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Memorias de Buenaventura Vivó: Ministro de México en España durante los años 1853, 1854 y 1855
Memorias de Buenaventura Vivó: Ministro de México en España durante los años 1853, 1854 y 1855
Memorias de Buenaventura Vivó: Ministro de México en España durante los años 1853, 1854 y 1855
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Memorias de Buenaventura Vivó: Ministro de México en España durante los años 1853, 1854 y 1855

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Buenaventura Vivó (Puebla 1813-Madrid 1872) fue cónsul de México en La Habana de 1846 a 1853 y, durante los años 1853, 1854 y 1855, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la nación ante la corte de la reina Isabel II de España. Fue diplomático de carrera al servicio de Antonio López de Santa Anna (por más que haya tratado de desmarcarse de dicho personaje como señala Raúl Figueroa Esquer en el prólogo de este libro, al buscar una explicación para la redacción e impresión de estas Memorias).

Sin embargo, estas Memorias son interesantes por las coyunturas históricas que presenta: la situación política de la España de esos años; los juegos y rejuegos entre las potencias europeas y los Estados Unidos en relación con la situación de Cuba como una de las últimas posesiones del declinante Imperio español y sus posibles futuros; las reclamaciones del gobierno español, ante el de México, por el pago de créditos a sus súbditos afincados en nuestro país; la venta y tráfico de indígenas mayas como esclavos en Cuba. Completan estas Memorias descripciones sobre la corte española, sobre su panorama artístico cultural y los cuerpos diplomáticos de las distintas naciones.
LanguageEspañol
Release dateMay 15, 2018
ISBN9786078560295
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    Memorias de Buenaventura Vivó - Buenaventura Vivó

    A través de esta colección se ofrece un canal de difusión para las investigaciones que se elaboran al interior de las universidades e instituciones de educación superior del país, partiendo de la convicción de que dicho quehacer intelectual sólo está completo y tiene razón de ser cuando se comparten sus resultados con la comunidad. El conocimiento como fin último no tiene sentido, su razón es hacer mejor la vida de las comunidades y del país en general, contribuyendo a que haya un intercambio de ideas que ayude a construir una sociedad informada y madura, mediante la discusión de las ideas en la que tengan cabida todos los ciudadanos.

    Con la colección Públicahistórica se ponen al alcance del público interesado en el devenir de las culturas, textos novedosos en sus contenidos, en sus propuestas metodológicas o en las relaciones que encuentran entre los distintos sucesos, en los que se acrecienta y actualiza el conocimiento histórico desde la micro-región hasta el globo entero.

    Títulos de la colección

    1. Un dios y un reino para los indios. La rebelión indígena en Tutotepec, 1769

    Raquel E. Güereca Durán

    2. Las ciudades en las fases transitorias del mundo hispánico a los Estados nación: América y Europa (siglos XVI-XX)

    José Miguel Delgado Barrado, Ludolf Pelizaeus y María Cristina Torales Pacheco (editores)

    3. El maíz se sienta para platicar. Códices y formas de conocimiento nahua, más allá del mundo de los libros

    Ana Díaz Álvarez

    4. El Golfo de Fonseca como punto geoestratégico en Centroamérica. Origen histórico y evaluación del conflicto territorial del siglo XVI al XXI

    Jazmín Benítez López

    5. Cautivos del espejo de agua. Signos de ritualidad alrededor del manantial Hueytlíatl, Los Reyes, Coyoacán

    Stan Declercq

    6. Memorias de Buenaventura Vivó. Ministro de México en España durante los años 1853. 1854 y 1855

    Raúl Figueroa Esquer

    7. Mercado e institución: corporaciones comerciales, redes de negocios y crisis colonial. Guadalajara en el siglo XVIII.

    Antonio Ibarra. Presentación de Eric Van Young

    La presente investigación fue patrocinada parcialmente por la Asociación Mexicana de Cultura, A.C.

    Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de los legítimos titulares de los derechos.

    Primera edición en papel, 2017

    D.R.© Secretaría de Relaciones Exteriores-Dirección General del Acervo Histórico Diplomático

    Plaza Juárez 20, Centro Histórico, Delegación Cuauhtémoc, 06010,

    Ciudad de México.

    D.R. © ITAM

    Río Hondo número 1,

    Col. Progreso Tizapán,

    Delegación Álvaro Obregón, 01080, Ciudad de México.

    Edición en ePub: febrero 2018

    © 2017, Bonilla Artigas Editores S. A. de C. V.

    Hermenegildo Galeana #111

    Col. Barrio del Niño Jesús, C. P. 14080

    Ciudad de México

    www.libreriabonilla.com.mx

    D.R. © Raúl Figueroa Esquer

    Recreo 25-203-B , Col. Actipan,

    Delegación Benito Juárez, 03230,

    Ciudad de México.

    ISBN: 978-607-8450-97-8 Bonilla Artigas Editores

    ISBN ePub: 978-607-8560-29-5

    Diseño editorial y diagramación: Yanet Viridiana Morales García

    Diseño de portada: Teresita Rodríguez Love en base a diseño de Ana Lucía Urbalejo Figueroa

    Edición ePub: javierelo

    Hecho en México

    Nota de la edición ePub: A lo largo del libro hay hipervínculos que nos llevan directamente a páginas web. Aquellos que al cierre de esta edición seguían en funcionamiento están marcadas en color azul y con el hipervínculo funcionando. Cuando el vínculo ya no está en línea, se deja con su dirección completa: , sin estar en azul.

    Contenido

    Agradecimientos

    Prólogo

    Advertencia

    CAPÍTULO I

    Comisión cerca del general Santa Anna.

    Mi nombramiento de ministro en la corte de S.M.C. Viaje a México y a Europa.

    Llegada a Madrid. Permanencia en el real sitio de San Ildefonso. Presentación a S.M.

    Discursos pronunciados. Motivos que influyeron en la redacción del que pronunció el ministro. Artículo del Diario Español.

    Se hace cargo el ministro de la legación.

    Personal de ésta

    CAPÍTULO II

    Breve reseña de la situación política en que se encontraba España a mi llegada a Madrid, apreciada desde la salida de su gobierno del Excelentísimo señor duque de Valencia hasta el advenimiento al poder del actual presidente del Consejo de ministros, Excelentísimo señor duque de la Victoria

    CAPÍTULO III

    Instrucciones del gobierno de la República.

    Proyecto de alianza entre México y España.

    Buena acogida que tiene éste por parte del jefe del gabinete español. Trabajos del ministro para llevarlo a efecto.

    Comunicaciones entre los representantes mexicanos en España, Francia e Inglaterra, y su gobierno, sobre el mismo asunto. Contrata de oficiales españoles para el ejército de la República.

    Bases para el tratado de alianza.

    Misiones conferidas a los señores Esteva y Pastor cerca de las legaciones mexicanas en Francia e Inglaterra.

    Resultado de ellas. Orden del gobierno de la República para suspender estos trabajos

    CAPÍTULO IV

    El marqués de Turgot. Su política ultramarina.

    Proyecto de convención tripartita entre Francia, Estados Unidos e Inglaterra para asegurar a España la posesión de Cuba.

    Comunicaciones a este respecto de los representantes francés e inglés en Washington.

    Debates del Senado norteamericano sobre el mismo asunto. Nota de Mr. Everett.

    Contestación de lord John Russell.

    Réplica de aquél después de haber dejado la cartera de Estado

    CAPÍTULO V

    Nombramiento de Mr. Pierre Soulé para

    representante de los Estados Unidos en España. Opinión de La Crónica de Nueva York sobre aquél.

    Discursos de dicho señor Soulé antes y después de su nombramiento.

    Injusta suposición de haber yo intrigado en Madrid para que no fuese recibido. Sus antecedentes. Oposición de la prensa española para su recibimiento.

    Opinión a este respecto de la prensa norteamericana.

