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El Libro de Nombres: Hechiceros de Syndrial
El Libro de Nombres: Hechiceros de Syndrial
El Libro de Nombres: Hechiceros de Syndrial
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El Libro de Nombres: Hechiceros de Syndrial

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About this ebook

Nathan, quien ha sido plagado por una extraña y peligrosa maldición desde que puede recordar, solo quiere una vida normal. Su hermano, Luca, no quiere saber nada con la normalidad. Cuando ellos caen a través de un portal y terminan en un mundo extraño con magia, monstros y dioses, Nathan se da cuenta que lo normal es relativo.

En un mundo donde los nombres tienen poder, un libro ha sido robado que puede destruir a mas que Syndrial. El estar a salvo del libro lo pone en el camino de dos ponderosas fuerzas, ambas de las cuales no tienen ningún problema en usar a su hermano en su contra. Para proteger a Luca y volver a casa con vida, Nathan deberá dominar la magia, encontrar el Libro de Nombres y derrotar a un devastador enemigo.

LanguageEspañol
PublisherBadPress
Release dateAug 22, 2018
ISBN9781547539956
El Libro de Nombres: Hechiceros de Syndrial

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    El Libro de Nombres - Rain Oxford

    El Libro de Nombres

    Hechiceros de Syndrial Libro Uno

    Rain Oxford

    Traducido por Diego alejandro bustos

    El Libro de Nombres

    Escrito por Rain Oxford

    Copyright © 2018 Rain Oxford

    Todos los derechos reservados

    Distribuido por Babelcube, Inc.

    www.babelcube.com

    Traducido por Diego alejandro bustos

    Diseño de portada © 2018 Piero Mng (Gianpiero Mangialardi)

    Babelcube Books y Babelcube son marcas registradas de Babelcube Inc.

    Sommaire

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Tabla de Términos

    Sobre el autor

    Capítulo 1

    —Porque te reúsas a unirte a la Orden Oscura, nunca volverás a ver la luz del día. Volveré en una hora— dijo el hechicero. Sin decir otra palabra, se fue y cerró la puerta detrás de él. Oí la llave girar en la cerradura.

    —No creo que haya ido a buscar torta—dijo Luca. Luca era mi pesadilla, mi mejor amigo y mi hermano menor. Su cabello semi-castaño, casi rubio oscuro y ojos color aguamarina lo hacían ver más joven que sus veintitrés años.

    —Solo tenemos que prepararnos.

    En el centro de la pared norte había una pesada puerta de madera con un tope redondo. A la derecha de la puerta había un gancho donde colgaba la capa negra del hechicero. A la izquierda había un escritorio de madera con cinco cajones. Sobre el escritorio había un cofre, rodeado por cinco círculos blancos.

    Las paredes estaban hechas de ladrillos mientras que los pisos eran de losa pulida. A lo largo de la pared este, había una enorme escultura de una serpiente echa de piedra gris. Había runas grabadas en la serpiente. En la pared sur, había una ventana redonda, de un metro de diámetro que dejaba caer luz sobre un altar de piedra. El altar tenía un metro y medio de altura con un tope plano y una cabeza de dragón en su frente. Debajo de la cabeza del dragón estaban grabadas las palabras Invertum Illuminates.

    En la pared oeste había un librero, con estantes abiertos arriba y gabinetes en la parte inferior. Los estantes estaban cubiertos de velas, jarros y libros. En la esquina sur-oeste se encontraba una espada clavada en una roca. Detrás de la espada había un estante incrustado en la pared con una pluma, una vela, una piedra, un cáliz y una campana, cada uno de los objetos dentro de un circulo blanco. En medio de la habitación había una mesa cuadrada de un metro por un metro con una bola de cristal encima y cuatro pequeñas hendiduras en semicírculo a su alrededor.

    —¿Por dónde empezamos? —preguntó Luca.

