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El Reino Indígena 2:: Nueva Generación
El Reino Indígena 2:: Nueva Generación
El Reino Indígena 2:: Nueva Generación
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El Reino Indígena 2:: Nueva Generación

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About this ebook

Reoni avizora ponderadamente la escena mostrada en la pantalla sin reacción alguna. Pero, en su interior, aspiraba miedo por su transformación. “Soy…Un monstruo”, pensó. Entonces, interrumpiendo la escena de la pantalla, dijo:
-Está bien, está bien…Si este es el nuevo yo…Todos ustedes tendrán que ajustarse a verlo seguido. ¿Entendido?
LanguageEspañol
PublisherAuthorHouse
Release dateFeb 29, 2012
ISBN9781468547283
El Reino Indígena 2:: Nueva Generación
Author

Isha Bleu

A qué adolescente no le gusta las aventuras, el derecho de luchar por los suyos, (y por él mismo); además de saber del amor, la amistad, y hasta, incluso, el derecho de elegir entre hacer bien o hacer mal. Todo eso escribió la autora, (Isha Bleu), en su libro “EL REINO INDÍGENA 2”, llevando al público de lectores la segunda parte de la saga, en vez de la primera. ¿Qué habrá pasado anteriormente en la historia y como seguirá su futuro? ¡Descúbrelo!

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    El Reino Indígena 2: - Isha Bleu

    Aggressive-Elephant.JPG

    CAP. 1: ÉSTA NUEVA GENERACIÓN:

    La niña se encontraba en la montaña. Estaba en la Tierra de los Dioses de visita. Había hecho un hueco grande en ese gran monte donde había crecido pasto, mucho pasto. Y sucedía que había cambiado por completo éste lugar. Pero era sólo una niña; nunca iba a saber realmente lo que pasó en ese territorio y quiénes estuvieron. Había escuchado historias sobre ellos. Pero nunca lo iba a sentir como sus antepasados lo sintieron.

    Callada en el lugar, dejando que el pelo danzara con el viento, sembraba una pequeña planta conseguida por ella. Ya la estaba enterrando en la tierra, uniéndolos.

    El arbolito tenía apenas unas flores rosadas muy hermosas de aroma. Ella sabía que al plantarla ahí no estaría igual de hermosa que en ése instante. Conocía las plagas de la naturaleza, los altos y bajos climáticos, insectos hambrientos… Pero confiaba en que seguiría con vida cuando regrese. Y le dijo a la planta:

    -Volveré por ti.

    Luego se fue hacia el bosque.

    En la tribu estaban personas de muchos lugares. Todos con sus padres. Ella, sin embargo, parecía sola. Pero no le prestaba importancia.

    Quería estar delante de todo, no detrás. Quería escuchar su gran pasión; ésa que cuando recién fue dictada por el gran jefe, hizo escándalo por toda la tribu. Pero cuando nació, supo que ella iba a ser la elegida. Ahora estaba allí. Justo como debió haber sido.

    Entonces ocurrió: logró estar delante de todo. Ella buscó ubicarse, y al lado de una muchacha de su misma edad fue su destino.

    Entonces aparecieron: los indios más habilidosos de todos; los mejores de los mejores.

    Los padres desesperados comenzaron a gritar. Querían que sus hijos fueran lo que nunca ellos pudieron ser.

    Una madre gritó a la distancia de la multitud:

    -¡¡Apúrense y elijan a la persona!!

    Otro va y responde en ése momento:

    -¡¡No nos dejen con ésta ansiedad!!

    La muchacha mira a las dos personas que estaban a lo lejos y les dice con tranquilidad desde su lugar:

    -Pues esperen. Si tanto quieren que sus hijos entren, esperen.

    Luego, uno de ellos responde:

    -Mi compañera tiene razón. La pobre anciana no puede ser apurada.

    Entre la multitud donde estaba la niña, la chica de al lado le comenta:

    -Esos padres son siempre los que no consiguen que sus hijos ingresen.

    -Tienes razón.

    Ambas se rieron y bromearon entre sí. Se iban conociendo mientras pasaban las horas. Pero el día se fue haciendo viejo y la noche cubrió su juventud hasta estar por completo a oscuras.

    Ya varios padres se habían retirado con sus hijos. Otros habían dejado a éstos dándoles sólo una instrucción: Si no llegas a entrar, te vienes a casa sin hablar con nadie. Y luego se retiraron.

    Ya en eso de las 3:30 de la noche, apareció la vieja. De toda una multitud de millones de padres, quedaban sólo unos 600 chicos en general.

    La anciana de pelo blanco con trenzas, vestida con una falda amarilla y camisa de hilo blanca, se acercó donde ellos y se presentó:

    -Mi nombre es Tuwei. Hace 25 años el gran jefe me reveló ser la anunciadora y me mostró a cada uno de ustedes. Están todos los que se suponen que estén, nomás ni menos. Entonces fue yendo donde estaba cada chico y chica presente.

    Antes, bajó de la gran montaña y comenzó a pasearse por los huecos que encontraba tocando cada jovencito sólo para recordar el rostro que le mostró el gran jefe hace muchos años.

    Comenzó a citar los nombres de los seleccionados:

    -Vilé.

    Luego el muchacho se dirigió a la montaña y la anciana continuó tocando:

    -Minami.

    Luego ésta continuó. La muchacha dio un grito de felicidad.

    Pero la señora cuando escuchó ese grito, pensó en su interior: ¡Hay niña! . . . ¡Qué pena tu destino!.

    Luego prosiguió:

    -Cammiko.

    Ésta se quedó un rato con las manos en la cabeza de la chica. Luego se las sacó y dijo:

    -¡Oh! . . . Ya veo.

    Después tocó al muchacho al lado de ella. Entonces suspiró con dolor y dijo:

    -Xodo.

    Luego prosiguió buscando más hacia adelante. Hasta que tocó a otra chica:

    -Merídia.

    E hizo lo mismo: le dejó las manos por un rato. Luego prosiguió:

    -Vicari.

    Ésta era la chica que estaba al lado de la niña que había sembrado el árbol.

    Pero la chiquilla que había plantado la planta pensaba que no entraba, pues la señora la había salteado. Entonces ella se dirigió corriendo a donde la anciana, gritándole:

    -¡Espere, espere! . . . ¡No me tocó! . . . ¡No me tocó!

    La anciana se da vuelta por donde sus oídos le dirigían, que era lo único que le reaccionaba mejor, y se disculpó con la muchacha. Luego la tocó. Entonces una sonrisa se mostró en sus labios y le dijo:

    -Niña: de ti se hará mucho bien. Elige correctamente tus sentimientos en éste lugar. Te hará más sabia.

    Luego la anciana siguió eligiendo y la chica saltó de felicidad pues al fin su vida iba a cambiar.

    Pero luego escuchó algo muy extraño que dijo la anciana:

    -¡No! . . . ¡No puedes estar entre nosotros!

    Y luego se tiró al suelo a llorar.

    Sabba la ve así y se acerca gritando. Luego la abraza y le pregunta lo que pasaba. Ésta, temblando de miedo, le advierte a ella diciéndole:

    -¡CUIDADO CON ÉL! No es lo que parece ser.

    Sabba, confundida, le dice:

    -Abuela… ¿Cómo vas a decir eso de tu nieto?

    Entonces, la señora comenzó a gemir de dolor diciéndose:

    -¡¡Esto no puede ser!! . . . Mi propio nieto condenado a mal. ¿Por qué justo a él?

    El niño estaba aterrorizado. No entendía por qué su abuela le maldecía. Entonces comenzó a llorar. Su prima va y lo abraza y reprende a su abuela; y le dice:

    -¡Basta con éstas tonterías abuela! . . . Me estás asustando.

    La anciana le contesta agresivamente:

    -¿Asustada? . . . ¿Tú? . . . Ahora que lo defiendes, en el futuro le temerás a él.

    El muchacho le grita a su pariente:

    -¡Basta abuela! . . . ¡No me digas eso!

