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La escapada de un Hero: Atado al Placer
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La escapada de un Hero: Atado al Placer
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La escapada de un Hero: Atado al Placer

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La Escapada de un Hero ~ Un Vínculo de Placer by Jan Springer.

La reina Jacey siempre había fantaseado con acostarse con un hombre. Pero tomar uno para su placer estaba estrictamente prohibido. Es decir, hasta que un extraño de otro planeta, atractivo y bien dotado, la obliga a superar su entranamiento y sus creencias. 

Estar cautivo y forzado a tomar a una preciosa Reina no era exactamente lo que Ben Hero esperaba cuando accedió a explorar el recientemente planeta descubierto por la NASA.

Escapar deberia ser su prioridad número uno, pero hacerle el amor de manera sensual a Jacey era en todo lo que podía pensar. 

Cuando él descubre que ella tambien estaba siendo retenida en contra de su voluntad, el instinto protector de Ben surgió a lo grande.

De repente, estaban prófugos, extremadamente excitados y ¡envueltos uno en brazos del otro cada vez que tenian la oportunidad!

LanguageEspañol
Release dateAug 22, 2018
ISBN9781547537891
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    La escapada de un Hero - Jan Springer

    Capítulo Uno

    En el planeta Paraíso...

    La frustración atravesaba a gritos a la reina Jacey haciéndola tirar con fuerza de las ataduras de seda que aseguraban sus brazos estirados hacia arriba y sus piernas separadas.

    Nada se movía.

    Bien podría relajarse. No tenía sentido gastar su energía. Las necesitaría cuando llegara el momento de resistir cualquier forma de tortura que sus enemigos, Los Criadores, tenían planeado para ella.

    Un dejo de ansiedad le recorrió la espalda cuando escuchó unos pasos.

    Eran dos tipos de pasos.

    Muy bien, dos contra uno, lo podría manejar. Después de todo era una Reina, entrenada para resistir la tortura. Tragando el nudo de miedo que tenía en la garganta, se agarró de sus restricciones y mantuvo los ojos pegados a la puerta del pequeño compartimento al que la habían llevado.

    De repente, la puerta se abrió de par en par y rápidamente empujaron a un hombre dentro. No cualquier hombre, sino uno alto de pelo castaño oscuro. ¡Y estaba totalmente desnudo!

    Unos apasionados ojos marrones rodeados de unas densas pestañas negras brillaron de deseo en el instante en que la vio. Sus deliciosos labios estaban curvados hacia arriba con una sonrisa de admiración que hacía que el aire de Jacey volviera a sus pulmones. Él tenía un elegante rostro masculino, con una nariz recta, una fuerte mandíbula y un mentón cuadrado.

    Tenía un cuello atractivo, hombros anchos y un pecho musculoso, un vientre tenso y...

    Cada terminación nerviosa dentro de ella se encendió mientras deslizaba su mirada hacia sus duros testículos y su enorme pene de veinte centímetros, que la señalaba desde sus piernas fuertes.

    ¡Diosa de la Libertad!

    El hombre se veía tan atractivo que no podía esperar a envolver su boca en su palpitante y gruesa vara o besar sus pezones bronceados.

    Parpadeó en shock. ¿En qué demonios estaba pensando? No podía permitirse ser tomada por un hombre. Tenía que hablar con Los Criadores sobre ello, les tenía que recordar que las Reinas no podían aparearse con machos.

    Era insólito. Escandaloso. Ilegal

    Absolutamente delicioso

    Sus enemigos estaban por darle algo con lo que ella había soñado desde que pudiera recordar.

    ¿Por qué negarme un bocado de mis más profundas fantasías? ¿De mis deseos más oscuros?

    —¡Ve a cogerla, Esclavo! —un guardia femenino se rio a carcajadas desde la puerta abierta.

    El sonido agudo de un látigo chasqueó contra su carne y el hombre se dobló de dolor.

