAS

    2 EL MENSAJE DE ZEB

    3 EL RECLUTAMIENTO

    4 EL DECESO DE KILMARNOCK

    5 LA REBELIÓN

    6 LA CIUDADELA BLANCA

    7 LOS MERCENARIOS DEL SOL

    8 MAROC

    9 LA VERDAD

    10 EL ASCENSO

    11 EL CAMINO

    12 UN NUEVO HOGAR

    13 TRAICIONES

    14 UNA FAMILIA

    15 EL REGRESO DE THEO

    16 LOS CUATRO FRENTES

    17 ASÍ ES COMO ESTO COMIENZA

    APÉNDICE

    EL ÚLTIMO DE LOS DIOSES:

    un adelanto del próximo volumen de la saga La Concordia

    A aquellos de espíritu joven, con quienes comparto mis pasos en el camino,

    a veces lectores, a veces dolor de cabeza

    siempre amigos y la razón por la que continúo escribiendo.

    Agradezco infinitamente a las personas que siempre que les hablaba de este libro tuvieron su corazón abierto a mis dudas, peticiones y caprichos, respondiendo con prontitud, nobleza y sinceridad. Especialmente a Marco Carmona, quien entró en mi mente y forjó mis pensamientos en sus grandiosas ilustraciones; y a Luis Romero, crítico, motivador y un amigo siempre cercano de los personajes de esta saga.

    LISTA DE PERSONAJES

    LADRONES

    Gad: Líder del grupo y cabeza en la rebelión al campamento militar de Enol.

    Milo: Hermano adoptivo de Gad.

    Vania: Novia de Gad. Considerada la hermana mayor en el grupo de ladrones.

    Seedo: Miembro del grupo de ladrones. De enorme tamaño y gran sentido del humor.

    Tara: Miembro del grupo de ladrones.

    Rita: Miembro del grupo de ladrones.

    SOLARES

    Gavius: Solarus de la tribu. Hermano de Murrang y sobrino de Lang.

    Turokano: Falcor de la tribu mercenaria de Gavius.

    Maroc: Antiguo monje del templo Golgulsa, actual Ala de la tribu mercenaria.

    Úren: Antiguo monje y mejor amigo de Maroc. Sigil de la tribu.

    Lang: Tío de Gavius. Antiguo Falcor de la tribu. Tutor espiritual de Maroc.

    Akeela: Actual Gran Maestra del templo Golgulsa.

    Murrang: Hermano de Gavius y sobrino de Lang.

    Taull: Hermano de Fedra y pieza importante en la rebelión al campamento militar de Enol.

    Fedra: Hermana de Taull, acompaña a su hermano al campamento militar.

    Eberk: Mejor amigo de Heian.

    Heian: Mejor amigo de Eberk. Posee el don de la clarividencia otorgado por el Dios Dragón Azur.

    Gilbatar: Vivió con una tribu solar. Miembro importante en la rebelión al campamento.

    Zeb: Portador del mensaje para Heian. Hijo de Theo Hadar, fallecido en la batalla de Azur.

    Glenda: Acompaña a su amigo Zeb en búsqueda de Heian.

    Arleen: Ex novia de Heian, acompaña a Zeb en la búsqueda de éste.

    Iscár: Príncipe azelta, heredero al trono de la Ciudad de Florak. Acompaña a Zeb en su búsqueda de Heian y Eberk.

    Luna Darla: Tras la batalla de Azur se transforma en la Luna del mundo humano (todos la llaman La Roca Brillante), siendo considerada una Diosa que traerá bienestar y riquezas al ejército que salga victorioso de una guerra entre continentes.

    Azur: Conocido también como el Dragón Azul, era uno de los cuatro dioses supremos que regía el universo. Compartía poder con los otros Dioses: la Tortuga Negra, el Tigre Blanco y el Fénix Carmesí. Fue vencido por Theo Hadar durante la batalla de Azur.

    LISTA DE LUGARES

    Elune: Mundo de los humanos. Cuenta con cinco islas:

    Enol: En ella se desarrolla la mayor parte de esta historia. Sus colores son el plateado y escarlata.

