Sin Rapto: Tercera Edicion
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Sin Rapto - Jonathan Welton
Tierra
PARTE 1:
LA DESTRUCCIÓN DEL PASADO
CAPÍTULO UNO:
LA GRAN TRIBULACIÓN
En estos años que llevo viajando alrededor del mundo y enseñando en diferentes iglesias, he oído algunas historias increíbles. Una mujer me dijo que nunca se bañaba sin usar una toalla porque no quería ser raptada desnuda. Otra me contó que no quería viajar en aviones, ni siquiera para ir a los viajes misioneros, porque si el anticristo de repente aparecía, quizás no sería capaz de volver a casa junto a su esposo. Un amigo mío tuvo pesadillas durante años en torno a la escena de la película cristiana El Ladrón En La Noche, en la que un globo rojo se remonta hacia el cielo mientras debajo la gente está siendo decapitada por guillotinas. Quizás hayas oído historias similares, o puede que tú mismo hayas experimentado temores como estos. Claramente, la idea de una Gran Tribulación de siete años en la que habría literalmente un infierno en la tierra, ha creado terror en la imaginación de los cristianos de los últimos doscientos años.
El pasaje principal usado para fundamentar esta visión de la Gran Tribulación viene de la profecía de Jesús en Mateo 24. La mayoría de los teólogos acuerdan en que el libro de Apocalipsis es un paralelo a las palabras de Jesús en Mateo 24, pero debido a una falta de espacio, no voy a hablar del libro de Apocalipsis en Sin Rapto². Mateo 24 es el pasaje que predice terremotos, hambres, plagas, falsos profetas, y a Jesús viniendo en las nubes.
No obstante, en mi estudio de Mateo 24, me di cuenta de que a través de la historia de la Iglesia la mayoría de los cristianos creyó que los eventos profetizados en este pasaje se cumplieron en la destrucción de Jerusalén en el año 70 D.C. Muchos líderes cristianos altamente respetados lo han enseñado así, como estas frases lo ilustran:
Todo esto ocurrió de esta manera en el segundo año del reinado de Vespasiano (año 70 D.C.), de acuerdo a las predicciones de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Eusebio de Cesarea³
Miles y miles de hombres de todas las edades, junto con mujeres y niños, perecieron por la espada, por hambre, y por otras innumerables maneras de morir…quienes deseen detalles precisos pueden comprobarlo en los libros de Flavio Josefo. Me llama particularmente la atención su declaración al decir que la gente de Judea que se congregó en la celebración de la Pascua –y cito sus propias palabras– fue encerrada en Jerusalén como si fuese una cárcel, arrojando un total de casi un millón de personas muertas.
Eusebio de Cesarea⁴
Esto fue cumplido puntualmente, puesto que luego de que el templo fuese incinerado, el emperador Tito ordenó que se excavasen los cimientos del mismo, y Turnus Rufus surcó el suelo en donde el templo se erigía…esta generación no pasará hasta que todo esto se cumpla
. La expresión implica que una gran parte de esa generación pasaría, pero no toda. Y así fue; ya que la ciudad y el templo fueron destruidos treinta y nueve o cuarenta años después de esta profecía.
John Wesley⁵
Predicarán en todas partes…Luego Él añadió, Este evangelio del Reino será predicado en todo el mundo, como testimonio a las naciones, y luego vendrá el fin.
La última señal de este último tiempo será la caída de Jerusalén.
San Juan Crisóstomo⁶
Hubo un intervalo suficientemente largo para la proclamación del Evangelio por parte de los apóstoles y evangelistas de la Iglesia cristiana, y para que se juntasen aquellos que creían que el Cristo crucificado era el verdadero Mesías. Luego llegó el horrible final que el Salvador vio y predijo, y el cumplimiento de los lamentos que Él mismo declaró con Sus labios y con el corazón acongojado. Esto cumplió la profecía de la destrucción que le esperaba a esta ciudad culpable.
La destrucción de Jerusalén fue la más terrible catástrofe de la que este mundo fue testigo, tanto en el pasado como en el futuro. Incluso Tito parecía ver en su cruel trabajo la mano de un Dios vengativo. Verdaderamente, la sangre de los mártires derramada en Jerusalén fue vengada grandemente cuando la ciudad entera se convirtió en un Aceldama, o un campo de sangre.