    A Jacey no le pasaron desapercibidas las desagradables marcas rojas del látigo que se asomaban sobre sus enormes hombros y la atravesó un atisbo de simpatía ante el pensamiento de lo que debió haber soportado en manos de Los Criadores, quienes eran famosos por golpear a sus esclavos hasta someterlos.

    Detrás de él, la puerta se cerró de un golpe violento y Jacey saltó contra sus restricciones de seda.

    Sus movimientos lo sacaron de golpe de su trance.

    Los músculos ondeaban en su cuerpo bien formado mientras daba un paso hacia ella.

    Ella tembló, tanto de deseo como de miedo, mientras su mirada, mágicamente, una vez más, iba dirigida hacia su miembro.

    Era el pene más grueso, largo e impresionante que había visto en su vida.

    ¡Y estaba perforado! Qué interesante.

    Nunca antes había visto un pene perforado.

    Un anillo dorado adornaba la abertura de la punta de su pene considerablemente venoso. También había sido favorecido con una impactante barra de metal que perforaba de manera horizontal la gruesa cabeza morada.

    A Jacey le fascinaba la joya, y no podía esperar más para recorrer con sus manos arriba y abajo su impresionante longitud y tocar esas bolas duras como piedra que se balanceaban orgullosamente mientras caminaba.

    Cuando paró a medio metro de su cama y la miró, ella se sorprendió de ver que él ya no estaba mirando entre sus piernas, sino a su cara.

    Y la miraba directamente a los ojos.

    Tenía los ojos más marrones y brillantes que había visto, y la estudiaba como si ella fuera algún tipo de premio increíble que había ganado.

    La excitación rugió dentro de ella como un fuego descontrolado.

    Se preguntó en qué estaría pensando él.

    ¿Le gustaba lo que veía? ¿Le gustaba el hecho de que sus pechos eran más grandes que el de la mayoría de las mujeres? ¿Le gustaba la manera en que los dos piercings en el clítoris estuvieran estratégicamente colocados para excitar visualmente? ¿Se daba cuenta de cómo ella se estaba mojando por él?

    La manera en que su mirada devoraba su cuerpo hacía que se calentara más por él; no podía creer que un hombre la pudiera hacer sentir tan caliente con solo una mirada.

    Y había algo diferente en la mirada ardiente de este hombre, no la miraba como la habían mirado los otros esclavos.

    No aparentaba ser sumiso, asustado o tímido.

    Este se veía valiente.

    Muchas emociones giraban alrededor de esas apasionadas profundidades marrones.

    Ira. Odio. Confusión.

    Deseo.

    Las comisuras de sus labios carnosos se levantaron aún más en una sonrisa brillante que hizo que la energía sexual rugiera en lo profundo de su ser. Si no se equivocaba, su sonrisa seductora le aseguraba que su largo pene le daría todo el placer que siempre había anhelado.

    Pero se podía equivocar.

    Los hombres no se podían comunicar. Eran brutos sin educación. Bueno, solo para algunas cosas, que incluían lo que él le estaba por hacer a ella.

    Una sensación de agitación, que le gustaba bastante, flotaba en su estómago ante el pensamiento de que estaba a punto de ser tomada por un hombre magnífico.

    Siempre se había preguntado cómo sería acostarse con uno. Siempre se había preguntado por qué había sido tan estúpida para aceptar el estatus de Reina, que solo le permitía tener sexo con mujeres.

    La impaciencia la animó a susurrar: —Acércate, esclavo.

    Aunque los hombres no eran educados, ella estaba segura de que le habían enseñado el lenguaje esclavo y el significado de acércate.

    Y no estaba equivocada.

    Cuando dio un paso hacia ella y apoyó la rodilla en la cama para mirar de cerca su vagina empapada, el corazón le estalló en el pecho como un ariete.

    ¡Dulce cielo!

    ¡Los ojos cargados de lujuria la devoraban como si ella fuera un festín que él se iba a comer!

    Su aroma masculino le atravesó los pulmones en una ola poderosa.

    Le encantaba como olía.