    Duelo de Mr. Soulé y el marqués de Turgot. Acúsase a Mr. Soulé de haber influido en los acontecimientos del 28 de agosto.

    Documentos relativos

    a la conferencia de Ostende

    CAPÍTULO VI

    Convenciones hispano-mexicanas para el pago de los créditos de súbditos de S.M.C., antes y después de la independencia.

    Su origen e historia. Cuestiones que se han suscitado entre los diferentes representantes españoles acreditados en México y el gobierno de esta nación.

    Largas discusiones a este respecto.

    Tratado solemne que produjeron en 1853.

    Trabajos del representante mexicano en Madrid.

    Pretensión del gobierno mexicano para la revisión de algunos créditos sospechosos de origen fraudulento.

    Negativa del gobierno español para la dicha revisión. Estado actual de la cuestión.

    Asunto Zayas

    CAPÍTULO VII

    Acta mexicana de navegación. Reclamaciones sobre ella por los señores representantes españoles marqués de la Ribera y don Ramón Lozano.

    Contestaciones del gobierno de la República. Trabajos del ministro de ésta en Madrid para el arreglo de esas diferencias. Suspensión del acta.

    El representante mexicano pide al gobierno de S.M. se cambien los días de la salida de los vapores españoles de La Habana con destino a Cádiz, a fin de que puedan ser conductores de la plata y correspondencia de la República.

    Se logra este objeto. Indica a su gobierno laconveniencia de hacer un tratado postal entreEspaña y México. Igual indicación hace para celebrar un tratado de comercio con Portugal.

    Propone al secretario de la legación, señor Esteva y Ulíbarri, para tal negociación.

    Respuestas del gobierno de la República

    CAPÍTULO VIII

    Introducción de indígenas yucatecos en la isla de Cuba en el año 1849. Reclamaciones hechas con tal motivo en aquella época. Sustracción fraudulenta de indios en el año 1853.

    Reclamaciones para que éstos sean devueltos a su patria. Las toma en consideración el gobierno de S.M.C. Contestaciones que han mediado a este respecto.

    Trabajos en dicha cuestión del ministro mexicano en Madrid.

    Autorización concedida a la Casa de los señores Goicouría hermanos, de La Habana, para contratar indígenas de Yucatán.

    Condiciones de semejante permiso.

    Comunicaciones sobre este asunto.

    CAPÍTULO IX

    Personal del cuerpo diplomático extranjero residente en Madrid.

    Gratitud del ministro mexicano para con él y para con los señores empleados del Ministerio de Estado de s.m.c.

    CAPÍTULO X

    Mi destitución.

    Comunicaciones pasadas respecto de ella. Presentación de las

    cartas recredenciales. Discursos de despedida. Varios artículos de los periódicos de Madrid.

    CAPÍTULO XI

    Reseña general del estado de la literatura y las artes en España. Escritores contemporáneos; sus maestros, y afianzamiento del buen gusto.

    Poetas líricos y dramáticos.

    Reuniones de los Excelentísimos señores don Patricio de la Escosura, don Mariano Roca de Togores, marqués de Molins y de don Ángel de Saavedra,duque de Rivas.

    Sociedades artístico-literarias.

    Historiadores. Filósofos-publicistas. De las artes,en especial la música, la pintura, y de sus hombresmás notables. Teatros. Casino. Círculo mercantil.

    Paseos. Sociedades de recreo y fiestas de toros

    FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

    ÍNDICE ONOMÁSTICO

    NOTAS. APÉNDICE NÚM. 1

    APÉNDICE NÚM. 2

    Cinco meses de ocultación del general O’Donnell

    Artículo copiado de La Ilustración

    APÉNDICE NÚM. 3

    Instrucciones que deberá observar el primer secretario de esta legación, don Mariano Esteva y Ulíbarri, en la misión que se le ha confiado cerca de las legaciones de París y Londres.

    APÉNDICE NÚM. 4

    APÉNDICE NÚM. 5

    Instrucciones que deberá observar el segundosecretario de esta legación, señor don José María Pastor, en la misión que se le ha confiado cerca de las legaciones de París y Londres

    APÉNDICE NÚM. 6

    Memorándum del señor don José María Pastor

    APÉNDICE NÚM. 7

    Instrucciones remitidas por Mr. Marcy a Mr. Soulé.1

    Despacho de los tres ministros norteamericanos en Madrid, en París y Londres, al secretario de Estado Mr. Marcy.

    Parte de la consulta de Ostende

    Correspondencia Diplomática entre el gobierno de los Estados Unidos y su representante en Madrid, desde el año de 1822 a 1848, para la adquisición de la isla de Cuba

    Sobre el autor y el editor

    Agradecimientos

    A la Dirección General del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría Relaciones Exteriores, muy especialmente a su director general David Olvera Ayes y a Víctor Téllez, director de Historia Diplomática y Publicaciones por el apoyo que dieron a esta edición.

    A las autoridades superiores del Instituto Tecnológico Autónomo de México, especialmente el aliento que recibí del doctor Carlos J. Mc Cadden M., jefe del Departamento Académico de Estudios Generales, al que he pertenecido por casi treinta años, quien estuvo al pendiente de todo el proceso de gestación y edición de este libro.

    Como toda investigación, esta es una obra colectiva, tanto por los autores consultados como por quienes de manera directa han colaborado con el editor para su feliz culminación. En sus inicios este libro se benefició de la primera lectura llevada a cabo por Monserrat Herrera Mejía, becaria del Programa Delfín de Conacyt, durante el verano de 2012. Posteriormente en el trabajo de anotar el texto y detectar erratas colaboró Ana Clara Aguilar Monroy, actual maestra en Historia. Lo continuó mi actual asistente de investigación Héctor Arciga Díaz, quien además, junto conmigo participó en varias tareas de edición: revisamos y cotejamos hasta tres veces el índice onomástico, asistimos a archivos, consultamos muchísimas fuentes, antiguas, presentes y de internet, y leímos y releímos la obra varias veces. Alonso Dávila Graf, con ojo de lince, pudo detectar erratas que se nos pasaron a Héctor y a mí, seguramente por el cansancio que trabajos de este tipo impone a quien lo realiza. Ana Lucía Urbalejo Figueroa, licenciada en Diseño Gráfico, creó la portada y las solapas de este libro de acuerdo a mis deseos. El prólogo de este libro se benefició de la lectura atenta y las sugerencias estilísticas del doctor Víctor Villavicencio Navarro, colega historiador y gran prosista. También debo mencionar al licenciado Ernesto Flores de Anda, quien añadió nuevos consejos para hacer más elegante y pulida mi prosa.

    En todo momento me ví beneficiado de los excelentes servicios de la Biblioteca Raúl Baillères Jr. del ITAM. Debo un reconocimiento a su directora, licenciada Catalina Jaime Álvarez, y muy especialmente a la bibliotecaria Petra Hernández Pérez, eficientísima y siempre dispuesta a obtener una gran cantidad de libros vía préstamo interbibliotecario, así como facilitarme el acceso a fuentes de internet.

    También debo de destacar la paciencia infinita que tuvo con el editor de esta obra Yanet Viridiana Morales García, gran diagramadora y que tuvo que realizar cuanto cambio se le solicitaba, siempre con buen humor y enorme sentido profesional. Finalmente, a Juan Benito Artigas Albarelli, director editorial de Bonilla Artigas Editores por el sumo interés que mostró en todo el proceso de edición del presente libro. A todas ellas y a todos ellos, les reconozco sinceramente su aportación.

    Por supuesto, como es mi obligación, asumo todas las imperfecciones que esta obra pueda contener.