Charles Spurgeon⁷
Está claro que los versículos que siguen (Mateo 24:1-34) no deben ser entendidos como un juicio final, dado que están haciendo referencia a la destrucción de Jerusalén. Había algunos de entre los discípulos (particularmente Juan), que vivieron para ver el cumplimiento de estas cosas.
John Lightfoot⁸
Y de cierto les digo…esta frase debe ser estudiada con urgencia, ya que es absolutamente necesaria para entender lo que Jesús estaba diciendo: Esta generación de hombres que ahora viven no pasarán hasta que todas estas cosas se cumplan, haciendo referencia a que la destrucción del estado judío estaba tan cerca que algunos de los que estaban vivos verían su cumplimiento con sumo detalle.
Phillip Doddridge⁹
Me maravilla ver cómo algunos relacionan el siguiente discurso (Mateo 24) con la destrucción de Jerusalén, y otros con el fin del mundo o con algún otro evento distante, cuando en la conclusión está tan bien expresado lo siguiente: Todo esto se cumplirá en esta generación.
Thomas Newton¹⁰
Este capítulo contiene una predicción de la destrucción de la ciudad y el templo de Jerusalén, y la subversión de toda la constitución política de los judíos; y también constituye una de las porciones más valiosas de la Escritura del nuevo pacto, con respecto a la evidencia que provee a la verdad del cristianismo. Todo lo que nuestro Señor predijo que debía de venir sobre el templo, la ciudad, y la gente judía, se ha cumplido en la manera más correcta y exacta…
Adam Clarke¹¹
Cristo les informa que antes de que una generación pasara, ellos aprenderían por experiencia que todo lo que había profetizado era verdad; porque en el lapso de cuarenta años, la ciudad fue destruida y el templo arrasado…el territorio entero se convirtió en un desierto.
John Calvino¹²
Si Jesús y la Iglesia primitiva usaron un lenguaje relevante en la misma manera que sus contemporáneos, es altamente improbable que estuviesen refiriéndose al fin del mundo, y muy probable que se estuviesen refiriendo a los eventos dentro de ese espacio temporal, que ellos interpretaron como la venida del Reino.
N.T. Wright¹³
En este discurso (Mateo 24), Jesús predice la destrucción del templo, de Jerusalén, y la dispersión de los judíos; y todo esto se cumplió en el año 70 D.C. La extraordinaria precisión de esta profecía resulta embarazosa para las altas críticas…
R.C. Sproul¹⁴
EL CUMPLIMIENTO DE MATEO 24
Estos líderes cristianos, como así también muchos otros a través de la historia, reconocieron el cumplimiento histórico de Mateo 24 en los eventos de la destrucción de Jerusalén, que tuvieron lugar en el año 70 D.C. Mientras muchos escritores modernos de ficción especulan cómo será la Gran Tribulación en el futuro, los eventos en Jerusalén ocurridos en el año 70 D.C. ya cumplieron la profecía de la Gran Tribulación. Afortunadamente, esto no volverá a cumplirse. En otras palabras, no nos espera una Gran Tribulación en el futuro. Sí, la vida continuará teniendo pruebas, tribulaciones, y persecuciones, pero la Gran Tribulación o el tiempo de angustia para Jacob,
como profetizó Jesús, ya ha tenido lugar tal como Él dijo, dentro del tiempo que Él declaró (Ver Mateo 24:34).
Desafortunadamente, muchos cristianos modernos no están familiarizados con lo que sucedió en el año 70 D.C., lo que facilita a que crean que la Gran Tribulación está en el futuro. En 1805, George Peter Holdford escribió un pequeño tratado acerca de la destrucción del 70 D.C., basado primariamente en los trabajos de Flavio Josefo. Es un trabajo increíblemente gráfico y fuerte, pero es también históricamente exacto. La primera vez que leí el trabajo de Holdford, las lágrimas comenzaron a caer de mi rostro mientras viajaba en un avión. A pesar de que es difícil de leer debido a su contenido gráfico, es también muy importante. Por esa razón, estoy incluyendo porciones de ese tratado aquí.
