Testimonios: Cuentos De

Copyright © 2011 por Arturo Mendoza Rangel.

Número de Control de la Biblioteca del Congreso: 2011921172

ISBN: Tapa Dura                978-1-6176-4590-7

ISBN: Tapa Blanda            978-1-6176-4544-0

ISBN: Libro Electrónico  978-1-6176-4591-4

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Índice

PROLOGO

JANITZIO

ELLA

ANGELICA

JACINTA

REPRESIÓN

GOLPIZA

LA ESPERA

TRAGEDIA

BAJO EL AGUA

EL HUARA

TRAGEDIA

CACIQUES

EL RAPTO

BENJAMÍN Y TERESA

LA COSTA GRANDE

CIPRIANO

EL VIEJO GALLERO

AMELIA

AVENTURA

TRAFICO

MAGISSTERIO

ANGEL

CIRO

DIA DE SUERTE

MEMORIAS

BARRIADA

DIAS DE CRISIS

OCASO

CURRICULUM

Dedico este trabajo a mi padre:

Crescencio Mendoza Villalobos

A su memoria,

Eterna estampa de hombre sin futuro,

Puro pasado, puro hacer historia

En esta vida en que luchar fue duro.

A los jubilados de mi patria:

Que terminan sus años suspirando

Por una patria libre y generosa

Testimonios

Arturo Mendoza Rangel

Privada Pozo 81 504

Col. Revolución

arturomrangel@hotmail.com

(01 782) 822 7378

Poza Rica De Hidalgo Veracruz

Portada.

Eduardo Oliva Mendoza.

Todos los derechos reservados.

PROLOGO

Incansable luchador social desde la adolescencia, la obra de Arturo Mendoza Rangel apela a la reflexión con una honda carga emotiva frente a la adversidad y la injusticia; esta entrega de cuentos es un reclamo a la libertad y al amor, refrendando las causas que enaltecen al hombre.

Asomándose al interior del ser humano, en su narrativa el autor cautiva desde el inicio y transforma al lector en objeto de asombro con la fuente inagotable que le inspira recrear a cada uno de los personajes que se aprecian en imágenes literarias que enriquecen el texto como producto del agudo sentido de la observación que posee el autor.

Reflejos claros, con lenguaje sumamente descriptivo, la obra plantea la sordidez de la vida común, lo simple y lo bello de nuestro paso por la tierra, ofrece en este quehacer una variedad de historias tan intensas como la esencia espiritual de quien escribe; en este libro quedan implícitos los actos fortuitos que van desde la pugna idealista hasta la nostalgia.

Las letras echan raíces profundas en la evocación de este incipiente escritor, Ocurre cuando narra para convertirlas en palabras que implican la realidad del México que vivimos y que en algunos de sus cuentos es mezclada con cierto surrealismo, arropadas de un sentido humano y de la experiencia propia, Testimonios es una obra literaria que cautiva, expone e incita; estamos ante un libro de cuentos que nos obliga a reconocernos en las imágenes de donde emerge cada apasionante relato.

Melina Morquecho

Con profundo y especial cariño,

Recibe mi admiración por tu trabajo literario.

(Agradezco esta distinción)

Si Se Calla El Cantor.

Si se calla el cantor, calla la vida

Por que la vida misma es todo un canto

Si se calla el cantor muere de espanto

La esperanza, la luz y la alegría.

Si se calla el cantor se quedan solos

Los humildes gorriones de los diarios,

Los obreros del puerto se persignan

Quien habrá de luchar por su salario.

Que ha de ser de la vida si el que canta

No levanta su voz en las tribunas.

Por el que sufre, por el que no hay ninguna

Razón que lo condene a andar sin manta.

Si se calla el cantor muere la rosa,

¿De que sirve la rosa sin el canto?

Debe el canto ser luz sobre los campos

Iluminando siempre a los de abajo.

Que no calle el cantor, por que el silencio

Cobarde apaña la verdad que oprime,

No saben los cantores de agachadas,

No callarán jamás de frente al crimen.