    Escríl: La más poderosa de todas las islas. En ella está la Ciudadela Blanca, de donde provienen Zeb, Glenda y Arleen.

    Escúm: El oriente de Elune. Lleno de enigmas, costumbres y cultura.

    Diente de Dragón: Isla inhabitada que conecta el mundo de Florak con Elune.

    Mascum: Ubicado en Enol. Pueblo montañés donde viven Taull y Fedra.

    Maltra: Ubicado en Enol. Puerto donde viven Eberk y Heian. Allí son reclutados Gad y su grupo de ladrones.

    Templo Golgulsa: Ubicado en Enol. Santuario secreto y sagrado donde habitan los solares, se encuentra rodeado por un bosque que lleva el mismo nombre.

    Mundo de Florak: Mundo donde habitan azeltas y sátiros.

    Visítanos en internet:

    facebook.com/SagaLaConcordia

    www.marcocarmona.com

    1.jpg

    SOBRE LA BATALLA DE AZUR

    « ¿A dónde debo ir?», pregunta asustado Eberk Astoria —uno de los personajes principales de la primera parte de esta saga, La Concordia: La Batalla de Azur— a su padre luego de que éste lo despierta de golpe para darle una mala noticia. Lo dice como una promesa de que a partir de ese punto, todo va a ser tan irregular como el vuelo de una mariposa. Luego de eso, tiene que salir corriendo de casa si quiere que su madre sobreviva una día más. Eberk es muy afortunado.

    ¡Pero no me malinterpreten!

    No es porque me dé gusto que su madre se encuentre entre la vida y la muerte y ahora él se vea inmerso en un mundo de peligros que, con toda seguridad, nunca en su vida hubiera querido conocer. Creo que Eberk es afortunado por formar parte elemental de una historia tan maravillosa dentro de un mundo tan fascinante como el que se describe en La Batalla de Azur.

    Y es que ¿quién no quisiera salir de cama un día sólo para descubrir que la aventura más grande de tu vida está ahí, cruzando el umbral de la puerta de tu casa? Mejor aún si tienes a tu mejor amigo a tu lado.

    Entonces Eberk y Heian, mejores amigos, sin saber qué les espera, deciden que es hora de no depender de nadie más para que las cosas salgan como deben. Y se enlistan en la tripulación del que pudiera ser el hombre más temido de Elune: Theo Hadar, guerrero de leyenda y hombre de mecha corta que, muy de mala gana pero sin desaprovechar mano de obra dentro de su navío, acepta la compañía de esos dos jóvenes inexpertos, temerosos y llenos de dudas que la bruja blanca, Darla Decón, parece acentuar en lugar de resolverlas.

    En el barco de Theo conocen a un joven de espíritu libre y carácter relajado llamado Zeb. Es él quien les da una breve introducción de lo que les espera por delante mientras sigan a Theo en sus aventuras. La más reciente de ellas: viajar a los confines de la tierra y descubrir que hay más allá —o más abajo, en este caso— del mundo conocido por los humanos. Descubren que existen diferentes razas —azeltas y sátiros: hombres gato y hombres ciervo. Ahí, Eberk, Heian y Zeb conocen a un joven con el mismo ímpetu que ellos pero con diferentes rasgos físicos y sociales. Iscár es un hombre gato y es príncipe del mundo de los azeltas. No tardan en convertirse en un grupo de cuatro amigos.

    La vida de nuestros protagonistas ha cambiado por completo, y justo cuando comienzan a procesar todo lo que frente a sus ojos parece ser lo más sorprendente del mundo, se ven en medio de una batalla contra el Dios Dragón, Azur.

    Gigante, majestuoso, cruel… y azul. Azur es uno de los pilares que mantienen en píe este mundo mágico y tan extraño.