EL CONTEXTO
Antes de que lleguemos al tratado de Holdford, debemos primero entender el contexto de la profecía de Jesús de Mateo 24. En el capítulo anterior, Jesús había declarado la más dura de Sus palabras registradas. Se había lamentado sobre los líderes religiosos y los denuncia públicamente, y termina diciendo:
… Para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. (Mateo 23:35-38)
Los discípulos de Jesús estaban en shock por esta declaración. Mientras sale del templo, Él dice del mismo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.
(Mateo 24:2). En respuesta, los discípulos le preguntan: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?
(Mateo 24:3). Cuando Jesús declaró que el templo y la ciudad serían destruidos, los discípulos, quienes sin duda estaban cautivados, le preguntaron cuándo tendría lugar. Jesús le responde con ocho puntos que señalarían a la destrucción venidera:
1. Falsos mesías y falsos profetas. (Mateo 24:4-5;11,23-26)
2. Guerras y rumores de guerras, nación levantándose contra nación. (Mateo 24:6-7)
3. Hambrunas. (Mateo 24:7)
4. Terremotos. (Mateo 24:7)
5. Persecución de los creyentes. (Mateo 24:9)
6. Apostasía. (Mateo 24:10)
7. El amor enfriándose. (Mateo 24:12)
8. El Evangelio predicándose en todo el mundo. (Mateo 24:14)
Como veremos en el tratado de George Peter Holdford, The Destruction of Jerusalem, cada una de estas señales se cumplió en el año 70 D.C. A continuación se presenta un resumen del tratado de Holdford, junto con mis anotaciones en el apartado NOTAS DEL AUTOR.
LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN
¹⁵
Nuestro Señor comienza con una advertencia: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
(Mateo 24:4-5).
La necesidad de esta amistosa advertencia luego se hizo manifiesta. Un año después de la ascensión de nuestro Señor, se levanta Dositeo el Samaritano, quien tuvo el coraje para asegurar que él era el Mesías que Moisés había profetizado; mientras que su discípulo, Simón el Mago, engañó a multitudes guiándolas a la creencia de que él en persona era el gran poder de Dios.
Cerca de tres años después, otro samaritano impostor apareció en escena, declarando que él le mostraría a la gente los utensilios sagrados, que se decía que habían sido depositados por Moisés en el monte Gerizim. Inducidos por la idea de que el Mesías, el gran libertador, había venido, una multitud armada se unió a su mando, pero Poncio Pilato rápidamente los venció y mató al cabecilla.
Mientras Cuspio Fado era procurador en Judea, otro impostor se levantó, cuyo nombre era Teudas. Este hombre en verdad tuvo éxito persuadiendo a una gran multitud y convenciéndolos de que tomasen sus pertenencias y lo siguiesen al río Jordán, asumiendo que el río se abriría a su orden. Cuspio Fado, no obstante, los persiguió con una tropa a caballo y mató a muchos de ellos, incluyendo al impostor, cuya cabeza fue cortada y arrastrada por Jerusalén.
Bajo el gobierno de Marco Antonio Félix, los engañadores se levantaban a diario en Judea y convencían a la gente de seguirlos al desierto, asegurándoles que allí verían grandes señales y maravillas de la mano del Todopoderoso. Félix puso en prisión a algunos y mató a muchos otros. Cerca de este período (año 55 D.C.), un impostor egipcio se levantó (también llamado Félix), quien juntó a treinta mil seguidores y los convenció de acompañarlos al Monte de los Olivos, diciéndoles que verían caer los muros de Jerusalén a su mando; casi como un preludio de las tropas romanas tomando la soberanía de la ciudad. El gobernador romano, no obstante, consideró que este era el comienzo de una revuelta e inmediatamente los atacó, matando a miles de ellos y dispersando al resto, aunque el líder egipcio escapó.
En el tiempo del gobierno de Porcio Festo (año 60 D.C.), otro distinguido impostor sedujo a la gente prometiéndoles libertad del yugo romano si lo seguían al desierto. Festo, no obstante, envió una fuerza armada, que rápidamente asesinó tanto al impostor como a sus seguidores. En resumen, en un mandato divino los impostores engañaban fatalmente a la gente, justificando y cumpliendo la advertencia en la profecía de nuestro Señor.