    Bruto. Poderoso. Peligroso. Embriagante.

    Se preguntaba de dónde habían sacado a este hombre y si había más como él. 

    Él se inclinó hacia ella y sus calientes dedos masculinos rozaron la curva externa de sus pechos. Unos dedos calientes se hundieron dentro de los aros de sus pezones, tirando de ellos hasta que dolieron y presionaron firmemente sus delicados pechos haciendo que rápidamente el placer sensual cobrara vida.

    En ese momento él paró.

    Ella se retorció salvajemente contra las ataduras mientras las manos masculinas se deslizaban hacia arriba por la cara interna de sus muslos dejando un rastro abrasador de necesidad. Luego de un momento, un calloso pulgar masajeó su delicado clítoris, haciendo que la sangre latiera en sus venas y un placer ardiente golpeara su vagina.

    El candente pulgar se deslizó eróticamente contra el manojo de nervios sensibles hasta que su respiración se hizo rasposa y un placer salvaje, que ella nunca había conocido, se incrementó  profundamente dentro de ella a la velocidad de la luz.

    Estas sensaciones hermosas aumentaron y no podía parar los gemidos de excitación que escapaban de su boca. Antes de que llegara al clímax, su pulgar invasor paró.

    Jacey abrió los ojos frustrada.

    El hombre le sonrió con malicia. Su mirada ardiente brillaba oscura con un deseo salvaje y una promesa sexual. Su mirada se posó en su boca y ella casi podía sentir como él le acariciaba sus labios.

    Ella se sacudió cuando uno, luego dos gruesos dedos calientes se deslizaron dentro de su vagina.

    Los sonidos de succión aumentaban en su vagina mientras los dedos sensuales se movían dentro y fuera en un movimiento sensual.

    En un segundo, un infierno se apoderó de ella, haciendo que Jacey cerrara los ojos y gimiera descaradamente mientras el placer intenso entre sus piernas gritaba por satisfacción.

    Quería suplicarle, rogarle que satisficiera esa lujuria candente que él había creado mágicamente. Una lujuria que rápidamente se estaba volviendo poderosa y tenía miedo de perder la cabeza en el placer obsceno. 

    Pero no podía decir nada, no le podía dar a Los Criadores la satisfacción de que su esclavo la fuera a reducir a un ardiente  manojo de necesidad.

    ¡Oh Diosa de la Libertad! No debería estar sintiéndose de esta manera, no debería estar gimiendo como una indefensa esclava sexual debajo de su maravilloso tacto. No debería estar anhelando que este hombre penetrara dentro de ella con su pene grueso. ¿Pero no era eso por lo que ella había dejado la seguridad de su aldea en primer lugar?

    Sin previo aviso, los dedos del hombre pararon. Con ojos pesados ella vio como el esclavo una vez más miraba hacia su temblorosa vagina.

    Las profundidades marrones se llenaron de duda.

    En este punto, ella haría cualquier cosa para que el siguiera tocándola con sus manos mágicas.

    —No te tengo miedo, esclavo —lo provocó.

    Algo destello en sus ojos, algo similar al asombro pero no estaba segura y tampoco le importaba en realidad. Solo quería la satisfacción de esta dulce tortura sexual.

    —Tómame, esclavo —le rogó, sin importarle las consecuencias de tener a esa gruesa carne masculina penetrándola y hundiéndose profundamente hasta el propio centro de su ser.

    —Por favor, tómame.

    Los ojos de él se oscurecieron deliciosamente ante sus palabras. Con fascinación estupefacta vio como él bajaba su cuerpo excitado entre sus piernas separadas.

    Podía sentir la longitud caliente de su pesado miembro acomodándose contra la hendidura de su vagina. Para su desilusión él no la penetró. Su pecho duro se aplastó contra sus senos hinchados. El impacto del resto de la carne masculina sobre su cuerpo hizo que las llamas de excitación lamieran cada centímetro donde quiera que él tocara.