    Ciudad de México, enero de 2017

    Prólogo

    I. Datos biográficos

    Buenaventura Vivó Díaz nació en la ciudad de Puebla el 10 de abril de 1813 dentro del territorio que pronto dejaría de ser la Nueva España.¹ En sus primeros años se tuvo que trasladar a España debido a que su padre fue expulsado por ser español, tal vez en la primera expulsión que se llevó a cabo en 1827. Aunque yo me inclino más en pensar que el motivo fue que su progenitor no aceptó la independencia mexicana.² Poco sabemos de su vida en España, excepto que estudió la carrera de marino mercante.³

    Hacia la década de 1840 se encontraba en Cuba y realizó varios viajes a Yucatán; incluso realizó cálculos astronómicos de un calendario regional maya, trabajo que le valió una réplica de Justo Sierra O’Reilly.⁴ Si hacemos caso a lo que afirma en estas Memorias, logró hacerse de muy buenas relaciones con las autoridades españolas de Cuba, y de alguna manera trabó amistad con Antonio López de Santa Anna durante el primer exilio de éste que, como se sabe, trascurrió en la perla de las Antillas entre 1845 y 1846.

    El cargo de cónsul de México en La Habana le fue conferido el 19 de noviembre de 1846 por el gobierno de José Mariano Salas, aunque sabemos que el factótum detrás de dicha administración era el propio Santa Anna.⁵ Según Salvador Bermúdez de Castro, Vivó debía ese nombramiento al jalapeño, pues los únicos méritos [de Vivó] son los servicios prestados al general Santa Anna en sus negociaciones con los disidentes de Yucatán. Con su acostumbrada maledicencia Bermúdez agrega: El ministro de Relaciones Exteriores [José María Lafragua] me ha manifestado que sólo a su protección y empeño debe ese codiciado destino, asegurándome que es mucho más conocido en La Habana que en la República.⁶

    Pese a ser Cuba una colonia española, el puesto de cónsul en La Habana era codiciado por muchas razones, como se verá más adelante. De 1838 a 1846 lo desempeñó Juan Fernández de la Vega,⁷ hasta la llegada de Vivó.⁸

    Al llegar a La Habana el 12 de diciembre, don Buenaventura envió inmediatamente una comunicación al general Leopoldo O’Donnell, capitán general de la isla de Cuba, solicitando se le concediese como a sus antecesores el Regium exequátur. Sin embargo, al día siguiente O’Donnell contestó que sólo lo autorizaba "para que ejerza interinamente las funciones privadas de agente comercial de México en esta plaza, mientras S.M.. la reina se sirva concederle el Regium exequátur".⁹ Esta situación un tanto anómala quedó en suspenso debido principalmente al desarrollo de la guerra de conquista e invasión de los Estados Unidos a México.¹⁰ Por esta circunstancia tan grave, Vivó afrontó varias dificultades económicas; el gobierno de México tardó mucho en enviarle 500 pesos,¹¹ pese a las gestiones que en su nombre realizó en la capital de nuestro país Juan de la Granja, así como la regularización del pago de su sueldo como cónsul en lo sucesivo.¹²

    Respecto a la ayuda que pudo prestar Vivó al ejército mexicano, he podido constatar el envío de 16 cajones de espadas y otros diversos efectos para ser entregados a las autoridades militares.¹³ Referente a la guerra de corso que México, a través del comisionado Juan Nepomuceno de Pereda, pretendió llevar a cabo en la isla de Cuba, se topó con la firme decisión de O’Donnell de no permitir el desembarco o la venta de los efectos apresados. Sin embargo, Pereda, en su marcha hacia Europa, dejó al cónsul mexicano una dotación de 399 patentes de corso, 2 068 cartas de naturalización y 198 de conducción, 50 ejemplares del Reglamento para el Corso y 25 pasavantes.¹⁴ Como marino mercante, Vivó entendía muy bien todo lo que esto significaba. Sin embargo, debido a la estrecha vigilancia de las autoridades norteamericanas, no fue posible armar buques en corso en las Antillas.

    A punto de finalizar la invasión norteamericana en México, Vivó comunicó a su gobierno el 6 de mayo de 1848 que las autoriades españolas persistían en considerarlo como español debido a que se había matriculado en su marina como piloto mercante. Mariano Otero, ministro de Relaciones Exteriores, se dirigió el 1 de agosto de aquel año a Eduardo de Gorostiza, encargado de negocios de México en Madrid, para instruirlo al respecto con razones que eran muy fuertes.

    El gobierno ha visto con profundo sentimiento esta ocurrencia que ciertamente hace notable contraste con el liberal convenio conclusivo [sic] con la Legación de Su Majestad en abril del año anterior.¹⁵ Remito a V.S. copias de las notas cambiadas en ese negocio. Por ese convenio quedaron en absoluta libertad todos los españoles venidos a la República antes o después del reconocimiento de su independencia y reputaron como súbditos de México para volver a la ciudadanía española, y este gobierno se comprometió a considerarlos en lo político y civil como súbditos de Su Majestad Católica.

    La República a consecuencia de tal convenio ha sufrido y sufre continuas reclamaciones de individuos que sin el mismo convenio no podrían ser españoles, y por esto tiene derecho a esperar alguna reciprocidad de parte del gobierno español en casos enteramente iguales.

    Don Buenaventura Vivó es mexicano de origen, sé cómo en España fue matriculado, según afirma el señor secretario de Estado [Carlos Martínez de Irujo], duque de Sotomayor en la marina mercante, volvió a la República y su gobierno le confirió la comisión de cónsul en La Habana, comisión que para su libre desempeño necesita una absoluta independencia y comisión que conforme a nuestras leyes no se da a un extranjero. Sensible es a la verdad que ese gobierno insista en su pretensión de no considerar como ciudadano mexicano a nuestro respectivo cónsul, y más cuando el ministro de S.M.. sentaba en 1° de abril de 1847 ese principio de que un gobierno ilustrado no considera como una carga la ciudadanía, sino como un beneficio que cada uno puede renunciar libremente, principio que sin duda reconoce el gobierno de S.M. y que sin duda acatará cuando se trata de un agente consular de una República amiga que jamás ha dado un motivo de queja desde que felizmente se entablaron relaciones entre los dos países.

    En cuanto al obstáculo insuperable de que Vivó sirvió¹⁶ en la marina mercante, el gobierno de México también reclama reciprocidad, y al efecto alega un hecho reciente. En junio del año anterior don Rafael María Camargo que había servido en los ejércitos de la República y obtenido el retiro de teniente coronel, renunció a este beneficio, para volver a la ciudadanía de España, donde había nacido y en su vista recayó un acuerdo del tenor siguiente: El presidente deseoso a lo que se solicita y en consecuencia por este Ministerio se le expide carta de seguridad como a extranjero.

    ¿Puede presentarse un hecho más idéntico, por lo mismo un contraste más notable? Camargo sirvió en el ejército mexicano, Vivó se matriculó en la marina española, el gobierno de México admite francamente la renuncia que de los derechos de mexicano hace Camargo, y el gobierno de España insiste en considerar como español a Vivó, a pesar de estar investido con el carácter de cónsul de México. ¿Hacen esto la reciprocidad apetecible en las relaciones internacionales de los pueblos?

    El Excelentísimo señor presidente desea pues que V.S. manifieste todo lo expuesto al señor duque de Sotomayor y no duda que S.E. atendiendo a la equidad, a la justicia, y a la reciprocidad que México reclama, modifique la resolución dictada con nuestro cónsul en La Habana.

    En esto tendrá la República una prueba más del deseo que anima al gobierno de S.M.. de estrechar las relaciones francas y amistosas que sin interrupción han existido y existen felizmente entre las dos potencias.