Si se objetase que ninguno de los impostores, exceptuando a Dositeo el Samaritano, asumió el nombre del Mesías, responderemos que las paupérrimas expectativas de los judíos estaban directamente relacionadas con un Mesías que meramente los liberase del yugo romano, y restaurase el Reino a Jerusalén;
y tales eran las pretensiones de estos engañadores. Verdaderamente estas expectativas constituyen la única verdadera razón del éxito de estos engañadores, que naturalmente le recordarán al lector estas expresiones proféticas de nuestro Señor: Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis.
(Mateo 24:23-26).
GUERRAS Y RUMORES DE GUERRAS
Nuestro Salvador continuó:
Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores.
(Mateo 24:6-8; Lucas 21:11)
Guerras y rumores de guerras.
Los alborotos, como un trueno distante que precede a una futura tormenta, fueron tan frecuentes desde la muerte de nuestro Señor hasta la destrucción de Jerusalén, que todo el intervalo entre la profecía y su cumplimiento constituye una verdadera ilustración de las palabras de Jesús. Ciento cincuenta de las copiosas palabras de Josefo, que contienen la historia de este período, están salpicadas con sangre. Para particularizar algunas de estas instancias: cerca de tres años después de la muerte de Cristo, se desató una guerra entre Herodes y Aretas, rey de Arabia, en la cual los ejércitos del primero fueron derrotados. Esto fue reino contra reino.
Las guerras generalmente son precedidas por rumores. Parecería, no obstante, absurdo tratar de elucidar esta parte de la profecía; sin embargo, para no omitirla, cerca de ese mismo tiempo el emperador Calígula había ordenado poner su estatua dentro del templo de Jerusalén, y como los judíos persistentemente se le opusieron, la nación entera estaba tan alarmada por el comienzo de una guerra, que ni siquiera querían salir de sus casas para arar la tierra. Sin embargo, esta tormenta prontamente se dispersó.
Cerca de este mismo período, un gran número de judíos, por causa de una pestilencia que se había generado en Babilonia, se trasladó de esa ciudad a Seleucia. En este lugar, los griegos y los sirios se levantaron en contra de ellos y mataron a cerca de cincuenta mil. El alcance de esta matanza,
dice Flavio Josefo, no tuvo paralelo en ningún otro período histórico.
Otra vez, cerca de cinco años después de esta mortal masacre, se generó una gran disputa entre los judíos de Perea y los habitantes de Filadelfia respecto a los límites de una ciudad llamada Mía, y muchos judíos fueron asesinados. Esto fue nación levantándose contra nación.
Cuatro años después, bajo el mando de Cumano, un soldado romano hizo un ultraje dentro del precinto del templo de Jerusalén. Esto generó una revuelta violenta, pero al aproximarse los romanos con un gran ejército, el terror fue tan excesivo que los judíos generaron una avalancha al salir del templo y cerca de diez mil personas murieron aplastadas por la multitud en las calles. Esto, nuevamente, fue nación levantándose contra nación.
No transcurrieron cuatro años de este evento, cuando los judíos hicieron guerra en contra de los samaritanos y saquearon su país. La gente de Samaria había asesinado a un galileo, quien estaba yendo a Jerusalén para la Pascua, y los judíos lo vengaron.
En Cesarea, los judíos tuvieron una contienda violenta con los sirios por causa del gobierno de la ciudad, y se hizo un acuerdo a favor de los sirios. Este evento estableció el fundamento para el enfrentamiento más cruel entre estas dos naciones. Los judíos, mortificados por la desilusión e inflamados por la envidia, se levantaron en contra de los sirios, quienes los repelieron exitosamente. Solo en la ciudad de Cesarea, más de veinte mil judíos fueron asesinados. La llama, no obstante, no fue apagada, sino que expandió su ira destructiva donde fuera que judíos y sirios compartiesen el territorio habitado: en cada ciudad y poblado, el odio mutuo y el asesinato prevalecían. En Damasco, Tiro, Ascalón, Gadara, y Scytópolis, el baño de sangre fue terrible. En una de estas ciudad, diez mil judíos fueron asesinados en una hora, y en Scytópolis, trece mil en una noche.