    Pero hay algo ahí, algo que nadie espera, algo que parece sorprender al mismo Dios Dragón: Heian Hyuga. Al verlo de frente, Azur grita con toda la potencia que su imponente voz puede generar «Tú… ¡eres mis ojos, mi legado!… ¡lo quiero a él, y vivo!». Los súbditos del dragón toman a Heian en su poder y comienza la cacería. Es entonces cuando Theo parece ignorar por completo el hecho de que intenta vencer a un Dios y se enfrenta al Dragón, derrotándolo con una lanza al corazón en una última batalla tan épica como nunca la habían visto los ojos de todos presentes, humanos, azeltas, sátiros y dracones (hombres dragón) por igual. Sólo que, al hacerlo sacrifica su propia vida, dejando un hueco enorme en la mesa redonda de los dioses, en la mente de aquel pequeño grupo de hombres al que lideraba y en el corazón de Zeb, su único hijo.

    La Concordia: La Batalla de Azur es la primera parte de una historia tan grande como la imaginación misma pueda permitir, en donde al final nuestros personajes parecen dirigirse al resto de sus vidas, sólo para terminar por separarse y tomar rumbos distintos. Iscár debe quedarse, Heian y Eberk regresan a su hogar, y Zeb desaparece una noche sin decir adiós. El Dios Dragón ha muerto, Theo ha perpetrado su ejecución dando su vida en ello, y la Bruja Blanca, Darla Decón, ha dejado atrás su ser físico y terrenal para convertirse en una esfera blanca y brillante que flota en el cielo, de la que se desprenden estrellas como si fuesen lágrimas.

    Es a partir de este punto que volvemos a reunirnos en éste mundo mágico, para conocer nuevos personajes, tener nuevas aventuras y saber qué fue de nuestros amigos, que salieron de sus hogares buscando la cura de una rara enfermedad, y se encontraron con algo más que la aventura más grande de sus cortas vidas: sus propios destinos, marcados por una amistad que trasciende los mundos y la promesa de que las cosas no se iban a quedar así luego de haber cambiado el mundo por completo.

    Esto no pretende ser un resumen de esta historia, sino una invitación a leer la primera parte antes de adentrarte en La Concordia II: El Favor de la Luna. Te lo recomiendo, ya que son sólo partes de una historia más grande que no está haciendo otra cosa más que comenzar.

    Luis Romero

    Una esfera blanca se suspendía en el aire, brillantes gotas de agua se desprendían de toda su circunferencia y se perdían en el horizonte. Eran ya varias noches consecutivas en las que velaba esa rareza; algunos afirmaban haberla visto subir lentamente del mar, y desde entonces aparecía todas las noches y se apagaba cuando los primeros rayos de sol tocaban la árida tierra del lugar.

    ¿Son la luna y las estrellas? ¿Sucederá esto en todos los rincones de Elune? ¿Qué haremos con aquellos que afirman haberlas visto antes y ahora están encerrados y tomados por locos? Eran las preguntas más frecuentes entre los sabios de los tres continentes poblados: Enol, Escúm y Escríl, que estaban encerrados en la Ciudadela Blanca para obtener las respuestas juntos. Fuera, gente de todas clases sociales se acumulaba a la espera de respuestas; si no se apuraban en su tarea, la desesperación del pueblo llegaría junto con saqueos, robos y violencia injustificada.

    Glenda apoyaba sus brazos en el borde de la ventana y miraba con melancolía el hermoso paisaje astral. El silencio en su enorme casa era tétrico; además de un par de criadas (que estaban en el otro extremo del lugar), se hallaba completamente sola.

    —Con tan hermoso paisaje no podré dormir jamás—soltó en un murmullo a la oscuridad de su habitación.

    — ¿Y qué va a pasar con tus sueños?—dijo una voz en la oscuridad. Glenda dio un movimiento tan brusco a causa del susto que apagó la única vela que estaba en una pequeña mesa a un lado de la ventana.

    — ¿Quién anda ahí? ¡Da la cara!—del cajón de la mesa donde descansaba la vela sacó una pequeña daga y la mantuvo a la altura de su pecho.

    La habitación se mantuvo callada y oscura; a un lado de la puerta se alcanzaba a distinguir una silueta de tamaño mediano, iba encapuchada y no se movía un solo centímetro.