    V.S. obrará con fe a estas instrucciones, que podrá mostrar al señor duque de Sotomayor si lo ve conveniente, comunicando el resultado que se obtuviere.¹⁷

    Los consecuentes buenos oficios de Eduardo de Gorostiza surtieron feliz resultado: el 5 de noviembre de 1848 el gobierno de S.M.C. reconoció, después de dos años, a Vivó como ciudadano mexicano y como cónsul en propiedad, y así se le admitía al libre uso de las atribuciones que le competían con arreglo a las disposiciones vigentes.¹⁸ El gobierno mexicano se dio por satisfecho de la investidura que alcanzó, justamente, don Buenaventura.¹⁹

    Juan de la Granja refiere que el ministro de Hacienda,²⁰ Francisco de Paula de Arrangoiz, propuso ante José María Ortiz Monasterio, oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, nombrar a su hermano José Agustín de Arrangoiz, como cónsul en La Habana. Varios senadores se reunieron al conocer esta noticia y propusieron una transacción: José Agustín pasaría a La Habana, mientras Vivó marcharía al frente del Consulado de México en Nueva Orleans.²¹ Sin embargo, parece que a don Francisco de Paula no le interesaba y tal vez ni le convenía que fuera removido el vicecónsul de México en Nueva Orleans, Otón Lorenzo de Dabelsteen, por algún negocio turbio que le había provocado a este último problemas con la justicia de aquel puerto, representada por la Corte del Distrito de Luisiana,²² y en el que no ha sido posible verificar si tuvo alguna participación el propio Arrangoiz, anterior jefe de Dabelsteen. De cualquier forma, Vivó quedó seguro en su cargo tras la salida de don Francisco de Paula del Ministerio de Hacienda, lo que sucedió poco después.²³

    Vivó siguió pues desempeñando el Consulado hasta 1853. Al parecer siempre sostuvo correspondencia particular con Santa Anna, desterrado —en su segundo exilio— a partir de marzo de 1848, primero en Jamaica, donde vivió dos años, y luego tres más, en Turbaco, Colombia.²⁴ Ahora bien, cuando en marzo de 1853, don Antonio, llamado para ocupar el poder ejecutivo de México, arribó a La Habana el 27 del mismo mes. Vivó le rindió los debidos honores, le presentó al capitán general de la isla de Cuba, Valentín Cañedo, y a petición de Santa Anna le acompañó en su viaje a la República, hacia donde partieron al día siguiente junto con la familia del general.²⁵

    Durante el viaje marítimo de La Habana a Veracruz fue el momento en que Vivó, aunque no lo exprese en sus Memorias, aprovechó para asegurar su nombramiento a la Legación de México en Madrid:

    En una de esas sesiones, y si mi memoria es fiel, creo que fue el tercer día de nuestra navegación, tuvo la bondad de manifestarme que en la precedente noche se había ocupado del arreglo de las legaciones, y que por lo que respecta a la más interesante de ellas, cuál era la de Washington, se había fijado en que nadie la desempeñaría con más tino, conocimiento de causa y acierto que el general don Juan N. Almonte. ¿Qué le parece a usted esa elección? me preguntó. Mi general, me parece inmejorable, le contesté. Luego me dijo que en los pocos momentos de su permanencia en La Habana le parecía haber notado que aquellas autoridades me trataban con mucha consideración, y que en vista de ello había concebido la idea de enviarme a Madrid con el carácter de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la República; porque, en su opinión, ningún otro podría servir mejor a nuestro país en la realización de los proyectos que llevaba para el fomento de las buenas y amistosas relaciones entre España y México, que se prometía estrechar y hacer más íntimas tan luego como empuñase las riendas del gobierno, y que, por lo tanto, desde aquel día me considerase como jefe de la legación mexicana en Madrid.²⁶

    Santa Anna y su séquito arribaron a Veracruz el 1 de abril. El nombramiento oficial de don Buenaventura tuvo lugar en los últimos días de la administración de Manuel María de Lombardini, completamente sujeto a las disposiciones de don Antonio.²⁷ El 11 de abril, José Miguel Arroyo le anunció oficialmente su nombramiento. Sorprende que se le asignara el sueldo de 16,000 pesos anuales.²⁸ Los días transcurridos hasta la toma de poder formal por el jalapeño, Vivó se hospedó en la casa de los hermanos Miguel y Leandro Mosso, ricos hacendados muy ligados al primer mandatario.²⁹

    Aún antes de que Santa Anna tomara oficialmente el poder, José Miguel Arroyo, oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, giró órdenes a su colega del Ministerio de Hacienda, el 14 de abril, para que se le asignaran $ 32,000.00 en calidad de viáticos por el viaje a Madrid, más el establecimiento de casa en dicha capital, así como una anualidad adelantada de su sueldo.³⁰ Ese mismo día Vivó aceptó su nombramiento,³¹ y desde ese momento correría su sueldo.

    El 20 de abril Santa Anna tomó oficialmente el cargo de presidente de la República Mexicana. Al siguiente día, su ministro de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán, rubricaba las cartas credenciales que Vivó debía de presentar ante la reina Isabel II.³² Alamán también le otorgó su carta de acreditación ante el ministro de Estado de España, Luis López de la Torre Ayllón.³³ Asimismo, el día 25 fue notificado del nombramiento de Vivó el ministro plenipotenciario de España en México, Juan Jiménez de Sandoval, marqués de la Ribera.³⁴ También desde México se expidió el nombramiento de Mariano Esteva y Ulíbarri como secretario de la legación;³⁵ como oficial sería designado José María Pastor y Landero, intérprete de la capitanía del puerto de Veracruz, y como agregados Fernando de Elías y Joaquín Soler. Ramón Ceballos, quien fungía como encargado de negocios interino de la Legación de México en Madrid desde la salida de Eduardo de Gorostiza, no quiso aceptar el nombramiento de cónsul general y siguió en calidad de agregado de la misma legación.³⁶ Como veremos más adelante, por la actuación de este personal se puede afirmar que Vivó tuvo un equipo diplomático de primera.

    El 28 de abril Vivó salió con varios personajes de la ciudad de México hacia Veracruz. Aquí se embarcó en el paquete inglés Avon el 5 de mayo y arribó a La Habana el 9 en donde permaneció hasta el día 22.³⁷ Este día inició un largo viaje, pasando por Charleston, Nueva York y Liverpool.³⁸ El 20 de junio estaba de paso por Londres.³⁹ De allí siguió a París, Marsella, Barcelona y por fin llegó a Madrid el 22 de julio.⁴⁰

    No pudo tomar posesión inmediatamente de la legación, ya que Ramón Ceballos, encargado de negocios interino, se encontraba ausente de Madrid, residiendo en Aranjuez, seguramente huyendo del tórrido calor, pues por la misma razón, Isabel II y su corte se habían instalado en el Real Sitio de San Ildefonso de la Granja.⁴¹ El 26 de julio Vivó se dirigió acompañado de Fernando Elías al citado palacio veraniego.⁴² Debido a que el general Lersundi había tenido que ausentarse de San Ildefonso, la recepción oficial de Vivó se retrasó hasta el sábado 6 de agosto. Presentó sus cartas credenciales ante la reina el domingo 7 de agosto a las 8 de la noche.⁴³ Todos los pormenores de su recepción, incluidos su discurso y el de la reina, son relatados minuciosamente por Vivó.⁴⁴ Cabe mencionar que además de sus cartas credenciales Vivó entregó al ministro Lersundi tres documentos más: uno en el que Santa Anna da las gracias por la concesión de la Gran Cruz de Carlos III, otro anunciando su elevación a la presidencia y otro acusando la entrega de las recredenciales del anterior ministro de España en México: Juan Antoine y Zayas.⁴⁵

    Ya instalado en Madrid, parece ser que Vivó utilizó en su papelería el antiguo logotipo de la legación, que venían utilizando los anteriores ministros de México en la capital española. Por su belleza lo reproduzco en la cubierta de este libro.⁴⁶

    Durante su estancia en Madrid, Vivó residió en un piso de un edificio de la Calle de Pizarro Núm. 19.⁴⁷ Esto es en el barrio entonces llamado de la Universidad y más comúnmente como de las Maravillas, hacia donde Madrid empezaba a expandirse.⁴⁸ En el inmueble que alquiló don Buenaventura vivían otros personajes importantes de la política española.