    Luego la anciana se calma y se pone en pie, y continúa buscando personas. Hasta que al final se acerca a uno de los encargados y le pregunta confundida:

    -Maás… ¿Éstos son todos? . . . Faltan tres más.

    -Tal vez se fueron porque era muy tarde, señora.

    -Pues no importa. Éstas son las personas que están elegidas.

    Luego los encargados fueron llevándose a los chicos que pasarán casi el resto de sus vidas entrenando. Pero antes de irse, la anciana va y agarra a Ditani por el brazo, antes que esta se retirase, y le dice:

    -Escucha niña…

    -¿Cómo sabes que soy yo?

    -Ser ciega no significa que esté muerta o sea fantasma. Sé todo lo que pasa acá.

    -Entiendo.

    -Sólo escucha esto: Vigila a ése muchacho. Sé que lo viste todo. Eso será tu primer encargo.

    -¿Qué ve en mí, señora?

    -Cosas maravillosas. Sólo no pierdas la esperanza.

    Luego la anciana la suelta y se va al bosque.

    Ditani, la que sembró el árbol, confundida, le pregunta:

    -¿Y qué será de usted?

    -¿De mí? . . . ¡Hay niña! . . . Estoy vieja ya. He vivido muchas emociones hoy. Sólo voy a descansar y dormir. Eso es todo lo que haré.

    La señora desaparece entre los grandes árboles y la oscuridad. Pero su canto se escuchaba, porque andaba silbando. Hasta que, en un momento, no se le oyó más.

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    CAP. 2: EL NUEVO HOGAR:

    La caminata fue extensa y cansadora. Vinieron soportando el frío que se asoma entre las cuatro de la mañana hasta las doce del mediodía. Eso daba a entender que se acercaba el otoño y muy pocas veces verían el cielo azul, sino rosado. Casi todo se quedará en gris y el Sol pocas veces tocará tierra. Y será así hasta la tercera semana de primavera.

    Ése cambio había ocurrido reciente. Ditani tenía cinco años cuando vio un día que el cielo se había transformado. Y sólo estuvo esperando que saliera el Sol, o que por lo menos lloviera. Pero nada pasó. No se explica el cambio repentino. Pero la última semana de primavera volvió a salir y tampoco se explicaba el porqué de la situación. Sólo se supo que el clima se evolucionó cuando, en el comienzo del fuerte otoño, volvió a ocurrir lo mismo. Y ya todos conocían el resultado.

    Ditani comenzó a trepar por los árboles junto con Vicari. Ya habían llegado al lugar y cuando se supone que sea hora de descanso, éstas dos se escaparon para poder jugar un rato y recorrer el terreno.

    Vicari le pregunta con curiosidad a Ditani sobre lugar en donde estaban:

    -¿Qué sabes de esto?

    -Sé casi todo.

    -¿Cómo qué?

    -Pues sé que está en el terreno de Yúa, en la Tierra de los Dioses. Hace mucho que está a cargo de Sabba, Maás, Zajarí y Kei. Llevan mucho tiempo.

    -¿Cuándo comenzó todo?

    -Hay muchas versiones. Pero unos dicen que fue dictado por el gran jefe, otros dicen que el gran jefe lo había escondido durante años y otras tonterías más.

    -¿Tonterías?

    -Creo en otras cosas. Igual, no tienen importancia.

    Pero Sabba, de repente, las ve en el árbol y las reprende a las dos por no estar descansando. Luego bajan de éste donde y se van donde la encargada las llevaba. Eran cabañas. No era como les habían contado, que dormirían en toldos. Así que supieron que era una total falsedad la versión dicha por otros.

    Pero la curiosidad de aclarar ese tema en Ditani era más fuerte y le preguntó a Sabba ese tema de los toldos, o carpas. Y esta, la entrenadora, le explicó:

    -Son para los que tienen más experiencia. Como cuando tengan 14 años en adelante. Igual no se preocupen: les falta mucho por crecer. Recién a los ocho, que es la edad de ambas, aprenderán las dos muchas cosas acá.

    Luego Sabba se las lleva y duermen mucho ese día ya que, así, al siguiente día, estarían lo suficientemente fortalecidas.

    A la noche, los chicos comenzaron a comer. Les habían preparado frutas nutritivas para que tuviesen energía suficiente. Pero en la punta de la mesa se encontraba Lex, triste por lo que su abuela le había dicho. Vilé, un chico de ocho años, de estatura media para su edad y un poco gordito, proveniente de la Tierra de los Nacientes, se estaba burlando de él por lo que había ocurrido en el lugar con su pariente. Le gritaba y le tiraba cosas. Y Lex, ya fastidiado, le dice:

    -¡Deja de molestarme!

    Vilé continuaba la mofa, diciendo:

    -¿Qué vas a hacer nenito del mal?

    Algunos se reían de él. Minami se une a la conversación, entonces, diciendo:

    -No puedo creer que éste flacucho tenga un futuro tan pésimo. Ésta academia no lo ayudará en nada. Total: su vida está en perdición.

    Lex le dice a Vilé y a la muchacha, gritándoles, entonces:

    -¡Cállense los dos! ¡No es cierto!

    Minami le contesta, aún con tono burlón:

    -¡Claro que los es, niño!

    -¡Cállate!

    Entonces, Sabba sale en defensa de su primo mojándoles con agua a los que se burlaban de él. Luego agarra fuertemente a Minami y a Vilé y les dice:

    -¡Escuchen mocosos: si quiero, los expulso! Si quiero, los castigo; o más. Pero aquí nadie se trata mal.

    Lex, viendo su defensa y sintiéndose reducido, dice:

    -No es necesario prima. Puedo cuidarme sólo.

    -¡¿Cuidarte sólo?!

    Entonces Sabba se enoja más aún. Por eso, se pone en pie frente a la mesa y detrás de Lex, y le dice:

    -Creo que algunos no tienen en claro lo que sucede aquí. Éste no es el mundo de afuera, sino el de adentro. Aquí nosotros cuatro somos como sus padres y harán lo que nosotros decimos. No se viene acá a correr y festejar; no se viene a gritarles a otros y tirarles cosas ni nada por el estilo. Acá vienen a trabajar. Tendrán que sembrar, limpiar, cazar, cocinar, entre otras actividades. Además, entrenarán para ser guerreros. No pequeños idiotas, malcriados, hijos de papá y mamá. Ustedes se metieron en esto. Ahora sométanse a las reglas y les irá bien.

    Entonces todo se queda en silencio y Sabba se retira a su mesa. Luego mira a los chicos y les dice sus últimas palabras:

    -Y otra cosa más… Hay horas libres.

    Entonces los chicos suspiraron. Otros se tocaron la frente con el brazo y otros, en cambio, se quedaron quietos sin decir nada.

    Ditani miró al pobre de Lex, sentado en la punta de todo. Miraba su envase con jugo y su mirada se notaba apagada.

    La muchacha se acordó de las palabras Tuwei, cuando le decía aquellas cosas a su nieto y no entendía el porqué. Un chico de apariencia buena… ¿Sería capaz de hacer semejante escándalo y ser tan malo como lo dijo la señora? . . . Ditani no entendía nada.

    Ésa noche eran las 2:30 de la mañana. Tenían que salir a explorar todo. Los chicos ya estaban acostumbrados pues, para ellos, madrugar no era nada. La vida en las cuatro tribus era así: Se acostaban a la tarde y se despertaban a plena noche.

    Hicieron cuatro filas: asignados uno con cierta cantidad de niños y niñas en ellas. Luego, cada uno con su encargado, salieron a recorrer el lugar.

    Ditani y Vicari fueron en distintos grupos. Así que, esta primera, estaba sola. No le importaba si estaba, sólo quería estar delante de todo. Entonces comenzó, disimuladamente, a acercarse para poder estar enfrente, escuchando mejor.