En Alejandría, los judíos, dolidos por la opresión de los romanos, se levantaron en contra de ellos. Pero ganando en número, los romanos asesinaron a cincuenta mil personas, incluyendo a niños y ancianos. Luego de esto, en el asedio de Jopata, no menos de cuarenta mil judíos murieron.
Mientras esta destrucción prevalecía en el este, la parte occidental del Imperio Romano era desgarrada por feroces contiendas bajo el mando de Galba, Otón, y Vitelio. Es llamativo que estos tres emperadores junto con Nerón, su predecesor inmediato, murieron de una manera violenta en el lapso de dieciocho meses. Finalmente, toda la nación de los judíos se levantó en armas contra los romanos, el rey Agripa, etc. y provocaron una violenta guerra que, en pocos años, inundaría a Judea de sangre y dejaría su capital en ruinas.
Aquí se podría objetar que, por causa de que las guerras eran tan frecuentes, sería impropio referirse a las mismas como una predicción sobrenatural exitosa. Yo respondería que gran parte de esta objeción se removería al considerar la incompetencia de los estadistas en los asuntos de las naciones que administran, en cuanto a predecir sus condiciones futuras se refiere. Es un hecho de conocimiento público que el presente ministro de Gran Britania (al momento de la escritura, en 1805, el Primer Ministro era William Pitt), quien inició una extensa y destructiva guerra con la República de Francia, en la víspera del comienzo de la guerra le ofreció a este país un lapso de quince años de paz. Verdaderamente, los declaraciones de paz o guerra quedan supeditados a los aspectos presentes; y por eso mismo un rumor de guerra que es tan grande y tan alarmante como para dejar de arar la tierra, como ya hemos visto, puede terminar en nada.
Además, consideremos que las guerras profetizadas por nuestro Señor, se referían a dos tipos diferentes; y Él también habló de eventos que le corresponderían. Ocurrieron dentro del período en el que Él dijo que sucederían, y cayeron con ferocidad sobre los judíos, a quienes la profecía estaba mayormente dirigida. Además, la persona que predijo no fue un estadista, ¡sino el hijo de un carpintero que no estaba involucrado en la política! Se seguirá desarrollando este tema más adelante.
NOTA DEL AUTOR: Jesús declaró guerras y rumores de guerras
durante la Pax Romana (Paz Romana), un período histórico en donde la guerra había esencialmente desaparecido por causa de que el Imperio había derrotado a todos sus enemigos. En cualquier otro momento histórico las guerras hubiesen sido una pobre señal de los tiempos,
ya que se desarrollaban todo el tiempo.
TERREMOTOS
Y habrá terremotos en diferentes lugares.
De todos estos importantes emblemas de conmoción política, los terremotos son verdaderamente llamativos. Muchos tuvieron lugar dentro del lapso que nuestro Salvador predijo, y sucedieron en diferentes lugares. Bajo el reinado de Claudio, hubo uno en Roma y otro en Apamea, Siria, donde muchos judíos perecieron. El terremoto en Apamea fue tan destructivo que el emperador, para traer alivio a los habitantes, canceló la obligación de pagarle tribulo a la corona durante cinco años. Estos dos terremotos son registrados por Tácito. Hubo también otro terremoto durante el mismo reinado, en Creta. El mismo es mencionado por Filóstrato de Atenas en su trabajo Vida de Apolonio de Tiana, en donde también se menciona que hubo otros en Esmirna, Mileto, Chios, y Samos; en donde había judíos asentados.
Bajo el reinado de Nerón, hubo un terremoto en Laodicea. Tácito lo registra, como así también Eusebio de Cesarea y Orosio; quienes mencionan que Hierápolis y Coloso, como así también Laodicea, estaban colapsadas por los terremotos. También hubo otro terremoto bajo el mismo reinado en la ciudad de Campania, el cual mencionan Tácito y Séneca; y otro más en Roma bajo el reinado de Galba, registrado por Suetonio. A todos estos deben añadírsele los terremotos que tuvieron lugar en la espantosa noche en la que los idumeos fueron excluidos de Jerusalén, poco tiempo antes de que la persecución comenzase. Flavio Josefo dice: Una densa tormenta se desató en la noche; violentos vientos se levantaron, acompañados con una excesiva lluvia, con relámpagos constantes, tremendos truenos, y el espantoso rugir de los terremotos. Parecía como si el sistema mundial se había complotado para destruir a la humanidad…estos no eran eventos habituales.