    Vivó contó, como ya he expuesto, con una serie de eficaces colaboradores adscritos a la Legación de México en Madrid. Don Buenaventura construyó un equipo de trabajo eficiente y con el que mantuvo excelentes relaciones tanto públicas como privadas.⁴⁹ Asimismo, durante los dos años y medio que ocupó el cargo de ministro de México en Madrid, Vivó supo granjearse al poco tiempo de su permanencia, […] el respeto y la estimación generales por el alto aprecio que sabe hacer del mérito en las diversas clases de la sociedad, que muchas veces vio reunidas sus notabilidades en la legación mexicana.⁵⁰ Estas palabras nos indican que celebraba reuniones periódicas en la residencia diplomática.

    Vivó gozó de un muy buen nivel de vida en Madrid, prueba de ello son las constantes peticiones que dirigía a la Dirección General de Aduanas para que se le exentase del pago de derechos de importación de una enorme variedad de artículos que introducía al país (véase el siguiente cuadro). Llaman la atención la adquisición de dos carruajes de cuatro ruedas, de un piano, y la enorme cantidad de cigarrillos y puros habanos que recibía. En el cuadro que se presenta se comparan las franquicias solicitadas por Vivó con las mucho más modestas realizadas por Eduardo de Gorostiza, su inmediato antecesor, quien fue encargado de negocios de México de 1844 a 1852.

    Cabe señalar que a Eduardo de Gorostiza le tocó desempeñar su misión en Madrid en años de gran penuria económica para México, especialmente durante 1847 y 1848. Su sueldo era de $ 5,000.00. En otra investigación ya he explicado que llegaron a restrasársele hasta 48 meses el envío de sus percepciones.

    Del desarrollo de su misión me ocuparé cuando trate sobre el contenido de estas Memorias. Lo que a continuación explico son las circunstancias en que fue destituido nuestro diplomático.

    Ante el triunfo arrollador de la revolución de Ayutla, Santa Anna abandonó la ciudad de México en la madrugada del 9 de agosto de 1855. Renunció formalmente a la presidencia de la República el 12 de agosto. El 16 Santa Anna salió al exilio por tercera vez.⁵¹ La capital fue objeto de una serie de jornadas contra los antiguos colaboradores del dictador los días 13, 14 y 15.⁵² A partir de este último día hay una administración efímera de Martín Carrera, quien renunció el 12 de septiembre. El gobierno triunfante de Ayutla encabezado por Juan Álvarez, se constituyó hasta el 4 de octubre en Cuernavaca. El Ministerio de Relaciones Exteriores fue ocupado quince días por Melchor Ocampo. Al renunciar Ocampo desempeñó el cargo Manuel María Arrioja, quien le notificó a Vivó la orden de destitución el 31 de octubre, misma que se extendía a todos los agregados que formaban parte de la Legación Mexicana en Madrid.⁵³ También se le enviaron sus cartas recredenciales para que las presentase ante Isabel II.⁵⁴ Vivó se enteró de su destitución el 10 de diciembre.⁵⁵ José Manuel Hidalgo, quien en ese momento actuaba como secretario de la legación, quedó como simple depositario encargado de los archivos de la misma hasta la llegada del nuevo ministro José María Lafragua.⁵⁶ Vivó entregó el inventario del archivo de la legación a Hidalgo, que comprendía 61 legajos.⁵⁷

    Vivó, desde luego aceptó su exoneración, aunque al mismo tiempo expondría al ministro de Relaciones Exteriores de México que en ese momento se le debían más de 5,000 pesos y que por lo tanto le era imposible costear su viaje de regreso a la República.⁵⁸

    El domingo 18 de diciembre a las 8 de la noche tuvo lugar la última entrevista y entrega de las recredenciales de don Buenaventura ante Isabel II. La ceremonia guardó todas las formalidades de estilo.⁵⁹ Sin embargo, Vivó agregó por su cuenta las siguientes palabras:

    Al cumplir con este deber, tengo la expresa orden de mi gobierno de asegurar a V.M. del sincero deseo que le anima para estrechar las amistosas y cordiales relaciones que felizmente existen entre España y México, a cuyo fin muy en breve será acreditada cerca de V.M. la persona que deberá sucederme en la misión diplomática que hasta ahora me ha cabido la honra de desempeñar.⁶⁰

    Probablemente Vivó juzgó oportuno incluir este párrafo, pues no le eran desconocidas las dificultades por las que estaban pasando las relaciones diplomáticas entre México y España: el asunto no resuelto de las reclamaciones y el cumplimiento de las convenciones.⁶¹ Por lo que se justificó ante el ministro de Relaciones mexicano:

    V.E. notará que el contenido del segundo párrafo del por mí pronunciado no tiene la debida exactitud, puesto que ninguna orden se me ha dado para expresarme en aquellos términos; pero considerando que el espíritu del gobierno de la República es el de sostener las amistosas relaciones con España de una manera digna y decorosa a ambos países, no titubeé en expresarme del modo que lo he efectuado, no dudando merecerá mi discurso la aprobación del Excelentísimo señor general presidente interino y del gabinete del cual forma V.E. tan digna parte.⁶²

    Considero que don Buenaventura actuó como diplomático experimentado al tratar de no volver más ríspidas las relaciones entre ambos países. Aún más, propuso al ministro lo siguiente:

    Deseoso de contribuir con mis débiles fuerzas a todo aquello que redunde en beneficio de mi país, y visto el superior mandato de V.E. acerca de la momentánea supresión de la Legación Mexicana en Madrid hasta la llegada del nuevo representante de la República en España, como lo indica la orden de dejar encargados los archivos de aquella a un mero depositario, he creído no sería a V.E. desagradable, no obstante mi exoneración, que acato y respeto como un acto emanado de su Superior Gobierno y mientras provee V.E. lo necesario para el envío de recursos pecuniarios a fin de que pueda regresar a mi patria, el continuar mensualmente sin carácter oficial alguno y sólo con el de simple ciudadano mexicano, participando al Supremo Gobierno por el órgano de V.E. cuantos asuntos merezcan llamar su particular atención, persuadido de que el ilustrado ministro a quien tengo la honra de dirigirme apreciará en todo su valor esa resolución de puro patriotismo.⁶³

    El 30 de enero de 1856, Isabel II, a través de Juan Zabala, ministro de Estado reconocía los méritos de Vivó durante el tiempo que desempeñó su cargo: ha sabido granjearse por las recomendables circunstancias que le adornan todo mi aprecio y el de mi gobierno.⁶⁴ Nada de lo anterior fue tomado en cuenta por el gobierno de Comonfort.