    Cuando lo estaba, Kei hablaba de la cocina y decía que ahí estarían todos, especialmente, haciendo pan y cosas que sean para hornear. Después se dirigieron a los baños y a los lugares de descanso donde podían pasar el rato. Luego fueron al lago, donde se bañarían. Ahí tuvieron que caminar un poco por el bosque. Después les mostraron el lugar donde ellos serían separados cuando cumplan los 14 años. A continuación, les mostraron el salón donde estudiarían, además. Y prosiguieron con otros lugares.

    Para todos, lo más que querían ver era el lugar de entrenamiento, donde pasarían largas horas entrenando. Eran dos canchas: una al aire libre y otra bajo techo. En éste último harían más combates. Pero en el otro, entrenarían pasos nuevos. Una niña preguntó:

    -¿Cuándo comenzamos?

    Kei le dice:

    -Mañana, niña.

    Otra persona, un niño, pregunta:

    -¿Y cuántas horas serán por día?

    -Ocho.

    -¿Por qué tanto?

    -Y pues porque no es un juego, pequeño. Requiere mucho esfuerzo.

    Ditani, emocionada y extasiada por entrenar, dijo decidida:

    -Pues yo lo haré. No me quejaré de nada nunca.

    Kei, viendo su buena autoestima y emoción, dijo:

    -¿Cómo te llamas pequeña?

    -Me llamo Ditani. Soy de la Tierra de los Valles.

    -Vives lejos niña.

    -Sí, lo sé.

    -Pues te digo que yo tendré que ver si cumples tus palabras… A ver si es verdad que no te quejas.

    -Vas a ver que es cierto. Cumplo mis palabras.

    -Hablas en serio niña… Hay que ver.

    -De mí se va a sorprender.

    Kei vio un gran potencial en Ditani. Su mirada se iluminaba fácilmente cada vez que hablaba con ella por ciertas razones. Hace mucho que no veía a alguien con tanto espíritu y amor por lo que va a hacer casi el resto de su vida. Ésta chica dará mucho de qué hablar…, pensó Kei. ¿Qué habrá sido lo que Tuwei vio en su revelación acerca de ella… ?, Seguía pensando. Algo grande debe ser. La observaré de cerca…, concluyó para sí.

    Mientras Kei pensaba tanto en lo que la anciana le declaró a Ditani en su visión, ella y los pequeños iban todos recorriendo un largo camino. Charlaban en susurros entre sí. Algo que era cultural hacer a la noche. Ya eran más o menos eso de las 3:30 de la madrugada y el frío de otoño se comenzaba a sentir.

    Paso tras paso, subiendo y bajando, llegaron a donde todos querían ir: el lugar de entrenamiento. Allí pasarían casi todas las horas entrenando por sí solos y acompañados. Además, el lugar se hacía medio adictivo. Siempre terminaba convirtiéndose en un segundo hogar, en especial la cancha que estaba bajo techo. En cambio, el que era sólo un terreno con césped, no se notaba mucho por la oscuridad. En eso los chicos sufrieron un poco de tristeza. Y Kei, alentándolos, les dijo:

    -No se desanimen. Ya en unas horas amanecerá y se verá mejor.

    Luego los chicos se dirigieron con la muchacha al salón de entrenamiento, que estaba bajo techo.

    Los chicos no entendían nada. Pero ya en el lugar, el grupo de estudiantes estaba entero. Faltaba el de Kei. Entonces, ya cuando se encontraban todos, Maás anuncia lo que seguía en ese momento:

    -Niños, niñas… Creo que es hora de decirles que todos comenzarán a entrenar.

    En ese momento, los chicos saltaron de felicidad. Estaban ya ansiosos por eso. Pero la que no saltó fue Ditani. Se quedaba mirando todo, con una gran sonrisa en sus labios, y en sus ojos eran como luces que se iluminaban de emoción. Ya había terminado la primera fase de su destino. Ahora quedaba recorrer el gran camino hacia la victoria.

    Los encargados organizaron los chicos en cuatro filas de a diez en cada uno. Ditani estaba en la segunda y, como siempre, delante de todo.

    La muchacha prestó siempre atención y le daba dedicación a la vocación. Le gustaba y apasionaba mucho; y eso, cada día, la hacía crecer en fuerza y potencial.

    Poco a poco, Ditani se fue haciendo de las mejores alumnas. Su amor por entrenar y su incomparable esfuerzo se incrementaban cada segundo, minuto, hora, día, semana, mes, año.

    No había, en ninguna parte de la tribu, alguien con su espíritu, ni nunca lo hubo aún con el pasar de los tiempos.

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    CAP. 3: LOS PIRATAS:

    (Catorce años después…)

    El grandote le lanza un puño hacia adelante; Mac intentaba esquivarlo. Pero le pegaron. Cayó al piso y se quedó ahí adolorido. Luego se toca la boca con uno de sus dedos… Tenía sangre. Y se dice, maldiciéndose:

    -¡Yo y mi apostar!

    Luego se pone en pie y, rápidamente, se va.

    Estaba desesperado. Tenía que escapar lo antes posible. Ya había ensuciado mucho el terreno y no estaba dispuesto a pagar los platos rotos. Por eso corría a través de la gente, huyendo de la mafia.

    El Puerto Filandiano había cambiado notoriamente y habían hecho callejones nuevos. Él se dirigió a uno que siempre le era más fácil para escapar del peligro. Nadie sabía lo que pasó esa vez… Por el momento.

    Entonces, después de corridas atravesando callejones y atajos, llegó al hotel. Se dirigió corriendo a recepción, y le dijo al señor que se encontraba en él, que conocía muy bien:

    -¡Kij, Kij, código 1, 2, 3!

    Este, sin sorprenderse, y con la vista fija en sus papeles, le dijo tranquilamente:

    -Por la izquierda señor. Es la primera puerta.

    -Entiendo. Gracias.

    Entonces se dirigió a donde el recepcionista, Kij, le había informado; sólo que la frase, <>, era otro código, que para ellos significaba: <>. Y así procedió: lo tomó y pidió hasta el último piso de todos, que daba al techo.

    Allí se encontraba una pequeña casita, que parecía de un garaje. Entró; y se encontró con que su viejo amigo estaba acostado, leyendo.

    Éste sumergido vorazmente en la lectura, le pregunta:

    -¿Qué porquería hiciste hoy?

    Y Mac, mintiendo, obviamente, le dice:

    -Nada… Sólo estaba con los del bar.

    -¿Y por qué se rumorea tu falta de pago a ellos por la ciudad?

    Mac se quedó sorprendido: ya había corrido velozmente la noticia. Y, entonces, intentando poner excusas, comienza a decir:

    -En cierto modo no es una ciudad, Riv; es un puerto. Nadie lo entiende. Pero una prueba es que en una ciudad las cosas tardan en llegar. No en mi caso, porque en un puerto las noticias llegan más rápido que un auto de carreras. Y esto último… Creo que es mi caso.

    -Tú conoces las cosas amigo. Y por cierto, ¿A dónde iremos ahora?

    -A la casa de mi madre.

    Riv, olvidando el libro y sobresaltándose, le dice, mirándolo:

    -¡¿NO HABLARÁS EN SERIO, MAC?!! . . . Ahí vamos siempre. Ten más inspiración, amigo. ¡Somos piratas, hombre!, no niños de 16 años.

    -No, no, no. El asunto no es así. Mi madre es mi madre, pero ya sabes… El tema del hambre y…

    -La sopa esa se compra en cualquier kiosco.

    -¡¡PERO ES LA SOPA DE MI MADRE, RIVERT!! . . . No tiene condición ni comparación.

    -Ya veo porqué tú no te casas.

    -Sabes algo Riv: soy libre; somos libres, pues eres igual de solterón que yo. No nos cambia nadie.

    -Pero hasta tu madre quiere que te cases. Me dijo que no te quiere ver más en su casa.

    -Eso no es cierto. Madre es madre. Me lo resuelve todo.

    Entonces, de la nada, la madre de Mac sale del baño con cara de enojada, y le dice, con fastidio:

    -Madre es madre. Sí. Pero hijo es hijo, también.

    Mac, sorprendido por la aparición, dice:

    -¡Madre!