    Glenda tenía un carácter fuerte, además de ser graciosa, ocurrente y despistada, pero en ese momento no podía ocultar su temor, sus ojos verde-azul se abrían de par en par, luciendo las oscuras pestañas y las finas cejas arqueadas; la nariz, pequeña y fina, hacía juego con los tersos labios que temblaban igual que su voz.

    —Me encanta cuando pones esa cara, Glenda—dijo la voz.

    Ella estuvo a punto de atacar, era muy capaz de defenderse, pero se detuvo cuando captó que esa voz le era familiar; ahora que lo pensaba, se sentía mal por no haber reconocido antes a su más íntimo amigo.

    —Tardaste en reconocerme—volvió a hablar la voz.

    Glenda se abalanzó para abrazarlo fuertemente. Sus brazos rodearon el cuello del muchacho, que estaba más flaco y correoso que nunca.

    — ¡Me llegaron horribles rumores sobre ti! ¡Sabía que no estabas muerto, Zeb!

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    1

    HOJAS CAÍDAS, VOCES PERDIDAS

    — ¿Ya sabes lo que dicen?

    Taull dejó descansar el hacha vieja con la que cortaba madera para volverse hacia su hermana; la miró unos instantes y continuó con su agitado trabajo sin mencionar palabra.

    —Dicen que dentro de poco esa roca brillante del cielo va a caer sobre nosotros; será el fin de todo Elune. Muchos están pidiendo que nos refugiemos en las montañas, ¿sabes?

    El muchacho, de músculos marcados y negra cabellera amarrada a una coleta, soltó el hacha en pleno viaje para de nuevo mirar violentamente hacia su hermana. Fijó la vista en ella con sus ojos marrón, asqueado por la idea de esconderse en cuevas durante meses simplemente porque a algún imbécil se le había ocurrido semejante catástrofe. Volvió a su trabajo con desgana y después de un par de minutos comenzó a juntar la leña.

    Dentro de la casa el ambiente no mejoraba mucho, seguía siendo pálidamente frío y con una desgana contagiosa. En una de las esquinas humeaba el último leño que aportaba algo de calor al hogar. Taull se arrodilló y animó las brasas con movimientos pausados, hundido en su silencio.

    —Huele bien, Fedra—dijo al fin sentándose a la mesa— ¿Es pollo, verdad?

    —Es pollo—afirmó la joven morena de veinte años, apenas uno menos que Taull. Sirvió una taza de un brebaje humeante y de frutal olor y se lo dio a su hermano—, pero cenaremos después de la junta del pueblo.

    Taull la miró como un niño castigado y después de un sorbo dijo con extrañeza:

    — ¿Junta del pueblo? ¿Ahora qué pasó?

    —Te lo acabo de decir, quieren que nos refugiemos en las montañas, ¡cómo si eso nos fuera a proteger de semejante impacto!

    —Te escuché, pero no imaginé que nos convocaran tan pronto. Además, ¿cómo eres capaz de creerles tan ridículo cuento? Voy a votar en contra.

    Fedra se puso nerviosa, su hermano pocas veces tomaba en cuenta las iniciativas de otras personas, y parecía no tener noción del peligro bajo ninguna circunstancia, como sucedía en ese momento. ¿Era conveniente tratar de convencerlo de lo contrario en esos instantes?

    —Vota como gustes, pero primero acábate eso. Hay que llegar temprano para ganar un lugar junto al fuego, no me quiero morir congelada.

    Fuera de casa, la gente salía cubierta de pies a cabeza con capas amarradas al cuello y pieles de animales sobre la espalda. Sucedía que en su pueblo montañés siempre reinaba un ambiente frío y fresco, pero desde que la roca brillante había aparecido levitando en el cielo, el clima era algo insoportable, incluso para ellos, que se suponía estaban acostumbrados. Junto con esto, la incertidumbre se volvía locura para la mayoría de las mujeres y ancianos en el pueblo que se encontraban a larga distancia de las ciudades vecinas, áridos de noticias.

    Al llegar al centro del pueblo se arrimaron al último lugar junto a una gran hoguera antes de que un hombre gordo y canoso que cojeaba de la pierna derecha tomara la palabra.