    —Veamos con que podemos trabajar. —Comencé examinando los ingredientes de la poción mientras que Luca revisaba los cajones. A pesar de que había más de treinta ingredientes, ninguno de ellos eran azúcar y flores. Aceite de castor, baba de estanque, pus, vinagre, veneno de cobra, toxina de rana dardo azul, etcétera. Aún más importante, encontré un libro de hechizos y un libro de pociones en uno de los estantes.

    —Ey, encontré una pata de conejo—dijo Luca. —La necesitamos para la suerte. —Revisó el cofre, y como esperaba, lo encontró cerrado.

    Yo intente abrir el gabinete, pero también estaba cerrado.

    —Busca una llave. —Revisé debajo de la mesa y encontré un pergamino pegado en la parte inferior, así que lo tomé y lo desenrollé.

    Si encontraste este mensaje, eres seguramente la última víctima del hechicero. Yo era su aprendiz hasta que descubrí sus terribles planes. Conozco su debilidad y deje pistas sobre el hechizo que puede detenerlo. Debes encontrarlo antes de que hiera a alguien más. En caso de que él encuentre esto, lo único que puedo decirte es que la espada es la clave.

    —¿Podría esto ser menos útil? —preguntó Luca, leyendo sobre mi hombro.

    —Yo revisare la espada mientras tú sigues buscando la llave.

    —Hay como un millón de lugares donde esconder una llave.

    —Entonces ponte a trabajar. — Estudie la espada y la piedra antes de intentar remover la espada. Intenté el truco de Excalibur, pero no se movía un centímetro y no encontré ninguna escritura en ella. —Se nos acaba el tiempo.

    Escuche vidrio romperse y me gire de inmediato, esperando ver algún horrible monstruo atacando. En vez de eso, encontré a Luca parado sobre un vaso de agua roto. —¿En serio? Casi me matas del susto.

    —¿Crees que el hechicero se moleste porque rompí su tasa? —Él se agacho para observarla mejor, sus ojos se ensancharon con sorpresa. —Ehh…esto es diferente. —Cuidadosamente tomo lo que yo creí que era solo un trozo de vidrio hasta que lo sostuvo para que yo lo viera mejor.

    Era una llave transparente.

    —¿Es eso acrílico? —pregunté mientras él se dirigía hacia el cofre.

    —Sip. Esta cosa no tiene agujero para la cerradura. ¿Quién demonios pone una llave transparente en un vaso de agua?

    —Pues, no hay mejor forma de esconderla a plena vista que esa. —Le quite la llave y la use para abrir el gabinete. Desafortunadamente, se encontraba vacío excepto por un juego de cartas de tarot y una pequeña caja. La caja tenía doce centímetros de largo y siete de ancho. La sacudí, pero no hizo ningún tipo de ruido. —Esta caja podría estar vacía. —Tenía un cerrojo en el frente. —Busca otra llave—dije yo.

    —¿Por qué me toca a mí buscar todas las llaves hoy? —preguntó él, tomando la caja de mis manos.

    La primera respuesta que se me vino a la mente no ayudaría en nada, y no quería poner a mi hermano de mal humor, por lo que no dije nada y me puse a revisar las velas.

    —También revisa los libros en caso de que alguno sea la llave para revelar un cuarto secreto. —Ninguno de los candeleros se movía.

    —Eso nunca funciona fuera de las películas.

    —Nos ha pasado a nosotros cinco veces.

    —Eso es porque nuestras vidas son una película.

    Revise la parte superior del librero. Ya que tenía una ventaja de 15 centímetros sobre mi hermano de 1.70, ese era mi trabajo.

    —¿Tenés una linterna? Hay un agujero debajo de esto, pero no puedo ver que hay dentro. Espera, eso no es un agujero. Es un polígono equilátero. Esta ahí por alguna razón.

    —Mete tu dedo en él.

    —No pienso hacer eso de nuevo.

    Luca siempre nos estaba metiendo en situaciones complicadas, pero él aprendía de sus errores. Aunque la mayoría de las personas que nos oían discutir creían que éramos enemigos, nosotros siempre nos cuidábamos las espaldas.