    -Sí hijo. Y lo que dice Rivert es cierto: ¡No te quiero más en mi casa!

    -¡Madre! . . . Pero… ¿Por qué?

    -Por el sólo y simple hecho de que he tenido que tapar todos tus huecos y sacar dinero de donde no tengo para ayudarte. Sigo así, Mac, y pierdo todo lo que tengo. Me estás dejando en la ruina.

    El muchacho, sorprendido por la noticia, dice:

    -¿Qué dices madre? ¿Y el oro?

    -El oro está al borde del colapso. Nos cuida hasta cierto momento. Pero ya no sirve más.

    -No entiendo madre.

    -¡Estoy al borde de la quiebra, Mac! Todo el oro lo he gastado pagando tus multas, que cada día aumentan más. No hay mucho que entender. Está muy claro, como el agua.

    Mac se quedó perturbado. No podía creer que no tuviera el apoyo de su madre. No lo quería captar y se rehusaba ante la idea de conformarse con ello.

    Mac, confuso, preocupado y sin saber qué hacer, dijo:

    -¿Y qué hago entonces?

    Rivert interviene en el asunto y le muestra un folleto de una isla. Entonces le dice, como teniendo la solución en sus manos:

    -Mira Mac… La Isla del Volcán: un lugar de vacaciones.

    Mac, como saboreando el nombre de la isla, dice, como imaginándose otras cosas:

    -¡MMMM! . . . Delicioso. No suena tan mal.

    -Claro que no, amigo. Es perfecto; el mundo soñado.

    Pero Mac seguía confundido. Sus problemas con la mafia habían llegado muy lejos. Su madre, además, lo dejaba solo en éste camino, (por lo menos eso pensaba él). No sabía qué hacer y no entendía. Ahora sólo le quedaba esperar y pensar un rato.

    Riv, no veía muy convencido a su amigo. Por eso, se obligó a presionarlo un poco para poder tener el asunto a su favor. Y le dice:

    -Mira Mac, el tema es así: o te atrapa la mafia y te matan, o vives, amigo. Pero no hay tiempo para pensar.

    -Pero no sé qué hacer.

    La madre, fastidiada, dice, como dándose por vencida:

    -¡Hay niño! . . . Eres más inútil de lo que pensaba.

    -Pero madre…

    -¡Cállate! . . . Tengo que pensar algo yo.

    Rivert le dice a la madre de Mac:

    -Señora… Estoy dispuesto a tener en mis órdenes a su hijo. Él no puede, parece, que pensar sólo.

    -Eso está muy bueno Rivert. Te doy permiso. Puedes hacerlo.

    Entonces, viendo que no tenía nada más que hacer, la madre de Mac se retira dejándolo, solo, con su amigo. Y este seguía, o estaba, más molesto por haberle hecho quedar mal frente a su madre. Entonces va y le arroja su almohada como muestra de enojo, y le dice:

    -¡Idiota!

    Rivert, como desinteresado, le dice:

    -Idiota, . . . Sí. Pero uso esto, amigo…

    Y se señala con un dedo la frente, mostrando que siempre pensaba las cosas antes de actuar. Y continúa su frase, diciendo:

    - . . . Siempre lo usé.

    Entonces se deja caer en la cama. Estaba mirando al techo y en su mente pensaba: ¿Cómo podré sobrevivir en la Isla del Volcán?

    Pero Rivert conocía de memoria sus pensamientos, tanto como lo conocía a él, y le contestó con lo que sabía que le animaría, diciendo:

    -Hombre… : no es para tanto. Hay muchas mujeres allá.

    -¿En serio?

    -Y es cosa obvia. Hasta hora no he encontrado país sin mujeres. Es todo lo que te gusta… ¿No?

    Y Mac, poniendo sus manos debajo de su nuca y mirando al techo y, con semblante complacido, le dice a Mac:

    -¡JE, JE! . . . Vamos a la Isla del Volcán.

    Sin dudarlo más, prepararon los vuelos: partirían al día siguiente, al mediodía. Y como estaban siendo buscados por la mafia, se disfrazaría. Uno sería Sir Dominique Le Piurd y el otro, Milón Ishbaal. Esos eran los nombres que se habían puesto y como aquellos barcos no presenciaban de documentación, podían mentir diciendo ser otros y pasar desapercibidos.

    Tenían que armar los caracteres bien: Uno sería un hombre rico del Oeste de Giovould, en Fring; y el otro correspondería a un pescador del Norte de Gabbal, en Fré. Ambos viajarían a destinos diferentes, pero en el mismo navío.

    Ese día, habían reservado un barco llamado La buena Vid. Éste era uno que no era lujoso; nada de mucha importancia para la sociedad y que, sobre todo, no llamaba la atención.

    Luego de terminar el plan, ya era hora de descansar. Tenían los disfraces listos y todo lo necesario para el escape del día siguiente.

    A la noche, en el hotel, Mac se despierta. Había escuchado de una celebración importante y quería estar allí ya que se encontraría a mujeres por doquier y doncellas hermosas. Además, como sería su última noche en el puerto, quería darse un último capricho personal, para alentar más su ego, que lo necesitaría para su desaparición.

    Se levanta, se pone ropa importante y luego se va, serrando la puerta con cuidado para no despertar a Rivert, que yacía en su cama, como muerto, y roncando con grandes voces.

    Sale con precaución a la calle, la que parecían un desierto sin vida, donde sólo estaban perros que comían basura que la gente dejaba. El muchacho se va caminando por la ruta, mientras silbaba una canción que escuchó en un cabaret. Tenía las manos en los bolsillos y andaba de una forma creída, con aire de grandezas. Y aunque intentara ser como los de la sociedad, siempre se creyó uno de ellos y era así, naturalmente. Pero siempre le jugaba en contra. Nunca lo usó para bien. Sólo para seducir mujeres. Pero despertaba la envidia profunda de los varones por siempre tener las mejores doncellas de todas. Por causa de eso, es que ahora la mafia lo busca. Sin embargo, también era su culpa por causa de sus malas pagas y estafas.

    Pero Mac sentía que le faltaba algo: un reloj de oro como los grandes hombres de sociedad. Se miraba su chaqueta como incompleta; o como pensaba él <>. El muchacho haría lo posible por llamar la atención del sexo opuesto, y lo conseguiría.

    Pasaba por una calle, cuando vio en una vidriera un reloj de oro puro, de muy lejana edad.

    Miró el letrero del negocio. Lo leyó:

    -Madame Rush.

    Aquél nombre le resultó familiar. El apellido <>, especialmente.

    Sin embargo, lo importante para él era conseguir el reloj como fuere; y, entrando en el lugar de reliquias, baja una escalera, donde espera en la recepción para ser atendido. Mientras, el silencio lo dominaba todo. Y estuvo de esa manera un rato: callado. Y, como vio que nadie le contestaba, decide tocar él la campanilla que yacía en la recepción. Rápidamente aparece una señora alta, flaca y rubia de unos 46 años. Tenía tacones y vestido verde bosque que le llegaba hasta el suelo y bordado con lacitos negros. Tenía un peinado horriblemente feo y mal hecho. Pero eso mucho a Mac no le interesó.

    La mujer, con una curiosidad interna que tenía que dejar ir, le pregunta al muchacho de vestiduras finas:

    -Dime… Ese atuendo… ¿Es robado?

    Mac se quedó sorprendido por lo dicho. Obviamente no era de él, pero lo tenía que disimular. Por eso, con naturalidad, dijo:

    -No. Es prestado de un amigo.

    -No le creo.

    -¿Y por qué me dice eso?

    -Porque hace unos días, a Madame Rush, le trajeron una queja sobre un traje de calidad robado y quería saber quién fue el malhechor de tal acto. Obviamente, Madame sólo atiende casos particulares y no tan estúpidos, como el de aquél señor. Pero yo pienso, como describió la prenda… Creo que se lo habrá robado usted.

    -Eso no es verdad.

    -Sí lo es. Yo cuando veo algo lo reconozco enseguida.

    -Ya le dije que no es cierto.

    -Sí lo es.