    El 21 de febrero, Vivó exhortaba a Luis de la Rosa el envío de los 5,000 pesos para poder trasladarse a México. Ahora bien, ofrecía una alternativa: entonces suplicaría nuevamente a V.E. se dignase remitir del todo o parte de aquéllos a mi amigo el señor don Isidoro Araujo de Lira residente en La Habana, cuyo corresponsal y banquero en Madrid [Castor Villaverde] se compromete a facilitarme para fines de abril la suma que pueda necesitar para mi viaje con tal de que yo contraiga la obligación de que la cantidad adelantada se haga efectiva al referido señor Araujo de Lira.⁶⁵ Vivó abandonó Madrid el 20 de marzo, pues Villaverde le había adelantado la suma arriba estipulada. Llegó a La Habana el 6 de mayo y 13 se dirigió a Luis de la Rosa demostrándole su sorpresa de no haber recibido nada de los fondos solicitados. Araujo de Lira le permitió continuar su viaje y Vivó le entregó una libranza de 5,000 pesos a favor del administrador de la Aduana Marítima de Veracruz y a favor de J.M. de Sevilla, comerciante veracruzano. Vivó suplicaba el pago de la libranza.⁶⁶ Dicha libranza, con algunos descuentos, le sería cubierta tiempo después.⁶⁷

    Don Buenaventura regresó a México el 30 de mayo de 1856, pese a que muchos de sus amigos le desaconsejaban hacerlo temiendo por su seguridad. En una larga carta particular dirigida a Luis de la Rosa, ministro de Relaciones Exteriores,⁶⁸ empieza por explicar que al llegarle a Madrid la orden de exoneración obedeció ciegamente las órdenes del gobierno. Entregó el archivo al secretario interino de la legación, y se declaraba ajeno a la política interna de la República. Nada omití para que el mismo gobierno de la República se persuadiera de que reducido a la vida particular sabía conducirme con el mismo patriotismo que había desplegado para levantar como merecía el nombre de mi abatida patria en Europa.⁶⁹ Creía que el gobierno emanado de la revolución de Ayutla no podía ser un gobierno de partido. Por cuatro días consecutivos estuvo en el Ministerio y en la casa particular de De la Rosa, sin haber sido recibido. […] y si bien la quinta vez pude hablar con V.E. las palabras misteriosas que tuvo a bien dirigirme me indicaron las fuertes prevenciones que había en mi contra, y los pocos miramientos que se tenían, no ya a mi humilde persona, si no al carácter con que había estado revestido.⁷⁰

    Luego entra en una serie de disquisiciones sobre las pasiones de partido. La brevísima conferencia que sostuvo con De la Rosa afirma que le produjo más disgusto que temor.

    Sin embargo, pasada la primera impresión todavía hube de creer que debía esperar una resolución del gobierno dentro de los límites de su autoridad legal. Se me había juzgado sin haber leído mi libro, (que había presentado a S.E. el presidente poniendo toda la edición a la disposición del gobierno) sin oírme y creía que la verdad debía triunfar de toda clase de prevenciones. Pero todavía me había equivocado y a los veintidós días [21 de junio de 1856] de hallarme en la capital de la República hube de convencerme profundamente de que se trataba de proceder conmigo de un modo cruel y arbitrario, enviándome preso a no sé qué punto del Sur para arrojarme como víctima propiciatoria al furor de los elementos como en otro tiempo se arrojaban los hombres a las fieras.⁷¹

    En tono de franca indignación, Vivó no logra comprender que las pasiones políticas impidan que sea escuchado o leídas sus Memorias. Consideraba que una política de Estado, independientemente de los cambios políticos de México, prescribía una mayor atención al último ministro de la República Mexicana en Madrid.

    y habiendo intervenido necesariamente en un asunto acerca del cual se había llegado a un conflicto con el gobierno español, el ministro de Relaciones de la República haya podido juzgar indiferente el preguntarme acerca de los sentimientos e intenciones del gobierno cerca del cual había estado acreditado y merecido inapreciables distinciones. ¡Aberración que sólo en la ceguedad puede encontrar disculpa si es que alguna cabe cuando hallándose por medio la honra del país se deja de procurar para salvarla toda la ilustración posible!⁷²

    Sin embargo, Vivó se condujo con notable ingenuidad. Él formaba parte no sólo de un gobierno derribado por la revolución de Ayutla, sino de un sistema de administración que dependía de la voluntad de un solo hombre: Antonio López de Santa Anna. Quería mostrarse como un diplomático de carrera ajeno a las vicisitudes de la política exterior de México, pero no podía ocultar que su nombramiento se lo debía única y exclusivamente a Su Alteza Serenísima.

    En estas circunstancias no le quedó a don Buenaventura otra opción que abandonar la República. Estaba resuelto a no volver a México hasta que se calmaran las pasiones enconadas y volviese la razón. Declaraba no tener ningún resentimiento personal, ni motivo de venganza. Afirmaba que los hombres que se encuentran al frente de México serían para él objeto de respeto. Sobre todo en medio de las desgracias que persiguen a su país, no tomará en cuenta las injusticias que contra él hayan cometido y puedan cometer los hombres que lo gobiernen, a quienes aun deplorando sus extravíos y combatiendo sus errores, no negaré nunca el respeto y consideraciones merecidas.⁷³ Termina su carta con un triste párrafo.

    En este concepto he creído en mi deber dirigir a V.E. la comunicación presente, porque quiero que en todo tiempo conste la conducta de cada cual; que se aprecie debidamente la mía y que se sepa que al retirarme de México el 23 de junio [de 1856⁷⁴] último sin anuencia del gobierno no he sido el prófugo de la ley, sino de quien contra la ley y a pesar de la ley trataba según todas mis noticias y antecedentes de carácter indudable hacerme objeto de iracundas venganzas.⁷⁵

    Nueve meses más tarde, en abril de 1857, Vivó, por medio de su representante en México, Patricio Dueñas,⁷⁶ reclamaba sus sueldos devengados.

    La respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores, el 18 de abril de 1857, fue muy lacónica. Argumentaba que Vivó se ausentó de la República sin permiso ni conocimiento del gobierno, que era necesario se presentase en México a dar cuenta de su conducta y que se le hiciese saber por medio de Patricio Dueñas.⁷⁷ El 30 de mayo, nuevamente Dueñas realizó el correspondiente ocurso ante Juan Antonio de la Fuente solicitando la diferencia de $ 16,043.40. La respuesta, igualmente lacónica: Estése a lo acordado.⁷⁸ El 2 de julio de 1857, Sebastián Lerdo de Tejada contestó a Dueñas en los mismos términos.⁷⁹ Después de que triunfó el Plan de Tacubaya y con personajes del partido conservador al frente del Ministerio de Relaciones, primero Luis G. Cuevas y posteriormente Joaquín María del Castillo y Lanzas, quien había sido colega de Vivó cuando aquél representó al gobierno de Santa Anna en Londres, no cambió para nada el acuerdo hecho por los ministros de Comonfort.⁸⁰

    Además de la penuria crónica que tenían los diversos gobiernos mexicanos, sea cual fuese su índole ideológica, Buenaventura Vivó, que debió su nombramiento de ministro de México en Madrid exclusivamente a Santa Anna, carecía por completo de influencia en cualquiera de los partidos que luchaban en México por el poder. No es pues de extrañar que no participara para nada ni en la guerra de Reforma, ni en la intervención ni en el segundo imperio. Pese a que en 1860 era un hombre en plena madurez —tenía 47 años— políticamente estaba acabado.

    Don Buenaventura regresó a Madrid, donde vivió hasta su fallecimiento en 1872. Durante esta última etapa de su vida fue empleado de la Sociedad de Crédito Mobiliario Español,⁸¹ que dirigía su antiguo colega el diplomático peruano José Joaquín de Osma,⁸² quien tras ser destituido de su misión el mismo año que Vivó, pasó a formar parte del Consejo de Administración de la citada sociedad financiera. Cabe mencionar que a Osma le fueron dedicadas las Memorias de Vivó.

    II. Obras de Vivó

    Aunque este prólogo está dedicado a las Memorias de Buenaventura Vivó, es importante destacar que antes de dar a la luz dicho libro ya había escrito uno sobre las funciones de los cónsules, además de un artículo sobre los vapores mexicanos.

    Tratado Consular

    ⁸³

    El volumen de dicho manual constituye una obra sólida de 260 páginas. Llama la atención la serie de personajes a quienes está dedicada: Antonio López de Santa Anna, Juan Nepomuceno Almonte, Mariano Otero, José María de Lacunza, José María Lafragua, Juan de la Granja, José Ignacio Basadre, Pedro de Garay y Garay, Ramón Francisco Valdés, Manuel Payno, Guillermo Prieto y Leandro Mosso. Lista variopinta en cuanto a tendencias políticas, encontramos en ella desde escritores hasta un conocido agiotista: Mosso.