Que se levanten todas las banderas

Cuando el cantor se plante con su grito,

Que mil guitarras desangren en la noche

Una inmortal canción al infinito.

Si se calla el cantor . . .

Calla la vida

Horacio Guarani

Michoacán:

Tierra de esdrújulas purépechas,

Canto continuo de la naturaleza,

Vaivenes naturales de los ríos que atraviesan la Sierra para formar lagunas en donde se prodiga el alimento que da vida a los pueblos.

Tierra de tradiciones y leyendas, día de muertos en donde la pirécua se adueña de las almas:

Algún día volveré por esas tierras,

Por esas tierras del andar sin rumbo,

Por esas calles libres, sin fronteras,

Sin cercados de alambre ni refugios.

Y llegaré llorando a aquella casa;

Aún que solo el mirarla me lastima,

Pues no se oyen los ruidos de mi raza

Ni se mira florear la camelina.

Me asomaré a tu casa con recelo,

Con el miedo que da volver a verte,

Pues te recuerdo a solas con el velo

Que en la misa de seis me hizo quererte.

JANITZIO

Aquella noche, más oscura que de costumbre, se sentía en el aire cierto aroma de miedo, el viento, inusual en esta época del año, arrancaba a los árboles un gemido al filtrarse travieso entre las hojas.

Las cinco islas del lago de Patzcuaro se preparan para la celebración del día de muertos; de profundo significado en México, cobra en Janitzio un espíritu de misterio, Se respira el temor a lo increíble que nos hace hermanarnos con el miedo.

Mezcladas con el rasgar del aire, se oyen las melodías que por estos rumbos se cantan en estos días de fiesta y luto.

Las piraguas, que representan el sustento diario, se adornan esta vez con las ofrendas a los fieles difuntos; a las doce de la noche, surgen las luces multicolores de las velas adornadas con papel celofán y las pequeñas embarcaciones atraviesan el lago con destino a Janitizio, la isla madre que es el cementerio de quienes habitan las márgenes del lago.

Encerrando sus escasos cuatro años en su rojo zarape de lana virgen, Poncho había estado pensando en sus padres, perdidos en el último temblor, que acabó con las chozas y sepultó a muchos pescadores que descansaban del diario trajinar con las redes que en forma de mariposa, se utilizan para recoger el famoso pescado blanco de la región.

Su abuelo le había dicho que las almas de los muertos permanecen en el agua hasta que se elevan a las nubes para regresar a la tierra junto con la lluvia. Por eso, por que sabía que su abuelo no le mentiría nunca, es que había decidido continuar en el lago, manejando las redes orgullo de su padre y el oficio que en estas tierras es considerado un arte.

Por eso pescaba con cuidado y escudriñaba el lago, por eso, esta noche había puesto mas esmero en la ofrenda. Ahora si, iba a encontrarse con sus tatas.

Había estrenado sus calzones de manta y el sombrero y renunciado al rifle que cada ocho días se entusiasmaba viendo en un puesto del tianguis pueblerino, gastando sus ahorros en la compra del aguardiente y los adornos.

Tenía pocos amigos, su carácter se había tornado huraño y prefería escuchar la plática de las gentes adultas, pasaba casi todo su tiempo libre en la tienda de don José Palacios, escuchando a los pescadores viejos hablar de la jornada de trabajo.

En ese lugar, recargado en un costal lleno de frijoles, fue conociendo las cosas de la vida por medio de la palabra de los viejos, su abuelo entre ellos, devoto de nuestra señora de Patzcuaro y fanático de nuestro padre el lago.

Los cohetes atronaban anunciando el momento próximo para abandonar la orilla remando al cementerio, un violín distribuye su monotonía por los senderos; en algún lugar, alguien se da gusto al tamborear el arpa grande al estilo de la tierra caliente.

De la cercana sierra de Mil Cumbres, bajan los alfareros llevando acuestas su preciada carga: las múcuras de barro, las cazuelas, las piñas. Otros, llevan para su venta esas hermosas jícaras de madera, producto de varios días de tallado