    -No insista, porque usted también roba cosas a los demás.

    -¿Qué dice hombre? . . . Nunca he hecho tal cosa. ¡Barbaries dice usted!

    -Pues vea que las barbaries son de sus labios, doña, porque ése peinado que tiene es imitación de la señora que trabaja en el hotel frente a este negocio. La originalidad es de ella, no de usted. Además… Es pura peluca.

    La mujer se sonrojó. Empezó a tragar fuerte y a mirar por todos lados con su vista igual que los camaleones. Además, sus tartamudeos eran seguidos. No supo qué contestarle.

    Mac sabía que había dado en el blanco ya que conocía a la señora del hotel. Pero, por su bien, le convenía terminar con aquel asunto rápido. Por eso dijo:

    -Sólo quiero el reloj de allí. No me interesa su vestimenta y cortes de pelo.

    -Lo hablaré con Madame Rush.

    Entonces la mujer se va asustada por lo sucedido. Pero, al rato, regresa y, aún avergonzada, le contesta a Mac:

    -Dice Madame que no le puede atender. Está con su marido en asuntos de familia. No es lo que usted piensa. Son problemas… Ya sabe. No le va bien en el matrimonio y…

    Mac, hastiado de que aquella mujer hablara tanto, cortante, le dice:

    -Yo creo que no debería hablar demás… Doña.

    -Oh… Claro. Bueno… Madame dice que tome el reloj y que le pague después. Sabe que tiene problemas con la mafia.

    -No diga eso.

    Entonces Mac le entrega algunas monedas de oro y se las pone en la mesa y, con su seducción habitual, le toma la mano a la recepcionista parlanchina y le dice, con galantería:

    -Dile que se quede con el vuelto.

    Y luego se retira. Mientras, la recepcionista veía cómo Mac se ponía el reloj en su chaqueta, admirándolo, como embobada.

    Y Mac, mientras era observado, se sentía fascinado. Pensaba: Al fin… Con esto, las mujeres me amarán. Luego se retiró con paso rápido, de grandeza, y apurado a la vez.

    Rivert aparece en una cueva. Estaba confundido… Llamaba a su amigo, esperando respuesta. Tenía una pulsera en la muñeca que nunca la había visto en su vida. Pero fuera de eso, comienza a caminar con desconcierto por lo que sus ojos veía. Y de la nada, sin tan siquiera esperarlo, cae por un pozo. Y cuando se supone que quede inconsciente en el piso rocoso, se levantó sólo con algo de dolor. Se paró y se estiró para intentar articular sus dolores en la espalda.

    Le dolía la cabeza: sentía que le explotaba. Sentía que todo a su alrededor le daba vueltas. Estaba mareado, confundido.

    Todo siguió así, hasta que él le habló, llamándolo por su nombre, suavemente, como si fuera voz desconocida que rebota desde los horizontes y se escucha en lo más bajo de la tierra. Pero se oía con claridad. Decía:

    -Rivert… Rivert…

    Y después de eso, su mal se alivió. El pirata sintió que todo se le movía por dentro, como si se le acalambrara su espalda y tuviera como agua en el cerebro… Pero luego… Sanó; se curó.

    Y dijo, entonces, contestando al llamado:

    -¿Qué es… ? . . . Pero… ¿Quién me llamó?

    La voz volvió a hablarle:

    -Rivert…

    -¿Quién me llamó?

    -Mira adelante… Rivert…

    Éste le hace caso a la voz. Pero ésta le pregunta:

    -¿Qué es lo que ves enfrente tuyo, amigo?

    -Una planta… Un arbusto de espinos.

    -Bien. Ahora te cuento, muchacho: Eres alguien que tiene un pasado oculto, muy importante… y yo sólo digo que no hullas de lo verdadero… De lo que sabes.

    -¿Qué dice?

    -Rivert… No escapes de la imagen de tu padre.

    El sueño que tuvo Rivert lo hizo reaccionar de repente. Entonces, por la tensión de la visión, su pecho comenzó a encogerse, apretándose más y más, prohibiéndole de aire. Tuvo que agarrar su respirador y calmar su asma oculta. Era algo que su amigo, Mac, nunca supo; y él mismo sabe que no se le ocurre para nada esa posibilidad. Pero al saber que Mac podría estar en la cama contraria, escuchar su enrevesada respiración, lo hizo darse de un salto y mirar hacia el muchacho.

    Para su bienestar, Mac seguía dormido allí, en la cama. Podía escuchar su ruidosa respiración claramente. Y por su felicidad oculta, se dijo para sí, en un levísimo susurro apenas audible:

    -¡Que rayos! . . . Sigue durmiendo.

    Se limpió la frente. Sudaba. Estaba nervioso. Aquella voz profunda… Como si le hiciera pensar de alguna otra manera… Como si el mundo que ha intentado ocultar aparezca a la luz y que un desconocido se lo diera a conocer.

    Sólo aquellas palabras lo sabían… Las palabras del extraño ser que, al hablar algo, retumbaba su voz, que era cortante y segura.

    Riv intentó rememorar en su mente alguna cosa que le diera pista sobre el paradero de la voz. Entonces, velozmente, recordó, y se dijo en el mismo tono anterior:

    -¡Era aquél arbusto! . . . ¡¿Pero cómo?!

    Estaba turbado… Su mente no pensaba. Era un sueño… Lo sabía. Pero para Rivert era tan real. Sólo con volverlo a recordar se le ponían los pelos de punta. Estaba decidido a contarle a su amigo su visión tan perturbadora. Entonces llama a Mac. Pero éste no le contesta. Luego lo vuelve a llamar, otra vez. Pero nada.

    Rivert dudó entonces, y dijo con el mismo tono:

    -Qué raro…

    Mac era de los de contestar cuando lo llamaban. Sin embargo, esta vez no lo había hecho.

    Entonces se le pasó lo peor por la cabeza y el hecho de que su amigo no estuviera en la cama, sino en alguna fiesta cualquiera. Por eso decide prender la luz. Cuando lo hace, se acerca llamando a su amigo, que obviamente no iba a reaccionar. Entonces decide destapar para ver quién estaba debajo de las sábanas… Y le grita:

    -¡Mac!

    El muchacho estaba allí; se comenzó a retorcer en su cama y le vocifera ruidosamente a su compañero, enojadamente:

    -¡PÚDRETE RIV! . . . Nunca dejas dormir a alguien por la noche.

    -Es que tuve un sueño Mac…

    -El de la cueva me lo sé Riv. Ya hace dos semanas lo vienes contando.

    Se sorprendió al saberlo. Había olvidado que no era la primera vez que tenía aquella visión. Entonces decide acostarse en su cama. Pero su amigo le habla, diciendo:

    -Creo que estás loco, Riv. Pienso que tienes un trauma grande para andar soñando lo mismo todas las noches.

    -Puede ser…

    -Cuando lleguemos a la Isla del Volcán te buscas un sicólogo, te mejoras y te gozas allá, viejo.

    -Creo que eso haré.

    -Creo nada… Lo harás. Ya como que me harta que estés con el estúpido sueño todas las malditas noches.

    -¿Qué dices Mac? . . . ¿Te hice enojar tanto?

    -No es eso, Riv. No he tenido buen día, esta noche.

    ¿<> ¿Cómo puede ser de día, si está de noche… ?, pensó Rivert, al escuchar la frase de Mac. En fin… Él se entenderá., concluyó para sí, y le contestó:

    -¡OH! . . . Pues descansa. Mañana al mediodía partimos.

    -Claro… Señor Ishbaal.

    -¡Cállate Piurd!

    Y así durmieron hasta el otro día.

    Se despertaron a la mañana siguiente. Eran las nueve. Tenían que desayunar y preparar los disfraces para la expectante y esperada huida.

    Una mucama, llamada Pamela, casi como si fuera hermana de ambos chicos, subió como todas las mañanas para llevarles la comida. Entonces, cuando ya está en el techo del hotel, toca la puerta. Cuando éstos les dan permiso para pasar, entra, y les dice:

    -Hola muchachos. ¿Qué tal la noche?