    —Buenas noches a todos; supongo que ya todos saben por qué estamos aquí reunidos…

    —Protocolo…—se aburrió Taull dirigiéndose a su hermana.

    — ¿Estás seguro de votar en contra, Taull?—curioseó Fedra en voz baja—no sé, eso de ponerse en contra de lo que todos quieren…

    —Nadie quiere refugiarse en las montañas; el problema es que todos piensan y actúan como tú—interrumpió Taull sin molestarse en bajar la voz—, no se atreven a opinar diferente por una vez en su vida.

    — ¡Está bien, está bien!—aceptó Fedra poniendo los ojos en blanco y levantando las manos en señal de derrota. No pensaba armar un conflicto con su hermano frente a toda la multitud—. Tienes razón. Mejor hay que escuchar lo que dice ese pobre hombre.

    El líder pueblerino comenzó a alargarse y los vecinos a impacientarse con cada minuto que pasaba; era claro que buscaba cansar a la gente para que votara a favor y pudieran volver a sus casas cuanto antes; a fin de cuentas era el líder elegido por la mayoría y siempre se había escuchado su voz como la de alguien con suficiente sentido común y honradez.

    —Bien—dijo llevándose la mano a la barbilla en el momento en que todos comenzaban a entumirse —, espero que los hombres de casa tengan ya tomada su decisión… veamos ¿qué dices Gabril? —preguntó al hombre más despistado que su vista le permitió encontrar.

    — ¿Eh? Bueno, pues la verdad es… —el tal Gabril parecía más interesado en la danza del fuego que en la votación —mi voto es… en con… sí, a favor.

    Hubo un ligero murmullo seguido de un grito de asombro, pero no se debía a la respuesta de Gabril:

    El cielo, que minutos atrás lucía pálido y triste, comenzó a clarear, dejando pasar poderosos rayos de sol que de inmediato dieron calor al ambiente. Para dentro de poco, todos se encontraban mirando hacia el cielo con cierta alegría, aunque no se explicaban cómo había vuelto el sol si hasta hace unos momentos estaba a punto de anochecer.

    — ¿Qué está pasando?—preguntó una mujer que llevaba a su niño en brazos.

    — ¿Eso qué importa?—gritó un hombre allí presente — ¡Seguro que la roca brillante desaparecerá y no habrá necesidad de escondernos!

    Cuando la gente -en su mayoría mujeres y niños- que se encontraba en sus casas comenzó a salir para recibir el agradable ambiente, quedaron helados de golpe: a lo lejos, muy lejos, pero con un estruendo que quemaba los oídos, se dejó escuchar algo imposible de describir en una o varias palabras: sonaba como el grito de miles de personas muriendo de una forma espantosa, así como el derrumbe de un inmenso castillo y decenas de rayos cayendo en el mismo lugar; la caída de todos los árboles de un bosque y el choque de mil espadas en medio de una guerra.

    Taull protegió a su hermana lanzándola al suelo, pues fue la reacción más elocuente que se le pudo ocurrir. Mientras la cubría con su cuerpo se percató que muchos habían hecho lo mismo con sus mujeres e hijos. Al buscar el origen de aquel estruendo, se percató que la oscuridad había vuelto y la roca luminosa se mantenía brillando en el cielo; el viento comenzó a soplar de una manera violentísima, arrastrando las capas hechas de piel que hasta hace un momento estaban en el suelo.

    — ¿Qué pasa?—gritó Fedra tratando de mantener en las manos la manta que llevaba consigo.

    — ¡No es momento de averiguarlo, vámonos!—ordenó Taull tomándola del brazo mientras se levantaba a toda prisa.

    Aceleraron el paso. La mayor parte de las personas intentaban encontrar el origen de los fenómenos naturales y se mantenían fuera de sus casas con rostros confundidos y asustados. Cuando el par de hermanos llegaron a la puerta de su casa, vieron como el cielo se teñía de un pálido verde y las nubes, descomunales y cargadas de agua, habían tomado una tonalidad púrpura y se movían con velocidad hacia todas direcciones, como si el aire se hubiera vuelto loco y estuviera jugando con ellas.