    Su aliento cálido acariciaba su cara como una pluma, y en un segundo sus labios calientes aprisionaron su boca con dureza.

    Él no perdió tiempo con galanterías mientras mordía duramente el labio inferior hasta que ella se abrió a él. Rápidamente, le metió la lengua chocando con la de ella con tal violencia que unas vibraciones abrasadoras amenazaban con consumirla.

    A través de las sensaciones de confusión que la asaltaban, Jacey se arqueó cuando su miembro hinchado penetraba la entrada de su húmeda vagina.

    El miedo a lo desconocido se formó en su mente. Su cálida boca se hacía cada vez más demandante, haciendo que se disiparan sus miedos crecientes y la llevaran de vuelta a ese mar de necesidad que gritaba en todo su ser.

    Esta era la primera vez en toda su vida que se sentía tan viva. Tan excitada. Tan caliente.

    Unas manos calientes se posaron en sus caderas y la sostuvieron con firmeza en su lugar.

    Se quedó sin aliento cuando su miembro pulsante penetró, lentamente como un pedazo de metal caliente, en su canal resbaladizo. Su grueso pene estiraba sus músculos vaginales hasta proporciones increíbles y su dura carne se frotaba contra los aros de su clítoris de manera maravillosa.

    El material de metal se frotaba eróticamente contra sus paredes vaginales, raspando contra los lugares sensibles que siempre habían anhelado más atención después que sus amantes femeninas  habían terminado de tomarla. Lugares que nunca habían sido satisfechos con un consolador doble.

    Sus manos fuertes la sostuvieron por las caderas y le impedían moverse. Impedían que empujara sus caderas hacia arriba en un esfuerzo para aceptar su considerable largo de una vez.

    La penetró seis centímetros, tal vez siete y en lugar de hundir su miembro como ella ansiaba que él hiciera, el hombre sacó lentamente su grueso pene y le sonrió con malicia.

    ¿Qué hacía? ¿Por qué paraba?

    ¿No se daba cuenta que lo deseaba? ¿Acaso no sabía que lo deseaba tanto que estaba preparada a rogarle de nuevo?

    —Desde luego, por favor, continúa —susurró Jacey.

    Capítulo Dos

    Ese era todo el incentivo que el hombre necesitaba.

    Jacey gritó de satisfacción cuando su pesado miembro se deslizó de nuevo en su vagina dolorida.

    Seis centímetros. Siete centímetros.

    La joya que adornaba su vara se frotaba deliciosamente en su interior mientras el continuaba llenándola. El suave metal masajeaba su dolor y la hacía ansiar más de la longitud.

    Él le besó la columna del cuello mientras se deslizaba más profundo. Coqueteó con los bordes de su boca con labios impacientes, mientras su dureza la llenaba como nunca antes lo había estado.

    —Más rápido, esclavo. Más rápido —siseó con desesperación, quería a su pasión ardiente en lo profundo de ella.

    Él no la escuchó. La irritaba su desinterés a obedecer sus órdenes. La hacía querer levantar sus caderas contra su agarre de acero.

    Pero no se podía mover. No podía conseguir satisfacción inmediata.

    Estaba indefensa debajo de él mientras se deslizaba hasta lo profundo de su ser. Estaba indefensa y totalmente bajo su control.

    Un escalofrío de miedo le recorrió la columna ante la idea de estar a su merced, que rápidamente desapareció cuando sus labios calientes se cerraron sobre su boca.

    Llamaradas de lujuria la devoraban mientras sus caderas se fusionaban con las de ella. Saboreó el calor, el deseo y la excitación masculina. Su pesada vara continuaba penetrando en sus profundidades. Era tan grande dentro de ella que el dolor y el placer se entremezclaban a su paso. El miedo y la alegría peleaban entre ellos.

    En segundos, sus músculos vaginales se estiraron para acomodar su largo y ancho. Su monstruoso pene penetró en lo profundo del centro de la mujer. Ella tiró la cabeza hacia atrás gritando en su húmeda boca mientras un orgasmo como ningún

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