    Encontré una pequeña pila de pergaminos sobre uno de los estantes y los bajé. Luca se dio cuenta, pero siguió revisando los libros. Desenrolle los pergaminos y los tire sobre la mesa con la bola de cristal después de leerlos. Eran hechizos de todo tipo, desde un hechizo para explotar cosas hasta uno de invisibilidad, pero nada que pudiera ayudarnos a remover la espada o vencer al hechicero.

    —Encontré unas joyas—dijo Luca, sosteniendo un libro hueco. Dentro de este había tres joyas del tamaño de mi pulgar, un rubí, una esmeralda y un zafiro. —Si estas fuesen reales, seriamos ricos.

    —Si fuesen reales, estarían malditas. Además, no tengo problema con detener al hechicero, pero robarle sería grosero. —Él giró los ojos y yo volví a trabajar.

    Un momento después, lo escuché decir un suave Te tengo de triunfo. Vi que había metido el rubí en el agujero debajo del cofre y que este funcionaba como llave.

    —Genial. —Él sacó un pergamino y lo desenrollo.

    —Maldito código.

    Era una clave para las runas en la pared. —Tengo el presentimiento de que esta va a ser la parte más fácil de derrotar al hechicero—dije, tomando una pluma y un trozo de papel amarillento del estante. Él me leyó las letras y yo las anote. Hubiera sido fácil de no ser por el hecho de que algunas de las runas estaban gastadas y a algunas hasta le faltaban trozos. Teníamos la cantidad de información justa para descifrar que decían. El emperador busco fuerzas en la luna, pero en su lugar encontró la muerte.

    —¿Qué tiene que ver un emperador con el hechicero? —preguntó Luca.

    —No lo sé, pero no creo que esto haya sido una pérdida de tiempo.

    —Espera un momento, ¿No habías encontrado una baraja de tarot?

    —Si, en el gabinete. ¿Por qué?

    Él apunto hacia la mesa con la bola de cristal. —Esos son soportes para cartas. Hemos visto gente usar cartas de tarot un millón de veces. ¿Cuántas de esas veces las cartas se encontraban paradas?

    —Nunca. —Luca tomó una carta específica y me la pasó. La cara era caricaturesca con un perro anaranjado, un zorro amarillo y una langosta roja observando una luna amarilla que tenía una cara y rayos de luz como el sol. La Luna tenia escrito en la parte inferior.

    Luego, me dio una carta con un hombre que vestía una bata roja y una corona. En la parte inferior tenia escrito El Emperador. La siguiente carta era la fuerza, la cual representaba a una mujer acariciando un león. La ultima era la muerte, un esqueleto vistiendo una armadura negra montando un caballo blanco. Las colocamos en los soportes en el mismo orden que mencionaba la frase que habíamos traducido.

    Tan pronto como lo hicimos, la bola de cristal se encendió con una misteriosa luz azul. Letras blancas aparecieron sobre esta.

    ɘɔnɒƨƨiuq ʇo noiƚoq ɘʜT

    —Eso no es un anagrama—dijo Luca.

    —No, las letras están al revés, excepto por la n y la u. Esta espejado. Debería haber un espejo en algún lugar.

    —Hay uno en el cajón—dijo Luca, abriendo el cajón del escritorio y sacando un pequeño espejo de mano.

    —Perfecto. —Lo sostuvo para que pudiéramos leer las palabras reflejadas en el espejo.

    The potion of puissance

    —¿Qué significa puissance? —preguntó Luca.

    —Fuerza.

    —¿Cómo sabes eso?

    —Mientras vos estabas leyendo tus revistas de arquitectura. Yo estaba leyendo un diccionario.

    —¡Arqueología, no arquitectura!

    —Es la misma cosa. Planeas, diseñas y construís cuerpos de dinosaurios…

    —¡Eso es paleontología! —Él interrumpió.

    —…y edificios antiguos—continué. —Estudias arquitectura antigua.