    Abarca una enorme cantidad de temas. De los cónsules en general, donde sostiene siempre el carácter político de los mismos, el autor se opone, citando a una serie muy extensa de publicistas, a considerar a los cónsules como meros agentes mercantiles. Sobre su nombramiento y la admisión de los cónsules, donde trata sobre las formalidades, incluidas la nacionalidad del titular, que deben de acompañar a la designación de estos funcionarios. En el ámbito jurisdiccional trata de cómo los cónsules deben ajustarse a las leyes particulares de cada país.

    Al tratar de las inmunidades y honores debidos a los cónsules, afirma que ciertamente no gozan de las mismas prerrogativas que los diplomáticos, pero sí la de los miembros efectivos de tercera clase del cuerpo diplomático. Aboga, siempre apegado a los publicistas más importantes, por las prerrogativas que les deben de ser preservadas a los cónsules. Cita un caso escandaloso ocurrido en 1849 en el que se vio inmiscuido Carlos España, el cónsul peninsular en Nueva Orleans, quien por reembarcar a un peligroso reo cubano, fue llevado a tribunales norteamericanos y el edificio del consulado y su archivo fueron saqueados. Parte de la correspondencia que sostenía el citado cónsul fue publicada por la prensa neorleanesa. Este caso lo compara con el trato dispensado a Robert B. Campbell, cónsul de los Estados Unidos en La Habana, a quien el gobierno español decidió retirarle el exequátur, aunque después desistió.

    Al referirse a los cónsules establecidos en las Escalas de Levante y Berbería, se centra a la particular forma de jurisdicción que tenían los cónsules en el norte de África, mediterráneo oriental, y el decadente Imperio Otomano. En estas regiones los poderes de los cónsules extranjeros, empezando por el de Francia, eran muy amplios. A esta serie de privilegios concedidos a los cónsules extranjeros y a los súbditos europeos en el Imperio Otomano se le conoce con el nombre de capitulaciones.⁸⁴

    Finaliza con un tema que él conocía y había vivido muy de cerca: los consulados establecidos en las colonias españolas, y lo limitado de las funciones que les eran concedidas a sus titulares por el gobierno de Madrid. Aún así, matiza que él en lo particular recibió un trato distinguido de los diversos capitanes generales.

    Como apéndice a su obra elabora un muy extenso formulario consular, reunión de 65 documentos modelo para el buen funcionamiento de un Consulado.

    Vapores Mexicanos: Proyecto de empresa, en Revista mensual de la Sociedad Promovedora de Mejoras Materiales.

    ⁸⁵

    Fue escrito por Vivó en La Habana. Se trata de un corto artículo en el que intenta incentivar a capitalistas mexicanos para que constituyan una sociedad anónima con el objeto de establecer una línea de al menos dos vapores mexicanos que realizaran mensualmente un viaje de ida y vuelta de Veracruz a Nueva York, realizando escalas en Tampico-Nueva Orleans-La Habana-Charleston. Saldrían el primer día de cada mes y ambos vapores coincidirían el día 15 en La Habana.

    Afirma que en el Golfo de México los vapores mexicanos tienen una posición tan humilde que apenas se eleva sobre las necesidades de un raquítico y oscuro cabotaje. México no tiene una marina de guerra, su costo sería insostenible. Resalta la importancia del golfo, no sólo en el comercio con Estados Unidos y las Antillas, sino también con Gran Bretaña, Francia y España. Afirma que la isla de Cuba ya cuenta con una línea de vapores trasatlánticos.

    Los vapores mexicanos servirían para conducir pasajeros, alguna carga denominada de palmeo⁸⁶ y la correspondencia oficial y la privada. Se debían reunir acciones de diferentes denominaciones. Los buques costarían 30,000 pesos y la sociedad debería contar con 100,000 pesos de capital social para cumplir las primeras obligaciones y costear algunos cargamentos de combustible.

    La junta directiva debería de residir en México, mientras que la junta administrativa en La Habana, como punto medio de la línea. Conducirían gratis la correspondencia oficial y cobrarían por la correspondencia privada.

    A continuación enumera una serie de instrumentos administrativos para el buen funcionamiento de la empresa. En caso de guerra la compañía cedería los vapores al gobierno de México mediante su justo valor.

    El gobierno de la República se podría obligar a pagar una subvención anual y conceder a la empresa los mejores lugares en los fondeaderos de Veracruz y Tampico. Quedarían libres de impuestos los comestibles y el vino que los buques llevaran para el consumo de los pasajeros.

    La carga y descarga de las mercancías sería libre, bastarían los manifiestos jurados y firmados por los capitanes y certificados por los respectivos cónsules, siempre y cuando el jefe de la aduana no tuviera legítimos y bien fundados motivos para proceder a la inspección del vapor.

    Ahora bien, los pasajeros, por varios motivos, preferían el trato con oficiales y marineros hispanoamericanos que con los angloamericanos. Los primeros, según Vivó, tenían mejor vigilancia teórico-práctica, llevaban mejores alimentos y el trato era caballeroso, ello sin mencionar la lengua. Además, en los vapores angloamericanos había frecuentes explosiones, no así en los mexicanos.

    Si en México no se pudiese reunir el suficiente capital social que necesitase la empresa, podrían ser colocadas algunas acciones en la isla de Cuba y en otros estados de la Unión Americana.

    III. Las Memorias de Buenaventura Vivó

    Al revisar este libro, surge la primera pregunta, ¿por qué las escribió? En la carta particular dirigida a Luis de la Rosa, ya citada, ofrece una larga explicación.

    En la prensa europea se habían repetido las acusaciones de traición dirigidas contra el último gobierno que había precedido el general don Antonio López de Santa Anna y aunque yo no desconocía toda la odiosidad que podría echar sobre mí emprendiendo la defensa del menor acto que pudiera tener relación con el gobierno caído, por generosa que esa defensa fuera; yo que ante todo y por sobre todo he visto siempre la honra de México; yo que veía que las calumniosas injurias dirigidas contra el gobierno del último presidente daban margen a [que] los que no conocían sus actos le presentaran como un mercader de la independencia nacional y al país que lo había elevado y obedecido como a un pueblo de esclavos y gente corrompida; hube de decidirme desde luego a restablecer la verdad, a volver por la honra de mi país vilipendiado, lanzándome a la arena, siquiera no faltasen quienes conociendo como yo los peligros a que me expondría pretendiesen retraerme de empresa tan ardua y arriesgada. Sabía yo, pues, al escribir las Memorias publicadas en Madrid que ellas serían un instrumento a que apelarían contra mí desde luego los enemigos del general Santa Anna, y que esta suerte podría caberme aún respecto de muchos hombres importantes, si bien no bastante fuertes para no dejarse arrastrar de [sic] las pasiones. Sin embargo, veía al frente del gobierno de la República a personas distinguidas y muy especialmente en el departamento [sic] de Relaciones Exteriores al ministro [Luis de la Rosa], que había firmado el Tratado de Guadalupe tantas veces puesto en tortura, y de cuya experiencia, por lo mismo, debía esperar más que de ningún otro, por lo menos, aquella justicia imparcial que los hombres honrados, llamados por su posición a justificar calidades eminentes, no niegan ni aún a los enemigos personales. Y ¿por qué yo nombrado y sostenido por el gobierno del general Santa Anna, a quien debía muestras señaladas de confianza, al salir a su defensa en una materia tan de mi especial competencia, como la misión que había desempeñado cerca de Su Majestad Católica había de temer se me echase en cara mi amistad hacia ese gobierno? Pues que, ¿cabe conducta más noble que aquella de que fui llamado a ser órgano cerca del gobierno de Madrid? Sean cuales fueren las opiniones acerca de lo más o menos acertados que fueran los pensamientos y planes del gobierno del general Santa Anna para asegurar sobre bases sólidas la nacionalidad de mi país contra la avaricia y rapacidad extranjera, ¿puede haber hombre de corazón recto capaz de negar el mérito contraído por aquel gobierno en haber intentado realizar aquellos pensamientos y aquellos planes? ¿Y podía yo consentir que estos permaneciesen desconocidos cuando se decía que un gobierno tan celoso por la independencia nacional había querido humillarla, someterla, enajenarla? Pongan los hombres leales la mano sobre el corazón y respondan. Por mi parte conservo bastante puros, fuertes y enérgicos mis sentimientos de hombre honrado y funcionario cuidadoso de la honra de su país para que en esas circunstancias pudiera cejar ante temor alguno.⁸⁷