    Rivert contesta, antes que Mac, diciendo:

    -Bien por mí.

    Mac habla, seguido, pero como pensando en alguna cosa a la vez, que había recordado, diciendo:

    -Complicado… En mí caso.

    -¿Qué dices Mac?

    -No, no… Pensando.

    Aunque a Pamela no se le ocurrió sospechar, a Rivert sí: sentía que Mac le ocultaba algo y no era tan bueno como se lo esperaba.

    Mientras comían y charlaban los tres, Pamela le dice una noticia importante:

    -Quiero contarles que… Me voy a casar.

    Rivert, sorprendido y feliz por la noticia, dice:

    -¡En serio! . . . ¿Y quién es el hombre afortunado?

    -Es Morgan Madison.

    Más sorprendido, dice aún:

    -¡¿El campesino que vive en Fránjese?!

    Mac, orgulloso y sorprendido, aunque menos que Rivert, dice:

    -Me sorprendo Pan… Te sacaste la lotería. Se nota que no te buscaste un cualquiera.

    -Pero chicos… Saben cómo soy.

    Rivert, entonces, pregunta:

    -¿Y cuándo es la boda Pamela?

    -Mañana. Hace dos meses lo venimos planeando.

    Más sorprendido aún, vuelve a preguntar, diciendo:

    -¿Y nadie nos dijo nada?

    -No. Por eso les vengo a avisar.

    -Pero… Es que…

    Rivert y Mac estaban turbados y nerviosos. Obviamente no podrán estar en la boda de su mejor amiga, casi como hermana, por causa de las metidas de pata de uno de ellos. Ambos sabían que si le contaban a Pamela, iba a ser catastrófico para ella. Pero alguien se lo tenía que explicar; así que Rivert se ofrece:

    -Pamela… Hay una situación.

    -¿Qué sucede? ¿No están felices?

    -¡No, no! . . . No pienses así. No sabes cuánto queríamos que te casaras…

    -Y ya era la hora.

    -¡Cállate Mac!

    -Perdón, perdón.

    -Y decíamos que… Es algo un poco complicado porque… Eh… Eh… Ni siquiera sé cómo decírtelo…

    -¿De qué hablan muchachos?

    -Es que…

    -¡Bueno ya, Rivert! . . . Yo se lo digo.

    -Pero Mac… Tu…

    -¡Cállate!

    -Chicos… No comprendo. Ya me asustan.

    -¡Es que no podremos estar en tu boda mañana!

    -¡¿Qué?!

    -No podremos ir… Pam.

    -Pero… ¿Por qué? . . . Ustedes eran los que me decían que me debía casar… Y… Mac: tú me ayudaste a que Morgan se enamorara de mí. ¿Cómo es que no vienes? . . . Ni tú, Rivert… ¿Por qué esto?

    -Bueno Pam… No es algo que decidimos nosotros. Es que el tema es muy complicado.

    -Pamela… La mafia busca a Mac para matarlo y si no escapamos hoy… Se muere.

    -¡¿Qué?! . . . ¿Por qué?

    -Porque el condenado acá le debe dinero a todo el mundo.

    -Pero Jane, Rivert… ¿No lo puede ayudar? Es su hijo.

    -Está harta de tantos pagos por las múltiples multas que este idiota le hace pagar. Así que dijo que buscáramos otra forma de hacer que no muera.

    -¿Y qué van hacer para escapar?

    Mac, soñador, dice:

    -Nos iremos a la Isla del Volcán. Allí la pasaremos genial.

    -¿Y qué hago yo?

    Rivert se acerca a ella, le pone una mano sobre el hombro, y le dice:

    -¿Tú? . . . Pues disfruta tu matrimonio.

    Mac, como burlón, le dice:

    -Claro… Haz eso. Es lo único que te queda por hacer.

    Entonces, Pamela quebró en llanto los abrazó a ambos muchachos. Eran como sus hermanos y nunca los iba a olvidar. Se conocían desde que ella tenía 13, cuando sus padres compraron el hotel. Ellos tenían la misma edad y jugaban y hacían tantas imbecilidades, pero siempre con humor. Eran un lío los tres juntos: siempre tenían algo que hacer para divertirse. Casi siempre formaban un caos y los mayores responsables de cada desastre eran mayormente Mac y ella. Rivert era como el que zafaba de todas, la mayor parte de las veces.

    Allí abrazados, Pamela les dice:

    -Los aprecio tanto, muchachos. Nunca los olvidaré. Son mis hermanitos.

    Riv, que intentaba contener el llanto, dice:

    -Nosotros también te queremos Pam.

    Y Mac, sin casi poder hablar, se limita a dice:

    -Sí.

    Rivert, entonces, dice:

    -Siempre serás nuestra hermanita.

    Y Mac concreta diciendo, nuevamente:

    -Sí.

    Entonces Pamela deja de llorar, recoge la bandeja con platos y vasos, y se retira de la habitación de ellos.

    Mac y Rivert suspiraron con tono de dolor y quedaron en silencio. Luego Rivert, enojado, le dice a su amigo:

    -¿Ves lo que hiciste con todas tus metidas de pata Mac? . . . Ahora no podremos ver ni siquiera la boda de Pamela.

    Pero éste no tenía ganas de discutir. Sabía que por sus errores había dañado demasiado y que su vida estaba en un hilo que, en cualquier momento, se desharía. Por eso, no tenía ánimos de pelearse; y le responde a su amigo con tono de cansado:

    -Mira Riv… Lo que hice, hecho está. No se puede volver atrás. Sólo continuemos y pasemos a los disfraces.

    Rivert entendió el mensaje, que claro estaba. Él tampoco deseaba más peleas por ese día. Comprendía el dolor de su amigo y que sufría tanto como él… O hasta más. Así que lo dejó todo como estaba y prosiguieron a los disfraces.

    Mientras se vestían, alguien tocó, en un momento, a la puerta. Pero cuando iban a preguntar quién era, la persona ingresa sin esperar respuestas.

    El que había tocado había sido Kij, y estaba exaltado y nervioso, sin contar lo asustado que se encontraba. Y les decía simultáneamente:

    -¡¡Muchachos!! . . . La mafia está acá. Tienen que huir deprisa.

    Rivert, sin poderlo creer, contesta rápidamente:

    -¿Qué dices?

    -No hay tiempo de explicar. Tienen que escapar… ¡Pero ya!

    Entonces se les ocurre saltar por el muro que estaba al lado de donde vivían y bajar por la pequeña escalera.

    Mac se había puesto el bigote del disfraz ya en tierra. Rivert también estaba disfrazado. Ambos eran irreconocibles.

    Huyeron avivadamente, mientras que llevaban sus cosas en a mano. Tenían que llegar al barco fuere como fuere; y, hasta el momento, todo marchaba tal cual y parecía que sus destinos iban a ser marcados, pero para bien.

    Sin embargo, de la nada, los hombres de la mafia los reconocieron enseguida ya que, de antemano y misteriosamente, sabían sus planes y las maneras en cómo iban a proceder en la escapatoria. Por eso, Mac y Rivert corrieron de prisa y se subieron al primer barco que encontraron.

    Éste ya partía.

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    CAP. 4: TEMAS DE SUPERVIVENCIA:

    En el interior del navío, Mac le dice a su amigo, con la adrenalina aún fluyente en su cuerpo:

    -¡MALDICIÓN! . . . Estuvo cerca.

    Rivert, aliviado, y aún con el éxtasis de la corrida, le dice:

    -Casi nos atrapan amigo.

    Mac, glorioso sin embargo, dice:

    -Pero somos los mejores.

    Aunque, en ese preciso instante, se dieron cuenta del error que habían cometido… Uno que les sería difícil revertir y que les costaría muchas cosas.

    Una mujer, de rostro conocido para Mac, se les había aparecido de frente, diciéndoles:

    -Creo que cometieron un terrible error… Señores.

    Mac la mira desde donde estaba, (tirado en el piso). Ya la había reconocido, y en un susurro casi nulo, dice:

    -¡Rayos!