    —Ni los arqueólogos podrán reconstruir tu esqueleto si no te callas y nos sacas de aquí.

    —Hay un libro de pociones. —Lo tomé y me puse a revisarlo. Quien fuera que lo había escrito lo había hecho a mano y había olvidado incluir una tabla de contenidos. La letra también podría haber sido mejor. —Aquí esta.

    Poción de Fuerza

    Obtiene la fuerza para arrancar de la piedra

    Mezclando polvo de hueso de la risa.

    La sangre de un bestia ardiente,

    Y esencia de festín de araña.

    Gotas de agua, perdición de no-muerto, mancha de noche de un océano profundo y ennegrecido.

    La mente de una bestia que carece de velocidad y un toque de algo dulce para darle sabor.

    Tomé una botella vacía del estante. —No hay medidas, así que tendremos que adivinar.

    —Pero estos no son ingredientes de pociones. ¿Dónde está el sándalo y la sangre de murciélago? —preguntó Luca.

    —Miras demasiadas películas. El polvo de hueso de la risa no tiene sentido, el hueso de la risa es el nervio ulnar, no es un hueso.

    —Quizás se refiera al codo.

    Los dos nos pasamos unos minutos revisando los ingredientes.

    —¡Húmero molido! —gritó Luca, poniendo el frasco frente a mi cara como si lo hubiera conjurado él mismo.

    —Perfecto. Ahora, bestia ardiente—dije. —Eso tiene que ser un dragón. —Encontré un vial de sangre de dragón. —Esencia de festín de araña. Las arañas comen bichos y otras arañas.

    —Aquí hay Beetle juice.

    —¿Qué cosa?

    Beetle juice, jugo de escarabajo—repitió él.

    —Una vez más.

    Beetle …cállate. Necesitamos agua. —Él la encontró y la bajo. —Perdición de no-muerto… ¿zombis o vampiros?

    —Vampiros. Aquí hay ajo—dije, adhiriéndolo a nuestra creciente colección.

    —¿Mancha de noche del océano?

    —Creo que nos daremos cuenta en cuanto lo veamos. —Colmillos de serpiente, veneno de araña, sanguijuelas, lágrimas de bebe…

    —Tinta de pulpo.

    —Si.

    —Mente de una bestia que carece de velocidad. Cerebro de babosa o de caracol.

    —O de un americano. Ah, cerebro de perezoso— dijo él, levantando un frasco gordo.

    —Asqueroso.

    —Y algo dulce. Aquí hay chocolate.

    —Asqueroso— repetí. En realidad, no tenía un problema con el chocolate, simplemente no me gustaba tanto como a él. Él felizmente comería chocolate de repostería.

    —No es como si fuésemos a tomarlo—dijo él, volcando un poco de humero molido dentro de la botella.

    —¿Por qué otra razón tendríamos que hacerla? —pregunte, adhiriendo la sangre de dragón y el jugo de escarabajo.

    —No creo que el cerebro de perezoso sea comestible.

    —Tampoco lo es el cerebro de vaca, pero la gente se lo come. —Agregamos el agua, el ajo, la tinta, el cerebro y el chocolate, luego lo mezclamos con un batidor de vidrio. Apestaba. —Creo que eso es todo.

    Lo levante y me tape la nariz, pero él lo tomó de mis manos. —Si uno de nosotros se va a volver más fuerte ese voy a ser yo.

    Se lo tomó todo de golpe

    Luca podía, literalmente, comer cualquier cosa que fuera remotamente comestible. Él podía comerse un Carolina Reaper como si fuera un pimiento verde. Él comería comidas extranjeras que la mayoría de los americanos no tocarían, incluyendo insectos, escamoles de México, shirako y natto de Japón, un balut de las Filipinas y un huevo centenario de China. Cualquier queja que saliera de su boca seria solo para molestarme.

    Inmediatamente le dieron arcadas. —Esa tinta sí que pega a la garganta. ¿Mis dientes están negros? —preguntó, mostrándome sus dientes.