NOTA DEL AUTOR: Hay muchos registros que dan data de una increíble cantidad de terremotos en esta región en particular. El teólogo y autorm, J. Marcellus Kik, escribió:
En cuanto a los terremotos, muchos son mencionados por los escritores durante el período previo al año 70. Hubo terremotos en Creta, Esmirna, Mileto, Chios, Samos, Laodicea, Hierápolis, Coloso, Campina, Roma, y Judea. Es interesante destacar que la ciudad de Pompeya fue muy dañada por un terremoto que tuvo lugar el 5 de febrero del año 63¹⁶.
Otro estudioso de la Biblia, Henry Alford, escribió acerca de los terremotos de este período:
Los principales terremotos que tuvieron lugar dentro del período entre la profecía y la destrucción de Jerusalén (en el año 70), fueron uno de gran magnitud en Creta, en el año 46 o 47; uno en Roma en el día en que Nerón asumió la toga viril, en el año 51; uno en Apamea en Frigia, mencionado por Tácito, en el año 53; uno en Laodicea en Frigia, en el año 60; y otro en Campania. ¹⁷
El comentarista Edward Hayes Plumptre escribió:
Quizás ningún otro período histórico haya sido tan marcado por estas convulsiones, que tuvieron lugar entre la Crucifixión y la destrucción de Jerusalén¹⁸.
Séneca, el famoso filósofo y mentor de Nerón, también escribió de este fenómeno:
¡Cuán a menudo las ciudades en Asia y en Acaya son derribadas por un solo sacudir de un terremoto! ¡Cuántas ciudades en Siria, cuántas en Macedonia, han sido tragadas por la tierra! ¡Cuánta devastación de este tipo puso a Chipre en ruinas! ¡Cómo se colapsó Pafos! En este tiempo, ya no son pocas las veces en las destrucción se lleva a ciudades enteras. ¹⁹
También, muchos terremotos son mencionados en el Nuevo Testamento, incluyendo en la muerte de Jesús (Ver Mateo 27:51-52); y nuevamente en su resurrección (Ver Mateo 28:2). Los terremotos también tuvieron lugar cuando todo el lugar tembló en Hechos 4:31, y cuando Pablo y Silas fueron liberados en Filipo (Ver Hechos 16:26). Durante el período histórico que Jesús predijo, los terremotos fueron frecuentes y violentos.
HAMBRUNA
Nuestro Señor también predijo hambrunas.
De entre todas estas, la principal fue una que profetizó el profeta Ágabo, quien dijo que tendría lugar en los días de Claudio, como se relata en los Hechos de los Apóstoles. Comenzó en el cuarto año de su reinado y perduró por mucho tiempo. Se extendió a través de Grecia y llegó incluso hasta Italia, pero se sintió más severamente en Judea y especialmente en Jerusalén, en donde muchos perecieron por falta de pan. Esta hambruna también está registrada por Flavio Josefo, quien relata que una mazorca de maíz era vendida por cinco dracmas
(i.e. la comida de un solo día costaba el salario de una semana); también Eusebio de Cesarea y Orosio la registran. Para aliviar esta terrible calamidad, Helena, la reina de Adiabene, quien estaba en Jerusalén en ese momento, ordenó que se enviase una gran cantidad de granos desde Alejandría; e Izates, su hijo, consignó una gran suma de dinero al gobierno de Jerusalén para ayudar a los más necesitados. Los cristianos gentiles convertidos que residían en países limítrofes, también enviaban, por instancia de San Pablo, contribuciones para aliviar la pena de sus hermanos judíos (Ver 1 Corintios 16:3).
Dion Casio relata que hubo una hambruna en el primer año del reinado de Claudio, que prevaleció en Roma y en otras partes de Italia; y que en el onceavo año del mismo emperador hubo otra hambruna, que también menciona Eusebio de Cesarea. Puede añadirse que las hambrunas que afectaron a los habitantes de muchas ciudades de Galilea y Judea, que fueron sitiadas y tomadas previamente a la destrucción de Jerusalén, fueron acompañadas por clima nacional de terror producto del hambre y otras causas. El terrible cuadro se cumplió a la