    Rivert, en confusión, y aterrado por el barco en que se encontraba y con la gente que había en ella, se animó a hablar, diciendo en un tono, no de lo más agradable:

    -¡¿Pero qué es esto?! . . . ¿Qué hacen éstos negros aquí?

    La mujer, con tranquilidad, como si no hubiese sido la primera vez que le hubiesen dicho tal frase, le contesta a Rivert con apaciguamiento y seguridad:

    -Tú tampoco eres tan blanquito, pequeño. Limítate a hablar.

    Rivert obedeció al mandato. Estaba en territorio desconocido. Claramente no le convenía hablar. Había sido una semejante estupidez el comentario.

    La mujer prosiguió en su charla, como examinándolos a ambos, diciendo:

    -Tú te ves de mejor sentido de humor.

    Mac, viendo el tono de interés de la mujer hacia él, se atreve a decir:

    -¿Lo dices porque soy lindo?

    La mujer lo patea y le dice:

    -Tonto… No es eso… Quiero saber… ¿Quiénes son?

    Rivert, sabiendo que Mac podía armar un caos en la situación, decide tomar las riendas de la charla, y le dice:

    -Mi nombre es Milón Ishbaal. Y soy de…

    -Eso no interesa. Tú… Hombre… ¿Quién eres?

    -Mi nombre es Dominique LePiurd.

    Sin embargo, para aumentar los males de ambos muchachos, una de las mujeres que estaban en el barco había reconocido perfectamente a ambos señores y conocía sus verdaderas identidades. Por eso, al escuchar que decían una identidad falsa de ellos mismos, los delata ante todos, diciendo:

    -¡Esos no son quien dicen ser! . . . ¡Son Mac Memphis y Rivert Lincoln! . . . Son los mujeriegos del puerto.

    Rivert se sorprende y le dice:

    -¿Qué yo soy qué?

    -Riv… Es que…

    -¿Entonces me involucraste en todos tus problemas por tanto tiempo?

    (Los tripulantes escuchaban la discusión). Mac le contesta:

    -Pero Riv… No entiendes…

    -Entiendo muy claro todo el asunto, Mac… Especialmente que la mafia no sólo te busca a ti… Sino también a mí… Para colmo.

    -No entiendes Riv… Es que…

    -Entiendo claramente… Miserable traidor.

    Los que estaban en el barco se sorprendían de los problemas en que Mac había metido a su amigo y en qué líos los había involucrado a ellos.

    La Capitana luego de escuchar la charla enteramente, se preocupó rotundamente por su tripulación. Sin embargo, había sentido lástima por la situación de Rivert y Mac, (en especial de éste último).

    Ella, entonces, le dice a Mac, pero hablándole a ambos muchachos, en cierto modo:

    -MMM… Eres malo niño. Creo que hay cosas que podemos resolver por ustedes.

    La mujer que los había delatado se alertó inmediatamente por la contestación, y le dice con furia la Capitana:

    -¡¡¿¿Resolver por ellos!!?? . . . Pero Capitana, éstos son unos vándalos, obscenos, malvados; especialmente ése de ahí.

    La muchacha señala a Mac con brusquedad y enojo. Estaba furiosa con él, y no era para poco.

    Capitana, sin embargo, había comenzado a sospechar de la extraña actitud de la señorita desde que Mac y Rivert habían llegado a la tribu. Y su duda crecía.

    Sentía que, desde que cayeron como dos desaforados en su navío, la chica se puso en alerta, además de notarla nerviosa. Por eso, para calmar su duda, le dice a Mac:

    -Dígame muchacho… ¿Qué le hizo a la pobre mujer?

    -¿Yo? . . . Nada… Nada.

    -¿Es eso cierto… Catty?

    -¿Qué? . . . Pues… ¡NO! . . . Éste fue el muchacho que me hizo ilusionar en aquellos tiempos y luego se fue con otra.

    -Hay vamos… No era para tanto Catty.

    Capitana entendió todo claramente. Entonces dice, burlonamente:

    -Pues parece que tenemos un don Juan en la escena… ¡Qué espectacular!

    Mac se sentía humillado en aquella situación. Nunca había sentido tanta vergüenza de sí mismo. No sabía qué decir… Sólo se quedó mirando, cabizbajo, sin mencionar nada.

    Capitana sintió más lástima por el muchacho y se ofreció a ayudarlo a él y a su amigo. Por eso puso a dos hombres a vigilarlos, mientras que con el resto de la tripulación hacía una charla para evaluar con más claridad la situación.

    Mac y Rivert no entendían nada.

    Pero Rivert estaba furioso de su amigo, tanto que deseaba golpearlo en ese mismo momento. Estaba cargado… No aguantaba más. Se notaba que apreciaba a Mac demasiado para no cometer una locura. Pero si no, lo estuviera ahorcando en el momento. De todas maneras, éste le recrimina fuertemente, diciendo:

    -¡Bien hecho estúpido! . . . Estoy involucrado en esto contigo y la mafia nos busca a los dos. Ahora estamos en un barco con negros… (tenían que ser con ellos), y justo está una de las miles de mujeres que han sido abandonadas por ti, que ahora se encuentran están despechadas hasta el alma porque fuiste como su primer amor… ¡TÚ! . . . ¿Entiendes lo que digo? . . . Justamente tú.

    -¡Ya cállate Riv! Tengo un presentimiento de que saldremos bien de esto.

    -¿¡Qué dices?! . . . Estamos muertos Mac… Totalmente ¡Muertos!

    Rivert miraba la situación que ocurría. Las discusiones y gritos que se armaban en el círculo oscuro de personas, que, lo nerviosita aún más. Pensaba en su mente, mientras oía el griterío de Rivert en sus oídos: ¿Qué estarán planeando? Y… ¿Qué hará esa a quien llaman Capitana? . . . Es tan hermosa… Creo que ésta será mi próxima víctima… Pero, ¿Por qué siento que la conozco?

    Media hora después, Capitana se acerca a los muchachos. Ella ordenó a sus hombres que los levantasen del suelo, pero éstos lo hicieron solos. Entonces la dueña del navío comenzó a dar su veredicto:

    -Hemos decidido que se quedarán en el barco y los libraremos de la mano de la mafia.

    Algunos no miraban satisfechos. Se les notaba en sus ojos el odio hacia aquellos dos. Rivert lo sabía y se moría de miedo: observarlos en sus oscuras miradas de frente, su musculatura y gran altura… Le aterrorizaba. En cambio, Mac sólo escuchaba a Capitana, que continuaba hablando:

    -Se quedarán acá con la sola condición de que trabajarán duramente en el lugar. Cocinarán, limpiarán, nos ayudarán con las velas y otras cosas más que se pueden hacer en un barco.

    Rivert, satisfecho por la decisión, aporta sus palabras, diciendo:

    -No hay problema por mí. Sólo que el amiguito acá necesita de su madre en ésos momentos. Nunca ha limpiado en su vida. Pero por lo menos ha manejado velas, barcos y cosas.

    Capitana, interesada, a la misma vez confundida, comenta:

    -¿Qué dices?

    -Somos piratas… Como ustedes.

    Todos en el barco se rieron. Mac estaba avergonzado aún más con los discursos de su amigo. Más, para añadir, estaba metiendo la pata en todas las razones. No le faltaban ganas de pegarse un tiro o arrojarse al mar y que sea el destino que hiciese con él lo que quisiera.

    Por esto lo reprende, diciendo:

    -¡Cierra tu bocota, Riv!

    Capitana aclara la situación entre los muchachos y la tripulación:

    -Nosotros no somos piratas… Sino comerciantes. Viajamos por el mundo ofreciendo nuestros productos al mercado. No creo que conozcan éstos tipos de situaciones.

    Rivert, notando que los intentaban dejar en ridículo, dice:

    -¡No es verdad! . . . Podemos… Podemos lograrlo.

    Pero a Mac se quedaba callado. Algo no le cerraba en la situación. Pero tendría tiempo de preguntar más tarde.