    Sus encías estaban negras, pero decirle eso solo lo distraería. —No, tus dientes están bien.

    Él fue hacia la espada y tiro de ella con todas sus fuerzas. No pasó nada.

    —¡No! —gritó Luca dramáticamente, sus piernas golpeando el suelo.

    —Debemos haber hecho algo mal. —Estudié los ingredientes de nuevo. Algunos de ellos podrían ser intercambiados por otros ingredientes. —Quizás sea el jugo de escarabajo.

    Luca me quito el libro mientras yo buscaba algún otro ingrediente que contuviera bichos. —Espera—dijo él. —Gotas de agua, perdición de no-muerto. Creo que eso es solo un ingrediente, no dos.

    —Agua vendita.

    —Sip.

    —No hay nada aquí.

    Él reviso un par de jarros sin etiqueta y encontró otro pergamino.

    Ningún hechicero está completo sin su varita, amuleto mágico y libro de hechizos.

    —¿Necesitamos una varita y un amuleto? Pensé que necesitábamos la espada—dijo Luca.

    Fui hacia la túnica del hechicero que colgaba cerca de la puerta. —Deberíamos haber revisado esto primero. —Encontré el amuleto en el bolsillo izquierdo y me lo puse.

    —¡Por fin! —dijo Luca. —Nos estamos quedando sin tiempo.

    Buscamos el agua bendita por todos lados.

    —Quizás tengamos que hacer el agua bendita. —Sugirió Luca.

    —¿Te parece que soy un sacerdote?

    Él de todas maneras reviso los pergaminos y el libro de hechizos. Mientras tanto, yo volví mi atención hacia la inscripción en el altar. ¿Inventar luz? Me imaginé que debía ser importante, por lo que dije, —Invertum Illuminates—en voz alta.

    Repentinamente el amuleto comenzó a brillar azul, y eso no fue todo. Un cuadrado azul apareció en la pared al lado del altar, por lo que lo apreté. La piedra cedió. Cuando escuche un suave clic, lo deje ir. La pared falsa de piedra se deslizo hacia abajo, revelando un espacio de treinta por treinta centímetros y una botella de pociones con una etiqueta que la marcaba como agua bendita.

    —¡Maldita sea! Yo quería hacer agua mágicamente. —Se quejó Luca.

    —Cállate y ayúdame a rehacer la poción.

    La hicimos de nuevo, reemplazando el agua regular y el ajo por agua bendita. Ta pronto como la mezclamos, esta comenzó a burbujear y a producir humo. —Eso se ve peligroso.

    —Creo que ese es el punto—dijo Luca. Luego se la tomó con una mueca de asco y se dirigió hacia la espada. Esta vez, él pudo remover la espada fácilmente y grito de alegría.

    —¡Ganamos!

    —Tenemos la espada. Aun necesitamos el hechizo para derrotar al hechicero.

    —No me arruines el momento. Escribirán canciones sobre como saque la espada de la piedra, solo espera. ¿Ahora qué?

    —Tenemos que abrir ese cofre.

    —No tiene agujero para la llave. —Él intentó levantarlo, pero este no se movía.

    Levante el amuleto y lo utilice para revisar las paredes. Cuando eso no hizo nada, lo apunté hacia el cofre. Cada uno de los círculos a su alrededor se iluminaron con un numeral romano que brillaba azul. —Necesitamos cinco de algo.

    —¡Hay cinco de estos! —dijo Luca, corriendo hacia los artefactos detrás de la espada. Apunté el amuleto hacia ellos mientras que Luca levantaba el cáliz. Por supuesto, el circulo en el que había estado se ilumino revelando un numero romano. Tomamos los artefactos y los llevamos hacia el cofre poniéndolos en el orden correcto. Tan pronto como lo hicimos, se oyó un suave clic dentro del cofre. Luca lo abrió. En una cama de terciopelo rojo había una larga y simple varita de palisandro.