    — ¡¿Qué es todo esto?! ¡¿Qué vamos a hacer?!—gritó al aire Fedra cuando Taull cerró la puerta tras ella. Fuera comenzó a llover torrencialmente ante la desesperación de la gente que seguía en la calle y llevaba niños en los brazos.

    —Tranquila—calmó Taull dirigiéndose a la cocina a servirse una taza de aquella bebida que su hermana había preparado y que, sorpresivamente, seguía aún caliente. Una para ella y otra para él—, es una noche extraña.

    Fedra puso una cara de sorpresa que rayaba en la exageración y lanzó hasta el otro extremo de la habitación la taza que su hermano acababa de darle.

    — ¡¿Así de fácil Taull?! ¿Qué dices de ese horrible ruido? Y por cierto ¡el cielo verde! ¡Mira la forma en la que está lloviendo! ¡Y la piedra que brilla sigue en el cielo!—Fedra lo miró a los ojos y cerró los puños— ¡Y ahora por tu culpa me quedé sin bebida, así que se un caballero y sírveme de nuevo! ¡Y mañana me consigues otra igual!—añadió a modo de orden para acentuar más su molestia.

    —Lo sé, lo sé. Es una mala noche—contestó Taull sin inmutarse y levantando los pedazos de la tosca taza de madera que su hermana había tirado para servirle una vez más en una nueva—, pero ¿quieres que me ponga a gritar como tú?

    —Pero…

    —Vamos a cenar, ¿te parece?—propuso el muchacho forzando una sonrisa.

    Comieron en silencio; de vez en cuando Taull intentaba entablar una conversación para sacar del nervio a su hermana, pero ésta volvía a su estado histérico por el mínimo relámpago que se hacía sonar.

    La chica se ofreció a servir una segunda ración de pollo a la leña y al cabo de varios minutos, parecía más calmada y hablaba con más tranquilidad. Estaba sentándose de nuevo cuando comenzaron a escucharse gritos desesperados en la calle. El muchacho tragó el bocado que tenía en la boca y se levantó con decisión para tomar de la leña un palo duro que aún no había sido quemado en la chimenea. Después se dirigió a la puerta con prontitud.

    —No salgas—mandó Fedra aún con los cubiertos en la mano.

    Taull se detuvo en seco y miró a su hermana con cariño.

    — ¿Cómo es que piensas de esa forma?—le respondió mientras abría la puerta de golpe y observaba una escena aterradora:

    Padres desesperados zarandeaban a sus hijos pequeños, quienes lucían asustados, pero no gritaban ni se quejaban. La lluvia golpeaba con fuerza cada parte de su cuerpo y en el suelo se iba creando lodo en abundancia.

    — ¡Aquí!—gritó Taull ofreciendo su casa. Un matrimonio se acercó con un niño de unos seis años en brazos de la madre; al entrar, Fedra cerró la puerta con violencia.

    — ¡Mi hijo! ¡¿Qué le pasa a mi hijo?!—gritaba la inconsolable madre.

    — ¿Qué tiene?—preguntó Taull al marido, que intentaba mantenerse sereno, pero sus hombros delataban lo contrario, pues temblaban de manera involuntaria, como si tratara de sacudirse la lluvia de la espalda.

    — ¡Se quedó mudo!—respondió sin apartar la vista del niño— ¡No puede hablar! ¡Sucedió de repente!

    El crío lucía espantado, hasta unas lágrimas salían de sus ojos pero sus síntomas eran tal y como los describía su padre. Fuera, los gritos aumentaban en cantidad y volumen.

    —Le pasó a todos los niños—dijo al fin la madre, mirando el fuego de la chimenea y hablando con voz lenta y pausada, pero dejó que su marido terminara de hablar, ya que ella se limitó a acariciar los cabellos de su hijo y susurrarle palabras que pretendían ser relajadas al oído

    —Nos dimos cuenta cuando salimos a la calle—terminó el padre mirando a Fedra, buscando piedad mientras se echaba los cabellos detrás de las orejas con desesperación.