    En opinión del prologuista, las Memorias no fueron fruto de la improvisación.⁸⁸ Don Buenaventura tenía muy bien organizados los materiales y la división temática de los mismos. Como diplomático ordenado y hasta puntilloso llevó siempre un orden en los diversos asuntos que tuvo que tratar durante su gestión. De manera que reunió todo este material, le dio forma, agregó ciertas introducciones y lo dio a la Imprenta y Estereotipia⁸⁹ de Manuel Rivadeneyra, en ese momento una de las más prestigiadas de Madrid.

    Hay dos asuntos sobre los que le preocupa mucho su actuación. Desde que fue cónsul en La Habana había estado en contra del tráfico de indígenas mayas a la isla de Cuba. Por otra parte, le interesaba destacar su papel en la revisión de créditos de la Convención Española. En contraste, el haber servido a la administración de Santa Anna, si bien fuera de México, lo mantuvo ajeno a los problemas de política interna del régimen. En sus palabras:

    He ahí, pues, por qué me decidí a escribir las Memorias, en las cuales para nada he tratado las cuestiones de política interior de la República que no eran de mi resorte, de las que había vivido siempre alejado, porque ante todo procuraré en todos tiempos cumplir exactamente con mis deberes, y estos exigían de mí que para nada me mezclase en todo aquello que no fuese de la misión que desempeñaba. En México viven y se hallan hoy en posiciones importantes personas que estuvieron en Madrid, en tiempos para ellos de desgracia porque se hallaban expatriados por el gobierno del general Santa Anna. Que ellos digan si el ministro de México cerca de Su Majestad Católica las consideró no viéndolos sino como ciudadanos mexicanos, honrados y pacíficos. ¿Ni por qué, ni para qué la dignidad del representante de la República se había de rebajar hasta entrar en el examen de las opiniones políticas, ni de las miserias personales que podían ser el origen de su desgracia?⁹⁰

    Si damos crédito a don Buenaventura acerca de su nulo involucramiento en la política interna de Santa Anna, no podemos olvidar que, aunque en la lejanía, fue un fiel colaborador de la dictadura. Pienso que Vivó llegó a creer que sus Memorias lo pondrían fuera de toda duda, tanto de su integridad personal como de su conducta. En un tono enfático y ampuloso escribe que se propuso regresar a México y presentarse ante el presidente Ignacio Comonfort para expresarle:

    Ahí tenéis, señor, la vindicación de la honra de mi país contra el extravío de las pasiones políticas: si pasado el momento de la lucha hubiere todavía alguno que crea que el gobierno del general Santa Anna ha degradado a la República humillando o tratando de comprometer o de enajenar su independencia, he aquí las pruebas de tal falsedad y tal calumnia. El gobierno del general Santa Anna, más o menos afortunado, más o menos desgraciado en la administración interior, que a mí no me toca juzgarlo, se ha conducido noble, digno, patrióticamente en todos los asuntos que fueron objeto de la misión que me estaba encomendada, asuntos graves y en extremo importantes porque su resolución se encaminaba a asegurar de un modo imperecedero la independencia de la República, la honra, los derechos y los intereses de sus ciudadanos. Juzgad, pues, por sus verdaderos actos en esa parte al gobierno del general Santa Anna y si después de ese examen severo, pero imparcial, creyeseis que el funcionario que desempeñó la misión en Madrid bajo ese gobierno cometió algún delito, o la menor falta para con su país aquí le tenéis, entregadle a los tribunales y que ellos declaren si ha cumplido leal y honradamente los deberes de un buen servidor de la República.⁹¹

    Las Memorias para Vivó son una suerte de justificación de su conducta como ministro de México en Madrid. Como ya he expuesto, pecaba de ingenuo, si creía que le servirían como un salvoconducto y poder integrarse a la nueva administración, o al menos que el faltante de sus sueldos le fuera reintegrado. Es obvio que el propósito de Vivó no se cumplió al escribir las Memorias, pues no logró que las mismas, ni su propia persona fueran consideradas por la administración comonfortista.

    Llegando a este punto, el amable lector de este prólogo puede legítimamente preguntarse: ¿por qué el interés del que esto escribe en publicar 160 años más tarde una edición crítica de dicha obra? Se pueden aducir varias razones. La primera es que dichas Memorias fueron y son muy poco conocidas en México. También, a través de su lectura podemos conocer mucho más no sólo de la política exterior de la última administración de Santa Anna, sino del modus operandi específico de un diplomático mexicano en el Madrid isabelino; asuntos que no han sido abordados por los especialistas en la última administración santannista.⁹² Las Memorias son parte de la historia diplomática de México, pero también de la de España en el siglo XIX, como veremos al resaltar la dimensión de las mismas. Era, sin duda, una persona muy bien relacionada con diversos círculos políticos madrileños, poseía la habilidad y tacto para negociar con distintos actores políticos, si bien no puede negar su simpatía por los moderados.

    Desde su estancia en Cuba, siempre según Vivó, trabó amistad con José Gutiérrez de la Concha, capitán general de la isla; Miguel de Embil,⁹³ prominente comerciante; o Isidoro Araujo de Lira, fundador del importante periódico habanero Diario de la Marina. En su viaje de La Habana a Madrid fue acompañado por los generales Ramón Armero y José Marquesi y otros personajes.

    Ya en Madrid se relacionó con el antiguo ministro Pedro Egaña y gozó de la hospitalidad del conde de San Luis. También se vinculó con personajes de la prensa: el periodista Andrés Borrego; Antonio Javier San Martín, fundador y director del diario La Crónica de Nueva York, rotativo en español que se publicaba en la citada ciudad. Dentro del cuerpo diplomático acreditado en Madrid, destacan la amistad que tuvo con el marqués de Turgot, embajador en Madrid de Napoleón III, y con el que sería su último benefactor: el ministro peruano José Joaquín de Osma.

    IV. Contenido

    Las Memorias se componen de once capítulos y siete apéndices y tratan de temas muy diversos. Como corresponde a su título es un testimonio personal, quizás esa sea la razón por la que la extensión de cada uno de los capítulos varía enormemente.

    Vivó cita una enorme cantidad de documentos in extenso la mayoría actualmente perdidos en los archivos mexicanos. Emprendí la tarea de cotejar dicha documentación tanto en el Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores, como en el Archivo General de la Nación, en el ramo de Libros de Gobernación y Relaciones Exteriores, siempre acompañado por Héctor Arciga Díaz, mi asistente de investigación. El resultado fue muy magro, pudimos localizar y cotejar solamente cuatro despachos de Vivó en el Genaro Estrada.⁹⁴ Es decir, hoy en día sólo se puede tener conocimiento de varios documentos por las largas transcripciones que realiza don Buenaventura.

    Ya describí la recepción de Vivó en La Granja por Isabel II, así como sobre el personal adscrito a la Legación de México en Madrid presidida por Vivó.

    Vivó reseña en sus Memorias a los gabinetes españoles que van de 1849 hasta 1855. Se ocupa pues brevemente de la situación política que reinaba en España en el momento de su llegada y en los dos años y medio que representó a nuestro país en la capital de España. Poco después

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