    La tomé. —Ahora necesitamos el hechizo para derrotar al hechicero. Apuesto a que está en el altar.

    Luca tomo la varita de mis manos y la apunto hacia el altar. —¡Ábrete sésamo!

    —¡Ese no es un hechizo real! —dije, tomando la varita de nuevo y poniéndola sobre la mesa.

    —Ah, claro.

    Me dirigí hacia el altar y estudié la boca del dragón, la cual estaba a penas abierta. Metí mi dedo adentro y sentí una suave hendidura. La espada es la llave. —Mete la espada ahí dentro.

    —Acabo de obtenerla.

    —Hazlo.

    Él se resopló. —Está bien, pero no voy a beberme otra poción para sacarla de ahí. —La hoja de la espada se deslizo fácilmente hasta la empuñadura. Intente abrir la tapa, pero no cedía. Entonces Luca giro la empuñadura y la cabeza del dragón rotó. Un metal pesado se movió dentro. Intente la tapa de nuevo, y esta abrió. En otra cama de terciopelo rojo había un pergamino, sellado con una cinta azul zafiro. Luca la desató y lo desenrollo.

    Darsar solphet bien brita of zacam gmicalzo.

    —¿No tenemos que descifrar eso verdad?

    —No, creo que debemos decirlo. —Levanté la varita y dije la frase.

    No pasó nada.

    —Ahora sí que se nos acaba el tiempo. Hicimos todo esto juntos, quizás debamos decirlo juntos—sugirió Luca. Tomó la varita y el pergamino. Yo tomé el libro y levanté el amuleto. Solo para asegurarme de que no nos faltaba nada, apunte el amuleto hacia el pergamino, pero no había nada escondido en él. Juntos, recitamos el hechizo. Un momento pasó mientras conteníamos nuestro aliento.

    Entonces la puerta se abrió.

    Cuando el hechicero no se lanzó dentro de la habitación, nosotros salimos hacia la sala de espera. Tenía unas paredes modernas blancas, alfombra gris y dos sillones de cuero alrededor de una mesa de café de vidrio. Hacia mi derecha había un pasillo, a mi izquierda un gran televisor y al otro lado de la habitación frente a mí un elegante escritorio de recepción de metal.

    Jamie, un especialista en psicología, saltó de su lugar sentado en uno de los sillones, donde él y sus amigos nos había estado viendo en la televisión. Todo ellos temblaban por la excitación. —¿Y? ¿Cómo fue? —preguntó Jamie.

    —El decorado era hermoso—dijo Luca.

    —¡Terminaron con quince minutos de sobra! —protestó Corrine, la hermana de Jamie.

    —Hemos hecho docenas de habitaciones de escape—dije yo. —Conocemos todos los trucos usuales, como revisar debajo de las mesas.

    —Así es—dijo Luca. —Somos hechiceros con mucha experiencia.

    —Resolvedores de acertijos. —Le corregí yo. —Este fue único y lo disfrute mucho.

    —¿Qué demonios me bebí? —preguntó Luca, aun no dispuesto a darles el elogio que ellos esperaban.

    —Era todo comestible—prometió Jamie.

    —La bola de cristal fue un lindo toque—dije.

    —Ah, sí, grabado con láser. ¿Cuál es tu crítica?

    Luca y yo habíamos hecho cada habitación de escape en la ciudad, así que cuando nuestros amigos dijeron que querían abrir uno nuevo, nosotros accedimos a dejar que lo prueben con nosotros. Él había estado intentando hacer algo diferente y en esa área había tenido éxito. Era el lugar perfecto para tener un cumpleaños genial.

    Luego, Jamie nos invitó a tomar unos tragos para celebrar mi cumpleaños número veinte cuatro, pero yo decliné la oferta, con la excusa de que debía terminar un trabajo para la facultad. Ya que era domingo a la noche, él no insistió. Aunque, la verdad, era que quería llegar a casa y ponerme a jugar Oblivion. Había terminado mi trabajo con dos meses de anticipación.