    —Yo… debe haber una explicación—intentó relajar Fedra, nerviosa—primero debemos calmarnos y…

    De pronto, con la velocidad de una bala de cañón, una roca de considerable tamaño atravesó la puerta, estrellándose en la pared y rebotando en la cabeza de la mujer, quien perdió el conocimiento después de dar un grito de asombro. El niño cerró los ojos al tiempo que entraba al lugar una mole que llevaba encima mucho lodo y dejaba rastros donde pisaba. La oscuridad y los relámpagos no permitían que fuera del todo visible pero si hacían que el espectáculo fuera aterrador.

    La criatura, con un solo movimiento de la mano derecha, sujetó el cuello del marido, haciendo sonar un crac escalofriante, para después dirigirse a Taull, mirándolo a través de una máscara lisa y sin más agujeros que un par de ojos negros y una boca sonriente de oreja a oreja.

    — ¡Aléjate Taull!—gritó Fedra al tiempo en que cogía al niño en brazos y lo oprimía contra su pecho para que no viera la escena. Taull reaccionó en el momento que la mole dejaba caer el peso de ambos brazos hacia donde él estaba, salpicando más lodo a toda la casa.

    El joven aprovechó para descargar toda su fuerza en el rostro de su enemigo con el palo que aún tenía en las manos, pero no pareció afectar lo suficiente, pues éste se limitó a escudriñarlo desde las ranuras vacías de la máscara donde se suponía debía haber un par de ojos.

    — ¡Al centro del pueblo, ahora!—gritó Taull a su hermana, que tomó la delantera y huyó por la ventana seguida de su hermano, que no se detuvo para mirar atrás.

    En el centro del pueblo se encontraba la mayor parte de la población, todos rodeando una carroza de carga que esperaba ser jalada por seis caballos.

    — ¡Niños!—gritó el líder del pueblo— ¡Todos los niños a la carreta!

    Fedra obedeció, dejando al niño junto con otros que lucían igual de asustados que él. Ninguno lloraba, todos tenían el aspecto de estar gritando silenciosamente.

    — ¡¿Qué carajos está pasando?!—preguntó Taull tomando una de las muchas espadas amontonadas que estaban en el suelo para después reunirse a donde todos los hombres esperaban en posición de combate.

    Gabril, el hombre distraído de la junta, señaló hacia el cielo con un dedo tembloroso y la mirada llena de angustia.

    —Nadie lo entiende, ¡es una maldición de la roca brillante!—dijo alzando ahora la vista. Aunque llovía a cántaros, la esfera gigante amenazaba desde el cielo con un brillo espectral. ¿Sería un castigo tal y como el hombre afirmaba?

    —Alguien ha venido a atacarnos —siguió Taull en voz alta—, un guerrero con una máscara ha atacado…

    — ¡Yo vi a un par de ellos en el establo de mi casa!—gritó una voz a lo lejos.

    — ¡Son mercenarios!—chilló un hombre haciendo que la mayoría de la gente se estremeciera—. ¡Mandaron a la famosa tribu de los mercenarios del Sol para acabar con nuestro pueblo!

    —Son demonios—opinó uno de los más ancianos del pueblo.

    — ¡Aquí vienen!—gritó el líder del pueblo. ¡Lleven a los niños al pueblo más cercano, donde puedan estar a salvo, pidan ayuda y regresen pronto!

    Aquellos mercenarios, demonios, o lo que fueran, se acercaban en línea horizontal hacia ellos. Cada uno llevaba una máscara idéntica y, a pesar de lo grandes que eran, se movían a una velocidad impresionante.

    Taull bajó su arma, apretando los dientes, pensativo: para derrotar al enemigo se necesitaba mucho más que una espada, comenzando por hombres preparados y no mercaderes de las montañas asustados. Las espadas viejas que tenían en las manos se desbalancearían al primer contacto. ¡Era una tontería esperar la muerte allí de pie!

    Vámonos, le dijo a su hermana con la mirada. Soltó la espada y avanzó en dirección al camino que los llevaba a las afueras del pueblo. Gritos de terror

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