    A continuación, pasaron a mostrarles sus habitaciones… En lo más profundo del barco, casi en el sótano. El ruido de las corrientes se escuchaban fuertemente, (que para Mac no era una situación grave; mientras tuviera refugio donde dormir, estaría contento. Pero por ser tan mañoso como él es, Rivert no estaba para nada de acuerdo. Decía que necesitaba de absoluto silencio para descansar. Eso a Mac le enojaba. Ya había metido la pata suficiente. Pero ahora, el tema se había invertido: Rivert estaba haciendo todo mal e iba a arruinar la situación. Pero se tuvo que convencer). Después, a pesar de los inconvenientes que Rivert decía, pusieron sus cosas en los cajones y se cambiaron de ropa. No podían tener ya esos disfraces porque los hacía ver ridículamente mal a ambos. Aunque los disfraces eran buenos a pesar de todo. Sólo que todas las mujeres que pasaron por los brazos de Mac lo reconocían a simple vista, a pesar de cubrirse como otra persona.

    Al terminar, el ayudante de Capitana, los puso a trabajar de inmediato. A Mac le tocaba tener el timón ya que siempre lo hacía la misma persona. Así que no tuvo más remedio que hacer lo que la Capitana mandara. Mientras, Rivert fue asignado a trabajar en la punta de los mástiles más importantes que sostenía la vela principal. Allí siempre se encontraba un hombre de rostro duro, malo como el demonio, llamado Timbalá, original en su raza. Era nacido en tierra firme, mientras el resto nació en alta mar, en zona sin nombre. No tenían nacionalidad. Pero él sí. También, como su nombre no simpatizaba con todos, le llamaban Tim. El parecía no molestarle, pero no todos podían llamarlo así a menos que tuvieras confianza con él. Si no era por su apellido: Morris.

    El segundo capitán le contó qué tenía que hacer con él, qué decir y qué no decir. Qué temas se podían charlar con él y así. En fin, le contó todas las cosas que le molestaban.

    Rivert estaba alterado… Se intentaba mantener tranquilo… Pero le aterraba el historial de aquél muchacho solitario como el viento. Sólo le quedaba hacer algo… Ir y esperar que Timbalá se haya apiadado de él y que trabajaran tranquilos sin discusiones.

    -Suerte amigo. La necesitarás…

    Nervioso, subió por las cuerdas que estaban conectadas entre dos mástiles, dejando una especie de huecos cuadrados en ellos donde la gente pisaba para ir a la punta de vigilancia. Entonces subió. Recordó, además de todas las cosas que le contó el segundo capitán, que no le gustaban los saludos. Sólo con un Hola bastaba.

    Rivert hizo eso y saludó al muchacho mientras éste se encontraba de espaldas mirando con un binocular a lo lejos. Podía ver que aún se veía, apenas, el Puerto Finlandiano, lugar donde siempre se les hizo difícil en el comercio de productos.

    Al éste escuchar la voz del muchacho, se da vuelta y lo saluda. Luego continúa mirando con el aparato. Rivert, con un poco de miedo, va y le dice:

    -Me dijo el capitán que debo trabajar contigo; que me dirás qué hacer.

    El hombre se gira y dice con tono de molestia disimulada y sorprendido a la vez:

    -¿Con que dijeron eso? . . . Vaya.

    Entonces el muchacho puso el binocular en uno de sus bolsitos. Luego Caminó y empujó a un costado al muchacho de mala gana sin importarle. Luego éste bajó por las sogas y comenzó a llamar, molesto, a los dos capitanes del barco. Éstos aparecen y se preguntan lo que pasaba. Éste le dice en momentos de cólera:

    -Tenemos que hablar respecto a mi compañero de trabajo.

    -¿Qué hay de malo con eso?

    -No me dijeron que iba a trabajar con ése de piel morena que desde el principio empezó a insultarnos sin conocernos.

    -Yo lo tenía bajo control.

    -¡Pero aun así! . . . No trabajaré con ése ingrato. No lo haré después de lo que hizo.

    -¡Ya lo tengo bajo control!

    -Pero Capitana…

    -¡¡Ya lo tengo bajo control!! Total no estarán mucho tiempo.

    Al Mac escuchar esto, le vino la pregunta que había estado rondando en sí hace un rato: ¿Cuándo saldremos de aquí? . . . Ella lo volvió a decir.

    Seguía en duda.

    Tim se calmó obligatoriamente y sacó su amigo fiel, ése objeto preferido que cada uno tiene y que no se separa de él nunca. Era un cuchillo con mango blanco de cuero y con jeroglíficos con símbolos de su tierra natal. Éste le apunta a la capitana con su instrumento favorito y le dice:

    -Ya le dije: No se deje llevar por ése de cara bonita y por su amigo estúpido. No son lo que parecen.

    -Sé reconocer un buen pirata cuando lo veo.

    Todos alrededor dudaron de aquella respuesta. Rivert, que estaba escuchando todo desde la punta del barco, lo notó. Igual que Mac, su amigo.

    -No me venga con discursos baratos. Éstos la van a abandonar.

    -Yo creo que lo dice porque usted piensa igual: quiere abandonar el barco… ¿No es así?

    Todos comenzaron a comentar sobre eso. Pero Timbalá no calla y dice:

    -Por eso lo digo… Como quiero abandonar todo esto, también sé reconocer a gente que piensa como yo.

    La gente volvió a comentar. Pero ésta vez Capitana no tuvo respuestas contra su oponente. Sólo le quedó decir:-

    -Déjese de chiquilín y trabaje con él. La capitana soy yo.

    Luego, dejándolo con la palabra en la boca, se fue a su despacho. Timbalá no tuvo más remedio que reservarse la ira y trabajar con el ingrato, (según él).

    Rivert estaba molesto. Tenía ganas de pegarle no importa cuán malo sea el señor. Ningún hombre le iba a faltar el respeto a él y menos una persona que ni lo conocía, y, aún más, un negro. Nadie iba a quitarle su honor no importa cuán macho sea. Entonces esperó a que subiera para aclararle algunas cosas.

    Cuando éste estuvo arriba, comenzó a darle órdenes a de mala gana a Rivert. Entonces habló:

    -No lo haré.

    -¿Qué dices? ¿No te bastó lo que pasó allá arriba?

    -Eso fuiste tú el que armó el escándalo. No fui yo. Y te aclaro algo: puede que tu vida sea lo más miserable que fuera, pero a mí me respetas porque no soy un cualquiera para intentar de humillar así no más. Te lo dejo claro, para que después no vengas a hacer cualquier otra estupidez en contra de mí.

    Entonces, después de eso, Rivert bajó y le pidió para ver si podía cambiarlo, por ése día, a otra posición de trabajo. Ésta accedió y dejó a Timbalá que hiciera el trabajo más difícil solo y que Rivert trabajara con su amigo, Mac.

    A la noche, ambos se dispusieron a dormirse temprano ya que no eran muy necesitados ni les importaba. Eran como elefantes en una manada de jaguares; iban a terminar muertos o no iban a encajar jamás. Entonces sólo se alejaron. En la habitación, ya acostados, mirando ambos para arriba con la luz prendida, charlaban entre ellos.

    -Te portaste muy bien con Timbalá allá arriba.

    -Sí… Gracias. Tampoco es para tanto.

    -Claro.

    - . . . Y ¿Qué cuentas?

    -El trabajo estuvo bien… Para empezar… Muy bueno.

    -Claro.

    Pero en su pecho, Mac sentía algo más: como si no encajara algo en su mente. La misma Capitana lo dijo con respecto a su regreso. Incluso, había algo más: a ésta le parecía haberla visto. Pero no sabía en dónde. Tantas mujeres pasaron por su vida que no se va a acordar jamás. Pero decidió contarle a su amigo para descargarse un poco:

    -He tenido un sentir raro… Como que algo no me cierra muy bien en todo esto.

    -¿Qué dices?

    -Pues lo que oíste. Hay algo extraño.

    -¿Cómo qué, Mac?

    -Como

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