    Yo estaba estudiando Literatura Inglesa, y mientras que esta no venía con muchos prospectos, yo lo disfrutaba. Cuando la gente se enteraba de cual era mi título, generalmente asumían que iba a ser un profesor de inglés, un editor o un publicista. Lo que yo en realidad quería hacer era ser un autor, particularmente de ficción criminalística. No era la muerte o el horror lo que me interesaba, sino el motivo.

    Me detuve antes que Luca y observé nuestra calle hacia nuestro departamento. Un momento después, él se dio cuenta de que no estaba con él y se giró. —¿Qué pasa?

    —vayamos por este lado—dije, apuntando hacia el callejón oscuro a mi derecha. —Quiero pasar por mi cafetería habitual.

    —Son las diez y media de la noche.

    —Están abiertos.

    —Tenés una adicción. Vas a llevar al estado completo a una escases de café. Ese callejón da miedo.

    —Hasta yo puedo ver que no hay nadie ahí.

    —¿Querés ir por un callejón oscuro en medio de una noche con luna llena? ¡Vamos a terminar muertos!

    —Ya no somos chicos y la luna no está completamente llena. Además, tardaríamos veinte minutos más rodeándolo.

    —¡Ese callejón no conduce a casa! ¡Tenemos café en casa!

    —No, no tenemos.

    —Compre una caja ayer.

    —Ya lo sé.

    —Vamos a morir—dijo en forma de queja.

    —No va a pasar nada.

    —¡Algo va a pasar que hará que no lleguemos al otro lado del callejón!

    —Esto no es una película.

    —5 dólares.

    —Hecho. Si llegamos vivos al otro lado vos podés pagar. ¡Ahora vamos quiero mi maldito café!

    Él se resoplo dramáticamente. —¿Por qué no puede haber una cafetería cerca de casa?

    —Porque estaríamos arruinados.

    —Necesitamos un auto.

    —Ya hablamos sobre eso. No podemos hacernos cargo de un auto. Tenemos que alimentarlo con gasolina, cambiarle el aceite, parchear sus neumáticos, encontrarle una cama segura para la noche, tener seguro y llevarlo al mecánico. —Ya que nuestro departamento estaba en frente a la universidad y a una cuadra de la librería donde trabajábamos, un auto solo causaría más problemas.

    —El problema es que tu no crees que yo pueda conducir.

    —Y vos estás haciendo tiempo.

    Tomamos dos pasos hacia el callejón antes de que Luca se helara. —¡Mierda! —Sacó una pata de conejo gris de su bolsillo. —Me lleve esto por accidente. Vuelvo enseguida. —Corrió hacia el negocio, dejándome solo en la boca del callejón.

    Sabía que debería haber dejado que Luca se saliera con la suya. Cosas extrañas y peligrosas pasan a mi alrededor todo el tiempo. Debería haber sido yo el que temía entrara a un callejón oscuro, pero sabía que, si alguien se metía conmigo, ellos serían quienes lo lamentarían. Yo estaba maldito.

    Desde que tenía cinco años, cosas pasaban cuando me enojaba. Yo me sobrecalentaba, esa era la única advertencia que tenía para que me calme antes de que las cosas empeoraran. Objetos explotaban, cosas electrónicas se freirían y la persona a la que iba dirigida mi ira se enfermaría. Mis padres nunca lo tomaron en serio, diciendo que lo que yo hacía era afectar el aura en la habitación. Lo hacían sonar como si fuera un superhéroe en vez de un fenómeno o en vez de llamar a un sacerdote como algunos de sus amigos les sugerían.

    Entonces, cuando yo tenía diez, la maldición empezó a afectar a personas a las que yo les tenia afecto. Mi novia, mis amigos, mis padres y Luca fueron los que más sufrieron. Amigos de la familia y parientes se fueron rápido de nuestras vidas después de que un incendio mató a los padres de mi madre. Luca sufrió de numerosos huesos rotos, tobillos torcidos y cortes por los extraños incidentes. A veces, eran cosas como agua apareciendo de repente en el piso sin ninguna explicación. Otras, era mucho más serio, como un incendio causado por una conexión eléctrica que comenzó una vez al lado de su cama. Una vez él recibió un disparo en un brazo del arma de un policía que se había disparado de la nada.

    A diferencia de mis amigos, Luca nunca consideró dejarme. Aunque Luca creía en la maldición, él insistía que yo lo protegía más seguido del peligro de que lo causaba. Eso, podía creerlo. Él tenía la capacidad de hacer reír a las personas aun cuando no querían, pero confiaba muy fácilmente y no cuidaba de sí mismo como debería.

    El viento cobró fuerzas y relámpagos comenzaron a resonar. En el mismo instante que la luz lleno el cielo, un objeto rojo brilló misteriosamente en el callejón, cerca del otro extremo. Una extraña tensión lleno el aire, como si me estuvieran observando.

    Alguien tomó mi hombro y yo salte medio metro en el aire. —Me parece que no deberías tomar más café—dijo Luca. —Cuando el caníbal corte nuestras gargantas, tu solo vas a sangrar café.

    —Morboso.

    —Hablando de eso…antes de morir. Quería darte tu regalo de cumpleaños. —Sacó una larga y delgada caja negra, la cual estaba atada con un grueso moño plateado.

    —Sera mejor que no sea lo mismo que me regalaste el año pasado.

    —No, no. Aprendí mi lección.

    Quite el moño plateado, medio esperando encontrar un montón de bichos muertos. En vez de eso, encontré una elegante pluma negra y dorada.

    —¿No va a darme una descarga eléctrica si intento usarla verdad?

    —No. Es un regalo en serio. —No había humor en su expresión. De hecho, se veía preocupado, como si pensara que no me gustaba. Él comenzó a caminar hacia el callejón y yo lo seguí.

    Habíamos entrado en el hábito de darnos entre nosotros regalos en broma, algunos de los cuales resultaban en heridas. No recordaba haber recibido nunca un regalo en serio de él. Levante la pluma con cautela y le quite la tapa. No salto nada de adentro. —Gracias. Me gusta mucho. —No era muy claro en la oscuridad, pero una linda pluma era una linda pluma. La luz de la luna era suficiente para no tropezar con nada y para ver la cara de Luca.

    Él sonrió, visiblemente aliviado. —Sé que preferís escribir las notas de tus libros en papel y después transferirlas a la computadora, así que pensé que quizá querrías una pluma de autor real para cuando estés en público o firmando libros para tus admiradores.

    —Tengo que tener algo publicado antes de poder tener admiradores.

    —Eso es solo cuestión de que te animes a exponerte. Estoy seguro que serias un éxito en cuestión de días, así que…—Él dejo de hablar repentinamente y tomó mi brazo para detenerme. —¿Qué es eso? —Estaba apuntando al suelo, donde un diseño había sido pintado en rojo en el pavimento.

    Parecía un circulo de invocación de alguna película, completo con un pentagrama en el centro y símbolos mágicos alrededor. —Es algo que quedo de Halloween. —Caminé sobre él, a pesar de que Luca intentaba retenerme. —¿Ves? Es completamente seguro.

    —Si me muero, juro que voy a volver como un fantasma o un zombi y me voy a vengar. No estoy seguro de que voy a hacer, pero se me va a ocurrir algo horrible. —Con eso, él puso un pie dentro del círculo.

    No pasó nada.

    —¿Ves? Estamos bien. Es solo grafiti. —Hicimos otros cinco pasos. Y un instante antes de que saliera del círculo, las líneas comenzaron a brillar de un rojo brillante. —Oh, mierda. —Y el mundo se oscureció.

    Capítulo 2

    Luca y yo estábamos en medio de una ciudad que era muy diferente a las de nuestra tierra natal. Nos encontrábamos en una congestionada calle de adoquín. Mucha gente estaba

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